ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ ᴜ́ɴɪᴄᴏ
Sentado en el sillón de aquella sala con su guitarra, un hombre de cabello rojizo con azúl metálico estaba tocando notas al alzar para ver qué salía, y así, crear una nueva canción, debido a que no tenía nada más que hacer.
Con algo de molestia, Magumo suspiró, “justo cuando tengo tiempo libre no me llega la inspiración. ¡Maldición!” pensaba aquel hombre alto con la bufanda.
Miró la libreta vacía que tenía en frente sobre la mesa de centro. No podía creer que aún no tenía nada y llevaba dos horas ahí sentado, tratando de que la inspiración llegué a él, sin embargo, el no se daría por vencido.
Luego de que Magumo lo analizara un rato, se dió cuenta de que le faltaba algo para inspirarse, una referencia o tal vez algo que lo motive.
No, más bien le faltaba alguien.
Marigo entra a la sala de estar poco después para sentarse a un lado de su pareja.
Hola cariño. - Le saluda Marigo, dándole un beso en la mejilla. - ¿Qué tal vas con tu canción?
El mayor solo suelta un suspiro de tranquilidad, por alguna razón, el amaba que la peliblanca siempre lo estuviera acompañando en sus ensayos.
Hola querida... - Saluda el pelirrojo a la contraria. - Todavía estoy en eso.
La de ojos azules sabía que a su pareja se le dificultaba escribir una canción debido a la falta de inspiración que lo invadía, así que solo se limitó a guardar silencio y estar a su lado, dejando que su marido piense tranquilamente.
Magumo observó de reojo a su mujer, y vió que en sus manos traía un libro, tal vez era una novela de terror o algo relacionado a economía, pues a ella le gustaba leer eso principalmente.
La señorita estaba cruzando sus piernas, mientras abría el libro hasta donde se había quedado, y así, continúa con su lectura. A Marigo le gustaba leer a un lado de su pareja, en especial cuando estaba tocando la guitarra o trabajando en sus investigaciones.
Mirando a la peliblanca, Magumo sonrió al verla tan hermosa como siempre, tan concentrada en su lectura como solía estar, con una elegancia hasta para mover sus dedos entre las páginas, y un aura angelical que siempre salía de ella.
El de ojos grises se le quedó viendo por unos segundos a la contraria, pensando en todas las veces en las que la miraba, incluso cuando estaban en el colegio hace unos años.
Recuerda muy bien que en esos años, no había forma en la que sus ojos no se posaran en la de ojos azules cada que tenía oportunidad. Había algo en ella que siempre lo atraía, no sabía cómo explicarlo, pero siempre terminaba encaprichado con ella.
La peliblanca miró hacia arriba, sonriendo al ver a Magumo, dándole un corto beso en los labios para ver si eso era lo que necesitaba.
Y como si fuera una señal, al pelirrojo le llegó la inspiración después de eso, y comenzar a escribir algo para componer una pequeña parte de la melodía.
Marigo no lo sabe del todo, pero la gran mayoría de las canciones que hacía su esposo eran inspiradas y dedicadas a ella. Incluso cuando ambos terminaron temporalmente en la Universidad y la chica salía con Kaneru, el contrario siempre le escribió notas y melodías, dedicadas hacia el amor que se tenían.
Tu siempre me llenas de inspiración, ¿lo sabías? - Preguntó con una sonrisa, captando la mirada de su prometida, quien le dedica una bella sonrisa. - Cuando escribo una canción, siempre estoy pensando en tí, y en tus bellos ojos, tan brillantes como un zafiro.
Ay Magumo, eso es muy lindo de tu parte... - Comentó la mujer de cabello blanco, volviendo a su lectura. - Tu también tienes unos preciosos ojos.
¿Enserio? - Pregunta Magumo.
Mmh. - Asiente la chica, mirando brevemente a su pareja. - ¿Por qué crees que me enamoré de tí? Por tu mirada seria, honesta y decidida...
El contrario sólo pudo dejar con cuidado su guitarra a lado del sillón, mientras comienza a rodear a su esposa con los brazos. El de ojos grises amaba cuando ella le decía cosas positivas sobre él.
Magumo no lo sabe, pero Marigo también siempre piensa en él cuando están separados.
La de cabello blanco aún recuerda cómo tomaba inspiración en su marido para escribir un poco en sus tiempos libres, describiéndolo como el hombre ideal en sus novelas de romance y sus cartas de amor que nunca le había mandado por pena, cartas que al día de hoy, Marigo conserva en su anterior casa.
Marigo nunca logró ser una escritora como soñaba de pequeña, debido a que descubrió otra pasión y carrera que le gustaba más, así que la mayoría de sus escritos sólo han sido recuerdos de ella y viejas historias que guardaba en su biblioteca personal.
Aunque ambos no lo sabían, eran la inspiración del contrario, lo que los motivaba a seguir haciendo lo que más le gustaba en esta vida.
Marigo... - Llama el mayor, mientras le da un beso en la mejilla derecha a la contraria.
¿Sí? - Responde la de ojos azules.
Te amo, mi bello diamante. - Le dice el mayor, el cual estaba todavía abrazando a su esposa y le daba besos de vez en cuando.
Yo también te amo Magumo. - Termina por decir la contraria, disfrutando del abrazo que su pareja le daba.
- ℛℴ𝓈ℯ𝓏ℴ𝓃ℯ𝓈.
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