02 de septiembre, 2018.

Las clases comenzaron sin inconvenientes y yo, Rey Hansen, como al año pasado y el anterior, tenía que empezar mi penúltimo año en la Academia Centro Dorado para luego ingresar a la prestigiosa Universidad en donde estudiaron mis padres. Claro que seguiría los pasos de mis padres, no tenía muchas objeciones al respecto.

Cuando llegué a la Academia, la rutina empezó cuando una chica se me acercó para acompañarme. Nina Forcén, mi joven prometida y una chica inteligente y encantadora. Ella se colgó de mi brazo y, así, ambos ingresamos al salón de clases. Allí, para sorpresa mía y no de Nina, el nuevo, Rogers, estaba sentado en uno de los últimos asientos y dibujaba algo en una libreta.

—Oh, es nuevo —susurró Nina, soltándose de mi brazo. Ella lo miró y se quedó pensando—. ¿Lo conoces?

—Se mudó ayer a la casa esa, la que tiene unos enormes ventanales —respondí, un poco ofuscado por la situación—. Lo vi ahí-

—¿Hablas de la casa de la familia Rogers? ¿Los empresarios que controlan la mayor parte de la economía euroasiática? —inquirió incrédula Nina, cruzándose de brazos y alzando una ceja—. Es imposible, Rey, esas personas murieron y no tenían parientes que pudieran heredar.

—Colgaron un cartel con el apellido de la familia, "Rogers", Nina —espeté entre susurros para evitar que el chico rubio escuchara. Sin embargo, me di cuenta de que no hacía falta porque noté unos auriculares ocultos en los rubios cabellos.

Nina negó, conservando su postura. Por otro lado, yo tiré mi mochila en el que sería mi asiento todo el año, uno que quedaba a un lado del chico nuevo.

—Me sentaré aquí, tú haz lo que quieras —comenté, ignorando los reproches de Nina. Mejor, me centré en observar de reojo al nuevo y me di cuenta de lo extraños que eran sus ojos; uno azul vibrante y el otro de un color miel elegante.

Nota: En aquel comienzo de clase, por primera vez, hubo algo que realmente llamó mi atención.