
𝓕𝓪𝓶𝓲𝓵𝓲𝓪
Se levantó molesta por lo que había pasado el día anterior. Su hermana, como la loca que era, se subió a la moto de un desconocido. Tuvo que seguirlos con la suya hasta que Bella se bajó y volvió con ella. No entendió su comportamiento, pero tampoco se lo reprochó.
Tampoco pudo dormir por la noche. Al parecer, su hermana tenía pesadillas a la hora de dormir y era imposible tener una noche tranquila. Charlie no le contó sobre este suceso y al escuchar los gritos pensó que la estaban matando. Salió a toda prisa y su papá la interceptó diciendo en un susurro:
—Pasa todas las noches.
Por lo que tuvo que tomar una decisión. Se encontraba en una tienda del pueblo buscando unos auriculares para ponerse música a la noche. Era eso o asfixiar a Isabella.
Nada más salir de la tienda, escuchó un ruido que hizo que sus oídos dolieran. El chirrido estridente venía de un hombre en silla de ruedas que se había quedado atascado en el barro. El tiempo en ese pueblo era horrible, y cada día se veían distintos charcos de barro por todos lados.
Al verle batallar con las ruedas y maldiciendo por lo bajo, miró cómo muchas personas pasaban a su lado sin molestarse siquiera en ayudarle. Guardó los cascos en su bolsillo trasero del pantalón y se dirigió al hombre. Nada más posicionarse a su costado, el hombre la miró con una ceja alzada. Miró a ambos lados de la calle y agarró la silla. Sin dificultad, la apartó del barro y la llevó un poco más adelante. Suerte que era un ser sobrenatural, porque aun con su fuerza, podía distinguir todo lo que pesaba la silla más el hombre encima.
—Señor Black— afirmó en su dirección, él solo asintió — ¿Cómo se encuentra?
—No pensé que me reconocerías. —sonrió— ¿Vienes a casa? Seguro los chicos estarán felices de volver a verte.
—Claro que sí.
Estuvieron hablando todo el camino sobre lo que ella había hecho y lo que sucedió en esos últimos dos años en los que se fue. Le habló sobre su mejoría en el autocontrol y que sus ataques de ira se habían reducido bastante. Él le habló sobre Jacob, el primer chico con el que salió, mencionando que se había transformado el año pasado y que lo llevaba bastante bien.
Sonrió cuando aparcó frente a la casa de Emily, la impronta de Sam. Tenía muchas ganas de ver a todos los chicos y sabía que ahora había más integrantes, lo que le emocionaba más.
Tuvo que correr al maletero de su coche por la silla de ruedas, ya que Billy abrió la puerta del copiloto intentando salir como si pudiera andar. Cuando agarró la silla y la puso justo debajo de su cuerpo, y con un poco de su ayuda, él pudo sentarse en la silla. Miró el suelo y con un suspiro, agarró las asas que tenía a su espalda y empezó a empujarlo por el barro.
Lo guió por el camino hasta el porche y al ver las escaleras del porche suspiró. Cuando fue a agarrar la silla para subirla por las escaleras, la puerta se abrió de golpe y varios hombres salieron de ella, junto a dos mujeres.
—¡Blair!— Paul vino corriendo y ella se separó de la silla de ruedas. El hombre la agarró por la cintura y la alzó mientras daba saltos y vueltas abrazándola. No pudo evitar reírse con él.
Al soltarla, le sonrió, pero otros brazos la alejaron de él y se rió al ver a Sam. Él la abrazó por los hombros, contento de volver a verla. Hizo el mismo ritual con todos ellos; conocía a todos, pero algunos de ellos eran novatos en la manada, por lo que los felicitó.
Dejó a Jacob al final. Él no se molestó en acercarse y ella tampoco lo hizo. Lo saludó con la cabeza y él hizo el mismo gesto cruzándose de brazos. No sonreía y no veía nada en sus ojos que indicara cómo se sentía con su presencia.
—¿Qué haces aquí? —preguntó Sam posicionándose al lado de su pareja.
—Vine para ayudar a Bella. —sonrió cuando todos asintieron con una mueca.
—Se fue el chupasangre. —explicó Paul. Abrió los ojos al no saber ese dato. —La dejó tirada en el bosque. Toda su familia se fue.
—¿Qué?— preguntó sin poder creérselo. —¿Por eso ella está tan mal? ¿Era su tua cantante?
Todas las piezas del puzzle empezaron a encajar en su cabeza: su olor, su sufrimiento... Todo cobró sentido en un instante y su odio hacia los vampiros solo aumentó al darse cuenta de que todo el dolor de Bella venía de un asqueroso vampiro.
Levantó la vista para ver a todos. Abrió la boca para hablar, pero un escalofrío le recorrió la espina dorsal poniéndola alerta. La sangre le empezó a hervir y al escuchar gruñidos, supo que todos estaban de la misma manera.
Empezó a correr con ellos en dirección al bosque y se transformó con un salto. De repente pudo escuchar varias voces en su cabeza y vio confundida a su alrededor. Los demás lobos estaban a su alrededor y pudo distinguir las voces de todos, la habían aceptado en su manada.
Llegaron a un prado con la hierba seca y varias flores secas. Tocó la nariz con su pata cuando el olor se hizo más fuerte; no estaba acostumbrada a oler a los vampiros tan de cerca. Pero ese no fue el único olor que sintió.
Adelantó varios pasos para poder distinguir a un vampiro de tez oscura frente a su hermana. No prestó atención a su conversación, pero cuando lo vio preparado para atacar, se lanzó de un salto hacia él.
Aterrizó encima de él intentando morder su cuello, pero salió corriendo antes de poder hacerlo. Salió detrás de él corriendo velozmente. Su mente se conectó con la de todos los demás.
—¡Más rápido! ¡Se va a escapar!
—Blair está detrás de él, solo la cubriremos.
Por primera vez en mucho tiempo se sentía furiosa y ellos lo sabían. Corrió a gran velocidad, su ira hacía que sus cuatro patas fueran más rápidas; escuchaba a los demás detrás de ella.
Pudo ver cómo intentó saltar hacia los árboles; si lo conseguía, no habría esperanzas de matarlo. Se concentró e hizo crecer varias raíces que lo hicieron caer al suelo. Su distracción le sirvió para arrancarle su brazo derecho, fue igual que romper una muñeca de porcelana.
Fue al cuello cuando empezó a lloriquear por su brazo; escupió la cabeza al lado de su cuerpo y se llenó de orgullo al ver al vampiro sin vida. Nunca había matado a ningún vampiro, pero al ser su naturaleza tenía y necesitaba matarlos. Volvió a su cuerpo humano, aún con la ropa puesta. Caminó al lado del cuerpo y allí mismo encendió una pequeña llama en su mano para luego ponerla en su pecho.
Las llamas empezaron a consumir su cuerpo y al oír unas pisadas pudo ver a toda la manada mirando cómo el cuerpo se quemaba. Seguía respirando con dificultad por culpa de la carrera que hizo siguiendo al frío, pero lo que más odiaba era el aire que vino, provocando que su pelo se despeinara mucho más.
—Odio despeinarme de esta manera —dijo, pasando sus manos por su pelo, intentando acomodarlo como podía.
El lobo de Sam fue el que dio un paso adelante y miró el cuerpo y luego a ella. Sonrió cuando asintió de acuerdo con lo que hizo y se fue con ellos.
Sam y Paul eran los únicos que sabían sobre su condición de bruja. Eran los más mayores en su manada y fueron sus primeros amigos en el pueblo. Supuso que alguno de ellos les habría dicho de ella a los demás, porque no vio ninguna cara de sorpresa por ningún lado. Solo pudo ver a su familia feliz de que estuviera a salvo.
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