>Único<
Como en todos los demás sentidos en los que se conforma una institución social, el matrimonio en un verdadero lazo se convertía en mucho más que un vínculo físico/sentimental/espiritual de dos lobos ancestrales. Con la unión en matrimonio, el lazo abarcaba un conjunto más amplio repleto de derechos, responsabilidades, monogamia y en los casos más normales, la tan temida monotonía.
Pero el suyo en particular era jodidamente maravilloso, no estaba de más presumirlo, Im Jeongyeon había tenido la fortuna de coincidir con su alfa predestinada desde muy joven, cuando aún compartían la habitación en la universidad, pero aunque no fueran por allí hablando sobre ello, seguía siendo muy supersticiosa al respecto y creía que era mejor no comentarle a nadie sobre aquel maravilloso detalle. Nah, nadie más tenía porque saberlo.
Si, estaba dejando que la monotonía incursione en su matrimonio pero, ¿Realmente le disgustaba? Oh vamos... podía autoanalizarse fácilmente y llamarse práctica, pero ¿Monótona? No era para tanto.
—¿Jeongyeonnie? —Preguntó la mayor algo descolocada al ver que, efectivamente, era su omega quien hacía el llamado.
—Alfa... —Habló con un extraño tono en su voz que rapidamente encendió varias alarmas en la pelicorta.
—¿Oye está todo bien? ¿Es Tzuyu? —Insistió la mujer, incorporándose de su silla.
—¡No Nayeon! —Exclamó con aquella voz extrañamente alterada. La alfa alzó una ceja.
—¿Estás molesta por algo? —Prosiguió con otra de las opciones que surgieron en su intranquilidad.
—¡Oh cielos! —Bramó —¿Porqué insinúas que lo estoy? —Señaló la omega tan irritada, que abrumó a la alfa.
—Cariño ¿Qué rayos sucede contigo? —Expresó Nayeon su desconcierto.
—¿Es que acaso no puedo llamarte sin motivos, ahora? —Le cuestionó, igual de desconcertada.
—¡Lo siento! —Exclamó la alfa, rascándose la frente —Es solo que no sueles hacerlo Jeongyeon, lo siento... Diablos...
—Puedo llamarte cuando me de la gana Nayeon. —Gruñó la omega alzando una mano hacia un auto, para cruzar la angosta calle en dirección de la escuela de baile de su pequeña hija. Nayeon lo aceptó.
—Por supuesto que puedes, cariño, claro que puedes. —Se relajó sobre su asiento.
—Son siete años Nayeon —Resaltó, haciendo a la alfa tomarse el puente de la nariz.
Nayeon sabía que aquello era la previa perfecta de una discusión prematura, si no lo tomaba con calma.
—Lo sé, omega, lo sé... Tu solo-solo sueles textear cuando algo sucede, ya tienes tiempo sin llamar a la oficina y me preocupé... ¿Está bien? —Musitó tomándola entre pinzas y guiñó un ojo en espera de una repuesta, positiva en lo posible.
—No debes preocuparte por mi, alfa. Estoy bien... —Señaló ella con una sonrisa, tierna.
—Pero podría ser por Tzuyu... —Insistió la alfa.
—¡Tzuyu está bien, Nayeon! —Se sobresaltó la omega una vez más y Nayeon asintió reiteradas veces, como si pudiera verla.
—Bueno, ¿Y ahora porque diablos estás tan molesta, omega?
—¡No estoy...! —Jeongyeon detuvo las palabras y presionó sus muelas, antes de responder con más calma. —Quería saber a que hora regresas hoy, ¿Haremos algo... especial? —Preguntó con tremulidad y Nayeon supo perfectamente a que se refería.
—Pensaba llevar la cena, sabes que salgo muy tarde hoy, es el último viernes del mes... —Señaló normal, sobre aquella habitual junta directiva que la detendría esa tarde y ganándose con ello un gruñido de parte de su omega —Pero estaré ahí pronto, ya tengo tu regalo. —Comentó ronca y se sonrió de lado —¿Recibiste mis flores esta mañana? Estuve más atenta este año... —Musitó con suficiencia, haciéndola sonreír, de pronto.
—¿Por qué tienes que ser tan perfecta, Im Nayeon? —Respondió, haciendo reír a la alfa.
Ahí estaba de nuevo ese suave tono de voz en la mujer que estaba extrañamente molesta un segundo atrás y que la dejaba con los pelos de punta pensando que rayos podría haber hecho mal para hacerla sentir molesta, y de plano reír como una adolescente enamorada y tierna.
—Aquí tu eres la perfecta, Jeongyeonnie, debes saber... —Señaló la alfa, satisfecha al recordar lo perfecta que era su omega. Vaya, para ella era perfecta y no había comparación existente.
—Esta bien, te espero esta noche... procuraré que Tzuyu duerma temprano, cuando regreses, ¿Está bien?
Nayeon no pudo evitar reír ante sus palabras.
—¿Estás haciéndome una propuesta indecente, Im Jeongyeon? —Se mordisqueó la punta de la lengua del otro lado de la línea.
—Yo... —Se detuvo con las palabras en el aire. Si su alfa supiera lo que pasaba por su mente, no la dejaría salir de la alcoba. —Es más que eso alfa, te espero esta noche. —Y sin esperar una respuesta, colgó la llamada ladeando una sonrisa tímida, dispuesta a esperar que su pequeña salga de sus clases.
Un rato más tarde, la omega aparcó su auto en la entrada de la casa de su hermana mayor y respiró con calma cuando la pequeña le miró dudosa. Sus pequeños ojillos ovalados y brillosos se encendieron de emoción al ver salir a la omega que ella conocía como su tía, luego de cruzar el umbral de su casa y regresar para verla con intriga.
—Pollito, ¿recuerdas lo que hablamos en el viaje, cierto? —Señaló la omega viendo a su hija por el espejo retrovisor. La pequeña le correspondió la mirada de su madre.
—Me lavaré los dientes aunque tía Seungyeon diga que no es necesario, no comeré dulces luego de la cena, no bebo café y no debo abrir la puerta a extraños. —Musitó con rubor, al recordar el regaño que se ganó de parte de su madre al haberle abierto la puerta al cartero sin supervision alguna, tres días atrás.
—Perfecto, esa es mi pequeña inteligente. —Festejó la castaña, una vez salió de su asiento, se apresuró a tomar a la pequeña y colgarla en su cadera entre sus brazos, para acercarse a su hermana.
—¿Y porqué no puedo acompañarte en la sorpresa para mami Nayeon? —Consultó Tzuyu con su dulce voz, cuando estaban ya muy cerca del umbral de la casa de Seungyeon.
—Por-porque... —Balbuceó la omega ganándose una risilla de parte de su hermana mayor, quien decidió compadecerse de ella.
—Es mi culpa pequeña, yo te invité a venir a hacer una pijamada pero, si quieres, puedes regresar a casa con mami Jeongyeon y mami Naye... —Sé detuvo cuando el pequeño pollito se soltó de los brazos de su madre para abrazarse a ella con cariño.
—¡No! Yo quiero estar contigo tía, ¿Si puedo mami? —Musitó la pequeña ansiosa.
—Ya estas aquí cariño, ya estas aquí. —Habló su madre, riendo nerviosamente.
—Iré a llamar a Chaeng, ¿Ella está aquí? —Preguntó la pequeña ansiosa, pero no esperó respuesta.
—¿Qué estás tramando, huh? —Cuestionó la mayor de las Yoo, poniendo los brazos en jarra.
—Estoy ocupada Seungyeon, solo, no le des café ¿de acuerdo? No vendré por ella en la madrugada porque no puedes dormirla, otra vez... —Advirtió la menor de las Yoo.
—Eso fue un error sin querer Jeongyeon-ah, ash... —Volteó los ojos, ante el rubor que surgió en sus mejillas por el breve regaño de su menor.
—Confío en ti. Mantenla lejos de los dulces luego de la cena...
—Basta, no me des indicaciones. —Le reclamó viéndole con el entrecejo fruncido.
—De acuerdo. Me voy. —Se acercó a dejar un beso sobre su mejilla.
—Estás muy misteriosa.
—Te veo mañana. —Evidenció sus deseos por evitar sus preguntas.
—Puedes dejarla todo lo que desees...
—Hasta mañana. —Determinó viéndola de reojo y Seungyeon volteó los ojos.
Cuando estuvo en su auto nuevamente, la omega se preguntó si era correcto dejar a su pequeña, pero luego recordó que aquella era la tercera, quizás la cuarta vez en sus cortos cincos años de vida, que se apartaba de ella por un motivo no emergente, y supo admitir que era una maldita exagerada sobreprotectora con ella. Se palmeó el muslo con sus manos húmedas y se apresuró a hacer las compras que aún deseaba hacer antes de ir a casa y esperar a su alfa.
Im Nayeon observó el texto de su cuñada con una sonrisa divertida, al parecer ella y Jeongyeon habían compartido la misma idea de solicitar a Seungyeon de niñera esa noche. Se sonrió de lado, bueno al menos tendría el resto de la noche para llevar a Jeongyeon a cenar y para jugar con su nuevo regalo, más tarde.
La sola idea la hizo saltar de su silla, acompañada del entusiasmo de una loba felíz y caminar en dirección de su secretaria.
Luego de la universidad, las cosas entre ambas se habían puesto mucho más serias de lo que hubiera deseado. Pero mientras aprendían a convivir con la incesante atracción de sus lobas, Nayeon tuvo el placer de ver a su hermosa Jeongyeon convertirse en fisioterapeuta profesional y luego en medica rehabilitadora. Por supuesto que ella también había conseguido un título empresarial gracias a aquello de que había sido muy buena para los negocios y los números. Todo un tramo bastante largo que las había mantenido en aquella habitación durante unos largos años.
Entonces, su única preocupación respecto a su relación había sido que no se corriera un condón mientras se exploraban de inimaginables modos, hasta la saciedad. La alfa tragó al recordar la juventud al lado de su omega y el como no se podían estar quietas, una vez descubrieron todo lo que las recorría cuando se unían al hacer el amor. Ambas habían pasado gran parte de su juventud y habían madurado juntas. Estaba segura que haberla elegido como su esposa había sido su mejor decisión, una de las tantas en las que no creía que había sido una imbécil. Elegir a Jeongyeon, quien le regaló a Tzuyu, esas habían sido sus mejores decisiones, ellas habían complementado todo su mundo.
Pero aún después de la llegada de su cachorra, aunque se dividían entre sus responsabilidades y sus empleos, siempre hallaban un espacio para jugar y descubrir lo que eran capaz de provocar en la otra, aún con el paso del tiempo.
Las cosas habían cambiado mucho, naturalmente desde entonces, cuando eran todo libros y horas de desvelo para amarse. Ahora, al salir del consultorio los viernes por la tarde y pasar por Tzuyu, la mayor parte de las veces Jeongyeon parecía estar especialmente agotada y estresada como para cocinar siquiera, aunque ella fuera quien llega a casa primero. Por eso era muy común que Nayeon pidiera la comida o cocinara alguna comida rápida al llegar, para luego poder enroscarse entre las piernas de su omega unas cuantas horas en el preludio de la semana.
Ese día en especial su omega estaba muy rara, podía percibió su inquietud y se preguntó que era lo que la tenía de ese modo. El lazo que las unía no identificaba enojo en ella, cosa que la hacía sentir más tranquila, pero su entusiasmo y esa incesante ansiedad que parecía recorrerla como lo debía de estar sintiendo ella, la confundía demasiado. Nayeon la conocía muy bien ¿Qué era lo que estaba tramando?
Se contagió de una ansiedad tal, que poco puso atención al resto de su jornada. Solo deseaba llegar a casa.
Ambas deseaban reencontrarse con mucho más entusiasmo del que habían sentido en un largo tiempo y la alfa creía que quizás se debía a causa de aquellos maravillosos años que parecían aumentar con mucha facilidad y que las llenaban de nostalgias.
Nayeon analizó su ansiedad, no entendía que es lo que sucedía con su omega, de algún tiempo hacia el presente había estado bastante pensativa y una extraña sensación de insatisfacción la recorría de cuando en cuando, y aunque la alfa podía reclamarle el motivo de su sentir y recordarle si era necesario, que el lazo que las unía lo evidenciaba a la perfección, deseó que Jeongyeon llegara a abrirle su corazón sin necesidad de presión alguna.
Entonces las dudas regresaron, ¿Qué rayos las había llevado a aquel presente en el que su omega se sentía insatisfecha de su vida? ¿O de que rayos se sentía insatisfecha al final? Sabía que no era por el sexo, ambas congeniaban muy bien en ese aspecto, eso no había cambiado, y si bien, todo era muy monótono y habitual, recorrer el cuerpo de Jeongyeon se había vuelto un ritual que podría repetir una y otra vez sin problema alguno, así lo hiciera exactamente igual, rayos, jamás se cansaría de ella, estaba muy segura.
Su loba colmó de euforia de solo recordar cada detalle en su hermoso cuerpo, los lunares que parecían ocultos solo para que ella pudiera hallarlos, las suaves pecas en sus mejillas y su dulce aroma a frambuesas que tanto contrastaba con su aroma a menta, no veía la hora de tenerla nuevamente entre sus brazos, y demostrarle que tenían tanto por descubrir aún.
Aquel plan hizo bailar el corazón de la alfa quien se apresuró al devorar el tramo hasta la puerta de su casa.
Nayeon alzó una ceja algo confundida al esperar los pequeños pies de Tzuyu los cuales no se habían apresurado por el pasillo y se recordó que solo era a causa de una tierna costumbre, pero tragó al percibir su intenso e inconfundible aroma llegando desde la misma dirección.
—¿Ya llegaste? —Exclamó la omega desde su recámara y pudo percibir la emoción al verla llegar por la puerta.
Nayeon se apresuró en dirigirse hacia allí, y lo primero que hizo fue darle un vistazo rápido a su suelto vestido color vino, antes de que ella la rodeara por los hombros y la besara como bienvenida. Rodeó su cintura con sus brazos, antes de corresponder al llamado de sus deliciosos labios que la enloquecían con su dulce sabor.
Una suave y fina tela cubría a su omega hasta por encima de las rodillas, pronunciando un sutil escote en compañía de sus largos cabellos castaños. Nayeon se remojó los labios cuando Jeongyeon hundió su nariz sobre su cuello para sentir su aroma.
—¿Estabas esperándome? —Preguntó con la voz rocosa, a la vez que no dejaba la presión en su cintura.
Al apartarse de donde había refugiado su nariz, Jeongyeon posó su hermosa mirada sobre ella.
—Siempre estoy esperándote, Im Nayeon... —Musitó con la voz repleta de promesas.
Nada era más estimulante que lo genuinas que se volvían las sensaciones que compartían en ese lazo al tenerla frente a frente. Diablos, Nayeon se llenaba de orgullo cuando podía sentir lo que provocaba en su omega con solo aparecer frente a ella pues, todo parecía cobrar un verdadero sentido, entonces.
—Llegaste temprano, estaba pensando en hacer la cena y esperar a que llegues, me engañaste... —Murmuró estirando su cuello para ella.
—Jamás podría engañarte. —Musitó la alfa, sin detener los suaves besos que alcanzaron sus hombros —¿También recordaste mucho hoy?
—¿Tuviste pensamientos impuros, alfa? —Se burló la omega.
—Todo el maldito día pensé en cuanto deseaba estar contigo... —Respondió Nayeon, ronca.
—Duermes todas las noches conmigo, alfa...
—No es suficiente, ¡Demonios Jeongyeon! Nunca es suficiente contigo... —Se quejó la alfa, metiendo su nariz entre su cabello ondulado y esponjoso.
Ella se veía preciosa en ese vestido suelto que se plegaba marcando su cintura y le rodeaba los hombros de un modo tan adecuado, un delicado nudo creaba un perfecto e incitante escote y tenía medias ¡Ella tenía medias! Oh cielos, que maldito fetiche tenía con sus piernas largas, le fascinaba sentirlas alrededor de su cintura, presionando en su agarre mientras se hundía en su interior sin piedad, o cuando la ahogaba entre sus muslos mientras la devoraba. Añoraba cada uno de esos recuerdos.
—Dime, qué fue lo que hice bien para que la madre luna decidiera que debías nacer con estas preciosas piernas con las que te gusta torturarme tanto, Im Jeongyeon —Consultó la alfa, mientras punteaba el encaje que adornaba sus muslos, buscando presionar su cuerpo contra el suyo.
Jeongyeon jadeó ante el acercamiento y una pequeña carcajada nerviosa se le escapó.
—Alfa ¿Qué dices? Por favor, m-mejor ve a darte un baño, prepararé la cena muy rapido ¿Está bien? —Le apartó suavamente, dejando a Nayeon con los labios presionados ante el desacuerdo de despegarse de ella.
—No dejaré que cocines esta noche, estoy aquí para invitarte a cenar. A menos de que prefieras que nos saltemos ese paso, y nos quedemos aquí... —Susurró, seductora e intentando acercarse a ella una vez más. Jeongyeon meció la cabeza en su dirección, apartándola.
—Mhm creo que me gusta más la idea de salir a cenar... —Habló con la voz demasiado grave, fallando en disimular cuanto la afectaba la idea de su esposa, y en cambio una sonrisa encantadora repesentó el modo en el que disimulaba todo su deseo y Nayeon no pudo evitar reír ante aquello.
Si no compartieron un lazo, ella podría haber aparentando toda esa calma. Pero sus rodillas temblaban y su estómago seguía sintiendo esa sensación insoportable de ansiedad y deseo que hacía a la alfa desear tomarla allí mismo, sin más demora.
—Basta Nayeon, no lo haremos aún por más de que no vaya a cocinar, tengo planes...
—Mhm, de acuerdo tu ganas —Aceptó la alfa, removiendo su cabello corto con sus dedos.
La posición, hizo presión de la gentil tela de su camisa blanca que se pegó en su pecho y marcó sus senos de ese modo que a su omega jamás se le escapaba. Nayeon sonrió de lado, al percibir los deseos de Jeongyeon y, aunque deseaba hacerla sufrir del mismo modo, sabía que jamás detendría los planes de su omega.
—Basta Nayeon... —Insistió la omega marcando ese suave e imperceptible hoyuelo que se hundía junto a su comisura cuando se absorbía el labio inferior, para remojarlo.
—De acuerdo omega, me iré a dar un baño.
—Perfecto.
—Nada es más perfecto que tu trasero Yoo, pero de acuerdo.—Respiró, dramáticamente —Te daré el gusto de la cena larga, con el postre y hasta el té digestivo antes de llegar a casa... —Señaló la alfa, dejando un pico en su nariz antes de encaminarse al baño, por el bien de los planes de su esposa.
Jeongyeon ya no estaba tan segura de poder serle fiel a sus planes de probar cosas nuevas y recordar viejos tiempos, en ese preciso instante estaba tentada de permitir que Nayeon la tomara e hiciera con ella lo que quisiera, como era habitual, entonces ella correspondía como si practicaran telepatía y todo era malditamente explosivo y delicioso. Nada nuevo, pero si igual de bueno que siempre.
Pero entonces pensó nuevamente, ¿Cuánto hacía que no le chupaba el pene hasta hacerla temblar de liberación? ¿O que la montaba hasta hacerla jadear, como lo hacían en aquellos lejanos tiempos de universidad? ¿O de encerrarse en sus celos por días completos en la habitación? Esas cosas ya no sucedían desde la llegada de su pequeña cachorra. Tragó cuando decidió que mejor se dejaba llevar un poco por el juego previo.
Jeongyeon había estado de pie frente al espejo por largas horas y vaya que no lo había disfrutado. La llegada de Tuzyu había dejado sus marcas y si bien no eran graves, eran bastante terroríficas para ella, era una realidad que su piel le había fallado al ser realmente sensible y poco elástica. La omega había decidido ponerse un vestido amplio para no acentuar que sus caderas se habían ensanchado de un modo que no se comparaba en lo absolutamente a la de aquella versión más joven de sí misma, aunque eso le hubiera regalado un buen trasero, ya tenía uno bueno antes muy a su parecer, pero desde la madurez de su cuerpo, mucho más.
Si bien, todo en ella se veía diferente desde entonces, había algo que jamás había cambiado en ese lapso: el entusiasmo de su alfa por hacerle el amor. Tragó nuevamente a la expectativa de lo que fuera a deparar esa velada con toda la noche disponible para ellas solas.
Nayeon se asomó por la puerta de la habitación un momento después, trayéndola de entre sus últimas fantasías. Se veía extremadamente cómoda con un par de jeans negros, una blusa de seda azul que dejaba una delicada gota como abertura de su hermosa espalda femenina. Jeongyeon detalló atentamente cada espacio de ella, el modo en el que los jeans se pegaban a sus muslos, el pliegue preciso de la blusa pegándose contra su pecho sin sostén, su cabello húmedo goteando sobre sus hombros desnudos, su rostro libre de maquillaje. Nayeon sabía que su expresión limpia y su semblante relajado eran una perdición para su omega.
—Ya estoy casi lista, preciosa y podremos irnos... —Señaló con aquella sonrisa simpática y compradora que Jeongyeon sabía que la haría delirar, luego. Presionó los muslos a la espera.
Algún momento más tarde de ultimar detalles de outfit, reanudar el maquillaje y calzarse, Nayeon tomó asiento en el borde de la cama, para admirar a su omega.
La mujer de piel cálida y sedosa observaba la caída del vestido en el espejo, mientras se acomodaba el cabello por centésima vez.
—¿Tu ya estás lista, verdad? —Se volteó a ver a su esposa quien la miró y sonrió.
—Si ¿Te falta algo más? —Analizó nuevamente aquel precioso vestido y el par de medias negras ocultas sigilosamente debajo de la prenda.
Si no las hubiera sentido al llegar, pensaría que son panty. Nayeon se removió al observar sus hermosos labios rojos y sus atractivos ojos almendrados, ella se la había quedado viendo como respuesta.
—La verdad... no lo sé —Abultando esos hermosos labios hacia su reflejo, una vez más. —El vestido no me convence...
Según lo que había dicho la alfa, irían a un bonito restaurante aquella noche, quizas no era muy elegante, pero si era de noche y en una fecha tan importante, debía verse perfecta. ¿Qué significaba eso en la cabeza de esa omega? Nayeon la admiró sin descanso. Nunca podría entender la definición de "perfecta", porque para ella, la definición era su omega en persona.
—Omega, tú te ves hermosa con todo lo que uses —Habló la alfa, convencida y se acercó a ella para rodear su cintura, pegando su pecho contra su espalda y acariciar su abdomen, mientras hundía su nariz dentro de su largo cabello oscuro —Este vestido te sienta muy bien, es perfecto, como tu —La ayudó a decidir.
—¿Quieres que me quede así, entonces? —Se sonríe volteándose para encontrarse con su alfa, quien asintió de inmediato.
—Cariño te veras hermosa en todo lo que desees usar, créeme. —Dejó un beso húmedo en su cuello.
Jeongyeon se sonrió con una loba extasiada, mientras se tomaban de sus manos y dejaba un beso suave sobre sus labios.
Nayeon se aferró a la cintura de su omega, cuando arremetió en su boca con tanto entusiasmo, que ella se obligó a apartarse de sus garras o al final la cena acabaría antes de siquiera emprender unos metros fuera de su habitación.
—Va-vale... —Dice con nerviosismo —¿Debería ponerme tacones negros, también o...? —Siguió preguntando de modo nervioso y luego se detuvo para inhalar y exhalar.
—¿Y si mejor cruzas los pies detrás de mi espalda? —Ronroneó la pelicorta contra su oído y Jeongyeon meció la cabeza, riéndose ante su comentario.
—Mmm no, mejor, s-solo me pondré lo que me venga primero a la mente —Susurró aún perdida, ahora en sus besos y carcias.
—Estoy encantada, contigo —Agregó unos pequeños besos en su hombro junto a su marca, y fue pasando a su cuello hacia su delicado escote. Regresó un instante, dejando un camino de besos húmedos, acariciando su espalda con sus dedos largos. —¿Necesitas ayuda en algo más? —Susurró contra su cuello.
Jeongyeon sintió los vellos de todo su cuerpo entero erizándose y suspiró, cuando la recorrió el escalofrío que acompañaba esas mariposas que revoloteaban en su estómago cuando ella estaba tan cerca, como entonces.
—Am, debo ponerme los tacones y no quiero dañar las medias —Le pidió con la voz baja.
La alfa rió ante las trémulas palabras de su omega y luego le indicó que se siente. Ella lo hizo, justo en donde ella la admiraba algún instante atrás. Nayeon buscó su par de tacones favoritos de color negro, se hincó frente a ella, acercó su boca a su rodilla dibujando un sendero sin rumbo, subiendo hasta su entrepierna recorriéndola con sus labios, y a punta de sus besos le puso un tacón, e igualó el método con la otra pierna.
—Cielos... —Gimió ante su lengua traviesa, acariciando detrás de su rodilla —O-oye cariño, ¿te gustan mis medias?
—¿No se nota cuanto me gustan? —Ronroneó la alfa, sin detener las caricias de sus manos.
—Es que tengo frío. —Sonrió timidamente.
—Yo te voy a calentar... —Habló riendo, se acercó a ella y la besó, jugando con su lengua, saboreándola profundamente.
Recibiendo los besos de su esposa, la omega se apartó intentando recuperar el oxígeno que amenazaba con absorverla.
—Espera. Espera Nayeon tenemos que irnos, ya ponle un limite a esa loba... —Intentó, pero la alfa no le dió tregua a sus palabras haciendo caso omiso a lo dicho por su hermosa boca, mordisqueó su labio inferior y posó su mano en su entrepierna —Te amo. —Susurró golpeando su boca.
—-O-oye Nayeon... —Alzó la vista hacia ella —¿A qué juegas? Tenemos que irnos ya... —Apenas y susurró, mientras sentía como le hacía una ligera visita a su clítoris por encima de sus bragas, con los dedos de su enorme mano derecha.
—Estoy comenzando a creer que no es una buena idea... —Admitió, mientras aceleraba los movimientos de sus dedos —Me encanta sentirte así, tan receptiva a mis caricias, omega —Susurró viendo sus reacciones y disfrutando de ello.
—N-nayeon, no-no ignores mmmis palabras... —Formuló relamiéndose los labios y luego presionándolos ante lo que le estaba proporcionando con algunas vueltas de dígitos.
—Te dejaré, si me prometes que usarás algo para mí, durante la cena de esta noche. —Susurró suave y chupó en su cuello, robándole un nuevo gemido audible.
—¿Qu-qué cosa? —Susurró sin siquiera poder pensar en otra cosa que no fuera en mover sus caderas al compás de los incesantes girones de sus dedos.
La alfa se apartó, para fastidio de la omega, quien persiguió sus movimientos hasta que esta regresó con una pequeña caja rectangular que ocupaba su mano. ¿Sería su regalo? ¿Se trataba de alguna joya? Pensó la omega precipitadamente, enternecida por el que fuera su detalle, pero rápidamente aquel pensamiento huyó de su mente, al ver aquella impresionante lujuria flameando en su hermosa mirada dominante.
Nayeon no le entregó la caja a Jeongyeon como un regalo como ella había previsto segundos antes, sino que la acomodó entre sus muslos para abrirla como si fuera un empaque más y descubrió su contenido ante ella.
—Se llaman "Ben Wa Balls" —Pronunció con aquel sensual inglés, pero Jeongyeon no pudo regresar los ojos del curioso par de bolitas metálicas de color morado.
—¿Para qué sirven? —Musitó la omega, desorientada por la intensa carga eléctrica que se removía entre ambas. Nayeon se rió con ternura antes de responderle.
—En español son llamadas bolitas chinas y deseo que estén en tu interior preparándote para cuando te tome hasta que te corras en múltiples ocasiones por haberme regalado los mejores siete años de mi vida. —Jadeó casi quedándose sin aire.
Esa había sido una oración/pedido/confesión muy larga, decidió la omega cuando analizó lo que había dicho.
—Oh... —Formuló la castaña, claramente descolocada mientras tragaba saliva. —¿Eso debe ir dentro... dentro de... mi? —Musitó sin valor para decirlo con más fuerza y Nayeon asintió tomándolas del pequeño anillo fino que colgaba entre la unión de ambas mediante un cordón y le pidió una mano.
Jeongyeon obedeció a su pedido y las sintió sobre su palma. La omega apoyó los dedos de su otra mano sobre la superficie metálica, para removerlos entre sí, con curiosidad por su peso y textura.
Nayeon apoyó la mejilla contra la suya sutilmente mientras removía las bolitas sobre su mano con sus largos dedos, junto a los suyos.
—Su pequeño peso será tan estimulante para ti, que te tendrá ruborizada para mi toda la noche, ¿no te agrada esa idea? —Nayeon prosiguió haciendo del solo acercamiento de mejilla contra mejilla, un universo de sensaciones inflamables para Jeongyeon.
La respiración entrecortada de la omega se detuvo ante su sugerencia y la alfa supo que estaba conteniéndola.
—Wow... —Se molestó al sentirse tan afectada por la facilidad en su alfa para seducirla tan bien.
Vaya, le había ganado de mano, aunque mentiría si dijera que no le gustaba la idea, como la vez de las cuerdas, o la vez que la asfixió con aquellas manos, y podría seguir...
—¿Qué dices, omega? —La retó, unidas en aquel mero rose de sus mejillas calientes, las bolitas y sus manos.
—No podré hacerlo... —Murmuró con la voz ronca. ¿Salir así a un restaurante por la ciudad? Se oía muy imprudente. Entonces, ¿Porqué la excitaba tanto esa idea?
—Oh vaya, creí que sería una buena idea. —Nayeon ladeó la mirada con incredulidad.
Para Jeongyeon, fue claro que Nayeon había intentando fingir su decepción ante su negativa, pero ella la conocía muy bien y sabía que había un breve matiz de decepción ante su resistencia.
¿No es acaso lo que deseaba? ¿Que su alfa y ella regresaran a sus años donde eran unas mocosas curiosas, en donde se sorprendían con cosas nuevas e incursionaban en su intimidad con tanto entusiasmo? Jeongyeon suspiró cuando Nayeon se acercó sobre su cuello y le dio un tierno y breve soplido con su cálido aliento, provocando que este se expanda por todo su cuerpo como si la encendiera en llamas.
—De acuerdo, lo haré. —Aceptó entonces, observando las bolitas en su mano.
Nayeon sonrió satisfecha, con emociones naciendo en su mirada cuando tomó las bolitas desde el pequeño anillo que las acompañaba.
—Date vuelta, te las pondré yo misma. —Señalizó la alfa con su mentón.
—Presiento que el regalo era para ti. —No pudo contenerse a contestar la omega, con una sonrisa de lado.
—Oh claro que sí omega, este no es tu regalo. Lamento haberte confundido —Se burló, aunque su expresión no fue la misma cuando tuvo la espalda de su esposa en primer plano. Se inclinó contra su oído y susurró —Inclínate para mi. —Ordenó con satisfacción.
Jeongyeon sonrió con el rubor invadiendo su rostro, y apoyó el pecho sobre la cama. Nayeon admiró la pose y exhaló buscando paciencia en la divinidad, mientras se ponía de rodillas frente a su culo en alto y alzaba la amable falda de su vestido, para que se mantuviera sobre su espalda. Acomodó sus ideas, se remojó los labios y persiguió la línea de la tela de sus bragas hasta su centro.
La omega tragó cuando ella hizo a un lado sus bragas negras y frotó las pequeñas bolitas de color morado contra su entrada húmeda. Nayeon lubricó aquella pequeña superficie esférica con tanta paciencia, llenándola de ansiedad.
Jeongyeon gimió, cuando ingresó una dentro de su interior y se quedó muy quieta ante la nueva sensación. Se extrañó de la imperceptible quietud del objeto, hasta que la alfa hizo acto de presencia y le quitó una e ingresó ambas a la vez, haciéndola chillar.
Luego de que las introdujo definitivamente, Nayeon dejó sus bragas en la posición correcta, bajó su vestido para que la cubriera con decencia y levantó a su ruborizada omega, haciendo que diera un saltito sobre el piso.
—¡Pe-pero! —Intentó Jeongyeon, escandalizada por el morboso plan de su alfa al descubrir la abarcativa sensación de las bolitas en su interior.
—Ya estamos listas. —Descansó un beso corto en sus labios y tiró de su mano. Jeongyeon la detuvo de pronto.
—O-oye, espera... —Habló su omega con la voz demasiado aguda para ser la propia y, después de algunos pasos de prueba, se quedó muy quieta en su lugar. Su respiración era forzada e hizo reír a su alfa —¡Nayeon! —Se quejó dando otro paso y sintiéndolas vibrar muy dentro en su interior —A-a-así no podré ni hablar con normalidad. —Tragó, apantallándose con las manos.
—Si quieres te cargo hasta el auto, cariño. —Propuso la alfa, mientras tomó algunos detalles y se arreglaba el cabello en el reflejo del espejo.
Su esposa la vió, meciendo con su cabeza cuando se adelantó a caminar y volvió a gemir alto, inmovilizándose una vez más.
—No podré caminar dos pasos... —Susurró y señalo la bolsa —Espera y el abrigo... —Le indicó a su divertida alfa, muy estática en su lugar.
Una vez la alfa dejó todo sobre sus manos, señaló inocentemente a la puerta.
—¿Podemos irnos ya? Se nos hará tarde para la reservación. —Advirtió y su omega volteó los ojos.
—Eres una bruja y me las pagarás por esto... —Estipuló la castaña y respiró brevemente, ya con paranoia de que volvieran a vibrar en su interior.
—¿Con sexo? —Preguntó la alfa descarada y río ante su mirada furiosa. —Apura el paso, omega —Caminó rápido, con ella de la mano hacia su auto, que ya estaba aparcado frente a la puerta de su casa.
—E-espera, ¡Espera! —Apenas jadeó audible, mientras presionaba sus labios y los párpados. —No creo que pueda con esto... —Se tapó la boca apenada y respirando con mas dificultad.
Ya estaban fuera de casa, cuando alzó la mirada y Nayeon estuvo frente a ella, tomando su nuca y viendo directamente a sus hermosos ojos. En ese acercamiento Jeongyeon creyó que deseaba deshacerla por completo.
—Eso no es todo, cuando te corras, te haré el amor como nunca. —Susurró tranquilamente, luego la acompañó hacia su lado del auto y abrió la puerta para ella.
—Eso promete... —Respondió la omega con la voz pequeña.
—¿O prefieres conducir? —Ofreció, con aquel tono de burla que Jeongyeon no sabía si estaba amando u odiando.
—Ah-oh no, no. Conduce tu. —Se subió al lado del volante y Nayeon cerró la puerta para ella con amabilidad.
Jeongyeon estaba entrando en pánico, inhalando y exhalando, intentando recobrar la calma. Su esposa reía aún cuando subió en el auto y ella seguía intentando recomponerse con cada nueva sensación.
El viaje fue silencioso, solo se oían los breves quejidos de Jeongyeon, cuando pasaban bultos o se movía mucho el auto.
Nayeon se sonreía al oír sus quejidos y ver el modo en el que se removía continuamente. En la señal de alto de un semáforo, metió la mano en su falda, tocando su sexo por encima de las bragas.
—Así me encantas, ansiosa por mi. —Dijo al sentirla completamente mojada.
Jeongyeon la apartó molesta y Nayeon siguió riéndose de su contradicción. La omega ladeó la cabeza y sonrió satisfecha, después de todo, era un juego que les estaba gustando mucho a ambas.
—No Nayeon, mejor regresemos a casa, no puedo. —Respiró varias veces entrando en pánico, pero Nayeon la ignoró, bajó del auto y abrió la puerta para ella.
—Vamos omega, solo será en lo que dura la cena. —Suplicó, divertida con el plan.
—¡No! —Se tomó del asiento y meció con su cabeza —No puedo, no puedo, no puedo alfa por favor... —Susurró suplicándole —Regresemos a casa y... haré lo que tu quieras. —Negoció, pero sabía muy bien que sería inútil.
—Si suplicas, me gusta más... —Respondió la mayor, como niña inocente.
El lugar no estaba nada mal, Jeongyeon hubiera detallado más en él si no estuviera concentrada en aquel tintineante estímulo que sentía con cada paso que daba, presionando sus labios para no gemir aquel placer que le proporcionaban aquellas intrusas en su interior.
—Mi omega va a pedir esta noche. —Señaló Nayeon, cuando el mozo llegó a tomar su orden, una vez habían ocupado una mesa.
Jeongyeon le dirigió una mirada de ojos muy abiertos, más se obligó a sonreír cuando dirigió la mirada hacia el mozo que esperaba con ansias.
—Gracias. —Logró decir la castaña, se sonrió a medias fulminando a su esposa con su mirada por algunos segundos, sintiendo el rubor intenso en sus mejillas y el temblor de sus piernas con cada movimiento que daba. Cada vibración era tan exquisita, que la hacía estremeserse desde la cabeza hasta los pies.
—Esta es tu noche, preciosa —Dirigió la alfa y dejó un guiñó en su dirección.
Se veía realmente a gusto con su hazaña y Jeongyeon no sabía si admirarla satisfecha o desearle que se ahogue con el primer sorbo de bebida.
Y como era de esperarse, Jeongyeon tartamudeó algunas palabras, pero logró hacer su pedido con normalidad, aunque se viera algo rígida en su intento.
—¿Lo estás disfrutando mucho, verdad? —Le regañó Jeongyeon por lo bajó y Nayeon asintió con aquella sonrisa simpática en sus labios.
—Te ves especialmente bella hoy, debes saber... —Decidió con esa sonrisa incitante y rastrera que provocaba que recordara lo mucho que le había costado no creer que esa alfa no era una coqueta, en un pasado.
—Tu también te ves hermosa, Nayeonnie... —Habló con la voz demasiado afectada de lo que la esperaba oír.
...
Un plato y varias copas vacías después, ambas estaban riendo por algún tonto chiste, creado desde los recuerdos y anécdotas que habían compartido durante sus largos siete años de relación.
—Son siete años, ¿Puedes creerlo?
—Hacen siete años y mi loba sigue deseando tomarte en cualquier instante y con cualquier excusa.
—Hazlo... —Respondió Jeongyeon, inconmensurable y Nayeon sonrió ladina, antes de mecer la cabeza.
—Oh no, aún no es el mejor momento... —Negándose a caer en sus encantos de omega.
—El mejor momento, es cuando tu pierdes la cabeza... —Insistió la omega. Esa sintonía...
—¿Quieres que pierda la cabeza, verdad? —Disfrutó Nayeon, dando un sorbo a su copa.
—Cuando tu loba se ve enceguecida de deseo, me tomas con más fuerza —Admitió la omega con una sonrisa seductora.
—Hum, te gusta que sea ruda contigo. —Confirmó Nayeon, sus ojos brillaron de anhelo.
—Eso ya lo sabías, alfa... —Desestimó la castaña, con aquella sonrisa tímida.
—No lo habías dicho en voz alta en una ocasión similar que no fuera cuando te estoy empotrado contra la cama. Lo haré. —Aceptó el reto, con una sonrisa de suficiencia.
—Hoy, por ejemplo... —Sugirió descaradamente. Nayeon carcajeó.
—Hoy más que nunca. —Prometió Nayeon, cuando tomó su mano y depositó un beso sobre el dorso de la misma.
—Hoy... —Susurró sin correr la mirada de la suya —No he dejado de recordar que no nos estábamos lejos una de la otra... —Comentó Jeongyeon, nostálgica.
—Porque lo hacíamos todo el tiempo y siempre era bueno. —Recordó Nayeon, con añoranza.
—Por eso entendí que no puedo vivir sin ti. —Agregó, de acuerdo.
—Ow, ¿por eso solamente? —Fingió y falló en verse ofendida.
—No, gracias a esa conexión me lo cuestioné y supe reconocer que eres mi alfa y que te amo. —Jeongyeon se vio muy conforme con su respuesta.
—Jeongyeonnie... —Admiró Nayeon, dirigiéndole su mirada infinita.
—Es la verdad. —Se apenó la omega, desviando la atención en beber un sorbo de agua —Ya va siendo hora de que enloquezcas, ¿No crees?
—¿Y que haría una Nayeon loca? —Insistió la alfa, presumida.
—Arrojaría todo y me tomaría sobre esta mesa, aunque fuera una locura... —Musitó ella, dándole una caricia sugerente al blanco mantel que vestía la firme madera.
—Oye, hace un tiempo que no me hablas de ese modo... —Reclamó la mayor, ronca. Jeongyeon rió antes de dar una respuesta.
—Hace un tiempo que no recordaba cuanto disfruto de provocarte, alfa...
—Me estás provocando. —Confirmó Nayeon, siguiendo aquel juego indecente que tanto le gustaba a su omega.
—Lo estoy haciendo. —Asintió Jeongyeon, en compañía a su repuesta.
—Aún te ves como mi omega de siempre... —Bromeó Nayeon, esperando que ella siguiera jugando, aunque ya deseara cumplir sus deseos de inmediato.
—Quieres tomarme desde que llegaste a casa, puedo sentirlo cariño, recuérdalo... —Musitó la omega corriendo su mentón para exponer la marca en su cuello.
Nayeon acercó su asiento al de ella como si la hubiera atraído una fuerza sobrenatural y respiró en ese delicado hueco su aroma unido al suyo con tanta pertenencia, dejándose oír.
—Mira tu marca, ¿Hace cuánto que no la renuevo? Aún sigo sintiendo todo lo que tu, como si la hubiera tocado ayer.
—Nuestra conexión siempre fue muy buena. —Comentó la omega, buscándose en su mirada oscura.
—Tu sabes que... —Musitó paseando sus cálidos labios por la extensión de su hombro, sin dejar de rodear su marca con la punta de sus dedos. —... yo puedo sentir todo lo que tu, ¿verdad?
—Y yo lo que tu... —Agregó la omega de inmediato.
—¿Eres consciente a veces que es de absolutamente todo lo que tu sientes? —Le reclamó en silencio, mientras sentía el inminente deseo de marcarla otra vez.
—Ajá...
—¿Puedo preguntar qué es lo que estuvo haciéndote sentir tan insatisfecha e inconforme? —Preguntó, y apenas dejó las palabras, su lengua le daba una suave caricia a la textura de su marca, con una inocencia que la hizo sentir como si estuviera en falta por pensar que aquello no se viera de ese modo.
—Oye, nos pueden ver —Se removió percibiendo un par de ojos curiosos y en como Nayeon perseguía la línea de su cuello. —No es por ti...
—Eso lo sé cariño, pero tengo que saber que es... —Insistió apartándose de ella para verla a los ojos.
—E-es... —Tragó cuando retuvo el aire en sus pulmones, una vez Nayeon le dejó un breve beso sobre los labios y se apartaba a su lugar original o no podría contenerse.
—Carajo, como pude estar dos semanas sin hacerlo contigo... ¿Tu recuerdas...?
—No podías tener las manos quietas... —Ser burló la omega.
—Eso no ha cambiado, cada vez que estoy a tu lado, no puedo apartar mis manos de ti. —Le recordó sin pena y Jeongyeon sonrió.
Aquello era tan cierto si lo analizaba, la alfa siempre tenía sus manos en sus caderas, en su trasero, en su espalda, en sus muslos, siempre la tomaba de algún modo sin importar donde y con quien estuviesen. A Jeongyeon siempre se le hacía una muestra de cariño y posesión tan íntima y perfecta que no se le había cruzado por la cabeza siquiera la idea de quejarse.
—Si me disculpas, iré al baño un momento —Se levantó con sumo cuidado, pero fue inútil, las bolitas vibraron burlándose ante el intento de hacer como que ya se había acostumbrado a la sensación o, ya de plano, fingir demencia y hacer como que no estaban allí. Se sonrió nerviosamente y fue hacia el baño para refrescarse apenas las mejillas.
Lejos de la tensión de un inicio y ya más cómoda y tranquila solo moviéndose para utilizar sus cubiertos y su copa, casi que se había olvidado ese detalle. Casi.
Nayeon estaba muy ansiosa de que ella se corriera, pero para ella no era el lugar ni el momento más indicado para aquello. Tomó el pequeño anillo que facilitaba su salida, pero no se animó a quitarlas, pues sabía que no era lo suficiente valiente para poder quitárselas sin gemir en el intento.
Nayeon por su parte disfruto la velada de inicio a fin de cada tema en su conversación, mientras veía a su omega removerse a cada se acordaba de la presencia de su pequeño regalo, bailando en su interior. Sin duda, estaba pensando que era uno de los mejores juegos desde que se habían casado, y no se arrepentía aunque pudiera sentir la insoportable erección contra sus pantalones, al imaginar lo húmeda que estaba por la incesante excitación que podía percibir en ella, a causa del lazo que compartían.
Estaban listas para lo que prometía ser una nueva e intensa aventura.
Estaban de regreso a casa, cuando Jeongyeon la buscó con sus ojos y a simple vista se veía mas que furiosa, pero la alfa sabía que solo se trataba de su frustración.
—¿A ti te parece gracioso decirle al mozo que estaba en celo y que por eso casi no quería moverme, cuando bien sabes que la maldita culpa es de esta cosa que me has puesto? ¡Ya basta Nayeon! ¡Deja de reírte, idiota! —Le reclamó con las manos anudadas contra su estómago, pero Nayeon no podía dejar de reír.
—Ya omega, deja de querer hacerme creer que estás molesta. Mejor dime ¿Cuántas veces te corriste? ¿Lo hiciste cuando fuiste al baño? —Preguntó ansiosa y el corazón se le aceleró de la sola idea.
—Oh ya basta Nayeon... —Hizo un quejido ante un imperceptible movimiento brusco del auto —¿Cómo voy a correrme en un lugar lleno de personas, estás loca? —La regañó mientras un gemido desmentía su fastidio, y las bolitas vibraban sin piedad alguna dentro de ella, haciendo que se muerda el labio inferior. —Deja de reírte, idiota... —Susurró bajo.
—¿Quieres ir a bailar? —Le ofreció graciosa, pero la omega la miró presionando los dientes.
—¡No! ¡Quiero ir a casa! —Chilló con histeria, clavando sus uñas sobre el asiento.
—Oye, no me grites. Grosera —Bufó la alfa, fingiendo estar igual de molesta que ella.
Haciendo entrada de su auto, Nayeon esperó que las puertas del garaje se cierren y, una vez seguras, se acercó a Jeongyeon quien le correspondió con aquella mirada oscura y fulminante, que la persiguió cuando se extendió para quitarle el cinturón de seguridad.
—Abre las piernas para mi —Ordenó la pelicorta, entrometiendo las manos por debajo de su falda.
Jeongyeon mantuvo las rodillas unidas y firmes, denegando su pedido. Nayeon sabía que no sería tan sencillo, sonrió cuando se acercó a su boca con la suya, la besó suave y sin prisa y se alivió cuando ella correspondió sin chistar, rodeando sus mejillas con sus suaves manos. La deseaba, deseaba que saciara la sed que traía consigo desde que puso sus manos sobre ella apenas había llegado a casa por la tarde, lo sabía muy bien.
—Acaba con esto o tendré que golpearte... —Amenazó, mientras Nayeon levantaba su vestido deslizando sus dedos sobre sus muslos, negándose a acabar con la diversión. —Por favor... —Susurró con aquellos labios entreabiertos y jadeantes, y la alfa no se pudo resistir al alcanzar su centro húmedo y palpitante con su dedo medio.
Nayeon sonrío al confirmar como la traía con su erótico juego de resistencia, apartó su mano y degustó de su recompensa. Jeongyeon se quejó cuando ella dejó la caricia, para saborearse con ella, sin apartar la mirada, como si intentara anticipar con los ojos lo que deseaba hacerle.
Cuando regresó las manos dentro de su falda, acarició su centro con más confianza, recorriéndola con plena acción de su mano, moviéndose de forma intensa, mientras subía su otra mano para tomar uno de sus senos por encima de la tela, sin molestarse por correr del vestido. Sintió como su miembro creció en sus pantalones con deseos de fundirse con ella, sin más demora.
—Ven aquí, cariño... —Palmeó su muslo mordisqueándose la punta de la lengua de ese modo que a su esposa tanto le gustaba, a causa de la anhelante expresión de su rostro.
Jeongyeon se apresuró a cumplir con su pedido y se sentó sobre su muslo izquierdo, no sin gemir ahogado y agudo por el vibrar de las bolitas en su interior, junto al apretón que Nayeon le hizo a sus caderas con sus manos.
—Oh alfa, ya quítamelas por favor... —Se quejó, posando la mano derecha sobre su endurecido miembro sobre la tela, que se hinchaba cada vez más bajo la tela de sus jeans.
Tanteando, la omega ubicó el botón del pantalón de la pelicorta y lo desabrochó para acariciarla directamente con la suavidad de su dedos, entregada al agarre de la manos de Nayeon, ahora rodeando su cuello con una firmeza casi brusca.
Nayeon gemía sonoro por la excitanción que le provocaban las caricias de su esposa y el contínuo balanceo de su cadera a causa de las bolitas vibrando con mas intensidad en su interior. La alfa tiró del largo cuello para acercarla a su boca, para tomarle el labio inferior y masticarlo con gusto.
La omega jadeó cuando sintió sus manos escurriendo sus bragas por sus piernas, dándole acceso a que abriera más las piernas con más libertad. Jeongyeon obedeció a su pedido y apoyó un tacón contra el asiento contiguo.
Nayeon deslizó sus dígitos por sus muslos, muy cerca de donde se sostenían el fino anillo que unía las bolitas en su interior y la omega subió más su vestido, para poder observar con atención lo que le hacía su alfa.
—¡A-ah! —Chilló en un quejido jadeante, arqueando la espalda cuando Nayeon quitó el juguete de un tirón y la otra mano la sostenía de su cabello, siéndole de apoyo.
Nayeon dejó que el par de bolitas empapadas se perdieran por el asiento y fundió dos de sus dedos contra su clítoris con más entusiasmo. Los jadeos de su omega aumentaron al igual que su dulce aroma frutal, que tanto le gustaba, y provocando que se empañen los vidrios de las ventanas.
—M-me voy a correr... —Sollozó tomando el volante con la otra mano buscando apoyo, cuando sintió uno de esos dedos largos incursionando en su interior, alcanzando el punto exacto, que la haría llegar. Ella la conocía tan bien —¡Oh diablos, Nayeon! —Presionó los párpados cuando ella mordisqueó su cuello y tiró de su pelo con mas firmeza.
La alfa adoraba su sabor y sentir cómo se impregnada en su lengua y labios, era la gloria.
—Oh m-mi amor, más-m-mas rápido... —Gemía con desesperación, sintiéndola digitar con un ritmo estándar que estaba enloqueciéndola.
Nayeon buscó su boca y la besó ansiosa, cuando curvó sus dedos contra sus calientes paredes, aumentando el ritmo de sus estocadas.
—Ahh... —Formuló, quejándose contra su boca, cuando la tenía tan cerca del delirio.
—Hazlo. —Susurró la alfa apenas audible, moviendo su mano al compás de sus caderas y ella arqueó su espalda, cuando su cuerpo se dejó llevar por el clímax, gritando y gimiendo una versión distorsionada de su nombre.
Nayeon sacó sus dedos de su interior y le sonrió, picoteando dulcemente sus mejilla caliente, mientras la castaña recuperaba el aliento, removiendo su pecho ante la dificultad.
—Eres aún más hermosa cuando llegas al orgasmo, omega... —Susurró contra su cuello, haciéndola sonreír con satisfacción.
—Me conoces tan bien, tan bien... —Admitió, aún jadeante y ya sudorosa a causa del exigente ritmo de Nayeon.
No tardó mucho cuando, tanteando, encontró su miembro sobresaliente de la presión en sus jeans y presionó sus dedos en torno a la erección de su alfa.
—Lo sé, nadie te conoce como yo, omega... —Gimió Nayeon, admirando su mano curiosa. Gruñó, tensándose aún mas cuando Jeongyeon la ayudó a despojarse de sus pantalones a punta de movimientos apresurados, hasta que estos estuvieron contra sus talones.
—¿No crees que ahora yo debería jugar un poco? —Formuló la omega, buscándola con aquella mirada oscura y hambrienta. Nayeon asintió cediendo de inmediato a ella. ¡Por supuesto que sí! ¿Cómo iba a resistirse a esa exquisita mirada?
Jeongyeon se sonrió satisfecha, cuando la sientió removerse ansiosa contra sus manos y se hincó frente a ella, acercándose a su falo para saborearlo e ingresarlo en su boca de una sola vez. Nayeon agradecía mucho que su auto fuera amplio y le permitiera a Jeongyeon estar en esa posición, porque aquella sería una imagen inolvidable.
La omega prosiguió masajeándola con su mano libre, mientras succionaba con sus suaves labios, provocando que la alfa estire el cuello hacia atrás ante la deliciosa sensación que la invadía.
—Oh, cariño... —Gimió Nayeon, recogiendo su largo cabello entre sus manos, para que no entorpecieran sus acciones.
—He deseado hacer esto, desde hace un buen tiempo... —Admitió ella, en búsqueda de oxígeno, pero no dejando de tortularla con su lengua.
—Jeongyeonnie... —Chilló la alfa, negándose al agarre de su pelo y aferrándose al borde del asiento, o tendría que amarrar las manos a su cabello y golpear contra su garganta hasta que se ahogara.
Aunque no fuera una mala idea, más le gustaba que confesara que deseaba hacerlo. Estaba dispuesta a dejar que su omega se complazca, concluyó Nayeon mientras admiraba como sus labios abrazaban su falo de ida y de vuelta, y luego, aumentaban el ritmo hasta que golpeaba tan profundamente que provocaba que sus almendrados ojos se humedezcan.
—Mierda, Jeongyeon... —Jadeó la alfa ante aquella perfecta imagen y tomó sus mejillas para apartarla. —Aún no, detente.
Jeongyeon se apartó, saboreándose de ella mientras la alfa jadeaba, intentando recuperar la estabilidad.
—Voltéate y agárrate —Ordenó la alfa y Jeongyeon asintió, anticipando el instante en el que se sumerja en ella.
Nayeon recorrió la fina textura de sus medias finas, mientras se frotaba contra su sexo humedo con su glande, colmando el ambiente de ansias. La omega supo que ningún juguete podría estimularla tanto como el preciso instante en el que anticipaba que Nayeon estaba a punto de fundirse en su interior.
La alfa pelicorta alzó nuevamente la accesible falda de su vestido amplio y la sentó, introduciéndose en un solo empujón, suave, posando su cabeza sobre su hombro y gimiendo con alivio. La necesitaba desde temprano, poder sentirla sin prisa se sentía como un verdadero lujo.
Ya cómoda entre esas calientes paredes y tan consciente de la posición como la tenía, Nayeon estrujó sus manos contra sus caderas blancas y arremetió movimientos lentos, hundiendo la nariz en las hebras de su pelo. Sus manos ascendieron por su estómago hasta que alcanzó su pecho y deslizó la tela para liberar sus senos y hacerla jadear al estrujarlos en sus manos.
Eran demasiados estímulos. Jeongyeon se agarró del volante ayudándose a subir y bajar sobre el miembro de su alfa, acompañando sus arremetidas, sintiendo como poco a poco todo se tensaba en su interior.
—Espera no, mejor móntame... —Jadeó Nayeon, inconforme y gruñó cuando su omega se volteó con rapidez y coronó su cadera con sus largas piernas, con facilidad —Ah, me encanta cuando cooperas, cariño... —Presionó su cadera y se fundió profundo en su interior, sin dificultad, arrancándole un gemido ronco, que detuvo con la severidad de sus labios.
Nayeon la ayudó, sosteniendo sus muslos y Jeongyeon no tardó en reiniciar las embestidas. La alfa abrazó su cintura para penetrarla con más dureza y profundidad, paciente.
Jeongyeon gimió audible, encontrándose con el ritmo de sus embestidas y lo hizo mas alto cuando Nayeon bajó su vestido para devorarse sus senos, esta vez. Se enredó a su cuello y se dejó llevar por el ritmo de su alfa, sintiendo que perdería la consciencia en cualquier momento a causa del intenso orgasmo que la tomaba poco a poco.
—Más-más duro... —Sollozó y sintió la oleadas de escalofríos a la par de sus brincos.
—Diablos... —Jadeó la alfa ante el modo en que su interior se contraía para ella y ayudó con su cadera.
El ritmo era aún más duro, tanto que se podía oír el choque en la unión de cada encuentro. Nayeon se mantuvo hundiendo los dedos ahora en sus costillas, coloreándole la piel con su presión, mientras su omega se contraía como respuesta y explosionaba en intenso éxtasis.
—Te-te amo omega... —Apenas y logró formular, mordiéndola en su liberación y tatuando su mandíbula en su cuello.
Jeongyeon recibió la marca, adolorida y estática ante la intensidad del orgasmo que las invadía y pronto se vió agolpaba por el nudo de su alfa.
Nayeon la soltó suavemente y atendió su marca con suma adoración, sin dejar de acariciar el largo de su espalda, ahora desnuda.
Agitada, Jeongyeon se derrumbó sobre el pecho de su alfa, dejándose arropar por el acelerado ritmo de su corazón.
—Y yo... te amo... a ti mi amor —Susurró Jeongyeon, igual de fatigada que se veía su esposa.
Ambas se quedaron muy quietas unos minutos, recuperando el aliento. La alfa acariciaba suavemente la espalda desnuda de su omega, mientras poco a poco el nudo se iba aliviando.
—¿Eso es todo? —Bromeó Nayeon, acariciando sus labios. Rieron.
—Cállate, descarada. —La regañó Jeongyeon, dejándose rodear por su abrazo.
—Aún no te doy tu regalo... —Ronroneó junto a su oído, haciéndola sonreír por las cosquillas que dejaba con sus labios por su mejilla y cuello.
—Cielos, creí que este había sido mi regalo. —Habló ronca ante el reciente episodio y alzó la mirada para hallarse en la suya.
Rieron una vez más, con maravillosa complicidad.
—Fui por ese par de tacones que viste en aquella vidriera la otra tarde, los verde limón... —Musitó Nayeon, extasiada por la emoción que iluminó su mirada y presionando el abrazo, cubriéndola del fresco que comenzaba a invadirlas a través de las aberturas de las puertas del vehículo y que podían sentir después de la adrenalina del momento.
—Gracias, cariño. —Sonrió la omega deleitándose en su aroma fresco.
—¿Y tu que me regalarás? —Habló entonces Nayeon, desconcertada.
—Las medias de medio muslo. —Bromeó la omega, con una sonrisa traviesa.
—Ese fue un excelente regalo, sin duda, aún tengo mucho tiempo para jugar con ellas... —Murmuró deseosa, cuando deslizó las manos hacia donde se ubicaban las mismas —¿Vamos a la cama?
—¡Ese no es el regalo tonta! —Le regañó y la alfa rió. Era obvio que no.
—A ver, ¿Con qué me vas a sorprender esta vez? —Se acomodó la alfa, para hallar su mirada con más atención.
Jeongyeon correspondió de inmediato, dejando que acunara su rostro entre sus manos. Respiró de su aroma a menta mezclado con el suyo, tan cerca de ella, aún tan estrechamente unidas en cuerpo la una a la otra, como lo estaba en alma para la eternidad.
—¿Lista? —Bromeó la omega ante la emoción en la mirada de su alfa.
—Suéltalo. —Respondió Nayeon, confiada.
—Estoy embarazada. —Musitó con confianza y Nayeon exhaló con asombro.
—¿De verdad? —Insistió, atónita.
—De verdad. —Admitió con un asentimiento de cabeza.
—¿No es una de tu bromas? —Tomó su mandíbula para buscar credibilidad en su mirada.
—Hablo muy enserio. —Sonrió Jeongyeon, enternecida.
—Oh vaya... —Gimió Nayeon tapándose los labios, incrédula —Ahora tendré que compartirte con otra persona más... —Murmuró un gruñido y Jeongyeon se rió, luego de dejarle un manotón en el hombro, que hizo reír a su esposa.
—¿No te alegras? —Ella sabía que si lo hacía.
—¿Y tu que crees? —Musitó con aquella encantadora sonrisa en sus labios, cuando la miró nuevamente.
—Creo que Tzuyu debería de pasar una noche más con Seungyeon unnie... —Respondió perdida en sus pupilas dilatadas de anticipación de un gran fin de semana de mimos, recuerdos, juegos, regalos y más motivos para festejar.
¡Vivan las esposas!♡
Hola Tu, ¿Ya dije que me encantan las parejitas felices?
Muy a mi parecer, Jeongyeon de pelito largo es tan omega y Nayeon de pelito corto es tan alfa jajsjsja
¿Qué dices? ¿Te gustó este nuevo OS?
Espero con ansias todos tus comentarios, tu JazUnnie🌻
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