"𝑵𝒂𝒅𝒂 𝒄𝒐𝒎𝒐 𝒆𝒎𝒑𝒆𝒛𝒂𝒓"
Evie, no había podido dormir bien, no sabía si era por los nervios o si era porque tenía miedo de despertar tarde y que su madre se molestara con ella.
—Majestad, debe cubrir esas pequeñas ojeras antes de que su madre venga. —escucho desde las sombras, sabiendo que se trataba de Apple.
—Ya te he dicho, no me llames así, me haces sentir como si fuera mi madre.
La joven, se levantó de la cama y entró al baño, con la tenue luz que daba en ese momento logró verse en el espejo, su acompañante tenía razón, sus ojos si tenían ojeras debajo de ellos y se notaban aún más por su piel tan blanca.
Suspiro con cansancio y antes de que su madre despertara, inició con aquella estricta rutina que siempre tenía para ser hermosa, aunque realmente no la necesitará. Entró al agua helada de la tina, estaba tan acostumbrada al frío que ya no sentía que estuviera helada, se quedó allí, fregando su piel y encargándose de que cada parte quedará tan blanca como era debido. Lavo su cabello, de una forma tan meticulosa que casi parecía que limpiaba uno a uno sus cabellos.
Al salir, el frío que entraña por la ventana de la habitación, no era nada comparado con lo fría que se sentía su piel y estaba tan blanca, que casi podrían decir que había salido de la morgue.
—Más blanca que la nieve y tan azul y oscuro como la noche. —susurro Apple que estaba con la cabeza metida en el armario de Evie, buscando lo que mejor le quedará a la princesa.
—Es lo que siempre dice ella. —afirmó Evie, mientras se sentaba frente al espejo grande, aun no terminaba, debía quedar perfecta y si bien a Apple le parecía que ya lo era, a su madre, aun no.
Sus labios, que eran rojos cual manzana, se volvían brillosos y aun más hermosos cuando se maquillaba, sus pestañas se tornaban más oscuras y largas, resaltaba sus ojos con sombras y delineado, todo tan calculado que daba algo de temor ver cómo lo hacía.
El rubor en cambio, era uno de sus tantos enemigos, pues si aplicaba un poco más, su madre pensaría que se había quemado el rostro, y si no aplicaba lo suficiente, le diría que esta completamente muerta. Cosa que a veces Evie deseaba que fuera cierto, después de todo vivir con su madre, era una tortura constante.
—¡Evie! —ahí estaba, el grito de la mañana. — ¡Evie! ¡Mas te vale, que ya estés lista jovencita!
El suspiro cansado de la joven y el resoplido fastidioso de Apple, hicieron un eco por la habitación.
—¡Dejame verte, querida! —continuaba gritando por el pasillo la reina malvada a la vez que abría la puerta de forma fuerte sin siquiera tocar. —¡Ahi estas, mi pequeña manzanita podrida!
Grimhilde, se acercó a Evie que apenas había terminado de cepillar su cabello, no era capaz de verse al espejo y mucho menos quería que su madre la viera por una muy buena razón; sabía que no sería suficiente para ella.
—Veamos. — La reina empezó su inspección. Mirando cada detalle de su hermosa creación. — bastante bella, casi tanto como Blancanieves.
La obsesión que tenía con aquella joven de cabellos negros y piel sumamente blanca cual copo de nieve no era algo sano, era bastante enfermizo y par alguien como Evie que debía soportarlo día a día, la sensación era de mareo y náuseas.
—Será mejor que te apures. No llegues tarde. —el tono de voz de la reina malvada cambio de repente. Ahora era serio y severo. — y regresa a casa antes del anochecer. ¿Entendido?
Evie asintió ante la última orden y finalmente se encaminó hacia el carruaje que la esperaba para llevarla a su destino. Se había preparado por años para ese momento donde se vería cara a cara con la enemiga de quien decía ser su madre.
Miraba por la ventana de manera tímida, en cuanto empezaban a salir del castillo, lograba ver los árboles oscuros y desnudos sin ninguna hoja o fruto que indicarán que vivían, el frío se hizo notar con rapidez y la niebla nunca se fue hasta que llegaron a un sendero diferente.
—Estamos cerca. —anunció su cuidador.
La joven estuvo alerta y no pudo evitar sentir un poco nervios cuando el paisaje cambio. Ahora era todo colorido, habían verdes hojas incluso por los sueldos, pétalos de colores que caian a su alrededor y un sol cálido que amenazaba con broncear su piel que tanto se esforzaba por mantener blanca.
El carruaje paro justo frente a un edificio grande que no tenía nada de parecido a su castillo. No quería bajarse de el, realmente prefería dar la vuelta y volver casa.
—Princesa. —Apple abrió la puerta del carruaje y ofreció su mano. Su aspecto se veía cansado frente al sol que le daba en el rostro.
Evie tomó la mano del chico, bajo con timidez y miro al suelo sin decir nada mientras sus brazos apretaban los libros que traía contra su pecho.
—Vendré a recogerla cuando termine. —una sonrisa se vio en su rostro esperando que Evie sintiera menos temor. — mucha suerte. Se que estarás bien.
Ella asintió, no había dicho nada desde que salieron y al parecer seguiría de esa forma. Con mucho esfuerzo levanto la cabeza y miro a su alrededor, habían muchas personas a lo lejos y por suerte nadie parecía haberse dado cuenta de su llegada.
Tomó aire y se despidió de Apple mirando como su carruaje se iba.
—Bien. Solo hay que pasar desapercibida. —se dijo así misma y camino con rapidez por el campus hasta llegar al edificio donde se encontró con los pasillos llenos de estudiantes jóvenes.
Su presencia parecía no llamar la atención de nadie, así que camino con mucho cuidado observando los vestidos que llevaban; las princesas traían colores vibrantes y pasteles, flores y accesorios brillantes que se veían relucientes. Los chicos vestían elegantes o al menos eso pensaba, con formalidad y sonreian con bastante cordialidad.
Parecía un lugar tranquilo, nadie gritaba como su madre y aunque el castillo era más frío y solo, en ese lugar se sentía algo de paz y libertad de no tener que someterse a lo que la reina dijera.
—Hola. —escucho al tiempo que daba un pequeño salto por el ligero espanto que le había causado. — oh, perdona. No quería asustarte.
Era una chica, tenía una sonrisa demasiado notoria e incluso parecía brillar sola. Portaba una corona de flores en su cabeza que tenía cabellos rubios, sus ojos eran claros y su piel era blanca pero no como la de Evie, más bien, era un tono un poco más sonrosado que resaltaba mucho en sus mejillas.
—Esta bien. —Evie no sabía que más responder.
—¿Eres nueva? —pregunto con una sonrisa aquella desconocida. — soy Aurora.
—Si. —Evie miro alrededor. —acabo de llegar.
No supo que más decir. ¿Debia decirle algo sobre su nombre? ¿Si quiera debía decirle que se llamaba Evie?
—Pues, bienvenida. —Aurora volvió sonreír y luego reparo más en la apariencia de Evie. — oye, que bonito cabello. —mencionó tocando un mechón y haciendo que Evie empezará a sentirse algo abrumada. — disculpa. Solo que me gusta el color.
—Gracias. —trato de sonreír pero estaba demasiado alerta para eso.
—¿Como te llamas?
—Evie. —respondió a secas.
—Lindo nombre. —ahí estaba el cumplido que tal vez, ella también debió decir. — combina bien contigo.
No sabía exactamente a que se refería con eso, después de todo sabía que era su nombre pero no sabía porque y nunca le daba más importancia de la que debía.
—Y tu piel es perfecta. —Aurora continuaba con la sorpresa de ver a Evie. — ¿de donde eres? De verdad eres hermosa.
Esa última palabra le revolvio el estómago, pero no con náuseas, más bien con una sensación de satisfacción y alivio.
—Yo, soy... —¿debia decir hija o creación? — hija de la reina malvada.
Susurro lo último y para su suerte Aurora no escucho, pues se había distraído de nuevo con el cabello azul para luego mirar hacia la puerta de entrada donde la presencia de una joven que recién llegaba hacia eco, haciendo que todos la saludaran al pasar y que los chicos sonrieran de verla.
—¡Llego Nieves! —escucho decir a Aurora a su lado. Pensaría que se lo dijo a ella de no ser porque había agarrado el brazo de un chico, que había llegado apenas a su lado.
Evie observo a Nieves. Su piel blanca, sus ojos café, su cabello negro y largo, sus labios rojos y su precioso vestido de flores. Estaba claro quién era, la persona por la que estaba allí, era Blancanieves.
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