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༆𝓒𝓪𝓹𝓲𝓽𝓾𝓵𝓸 2.༆

2. 𝑬𝒍 𝒍𝒆𝒐́𝒏 𝒚 𝒎𝒊𝒓𝒂𝒅𝒂𝒔 𝒊𝒏𝒆𝒔𝒑𝒆𝒓𝒂𝒅𝒂𝒔.

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Todo pasó muy rápido después de eso. El desconocido no espero si quiera un saludo cuando salió corriendo como si su vida dependiera de ello, y así era. El látigo golpeó el aire y, tras un silbido, se guardó en su cadera, junto con un líquido perteneciente al Morkt escurriéndose en el largo brilloso del arma.

Los dos reaccionaron cuatro zancadas después. Debían ir tras de él, y no solo por la rareza física del más bajo, sino también por que huyó antes de identificarlo y estaba en su territorio. Guardaron sus espadas velozmente, y se enfocaron en lo más efectivo: su sangre.

Kageyama lo tomó personal desde que vio como el hombre guardaba el líquido espeso en un frasco; se hubiera perdido ese detalle si el látigo no siguiera brillando con intensidad. Cualquier ápice de curiosidad que aquella persona pudo provocarle anteriormente, fue remplazado por una furia visceral. La bilis ascendió desde su estómago hacia su garganta, como lava ardiente; evocó su salvajismo, su irracionalidad. La oscuridad que imperaba en el ambiente acudió al llamado. Debía atraparlo a toda costa.

El bicolor poseía un cuerpo apto para los movimiento tan libres y habilidosos que mostraba. Era de pies ligeros, pues recorría el sendero marcado en el bosque con rapidez y entereza, simulaba apenas tocar el suelo. Posaba sus plantas descalzas y zigzagueaba entre los árboles con experiencia. Era como si danzara entre las hojas secas bajo de si, en lugar de estar escapando.

Kuroo no iba muy separado de Kageyama. A diferencia del último, conservaba su enfoque. Tenía los nervios crispados por la actitud de su compañero. Si bien lo había visto antes con la mandíbula así de tensa y las venas remarcadas en la cien, las ocasiones eran escasas, casi la misma cantidad de veces en las que él ha pedido un Aklúa en lugar de un Nifth; podía contarlas con su mano izquierda, a la cual le faltaba medio dedo.

Estaban a 15 exhalaciones de alcanzarlo. Kuroo no perdió tiempo y las puntas gruesas se transformaron en finas agujas. Las guio lo más rápido que pudo y el aire arrancó un sonido agudo de las piezas de ónix. Estas casi alcanzan las sombras divididas de su compañero, pero la oscuridad siempre llega más rápido cuando quiere erradicar todo rastro de luz.

El hombrecillo, que trataba de evitar las sombras aglomeradas a su alrededor, se descuidó por un momento al pisar un mínimo espacio con ramitas de más. Respingó con sorpresa. Trató de estabilizarse con su mano derecha al caer de lado, sin embargo, no alcanzó a rozar una sola hoja. La negruzca materia deshabilitó sus extremidades. Rodeó sus muñecas con aprehensión y las llevó tras su espalda. Con ello, hizo que cayera de cara. El raspón en su mejilla ardería como nunca, una vez que la adrenalina abandonara su cuerpo. Sus piernas dolían, no por el trayecto recorrido, si no por la presión que llegó a sentir hasta los huesos. Fue consiente del peso en su espalda unos segundos después.

Kageyama no media la fuerza dirigida en contra de la columna del contrario, seguro dejaría marca, no le importaba de todas formas. Estaba a punto de decir las palabras y rodear el cuello delgado de negro, de no ser por Kuroo.

—¡Es suficiente, Kageyama! —rara vez decía el apellido de su compañero en un grito.

Fulminó a Kuroo con la mirada. Trataba de externarle su disgusto y sus ansias de acabar con la vida del hombre que se encontraba debajo suyo. No era suficiente, nunca lo era cuando se trataba de uno de esos malnacidos.

—Es uno de ellos. No me digas que no lo viste.

—¿Y si es un Kirmoan? —argumentó.

Volvió en si por un momento. Kuroo tenía un punto.

Sin disminuir el empuje de su rodilla, bajó la mirada hacia el bicolor. El ojo derecho estaba a la vista, de tono ámbar oscuro. Le miraba sin miedo, solo con nerviosismo. Volteó el rostro y se enfocó en el cabello alborotado de la nuca. Buscaría el collar que lo identificara.

Apartó los mechones naranjas con blanco e hizo a un lado la ropa que obstaculizaba su revisión. Ni un collar. Iba a enloquecer de ira nuevamente, no obstante, algo extraño captó su atención: no tenía marca de identidad en ninguna parte del cuello.

Mientras Kageyama respiraba profundamente con el objetivo de tranquilizarse, Kuroo cerraba la herida de su antebrazo. Una cortada horizontal de 6 cm, no muy profunda. Emanaba la suficiente sangre como para hacer de su don un ataque mortal, en caso de enfrentarse a un Birkan. Hubiera cortado más si supiera de antemano que sería un Morkt, y el corte no tendría más que 2 cm si, desde el inicio, su objetivo fuera un tipo de apariencia extraña, y no criaturas enormes.

Dejó de lado lo que estaba haciendo cuando escuchó el ajetreo de ropa siendo removida, y el ruidoso zarandeo entre la tierra.

—¿¡Pero que mierda haces!? —dijo alterado por no saber el por qué Kageyama estaba por apartar la ropa que escondía el pecho del desconocido.

—Reviso.

—¿Se puede saber qué exactamente? —avanzó hacia su dirección y se puso en cuclillas.

—No hay ninguna marca de identidad en su cuello.

—¿Ni ese símbolo...? —no terminó la pregunta, sabía que Kageyama lo entendería.

—Ya no estaría vivo si lo tuviera.

El hombrecillo se estremeció violentamente con lo antes dicho. Que no hubiera emitido sonido alguno hasta ese momento no significaba que no tuviera miedo.

Kuroo le dio un mal vistazo, desafortunadamente, Kageyama estaba más ocupado tratando de descubrir lo que ocultaba el abrigo y camisa que vestía el mas bajo, y no le puso atención a la silenciosa advertencia.

—Puede que esté en su clavícula. —Las marcas de expresión en el borde rasgado de sus ojos se encontraron en un gesto de concentración.

—¿No hay collar? —preguntó Kuroo

—No. —Kageyama volteó ligeramente el costado izquierdo del desconocido. Así podría ver mejor.

Los rizos naranjas se enredaban con el forcejeo, era inútil. El bicolor no pudo evitar que invadieran algo tan personal.

Kageyama y Kuroo vieron la marca en la clavícula izquierda.

El perfil de un león se encontraba plasmado en el lugar. Las líneas que conformaban la marca eran intensas, como si tinta se hubiera derramado en esa blanca piel pulcramente y dejara las huellas de su ausencia con precisión. Las fauces del león estaban listas para devorar, y el orgullo se mostraba en pinceladas que formaban la basta melena, la cual parecía volar a causa de un viento inexistente. El porte del animal cargaba consigo los principios de personas afines a él: fuerza, gracia y poder.

—Nación Suryath—dijo Kageyama, inexpresivo.

—De una de las familias importantes, al parecer. —Kuroo buscó la mirada del Surio. El odio destellaba en la heterocromia.

—Puede ser uno de ellos igual.

—¡Por la Diosa, Kageyama! —Se aplastó los puntiagudos mechones con una mano, exasperado—. Deja eso ya. Muchos analizan de forma clandestina, ¡Te lo he dicho cientos de veces! Además, no creo que se haya unido a, bueno, ¡Ya sabes! Con todo lo que paso...

—Tal vez es mestizo, su cabello es raro—frunció el ceño, susurrando lo último—. Y eso que dices es ilegal, te lo repito cada vez que me contestas con lo mismo.

—¡Bien! Haz lo que quieras—suspiró, resignándose—. Solo no te sobrepases—amenazó nuevamente a Kageyama—, y apresúrate. El cambio de planes me dio un susto de esos que dan hambre.

Kageyama había empezado con su "investigación" mucho antes de que Kuroo le diera el supuesto permiso. Antes no había removido más que el cuello del abrigo y de la camisa para ver ligeramente la marca, ahora buscaría más a fondo. Se preguntó ¿Cómo pudo correr tan rápido con un abrigo así? Los hilos lanosos estaban entretejidos con firmeza. Esa prenda podría proteger al desconocido de una gélida ventisca a mediados de invierno, incluso de la nieve densa de Avcasienth.

El Surio se movía de un lado a otro fuertemente, para obstruir las acciones del pelinegro. No funcionó.

Kageyama recorrió los gruesos pliegues del abrigo con la palma de su mano, tanteando cada espacio. Antes de cruzar los límites, justo en la curva de la pequeña cintura, sintió un bulto anormal.

Descubrió esa parte en específico con desespero, encontrando lo que ya suponía.

5 frascos. Estaban guardados en sacos de piel a la medida, pues los recipientes de vidrio oscilaban entre ser pequeños y medianos. La materia café se adhería a los frascos para protegerlos de cualquier movimiento brusco. Solo se veían las tonalidades de cada uno por el nacimiento del cuello corto hasta el principio del corcho. Todos distintos entre sí. Kuroo no podría objetar ahora.

Se permitió mirar el rostro del contrario por última vez. Ni un rastro de suplica en sus ojos, estaba serio.

Kageyama sacó su espada. Admiraba la firmeza del Surio a pesar de que los temblores delataran sus verdaderos sentires. Honraría su actuar y, por ello, le daría una muerte rápida en vez de una lenta y dolorosa como pretendía que fuera tiempo atrás. No quitaba el hecho de que estaba furioso por ello.

La delgada hoja surcó el aire y sacó un bajo sonido agudo. Kuroo lo escuchó de inmediato.

—Kageyama, no. —Agarró las manos de su compañero, las cuales sostenían el puño de la espada con fuerza. Estaba posicionándola verticalmente, con la punta de la misma rozando el pecho del bicolor, justo en su corazón.

Kageyama volteó hacia Kuroo. Lo veía con fiereza.

—Hay que llevarlo a la capital.

—Kuroo-.

—Nada de "Kuroo", no quiero otra mañana en medio de ratas.

Kuroo ya no podía defender al hombrecillo. Veía como cada frasco brillaba en un tono diferente. El color rojo oscuro imperaba en 4 de ellos, pero las motas de colores fuertes permanecían y se hacían notar; el restante era negro, el que acababa de obtener, suponía. Un Kirmoan solo portaba frascos de negro y amarillo. Se había equivocado esta vez. No obstante, eso no significaba que debían matarlo ahora, había que esperar órdenes o dejar que el Surio se defendiera de alguna forma ante el Rey.

—No tiene el símbolo, debe haber una razón. Deja de comportarte como un animal.

Kageyama resopló en desaprobación. Kuroo, la mayoría del tiempo, era la voz de la razón; a excepción de cuando se trata de conquistas y hembras, ahí perdía la cabeza.

Guardó su espada una vez apartó las manos de Kuroo. La materia negra permanecía alrededor de las muñecas y tobillos del cautivo, y seguirían ahí por el resto del viaje de regreso.

­El Surio no había dicho palabra alguna durante el camino. Mantenía la cabeza gacha y no había hecho esfuerzo por liberarse. De igual forma si lo intentase, no lo lograría. Kuroo había creado cadenas lo suficientemente gruesas y largas como para mantener al hombre a raya. Tenían que llevar consigo el cadáver del Morkt y las sombras de Kageyama serían más efectivas que las cadenas. Claro que el mencionado se negó al principio, pero no tuvo opción.

El estomago de Kuroo pedía comida, y es por ello que el gruñido exigente se hizo notar unos cuantos pasos antes de llegar a la primera construcción del pueblo.

—Paremos en una taberna, tengo hambre.

—No.

—Por lo más sagrado, Kageyama—se quejó—, ¿tú no tienes hambre?

—No.

—Bien, pues yo sí y me voy con este tipo. —Alzó ligeramente la cadena de ónix que sostenía.

kageyama se quejó y siguió a su compañero ya cuando el susodicho estaba entrando a la primera taberna que había. Dejó al Morkt a un lado de la instalación; no sería raro para los habitantes ver a ese monstruo ahí. Se cubrió parte del rostro y se colocó la capucha con el objetivo de esconder un poco sus ojos, dejando el espacio suficiente para poder ver. Al terminar de alistarse, entró.

Los presentes, que no eran muchos, voltearon a su dirección, aunque no mantuvo la atención por mucho tiempo. Buscó la cabellera puntiaguda por todo el lugar. Estaba al fondo, en una esquina. Los lugares alejados eran sus favoritos, Kuroo lo sabía.

—¿Qué se te antoja? —preguntó Kuroo mientras Kageyama se sentaba a su derecha, alejado del bicolor.

Kuroo advirtió el comportamiento del contrario.

—¿Querías que lo dejara afuera? —Alzó una mano llamando la atención de un chico que se encontraba en la barra. Iba a pedir de comer—. Tenemos las sustancias, pero eso no significa que no pueda darnos una sorpresa.

—Quiero un Bollire de carne. —Ignoro por completo la excusa y suspiró al contestar.

—No creo que tengan. —Se vio interrumpido por la llegada del mesero, quién sonrió con amabilidad—. Buenas noches bonito—devolvió la sonrisa y Kageyama rodó los ojos tras aquel gesto—, me gustaría unos Deixas de res y ¿Tienes Bollires? Aquí mi amigo tiene antojo de uno y este tipo de acá necesita comida urgentemente. —Posó una de sus manos en la cabellera del más bajo y desordenó cada mechón en un movimiento rudo.

El Surio cortó la invasión ladeando su cabeza bruscamente. Frunció el ceño con molestia y el odio creciente relució en sus ojos. Kuroo detuvo toda acción.

Kageyama retó al Surio de inmediato, los orbes centellaron en azul neón a través de la pequeña abertura que dejaba la capucha y la tela en su rostro. El bicolor le correspondió, haciendo que la inquina entre ellos fuera notable. Una batalla silenciosa.

—Este...en un momento le traigo sus Deixas y...—Dudó por un momento. El ambiente era algo tenso y tenía algo de prisa. Los clientes tomados e impacientes no eran tan agradables—. Podemos hacerle sus Bollires, ¿Los quiere de carne?

—Si, por favor—respondió Kuroo en vez de Kageyama, pues este estaba más preocupado en transmitir el eterno odio que le tenía al bicolor—. Siento todo esto—dijo con pesar.

El chico negó y sonrió nuevamente, restándole importancia.

—¿Pueden comportarse?

—Necesito un trago—Kageyama se limitó a decir, dejando de lado su batalla de miradas. Se levantó para dirigirse a la barra tiempo después.

Kageyama regresó a la mesa cuando lo Bollires ya estaban humeantes y calientes en la mesa. Kuroo devoraba uno a uno cada Deixa de carne y la salsa verde escurría de ellos. Divisó al Surio comer con efusividad uno de los saquitos rellenos de carne. «Ese idiota si le dio uno» pensó.

Eso no le iba a arruinar el disfrutar sus Bollires de carne condimentada. Ya sentía el sabor de la mezcla de especias derritiéndose en su paladar. El tomillo, una pizca de ajo, el jengibre y su fuerte esencia, junto con trozos finamente cortados de zanahoria, lechuga, cebolla morada y, lo que nunca falta, un toque de extracto de soja. Una explosión de sabor en un solo Bollire.

Le mintió a Kuroo. Cuando de trataba de Bollires, siempre estaba hambriento.

Comió con parsimonia, degustando cada bocado. Cuando Kuroo terminó sus 10 Deixas, Kageyama apenas había terminado dos de sus saquitos, le faltaba uno.

—Vámonos, Kagayama salvaje. —Kuroo se levantó de su asiento dando el último trago a su Nifth.

Kageyama gruño en protesta, estaba a punto de darle la primera mordida al último que le quedaba. Kuroo se burló por eso.

—No tenías hambre, ¿no? —Sonrió con arrogancia y tomó las cadenas de su cintura—. Estamos a mano, tu me interrumpiste en algo importante hace unas horas.

Kageyama no hizo caso y envolvió el Bollire en una gran hoja de plátano que estaba tendida en el plato de madera, donde antes se encontraban los demás que él y el Surio habían devorado.

Kuroo y el hombrecillo salieron primero. Cuando pasaron por la barra, Kuroo dejó la plata correspondiente y se dirigieron a la salida. Kageyama los alcanzó no mucho después. Kageyama arrastró al Morkt mientras iban por sus fieles compañeros de viaje, los cuales se encontraban frente a la posada en la que habían guardado sus pertenencias. Esta estaba en el centro de Warmoth y era de confianza según su aspecto.

Al llegar, el señor encargado del lugar salió a recibirlos, al igual que personas somnolientas de casas cercanas, porque se habían despertado por el sonido de algo siendo arrastrado.

Obtuvieron miradas temerosas con segundos de sorpresa. Esperaban aires de alivio o de confusión por no tener un Birkan en sus manos y no de temor. Esperaban ser recompensados por un cálido "Gracias". Y no precisamente por acabar con un Morkt, por que claramente no lo habían matado ellos, pero si por capturar a un supuesto Jertza. Se habían ganado agradecimientos y unos cuantos almuerzos después de terminar su trabajo en otros pueblos, sin embargo, aquí no fue así.

Kuroo y Kageyama habían acudido a protegerlos, pero parecía que ninguno de ellos sabía que estaban en peligro, para empezar.

Se irían esa misma noche. Ya lo habían decidido. Ambos. 

𝙶𝚕𝚘𝚜𝚊𝚛𝚒𝚘.

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Nifth. Bebida alcohólica hecha con cebada.  

Surio. Gentilicio utilizado para los habitantes de la Nación Suryath. 

Bollire de carne. Bollo de carne.

Deixa. Taco (en este caso era de carne de res)

Jertza. Información desconocida. 

Kirmoan. Analizador, ¿De qué? Información no disponible.

Referencia del lugar donde se encuentra la marca de identidad:

Referencia del león:

Es el primero, ignoren los otros dos jhdfjhvfd.

𝙽𝚘𝚝𝚊 𝚍𝚎 𝚊𝚞𝚝𝚘𝚛.

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Lloré toda una tarde cuando todavía estaba en clases, por que no entendía donde demonios iba el bendito punto después del guión de diálogo (aún me cuesta), para que venga Wattpad y me los recorte por...quién sabe por queee, ayno, toca violencia. 😄🍳

En fin, ¡Espero les haya gustado el capítulo 2! Ya sabemos un poquito más sobre el hombrecillo misterioso y que Kags ¡Ama los Bollires de carne!

Por otra parte, me gustaría que comentaran sus teorías con respecto al sistema de magia. Necesito cuidar el ritmo que toma este aspecto en particular, sobre todo por la importancia que tiene. Además ¡Me encanta leerlos, así que sin pena! No sarteneo solo por que si, y ustedes son mis amores, no podría hacerles daño, jamás de los jamases.🤧✋🏼💗

Sin más que decir, ¡Muchas gracias por leer!💐💕

-Ashal/AhlexKane🍁

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