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                               El Deseo...
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Aurora, con su energía arrolladora, soltó una risa contagiosa que iluminó aún más la habitación. Con sus ojos brillando como dos estrellas, miró a Awita y Jardred, señalándolos con entusiasmo.

—¡Mami, se cumplió mi deseo! ¡Papá volvió a casa! —gritó con una felicidad desbordante.

Awita, al escuchar esas palabras, no pudo evitar que una sonrisa se formara en su rostro, a pesar de la emoción y las lágrimas que todavía le nublaban la vista. Miró a su hija, tan parecida a Jardred, pero con un corazón lleno de alegría y esperanza, y entendió que ese era el verdadero milagro.

—Sí, Aurora... se cumplió —respondió Awita, su voz suave pero llena de ternura.

Jardred se agachó para abrazar a su hija, quien no dejaba de saltar de felicidad, y la levantó en el aire, girando con ella como si nada en el mundo pudiera detenerlos.

—Y no me voy a ir nunca más, ¿sabes? —dijo Jardred con una sonrisa radiante, mientras Aurora reía a carcajadas.

Awita, observándolos, sintió una paz que no había experimentado en años. La familia que había estado fragmentada, rota por la ausencia, estaba ahora unida nuevamente. La tristeza que había acumulado durante tanto tiempo se disipaba lentamente, reemplazada por un amor renovado.

Aurora se abrazó a su padre, quien la miraba con una mezcla de asombro y gratitud, como si también estuviera intentando comprender lo afortunado que era de tenerlos a ambos en su vida.

—Te quiero mucho, papá... —susurró Aurora, apretujándose más contra él.

—Yo también te quiero, pequeña tormenta. —Jardred acarició su cabello, sintiendo cómo la vida comenzaba de nuevo frente a él, rodeado de su familia.

Y en ese instante, Awita supo que, a pesar de todo lo que habían pasado, siempre tendrían algo que los mantendría juntos: su amor inquebrantable.