
𝟎𝟎𝟖
Maratón 2/3
Lynette
—¿En serio quieren venir? —preguntó Percy a los demás.
—Sí —contestaron al mismo tiempo.
—Bueno, entonces iremos todos —dije feliz enganchado mi brazo con el de la rubia y el moreno, alejándome de Percy.
—Ahora, ¿quién sabe llegar al inframundo? —preguntó Gro.
—Eso nunca pasó por mi cabeza —respondió Pers.
—Sé de alguien que podría saber —dijo Annabeth.
Mientras nos dirigíamos a la cabaña de Luke la rubia miró mi mano y dijo
—Que lindo. —Annabeth tomó mi mano para ver la pulsera —. ¿Dónde lo conseguiste?
—Me lo dieron mis padres y mi hermano, aunque fue un regalo de mi tío —respondí haciendo que mis dos chicos me miraran extrañados.
—¿Qué tío? ¿Qué hermano? —preguntaron al unísono —. Tú no tienes tíos, ni mucho menos hermano.
—No hablo de esos padres —contesté con una sonrisa —. Hablo de mis padres divinos.
La rubia me miró sorprendida.
—¿En serio?
Asentí ante la pregunta de la chica de ojos claros.
—Creí que Zeus no deja que los dioses se junten con sus hijos porque los distrae de sus deberes —comentó.
—Bueno, hoy los vi —dije —. De hecho son geniales, incluso el tío Hefesto me hizo este regalo para disculparse. Pienso que el es muy tierno.
—Claro, y fue tan tierno que hizo que te desterraran —exclamó Grover.
—Ya se disculpó dando este excelente brazalete arma.
Nadie dijo nada más porque llegamos donde el rubio.
—Luke —llamó la rubia al chico que jugaba videojuegos.
El rubio giró su cabeza para mirarnos, cuando su mirada cayó en mi saludé con mi mano con una sonrisa haciendo que el chico se pusiera de pie y nos mirara.
—Hola, chicos —saludó —. Pero si son mis dos chicas favoritas.
—Nos conocemos desde hace unas horas —le dije.
—Pues eso no quita que ya seas una de mis chicas favoritas —comentó para tomar mi mano y dejar un beso en esta —. Bienvenidos al mundo moderno.
—Sí, bueno, vamos a salvar a mi mamá y Annabeth cree que tú sabes como llegar al inframundo —dijo Percy de una manera un poco hostil.
Miré al castaño extrañada mientras este se acercaba a tomar mi mano.
—Tu papá es el mensajero de los dioses, uno de los pocos que ha ido y vuelto del inframundo —explicó la rubia —. ¿Tú tienes idea cómo?
—Mmm... no tuve el gusto de conocerlo en persona.
—¿Tampoco tú? —preguntó mi chico de ojos azules.
—Todos estamos igual ¿Eh? —contestó Luke con una sonrisa falsa —. Es porque todos los dioses son igual de egoístas. Solo piensan en sí mismos.
—No lo creo —contesté haciendo que él me mirara.
—Tú, bella Lynette, eres uno de los casos que comprueban lo que dije —expresó acercándose a mí para poner sus manos sobre mis hombros —. Una dulce y tierna diosa desterrada por el capricho de un tonto dios.
—Él se disculpó —respondí.
—Una mentira, solo intenta comprarte con regalos —dijo al ver mi brazalete.
—Está bien, mejor dinos si sabes como llegar —contesté empujándolo con un dedo. Utilizando ese don mío por hacer que las personas hagan lo que quiero, miré al chico fijamente mientras sonreía haciendo que me mirara embobado un momento.
—No te enojes, linda Ly —contestó —. Una vez pude entrar a la casa de mi padre, tiene cosas increíbles.
Luke caminó hasta un estante y sacar una caja polvorienta.
—Para ti —le dijo a Pers entregándole la fea caja.
Al abrirla unos zapatos con alas nos sorprendieron a todos.
—¿Tenis con alas? —cuestionó Percy.
—Son de mi padre —respondió el rubio —. Tiene cientos de estos, no es gran perdida. Mira debajo del otro. Mira debajo del otro. Algunos hayan conseguido llegar al inframundo
Luego de que el chico le regalara un escudo a Percy, nos contara sobre las perlas, como usarlas y donde estaban nos encaminabamos para irnos.
—Eres genial, Luke —dije dejando un beso en la mejilla del sonriente chico.
—Tú también lo eres, Ly. No sé cómo ellos te dejaron ir —dijo refiriéndose a los dioses —. Antes de irse deben prometerme una cosa. Si ven a mi padre de camino al infierno, patéenlo de mi parte.
Reí antes de irnos.
🔱
Bajamos del autobús en medio de la nada. Caminamos hasta llegar a un lugar un poco lejano. Grover se quejaba de que le dolían las pezuñas.
—No sé cómo no te duelen los pies de andar en esas trampas mortales —dijo el moreno apuntado a mis tacones.
—Son cómodos, Gro —respondí —. Es como andar en tenis.
—Mientes —contestó Annabeth riéndose.
—Este lugar necesita una buena remodelación —dijo Grover al ver el lugar al que llegamos.
—¡Hola! —gritamos en busca de alguien, pero eso parecía el mismo desierto.
—¿Hay alguien en casa de la tía? —preguntó Gro —. Miren esto, tienen sodas gratis.
Al abrir el contenedor un millón de ratas nos recibieron.
—¡Gro! —grité subiéndome sobre el chico con miedo.
Las ratas me daban miedo. No me culpen, me parecen un tanto asquerosas y esas de ahí parecía que tenían rabia.
Grover cerró el contenedor y me envolvió en sus brazos junto a la rubia. Percy se acercó para ayudarme a bajar de la espalda del chico. La mano del de ojos azules ahora se aferraba a mi cintura tratando de calmarme.
—Que asco —dijo con desagrado el moreno —. Seguridad debería de cerrar este lugar. ¿Estás bien, Ly?
Asentí aún aferrada al castaño.
—Oigan —llamó nuestra atención Annabeth haciendo que me separé del chico de lindos ojos —, aquí afuera.
Al salir una fuete nos recibió.
—Miren esto —comentó la rubia para meter su mano y sacar las monedas que había ahí —, son dracmas.
—Debemos estar cerca —apoyó Grover.
—Ten —dijo la chica dejando las monedas en la mano de Percy con brusquedad —. ¿Cómo encontraremos la perla?
Annabeth se acercó a mí y me rodeó con su brazo.
—Buena pregunta, An —respondí picando su mejilla haciéndola reír.
—Hay que separarnos. Hay que revisar todo —sugirió Percy.
—Buena idea —concordó Gro.
Nos dividimos para agarrar diferentes caminos. Caminaba hasta que un grito de una mujer me hizo correr hacia el origen del ruido.
—Ayúdame, por favor —pedía una mujer mientras jalaba a An.
—¿Qué sucede? —pregunté al llegar junto a ellas.
La rubia me miró confundida mientras éramos llevadas a rastras por la mujer.
—Convirtió a mi esposo en piedra —gritó la mujer.
Corrimos hasta llegar frente a una mujer.
—No se mueva —pidió la rubia dejándonos tras de ella para protegernos.
—Vaya, que fabulosa sorpresa —dijo la mujer —. Es encantador tener visitantes tan jóvenes. Nos sentimos muy solas aquí.
—Bueno, este lugar está en condiciones deplorables —contesté —. No me extraña que nadie venga.
—¿No es así? Es por eso que creo mis estatuas. Son mi única compañía.
Mientras más se acercaba la mujer, la rubia nos movía hacia atrás.
—Hija de Atenea —dijo con desprecio la mujer —. Tú también hija de Ares y Afrodita.
Santa mierda. Ahora Medusa nos haría estatuas por culpa de nuestras madres.
—¿Y como es que lo sabes? —preguntó la rubia.
—An, ella es Medusa.
La rubia se tensó al ver como la mujer se acercaba.
—Tienen el cabello muy hermosa, yo solía tenerlo así. Era cortejada y deseada por todos, igual que tú —dijo señalándome —. Pero todo eso cambió debido a sus madres. Las mujeres que me maldijeron, y me convirtieron en esto.
—Cierren los ojos —nos ordenó Annabeth al ver como la mujer se quitaba su pañuelo.
—Dicen que los ojos son las ventanas del alma, espero que mis ojos les parezcan atractivos. Es muy descortés no ver a las personas a los ojos.
—También lo es convertirlos en piedra —respondí sin abrir mis ojos.
Escuché a la mujer a nuestro lado convertirse en piedra mientras Medusa se acercaba a paso sigiloso.
—Tu madre hizo que mis ojos se transformaran en una trampa mortal —le dijo la mujer a Annabeth.
Sentí las manos de la mujer tocar mi cabello y las lenguas de sus serpientes tocaban mi mejilla.
—Tu madre hizo que mi hermoso cabello se convirtiera en una maraña de serpientes —espetó furiosa tomando mi pelo —. Todo por envidia. Ahora tengo ante mí a su adorada niña, la desterrada.
—Sé que mi madre hizo mal al igual que la tía Atenea, tú solo fuiste víctima del tío Poseidón —dije sincera —. Ellos actuaron mal, tú no te mereces lo que te sucedió.
—Al parecer no eres tan malvada como ellos —contestó —. Te diré una cosa, niña divina. Aléjate de ese hijo de Poseidón, ellos solo traen problemas.
Sus manos comenzaron a tocar mi rostro y su voz era tentación pura, pero sabía que en este lugar solo había una persona capaz de hacer que todos hicieran lo que ella quisiera. Y esa era yo.
—Abran los ojos —dijo la mujer. La mano de Annabeth se aferró a la mia dandome apoyo.
—No lo hagan, chicas —gritó la voz de Percy.
Confiada en que nada malo nos pasaria ahora que teniamos ayuda, dije.
—Sabes, Medusa... no eres la unica que sabe jugar a quien convence más —comenté —. Medusa, cubre tus ojos y cabello —dije con la voz más seductora, pacifica y embriagante que pude.
Al parecer funcionó porque la mujer retrocedió, pero el sonido de como se ponía sus cosas y se alejaba para seguir a Percy nos hizo abrir los ojos.
—¿Las ayudo? —preguntó Grover.
—Estás bien —dije para luego abrazarlo.
Luego de que el sátiro liberara a la hija de Atenea corrimos a ayudar a Percy.
—Lo lamento, pero ese chico es mío —exclamé antes de arroyar a la mujer con el auto.
Percy se acercó a las espaldas de la mujer y cortó su cabeza.
—Yo no perdí la cabeza —dijo el chico de ojos azules haciendo que corriera hacia él y me lanzara a sus brazos.
—¿Estás bien? —pregunté buscando una herida.
—Sí, ¿Tú?
Asentí para luego volver a ser atraída por el chico en un abrazo más fuerte, podía sentir como su respiración chocaba con mi cuello y mis manos no perdieron la oportunidad de jugar con el poco cabello que llegaba a su nuca.
—Que increíble forma de conducir, mujer —alagó Gro a An.
—Gracias.
—Eres toda una corredora de autos —dije riendo para luego tomar a la chica del brazo.
—Deberíamos llevarlo —sugirió la rubia.
—¿La cabeza? Iugh —comentó Gro recibiendo mi apoyo.
—Que asco —exclamé.
—Si le abres los ojos siguen funcionando, viva a muerta —explicó la de ojos claros —. Algo así podria ser de mucha utilidad.
—Ese brillante cerebro tuyo hace que hagamos cosas asquerosas —dije —. Gro, guarda esa cosa.
El chico se quejó, pero Percy y yo logramos convencerlo de darnos su abrigo.
—Eres un bebé —se burló Percy de él mientras recogia la cabeza.
—Un bebé muy lindo —alagé a mi mejor amigo —. Ojos de mar está jugando, Gro.
Recogimos la cabeza y encontramos dos perlas, ya solo nos faltan dos.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro