Capítulo XI
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Felicidad...
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La casa estaba llena de un aire eléctrico de alegría y sorpresa. Aunque la felicidad de tener a Jardred de vuelta era inmensa, el dolor por los años de separación y las preguntas sin respuestas no podían evitar filtrarse en las palabras de Awita.
Mientras Aurora abrazaba a su padre, Awita se separó un poco, limpiándose las lágrimas que caían sin cesar.
—¿Por qué tardaste tanto...? —su voz salió rota, entrecortada por la emoción—. ¿Por qué no volviste antes?
Jardred, con una mezcla de arrepentimiento y comprensión, miró a Awita. Se acercó con cuidado, deseando poder encontrar las palabras correctas, pero la verdad era difícil de decir.
—Lo siento tanto... —dijo, su voz grave—. Fue todo un caos, no había forma de comunicarme.
Se sentaron en el sofá, y los demás se reunieron alrededor, creando un círculo de apoyo mientras Jardred comenzaba a relatar su historia.
—Después de... de lo que pasó, fui a salvar a un compañero de guerra. Hubo una explosión, y la bomba nos alcanzó a los dos. Por suerte, sobrevivimos, pero el golpe fue tan fuerte que nos dejó en coma, en un hospital en otro país. Estuvimos allí durante todos estos años, sin que nadie pudiera encontrarnos... y cuando despertamos hace un año, estábamos tan lejos de casa que apenas podíamos entender lo que había pasado. Fue... confuso.
Awita lo escuchaba con atención, pero las emociones seguían embriagándolo.
—¿Por qué no me buscaste? —preguntó, la tristeza mezclada con la angustia—. Estuve esperándote... pensaba que habías muerto.
Jardred cerró los ojos por un momento, como si el peso de esas palabras le pesara más de lo que hubiera imaginado.
—No quería que pensaras eso... quería volver más que nadie... Pero no me dejaron... La última vez que te vi, vi cómo te quedaste atrás... cómo me despedí de ti. Y no pude... no pude volver hasta ahora. No quería que te quedaras solo... Te extrañaba... —su voz se quebró por un segundo, antes de respirar profundamente—. Estuve buscando una manera de regresar, pero fue todo tan complicado.
Awita lo miró, las lágrimas ya no eran solo de tristeza, sino también de alivio. A pesar de todo, él había regresado. Y eso era todo lo que importaba ahora.
—No sabes lo difícil que fue... vivir sin ti, sin saber si realmente te habías ido para siempre... —murmuró Awita, tomando las manos de Jardred.
Jardred asintió, sin poder decir mucho más, sabiendo que las palabras no podían aliviar el dolor que ambos habían experimentado.
—Lo sé... lo sé, Awita. Y... perdóname. Perdóname por todo.
Awita le sonrió, aunque sus ojos seguían brillando con las lágrimas.
—No importa ahora... —dijo, abrazándolo de nuevo, esta vez con más fuerza, como si pudiera fundirse con él para no dejarlo ir jamás. —Lo importante es que estás aquí, con nosotros. Eso es lo que cuenta.
Y aunque las cicatrices del pasado seguirían marcando sus corazones, en ese momento, en esa habitación llena de risas y alegría, lo único que importaba era que, por fin, estaban juntos nuevamente.
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