𝟎𝟎𝟒
En el olimpo los dioses se encontraban en una gran discusión, la diosa del amor estaba a nada de arrancar la cabeza del dios del rayo por acusar a su hija de haber robado su tonto rayo.
—Ya te dije que yo no acusé a la pequeña —se defendió el dios supremo tratando de tomar las manos de la diosa.
—No es lo que Poseidón dijo —exclamó empujando al hombre fuertemente.
Internamente, el dios maldecía a su hermano por mentirle a la bella diosa.
—El miente —se defendió el dios —, solo acusé a su hijo. La niña está junto al mocoso todo el tiempo, no es mi culpa que la furia estuviera cerca de ella.
La diosa estaba mirándolo fulminante contando hasta diez para no matar a su hermano.
—Además, no tocó a tu hija —se excusó.
—Si una de tus cosas toca a mi hermana te arrepentirás —exclamó Eros entrando en la habitación mientras señalaba al dios del trueno.
Aunque el dios quiso castigar al dios por su insolencia, lo pensó mejor y decidió no aumentar más la ira de la diosa. El hombre sabía que, si ponía una mano sobre el hijo de la castaña, esta no dudaría en golpearlo e ignorarlo, ya tenía suficiente con que ella creyera que culpaba a la pequeña diosa desterrada.
—Por lo menos deja que hablemos con ella —pidió la mujer con lágrimas en sus ojos causando que el corazón del ser supremo se retorciera.
—Pueden hablar con ella, sea por sueños o visitándola —aceptó, Eros no pudo contenerse y esbozó una gran sonrisa, estaba feliz de saber que vería a su hermanita, si bien él no la dejó desamparada nunca, era difícil tener una buena relación si solo una de las partes conocía bien al otro.
—¿Cuándo volverá a ser una diosa? —preguntó el joven.
—Si ella logra traerme mi rayo junto al mocoso de Poseidón, puede decidir si quiere volver al olimpo como una diosa o quedarse como está —respondió el dios.
Ahora madre e hijo se miraban esperanzados, la idea de tener a Lynette en casa les fascinaba, sabían que ella no querría separarse del todo de sus padres humanos, y no lo haría. Ellos habían sido grandes protectores, la amaron y cuidaron, sin duda los dioses le debían mucho a la pareja.
Lynette
Corríamos rápidamente tratando de huir del monstruo que nos seguía.
—¡Abajo! —grité al ver como el auto venía hacia nosotros.
Me tiré sobre Sally para intentar protegerla.
—De pie, vámonos —dijo Grover haciendo que tomara la mano de Sally y corriéramos lo más rápido que pudimos. —Llegamos —exclamó cuando estuvimos frente a algunas antorchas y un lugar raro llamado campamento media sangre.
Entré junto a Grover y Percy, cuando Sally intentó cruzar una barrera no se lo permitió.
—¿Qué haces? —le preguntó Pers a su madre.
—Hasta aquí llegué yo —expresó la señora.
—Ven. —Percy intentó que su madre ingresara.
—No puedo seguir —dijo la mujer —, no soy como ustedes.
—Si no vienes yo no me voy de aquí.
—Tienes que —contestó zafándose de su hijo —. Debe ser así.
El monstruo apareció y tomó a Sally mientras rugía. Rápidamente, Percy y yo salimos en su ayuda.
—Baja a mi madre ahora —le espetó Percy.
—Chicos, corran, estarán seguros ahí adentro —dijo mirándonos.
Luego de que la bestia no soltara a Sally y la hiciera desaparecer en una niebla dorada, Percy empuñaba un espada mientras atacaba al monstruo. Mi amigo dio algunos cortes en las patas del minotauro, pero esté lo lanzó contra un árbol fuertemente.
—¡Percy! —grité al verlo acorralado, tomé una espada vieja que se encontraba tirada junto a ramas y hojas.
Empuñé bien la espada y me acerqué al monstruo llamando su atención. Antes de venir hacia mí se rompió uno de sus cuernos, pude ver a Grover ayudando al de ojos azules a ponerse de pie. Ahora la bestia se acercaba a mí, con la espada le di varios cortes, así como este me empujaba y me mandaba a volar. Moví mi cabello fuera de mi rostro y miré al monstruo fijamente haciendo que este me mirara quieto durante un buen rato haciendo que yo corriera y clavara la espada en su pecho, cuando este cayó vi a Percy con el cuerno en la mano.
—Ly. —Ambos chicos se acercaron a mí.
—No me siento bien —dijimos Pers y yo antes de que todo se volviera oscuro.
🔱
—Pers —fue lo primero que dije al despertar. Grover estaba mi lado sonriente.
El moreno no tardó en abrazarme y yo en aceptar su abrazo.
—¿Dónde está? —pregunté buscando a mi amado castaño, me faltaba verificar que mis dos chicos estuvieran bien.
—Ahí —contestó mientras señalaba una camilla donde se encontraba el castaño.
Me puse de pie y vi a mi amigo.
—Eres una cabra bebé —exclamé al ver sus peludas patas.
—Soy un sátiro aprendiz, no una cabra bebé —corrigió el sátiro.
Reí y me acerqué a besar su mejilla, haciendo que se pusieran rojas.
Nos acercamos juntos a la camilla de Percy cuando vimos que este despertó. Apenas abrió sus ojos me abalancé sobre él para abrazarlo. El chico no se opuso y me estrechó entre sus brazos.
—Estás bien —dije una vez que me separé de él.
—Que alivio que estés vivo —exclamó Grover.
—¿Dónde estoy? ¿Qué está pasando?
—Es la enfermería —contestó —, estuvieron tres días inconscientes.
—¿Tres días? —pregunté mirándolo —. Mamá va a matarme.
—Trajo ropa para ti y dijo que vendría cuando despertaras —me informó Grover extendiéndome una maleta.
—Gracias —murmuré, Percy se movió y me invitó a recostarme junto a él, aún tenía sueño.
—¿Recuerdas que pasó? —le preguntó Grover al de ojos azules.
Mientras yo luchaba por no cerrar los ojos, escuchaba como Grover le explicaba que no era un sueño. Mi cabeza pesaba, así que dejé que esta se apoyara en el pecho de Percy, quien acarició mi cabello mientras hablaba.
—Se avecina una aventura —escuché en mi cabeza.
—¿Mi mamá se ha ido? —La pregunta me hizo despertarme.
—Lo siento, Percy —se disculpó Gro — Hice lo que pude, lo prometo. Pero soy un protector de nivel uno, aún no tengo mis cuernos. Fue mi culpa, mi trabajo era protegerlos.
Me acerqué y abracé al moreno.
—No tienes la culpa —dijo Pers.
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