𝟎𝟏𝟏
Los dioses miraban todo desde arriba, algunos no estaban felices de la unión del hijo de Poseidón y su amada diosa desterrada, pero Afrodita solo podía mirar la escena encantada y su hijo mayor solo podía brincar de felicidad al ver como al fin ambos jóvenes se demostraban su amor.
—Quiten esas caras —le dijo la diosa de la belleza a Zeus, Ares y Hades —. Sabían que eso pasaría, no olviden lo que las moiras dijeron.
Y claro que todos los dioses lo recordaron, nunca olvidarían como esas mujeres dijeron que su amor sería algo eterno.
—Nea —llamó la bella diosa a la otra deidad — ¿sabes donde encontrar esas ricas bayas que tenías el otro día?
La diosa de la sabiduría miró a su hermana y asintió. Con una sonrisa en su rostro y guió a su adorada hermana con ella, dejando a Hera diciéndole a los tres hombres que cerraran la boca o ella se las cerraría a las malas. Los dos dioses principales miraron un poco enojados a la mujer, pero Ares obedeció a su madre sin dejar de refunfuñar bajamente.
—Mi nieta no puede estar tan loca por el mocoso de Poseidón —se quejó Zeus ganándose una mala mirada del nombrado.
—Pues tu nieta está loca por él —recalcó Hera —, y más les vale a ustedes tres aceptar esa realidad. No te atrevas a fastidiarlos, Hades.
El hombre asintió sabiendo que cuando ellos llegaran a su reino molestaría mucho al muchacho porque el dios del inframundo estaba bajo los encantos de Lynette Roberts. La reina de los dioses.
Lynette
—Carajo —dije una vez que entramos a la habitación y el apesto Gabe aparecía en la televisión hablando sobre como habíamos secuestrado a Sally. Claro que mi padre se encargaría de todo.
—Cierra la boca, Gabe —espetó mi ahora novio, apagando la TV —. Perfecto, ahora soy un fugitivo.
—Ves, siempre te lo dije hermano —exclamó Gro poniéndose de pie y entregándome una galleta —. Gabe siempre habla de más y está molesto por como Ly lo golpeó.
—No me arrepiento —comenté para luego partir la galleta a la mitad entregándosela a Percy.
El castaño sonrió y la aceptó.
—Mi padre se encargará de esto, chicos —les dije ambos —. Él no dejaría que ese mono apestoso nos hunda.
Grover asintió para luego dejar un beso en mi frente.
—Llamaré a mis padres —anuncié.
Antes de ir a por mi teléfono vi como Gro tomaba la cabeza de Medusa.
—Oigan, no puedo ir al baño con esto. —Una mujer que pasaba por ahí vio la escena y gritó fuertemente.
Mierda.
Annabeth se acercó a la ventana y cerró la cortina, dejándonos ver por último como la mujer corría rápidamente.
—Lo siento, metí la pata. No cerré las cortinas —dijo el moreno sintiéndose culpable.
—No te preocupes, Gro —contesté acercándome a él —. Los accidentes pasan.
—Rápido, tenemos que movernos de aquí antes de que llegue la policía —exclamó Annabeth.
Y aquí vamos de nuevo.
—Lynette, cariño, ¿están todos bien? —preguntó mi padre, apenas contestó la llamada.
—Sí, papi, solo que ahora somos prófugos por culpa del apestoso Gabe —me quejé.
—Yo me encargaré de eso, tú solo cuidate.
—¿Mamá está por ahí? —pregunté.
Mi padre afirmó.
—Quiero hablar con ambos.
—Está bien —aceptó.
Escuché como mi padre llamaba a mi madre, unas sillas moviéndose me indicaron que ambos estaban sentándose listos para la charla que se venía.
—¿Por qué no me lo dijeron?
—Ellos no lo permitieron, amor —dijo mi madre —. Ares y Afrodita quieran que tengas una vida normal hasta que llegue el momento de ir al campamento mestizo.
—Te preparamos para esto —habló mi padre —. Nunca dejaríamos que te metieras en un mundo donde podrías ser lastimada, te amamos mucho como para mandarte a morir.
—Yo también los amo, a pesar de que me oculten información.
—De ahora no habrá más secretos entre nosotros —aceptó mi madre.
—Me parece perfecto —concordé con la mujer que me crió.
—Entonces deberíamos de ayudarte un poco —dijo mi padre.
—Lynette, la única razón por la que eres excelente en combate no es porque seas hija de Ares, sino porque fuiste entrenada por alguien que posee sangre de una amazona en sus venas —contó mi madre.
¿Qué?
—Mi bisabuela fue una amazona que se enamoró de un mortal —explicó mi padre —. Es una tradición enseñar lucha a nuestros hijos, aunque la sangre de las amazonas ya no esté tan presente en nosotros, nos ayuda sin duda a poder pelear de mejor manera. Pero tú, mi pequeña, eres exquisita en el arte de la guerra, porque entre tus genes lo llevas, aunque te puedo asegurar que tu padre divino no podría vencerte. Eres mucho más poderosa de lo que crees, puedes lograr cosas impresionantes, con espada o sin espada.
Por los dioses, eso sí que era algo impactante.
—Lynette, en esta misión debes tener algo claro —dijo mi madre —. Tienes un poder que influye en los demás. Cuando te digo que eres lo más bello que miran mis ojos, es real, eres hermosa por ser hija de Afrodita y eso es parte de tu poder. Eres tan bella que logras hipnotizar a la gente para que haga lo que tú quieres, no es un don o una cualidad. Es un poder. Todo aquello que posea un corazón y ojos para observarte es capaz de caer ante ti.
Seguimos hablando hasta muy tarde, le conté sobre algunas cosas de la aventura, les hablé sobre Annabeth, sobre Eros y la visita de mi padres. Y les conté sobre Percy.
—Así que al fin lo hizo —dijo mi padre.
—Peter —regaló mi madre a su esposo haciéndome reír —. Estamos felices por ustedes, cariño. Sabemos que son el uno para el otro.
—Una relación es algo un poco difícil, si bien es una etapa hermosa, no todo es felicidad, existen huecos que harán que flaqueen, pero sé que ambos se aman lo suficiente como para resolver cada uno de los problemas.
Cuando la llamada terminó solo pude pensar en lo bien que se sintió hablar con mis padres, los amaba con cada fibra de mi cuerpo. Sin duda alguna ellos eran mis padres, si bien amaba a Ares y Afrodita, siempre amaría más a Peter y Lori Roberts. Ambos habían sido quienes me enseñaron cada cosa que sé, ellos estuvieron para levantarme en cada caída y sobre todo, estuvieron para mí en cada momento, dejando mi mente grabada con hermosos recuerdos.
...
Annabeth hablaba sobre lo impresionante que le parecía la estructura del lugar, mientras yo sonreía al ver el brillo en sus ojos. La rubia amaba la arquitectura.
—¿Están listos? —preguntó Grover a mi lado —. Vamos por la perla.
Entramos al lugar y era enorme.
—Es tu mami —le dije a la rubia la ver la gran escultura frente a nosotros.
—¿Realmente creen que sea así? —preguntó Annabeth.
—Pronto lo verás —contestó Percy.
Tomé el brazo de la chica y lo entrelacé con el mío.
—Solo sé que ella debe ser muy hermosa, su hija lo es, así que ella debe de serlo.
La de ojos claros sonrió y recostó su cabeza en mi hombro por un corto tiempo.
—Oigan, miren eso —exclamó Gro —. Impresionante.
—No —se quejó Percy al ver lo que buscábamos.
—Es la perla —contó Grover.
La maldita perla estaba en lo más alto de Atenea.
—Fue sencillo —dijo Gro con una sonrisa.
—¿Sencillo? —se rió sarcásticamente Annabeth —, está a a diez metros y ese lugar está lleno de turistas.
—Tengo una idea —respondió Percy —, volveremos cuando el museo cierre. Síganme.
Tomando mi mano, Percy nos encaminó.
—¿Y por qué no mejor lanzo una muleta? —preguntó Grover —. A lo mejor se cae.
Reí y extendí mi mano hacia él.
—Porque sería raro ver una muleta voladora, Gro.
—Grover —llamó el chico de bellos ojos de mar.
—Oigan, en serio, no creo que sea una mala idea —se excusó.
Solté la mano de mi novio para ir por mi mejor amigo, sin dudas Gro no quería desistir en su loco plan.
—Vamos, Gro —exclamé cuando llegué junto a él, entrelacé mi mano en su brazo y lo invité a caminar conmigo para seguir a Percy y Annabeth.
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