𝑇𝑟𝑒𝑠.
Seguía sin poder creerlo. ¿Estaba soñando? Las probabilidades que sucedan estas cosas son muy bajas. Esto era extraño, o yo lo sentía así.
Pude notar como aparcó en un lugar y colocando el freno de mano, giró en mi dirección nuevamente, enarcó una ceja y me dio una sonrisa que hizo que mis piernas tambalearan levemente.
—Decías que no era posible volvernos a encontrar. Dije que había desafiar al destino, ¿no? — inquirió, soltando el cinturón de seguridad.
Solté el aire retenido en mis pulmones, aún no podía emitir palabra alguna.
—Bueno...
—¿Te comieron la lengua los ratones? — preguntó burlón sonriendo ampliamente, ganándose una mala mirada de mi parte.
—No, claro que no... solo que no creía que podía suceder esto.
—Ya ves, somos lo imposible — río levemente — ¿como estás? — preguntó suavizando su voz y mirada.
—Bien... creo que bien. ¿Y tú?
—Yo estaba bien, pero ahora estoy excelente — volvió a sonreír. ¿Acaso dije que tenía una sonrisa muy linda? — pero no es necesario que me mientas, sé que soy prácticamente un desconocido para ti, pero puedo notar que no estás bien.
Me quedé en silencio ante esas palabras, ¿tan mal me veo? Intenté arreglar mi cara con algo de maquillaje antes de salir, pero al parecer no fue suficiente.
—Si, estoy bien. Solo algunos problemas en casa — le intenté explicar — no es necesario que te preocupes por mí. Sé que dije que conversaba con los conductores, pero no hablo de mis cosas personales.
—Entiendo — asintió. Giró nuevamente, viendo al frente — pero de todas formas lo diré, si necesitas desahogarte o quieres maldecir, hazlo. Aquí nadie te prohibirá nada. Llámalo la terapia del taxi.
Lo miré confundida. ¿A caso eso existía?
—¿La terapia de taxi? ¿Cómo así? — indagué, cruzandome de brazos.
—Así es. Todo lo que suceda en este taxi, se queda aquí — explicó — gritos, llantos, lamentos, desahogos, absolutamente todo, se queda aquí.
Ladeé mi cabeza y lo miré dudosa. Puede que funcione, últimamente me guardo mucho las cosas y eso es muy malo, estoy sufriendo en silencio y todo para que no me miren con lástima, todo para no cuestionen mi sentir.
La pobre mujer que está enamorada y le ponen el cuerno.
Tapé mi cara con ambas manos y sentí que mi barbilla comenzó a temblar sin yo quererlo. Ya era muy tarde para cuando comencé a llorar.
¿Llorar? Sollozar era una mejor definición. Saqué todo lo retenido, todo lo que tenía en el pecho y que no me estaba dejando dormir.
Me siento realmente patética.
No podía detener el llanto, quería, pero no podía. Solo lo pude lograr cuando sentí un brazo a través de mis hombros y con la otra sentí leves caricias en mi cuero cabelludo.
Me quedé pasmada. Ya no emitía nada, ningún llanto, ningún suspiro. Solo me quedé ahí, inhalando su perfume. Ese cautivador olor que impregnaba todo el auto y ahora lo tenía a mi lado.
Me separé lentamente y lo miré, aún atónita por todo esto. No era propio que un conductor hiciera lo que él estaba haciendo. ¿Tanta lástima le dí?
—¿Mejor? — me preguntó, también mirándome fijamente.
Me puse a observar su rostro. Su cabello negro, tenía una perforación en su ceja que sin duda se ve muy bien, sus ojos redondos donde siento que puedo ver mil maravillas y un brillo inexplicable, su nariz ancha, sus labios se ven suaves y con el grosor necesario para lucir perfectos y lo decoraba un lunar debajo de estos.
Es demasiado atractivo. Tanto que es algo peligroso. Me separé un poco y carraspee levemente.
—Si, disculpa por esto. Ahora siento algo de vergüenza — agaché la mirada, sintiendo un leve rubor en mis mejillas. Sequé las lágrimas que aún tenía en mis mejillas —¿esto también estaba incluido en la terapia del taxi? — le dije refiriéndome al abrazo que me dio.
—No. Me deberás pagar extra por esto.
Volví a levantar mi mirada y abrí mis ojos sorprendida.
—¿Qué?
Tenía su semblante serio, pero vi como comenzó a hacer una mueca y no pudo evitarlo más, hasta que soltó una gran carcajada.
—Hubieras visto tú cara — siguió riendo y no pude evitar unirme a él, su risa es contagiosa — no, claro que no. Te dije que podías hacerlo, porque te ayudó, ¿no? — asentí ante su pregunta — entonces puedes hacerlo cada vez que te sientas mal, no tendré problema en escucharte. Y respecto al abrazo, fue porque llorabas con tanta pena que no pude evitar hacerlo, disculpa si te hice sentir incómoda.
Negué con mi cabeza y sonreí.
—Muchas gracias, me ayudó mucho — le agradecí, con toda la sinceridad del mundo — pero solo fue casualidad que te encontrara nuevamente, no podremos seguir con la terapia del taxi.
—Que testaruda. El destino quiere que yo sea tu conductor y siga en marcha esto. Te ayudaré con lo que sea que te atormenta, soy muy buen psicólogo, me lo dicen mis amigos en incontables ocasiones — se encogió de hombros.
Seguía con el tema del destino. Solo fue casualidad que me volviera a cruzar con él, una muy linda casualidad debo decir.
—Está bien, gracias — le sonreí de manera genuina — pero de todas formas me tengo que bajar, no traje mi billetera con el dinero.
—No te preocupes — habló rápidamente haciendo un ademán con su mano — no creas que no noté que ayer dejaste el dinero cuando te dije que no lo hicieras. Entonces te llevo hoy, no hay problema.
—¿Por qué haces esto? — pregunté. Para mí era muy extraño todo, ¿por qué un desconocido me ayudaría?
—Porque me nace hacerlo — respondió sin más. — a parte hago lo que me gusta, manejar y ayudo a una persona, me estoy ganando un espacio en el cielo.
Reí y asentí. Me volvió a acariciar el cabello y se bajó para subirse nuevamente en el lado del conductor.
Mi corazón latía de forma acelerada.
Hace mucho que no recibía esta atención por parte de un chico. Con Kwan ya no tenía nada de esto y debo confesar que nunca sentí lo que este extraño ha provocado en mí en solo dos oportunidades.
—Me dijiste que me dirías tú nombre si te volvía a encontrar — afirmé apuntándole.
—Buena memoria, eh — se mofó — tienes razón, eso es lo que había dicho.
—Si, lo dijiste. — volví a asegurar, notando como él evadia la mirada. No quería responder — ¿Cuál es?
—¿Por qué quieres saberlo? — lo vi enarcar una ceja a través del espejo retrovisor.
—Tengo curiosidad. A parte puedes ser un asesino serial y yo ni enterada.
Se carcajeó tirando su cabeza hacia atrás.
—Eres divertida. — se dejó de reír y suspiró — bueno, ya que sientes tanta curiosidad...
—Si, la tengo. Ya dímelo — estaba muy intrigada. Quería saber algo más de él.
—Jungkook. Jeon Jungkook — volteó su cabeza cuando el semáforo dio el rojo — un placer, bonita.
Él definitivamente no era normal. Superaba los niveles de belleza, hacia que mi corazón se acelerara solamente con escuchar su voz. Y con esa mirada, con esa sonrisa.
¿Qué mierda estoy pensando?
—Lindo nombre — aseguré y miré por la ventana. Tratando que mi corazón volviera a latir con normalidad. Podría sufrir taquicardia en este mismo instante.
—Gracias — hizo andar el vehículo nuevamente — pero Iseul es espléndido. Un bello nombre para una bella persona.
—¿Estás coqueteando conmigo? — espeté, ya queriendo que se detuviera para así de una vez por todas calmar mi jodido corazón.
—No, como crees. Yo jamás haría eso.
Estaba siendo irónico. No podía ser cierto.
—Tengo novio — afirmé, no quise que me temblara la voz, pero lo hizo.
Porque ni siquiera sabía mi situación con Kwan luego de lo esta mañana.
—Pero no estás muerta — murmuró.
Abrí mi boca para refutar, pero nada salió. Es imposible.
No dije nada más durante todo el camino que quedaba hasta llegar al trabajo. Por fin mi órgano vital se había calmado un poco y no quería que volviera a saltar como loco cuando él hablaba.
—¿Estás molesta?
Lo escuché preguntar. Dejé de cruzarme de brazos y lo miré por el espejo.
—No. ¿Debería estarlo?
—Claro que no. No quería que te sintieras de esta forma, respeto que tengas novio, tranquila — expresó al aparcar fuera de la tienda — solo yo no puedo mentir, Iseul. Eres jodidamente bella, tú novio tiene muchísima suerte.
Suerte.
Solo si él lo supiera y pensara de la misma manera.
—Gracias Jungkook — respondí, ablandandome. Me puse a la defensiva sin quererlo realmente — no cualquiera hubiera hecho lo que hiciste hoy. Así que de verdad muchas gracias.
Me dio una gran sonrisa y asintió.
—De nada, bonita. Ya no estés llorando, ese hermoso rostro tiene que tener una sonrisa siempre.
Se sentía muy bien escuchar estas cosas, demasiado bien. ¿Hace cuanto no recibía esa clase de cumplidos?
—Gracias por lo de hoy, si te vuelvo a encontrar te invito un café — le dije divertida.
—Conste que tú lo dijiste. No te puedes retractar.
Sonreí abiertamente. Definitivamente Jungkook no era normal, es alguien extrovertido y dice las cosas de frente sin miedo a nada. Me gustaba su manera de ser, aunque solo lo haya visto dos veces.
—Ajá, Jungkook, no lo haré. Cuídate, ¿si? Eres una gran persona.
—Me suena a despedida — colocó una mano en su mentón — ¿tan poco y ya despidiéndote?
—Esto fue casualidad, Jungkook. Pero debo confesar que fue muy agradable.
Me miró con aires de suficiencia. Bajé del auto y me quedé de pie.
—Mañana iremos a una cafetería muy buena que conozco...
Reí negando con la cabeza.
—Okey — le seguí el juego — ¿hay pasteles buenos?
—Una gran variedad — respondió lamiendo sus labios. — bueno, me voy.
—Nuevamente gracias.
—No es nada y nada de estar triste — inquirió apuntándome.
Levanté mis brazos en señal de "no lo haré, tranquilo", para luego comenzar a caminar hasta la entrada de la tienda. Me voltee y le hice una seña con mi mano, despidiéndome.
—Adiós, bonita.
Fue lo que escuché. El auto ya no estaba y sentí algo en mi pecho. Me gustaría volver a encontrarlo, aunque fuera algo improbable.
Seguí con mi día normal y en ningún momento dejé de pensar en Jungkook.
¿Qué mierda estaba pasando?
Ay Iseul, es el efecto Jeon. Nada que hacerle mija. #TodasSomosIseul
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