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Capítulo 8

—Un Macchiato con canela y un trozo de pastel de moras —dijo uno de los camareros. Jennie empezó a preparar la orden, y al tenerla lista la dejó en una bandeja que fue tomada por el mismo camarero.

La cafetería estaba llena por alguna extraña razón. Cada que se iba un cliente entraba otro.

Los camareros se movían por todo el lugar, y los baristas preparan los cafés con algunos diseños de hojas o flores. Estaba tan lleno que incluso les faltaba personal, así que Lisa, Jennie y Roseanne estaban ayudando en la entrega.

Roseanne miró a la puerta principal al escuchar la campanilla, abrió los ojos como platos al ver una señora junto con un hombre, siendo la viva imagen de su amiga: Era la madre de Jennie junto con su hermano mayor.

De inmediato miró a Jennie. La castaña estaba preparando otro pedido, ya a punto de terminarlo, estando totalmente desinformada de la llegada. Pasó su mirada a Lisa, la cual ya se había dado cuenta de los conocidos clientes que recién ingresaban.

Lisa se acercó a Roseanne nerviosa.

—¿Qué hacemos? —Park antes de responder, un nuevo pedido que se le estaba anunciando a Jennie llegó a sus oídos. Ambas miraron al castaña. Esta levantó la mirada y pudo ver a su madre en una de las mesas con su hermano mayor. No pudo evitar ponerse ansiosa con solo ver a sus seres queridos.

Empezó a hacer el pedido, sabía bien los gustos de su madre y hermano mayor. La mayor pedía siempre un Café Amaretto, aunque siempre se quejaba de que le ponían mucha canela o muy poca, y siempre presumía que la única persona que lograba ponerle la cantidad perfecta de canela era su hijo. Y claro, no podía faltar un trozo de pastel de frambuesas.

En cambio, su hermano mayor pedía un capuchino con poca canela, pero más chocolate por encima, al igual que el pastel de chocolate.

Tanto Lisa como Roseanne seguían con sus miradas los movimientos de Jennie, esperando el momento donde sus sentimientos se muestren por completo.

Terminó de preparar el pedido, y al ver que todos los meseros estaban dando otros platos, tomó una bandeja y dejó todo bien ordenado, encaminándose con bandeja en mano a la mesa donde estaba su madre y hermano mayor, aunque ellos no supieran que ella era su hijo y hermano menor.

—Aquí tienen su pedido, que lo disfruten —dijo amable, intentando evitar hacer contacto visual con los otros.

La señora Kim tomó un sorbo de su café, estaba perfecto. Miró a la joven que le entregó su pedido y quedó perpleja: Era estar viendo a su hijo, pero siendo una chica, ¿eso era posible?

Por otro lado, el otro chico estaba probando también su café. Este estaba tal cual como le gustaba, y solo una persona podía lograr ese punto.

—Gracias... —la señora empezó a buscar en alguna parte el nombre del joven para intentar agradecerle.

—Jennie, Kim Jennie —completó. La mujer asintió dándole una sonrisa amable.

—Gracias, Jennie —la mencionada asintió. Se alejó con la cabeza gacha, dejó la bandeja en su lugar y se quitó su delantal café. Se acercó al par que la seguía viendo sin saber que decir— Faltan los pedidos de la mesa siete y ocho. Iré al almacén —caminó rápido hacia el almacén, cerrando la puerta de inmediato apenas entró.

—Iré a verla, ¿puedes encargarte? —avisó Roseanne. Lisa asintió y la alentó con palmadas en la espalda a que vaya.

Roseanne abrió la puerta del almacén con lentitud, insegura. Al abrirla por completo, vio a Jennie levantándose nerviosa del suelo, limpiándose rápido las lágrimas e intentando disimular moviendo sus manos por las cajas donde estaban las bolsas con canela.

—E-Estaba a punto de llevar la canela —dijo entrecortada.

Roseanne se acercó a Jennie, la volteó haciendo que queden frente a frente, y sin decir nada la abrazó. La castaña quedó perpleja, pero apenas volvió a la realidad se soltó a llorar, aferrándose al cuerpo de la otra. Roseanne le acariciaba delicadamente la espalda a la mayor, dejando que esta se desahogue.

En todo lo que llevaban viviendo su segunda oportunidad, jamás había visto a Jennie tan mal, como si se estuviera destruyendo pedacito a pedacito. Siempre la vio más fuerte, enfrentando su nueva realidad sin una lagrima en su rostro, pero ahora parecía como si todo lo que no lloró en este tiempo lo estuviera liberando por fin.

Jennie se calmó un poco, aun soltando sollozos. Se alejó de Roseanne, no demasiado ya que Roseanne aun podía tener cómodamente rodeado con sus brazos el cuerpo de la castaña.

—Lo siento, debería ser tu pilar, s-ser fuerte —Roseanne negó.

La mayor volvió a llorar, ahora sintiéndose culpable y débil. Esta vez la rubia acaricio con una de sus manos la espalda de la otra y con la sobrante acarició los cabellos castaños de su amiga.

—No necesito que reprimas tus sentimientos por mí. Así como tú me has apoyado este tiempo, yo también lo haré —y aunque no la veía directamente, supo que asintió por el roce de la nariz de botón de Jennie en su cuello— Estamos en esto juntas. Si necesitas un hombro donde apoyarte y llorar, tengo dos disponibles, así que tienes para elegir —Jennie rio bajo, miró a la rubia enternecida, mostrando su peculiar sonrisa donde se veían sus pequeños dientecitos y encías rosadas.

—Gracias, Rosie.

Mirándola bien, se dio cuenta que la mayor siempre intentaba animarla, y sin saber que probablemente por dentro Jennie estaba igual o peor que ella. Aun así, se mantenía fuerte, siguiendo, aceptando lo que el destino les dio.

No podían hacer algo para volver el tiempo atrás, ya no volverían a ser chicos, su vida había cambiado y eso, para bien o para mal, seguiría siendo así. Necesitaba de alguna forma agradecerle, y a veces las palabras no son suficientes. Las acciones podían ser mucho más fuertes para demostrar cómo te sientes.

—Acepto —dijo seguro Roseanne. Jennie enarcó una ceja, confusa por las palabras de la menor— Debemos superar nuestros miedos, ¿no? Así que quiero intentar volver a manejar —la castaña no pudo borrar su sonrisa, incluso sus ojitos gatunos brillaron. Se volvieron a abrazar, esta vez con una sonrisa en sus caras, sin rastro de tristeza que se asomara.

La puerta del almacén fue abierta, asomándose por esta Lisa.

—Lo siento por interrumpir, pero hay muchos pedidos y siento que explotaré en algún momento.

Ambas asintieron. Bueno, era hora de volver al trabajo

—¿Ellos ya se fueron? —preguntó Jennie un poco nerviosa. Lisa asintió.

—Sí, hace unos minutos —hizo una mueca apenada. No podía ni imaginarse por como deberían estar sintiéndose sus amigas.

—Vale, vamos —determinó la castaña mientras pasaba sus manos por su uniforme para arreglarlo y borrar cualquier arruga.

Justo cuando Jennie iba a pasar la puerta, luego de que Lisa se haya ido, Roseanne le tomó la mano, deteniendo sus pasos.

Jennie la miró confundida, preguntando con su mirada.

—¿Segura que está todo bien? Puedo ir yo a atender y así te tomas un tiempo —cuestionó preocupada.

—No está todo bien, pero puedo con ello hasta que termine el turno —respondió sincera. Con su pulgar acarició la mano de la contraria sin acabar el agarre—Te prometo que si no puedo más, te lo haré saber.

Roseanne miró el agarre entre sus manos y sonrió delicadamente. Volvió a mirar a su mayor y asintió, confiando en sus palabras.

Ambas salieron tomadas de las manos, y no soltaron a la otra hasta que empezaron a llevar a cabo los pedidos pendientes.     

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