La exhibicionista Chou Tzuyu
Jeongyeon siempre ha tenido curiosidad por su compañera de trabajo, siempre la ve callada en su oficina; leyendo los informes y redactando escritos para sus clientes. Siente mucha curiosidad por ella, pues ha tenido la fortuna de trabajar con ella un par de veces y cuando la mira en acción en los juzgados, toda calma desaparece.
Tzuyu alza la voz cuando es necesario, su mirada tan fría hacía el acusado y el abogado que defiende a una bestia; a un violador. Jeongyeon y ella llevan en este caso alrededor de dos semanas, pocas para conocer a la mujer que llegó hace apenas unos meses al buffet y Jeongyeon se muere de curiosidad por conocerla más, ser su amiga.
—Necesitamos que él estúpido cometa un error en la declaración, así podré darle por donde no se lo espera. —La voz de Tzuyu es tranquila, pero llena de odio y rabia, Jeongyeon sabe que se involucró de más en el caso, pero es comprensible. Si fuera por Jeongyeon ella misma le cortaría el pene a ese animal.
—Confío en que lo harás dudar, das miedo estando enojada, Chou. —Jeongyeon dice mientras se levanta de la sala de juntas y posa brevemente la palma de su mano sobre el hombro de la taiwanesa.
Tzuyu se sonroja, no está acostumbrada al contacto físico y menos de alguien a quien conoció apenas hace dos semanas, pero no dice nada y deja que la mano caliente de Jeongyeon deje su hombro. Yoo Jeongyeon es prácticamente su jefa, lleva más de siete años trabajando para la empresa y es una de las mejores abogadas penales que hay entre todo ese montón de imbéciles con traje y corbata.
Llega el día donde la declaración final será dictada por el juez, después de que ambas partes interroguen al acusado. Tzuyu se prepara desde hace días, no puede dejar que un monstruo como ese salga libre, no cuando hay más de tres denuncias en su contra.
Jeongyeon siguió el caso de cerca, pues era el primero de gran magnitud para la taiwanesa y quiere que todo salga bien. Tzuyu tiene mucho potencial a pesar de solo tener veinticinco años.
El lugar se llena de pequeños murmullos cuando el hombre entra a la sala, todos mirándolo con odio, con resentimiento; como si él le hubiera hecho daño a todas las personas ahí. No es para menos, Hyung Jinsong ha hecho mucho daño, pero Chou Tzuyu se encargará de hundirlo en la miseria.
—Orden.
La voz del juez retumba y hace que todos en la sala guarden silencio. Tzuyu suspira y Jeongyeon a un lado de ella le aprieta una de sus manos. Tzuyu se tensa, otra vez contacto indeseado, pero que contra ella; la tranquiliza.
—Por favor, abogado defensor comience con sus preguntas.
Tzuyu se enfurece al escuchar toda la mierda que sale de la boca de aquel abogado, se le seca la boca cada vez que beneficia al hombre con preguntas bien pensadas y formuladas. Tzuyu se vuelve loca cuando ve al juez asentir ante una respuesta dada por Hyung. Tzuyu comienza a sudar.
—No tengas miedo, pequeña. —El aliento de Jeongyeon golpea su oreja. Normalmente lleva el cabello suelto, pero hoy ha decidido dejarlo en un chongo perfectamente recogido, por lo que la voz de Jeongyeon se cuela entre sus entrañas, hace que se le erice la piel.
“Pequeña”
A Tzuyu le gusta la manera en la que Jeongyeon le llama, cariñosa y melosa. Como un tarro de miel cerca del fuego, caliente y peligroso.
—Licenciada Chou, puede comenzar. —El juez la saca de ese trance, sacude la cabeza y se pone de pie. Su falda lápiz enfundando esas piernas tan largas y su camisa abotonada un poco más arriba de sus pechos hace que Tzuyu se vea increíblemente agraciada, elegante y delicada.
A Jeongyeon le encanta el porte que tiene en su espigado cuerpo, le gustaría tomar una copa con ella.
Los tacones resuenan en el piso, Tzuyu cierra los ojos e inhala profundamente, era hora de llevar a este cabrón a la cárcel. Una serie de preguntas directas golpean al acusado, no tiene tiempo de formular una respuesta cuando Tzuyu lo ataca con otra, poco a poco sus mentiras van cayendo, una por una.
—Yo no estaba en ese lugar aquella noche. —Hyung se agita, sudor frío corre por su cuello.
Tzuyu deja caer sus palmas sobre el estrado, lo hace ruidosamente y ella también se agita, los mechones de su cabello pegados a sus sienes debido al sudor causada por la adrenalina y el coraje, su pecho subiendo y bajando.
—Entonces dígame, Hyung ¿por qué el encendedor con sus iniciales estaba en el baño del club donde la víctima de diez y ocho años fue abusada? —El silencio inunda el lugar, la tensión crece.
Jeongyeon observa con fuego en sus ojos a una nueva Tzuyu, una Tzuyu agitada, enojada y sudorosa y aunque Jeongyeon es estrictamente profesional, la suavidad de la voz de su compañera contrastando con lo enloquecido que está su cuerpo la pone caliente.
Un pasante sale de las sombras del juzgado, en su mano se encuentra una bolsa transparente que se encuentra sellada. Dentro de la bolsa se encuentra un mechero dorado con las iniciales “HJ” en color negro.
—Su señoría, la fiscalía encontró este encendedor hoy por la tarde en el tercer cateo del lugar, ruego en todas mis capacidades mentales y profesionales que no deje a esta persona en libertad.
Todo termina.
Después de algunas protestas del acusado, el juez lo declara culpable. Tzuyu aprieta los puños y trata con todas sus fuerzas de mantenerse bien, pero le es imposible sentir euforia al ganar su primer caso importante y sobre todo de hacer justicia.
—Bien hecho, Tzuyu. —Jeongyeon le abre los brazos a la taiwanesa, quien duda un poco pero termina accediendo a esa muestra de afecto inocente.
Eso cree.
—Déjame invitarte un trago, pequeña. —Tzuyu se sonroja, ese apodo de nuevo. Se separa de los brazos ajenos, pasa su mano por sus mechones rebeldes que han sido revueltos por la tensión de hace unos minutos y suspira.
—No lo sé, Yoo.
—Vamos, conozco un lugar que te encantará.
Tzuyu muerde sus labios, frente a ella, una mujer mayor invitando por alcohol. Es de las pocas veces que Tzuyu ha visto a Jeongyeon en vestido, y no en uno cualquiera. Es largo y le llega a la mitad de las pantorrillas, pero es tan ceñido que hasta se puede ver como el sostén se marca un poco en la espalda. Abraza tan bien las curvas de la abogada que Tzuyu tiene que apartar la vista de su cuerpo más de la cuenta.
Terminan en una especie de bar, de esos que son elegantes y en vez de taburetes y mesas flojas, tienen mesas de materiales caros, las sillas son costosas y Tzuyu se preocupa por la cuenta cuando ve la carta de tragos. Ambas están sentadas en una orilla del bar, donde hay un gran banco extendido, así que están juntas.
Cerca.
—Para mi sería el mejor whisky que tengas. —Jeongyeon le dice al mesero que se acerca para tomar su orden.
—A mí tráeme una copa de vino tinto, también de lo mejor que tengas. Gracias.
Se quedan solas, el bar está relativamente vacío, es martes. La música de fondo es un jazz muy tranquilo con notas que agudizan los sentidos de Tzuyu, la pantorrilla de Jeongyeon rozando levemente la suya la pone nerviosa.
—Estuviste excelente en el juicio. Tienes mucho talento.
—Muchas gracias, Señora Yoo. Aprecio mucho el comentario y más viniendo de usted. Gracias —Le dice al mesero cuando llega con sus bebidas.
—La verdad es que desde que llegaste al buffet tuve mucha curiosidad sobre ti. No somos muchas mujeres, pero ver llegar a una más siempre me motiva a seguir abriendo paso. —Jeongyeon toma una pausa para beber un trago del licor que está en ese vaso de altura baja. El whisky le quema la garganta, pero suspira cuando el sabor se queda en sus labios.
La mirada de Tzuyu es muy obvia, viéndole los labios, pasando saliva fuertemente y sus ojos revoloteando entre sus belfos y el escote que le hace el vestido. —Cuéntame de ti, Tzuyu.
Ella lo hace, lo hace con detalle pues las copa de vino se convirtió en su tercera, así que se le quita lo reservada y empieza a sonreír más seguido y Jeongyeon se siente engatusada por la mirada cada vez más sugerente de Tzuyu.
—¿Ya estás borracha, Tzatán? —Jeongyeon menciona el apodo que le pertenecía a Tzuyu en la universidad y la mencionada suelta una suave risa. Le presta atención.
—No, aunque debo decir que el alcohol hace que tenga mejores habilidades sociales. —Tzuyu está consciente, siempre lo ha estado. Desde que le platicó a Jeongyeon sobre su infancia y cuando la contraria le dio permiso de tutearla.
Jeongyeon ríe ante eso, intencionalmente deja caer su mano suavemente sobre el muslo de Tzuyu, tratando de leer cualquier indicio de incomodidad. Para su sorpresa Tzuyu abre ligeramente las piernas, permitiendo que la mano de Jeongyeon acune su rodilla sin problemas.
—Tzuyu ¿tienes novio? —la taiwanesa la mira a los ojos, intenso. Como esa mirada que tuvo en el juzgado más temprano —¿o novia?
—Estoy soltera, Jeongyeon. ¿Por qué? —pregunta Tzuyu tomando la copa de vino mientras la lleva a su boca, bebiendo un poco del líquido rojo. Jeongyeon la observa, algo ha cambiado en la mirada de Tzuyu.
—Sólo preguntaba.
—¿Y tú?
Hay un silencio antes de que Tzuyu pregunte otra vez.
—¿Estás soltera, Yoo?
—Felizmente divorciada. —Jeongyeon sonríe. Algo se avecina, su mano no ha dejado la piel de Tzuyu y puede sentir como la temperatura entre ellas aumenta.
—Así que tienes experiencia. —Tzuyu afirma, mientras se acomoda de nuevo en aquella banca extensa. —Desafortunadamente, yo nunca he estado con una mujer.
—Mmmmm. —Es lo único que dice Jeongyeon mientras aprieta la rodilla de Tzuyu y comienza a trazar círculos sobre la sensible piel que se eriza en cuanto los dedos suaves de Jeongyeon hacen patrones indescifrables.
—¿Y tú?
—He estado con algunas.
Silencio.
Tzuyu se pega a Jeongyeon y por fin descruza las piernas y planta los tacones en el suelo, Tzuyu se abrió para Jeongyeon.
En un bar.
Un lugar público.
—Tzuyu, no podré detenerme.
—No quiero que lo hagas.
Jeongyeon sube su mano, mientras recarga su otro brazo en la mesa, cubriendo ligeramente con su torso la actividad que está por suceder ahí mismo. El bar sigue medio vacío y ambas abogadas están dispuestas a llegar hasta donde se les sea permitido.
Tzuyu se inclina hacía Jeongyeon, posa un corto mechón de cabello en su oreja y le susurra. —Ya estoy mojada.
A Jeongyeon le eriza la piel y como de costumbre, siente que su sangre hierve. Sin esperar mucho más, su mano se encuentra acariciando sobre las bragas húmedas de Tzuyu. La falda de la taiwanesa se encuentra levemente enroscada debido a la mano traviesa de Jeongyeon. A Tzuyu se le sale un jadeo, casi silencioso y Jeongyeon se pregunta si cuando esté llegando al orgasmo será igual de silenciosa.
—Voy a follarte.
Tzuyu no pone resistencia y se relaja contra el asiento. En el fondo ella siempre había soñado con algo así. Con su personalidad tranquila y a veces competitiva, muchas personas no la creen capaz de ser audaz y sensual. Tzuyu es ambiciosa con sus parejas sexuales y le gusta experimentar, y el estar en un lugar público siendo tocada directamente en el clítoris por una mujer, la vuelve loca.
Jeongyeon por otra parte se asegura de lubricar bien sus dedos y de observar en todo momento a la abogada más jóven, su ceño se frunce y los sutiles hoyuelos de sus mejillas se marcan aún más debido a la luz tenúe que hay en el bar. Baja un poco sus dedos, acariciando sus labios menores y con cuidado desliza uno de sus dedos entre las paredes de Tzuyu.
—Mmmhgm, eso se siente bien.
—Mis dedos siempre se sienten bien, pequeña. Eres una suertuda, la mayoría me ruega porque se los meta.
—Supongo que también te gusto entonces. —Dice Tzuyu mientras se sacude ligeramente ante las embestidas que le proporciona Jeongyeon, nada violento o rápido. Por ahora. Se sostiene del cuello de la mayor y cierra los ojos ante la estimulación.
—Lo suficiente para estarte masturbando bajo la mesa, querida.
El mesero que las atendió se sorprende al ver lo que sucede en la mesa del rincon. Traga saliva y comienza a sudar. No quiere que una erección indebida aparezca. Su jefe lo manda a detener la situación cuando ambas mujeres comienzan un beso fogoso.
El chico puede ver las lenguas mezclando y también puede ver las caderas agitándose ligeramente, no quiere interrumpir pero es eso o su trabajo.
—Estoy llegando —Tzuyu suspira, bajito con los labios entre sus dientes. Aguantando sus jadeos.
—Señoritas, lamento interrumpirlas.
Jeongyeon saca la mano de la falda de Tzuyu a una velocidad impresionante y esta se queda con un fuego entre las piernas que no puede controlar, siente que no podrá caminar por la sensibilidad de no obtener su orgasmo.
—¿Qué necesitas? —Jeongyeon se echa el cabello hacía atrás, mientras Tzuyu se esconde en su espalda, demasiado apenada, demasiado excitada.
—Mmmm… no pueden tener ese tipo de actividades aquí.
—Bien.
Jeongyeon saca de su bolso cuatro billetes de doscientos dólares y los pone sobre la mesa para después arrastrar a una frágil Tzuyu a su auto.
—Vamos a mi apartamento. —Tzuyu dice cuando llegan al auto de Jeongyeon.
—Tengo un problema con mandar y esas cosas ¿eso está bien para ti? —Comenta Jeongyeon mientras le abre la puerta del copiloto a Tzuyu.
—Mierda, puedes hacer lo que quieras conmigo, Jeongyeon.
Ambas están en el auto ahora, Tzuyu pone el gps para que Jeongyeon las lleve a su departamento. Tzuyu se retuerce en el asiento, el casi orgasmo la ha dejado muy sensible. Jeongyeon la ve de reojo, pero no puede hacer nada, no quiere arriesgarse a un accidente vial por una imprudencia.
—Tócate si tan desesperada estás.
Tzuyu lo piensa, pero el alcohol que consumió, la adrenalina y la calentura se juntan en su pecho. Así que hace lo único que piensa que es razonable. Levanta su falda hasta su cintura y baja sus bragas, Jeongyeon observa como Tzuyu mete dos de sus dedos sin más. Supone que le ha dolido debido a la falta de lubricación pero eso no la detiene pues las embestidas son fuertes.
—Dios mío, Jeongyeon. Me tienes haciendo lo impensable.
—¿Te correrás pronto? —pregunta Jeongyeon, mientras gira el volante como si fuera un martes normal en su vida. Como si su compañera de trabajo no estuviera con sus dedos en el fondo de la vagina, en el asiento de acompañante de su auto.
—Sí, se siente bien.
Tzuyu se siente cerca de nuevo, pero el auto se detiene y Jeongyeon toma su mano sacándola de sus paredes.
—Hemos llegado.
Tzuyu quiere llorar, se siente tan sensible y se le ha negado el orgasmo dos veces en menos de veinte minutos.
Ambas bajan del auto y se apresuran al departamento de Tzuyu. Cuando llegan a la puerta y Tzuyu tiene que abrir; Jeongyeon se le pega como sanguijuela. Pega su culo a la pelvis ajena y da pequeños empujones.
—Si sigues así tendrás que follarme aquí mismo.
—Puedo ver que te gusta ser exhibicionista.
—Por ti abro las piernas donde sea. —dice Tzuyu mientras abre la puerta. Sin esperar nada, ni un momento, ya se encuentran en la habitación. Jeongyeon se desnuda rápidamente, pero Tzuyu es más rápida y ya está solo con bragas.
—Me merezco un orgasmo.
—Lo tendrás, pequeña.
Jeongyeon recuesta a Tzuyu sobre la cama, se acerca y se besan. Los labios de Tzuyu son suaves y ella piensa que los del cielo se asemejan a las manos de Dios, perfectos. El beso escala rápidamente y ahora Tzuyu se siente tan deseosa que los gemidos se intensifican, salen más seguido pero aún así son bajos.
Jeongyeon se separa y reparte besos por todo el cuerpo de la abogada más joven, su estómago no es completamente firme pero se contrae con cada beso que los labios de Jeongyeon deja en ella. Tzuyu lleva las manos al cabello de Jeongyeon.
—Suelta mi cabello, mantén las manos sobre tu cabeza. Si me desobedeces te castigaré.
Tzuyu no dice nada pero lleva sus brazos hacía arriba, por un momento pensó que sería fácil, pero cuando Jeongyeon le abre las piernas bruscamente y se la empieza a comer con fervor, ella se quiere aferrar a algo.
—¡Joder, pero que manjar eres!
—Jeongyeon —un suspiro acompaña el nombre de la mayor. Tzuyu se siente sobre estimulada, no cree poder aguantar mucho. Se aferra a las sábanas a su alrededor, quiere tomar la melena de Jeongyeon y jalarla contra ella, pero no quiere ser castigada.
O sí.
Tzuyu se aferra a Jeongyeon y sin avisar, comienza a retorcerse. Su orgasmo llega a ella cuando Jeongyeon le chupa el clítoris con la lengua. Todo se vuelve húmedo y los jadeos débiles de Tzuyu retumban en los oídos de Jeongyeon.
—Oh, Chou. Eres una chica mala. —Jeongyeon se ha levantado de entre sus piernas mientras Tzuyu se encuentra descompuesta, quien se sorprende cuando su cuerpo es jalado bruscamente. De un momento a otro se encuentra boca abajo sobre las piernas de Jeongyeon.
—¿Jeongyeon? —pregunta la taiwanesa al solo sentir como sus nalgas son amasadas, está a punto de hablar otra vez cuando un azote realmente fuerte le pone los ojos llorosos.
—Eres una maldita desobediente, pensé que eras una pequeña. Alguien buena.
—Lo soy. —Pero Tzuyu ha mandado a la mierda a Jeongyeon cuando le dio aquella orden. No le interesa nada cuando un segundo golpe llega a ella. Está segura que su culo está rojo.
—No lo eres, ni parece que eres tan puta detrás de esa mirada tímida y la voz calma. — Jeongyeon le jala el cabello, no fuerte pero sí firme y le pasa las uñas por la espalda. Adora la piel canela de Tzuyu y la adora aún más cuando se pinta de rojo.
Como cuando en la oficina, sus mejillas se tiñen de rojo.
Como cuando le metió la mano en la falda hace una hora.
Como cuando todo su cuello se puso rojo en su auto.
—Mañana no te podrás sentar a redactar informes, Tzuyu.
Tzuyu suelta un grito cuando es aventada a la cama una vez más, siente que Jeongyeon se está poniendo muy brusca, pero Tzuyu no piensa parar ahora. Jeongyeon se coloca sobre ella y toma su mano derecha.
—Cógeme.
Tzuyu le mete los dedos. Jeongyeon está tan mojada, tan lubricada cuando empieza a saltar sobre esos dedos finos, esos dedos que la están volviendo loca. Jeongyeon, en comparación de Tzuyu, tiene la voz grave y firme, por consiguiente sus gemidos varían entre agudos y graves, pero al final muy claros.
—Cuando te vi en el juzgado, solo pude pensar en este momento.
—¿La grandiosa Yoo Jeongyeon imaginando que se folla a la chica nueva?
—Pensé en lo sexy que te ves enojada, quise ponerte a sudar y lo estoy logrando. —Los dedos de Tzuyu llegan muy lejos dentro de Jeongyeon, y cuando está se inclina y sostiene la mandíbula de la contraria, Tzuyu siente que puede correrse solo con eso.
—Sigue así, bebé. Me encanta ver como te rebotan los senos. —Jeongyeon se mueve con más fervor. Las sábanas color azul cobalto se ven empapadas de sudor. —¿Me vas a coger en la oficina?
—Lo haré, sobre mi escritorio.
Jeongyeon se está acercando, esa sensación de presión en su estómago, los dedos ajenos golpeando cada vez más fuerte dentro de ella. El sudor y el calor de Tzuyu. Jeongyeon llega estrepitosamente, con sudor cayendo de su frente y sus pezones sumamente erectos.
—Ahhh… Tzuyu.
Tzuyu está fascinada, lo Diosa que es Yoo Jeongyeon, tan lujuriosa y vulnerable en este momento, empalandose a sí misma aún después del orgasmo. Tzuyu quiere más.
—Vamos a la ducha.
Con las piernas temblorosas llegan al chorro de agua, Jeongyeon pega a Tzuyu contra la pared de espaldas a ella, está frío pero ella solo puede empinar el culo. —Te voy a comer completa.
Tzuyu solo siente que Jeongyeon lame su anillo apretado, el agua corriendo entre sus cuerpos hace que todo sea más fácil, más húmedo. Jeongyeon la penetra con tres dedos, la vagina apretando y contrayéndose ante la estimulación, pero Tzuyu solo se echa hacía atrás.
—¿Me dejas follarte por el culo?
—Jeongyeon, Jeongyeon. —Eso no fue un sí, así que prefiere no hacerlo y seguir con la penetración vaginal, pero cuando Tzuyu busca a tientas su mano desocupada y la lleva a su culo a Jeongyeon le brillan los ojos.
—Oh, Tzuyu ¿te gusta que te follen en público y por el culo? Vaya cachonda...
—Mételos ya.
—Lo que ordenes.
Tzuyu siente que su ano es expandido, un dedo intruso es suficiente para que caiga por el borde. Jeongyeon está de rodillas a la altura de su culo con ambas manos dentro de ella. Tzuyu siente su vagina ser atendida espléndidamente, no puede soportarlo más.
—¡Grita para mi!
—Yo… yo no grito, no alzo la voz. —Tzuyu no miente, nunca ha sido ruidosa ni en su vida cotidiana ni en el sexo.
—Lo harás, pequeña.
Jeongyeon acelera el ritmo y a Tzuyu se debilitan las piernas, ambos orificios siendo llenados completamente; Tzuyu echando sus caderas hacía atrás cuando Jeongyeon curva sus dedos y llega al punto G, mientras que en el culo solo siente contracciones.
—¡Grita mi nombre, maldita sea!
Las embestidas suben el ritmo y ahora Jeongyeon se folla a Tzuyu salvajemente; poco a poco sus gemidos se vuelven agudos, altos e incontrolables.
—¡Jeongyeon por Dios! —Tzuyu comienza a gritar cuando un poderoso orgasmo se apodera de ella, los dedos de los pies se le enroscan y sus manos se aprietan fuertemente contra la pared. Jeongyeon puede distinguir la humedad de la ducha con la del orgasmo de Tzuyu.
—No voy a parar.
—Jeongyeon por favor. —Jeongyeon la penetra aún después de todo, lento pero fuerte y Tzuyu llega una vez más, esta vez en silencio pero con la boca abierta y los ojos llorosos. Jeongyeon le ha sacado el dedo del culo pero deja una mordida en una nalga.
Tzuyu la tiene que apartar, porque siente que si tiene otro orgasmo se va a desmayar. Jeongyeon se levanta del suelo; sus rodillas rojas, su pecho rojo y una sonrisa tan cínica.
—Sí gritaste.
—Lo merecías.
Tzuyu la atrae a un beso, y así entre mimos en la ducha aquel martes de rutina se termina.
Tzuyu se vuelve constante en la vida de Jeongyeon y como prometió, follaron en la oficina. Siguen follando como animales salvajes de vez en cuando, porque Jeongyeon ama ver como Tzuyu se descontrola.
En una ocasión se la folló en un parque, otra en los baños de la fiscalía. La semana pasada en el cine y así en todos los lugares posibles.
Y es que Tzuyu descubrió dos cosas aquel martes, que era bisexual y exhibicionista.
Personalmente no soy partidaria del unnielinexTzuyu, pero como el personaje no es absolutamente nada en comparación de esos a los que hacen referencia con mi hermosa Chewi (y que tanto me desagradan), así que me gustó este resultado♡
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