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Dieciséis❈

Después de la noche que se encontraron en el cine, Nayeon no pensaba mucho en la invitación de Jeongyeon a la fiesta de la compañía, hasta que leyó al respecto, en la sección de sociales del periódico digital.

Una columna completa describía la importancia de la fiesta patrocinada por Extreme Sports como el evento de gala del año. Cualquiera que fuera alguien importante en Seúl e incluso de afuera, estarían allí. 

Hasta leer la nota, Nayeon había pensado que se trataría de una fiesta sencilla, esa era la impresión que Jeongyeon le había dado cuando la invitó. Desde ese momento comenzó a preocuparse, aunque no estaba segura del porqué. Ella era una diseñadora reconocida dentro del ámbito social y comercial, pero ser la acompañante de nada menos que de Yoo Jeongyeon, una de las alfas más codiciadas por su atractivo físico, además de una posición social y económica envidiable, y ese impresionante intelecto y talento para los negociaciones, hacía activar su sensor de la preocupación. 

El problema, decidió la omega, era el que había venido esquivando desde la fiesta en pijamas de Ryujin, aún no quería ventilar a los cuatro vientos su recién comenzada relación con Jeongyeon, estaba completamente asustada ante esa idea.

Ahora, vestida para la fiesta con un largo vestido azul royal que complementaba con cada detalle que había utilizado, y de amplia caída hacia sus pies, su intranquilidad creció alarmantemente. Tan siquiera era el vestido que tenía pensado usar desde un inicio, cambió de parecer ante la información en la nota y, ahora, unos largos guantes acompañaban la elegancia de su vestido y traía el cabello recogido prolijamente y algunos mechones lo adornaban. No escatimó en ningún detalle, porque sabía lo importante que era la velada para Jeongyeon y podía imaginar los comentarios que iban a salir en las notas de sociales. Todos en su familia, amigos y conocidos no tardarían en descubrir que, efectivamente, era la omega de una de las mujeres más exitosas de toda Corea del Sur. Intentó dejar de pensar en ello.

Jeongyeon se quedó sin habla al verla salir por la puerta de su casa. La admiración fue mutua cuando sus ojos se encontraron. 

La pelicorta parecía haberse quedado demasiado perdida en cada detalle de su vestido azul. Su profundo escote y una fina capa de tul habían llamado la atención de la alfa, quien se acercó deseando haber prescindido de su lipstick rojo pues, en ese preciso instante solo deseaba besarla hasta que se quedara sin aire y de ser ella misma quien descubriese cada detalle en aquella hermosa prenda. Entonces no estaba tan segura de si quería compartirla con todas esas personas, su loba ronroneó ante su belleza y atractivo, estaba majestuosa, como si fuera la heredera al trono de un imperio.

Nayeon se dejó abrazar por ella y su impregnante aroma floral, sólo para poder pasar sus manos sobre su espalda descubierta por el largo vestido que se ceñía en su cintura y caía de forma muy similar al suyo. El negro era su color, supo reconocer la rubia, y cuando descubrió el profundo tajo que descubría una de sus largas piernas, pensó que se quedaría sin aliento. Era demasiado para su corazón. Se veía impresionante, no, despampanante, y tan siquiera era la palabra que deseaba emplear, tan siquiera sabía si existía una que la definiera correctamente porque llenaba sus ojos de una admiración entrelazada con un deseo sin igual.

La recepción y la cena tenían que ver con la bienvenida e incorporación de Jeongyeon como socia mayoritaria de Extreme Sports en Corea, y de acuerdo con el artículo del periódico que agradecía haber leído, la actividad se estaba preparando desde hace varios meses atrás. Esa era la manera en como John Becky presentaba a Yoo con la comunidad empresarial de Corea y el extranjero.

A media hora de su llegada a la fiesta, después de pasar como una jodida afortunada junto a la preciosa, admirada y exitosa alfa Yoo Jeongyeon, Nayeon reconoció a muchas personas importantes y otros miembros del consejo municipal, además de algunas personas de gran importancia del ámbito social de Seúl, y aquello no había hecho más que ponerla más y más nerviosa.

—Toma —Murmuró la alfa, deteniéndose a su lado y ofreciéndole una copa de champán.

Sonriéndole, Nayeon se permitió una nueva mirada sobre su despampanante presencia en su vestido de gala, de escote recto que sólo descubría su preciosa espalda y una de sus largas piernas, se veía perfecta, para la ocasión, para el ambiente, para sus ojos, para sus labios que deseaban recorrerla, para su mente perversa.

La omega tragó cuando tomó la copa y la apretó con dedos crispados, irritada consigo misma por estar tan nerviosa y desorientada. Disgustaba desde que era una pequeña ese tipo de eventos.

—No sé si debería atreverme a beber algo fuerte... —Su voz falló y la acomodó de inmediato.

—¿Por qué no? —Dudó Jeongyeon sonriendo amablemente a quienes le saludaban.

—Si quieres que te diga la verdad cariño, prefiero pasar inadvertida ahora mismo, quizás, perderme entre los dibujos del papel tapiz sería genial y muy oportuno.

La risita de Jeongyeon fue estimulante para su loba y Nayeon se burló de sí misma y su debilidad por ella. 

—Solo olvídate y disfruta junto a mí de esta gran fiesta, omega. Solo de eso se trata para mí, una excusa para estar junto a ti... 

Nayeon no estaba muy convencida. La sonrisa estaba congelada en sus labios y su estómago protestaba por no haber comido casi nada en todo el día.

El director de la junta de su marca pasó delante de ellas y, al reconocerla, se detuvo un momento para saludarla con una inclinación de su cabeza. Nayeon también lo saludó y cuando el alfa se fue, ella bebió de la copa en tres gigantes tragos.

—Me siento mejor —Anunció, cómicamente. 

—Bien. Ven conmigo, quiero presentarte a algunas personas.

¡Más personas! La alfa ya le había presentado con tantas personas que los nombres se le confundían. La agarraba por la cintura con el propósito de pegarla a su cuerpo y la impregnaba de su aroma de un modo tan espontáneo, que la hacía marear.

—Cariño, solo espera que pronto termine la fiesta y nos iremos lejos de aquí, lo prometo. —Dejó un inocente beso sobre su mejilla.

En el camino, Nayeon tomó otra copa de champaña, solo para tener algo que hacer con las manos. No tenía intención de beberla.

Los hombres y mujeres hicieron una pausa en su conversación cuando Jeongyeon se aproximó junto a ella, y pronto todos estaban interesados en cómo se habían conocido.

—Nuestras hijas son muy buenas amigas —Explicó la pelicorta con naturalidad. Los demás se vieron rápidamente interesados por saber más.

—No sabía que tuvieras una hija —Dijo una hermosa mujer, sonriéndole sugestivamente, gesto que a Nayeon le disgustó de inmediato y que enloqueció a su loba de celos.

—Ryujin, mi pequeña omega acaba de cumplir trece años. —Respondió la alfa, siempre feliz de hablar de su pequeña hija.

La mujer pareció fascinada con esta información.

—¡Qué bella debe de ser! Digo, si se parece a su madre, estoy segura de que así es... —Halagó, innecesariamente, para el gusto de Nayeon —Mi hermana tiene once años y estoy segura de que le daría mucho gusto conocer a Ryujin.

—Estoy segura de que a Ryujin también le gustaría. —Sonrió la alfa más bien amable, ¿O no? Nayeon ya no sabía distinguir, sin darse cuenta se había acabado la copa de champaña, e intentaba con todo su ser no gruñir a la hermosa mujer que se ofrecía a su alfa frente a sus ojos.

—Entonces, podríamos pactar una cita para que ambas se conozcan —La hermosa mujer se acercó a Jeongyeon y le tomó un brazo, de modo amigable.

Nayeon entrecerró los ojos, hizo una mueca casi imperceptible y dió un sorbo a la nueva copa, cuando su loba aulló. La hermosa mujer no podía ser más obvia en sus intenciones, pero no dejaba de verse bonita y elegante en ellas y eso la frustró aún más.

—Unnie, hay alguien que debes conocer; es decir, si puedo apartarte de Nayeon por un minuto...

Omega insinuante, desagradable, ofrecida y coqueta... pensó cuando le dirigió una mirada retadora, pero Nayeon solo supo sonreír y tomar otra copa.

—Oh, claro que puede. —La rubia hizo un movimiento con la mano como indicando que la alfa podía hacer lo que le viniera en gana, ganándose un entrecejo profundamente ceñido de parte de Jeongyeon.

—Acompáñanos, por favor.

Nayeon le dirigió lo que pensó era una sonrisa devastadora.

—Ve tú, al fin se trata de un solo minuto —Exageró la dulzura que quería aparentar que sentía.

Jeongyeon y aquella hermosa omega se apartaron, ella colgada del brazo de su alfa claro, y Nayeon habló con los demás por unos minutos, antes de perderse en la multitud. Tenía el estómago hecho nudos. No sabía por qué había tomado esa actitud unos momentos atrás. Quizá no quería que Jeongyeon se diera cuenta de que estaba celosa, en realidad apenas podía admitirlo para sí misma.

Esperando no ser obvia, su mirada siguió a su alfa y a la rubia omega coqueta hasta que ya no lo pudo soportar, y entonces se volvió y fue hacia el tocador. Se alegró de que el salón exterior estuviera vacío y se derrumbó en el sofá. El corazón parecía querer salirse de su pecho y su loba arañaba deseando que fuera esa omega bonita de aroma dulce y atractivo. Daría cualquier cosa por desaparecer graciosamente de allí.

Fue entonces cuando lo admitió sin más remedio: Estaba completamente enamorada de Yoo Jeongyeon, la amaba por sobre todas las cosas. ¡Oh vaya Im Nayeon qué novedad! Se rió de sí misma, si ya la amó desde el segundo uno cuando la invitó a tomar ese primer café, a pesar de todas las advertencias que se había hecho a sí misma.

Con el descubrimiento, bah, luego de confirmarse a sí misma de que amaba a Jeongyeon, vino otro descubrimiento. La noche apenas había comenzado, todavía no cenaban. Aún tenía ante ella una cena formal por delante y ya sentía que se quedaría sin estabilidad emocional.

—Hola otra vez —Habló Jean Becky, la esposa de John, entrando al tocador. La elegante mujer beta que le ganaba algunos años, se detuvo por un momento observando a Nayeon y luego se sentó a su lado.

—Oh... hola —La omega logró esbozar un fantasma de sonrisa a la simpática mujer.

—Acabo de ver a Jeon Somi pasar colgada del brazo de Jeongyeon. Espero que no te moleste eso... —Habló la beta ojiazul, quien se veía dulce y amable.

—Oh, cielos, no —Mintió la omega —Claro que no —Repitió esta vez más bajo.

—Magnífico. Somi tiene... Un simpático modo de llamar la atención y no quería que te preocuparas. Estoy segura de que Jeongyeon es bastante lista y madura para no dejarse coquetear por una mujer tan... habilidosa. —Se sonrió con humor.

—Si, ella es hermosa... —admitió Nayeon, con la voz pequeña —Yo también así lo creo, Jeongyeon es muy centrada. 

—Eres una mujer sensata y segura de ti misma —Habló Jean, complacida con su respuesta.

En ese momento, Nayeon no se sentía sensata ni segura en lo absoluto. La única emoción que experimentaba era temor. Había vuelto a enamorarse y eso era como para estar aterrada. ¿Por qué tenía que enamorarse de la alfa más codiciada de Seúl? La mujer que había acaparado todas las miradas esa noche, de esa se tenía que enamorar.

—De verdad ha sido un placer conocerte —Continuó Jean —Jeongyeon y Ryu hablan muy seguido sobre ti y tu hija. Hace muchos años que somos amigos de Jeongyeon y nos alegra el corazón ver que por fin encontró una buena compañera.

—Gracias. —Musitó la omega con una pequeña sonrisa.

Nayeon no sabía cómo tomar eso de "buena compañera". Eso le hacía preguntarse con qué clase de mujeres había salido Jeongyeon antes. Realmente no habían hablado mucho sobre su vida personal ni social antes que se mudara a Seúl. No estaba segura de querer saberlo. Sin duda, había causado gran revuelo cuando llegó a la ciudad. Las alfas ricas, atractivas y disponibles no abundan en estos días. Era extraño que todavía no la hubiera atrapado alguna omega.

Varios minutos después, Nayeon se había reanimado lo suficiente para volver a la fiesta y buscar a su alfa. Jeongyeon estuvo a su lado en pocos segundos, notablemente irritada.

—Te estuve buscando por todas partes, omega —Gruñó, algo molesta.

—Pensé que estabas muy bien acompañada, cariño —Intentó, mas no logró contener el comentario y quitar el tono de reproche en su voz.

—¿Por qué dejaste que esa... omega demasiado obvia me llevara así con ella? ¡Y sola! —Masculló entre dientes —¿No pudiste darte cuenta de que yo buscaba una excusa para eludirla? Cielos Nay, cariño, ¿Acaso tenía que hacer señales de humo? 

—No... 

Un mozo pasó cerca de ambas en ese momento y Nayeon tomó otra copa de champaña. Con igual rapidez, la pelicorta se la quitó de la mano.

—Ya has bebido suficiente. Ven aquí, necesitamos hablar...

Nayeon recuperó su copa. Podía no entender muy bien lo que pasaba con ella esa noche, pero ciertamente no le gustaba la actitud de Jeongyeon. 

—Discúlpame, pero yo sé cuánto puedo beber y cuándo será suficiente.

El ceño de Jeongyeon se ensombreció cuando llegaron al umbral del ascensor en donde nadie se encontraba.

—Omega ¿Acaso te encuentras celosa o cual es el problema? —Dudó con seriedad, pero pudo notar el humor en su mirada, cosa que la enfureció aún más.

—¡Por supuesto que no! 

Jeongyeon la tomó de la cintura y exigió la respuesta de su boca, no pudiendo esperar ni un segundo más para saborear la dulzura de sus labios, se había estado aguantando durante lo que iba de la fiesta. Pero en cambio, se encontró con sus labios amargos y frescos por la champaña, y se recordó que estaba molesta.

Nayeon tanteó en que esquina o espacio dejar la copa, para corresponder al beso que le estaba ofreciendo su alfa. Jeongyeon la quiso ayudar y la copa cayó al suelo. La omega se sobresaltó pero la pelicorta no la dejó apartarse para buscar el cristal. La alfa la aprisionó contra la esquina de aquel pequeño espacio y ciñó su pecho contra el suyo igual de agitado y alborotado, recorriéndola con sus manos, haciéndole sentir lo que le provocaba constantemente. 

Estaba molesta por todo lo que solo esa omega lograba en ella. Encendía todo su cuerpo y rebolucionaba sus sentimientos con una habilidad que la abrumaba. Gimió cuando comenzó a saborear el largo de su cuello y ella gimió como respuesta. Nayeon sabía cómo olía, a peonias dulces y su aroma enceguecía a su loba. Subió nuevamente hacia sus labios tomándolo entre sus dientes, chupándolo con satisfacción y la omega gimió una vez más contra su boca, cuando la buscó con los ojos.

El sonido del ascensor que llegaba las apartó y una pareja pasó a su lado. Jeongyeon no se volteó a ver, pero Nayeon sí les vió sonreír al pasar.

—Me ha tomado los últimos veinte minutos librarme de las garras de esa mujer... —Con la respiración más repuesta, hablaba de modo serio y logrando que ella profundizara su ceño —Lo menos que podías haber hecho era quedarte cerca en vez de hacer tu acto de desaparición, ¿no crees?

—De ninguna manera —Formuló encontrando su voz y meciendo su cabeza. Estar esos años con Mina le había enseñado más de una valiosa lección. Nayeon estaba harta de las escenas de celos y todo tipo de juegos destructivos.

—¿Qué quieres decir? —Masculló la alfa, desconcertada.

—No soy una mujer celosa, Jeongyeon. Si decidieras irte a casa con Jeon, la verdad, me daría lo mismo. De hecho, podrías irte con ella en este momento si quisieras. Yo tomaría un taxi a casa. No estoy dispuesta a hacer el papel de omega celosa sólo porque otra mujer muestre interés en ti. Además, creo que ya estás bastante crecidita para escapar de las garras de cualquier mujer sin mi ayuda, ¿No crees?

—¿Realmente quieres que me vaya con Jeon? ¿No te importaría? —La retó en voz baja, ominosa. Su voz delataba mucho más.

Nayeon se alzó de hombros con falsa indiferencia.

—Eres libre de hacer lo que te venga en gana. En realidad, podrías estarme haciendo un favor.

La omega nunca había visto a ninguna alfa tan enfadada. Los ojos de Jeongyeon parecían escupir fuego. Tenía la mandíbula apretada y se erguía con excesiva rigidez.

—Estoy comenzando a entender a Mina —Dijo con tono glacial —¿Nunca se te ha ocurrido que quizás ella buscaba otras omegas en un desesperado afán por saber si la querías tan siquiera, realmente?

Las palabras de Jeongyeon la lastimaron más que un golpe físico, pero Nayeon hizo un esfuerzo para disfrazar el dolor que le había infligido. Se le hacía imposible de creer que luego de haberla besado con tanta pasión, le dijera tal aberración.

—No. —Respondió al fin —Es curioso, pero nunca se me había ocurrido —Cuando pudo hablar con más seguridad. Hizo una pausa y miró a su alrededor —Escoge la mujer, entonces. Cualquiera, la que tu quieras, que pelearé con ella para agrandar tu ego de alfa.

—¡Ya basta, Nayeon! —Le regañó la pelicorta

—¿Quieres decir que no deseas que me pelee con una rival? —Chilló Nayeon, fingiendo indignación.

—No. —Jeongyeon cerró los ojos como buscando paciencia internamente.

Nayeon se llevó teatralmente la mano al pecho.

—¡Gracias al cielo! No sabría cómo explicar a Yuna el ojo morado.

Se dirigieron al baño del prestigioso hotel para recomponer los daños que habían provocado esos besos, en completo silencio, al parecer ninguna sabía qué decir. 

Ya iban a servir la cena y, tomando a la omega por el codo, Jeongyeon la condujo al salón de banquetes.

—Lo siento, no debí decir eso sobre Mina —Le susurró, mientras entraban al comedor —Comprendo que estés nerviosa, pero nadie se habrá dado cuenta... excepto yo. Ya discutiremos este asunto de Jeon más tarde.

Nayeon asintió, tranquila, aceptando la disculpa. Comprendió que se había dejado arrebatar por el miedo de descubrir que podía perder a Jeongyeon. Para acrecentar la nerviosidad de Nayeon, descubrió que le habían asignado un lugar en la mesa, entre Jeongyeon y John Becky. Procuró no delatar su nerviosismo.

—No te preocupes —Murmuró acariciándole la mano cuando estuvieron sentadas —Todos los que te han conocido están impresionados.

El comentario estaba destinado a darle ánimos, pero por desgracia causó el efecto contrario. ¿Qué había hecho o dicho para impresionar a alguien?

¡Hola Tu!

Yo creo que la descripción de cada quien para la gala... me asesiné a mi misma con la química que ellas provocan, ayúdenme.

Debí haber hecho smut de todos modos, aunque la trama no fuera así... ah re. *c ríe nerviosamente

Buenas noticias, aquí lo que querías:

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