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𝓥𝓸𝓵𝓿𝓲𝓮𝓷𝓭𝓸 𝓪 𝓕𝓸𝓻𝓴𝓼









Blair volvió a bufar mirando por la ventana del coche, no le gustaban las temperaturas tan bajas. Solo veía casas pasando a gran velocidad, personas caminando tranquilamente por la calle y mucha niebla. Miró a Charlie, su padre, preguntándose cuánto tiempo había pasado desde que se vieron por última vez. ¿Un año? ¿Dos? Blair nació y creció en Forks junto a la manada Quileute, pero desde que su madre la necesitó en California, no mantenía mucho contacto con sus raíces.

Isabella era su hermana por parte de padre, eran uña y carne hasta que se fue a Arizona para estar con su madre, desde entonces no se habían vuelto a ver. Blair siguió viviendo con Charlie, pero Isabella odiaba ese lugar y siempre tuvo como primera opción a su madre.

Decidió romper el silencio cuando escuchó cómo se apagaba la radio. Se había ido la señal y era un buen momento para hablar.

—¿Cómo está Bella? —no se le ocurrió gran cosa. Bella llegó allí meses después de que Blair se fuera, tampoco tenía mucho que decir sobre ella.

—Sinceramente me preocupa. —asintió, el ambiente se hizo más ameno— En parte estás aquí por eso.

Elevó una ceja en su dirección y cuando él volteó la cara para ver su expresión, una sonora carcajada salió de sus labios, provocando que dejara de mirar a la carretera y le tuviera que avisar con un grito.

—Perdón, perdón —dijo limpiándose una lágrima falsa— Me causa risa tus expresiones.

—Sí, ya se nota.

Charlie sabía su secreto, tampoco pudo esconderlo. Fue la primera de la manada en activar el gen lobo, pero nadie sabía que ella lo tenía. Charlie la recogió del instituto por una fiebre y acabó con una transformación que rompió su cama y parte de las paredes.

Él no era la típica persona de mente abierta, la verdad es que le costó bastante tiempo asimilar que ella era una cambiaformas. Tampoco fue fácil explicarle sobre su madre, pero al final todo salió bien y él la aceptó. El único problema fue su llamada.

Charlie llamó hace una semana para avisar de que Bella estaba muy mal emocionalmente. Mencionó una ruptura amorosa y que, tal vez, reunirse con Blair la podría ayudar a animarse un poco. Su madre la instó a ir y no dudó en aceptar.

Isabella y ella siempre supieron la relación que tenía Charlie con sus madres, ella era unos meses mayor que Blair. Desde que ella se fue del pueblo hace años no volvió a contactarla hasta que sucedió esta ruptura, el problema fue que Blair no leyó ningún correo suyo y se enteró de todo gracias a su padre.

Gracias a su buen estado emocional y a su buen carácter, Charlie supo que ella era la mejor opción para alegrar a Isabella de su depresión repentina. Otra de las razones era que tenía que dejar de ser una loba independiente y formar parte de una manada, por lo que su madre respecta. Y conoce a las mejores personas en ese pueblo para esa tarea.

—Ya llegamos —dijo Charlie, Blair se giró para mirar por su ventanilla la gran casa que conocía tan bien. Su hogar.

—Es igual que como la recordaba.

Bajó del coche al igual que Charlie, que le estaba sonriendo.

—Sí, muy bonita. —le respondió ignorando lo que decía para luego abrir la parte trasera del vehículo. —Ahora ayúdame a cargar toda tu comida. —respondió mirándola de reojo.

—Ni que fuera tanta comida —pero tuvo que callarse al ver todas las bolsas que traía en el maletero. Igual sí era mucha comida— ¿Y mi maleta?

—Por aquí escondida estará. —le respondió agarrando varias bolsas— Al menos eso espero.

Lo último lo escuchó en un susurro por lo que se rió negando con la cabeza y copió su movimiento de agarrar varias bolsas, pero a diferencia de él, ella pudo cargar con más gracias a su fuerza sobrehumana. Después de cargar con todas las bolsas y dejarlas en la encimera de la cocina, abrió la nevera para empezar a colocar las cosas, pero se le formó una mueca de asco en su cara.

—¿Por qué hay tantas verduras e ingredientes sanos en esta nevera? ¿Estás enfermo acaso?—resopló cerrándola de golpe, provocando un pequeño tambaleo en ella.

—Bella, que es vegetariana —dijo simple, encogiendo los hombros.

—Tanta verdura le hará mal. —apartó a un lado las verduras y empezó a colocar toda su comida— ¿Seguro que no tiene depresión por toda esta mierda?

Y como si fuera una invocación, apareció su hermana, pero mucho más horrenda, no la recordaba así. Su piel era pálida, tenía los ojos hinchados y rojos de tanto llorar y no hablemos de sus ojeras, olía bastante mal de estar encerrada y no ducharse adecuadamente y con su olfato esa peste aumentaba. Tuvo que taparse la nariz al distinguir un olor putrefacto casi inexistente en ella, pero aún se podía apreciar.

—¿Blair? —preguntó ella mirando en su dirección, luego miró a papá—¿Estoy volviendo a tener alucinaciones a causa de no dormir?

—Ya me gustaría no estar aquí para ver esa cara de sufrimiento.

Los ojos de Bella volvieron a su dirección y gracias a que escuchó su voz, un brillo en sus ojos se instaló para luego darle una gran sonrisa y correr hacia sus brazos. Gracias a Dios que tenía buenos reflejos, si no Bella estaría en el suelo junto a ella.

La rodeó con los brazos para que no se cayera, dieron un par de vueltas y cuando por fin la soltó empezó a hacerle muchas preguntas a la vez, tantas que creyó que la estaba mareando. La paró con una sonrisa y respondió poco a poco todas sus dudas, Charlie le sonrió cuando vio la felicidad de Bella.

Tardó casi una hora en poder ir a su habitación, ya que las preguntas de Bella la dejaban estancada en la cocina sin salida. Cuando llegó a su habitación, se dio cuenta de que sus maletas estaban al lado de la cama, los colores grises y marrones pastel se podían apreciar en toda la habitación, mientras que la mitad de los muebles eran blancos.

Se fijó en el pequeño sofá que tenía debajo de la ventana, junto a las estanterías inmensas de libros antiguos que tenía de pequeña y con espacio para los nuevos. Pudo notar fácilmente que Charlie había puesto plantas en todos los sitios disponibles, ya que le había dicho que preferiría tener algo que cuidar, porque no pudo traer a su gato.

Parecía la habitación de sus sueños, Charlie le había puesto mucho esfuerzo en esos meses, le tenía que agradecer. Empezó a desempacar las maletas, abriendo el armario y colocando todo en cajones específicos y colgando camisas y chaquetas, colocando toda la ropa de invierno a mano. Con ese clima lo iba a necesitar.

Bajó nada más terminar de acomodar todas sus pertenencias, pero no encontró a Bella en el salón o en algún lugar del primer piso. Suspiró nada más darse cuenta de que estaría en su habitación de nuevo.

Toqueteó la puerta suavemente y al no oír nada entró sin permiso, pero lo que se encontró fue demasiado deprimente. La habitación de Bella olía a humedad y comida de hace varios días, vio un plato del desayuno frío y encontró a su hermana muerta en una silla. Miró en su dirección y suspiró de nuevo, esto era horrible.

—Pero a ver —colocó sus brazos en jarra y la miró—, ¿Acaso estaba tan bueno como para deprimirse tanto?

Bella no la miró, siguió viendo a la ventana como si alguien fuera a aparecer por ella en algún momento. Nunca se había enamorado de un chico, suponía que si lo haría y la abandonara estaría triste. ¿Pero tanto?

—No es eso. —Su hermana giró un poco la cabeza para verla— Es como si mi corazón lo necesitara, me estoy muriendo sin él.

Abrió los ojos al reconocer el típico síntoma de la pérdida de tu alma gemela, pero eso solo podía pasar si uno de ellos era sobrenatural. Se acercó con pasos lentos a Bella, recordó el olor que olfateó nada más verla y acercándose más pudo distinguirlo, pero no era ella.

—¿Pasa algo, Blair?—La miró a los ojos y pudo ver como su expresión era de confusión, la estaba mirando atentamente, oliendo, escuchando y viendo todo de ella. Su corazón latía, sus ojos eran marrones y no parecía que tuviera lentillas, aparte de sus enormes ojeras se podría decir que llevaba sin dormir mucho tiempo.

—No es nada, pensé algo un poco loco—se giró sobre sus talones y al llegar a la puerta se giró para mirarla—Deja de mirar esa ventana, estará harta de verte.









Salió de la ducha al volver a experimentar el mismo picor en las venas, lo único que podía tranquilizarla era una ducha fría que le hiciera sentir otra cosa que no fuera ese picor. Normalmente iba al bosque y golpeaba cosas, todo con tal de no volver a sentir ese picor insoportable en las venas.

Se sentó en el tocador limpiándose la cara para después abrir una mascarilla y ponérsela y así poder relajarse un poco. Empezó a masajear su cara un poco y después de unos minutos se la quitó.

Se levantó para después ir a su armario y coger una percha con una de sus camisetas. Volvió al tocador y antes de quitarse la toalla de la cabeza, Isabella entró corriendo a su habitación. Estaba vestida y daba vueltas como una loca.

—¿Estás bien?—preguntó mirando fijamente los movimientos tan extraños que estaba haciendo.

—Acabo de descubrir algo—asintió, bien por ella suponía. —Voy a salir con Jessica y vas a venir conmigo.

—¿Perdón? ¿Cuándo dije yo que quería socializar?—preguntó mirándola como seguía dando vueltas por la habitación, mirando solamente a sus pies.

—No te he preguntado, necesito que vengas, necesito adrenalina.

La miró extrañada, parecía que le pedía que la acompañara a comprar drogas junto a una de sus amigas también drogadicta.

—Papá debería haberme dicho que estabas loca. —se encogió de hombros y se levantó del tocador para poder ponerse algo adecuado para irse con Bella.

Escogió una camiseta negra de tirantes, pantalones de cuero y una chaqueta vaquera, todo del color negro para no resaltar mucho en la noche, por si acaso. Solo tenía camisetas de tirantes, ya que eran más fáciles de romper y de arreglar.

Cuando maquilló sus ojos con un simple eyeliner, salió de la habitación encontrándose con Isabella en frente de la puerta moviendo la pierna constantemente.

—Has tardado.

Levantó una ceja, no sabía que tenía tiempo límite. Bella bajó ahora corriendo por las escaleras y ella se despidió de papá con un beso en la mejilla, explicándole los planes de Bella.

Nada más salir al exterior no encontró la camioneta de Bella, por lo que la miró con confusión y ella solo le señaló a una esquina de la casa.

—Ni de coña—negó con la cabeza repetidas veces— Tienes miedo de montarte en motos desde... ¡Siempre!

Ella se encogió de hombros y le lanzó las llaves de su moto antes de sentarse en ella.

—Necesito esto, por favor.

Maldito el día en el que decidió venir.





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