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Capítulo 13

La ciudad estaba en completo silencio, más tranquila de lo normal. Pero eso era solo era un motivo más para que Roseanne, siendo obligada por Jennie, pueda manejar con calma un poco más lejos que la vez anterior.

El tiempo pasaba demasiado rápido, a tal punto que ya cumplían cinco meses desde que habían vuelto a la vida. Incluso su pequeño perrito ya estaba mucho más grande y gordito en comparación a como había llegado.

Roseanne esperaba tranquila y callada a Jennie, mirando entre sus manos una pelota amarrilla antiestrés.

Con cada practica que tenían para volver a manejar, poco a poco se fue dando cuenta de las dañadas manos pálidas de su mayor. Todas aquellas heridas se hacían justamente cuando iban en el auto, incluso cuando iban en taxi.

Jen lo tenía callado, como un secreto. Incluso Roseanne creía que su compañera no se daba cuenta en el momento cuando, para mantenerse en calma, se enterraba las uñas.

Así que, al tener total conocimiento de que Jennie no iba a tratar ello, Roseanne compró una pelota antiestrés para su mayor y que pueda apretar eso vez de sus propias manos.

Cuando escuchó la puerta del auto abrirse fue que Park levantó la vista y miró a la castaña.

Kuma no me soltaba, se ha vuelto un perro consentido. Recuérdame cortarle las garritas al volver a casa —dijo Jennie mientras cerraba la puerta del auto y se ponía el cinturón de seguridad lo más apegado a su cuerpo posible.

—Toma —ordenó Roseanne pasándole la pelota amarilla. La de ojos felinos frunció el ceño, tomando la pelota y apretándola un poco.

—¿Y esto para qué? ¿Es para Kuma? —preguntó pensando en su perrito.

—Es para ti. No quiero que dañes más tus manos, Jen, así que mejor aprieta eso antes que enterrar tus uñas nuevamente en tus palmas —confesó. Ante la mirada y sonrisa enternecida de Jennie, la rubia solo enfocó su vista en donde estaba colocando la llave para encender el auto y empezar a manejar, intentando evitar hacer más evidente sus mejillas coloradas.

—De verdad eres muy tierna, Rosie. Gracias.

Una vez el auto empezó a recorrer las calles, ambas de sumergieron en un silencio cómodo, solo para mantener la concentración en el camino.

Roseanne manejaba cada vez con más confianza al pasar las calles, y Jennie ya no estaba lastimando sus manos al estar apretando la pelota.

Poco a poco, más cosas de la lista de superar por su muerte se han ido. El miedo a manejar se iba desvaneciendo, algo por lo que podrían respirar y seguir sus vidas de forma más tranquila.

Pero quedaba otro punto importante: Sus familias.

Ninguno de sus parientes sabía que ellas habían vuelto a la vida, ni que cada fin de semana, en la cafetería, los atendían.

¿Cómo hacer que tu familia se dé cuenta que estás ahí a pesar de que hayas muerto?

Debería ser más fácil al estar, técnicamente, vivos. Y no era así, no era fácil: Tenían reglas.

Jennie estaba ideando algún plan para que sus familias vieran que eran Jimin y Yoongi. Estaba tan concentrada en eso que ni se dio cuenta cuando el auto se detuvo frente al cementerio, no hasta que enterró de más una de sus uñas en la pelota antiestrés, perforándola un poco.

Creo que hay una gatita a la que cortar las uñas —murmuró burlona Roseanne, sonriendo.

—¿Qué hacemos en el cementerio? —preguntó Jennie una vez vio por la ventana.

Roseanne suspiró y apagó el motor, sacando las llaves y recostándose en su asiento.

—El otro día escuché a tu hermano y tu mamá hablando en la cafetería, escuché como tu mamá decía que iría a verte al cementerio el próximo lunes, es decir, hoy. Bueno, va a ver a Yoongi, no a ti... Bueno, sí, pero no a la vez, ¿si me entiendes?

—¿Y qué quieres que haga? ¿Qué aparezca de la nada? Además, tal vez ya se fue.

—Aprovecha que tienes la oportunidad de hacerle entender a tu madre que estás con vida. No lo sé, hay tiendas cercanas para que compres algo que sea especial para tu mamá y le transmita un mensaje, ¡como los mensajes subliminales! Y, respondiendo a lo último: Lisa consiguió información por nosotros. Según ella, la señora Kim viene al cementerio en una hora más.

La castaña asintió débilmente, mirando nuevamente la entrada del cementerio.

Tomó aire y salió del auto con la billetera de Roseanne en manos quien, por cierto, ni se había percatado de que su billetera había sido tomada por Jennie.

Se dirigió a una tienda cercana donde vendían lindos objetos para regalos y, apenas vio un lindo broche dorado en forma de mariposa, lo compró sin dudar junto a un llavero que tenía un dije del pequeño árbol de la vida junto a un pequeño corazón de plata que tenía escrito "Estoy contigo".

Saliendo de aquella tienda, fue a una que estaba al lado del cementerio, donde vendían ramos de flores.

Compró un ramo de girasoles junto a rosas blancas naranjas; las primeras flores siendo las favoritas de su mamá, mientras que las rosas blancas eran las favoritas de su hermano y las naranjas las suyas.

Roseanne al ver por la ventana a Jennie, salió del auto y le acompañó a entrar al cementerio, caminando a pasos tranquilos hasta donde estaban las tumbas de ambas.

Ver sus fotos en una tumba donde sus antiguos cuerpos estaban descansado seguiría siendo una escena que les apretujaría el corazón y hacer temblar sus manos por mucho tiempo.

La castaña dejó el ramo encima de su tumba junto a los regalos, acomodándolos justo en el centro.

Una vez hecho eso, ambas caminaron hacia donde había más árboles y arbustos, aparte de algunos asientos de cemento, alejándose de donde estaban sus tumbas.

Apenas Jennie vio a su madre desde lejos llegar al cementerio y caminar hacia su tumba, apretó sus manos y retuvo el aire de forma nerviosa.

Roseanne se dio cuenta de eso y, sin rodeos, entrelazó sus manos con las de la pálida, haciendo que esta se relaje y pueda respirar con más calma, tranquilidad que mejoró cuando abrazó a la rubia y escondió su rostro en el enlace del cuello y hombro contrario, mientras que la contrario le hacía caricias en su espalda.

Por otro lado, estaba la señora Kim.

Ella levantó las cosas y leyó el mensaje escrito en el llavero.

Su vista empezó a nublarse producto de las lágrimas listas para caer por sus pálidas mejillas. Apretó fuertemente el ramo contra su pecho, mirando hacia la foto de su hijo en la tumba.

Sin saber el por qué, levantó la mirada y buscó entre la zona, deteniéndose al observar como a lo lejos la chica de la cafetería que tanto le recordaba a su hijo abrazaba a su compañera de trabajo. Estando atenta a cada acción de ellos.

Pudo ver como la rubia alzaba el rostro de la chica castaña, acariciando su mejilla con sus pulgares y besando la frente de la otra.

Vio a su hijo junto a Jimin, estaba segura de ello. Y algo dentro de ella le decía que Jennie era su hijo, o, bueno, ahora hija. Y la chica rubia era Jimin, la que juraba que sería su nuera.

Tal vez se estaba volviendo loca, pero prefería verse como una loca y acercarse a aquellas chicas antes que dejarlas ir nuevamente.  

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