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𝒞𝒶𝓅í𝓉𝓊𝓁𝑜 21.

Después de horas y horas de espera, Alice fue enviada a casa luego de la resonancia magnética. Nos dijeron que a causa de la metida de pata que su medico había hecho al no enviarla para una resonancia magnética antes que ellos solicitaran que los resultados fueran dados tan pronto como fuera posible.

Esto todavía significaba una espera de hasta dos semanas. Al final esperamos diez días, y esos diez días fueron terribles. Una especie de entumecimiento vacío cayó sobre todos nosotros mientras todos los peores resultados corrían a través de nuestras cabezas. Fui a ver a la Dra. Pritchard pero ni siquiera me atreví a hablar sobre lo que estaba pasando conmigo. Ha sido una sesión tranquila.

Los diez días fueron tranquilos, los tres sentados en el apartamento, recibiendo llamadas de Sebastian y Lisa , pero en realidad no diciendo nada. Había un montón de té y café hecho, comida para llevar, y televisión. Pero ninguna discusión. Era como si el miedo hubiera puesto un bloqueo a cualquier avance hacia conversación significativa. Y por primera vez desde que habíamos empezado a vernos, Chris y yo compartíamos una cama sin tener sexo. No sabía qué hacer por él, así que le dejé tomar la iniciativa; cuando habíamos tenido sexo fue lento y suave. Cuando no, Chris se rodaba a mi lado y envolvía un brazo alrededor de mí, tirando de mí espalda dentro de él, su cabeza descansando junto a la mía. Rodeó mi brazo por encima del suyo, enganchado mi pie alrededor de su pierna y lo dejó caer dormido.

☼☼☼☼☼☼☼☼☼☼

El Dr. Ferguson llamó y preguntó si Alice podía llegar para hablar con él.

Eso era malo. Eso sonaba mal. Miré fijamente a Alice después de que bajó el teléfono y todo lo que había estado soportando, controlando, acababa de estallar en pedazos. Vi el miedo en los ojos de Alice y yo estaba tan consumida por mi cuenta que no podía decirle nada que le ayudara, así que no dije nada en absoluto. Chris la acompañó a su cita y esperé en el apartamento —el grande, frío, silencioso apartamento— mirando el árbol de Navidad, sin creer que la Navidad estaba a sólo diez días de distancia.

Las dos horas que se fueron, tuve que sentar mi culo en esa trampilla de puerta mía para mantenerla cerrada. O no sería capaz de respirar. Cuando oí la puerta del apartamento abrirse todo se sentía aletargado, como si estuviéramos moviéndonos bajo el agua, luchando contra el peso lentamente. La puerta de la sala se abrió y entró Chris, su cara tan pálida y los ojos tan vidriosos, que sabía antes incluso de mirar a Alice llena de lágrimas. Sabía qué miedo sentía como cuando estaba vibrando desde una persona, sabia cómo la pena espesaría el aire, cómo podría cerrarse de golpe en tu pecho y causar dolor a través de todo tu cuerpo. Tus ojos, tu cabeza, tus brazos, tus piernas, tus ansias.

—Encontraron algo. Un tumor.

Mis ojos volaron a Alice y ella se encogió de hombros hacia mí, su boca temblorosa. —Me han referido a un neurólogo, el Dr. Dunham del Western General. Tengo que ir y hablar con él mañana antes que nada. Sobre el siguiente paso. Ya sea si es cirugía. Ya sea si es maligno o no —finalizó Alice.

Esto no estaba pasando.

¿Cómo había permitido que esto sucediera?

Di un paso atrás, confundida, enojada, sin creer que esto estuviera sucediendo de nuevo.

Todo fue mi culpa.

Los había dejado entrar, había roto mis reglas, y ¡estaba de vuelta en la plaza uno de mierda!

Mierda.

¡MIERDA!

Pero los gritos aterrorizados sólo se hicieron eco en mi cabeza. A Alice le di una inclinación de cabeza estoica. —Vas a estar bien. No sabemos nada todavía.

Pero lo sabía. Lo sabía. Yo era una maldición. Sabía que no podía ser tan feliz. Sabía que algo malo iba a suceder. ¿Qué le había hecho a Alice?

¿Alice? Me duele por ella. Quería quitarle su miedo. Quería que estuviera bien.

Pero no hice nada de eso.

En lugar de eso la empujé bajo el maco de mi puerta. —Tengo mi turno en el bar esta noche. Iré al gimnasio antes de eso. —Asentí con la cabeza robóticamente hacia ellos y me hice moverme para pasarlos.

—¿____? —Chris agarró mi brazo, sus ojos llenos de aprensión y miedo. E incredulidad ante mi actitud. Él me necesitaba.

Yo no quería necesitarlo.

Tiré mi brazo hacia atrás suavemente y le dediqué una frágil sonrisa. —Los veré más tarde.

Y luego me marché, dejándolos solos con sus miedos.

☼☼☼☼☼☼☼☼☼☼

No fui al gimnasio. Fui al Castillo de Edimburgo antes de que cerrara. El paseo por la Milla Real hasta el Castlehill era enérgico y frío, el frío cepillando mis mejillas, mis pulmones parecían trabajar adicionalmente duro contra el aire invernal. Crucé el puente levadizo, pagué mi billete, y luego caminé bajo el arco de piedra y tomé el sendero de grava que se extendía hacia arriba a la derecha. Me dirigí hasta la vía principal, y a los derechos bosquejos de los muros del castillo. Allí me detuve, de pie junto a Mons Meg, una de los más antiguos cañones del mundo, y juntos miramos por encima la ciudad.

Incluso en la helada ligeramente brumosa, la ciudad era impresionante desde aquí. Pagué la cuota de entrada no tan barata al castillo sólo para esta vista. Y supongo que por la grandeza de todo esto, Era donde yo creía podía encontrar un poco de paz, he hecho esto siempre que entró en pánico acerca de nunca, jamás encontrar la paz duradera que buscaba. Hoy necesitaba esto.

Girando a través de los últimos meses, enterrando mi cabeza en la arena, fingiendo que no había consecuencias para las personas amantes, me había llevado a donde estaba yo. Sólo seis meses haciendo el cambio en el "nuevo yo" y el suelo había sido arrancado de debajo de mí otra vez.

Eso fue egoísta. Sabía eso.

Alice era la única sufriendo aquí, no yo. Pero eso no era cierto tampoco.

Alice Evans era una en un millón. Ella era dulce, amable, algo torpe, divertida, de gran corazón... y mi familia. La primera familia que había tenido desde que perdí la mía. Me sentía protectora con ella, me dolía cuando le dolía, pensé en su felicidad, y lo que podría hacer para ayudarla a conseguir todo lo que la haría feliz. Ni siquiera mi relación con Scarlett había estado tan cerca.

Yo era casi tan cercana con Alice como lo había sido con Cynthia. Y ahora estaba perdiendo a Alice también.

Me hundí hasta el suelo de piedra helada al lado del cañón y envolví mis brazos alrededor de mi cuerpo en un esfuerzo por ahogar el dolor. Se me ocurrió que si yo volviera a escribir todo en mi cabeza, entonces tal vez no me sentiría de esta manera. Tal vez, Alice y yo no fuéramos tan cercanas. Tal vez nunca lo habríamos sido. Si eso fuera cierto, entonces perderla, estaría bien.

Salté de repente ante el sonido de mi celular sonando. Mi estómago pesado con temor, lo saqué y exhalé con alivio cuando vi que era Scarlett llamado.

—Oye —contesté con voz ronca.

—Tú, perra —llamó Scarlett bajo la línea, sonando sorprendentemente alegre—. ¿Cómo lo llevas? Estoy llamando para hacerte saber que Volin y yo estaremos volando a Edimburgo en tres días y luego nos dirigiremos hasta Falkirk para quedarnos con su mamá en Navidad. Vamos a hacer una parada rápida para verte antes de subir el tren, así que necesito tu dirección, cariño.

Momento horrible. —Las cosas están un poco raras en el apartamento por el momento. ¿Puedo encontrarlos para un café en su lugar?

—Jesús, ____, suenas como el infierno. ¿Está todo bien?

No quiero hablar de ello por teléfono. —Te lo explicaré cuando te vea.

—Sí, está bien —todavía sonaba preocupada—. La tienda de café en la librería en Princes Street. Tres de la tarde, el lunes.

—Nos vemos entonces. —Colgué, mis ojos escaneando la vista y luego viajando hacia arriba a las nubes blancas con sus vientres pálidos y rostros gruñones.

Eran sólo un extenso arsenal sin peso, pelusa flotando. Sus vientres no estaban oscuros o pesados.

Sin el peso, no había lluvia.

☼☼☼☼☼☼☼☼☼☼

Jade me agarró antes de que pudiera tomar la orden de mi próximo cliente y me tironeó todo el camino de vuelta a la sala de empleados. Sus manos volaron a sus caderas, sus cejas juntándose.

—Estás actuando muy raro.

Me encogí de hombros, disfrutando de la manta de entumecimiento que había encontrado y rápidamente envolví a mí alrededor.

—Estoy cansada.

—No. — Jade dio un paso adelante, con la cara grabada de preocupación—. Hay algo pasando aquí contigo, ____. Mira, sé que no somos muy cercanas, pero siempre has estado ahí para mí cuando yo sigo y sigo sobre mis problemas, así que si necesitas hablar conmigo, estoy aquí.

No quiero que estés ahí para mí.

—Estoy bien.

Negó con la cabeza. —Tienes esto, como, la mirada muerta en tus ojos, ____. Estás asustando hasta la mierda a mí y Louis. ¿Ha pasado algo? ¿Pasó algo con Chris?

No, y esto no esta yendo hacia él.

—No.

—¿____?

—Jade, está muy concurrido ahí afuera, ¿No podemos dejar esto?

Se sobresaltó y entonces se mordió su labio con inquietud. —Está bien.

Asentí con la cabeza y giré sobre mis talones, de regreso a la barra para seguir adelante con ella. Vi a Jade avanzar furtivamente a Louis y susurrarle algo al oído. Su cabeza giró para mirarme.

—____, ¿qué mierda está pasando contigo, cariño? Me gire lejos de él como una respuesta.

Louis le disparo a Jade una mirada.

—No creo que ella quiera hablar de ello.

☼☼☼☼☼☼☼☼☼☼

Para mi sorpresa, Chris estaba esperando fuera del Club 39 por mí. Mi turno se había ido en un borrón.

Ni siquiera podía recordar haber hecho nada, así que me tomó un momento salir de la niebla y reconocerlo. De pie apoyado en la barandilla de hierro forjado, sin afeitar, con la mirada fija en el suelo en contemplación sombría, con las manos metidas en los bolsillos de su elegante, abrigo de doble botonadura. Se volvió mientras me acercaba a la acera y casi me estremecí ante la visión de él. Tenía el pelo más despeinado de lo habitual, con sus ojos inyectados de sangre y oscuridad.

Por un momento, casi se me olvida que todo lo que habíamos tenido estos últimos meses ya no existía. Fue enterrado debajo de la trampilla de la puerta. Crucé los brazos sobre mi pecho, frunciendo el ceño hacia él.

—¿No deberías estar con Alice?

La mirada de Chris estaba investigando cuando miró hacia mí. Mi corazón herido. Se veía tan joven y vulnerable. No me gustaba verlo así.

—Le di un poco de whisky. Ella lloró hasta quedarse dormida. Pensé en venir a buscarte.

—Deberías haberte quedado con ella. —Me hice caminar para pasarlo y él me agarró mi brazo apretando, casi dolorosamente, arrastrándome a una parada.

Cuando miré hacia él, parecía menos vulnerable y más cabreado. Este era un Chris reconocía, y extrañamente, se sentía más fácil tratar. —¿Al igual que tú deberías haber estado esta tarde?

—Tenía cosas que hacer —repliqué sin comprender.

Sus ojos se estrecharon mientras tiraba de mi cuerpo hacia el suyo. Como siempre tuve que inclinar la cabeza hacia atrás para mirarlo a los ojos. — ¿Tenias cosas que hacer? —preguntó con furiosa incredulidad—. Tenías una amiga de mierda que te necesitaba. ¿Qué demonios fue eso, ____?

—No sé de qué estás hablando. Negó con la cabeza lentamente.

—No —susurró con voz ronca, inclinando su cabeza para que nuestras narices casi se tocaran—. No hagas esto. No ahora. Sea cual sea tu mierda dando vueltas en esa cabeza tuya, para. Ella te necesita, nena. —Tragó con dificultad, sus ojos brillando en las farolas—. Te necesito.

Sentí la asfixia familiar en el fondo de mi garganta. —No te pedí que me necesites —respondí en voz baja.

Yo lo vi. El dolor asomando a través de su rostro antes de que él rápidamente lo cubriera. Bruscamente, él me liberó.

—Bien. No tengo tiempo para tus múltiples problemas emocionales. Tengo una hermana pequeña que puede o no puede tener cáncer cerebral, y ella me necesita, incluso si tú no lo haces. Pero te diré algo, ____. —Él dio un paso adelante, señalando con un dedo hacia mi rostro, el suyo endurecido con cólera—. Si no la ves debido a esto, te odiarás por el resto de tu vida. Puedes pretender que no te importo en lo más mínimo, pero no puedes fingir que Alice tenía la intención de joderlo todo para ti. Te he visto. ¿Me oyes? —siseó, su aliento caliente soplando a través de mi rostro, sus palabras cortando a través de mi alma—. Tú la amas. No puedes barrer esto bajo la alfombra porque es más fácil fingir que ella no significa nada para ti que soportar el pensamiento de perderla. Ella merece algo mejor que eso.

Cerré los ojos con dolor, odiando que él pudiera ver tan profundamente dentro de mí. Y él tenía razón. Alice merecía algo mejor que mi cobardía. Yo no podía ocultar lo que sentía por ella, porque todos lo habían visto y entendido. Ella lo había visto y lo había entendido. ¿Cómo podría abandonarla cuando era yo la que había dejado que nuestra amistad pasara? Por ella, yo tendría que ser valiente, incluso si tomaba todo lo que había dejado.

—Estaré ahí para ella. —Me encontré prometiendo. Abrí mis ojos, esperando que él pudiera ver mi sinceridad—. Tienes razón. Estaré allí para ella.

Chris cerró sus ojos apretándolos, exhalando pesadamente. Cuando los abrió, había tanta ternura en ellos nuevamente, que me dijo que no lo había perdido durante los últimos cinco minutos.

—Jesús. Te perdimos ahí durante unas horas. ¿Qué vamos a hacer contigo, ____ Hansen? —Él estiró un brazo como para envolverme cerca de él y lo esquivé, dando un paso atrás.

—Deberías ir a casa y descansar un poco. Voy a ver a Alice esta noche. Chris se tensó, sus ojos buscándome otra vez, su mandíbula apretada.

—¿____?

—Solo ve a casa, Chris. —Di vuelta para marcharme pero él agarró mi mano.

—____, mírame.

Traté de jalar mi mano para liberarla pero él no la dejaba ir y tomó todo dentro de mí endurecer mis facciones cuando miré hacia atrás para afrontarlo. —Déjame ir, Chris.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó, sonando como si hubiera tragado papel de lija.

—Hablaremos de esto más tarde. Ahora no es el momento. Esto es sobre Alice.

Luciendo peligroso ahora, peligroso y decidido, Chris frunció el ceño hacia mí. —Ni siquiera pienses en romper conmigo.

—¿Podemos hablar de eso más tarde?

En vez de contestarme, Chris me dio un tirón con fuerza contra él y aplastó su boca sobre la mía. Podía saborear el whisky y la desesperación en su lengua mientras su mano sostenía mi cabeza contra la suya, el beso profundo, húmedo y doloroso. Yo no podía respirar. Empujé contra su pecho, haciendo un ruido de angustia y él me dejó ir. Bueno su boca lo hizo. Sus brazos todavía me ataban estrechamente.

—Déjeme ir —gimoteé, mis labios hinchados y doloridos.

—No. —Él respiró ásperamente—. No te dejaré hacernos esto. No creo ni por un segundo que no significo nada para ti.

No tienes opción. —No puedo hacer esto contigo.

—¿Por qué?

—Solo no puedo.

—Entonces no acepto eso.

Luché en sus brazos, fulminándolo con la mirada. —¡Si termino contigo, tienes que aceptarlo!

La respiración de fuego de Chris apareció casi al instante. —¡No, joder no lo hago!

—¡Eh!, ¿están bien allí? —Un tipo borracho llamó nuestra atención y giramos nuestras cabezas alrededor. Él entrecerraba los ojos hacia mí y Chris muy juntos y de repente se me ocurrió que estábamos discutiendo en la calle George un viernes por la noche donde todavía había gente alrededor para oírnos.

—Estamos bien —le dijo Chris con calma, todavía sin dejarme ir.

El tipo borracho me miró. —¿Estás segura de eso?

No queriendo derivar esto en una pelea —la última cosa que necesitaba era eso ahora— asentí. —Estamos bien.

El borracho nos miró nuevamente y luego decidió que podíamos resolverlo nosotros mismos, él giró y comenzó a llamar a un taxi.

Miré de nuevo a Chris. —Déjame ir

—No.

—No puedes ser un troglodita para salir de esto. —Yo no podía encontrar su mirada cuando el dolor y la mentira burbujeaban fuera de mí—. Me preocupo por ti, Chris, lo hago. Tú eres mi amigo. Pero esto ha ido demasiado lejos.

—Tienes miedo. Lo entiendo. —Se inclinó para murmurar consoladoramente en mi oído—. Sé por qué corriste hoy, y sé por qué huyes ahora. Pero la mierda pasa, nena, no hay ninguna protección contra ella. Tampoco puedes dejar que asuma el control de tu vida y gobierne tus relaciones con la gente. Tenemos que disfrutar del tiempo que tenemos, sin embargo va a ser largo. Deja de correr.

Él debería haber sido un terapeuta.

Intenté dejar a mi cuerpo relajarse, e ignoré la terrible agitación en mi estómago. —Es por eso que estoy terminando. La vida es corta. Nosotros deberíamos estar con la gente que amamos.

Chris se congeló cerca de mí y esperé sin aliento, esperando por la fuerza para continuar la mentira. Despacio, él se apartó de mí, sus ojos fuertes mientras miraba los míos.

—Estás mintiendo.

Sí. Estoy mintiendo, bebé. Pero no podré vivir sin ti. Y peor, tú no podrás vivir sin mí.

—No lo estoy. No te amo, y después de todo lo que has pasado mereces a alguien que te ame.

Sus brazos cayeron lejos de mí, pero aún así él no quería dejarme ir. Me miraba impresionado. Creo que estaba en shock. Tomé la oportunidad de alejarme de él, con miedo de que si me quedaba cerca, tarde o temprano dejaría de lado mi firme determinación y le diría que yo era una maldita mentirosa y quería que nunca me dejara ir.

Pero yo había sido bastante egoísta durante un día.

—Tú me amas —alegó él, su voz suave, baja—. Lo he visto.

Tragué y me forcé a encontrar sus ojos. —Me preocupo por ti, pero hay una gran diferencia.

Durante un momento, no estaba segura de si él iba a decir algo, luego sus ojos se apagaron y me dio un asentimiento mordaz. —Bien entonces.

—¿Me dejarás ir? —Curvó su labio superior, su expresión dolorosamente amarga cuando él dio un paso atrás de mí.

—Aparentemente... nunca te retuve. 

Dio vuelta bruscamente, y sin otra palabra comenzó a ir a grandes zancadas calle bajo la oscuridad.

Chris nunca miró hacia atrás y esa era una cosa buena.

Si lo hubiera hecho, habría visto a ____ Hansen llorando lágrimas de verdad por primera vez en mucho tiempo, y él sabría que yo había mentido. Y grandes mentiras. Para cualquiera que me viera, sabría que estaban mirando un corazón en proceso de ruptura.

☼☼☼☼☼☼☼☼☼☼

—¿No creo que esa sea la cosa más sana que alguna vez has hecho, ____, verdad? —preguntó la Dra. Pritchard tranquilamente, sus cejas contraídas juntas.

—Esta es la mejor cosa que alguna vez he hecho.

—¿Por qué piensas eso?

—Si le digo a Chris la verdad, que lo amo, él nunca se echará atrás. Él es así de tenaz. Y luego podría pasar el resto de su vida conmigo.

—¿Y eso sería una cosa mala?

—Bueno, sí —respondí con irritación—. ¿No oyó usted lo que les hice a Alice y a él? Estoy tan aterrorizada de perder otra vez que tiro mierda como esa.

—Sí, pero ahora eres consciente de que eso es lo que haces. Este es un paso en la dirección correcta.

—No, no lo es. Tengo problemas de un kilómetro de distancia y no puedo prometer que no le haré eso, una y otra vez. Esto no es justo para él. La confianza de Chris fue rota una vez antes por una mujer que él pensó que amaba. Si me quedara con él seguiría tirando esa mierda, yo rompería su confianza muchas veces. Y no se merece eso.

La Dra. Pritchard ladeó su cabeza hacia el lado. —Eso no depende de lo que tú decidas. Seguramente depende de Chris decidir eso. Y tú no sabes con certeza si seguirás tirando esa mierda, como tú dices. Estar con Chris podría ayudarte a superarlo. Él podría ayudarte.

—Eso no ayudó. Estar con él no ayudó.

—Te habló para estar ahí para Alice, y lo hiciste. Yo diría que él ayudó.

Obstinada determinación se apoderó de mí. —No le estoy diciendo la verdad. Lo que hago es lo mejor para él.

—Lo que trato de decir, ____, es que quizá deberías dejar de ser una mártir. Quizá Chris piensa que es mejor para él tenerte en su vida. Y quizás él está dispuesto a trabajar profundamente en tu ansiedad y lidiar con tus altísimas defensas.

—Tal vez tiene razón. —Asentí, mis ojos ardieron cuando traté de bloquear el pensamiento hiriente de Chris y yo, con un futuro juntos.

—Tal vez soy una mártir. Y tal vez él lo haría. Pero merece algo mejor que esta lucha. Él merece estar contento en su relación, del modo que mi padre estaba con mi madre. Y si su amor me ha enseñado algo, es que Chris tiene razón. La vida es demasiado corta.

☼☼☼☼☼☼☼☼☼☼

Una vez que la lluvia comienza a caer es difícil decirle que se detenga. Supongo que se detiene en su propio tiempo. Mis lágrimas, como la lluvia, siguieron cayendo mientras hacía mi camino a casa con una visión borrosa.

En verdad es difícil describir un corazón roto. Todo lo que sé es que un dolor inimaginable se centra en tu pecho y se irradia hacia fuera, ese dolor punzante y agudo que provoca casi la incapacidad. Pero hay más que el dolor. La negación se alojaba en tu garganta, y esa hinchazón es tu propia clase de dolor. La aflicción de la pena también puede ser encontrada en un nudo en tu estómago. El nudo se contrae y se expande, se contrae y amplía, hasta que estás bastante segura de que no vas a ser capaz de dominar el vómito.

De algún modo logré sostener al menos parte de mi dignidad.

Tan pronto regresé al departamento, después del dolor de abandonar a Chris vino el miedo. Miré por el pasillo hacia la puerta del dormitorio de Alice, y tuve que pararme para evitar retroceder sobre mi promesa de no huir de ella.

Entonces hice lo contrario.

Me quité las botas, me encogí de hombros para quitarme el abrigo y me arrastré silenciosamente a su oscura habitación. En la luz de la luna brillando por su ventana, vi a Alice acurrucada en una pelota protectora sobre su lado. Hice un movimiento hacia ella y el piso crujió bajo mi pie, y los ojos de Alice se apresuraron a abrirse inmediatamente.

Ella dirigió su mirada hacia mí, con los ojos muy abiertos, pero cautelosos. Eso dolió.

Comencé a llorar más fuerte y al ver mis lágrimas, una lágrima se deslizó hacia abajo por la mejilla de Alice. Sin una palabra, avancé lentamente a su cama justo a su lado, mientras ella se dio vuelta sobre su espalda. Nos acostamos lado a lado, mi cabeza sobre su hombro, tomé su mano y la sostuve entre las mías.

Y porque la vida es... demasiado corta... —Te amo, Alice Evans. Vas a salir de esto.

Escuché su respiración trabada con un sollozo. —Te amo también, ____.

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