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Capítulo 2

Poco a poco fue abriendo los ojos, cerrándolos de nuevo fuertemente cuando una luz blanca le cegó e hizo doler los ojos.

Nuevamente intentó abrir sus ojos, esta vez tomándose más el tiempo, al igual que poniendo una de sus manos sobre sus ojos, haciendo que la luz no nuble tanto su vista.

Mientras se iba acostumbrando a la luz, empezó a sentarse, apoyándose de su brazo.

Apenas pudo empezar a mirar el lugar tranquilamente, un fuerte dolor de cabeza le azotó, ahora llevando su mano a su frente, como si eso fuera a ayudar de algo.

¿Qué había pasado?

Aun con dolor, empezó a buscar con la mirada a su amigo, viéndolo no muy lejos de él.

Yoongi estaba tirado en el piso blanco. Se veía realmente herido: Su cara y manos tenían heridas, además de que estaban manchadas de sangre ya seca en ellas.

Se fue levantando, dándose cuenta del dolor que sentía en su cuerpo también.

Sin importar ello, siguió caminando hacia el pelinegro lentamente y a pasos torpes.

Al momento de estar a su lado, empezó a sacudirlo sin ser rudo, esperando a que despierte.

—Min, despierta —pidió en un tono suave, suspirando aliviado cuando escuchó el gruñido del joven.

Yoongi fue abriendo sus ojos muy lentamente, intentando acostumbrarse a la luz fuerte.

¿Qué pasó...? —preguntó en un susurro, mirando a todos lados, sentándose en su lugar.

—No tengo ni la menor idea, no recuerdo nada —agotado, se fue sentando con cuidado al lado de su mejor amigo, dejando que el contrario apoye su cabeza en su hombro para descansar mientras él intentaba recordar algo.

Giró un poco para mirar atrás suyo al escuchar pisadas detrás de ellos, buscando de dónde venían aquellos pasos, pero su atención se vio interrumpida cuando su amigo le tomó la mano y entrelazó sus manos con las suyas. Lo miró y supo que estaba asustado.

—Es un gusto conocerlos —habló un voz no muy grave por donde habían escuchado los pasos. Se dejó ver, mostrando una joven de pelo castaño con vestido blanco, el cuál hacía resaltar su pálida piel.

—¿Quién eres? —preguntó directamente Yoongi, mirando seriamente a la chica.

—Park Jihyo, su salvadora. Soy quién les permitirá volver a la vida —ambos chicos fruncieron el ceño. Jihyo solo sonrió inocente y llevó sus manos detrás de su espalda relajadamente— Acompáñenme.

No tenían a donde ir, no sabían dónde estaban. No tenían otra opción.

Mientras caminaban, pasaron una neblina densa en la que, al salir de ella, pudieron apreciar una casa enorme de color blanco. Era demasiado elegante todo.

Cuando entraron a la casa, se dieron cuenta que no aquella estructura no hacia como tal de hogar o vivienda, sino que de un establecimiento de trabajo al ver oficinas dentro de esta.

Los trabajadores que caminaban por ahí vestían igual de blanco, sonriendo alegres. Por lo visto, les gustaba sus trabajos.

Entraron a una oficina, sentándose frente a una mesa de cristal que hacía como escritorio. Del otro lado, frente a ellas, se sentó Jihyo.

—Bien —empezó a hablar el joven una vez se sentó— ¿Recuerdan lo que ocurrió? —Ambos jóvenes negaron mirándole atentos— Murieron la noche del siete de abril a las veintidós horas con cuarenta y tres minutos —informó encogiéndose de hombros, casi en señal de quitándole la importancia al asunto.

Ambos chicos le miraron sorprendidos, lo cual solo duró dos segundos porque sus emociones cambiaron totalmente: Jimin empezó a llorar, llevando su mano a su boca para acallar los sollozos, mientras que Yoongi miró enfadado a Jihyo.

—¿En serio lo dices así? ¿Cómo si nada? —mientras le dedicaba una mirada furiosa y fría a la castaña, fue acercando al rubio haca él para abrazarlo y darle consuelo.

Viendo la escena, Jihyo llevó su mano a su nuca, rascándola de forma nerviosa.

—Tal vez debí cuidar mis palabras.

—¿Tú crees? —habló duramente Yoongi sin dejar de dar esa mirada intimidante que empezaba a afectar a la joven.

Sentía que esa mirada la podía matar en cualquier momento -A pesar de que ya estaba muerta-

—¡Pero hay un lado positivo! —informó sonriendo nuevamente Jihyo, solo que esta vez estaba nerviosa de cagarla otra vez— Yo puedo devolverles al mundo de los vivos en un chasquido de dedos si aceptan.

—¿C-Cómo? —preguntó esta vez Jimin, calmando sus sollozos.

—En un chasquido de dedos, ¿no lo acabo de decir? —dijo nuevamente Jihyo. Al recibir de nuevo la mirada fría y filosa del chico pelinegro, decidió volver a hablar— Oh, se refieren a lo que deben que hacer, claro —carraspeó, reacomodándose en su sitio, revolviendo unos papeles que estaban situado en frente suyo— No es tan fácil: Deben firmar un contrato donde aceptarán las condiciones escritas en este. Son reglas básicas como no matar, robar y cosas así. De igual forma, ustedes pueden leer el contrato y sus condiciones.

—Fácil ¿Dónde firmamos? —preguntó la pelinegra. Sus ojos ya no brillaban en ira sino que en pura esperanza y alegría.

—Yo no diría "fácil", ya que tendrán que acostumbrarse a sus nuevas vidas.

—Da igual. Denos el contrato, queremos firmar —pidió Jimin en un tono amable.

Jihyo sonrió encantada: Jamás un contrato había sido así de fácil.

Tomó dos papeles de entre las hojas blancas, las cuales eran el contrato. Pasó una a cada uno al igual que unos lápices de tinta.

Ambos jóvenes firmaron sin leer lo escrito, menos leyeron el aviso que estaba en mayúsculas y en un color rojo.

La castaña tomó los papeles una vez firmados, guardándolos en una carpeta junto al resto de las hojas.

Jihyo sonrió emocionada.

—Eso es todo. ¡Buena suerte, chicas!

¿Cómo que "chicas"? —preguntaron juntos los jóvenes.

—¡Bye, bye! —se despidió, chasqueando sus dedos haciendo que ambos chicos cayeran en un profundo sueño.

La nueva aventura de los jóvenes chicos empezaba volviendo al mundo de los vivos, o, bueno, mejor dicho... Las jóvenes chicas.

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