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Ambrosía

Advertencias: Intento de asesinato, y besos a lo desgraciado.

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—No quiero casarme, la señorita de nombre extraño es bonita pero definitivamente no me casaré con ella —exclamó Dazai, pero había cierto desinterés en sus palabras.

—Usted fue quien la invitó al baile de hoy —murmuró Mori con obviedad—. No tiene que pedir su mano, pero le daré un consejo para el futuro; la mayoría de reyes no aman a sus esposas, lo que trato de decirle es que si tiene la obligación de tener herederos, deberá poner el deber antes que su persona.

El castaño susurró al inaudible, hasta que su propio tono se hizo más fuerte—. Tengo dieciocho años, no necesito herederos por ahora.

—¿Puedo preguntarle su plan para el futuro?, todos somos conscientes de que necesitará alguno en unos años —era incómodo para ambos—. Su padre tuvo una noche con un amante masculino, no es algo de qué avergonzarse, pero el no tener hijos sí.

—¡No hables del viejo! —se molestó tanto que soltó un gruñido—. Nunca quise ser rey, solo se me daba hacer todo bien y ella quiso tener al heredero perfecto.

—Su madre lo amaba, lo sé porque la ví abrazar su estómago con devoción cuando le dieron la noticia —el mayor estiró una carta, estaban revisando asuntos con el extranjero—. Debe dar un buen discurso al tomar a su esposa, la noble que viene de Alemania resulta ser familiar lejano de la madre de Fyodor, una mujer encantadora hasta para mi percepción, pero escasamente comparable con su madre, el rey tenía gustos extraños.

—Ambos sabemos que eras un mocoso libertino antes de tomar el hábito —Dazai le dió una sonrisa a medias—. Y no hables de ella, es desagradable pensar en mi madre.

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Fyodor ya había enviado algunas cartas al general Gogol, quien contaba con más de cincuenta mil hombres y una prima lejana heredera del título nobiliario de su región, una persona fácilmente dócil con el albino y que al ser familia no dudaría usar su influencia en el país vecino.

El de ojos amatistas sabía perfectamente que su medio hermano lo enviaría a casa con el doble de vigilancia que antes, así que en sus últimos días en la corte debía envenenar a todos tanto como pudiera. Quizás Dazai abdicaría el trono antes de empezar el golpe de estado.

Fyodor no quería que lo matarán, genuinamente tuvo afecto por Osamu cuando lo vió en un retrato un año después de su nacimiento. Era un bebé redondo, rosado, y muy agradable para el ojo. Era su hermanito, pero esa fraternidad se volvió oscura al notar que jamás heredaría la corona que su padre le prometió desde los cuatro años, todo por ese bebé.

Su madre por su parte estaba complacida con la decisión de mantener a Fyodor como un bastardo, pues de ser legitimado recibiría un sinfín de burlas. Y el muchacho pálido supo que todos a su alrededor eran idiotas, creyeron que Fyodor masticaba más de lo que podía comer, pero estaban equivocados.

Su padre le tuvo miedo cuando por cólera enfermó y no pudo levantarse de la cama por una semana. La horrorosa noticia de que su bastardo trató de asesinar a su hijo lo hizo rabiar de coraje, pero al encontrarse con los ojos vacíos del joven adulto, se vió reflejado en la ira del joven.

El rey tarde se dió cuenta que sus hijos sacaron la peor parte de él, Dazai era un demonio, pero tenía más carisma, e incluso racionalidad que Fyodor, así que con pesar obligó al bastardo a pedirle disculpas de rodillas al niño de doce años. El castaño lo miró sin expresión alguna “No te reconozco como hermano” dijo y dió la vuelta dejándolos sin habla.

Saliendo de sus recuerdos preparó sus maletas, pues ciertos tipos de veneno debían manejarse con cuidado que los siervos no tenían. Esa noche se daría una especie de baile para anunciar una noticia importante a todo el reino, se vistió con los colores del antiguo rey, porque no importaba si era un monstruo, era su padre.

Un precioso salón decorado con flores, velas y telas en las cortinas. Todos iban de blanco, al parecer eran la moda traída de Francia, Chuuya con los colores de su casa se sentía fuera de lugar, un traje hecho a su medida en color azul zafiro lo destacaba de la mayoría.

Vió de reojo a Dazai, el castaño tenía esa expresión aburrida en la cara, mientras la joven pelinegra que sostenía su brazo estaba al borde de la felicidad. Que raro era verlo así: tan callado y galante sin querer serlo. La copa se quebró en la mano de Nakahara, fue entonces que notó la fuerza de su agarre.

Llamó la atención de todos, incluidos a la pareja, su mano comenzó a sangrar por el corte. Un siervo se acercó junto a su guardia para tratar de parar el sangrado, pero la mano del castaño sostuvo la suya con placer.

El rey había corrido diez metros en velocidad record para ver su estado—. Esto se ve mal, ven, iremos con el alto septo.

La muchacha de acento raro lo miró con angustia—. ¿Está bien, príncipe Chuuya?, es mucha sangre y seguro que…

Antes de responder para calmarla el rey apretó su puño libre—. ¡¿Ves que está bien?! ¡Todos son unos inútiles! —arrastró unos metros al más bajo, hasta que con enojo apartó al castaño de un empujón.

—Puedo ir solo, idiota, regresa con tu pareja —en la mente de Chuuya, Dazai le jugaba una broma para hacerlo sonrojar frente a los invitados, y peor aún, le gritó a una mujer por tratar de hacerlo ver débil.

“Ese enano, ¿cómo se atreve a tratarme así después de ayudarlo?” los pensamientos de Dazai fueron aislados al ver gotear las manchas carmesí por el suelo de mármol, y sin dudarlo siguió al príncipe hasta la oficina del alto septo, donde el hombre leía la biblia y bebía té.

—Es un baile emocionante si me traen a un paciente, vamos a revisarte esa mano —con una sonrisa los invitó a sentarse frente al escritorio—. El rey quiere quedarse a ver aunque tenga poca tolerancia al dolor ajeno, bueno, casi todo.

El vendado entrecerró los ojos—. Algo así, pero estamos aquí por la babosa…

—¡Jodete! ¿No estabas con una dama antes de venir a molestar? —exclamó el pelinaranja. Mori soltó una risita y con sus utensilios revisó la herida—. No es nada grave, solo que este deserabrado hizo un escándalo.

El de ojos violetas desinfectó el corte sin interés en su historia, pues ya se imaginaba lo que pasó—. Lo vendaré y puede volver para bailar con una bella mujer de la corte…

—Claro que no volverá, está herido —aclaró Dazai—. Haré que vuelva a su habitación y esté bajo cuidados.

Chuuya se puso de pie, con su mano libre tomó el cuello de Osamu presionando fuertemente—. Vete a la mierda, rey de los idiotas.

—Creo que daré una vuelta para decirles a los invitados que está bien —”y que no los esperen” pensó Mori, abandonó la sala haciendo más notable la tensión entre ambos.

—Perro mal agradecido, cuando alguien se preocupa por tí debes dar las gracias —pudo decir entre jadeos, al verlo acercarse más ya estaba casi salivando—. Suéltame, fea babosa.

—No sé cual sea tu jodido juego, pero no me interesa si finges preocuparte por mí más allá de ese estupido acuerdo de concubinato —el de ojos zafiro no lo soltaba por una única razón: quería detallar su cara nuevamente, bajo la luz de la luna que se filtraba por los cristales de color azul y amarillo. Una vez lo hizo y alcanzando a distinguir el éxtasis del otro lo soltó—. Deberías irte, es mal visto que dejes a una dama así.

Osamu era débil a su belleza, a sus palabras que lejos de ser encantadoras eran un recordatorio de lo que era. Se puso de pie lentamente para después estrellar al más bajo contra la mesa con rudeza—. Hablas mucho, debería callarte.

Nakahara tenía la fuerza suficiente para derribarlo y golpearlo, pero no lo hizo, solo respiraba con dificultad, como si el oxígeno fuera robado por el joven rey—. Eres un idiota —murmuró al sentir la mano apretarse en su cadera.

Dazai se inclinó logrando así besarlo con desespero, estaba necesitado de Chuuya en esencia. Nunca antes probó nada igual, y eso lo frustraba, porque si Chuuya se iba se quedaría con el sabor amargo para siempre. Su mano libre viajó al escritorio para tener más control sobre ambos, al mismo tiempo que las manos de Nakahara subieron a su cabello para tirar de él con deleite.

Una vez necesitaron respirar fue que se alejaron unos centímetros para jadear y volver a unirse, el control era claramente de Osamu, pero quien guiaba el beso era Chuuya. Pasados unos minutos ambos se recompusieron, Dazai ayudó al más bajo a enderezarse.

Limpiando la saliva con el dorso de su mano sana, Nakahara buscaba palabras para lo sucedido—. Oye, en realidad no creo que debamos hablarnos por un tiempo.

—Estás duro —Dazai soltó una carcajada sin importarle que él también tuviera una erección entre las piernas.

Chuuya quiso gritarle, pero verlo reír tan alegre era invaluable.

Ambos eran su propia ambrosía.

Notas de la autora:

Tiempo sin actualizar (como dos semanas) pero la escuela me tiene empinada y sin moverme, ya no quiero vivir mi sueño universitario.

En otras cosas, andaba horny, necesitaba escribir esto.

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