𝒞𝒶𝓅í𝓉𝓊𝓁𝑜 07.
Entonces, ¿el Hombre Misterioso se ha ido? —La voz me asustó de muerte y salté, el café en la cucharilla esparciéndose por el mostrador.
Le lancé a Chris una mirada fulminante por encima de mi hombro.
—¿Nunca trabajas? ¿O llamas?
Estaba recostado contra el marco de la puerta de la cocina, mirándome hacer mi café matutino. —¿Puedo tener uno? —Señaló con la cabeza a la tetera.
—¿Cómo lo tomas?
—Leche. Dos de azúcar.
—Y aquí estaba yo esperando que dijeras negro.
—Si alguien es negro por aquí, eres tú. — Hice una cara. —¿Quieres café o no?
Gruñó. —Alguien es agradable por la mañana.
—¿Cuándo soy alguna otra cosa? —Vertí sus dos de azúcar en su taza con prepotencia.
La risa de Chris me golpeó directamente en las tripas. —Correcto.
Mientras la tetera se preparaba, me di la vuelta, inclinándome contra el mostrador con los brazos cruzados sobre mi pecho. Estaba muy consciente del hecho de que no llevaba sujetador bajo mi camisola. De hecho, no pensaba que hubiera sido nunca más consciente de mi cuerpo de lo que lo era cuando estaba alrededor de Chris. Para ser honesta, había dejado de preocuparme por mi apariencia y toda la mierda que venía con ello después de que mis padres y Lucy murieran. Llevaba lo que me gustaba, me veía como me veía, y me importaba un comino lo que cualquier tipo pensara. De algún modo eso parecía trabajar a mi favor.
Pero estando delante de Chris, me di cuenta de que ya no estaba tan segura acerca de eso. Tenía curiosidad por lo que pensaba de mí. Yo no era alta ni delgada como todas las modelos de pasarela que seguramente orbitaban en el mundo de Chris. No era pequeña, pero no era alta. Tenía piernas esbeltas y cintura pequeña, pero tenía tetas, caderas y un culo definido. Tenía un buen pelo los días que podía molestarme en llevarlo suelto, pero esos días venían poco y distantes entre sí.
Era de un color indistinto, en algún lugar entre rubio y castaño, pero era largo y espeso con un rizo natural. Sin embargo, mi pelo era tan pesado que tendía a molestarme a menos que estuviera fuera de mi cuello, por lo que rara vez, o nunca, lo llevaba suelto. Mis ojos eran probablemente mi mejor rasgo, al menos eso es lo que la gente me decía. Tenía los ojos de mi padre. Eran gris claro con vetas de metal de armas, pero no eran enormes y adorables como los de Gigi y Alice, eran con la punta inclinada y felinos, y eran extremadamente buenos.
No. Yo no era preciosa, o mona, o glamorosa. Tampoco pensaba que era fea, pero preocuparme por ser extraordinaria nunca había cruzado mi mente antes. Chris me hacía preocuparme... como que me molestaba.
—En serio, ¿no trabajas?
Se levantó del marco de la puerta y paseó casualmente hacia mí. Llevaba otro fantástico traje de tres piezas. Alguien tan alto y tan ancho de hombros como él probablemente debería haber parecido más a gusto en vaqueros y camisas de franela, especialmente con el pelo desordenado y la barba de tres días, pero por Dios que hacía funcionar ese traje. A medida que se aproximaba, encontré a mi mente vagando en un mundo de fantasía Chris besándome, levantándome sobre la encimera, separando mis piernas, presionándose contra mí, su lengua en mi boca, su mano en mi pecho, su otra mano deslizándose entre mis piernas...
Increíblemente encendida, me di la vuelta, queriendo que la tetera hirviera más rápido.
—Tengo una reunión en una hora y media —contestó, deteniéndose a mi lado y cogiendo la tetera antes de que yo pudiera hacerlo—. Se me ocurrió pasar por aquí y ver si todo estaba bien. Las cosas parecían tensas anoche antes de que Alice y yo nos fuéramos.
Le ví servir el agua en nuestras tazas, tratando de decidir si contarle o no acerca de Colin y Scarlett.
—Buenos días —gorjeó Alice, mientras irrumpía en la cocina, fresca y despierta y ya lavada y vestida. Su cárdigan estaba al revés. Extendí la mano y tiré de la etiqueta para que la pudiera ver. Sonriendo tímidamente, se la sacó y se la puso de nuevo de la forma correcta—. Así que, vine a casa y Colin no estaba en el sofá. ¿Durmió en tu habitación?
Chris se puso rígido a mi lado y miré hacia arriba para encontrarlo frunciendo el ceño. Obviamente no había considerado eso. Sonreí, sintiéndome petulante.
—No. —Estudié a Alice un momento y, mientras mis reservas desaparecieron acerca de compartir las noticias. Me di cuenta de que casi, tal vez, más o menos, como que confiaba en ella—. Colin es el novio de Scarlett.
—¿Scarlett, tu mejor amiga Scarlett? —preguntó, sirviéndose un poco de zumo
de naranja fresco. Se colocó con su vaso en la mesa y pensé que estar cerca de ella en lugar de estar cerca de su hermano era una buena idea. Me deslicé en la silla frente a ella.
—Se declaró, ella se asustó, lo dejó.
La boca de Alice cayó abierta con horror. —Me estás tomando el pelo. Pobre chico.
Sonreí, pensando acerca de su nota. —Van a estar bien.
—¿Hicieron las paces? —Dios, parecía tan esperanzada y no siquiera los conocía.
—Eres un encanto —le dije tranquilamente y la expresión de Alice se fundió.
—Volviste a juntarlos, ¿no? —anunció con la máxima confianza en mí. Sólo Alice tendría ese tipo de seguridad en alguien como yo. Estaba condenadamente empeñada en que yo no era tan desinteresada como fingía. Que resultara tener razón en esta ocasión era un poco molesto y muy engañoso.
—Él estaba molesto contigo —intervino Chris antes de que pudiera responder.
Le miré, todavía apoyado en la encimera, sorbiendo su café como si tuviera todo el tiempo del mundo. —Pensó que la convencí para que rompiera con él.
Chris no pareció sorprendido por esto. De hecho, arqueó una ceja y contestó: —¿Por qué no me sorprende?
Alice le chasqueó la lengua. —Chris, ____ no haría eso.
—Sé que no haría eso. Pero no creo que no hiciera eso por las razones que tú crees que no lo hizo, Alice.
Mierda. Así que pensaba que me conocía mejor de lo que lo hacía Alice. Hice una mueca interiormente. Tal vez lo hacía. Estúpido perspicaz. Nerviosa, aparté la mirada de él, sorbiendo mi propio café y tratando de ignorar su mirada perforándome.
—¿Demasiado críptico? —Se quejó Alice antes de enfocarse de nuevo en mí—. Volviste a juntarlos sin embargo, ¿verdad?
Te lo debo.
Las palabras me hicieron sonreír en mi taza. —Sí. Sí, lo hice.
—¿Lo hiciste? —Chris sonó tan asombrado por esto, que era insultante.
De acuerdo, tal vez el estúpido simplemente pensaba que me conocía. —Es mi mejor amiga. Ayudé. No soy una zorra insensible, sabes.
Chris se estremeció. —Nunca dije eso, nena.
Me estremecí cuando la palabra cariñosa me aplastó, golpeando un nervio que ni siquiera sabía que tenía. Mis palabras salieron cáusticamente:
—No me llames nena. Nunca me llames nena.
Mi tono brusco y repentina furia causaron que una densa tensión cayera entre nosotros tres y de repente no pude recordar por qué estaba tan agradecida con Chris ayer cuando me ayudó después del ataque de pánico. Esto es lo que consigues cuando dejas entrar a la gente. Empiezan a pensar que te conocen cuando no saben una mierda.
Alice se aclaró la garganta. —¿Así que Colin ha vuelto a Londres?
—Sip. —Me levanté y tiré los residuos de mi café en el fregadero—. Voy a ir al gimnasio.
—____ —comenzó Chris.
—¿No tienes una reunión? —le interrumpí, a punto de salir de allí, dejando atrás la tensión.
—____... —Sonaba preocupado.
Me sorprendí con un profundo suspiro interior.
Has hecho tu punto, ____. No tenía que seguir siendo una perra al respecto. Suspirando externamente, levanté la vista hacia él y ofrecí con sarcástica benevolencia:
—Tengo una taza de viaje en el armario de arriba a la izquierda si quieres coger un poco de café para llevar.
Chris se quedó mirándome un momento, sus ojos buscaban algo. Sacudió la cabeza con una sonrisa burlona jugando en sus labios. —Estoy bien, gracias.
Asentí, pretendiendo indiferencia ante la atmósfera que habíamos causado, y luego miré de vuelta a Alice. —¿Quieres venir al gimnasio conmigo?
Alice arrugó la punta de la nariz. —¿Gimnasio? ¿Yo?
Miré su delgada persona. —¿Quieres decir que eres naturalmente así de espléndida?
Rió, sonrojándose un poco. —Tengo buenos genes.
—Sí, bueno, yo tengo que hacer ejercicio para encajar en los míos.
—Lindo —murmuró Chris a su café, sus ojos se reían de mí. Le sonreí, mi segunda disculpa no verbal por querer morderle—. Lo que sea. Supongo que estoy volando sola. Nos vemos luego, chicos.
—Gracias por el café, nena—me gritó descaradamente mientras caminaba por el pasillo.
Hice una mueca. —¡Es ____! —le grité de vuelta malhumoradamente, tratando de ignorar el sonido de su risa.
☼☼☼☼☼☼☼☼☼☼
—Entonces, ahora que tenemos las presentaciones y todo lo básico por encima, ¿quieres decirme por qué sentiste que era hora de hablar con alguien? —me preguntó suavemente la Dra. Kathryn Pritchard.
¿Por qué todos los terapeutas hablaban con esa voz "calmante"? se suponía que era calmante, pero sonaba tan condescendiente para mí ahora como lo había hecho cuando tenía quince. Miré alrededor de su gran oficina en North de St. Andrews Lane. Era sorprendentemente fría y moderna, nada como el desorden acogedor del terapeuta al que había sido enviada en la escuela secundaria. Además, la terapia de la escuela secundaria era gratis. Esta chica de gamuza y cristal moderno me estaba costando una pequeña fortuna.
—Necesitas flores o algo —observé—. Un poco de color. Tu oficina no es muy acogedora.
Me sonrió. —Anotado.
No dije nada.
—____...
—____.
—____. ¿Por qué estás aquí?
Sentí mi estómago voltear y los sudores fríos comenzaron y me apresuré a recordarme a mí misma que cualquier cosa que le dijera era privada. Nunca la vería fuera de esta oficina, y nunca usaría mi pasado, mis problemas, contra mí o llegaría a conocerme personalmente. Respiré profundamente. —He empezado a tener ataques de pánico otra vez.
—¿Otra vez?
—Solía tenerlos mucho cuando tenía catorce.
—Bueno los ataques de pánico se producen por todo tipo de ansiedades.
¿Por qué entonces? ¿Qué estaba pasando en tu vida?
Me tragué el ladrillo en mi garganta. —Mis padres y mi hermana pequeña murieron en un accidente de coche. No tengo otra familia, excepto un tío al que no le importaba una mierda, y pasé el resto de mis años de adolescente en hogares de acogida.
La Dra. Pritchard había estado garabateando mientras hablaba. Paró y me miró directamente a los ojos. —Siento mucho tu pérdida, ____.
Sentí mis hombros relajarse ante su sinceridad y asentí en reconocimiento.
—Después de que murieran, comenzaste a tener ataques de pánico.
¿Puedes decirme tus síntomas? Se los dije y asintió con ellos.
—¿Hay un desencadenante? Al menos, ¿eres consciente de uno?
—No me permito a mí misma pensar en ellos mucho. Mi familia me refiero.
Recuerdos de ellos, verdaderos recuerdos sólidos y concretos, no sólo vagas impresiones... los recuerdos desencadenan los ataques.
—¿Pero pararon?
Enrosqué mi labio. —Me hice muy buena en no pensar en ellos. La Dra. Pritchard elevó una ceja. —¿Durante ocho años?
Me encogí de hombros. —Puedo mirar fotos, puedo tener un pensamiento sobre ellos, pero evito cuidadosamente recuerdos reales de nosotros juntos.
—¿Pero tus ataques de pánico se han iniciado de nuevo?
—Dejé bajar mi guardia. Dejé entrar los recuerdos, tuve un ataque de pánico en el gimnasio y luego en la cena familiar de una amiga.
—¿Sobre qué estabas pensando en el gimnasio?
Me moví inquieta. —Soy escritora. Bueno, intento serlo. Comencé a pensar en la historia de mi madre. Es una buena historia. Triste. Pero creo que a la gente le gustaría ella. De todos modos, tuve un recuerdo, unos pocos en realidad, de mis padres, y su relación. Tenían una buena relación. La siguiente cosa que sé es que un chico está ayudándome a bajar de la cinta.
—¿Y la cena familiar? ¿Era la primera cena familiar en la que has estado desde que estuviste en hogares de acogida?
—En realidad nunca tuvimos cenas familiares en los hogares de acogida. —Sonreí sin humor.
—¿Así que esta era tu primera cena familiar desde que perdiste a los tuyos?
—Sí.
—¿Entonces eso desencadenó un recuerdo también?
—Sí.
—¿Ha habido algún gran cambio en tu vida recientemente, ____?
Pensé en Alice y Chris y nuestro café matutino hace una semana. —Me mudé. Nuevo apartamento, nuevo compañero de piso.
—¿Algo más?
—Mi antigua compañera de piso, mi mejor amiga, Scarlett, se mudó a Londres y ella y su novio acaban de prometerse. Pero eso es todo.
—¿Eran cercanas tú y Scarlett?
Me encogí de hombros. —Tan cercanas como le permito ser a cualquier persona.
Me sonrió, una triste presión de sus labios. —Bueno esa frase dice mucho.
¿Qué hay acerca de tu nuevo compañero de piso entonces? ¿Estás permitiéndote a ti misma acercarte a ella o a él?
—Ella. —Pensé en ello. Supongo que había dejado entrar a Alice más de lo que pretendía. Y me preocupaba por ella más de lo que pensé que podría— Alice. Hemos llegado a ser amigas rápidamente. No estaba esperando eso. Los amigos de Alice son geniales, y su hermano y su grupo andan mucho alrededor. Supongo que mi vida es más social ahora.
—¿Era la cena familiar de Alice y su hermano en la que tuviste un ataque de pánico?
—Sí.
La Dra. Pritchard asintió y garabateó algo más.
—¿Bien? —pregunté.
Me sonrió. —¿Estás buscando un diagnóstico? Le levanté una ceja.
—Siento decepcionarte, ____, pero apenas hemos arañado la superficie.
—Cree que estos cambios tienen algo que ver con ello sin embargo,
¿verdad? Quiero que los ataques de pánico paren.
—____, has estado en mi oficina quince minutos y ya puedo decir que estos ataques de pánico no van a parar a corto plazo... a menos que empieces a lidiar con la muerte de tu familia.
¿Qué? Bueno, eso era simplemente estúpido. —He lidiado con ella.
—Mira, eres lo suficientemente inteligente para saber que tienes un problema y necesitas hablar con alguien sobre ese problema, así que eres lo suficientemente inteligente para darte cuenta de que enterrar recuerdos de tu familia no es una manera saludable de tratar con su muerte. Los cambios de la vida diaria, nuevas personas, nuevas emociones, nuevas expectativas, pueden desencadenar eventos pasados. Especialmente si no se ha tratado con ellos. Pasar tiempo con una familia después de años o no tener una propia ha roto cualquier pared que has puesto en torno a la muerte de tu familia. Creo que es posible que puedas estar sufriendo de Desorden de Estrés Post-Traumático, y eso no es algo para ignorar.
Gruñí. —Cree que tengo DEPT. ¿Lo que tienen los veteranos?
—No sólo soldados. Cualquier persona que sufre a causa de cualquier tipo de pérdida, o trauma físico o emocional puede sufrir de DEPT.
—¿Y cree que tengo eso?
—Posiblemente, sí. Sabré más, mientras más hablemos. Y con suerte mientras más hablemos, más fácil se volverá para ti pensar acerca de tu familia y recordarla.
—Eso no suena como una buena idea.
—No será fácil. Pero ayudará.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro