El sol de la mañana se filtraba por las cortinas entreabiertas, iluminando el rostro adormilado de Iván. Un leve dolor de cabeza lo recordaba la noche anterior, la borrachera que lo había sumido en un mar de olvido y confusión.

A su lado, Osvaldo dormía tranquilo, ajeno al torbellino de pensamientos que invadían la mente de Spreen. Una inquietud creciente se apoderaba de él, una sensación de desconcierto que no podía explicar.

Se levantó con cuidado, tratando de no perturbar el sueño de Osvaldo. Una extraña certeza lo empujaba hacia el baño, donde encontró un test de embarazo olvidado en el fondo del cajón. Sin comprender del todo por qué, decidió usarlo.

El tiempo parecía detenerse mientras esperaba el resultado. Dos líneas rosadas aparecieron lentamente, revelando una verdad oculta que lo dejó atónito. Iván, un hombre, estaba embarazado.

La incredulidad lo invadió, su mente luchaba por comprender lo imposible. ¿Cómo podía ser que él, que había crecido sin saber que los hombres también podían llevar una vida dentro de ellos, ahora estuviera esperando un hijo?

Un maremoto de emociones lo sacudió: sorpresa, miedo, asombro. ¿Qué significaba esto para él, para Osvaldo, para su amistad? ¿Cómo enfrentarían juntos este nuevo capítulo en sus vidas?

Osvaldo se despertó con el ruido de la puerta del baño, encontrando a Iván de pie, con el test de embarazo en la mano y los ojos llenos de incertidumbre.

—Iván, ¿qué... qué está pasando?— Osvaldo preguntó con voz entrecortada, sin comprender lo que veía.

Iván lo miró fijamente, con una mezcla de temor y determinación. —Osvaldo, creo que estoy embarazado. No sé cómo, pero lo estoy.—

Osvaldo quedó en silencio, su rostro reflejando una mezcla de sorpresa y preocupación. Por un instante, el mundo de ambos pareció detenerse, suspendido en la revelación de una verdad que cambiaría sus vidas para siempre.

En la mañana en que la verdad oculta salió a la luz, Iván y Osvaldo se enfrentaban a un futuro incierto, lleno de desafíos y descubrimientos.