3: "Tentación"
Nayeon frunció el entrecejo levantándose del sofá, caminó hacia el baño y golpeó la puerta.
—¿Jeongyeon-ssi? ¿Cariño, estás bien? —Preguntó dando un respingo, con preocupación por todo lo que había sucedido en ese pequeño lapso de tiempo.
Nayeon sabía que se dejó corromper por aquel tonto impulso y ya no habría vuelta atrás.
¿Cómo había sido capaz? Se preguntó nuevamente, aún asombrada de lo que había sucedido. Jamás había sido tan osada, pero el repentino e inexplicable deseo que recorrió en su interior cuando percibió sus suaves labios tan cerca, y después el modo tan espontáneo en el que había correspondido a su impulso, la cegaron por un momento. Rayos, no podía decir que se arrepentía en lo absoluto, porque no era capaz de ser deshonesta consigo misma. Jeongyeon era una mujer tan sencilla, sensible y atractiva a la vez, y toda aquella fusión la hacía irresistible a sus ojos, a su mente, a su piel.
Jeongyeon sintió los nervios aumentar en su interior cuando oyó la voz de la profesional. No estaba para nada bien, estaba muy abrumada por todo lo sucedido. ¿Desde cuándo era capaz de engañar a Hansol? ¿Desde cuándo se excitaba con su terapeuta, con la cual había comenzado una amistad? La realidad golpeó a su puerta de forma violenta esa madrugada de domingo. ¿Y desde cuándo le gustaban las mujeres? ¿Hacía mucho tiempo de eso? ¿Había estado reprimiendo aquello o era una novedad?
Se halló en el espejo y no reconoció en lo absoluto a la mujer que la veía de regreso, esta era muy diferente a la versión de ella misma que conocía y con la que peleaba a diario. Se corrió el cabello hacia un lado, inhaló y exhaló, nerviosamente.
—Si, si —Se remojó las mejillas sonrojadas y respiró profundo, dándose un último vistazo.
—Oye... —Tragó saliva, apoyando el hombro junto al marco —No te preocupes por-por lo que pasó... solo fue un beso —Nayeon sonrió de costado intentando aminorar su interior turbulento y en vano esfuerzo, por intentarlo con la mujer en el otro lado de la habitación.
No había sido solo un beso, había descubierto una pasión irreconocible al perseguir y quebrantar las líneas y las fronteras con Yoo Jeongyeon, eso no se oía para nada como un simple y ordinario beso.
La pelicorta abrió la puerta cuando supuso que tendría la fuerza para enfrentarse a ella.
Nayeon la recorrió sin pudor como al inicio en su llegada, pero Jeongyeon pudo identificar perfectamente lo que escondía la admiración en sus ojos esta vez, ¿Acaso no debería sentir repulsión ante su atrevimiento? ¿Por qué rayos se sentía tan halagada de tener sus ojos sobre ella? ¿Por qué deseaba que la siguiera viendo durante horas? ¿Por qué su estómago se comprimía de gusto ante esa idea? Jeongyeon se masajeó la sien, las preguntas descaradas de su yo interno casi provocan que se tambalee de impresión.
—No te preocupes Jeongyeon, todo está bien... —Musitó la rubia con su característica seguridad, aunque el expresar desesperado en su mirada no acompañara sus palabras.
—No lo hago, es solo... —Caminó a un lado de ella y sintió escalofríos por la caricia que le dedicó al dorso de su brazo.
Sabía que sus intenciones eran hacerla sentir segura, pero Jeongyeon solo se había sentido más nerviosa por su insistente búsqueda de contacto y lo que podía sentir atreves de ello.
—¿Ya te vas? ¿Estarás bien? ¿Necesitas que te lleve a casa? —Musitó Nayeon, apenada por la prisa con la que ella se puso sus tacones. La menor se iría y sabía que no habría fuerza humana que la detuviera.
—Ahora que estás más recuperada y despierta, es hora de ir a casa —Sin poder verla nuevamente de frente, tomó su bolsa entre sus manos, después de abrigarse.
Estaba tan confundida con lo sucedido, que comenzaba a dudar que haya sido solo bajo efectos del alcohol o la mera inconsciencia que este provocaba. Moriría de vergüenza si tenía que enfrentarla nuevamente después de haber aceptado su avance, y no solo por lo que eso significaba, sino también porque esta acabara descubriendo lo mucho que le había gustado.
Nayeon lo aceptaba sin problema aparente, se había dejado llevar por su atractivo acercamiento, que no obtuvo suficiente tiempo para pensar en las consecuencias de sus actos. Todo había sido tan rápido que aún podía sentir sus manos en su pelo, y sus propios dedos inquietos sobre sus muslos. Tragó al recordar ese par de labios aprisionados entre los suyos y su cálido recibimiento que le removió el estómago. Había sido exquisito.
—Espero que la hayas pasado muy bien unnie. —Deseó la menor junto con un asentimiento y salió por la puerta.
—¡Espera! —Le llamó Nayeon, alcanzándola en el pasillo del edificio, la tomó del brazo y la soltó rápidamente, cuando ella la miró muy asombrada —Espera por favor, Jeongyeon-ah, no te vayas así, déjame disculparme contigo —Exhaló, sabiendo que no quería disculparse, porque deseaba seguir besándola, pero no era la mejor opción admitirlo en ese preciso instante, mientras hacía un reverencia frente a ella —Solo olvidemos el asunto, ¿Está bien? —La miró suplicante, mientras removía sus dedos nerviosamente.
Para su fortuna, la pelicorta solo sonrió y asintió, haciendo un inmenso esfuerzo por no huir de esa mirada que parecía seducirla con naturalidad.
—Adiós unnie. —Terminó rápidamente la conversación, seguida de sus pasos hasta llegar al ascensor.
—Mierda, mierda, ¡Mierda Im Nayeon! —Se reprendió, una vez estuvo detrás de su puerta —No es como que la gente adulta vaya besando mujeres comprometidas por ahí, ¿entiendes? —Se regañó chocando la frente contra su puerta, dramáticamente —Que tonta eres, qué tonta eres...
Ya era demasiado tarde para lamentaciones. Im Nayeon se había puesto un gran cartel con luces de neón que decía: "me gustas Yoo Jeongyeon y deseo ser quien te haga feliz", con tan solo una invitación informal.
Definitivamente era pésima para acercarse a las personas, también para elegir a las mujeres de su interés. ¿Qué rayos estaba pensando? ¿Acaso estaba pensando siquiera, cuando se atrevió a codiciar la boca de la pelicorta?
—¡Es que tiene esos labios! —Exclamó resignada y eufórica, cuando se rió de sí misma. —¿Porqué eres tan lesbiana Im Nayeon? —Carcajeó cayendo ante el reciente recuerdo de sus rojos labios contra los suyos, sus manos tímidas contra sus hombros, su expresión desconcertada cuando la ciñó a su cuerpo con codicia. —Al demonio, no te me escaparas Yoo, que se agarre ese imbécil porque nadie desea competir con Im Nayeon... —Sentenció la licenciada, echándose a andar con entusiasmo.
Alguien había comenzado una guerra por quien se ganaría a la chica y tenía mucha ventaja para poder vencer.
Un par de calles lejos del edificio de Nayeon, Jeongyeon se detuvo sin poder dejar de pensar en lo ocurrido recientemente.
La suavidad de aquellos cálidos, húmedos y femeninos labios, sus firmes manos de dedos largos y delgados recorriendo su cuerpo, seduciéndola con tanta habilidad, sin una gota de brusquedad. Jamás nadie la había tocado de ese modo tan amable y con tanta suavidad, pero a la vez con tal firmeza y pasión. Ella literalmente había mojado sus bragas por su causa.
Y luego estaba todo ese deseo, jamás había sentido que se incineraba por dentro, que estaría a punto de suplicar por que la tomara, la sensación había sido escandalosa, estuvo a punto de dejarse llevar por ella.
—Oh no... ¡No, no Jeongyeon! ¡Tú no eres así! Esto no puede ser, está mal... —Se peinó el cabello con agobio —Esto no puede pasar Jeongyeon, ¡Tu ya tienes un novio! ¡Y te casarás con él! ¿Sí lo recuerdas? —Se reclamó, buscando verse en su espejo retrovisor.
—¿Qué rayos sucedió allá? —La imagen directa de sus labios hinchados luego de morderlos inconscientemente, aún sumergida en el beso que revivía en cada centímetro de su cuerpo la apuñaló y se los acarició con añoranza. Luego sacudió la cabeza como quien espanta una mosca y se miró nuevamente.
—Ya detente. —Se advirtió tratando de negar lo que sintió. Se incorporó en el asiento, exigiéndose a regresar del ensueño y arrancó nuevamente el auto tomando rumbo hacia su hogar.
Tomó aire y se limpió las lágrimas de frustración e impotencia que había dejado ir, cuando la culpa decidió hacerle una visita a su conciencia, antes de ingresar a casa.
Vernon siguió cada uno de sus pasos, cuando ella dejó las llaves sobre el mueble junto a la puerta y colgó su bolsa. Bebió el último trago de café, mientras ella se quitaba los zapatos con una tranquilidad insoportable.
—Hasta que al fin te dignas a llegar... —Levantando su muñeca para ver la hora —Faltando cinco para las cuatro... —Se sonrió sarcásticamente —¿Acaso sabes lo preocupado que estaba por ti? Por lo que veo, ni siquiera te has dado cuenta.
Jeongyeon levantó la vista después de dar un brinco ante su abrupta interrupción en el silencio y oscuridad de la casa, y lo observó allí, sentado en el sofá, con una taza de café entre manos y se sintió un poco mal por no haberle enviado un mensaje tan siquiera. Rayos, se sentía mal por haberlo olvidado por completo, hasta que puso un pie en casa.
—Si. Lo siento, estaba muy buena la fiesta y me quedé un rato más de lo pensado —Sonrió nerviosamente, fingiendo que no notaba lo molesto que se veía.
—Creo que no te costaba mucho enviarme un texto siquiera... —Levantó un dedo, volteó los ojos en compañía a sus acciones, dejando la taza sobre un mueble junto al sofá de dos cuerpos y anudó sus brazos contra su pecho.
Jeongyeon seguía sus movimientos. Vernon no solía beber café porque luego no podía dormir y se ponía de un pésimo humor, como entonces. Rápidamente frunció el entrecejo ante su extraño desplante.
—Bueno, discúlpame. No sabía que ya no podía divertirme sin dar parte de cada paso que doy... —Caminó hacia la cocina, con fastidio.
¿Por qué se enojaba con él? ¿Sí era ella quien se había desaparecido por horas en una fiesta en donde había decidido olvidarse de su existencia, por haber estado sintiendo una atracción inconsciente con su terapeuta? ¡Rayos! ¡Era ella quien le había sido infiel!
Y no solo eso, también había deseado que Nayeon hiciera mucho más que besarla hasta que llegó unas calles cerca de casa y notó que él estaría allí, esperándola. Ella había deseado que él no estuviera en casa.
—¡Jeongyeon! —La llamó y al no obtener respuesta, fue detrás de ella quien se direccionó hacia la pequeña cocina —¿Dime cuando cuestiono lo que haces al salir? No digas estupideces ¿Quieres? —Aprisionó el firme borde del respaldo de una silla, en señal de impotencia —Solo estaba preocupado por ti, no sabía que ahora no debía preocuparme por la mujer que amo y con la que me casaré —Utilizaba sus palabras en su contra.
Jeongyeon había dicho lo mismo, alguna que otra vez cuando él había llegado demasiado tarde a casa.
—¡Entonces discúlpame por preocuparte! La próxima vez, bueno —Hizo una pausa —Si es que hay una próxima vez, procuraré mantenerte al tanto de cada detalle ¡Y problema resuelto! —Exhaló evidenciado su desagrado ante su desplante y se sirvió un vaso de agua fresca. El muchacho se sintió bastante confundido con su actitud.
—¿Sabes algo? ¡Me tienes cansado con tus estúpidos enojos sin sentido! —Se quejó, levantando los brazos.
—¡¿Estúpidos enojos?! ¡Yo no soy quien se enoja por no mandar un tonto mensaje! —Reclamó luego de acabar el trago de agua.
—¿Acaso no te das cuenta de la hora que es? ¡Estaba preocupado por ti! ¡Por Dios podría haber sucedido cualquier cosa! —Se quejó alzando la voz y se volteó, furioso.
—Sí, me di cuenta ¡Pero tu recuerda que no soy una niña y que sé cuidarme muy bien sola! —Resaltó, viéndolo hacia su espalda.
—¡No he dicho que no puedas hacerlo! ¿Acaso no puedo preocuparme por tí? ¿Qué rayos sucede contigo? ¡Te has ido hace más de ocho horas! —Movía sus manos nerviosamente. Ella iba a responder pero él la interrumpió: —¿No puedes solo disculparte y ya? —Presionando los dientes.
—¡Es lo que estoy haciendo Vernon! —Exhaló llena de frustración.
Vernon se volteó para mirarla y se encontró con una Jeongyeon muy molesta, descalza y con ese vestido que tan bien le sentaba, remarcando cada curva de su pequeña cintura. Presionó sus puños con fuerza y mordió su mejilla internamente reteniéndose. No logrando su calma, se acercó a ella con molestia y la arrinconó contra el mesón. Ella lo vió con los ojos muy abiertos ante su notable frustración.
—Estaba muy preocupado por ti, fueron muchas horas... —Repitió mientras la aprisionaba aún más contra su cuerpo bajando por su cintura, acariciándola con deseo. Ella exhaló, sorprendida por su acción.
—Lo sé... lo siento, no quise... —Levantó su mirada hacia sus ojos y luego bajó a sus labios, recordando lo sucedido en casa de Nayeon, se mordió el labio de modo inconsciente por segunda vez en la noche y suspiró removiéndo la cabeza, solo quería olvidarlo. Porque había estado mal, ¿verdad?
—¿Me perdonas? —preguntó ella intentando no pensar, sintiendo su mejilla ya áspera por la barba que le comenzaba a crecer, cuando buscó un acercamiento.
—Te he llamado muchas veces... —insistió en un susurro, besándole su cuello y presionando su cintura con más firmeza —No estoy molesto contigo estoy molesto conmigo por no haber ido contigo... —Besando su mejilla y llegando a sus labios atrapándolos. Jeongyeon se obligó a corresponder, sorprendida por sus palabras.
—A mi... me hubiera gustado que fueras... — "Hubiera sido todo de modo diferente, y ahora no estaría más confundida que antes" Se lamentó internamente, pasando sus manos por detrás de su cuello, sintiendo sus besos. Esos besos tan opuestos a los que le había dado Nayeon —Lo-lo siento, la próxima vez prestaré más atención...
—Está bien —Besaba su cuello mientras, lentamente bajaba el cierre de su vestido negro —Lamento no haberte hecho caso... —Regando besos por sus hombros y Jeongyeon asentía dejándose adorar por ese hombre que tanto decía amarla.
Pero, aunque quisiera negarlo, los excitantes recuerdos de las pálidas y delgadas manos de aquella rubia persiguieron cada una de las toscas caricias de ese hombre, alteradas por su mente...
—Eres preciosa.... —Susurró aquella masculina voz. Oh no.
"—Eres preciosa Yoo Jeongyeon..."
—No, no puedo, no puedo... —Interrumpió ella con los ojos cerrados. Él se detuvo tan desconcertado como las anteriores veces —Estoy-estoy cansada, estoy... —Tartamudeó, apartándose de él, de su agarre, de su aroma, de sus manos torpes.
No podía hacerlo, no cuando había descubierto con quien comparar cada caricia que él le daba. Im Nayeon había calado muy profundo y de algún modo, no parecía haber un retorno de aquello.
—Entiendo, ha de ser el café. Lo siento. —Musitó acomodando su ropa.
Jeongyeon tragó sintiendo que la culpa anudaba su estómago. Por supuesto que no era el café.
—Lo siento... —Murmuró cuando él no le dio un vistazo de regreso, al dejarla de pie junto al mesón y regresar a la cama.
Estaba muy jodida.
En el transcurso de la semana, todo iba relativamente normal, y decir relativamente funcionaba hasta que llegaba el momento del día en el que recordaba aquel beso y no podía sacárselo de la mente un solo instante.
Por esa causa, también había estado evitando hablar con la licenciada.
Esa mujer la estaba volviendo loca y no tenía intenciones de salir de su cabeza un segundo. La había invadido íntegramente, pero cuanto más lo resentía, era cuando Vernon se acercaba a ella más de la cuenta e intentaba corresponder ¿Qué clase de relación era esa? ¿Cuándo se había convertido en una maldita infiel con toda su mente? Se preguntó la pelicorta después de compartir la cama con su prometido, con el rostro, las caricias y los labios de Nayeon en la mente. Eso estaba tan mal...
Siete días naufragó aquello, cuando llegó un nuevo mensaje de aquella rubia mujer preguntándole cuándo podían juntarse a beber un café para hablar sobre lo sucedido. Yoo se tardó varios minutos en responder el mensaje, pero al final supuso que debería hablarlo con ella, quizás ya era hora de dejar de ignorar lo que estaba sintiendo y de indagar más profundo en aquellos nuevos sentimientos.
Se pusieron de acuerdo con un horario y Jeongyeon agradeció que Nayeon aceptara de inmediato pues, aunque quisiera engañarse, en el fondo sabía que se estaba conteniendo para no admitir que se trataba de una estúpida excusa para volver a verla.
Y temió sobre lo que pudiera suceder en ese nuevo encuentro con la mujer que había surcado su mente durante una semana.
Volver a verla se oía como una idea muy peligrosa, pero nada de ella deseaba detenerse.
Nayeon se quedó viendo hacia la madera en la puerta de la casa de Yoo Jeongyeon, hasta que el teléfono la trajo de entre sus pensamientos, al llamar su atención.
Ya estaba allí. A punto de confesar lo que sentía frente a la mujer que le importaba durante un largo tiempo. Una mujer que estaba comprometida con un hombre que percibía perfectamente que no amaba, ¿Qué podría salir mal?
El ritmo cardíaco se apresuró en su esternón, segundos después cuando Jeongyeon abría la puerta y pudo presentir su semblante incómodo/nervioso al invitarla a pasar.
—Perdóname, por haber llegado tan pronto —Musitó la profesional como saludo y detalló en la habitación, una vez le indicó que se adelantara.
—No es problema, te estaba esperando ¿Quieres algo de beber? —Levantó la mirada y la observó junto a un mueble, viendo un portarretrato de ella y Vernon.
—Tu futuro esposo es muy guapo —Habló tranquilamente.
Jeongyeon sabía que Nayeon tenía preferencia por las mujeres, había sido un curioso dato que descubrió de ella desde hacía un largo tiempo cuando lo comentó en una de sus tantas sesiones, asique su opinión sobre los hombres debía ser lo bastante genuina y objetiva, para admitir que era guapo, supuso. Aunque tenía la impresión de haberlo oído más como un reproche, que como un comentario casual.
—Supongo que sí lo es... —Respondió la pelicorta, sonriéndose nerviosa y extrañamente incómoda de admitirlo frente a ella.
—¿Falta mucho para la boda? —Consultó la rubia, sin apartar sus ojos de la imagen.
Jeongyeon meció con su cabeza.
—Tres meses —Sonrió a medias y se acercó a su escritorio, en búsqueda de algo y llamando la atención de Nayeon.
Jeongyeon se acercó a ella para extenderle un sobre. No sabía porque lo hizo, quizás porque necesitaba poner una distancia con ella. Que equivocada estaba...
—¿Me estás invitando a tu boda? —Preguntó Nayeon con asombro y tembló ante la idea de ser testigo de verla caminar al altar junto a su estúpido novio.
—Claro, tú eres... importante para mí —Dijo intentando que no sonara como lo que era, mucho más que un simple comentario de afecto, mucho más que un inocente apego, mucho más...
—¿Soy importante para ti? —Levantó la mirada después de estudiar la invitación, buscando su hermoso rostro.
—Si lo eres... —Susurró y Nayeon la miró con incredulidad.
—Pareces muy convencida de tus propias palabras —Le respondió Nayeon sin bajar la mirada.
Jeongyeon suspiró atrapada en sus ojos y Nayeon se removió tomando un sorbo del agua que ella le había servido, algún instante atrás, de la jarra que estaba sobre la mesa.
—Definitivamente ya no estoy segura de casarme... —Habló al fin, después de una inquebrantable conexión. Nayeon no se apartó de ello, un solo instante —No estoy segura siquiera de que lo amo realmente —Aquellos hermosos ojos se tornaron vidriosos y Nayeon apenas pudo parpadear, conmocionada con su repentina confesión.
—Vaya... —Murmuró y se acercó a ella, levantó su mentón para que la viera a los ojos, una vez intentó huír —¿Y por qué no le haces caso a eso que sientes y ya dejas toda esta agonía fuera de tu vida?
Jeongyeon meció con su cabeza y se limpió los ojos antes de que desbordaran.
—No logro encontrar una razón justa por la cual rechazarlo y no quiero sentirme culpable cuando... —Su voz perdió firmeza cuando la rubia irradiaba una tierna compasión, acompañada de una suave caricia en su mandíbula.
Jeongyeon suspiró ante el amable toque de sus suaves dedos, ella había soñado con sus caricias, no podía fingir que no había añorado volver a sentir su toque.
—¿Cuándo, qué? Dímelo de una vez, ¿A qué temes tanto, cariño?
—A la soledad, a no volver a enamorarme jamás, ¿Y si lo dejo ir y me doy cuenta que es el amor de mi vida? ¿Qué haré? No puedo hacerle daño, lo quiero mucho... —Susurró como si le estuviera confiando un secreto y Nayeon presionó los labios con ternura ante la confusión en sus ojos.
La Licenciada la había visto llorar tantas veces y de modos deplorables en cualquier persona, pero aún así, su corazón colmaba de ternura cuando la veía con sus ojitos agudados y su tristeza latente, provocando en ella tantos deseos de arrancarle todo de un solo beso.
—Querer no es amar, Jeongyeon... y si no hay amor, no hay tal enamoramiento, no hay futuro, no queda nada —Respondió igual de bajo —¿Y si te enamoras de otra persona? —Consultó, escalando caricias hacia su mejilla y haciendo que la viera nuevamente a los ojos —Debes arriesgar. El que no arriesga, no gana y tú debes darte la oportunidad de ser feliz. Mírate... —Acarició ambas de sus mejillas esta vez —Eres una mujer hermosa, inteligente, talentosa... no necesitas de nadie para vivir tu propia felicidad, ¿Comprendes? Tu eres suficiente.
Jeongyeon asintió intentando, mas no logrando, que sus lágrimas abandonaran el borde de sus ojos, para caer por su rostro y Nayeon la abrazó con fuerza, rodeándola con su calor.
El deseo que había crecido en su interior desde la primera vez que la había visto, se hizo presente cuando la sintió entre sus brazos, otra vez. Jeongyeon se apartó, sin correr los ojos de los suyos, una vez reiniciaron la conexión. Nayeon suspiró con nerviosismo al verla remojarse los labios de una manera inconsciente, era tan malditamente atractiva, que no podía dejar de verla.
—Ya no hagas eso...
—¿Qué cosa? —Respondió ella, mientras presentía con el pulso, como se aceleraban los latidos de su corazón.
Mordiéndose el labio, Nayeon se ilusionaba imaginando que era el de la bella mujer que la observaba fijo, como si hubiera esperado que ella fuera la que tomara la iniciativa esta vez.
Sus deliciosos labios enmarcados dejaron ir un suspiro ante la insoportable tensión que no cedía entre las dos y Nayeon no pudo ante la batalla interna contra su pobre fuerza de voluntad y el impulso salvaje de tomarla sobre esa misma mesa y apoderarse de cada centímetro de ella, hasta que le entregara su corazón.
Jeongyeon cerró los ojos y respiró con dificultad, afectada por el acercamiento de la mujer que no había podido sacar de su mente durante una semana y Nayeon no logró contenerse, se apegó contra ella y la firme pared que estaba a unos cuantos centímetros de ambas, para ceñirla contra su cuerpo, sin escapatoria alguna.
La pelicorta entendió los ojos, asombrada por su accionar, aunque sin saber cómo reaccionar al respecto. Ella también se replanteó la idea de apartarse, de detener todo aquello de una vez, pero la expectativa de volver a sentir los labios de Nayeon nuevamente contra los suyos, la dejaban sin rastro alguno de buena cordura.
La mayor presionó la cadera, dejándola sin escapatoria alguna y levantó su mirada logrando intimidarla y haciendo que sus oídos zumbaran a causa de su pulso alterado, que provocaba todo lo que se hacían sentir mutuamente. Im Nayeon había impregnado sus labios, su piel y su mente solo con un beso, y ya no podía fingir demencia, deseaba mucho más, deseaba descubrir cuánto más podía provocarle, cuanto más era capaz de sentir.
—Eso de... de remojar tus... rojos y tan suaves y... tan hermosos labios... Jeongyeon —Jadeante, mantenía la mirada fija sobre esos labios tan tentadores, esperando una sola señal para poder poseerlos a gusto.
—¿Por qué? —Susurró —¿Acaso te molesta, unnie? —preguntó pegándose a la pared, sintiendo como los senos de Nayeon la atropellaban, dejándola casi que sin razón.
Aún no lograba comprender como solo ese acercamiento la podía excitar tanto hasta el punto de que ya no le importaba en donde estaba y con quien, solo quería que la besara otra vez.
—No, para nada —Respondió empuñando sus manos contra la pared, no dando lugar a arrepentimientos mientras se desafiaban con la mirada —Pero cariño, no esperes que me comporte... —Susurró contra sus labios, atrapándolos con ansiedad y poseyéndolos con necesidad, dejándose consumir por la tentación que significaba para ella, los labios rojos de Yoo Jeongyeon.
¡Hola Tu! Yo se que te gusta esta pequeña historia♡ estaba ansiosa porque veas este capítulo...
Oye, ¿qué dices si comentas que te parece?
Intentaré terminarla más pronto, sigo puliendo detalles... Tqm, tu JazUnnie 🌻
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