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03

La brisa fresca que corría durante ese día le envolvía con gracia, era gratificante tener ese aire descontaminado entrando por sus fosas nasales y purificando su cuerpo, nunca pensó que fuera una acción tan agradable y plancentera, pero ahora que la estaba viviendo hace poco más de una semana de forma diaria, no sabía si podría ser capaz de acostumbrarse nuevamente al apestante aire de Seúl, seguramente nunca podría hacerlo de nuevo, y estaba bien para él dentro de todo, justamente había llegado aquí para esto, para escapar de todo, empezar de cero con una vida tranquila y pacífica dentro de un pueblo pequeño y ganadero.

Seonghwa estaba feliz, y no podía ocultar su felicidad mientras aspiraba aire profundo sentado en aquella banca de la plaza principal. Eran las 5 de la tarde y él había salido de su pequeña casa aún llena de cajas para refrescarse un poco y descansar de su ardua tarea de dejar su nuevo hogar como una taza reluciente mientras esperaba a sus parejas.

No hacía el suficiente frío para llevar una sudadera, así que Seonghwa se alegró el haber salido con un simple chaleco y arroparse con él mientras caminaba por las calles. Aparte, la plaza era bonita y muy verde, llena de árboles que se mecían con el viento, flores a los costados de los senderos y el pasto verde y cortado que parecía una colcha y le daban ganas de hundir sus pies descalzos allí, la estatua del fundador al centro de esta levantándose imponente entre las copas de los árboles y un montón de juegos metálicos para niños pequeños en un espacio de arena.

A Seonghwa le gustaban los niños, le gustaban mucho y siempre se quedaba prendido mirándolos cuando se topaba con alguno, su corazoncito se enternecía y por esa razón justamente estaba sentado cerca de la zona de juegos de los niños, con los pies apoyados en la banca y los brazos cruzados por sus rodillas, sonriendo inconscientemente con las risas de los niños y las jugarretas. Los rechonchos humanos pequeños jugando entre si y haciendo volar la mente de Seonghwa pensando en como sería si tuviese un pequeño niño, y poder traerlo allí para que pudiese jugar con los demases.

Nunca había hablado con San y Wooyoung sobre adoptar a un bebé, en todo caso era imposible tomando en cuenta que se encontraban en Corea y la ley les restringía hasta el simple pensamiento de querer. Pero Seonghwa siempre deseó tener un hijo pequeño, obvio, sus posibilidades se vieron limitadas en sobremanera al darse cuenta que no le gustaban las mujeres y tampoco tomar el rol de activo dentro de una relación homosexual, por lo que se había convencido a si mismo que su sueño, quedaría siempre como un sueño, no sacaba nada con hablarlo con ninguno de los dos hombres que le amaban, porque ninguno podría ser capaz de cumplirlo y entre pequeñas conversaciones que habían tenido, tampoco les entusiasmaba la idea. Seonghwa lo aceptaba, porque de todas maneras, su vida no era de rosas y no podía asegurar una buena vida para un niño.

Saliendo de su ensoñación lastimera, sintió unos pequeños toquecitos en su pierna que le hicieron mirar hacia abajo con ojos grandes en confusión. Topándose con una dulce niña de cachetes regordetes, cabello negro por encima de los hombros y flequillo cubriendo su frente, que justamente le extendía una flor que no conocía.

Seonghwa pestañeó un par de veces, "¿Es para mí?", preguntó dudoso, y la niña asintió, extendiéndole aún más la flor y causando una sonrisa abierta en Seonghwa, tomándola entre sus dedos para admirar con ternura el bonito regalo que había recibido, "¡Es preciosa como tú! La voy a atesorar como si fuese oro", la sujetó suavemente contra su pecho, recibiendo una risa fuerte de la niña que seguía sujetando su pantalón. Era preciosa, vestida con un overol de mezclilla y un chaleco rosa, tenía un bolsito del mismo color que Seonghwa notó estaba lleno de flores que seguro ella misma estaba recolectando. "¿Cómo te llamas, princesa?"

"Me llamo Yeseul, igual que mi abuelita Yeseul", a pesar de que, Seonghwa intuía, la niña no debía tener más de 5 años, hablaba fuerte y claro sin trabarse y eso le sorprendió.

"Tú y tu abuelita tienen un hermoso nombre, Yeseul, más hermoso que esta flor", la niña volvió a reír, sin dejar de mirar su rostro con los ojos brillantes. Seonghwa tenía esa característica, quien sea que le mirase -en especial niños y bebés- no podían apartar la mirada de él fácilmente, "Yo me llamo Seonghwa"

La niña abrió su boca sorprendida, como si no pudiese creer que Seonghwa se llamaba de tal manera, y se estiró para tomarle la manga.

"¡Es muy bonito, señor Seonghwa!", él rio avergonzado cuando fue llamado señor con solo 23 años, pero no podía corregir a una niña tan dulce, "¡Es como un príncipe azul! ¿Ya rescató a la princesa?", preguntó con inocente curiosidad.

Seonghwa volvió a carcajearse, endulzado con la inocencia de Yeseul por compararlo como un príncipe, pero la niña esperaba su respuesta con seriedad. Por lo que se tuvo que detener a pensar en como podía responderle mientras miraba los pétalos de su flor roja entre sus dedos.

"No realmente... ¿te digo un secreto?", alzó una ceja, volviendo a girar sus orbes hacia la niña que asintió enseguida llena de curiosidad, y Seonghwa hizo un ademán con su mano para que se acercase, cosa que la niña no tardó en cumplir. Y Seonghwa inclinándose un poco para susurrarle en el oído, dijo: "En realidad, dos príncipes me vinieron a rescatar a mi"

La niña se llevó las dos manos a la boca, con los ojos abiertos como plato mientras Seonghwa le sonreía con los ojos entrecerrados.

"¡¿Dos príncipes?!", gritó sin creerlo, y Seonghwa asintió efusivamente, confundiendo a la niña que se quitó las manos de la boca para ahora rascarse la cabeza, "Entonces... ¿usted es la princesa?"

Seonghwa alzó las cejas, pero no dudó en responder, "Si, algo así"

No era él quien tenía que explicarle a Yeseul como funcionaban las cosas, era pequeña aún, se conformaba con que pensara que era la princesa en ese cuento de hadas.

"¡Yeseul!", escucharon ambos, y Seonghwa levantó la cabeza hacia el grito para ver a una señora bajita gritar en dirección a Yeseul junto a él. "¡Es hora de irnos, hija!"

La niña puchereó ante el nuevo grito, pero finalmente volvió a tirar del pantalón de Seonghwa para llamar su atención, cosa que fue concebida.

"Hasta pronto, princesa Seonghwa, es muy hermosa", se despidió la niña agitando su manita, antes de soltarle y salir corriendo en dirección a la señora que le aguardaba.

Seonghwa rio con gracia de nuevo, sin si quiera haberse podido despedir bien de la linda niña.

Cuando ambas desaparecieron de su vista al salir de la plaza y girar en una calle, Seonghwa se fijó en la hora en el reloj fino que tenía en su muñeca, soltando un jadeo sorprendido cuando se dio cuenta que eran las seis y cuarto, y seguramente Wooyoung y San no tardarían en llegar a su nuevo hogar.

Se levantó con pesadez de la banca donde estaba sentado, algo acalambrado por estar tanto rato sentado en la misma posición. Con la flor en mano, le dio un último vistazo antes de encajársela suavemente en la oreja y entre sus cabellos grises y rosas. Por alguna razón, mientras sacudía sus ropas, se sintió algo observado, por lo que dio un rápido vistazo a toda la plaza, topándose con varias miradas de gente que no conocía y que le miraban como si fuese algo extraño en el lugar.

Se sintió algo intimidado ante eso, ante las miradas de extrañeza que le dedicaban por seguramente jamás haberlo visto antes. No era mentira que su llegada al pueblo había causado revuelo, sintió miradas de curiosidad encima suyo los primeros días cuando recorría y compraba cosas para comer, pero aún no se acostumbraba del todo a ser demasiado el centro de atención dentro de un lugar que no conocía. Ya no quería seguir siéndolo, lo fue durante toda su preparatoria y universidad, solo quería algo de paz al salir a la calle.

Todas aquellas miradas se sentían pesadas y curiosas, como si quisiesen saber sus preocupaciones y secretos, eso era lo que más le intimidaba y le hacía sentir pequeño, pero intentaba olvidar aquello y siempre dejar su timidez de lado a la hora de interactuar con la gente, no quería que le vieran como alguien tímido y sin confianza cuando no estuviese ni con San ni Wooyoung al lado.

Suspiró, con sus grandes ojos intentando no cruzarse con nadie y alzando la cabeza, caminó por el sendero para salir de la plaza y dirigirse a su casa aún con polvo y cajas. La urgencia no les había permitido comprar algo más sofisticado y compraron una casa abandonada y sucia a remate por un par de millones de wones bastante pocos, pero no estaba mal, tenía buen tamaño y ubicación también, solo estaba el hecho de que estaba polvorienta y con algunos vidrios rotos que San se estaba encargando de arreglar al mismo tiempo que Wooyoung de lavar y pintar la casa por fuera.

Tarareó una canción que escuchó hoy en la mañana por la radio mientras tambaleaba la cabeza, entrando a las calles del pueblo, especialmente a la que más tenía negocios y puestos para comprar víveres, frutas y verduras. Tenía lo suficiente en casa para la semana y cocinar, por lo que no se preocupó en ver alimentos y rechazó amablemente a cada vendedor que le ofrecía productos. Las miradas seguían sobre él, pero ya no estaba tan atento a ellas y veía las bonitas verduras con curiosidad. Eran diferentes a las de Seúl, no estaban envasadas y lucían más frescas, grandes y coloridas que las que vendían en los supermercados, seguro era porque eran cosechadas en el pueblo mismo.

De pronto, algo en específico le llamó la atención, el color rojo vivaz de las fresas que una señora mayor ofrecía le llamó de sobremanera. Y se le fue imposible no acercarse al puesto para ver las deliciosas fresas en los cajones, frescas, jugosas y grandes fresas que se veían deliciosas a sus ojos. Seonghwa tenía especial debilidad por las fresas, y pensaba que aún no llegaba el tiempo de estas al ser abril. Las fresas frescas en Seúl llegaban a fines de mayo a los supermercados y eran muy costosas.

"¿Son reales?", preguntó sin apartar sus ojos de aquellas, sintiendo su estomaguito rugir en ansias de comerlas y saborearlas. Y cuando escuchó la risa de la mujer detrás de los cajones, se dio cuenta de la estupidez de pregunta que había hecho, avergonzándose un poquito antes de alzar su vista a la mujer.

"Claro que si hijo, yo misma las coseché de mi huerta, ¿a que están bonitas, no?", Seonghwa asintió entusiasmado, mirando de lleno a la adorable mujer. "¡Oh! Yo te conozco, eres el adorable chico nuevo en el pueblo, ¿no?", la mujer le apuntó de forma entusiasta, con ese tono cantarín que la mayoría de los pueblerinos tenían y le parecía graciosa.

Se encogió entre sus hombros, "No sé si adorable... pero sip, ese soy yo"

"He escuchado a cientos de personas hablar del adorable muñequito que se vino a meter a esta pocilga, pero es la primera vez que te veo", la señora salió detrás de sus cajones y se acercó a él. Era robusta y fortachona, algo rellenita y de mejillas gordas y rosadas, típica campesina, podría decir Seonghwa, y a pesar de ser más alto que ella se sintió intimidado cuando la mujer le tocó el cabello.

"Uh-uh... ¿la gente habla de mi?", preguntó tímido.

"¡Pues obvio que si! De ustedes tres en realidad, pero de ti he escuchado miles de maravillas, todos dicen que eres como un príncipe delicado e irreal, y yo juraba que eras un simple muchachito y todos exageraban", la mujer soltó su cabello, pero empezó a palpar sus brazos y costillas con las pesadas manos, causándole cosquillas y algo de incomodidad al sentir manos ajenas encima suyo, "Pero mírate, tenían razón, eres hermoso, pareces uno de estos modelos de la televisión, y tu rostro creo que es el más lindo y limpio que he visto en toda mi vida, ¿no eras un modelo antes?¿qué haces en este pueblo pequeño?"

"N-no diga eso...", Seonghwa negó con una sonrisa nerviosa, restándole importancia con un ademán de manos, "Yo solo estudiaba pedagogía infantil, y me vine por decisión propia con mis novios"

Seonghwa no supo si la señora ignoró el detalle final o le extrañó, en cambio, seguía palpando sus costados por encima de su ropa causándole un par de cosquillas y lográndole entrar un poco en pánico, pero no tenía la valentía de separar a la señora.

"Estás tan delgado hijo...", murmuró, sonando más para ella que para Seonghwa, y de pronto las manos de la señora se vieron lejos de su cuerpo y Seonghwa pudo respirar mejor. "Realmente eres impresionante pero siento que te vas a romper"

Volviendo detrás de sus cajones llenos de fresas, la señora tomó una bolsa colgada en un poste junto con la pesa y comenzó a escoger grandes y rojas frutillas bajo la mirada de Seonghwa, quien se sintió algo incómodo por el comentario de su delgadez. Él sabía que era delgado, pero estaba dentro del estandarte coreano y nadie le decía nada malo. Aunque notándolo bien, nadie en ese lugar parecía importarle el estandarte del peso ideal, todos eran fortachones, nadie delgado "en exceso" como él.

De todas formas, prefirió quedarse callado.

"No te sientas tan intimidado por todas las miradas y comentarios hacia ti, hijo", aquello le llamó la atención, así que escuchó a la mujer que seguía eligiendo fresas, "Es simplemente curiosidad, gente nueva en el pueblo no se veía hace dos años, y tú realmente destacas por encima de todos con aquel aspecto y actitud de ángel, ya se acostumbrarán a ti y harás amistades con los muchachos de tu edad", terminando de elegir fresas y colocarlas dentro de la bolsa, las pesó con ojo critico en la pesa colgada, y finamente le extendió la bolsa a Seonghwa que la miró extrañado, "En todo caso, nadie dice nada malo de ti, y creo que nadie podría hacerlo nunca porque eres el hombre más hermoso y tierno que he visto nunca"

"Uh yo... no traigo dinero encima", se negó con pena, había salido de casa con apenas su teléfono y no esperaba comprar nada. E ignoró todo lo demás, ya tendría tiempo para pensar lo que le dijo la señora en casa con sus dos hombres en el sofá.

La mujer soltó una exclamación potente, "Anda, tómala, es un regalo para ti, cómelas tu solo para que engordes aunque sea un poquito, ¿va?", Seonghwa volvió a negar apenado, pero la señora tomó su mano, abriéndola con una fuerza medida y dejando las asas de la bolsa en sus dedos antes de cerrarla en un puño, "Bienvenido al pueblo, eh..."

"Seonghwa", susurró recibiendo con pena las fresas en la bolsa y apegándolas a su pecho como si fuesen oro, "Muchas gracias, señora, no era necesario"

"Claro que lo era, tómalo como un regalo de bienvenida de la señora Ung", Seonghwa seguía reacio, pero luego de unos instantes suspiró con una suave sonrisa, asintiendo.

Se despidió con una sacudida de mano, y siguió rumbo hacia su casa sin saber como realmente sentirse, la mirada gacha hacia sus zapatillas deportivas. Casi se pasa de su calle al no estar familiarizado aún, pero se dio cuenta y volvió sobre sus pasos para adentrarse en esta ansiando llegar a su casa, pensar y acurrucarse entre sus novios.

La alegría y euforia floreció en su interior al ver la camioneta blanca de San estacionada en la casa, y a ambos pelinegros conversando apoyada en esta. San y Wooyoung no se consideraban demasiado cariñosos entre si, siempre preferían compartir caricias con Seonghwa de por medio, porque en si, fue Seonghwa el que inició esa extraña relación entre los tres, San y Wooyoung antes de eso habían llegado incluso a amenazarse en algún momento. Pero el peligris era demasiado atento a todo, y siempre notaba caricias sutiles entre ellos ahora, siempre que él no se encontrara cerca, San acariciaba la cintura de Wooyoung y este entrelazaba sus dedos con sutileza. Al igual que los picos de despedida en la mañana nunca faltaban.

Simplemente, ambos pelinegros se amaban a su manera, y eso le mantenía feliz.

Comenzó a correr, sujetando la bolsa con fuerza, hacia sus ambos amados por la calle, llamando la atención de estos quienes dejaron de hablar para mirar al dulce Seonghwa emocionado por verles volver. San y Wooyoung sonrieron enternecidos, recibiendo con los brazos abiertos a su dulce Seonghwa y apretarlo en un acalorado y cariñoso abrazo de 3. Seonghwa fue apachurrado entre los brazos fuertes de sus amantes y besado por todo el rostro con risitas juguetonas.

Así eran ellos, Seonghwa lograba ablandarlos de una manera impresionante, volviéndolos lo más mansos y permisivos posibles porque Seonghwa era para los dos el mundo entero, cualquier cosa que hiciesen lo hacían para verle feliz, fuera lo que fuera. Seonghwa simplemente era la debilidad de ambos pelinegros.

"Dulce bebé, ¿Dónde estabas?", preguntó San, acariciando la cintura de Seonghwa mientras Wooyoung le propinaba un beso en los labios.

"Salí a despejarme un poco, el polvo ya estaba picando en mi naricita", Seonghwa arrugó la nariz al separarse de Wooyoung, y se inclinó para besar a San esta vez, suave y cariñoso.

"¿Qué traes allí, cosita pequeña?", esta vez preguntó Wooyoung al percatarse de la bolsa entre los brazos de su amado.

Cuando Seonghwa volvió a estar libre, los ojitos le brillaron con emoción, y extendió la bolsa hacia ambos pelinegros confundidos mientras la abría y dejaba mostrar su contenido.

"De vuelta, una señora me regaló fresas como bienvenida", Seonghwa volvió a mirar las fresas, sin poder esperar para cenar y comerlas, "¡Son las fresas más grandes y bonitas que he visto! Podríamos hacerlas con chocolate, o también ocuparlas para sándwiches de crema, ¡o simplemente comerlas!"

Wooyoung rio, extendiendo su mano para acariciar los suaves cabellos del mayor.

"Bueno, cosita pequeña, hay que ir adentro y probarlas mientras vemos una película, ¿te parece?"

Seonghwa asintió entusiasmado, y San abrió la camioneta para sacar su bolso. Wooyoung se adelantó a entrar a la casa y le siguió San apenas cerró la camioneta. Seonghwa caminó hacia la entrada de su hogar con una sonrisa en su rostro, pero cuando se vio solo afuera al entrar ambos pelinegros, se detuvo de forma tranquila.

Se sentía observado de nuevo, pero a diferencia de ahora, no había nadie en su calle residenciaría.

Mirando hacia todas partes con ojos grandes y una sonrisa, Seonghwa se fijó si alguien estaba afuera en su calle y no lo había notado. Pero esta estaba desierta, sin ningún rastro de siquiera una mascota en los antejardines. Seonghwa se iba a rendir y entrar, pero por el rabillo del ojo, notó como una cortina era sutilmente abierta en la casa del frente cruzando la calle.

Se giró por completo hacia esta, fijando sus grandes ojos y esa sonrisa hacia aquella ventana, notando que quien sea que fuese detrás de esta, la cerraba al darse cuenta de que había sido pillado. Seonghwa pudo haberse girado sobre sus talones y dejarlo pasar, pero en cambio se quedó mirando hacia esa casa con su expresivo rostro sonriente, especialmente hacia la ventana durante largos minutos expectante.

Luego de, quizás, 5 minutos, la cortina volvió a ser sutilmente corrida, y Seonghwa notó el ojo de una persona por la rendija corrida. Pero tan pronto aquella se fijó que volvió a ser pillado por el estoico y tétrico rostro de Seonghwa sonriente, cerró de nuevo la cortina.

"¿Bebé?¿por qué sigues afuera? Está comenzando a hacer frío", San salió por la puerta para mirarle, y Seonghwa se giró, dejando a su vecino o vecina en paz.

"Ya voy, Sannie", murmuró, con ese bonito tono de voz, y dándole una última mirada a la ventana, caminó hacia la entrada donde fue acogido por San y finalmente entrar a casa.

En algo se había equivocado la señora Ung.

Él jamás se libraría de lo que dicen los demás sobre él, era su condena.

hwalight | 230523

1 año y medio sin actualizar y tuve que descargar el banner desde el navegador porque se me perdió 🤠

En fin yeehaw slow it down make it bouncy rueguen para que no abandone de nuevo este fic pq la vdd tiene buena tematica y muchos plot twist

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