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9: "𝑪𝒐𝒊𝒏𝒄𝒊𝒅𝒊𝒓"

El diluvio acechaba con sus relámpagos cuando Nayeon se encontraba frente al umbral de su hogar. Luego de tantos años, no podía creer que aquel lugar le fuera tan extraño desde que todo había acabado en su matrimonio. Ingresó, con su aspecto de desgano, desmaquillada y con la misma apariencia sobria de siempre, cargaba la bolsa con su disfraz de femme fatale, lamentando muy profundo que todo lo que había hecho para Jeongyeon, careciera de sentido si había acabado de ese modo tan vacío. 

Aún cuando le preocupaba un poco lo que Yejun pudiera preguntar, honestamente no le importaba nada más que el daño que había visto en los ojos de la alfa por la que estaba comenzando a albergar sentimientos tan fuertes. No lo sabía aún, pero ella era su salvadora y, lo que sí sabía, era que ya no podía ni quería seguir haciéndole daño. 

—¿Dónde estabas? —Irrumpió con la voz dura, una vez había cerrado la puerta detrás de ella. 

Nayeon se estremeció y supo que esta vez sí era él quien preguntaba. Apareció desde la oscuridad y ella pudo ver en su expresión lo que no veía hacía largo rato y le tuvo miedo al futuro, el cual se vio incierto bajo sus pies. 

—En casa de Sana... —Habló por lo bajo. Yejun se acercó muy cerca de su rostro, tanto que ella tambaleó. 

—¡Mientes! —Una detestable expresión de desprecio acompañó las palabras del alfa, que a ella le heló la sangre. —Hablé con Sana y tú no has estado por ahí ¿Dónde demonios estabas Nayeon? —La tomó del brazo, la arrastró hacia su oficina y cerró la puerta detrás, sus feromonas de ira se habían extendido como bruma. Una vez allí, la dejó contra la pared, tan fuerte que su cabeza pegó allí. Su vista se abrumó por aquella acción. "¡Oh no!" Se alertó su loba en su interior. 

—¡Cálmate por favor! —Desesperó por libertad, pero él le tapó la boca con una de sus grandes manos, una vez estuvo muy cerca de su rostro, antes de hablar. 

—Lo que sea que estés haciendo, lo dejarás. Porque si me llego a meter en más escándalos por tu culpa, te juro que te mato a ti y al alfa que se atrevió a poner los ojos sobre ti. —Escupió entre dientes y ella sintió el fuerte aroma alcohol que desprendía de su aliento y sus lágrimas pinchan en sus ojos. Su cuerpo tembló como una hoja, tan solo por el retumbar de sus palabras. 

¿Por qué había decidido reiniciar esa faceta? Nayeon se tomó el estómago una vez la soltó de entre su agarre y en este instante supo que le estaba presionando el cuello, porque intentaba recuperar el aire que había estado necesitando a grandes bocanadas. ¡Maldición! Ese alfa parecía multiplicar su gran fuerza cuando bebía. Hacía tantos años que no lo hacía, no desde que... 

—¡Te lo advierto! —Se acercó para verle desde arriba con tal altivez, parecía gozarse de verla tan diminuta junto a sus pies. Nayeon sintió ganas de volver el estómago nuevamente. —Recapacita tus acciones ¡Veme cuando te hablo! —Reclamó tomándola del mentón y la omega sintió sus lágrimas caer cuando encontró su aterradora mirada. —¡Compórtate como la omega de esta casa! Porque no quieres provocarme. —Le advirtió y soltó su rostro con brusquedad. Tomó el vaso que había dejado sobre el escritorio, al parecer había estaba allí anteriormente, y se largó, cerrando la puerta detrás. 

Nayeon se aseguró de verlo ir, para recuperar el aliento. Una vez estuvo lejos de su campo visual, se puso de pie y salió de aquel lugar, cruzando la casa hacia el baño que se ubicaba en la planta baja, para devolver por segunda vez esa noche. El estómago se le encogió de dolor y nuevamente lloró. Lloró con lo que sentía: angustia, desolación, temor. Definitivamente la vida la sorprendía cada día más.

"¿Ahora recuerdas con quien te habías casado?" Canturreó su loba con gran reproche. 

Se adentró al solario en donde organizaba su tiempo y a veces se sentaba a leer, ni en chistes subiría a pasar la noche con ese animal. Él estaba volviendo a ser su peor verdugo, el dueño de sus peores pesadillas, las más frías, las más sangrientas, las de calado muy profundo. 

Jeongyeon vió caer la tormenta cuando llegó a la mansión alrededor de las tres de la madrugada, justo después de haberse bebido una copa en el bar de aquel hotel. Se sentía mejor lamentarse acompañada, aunque con extraños y con música de ambiente, que sola en su despacho, decidió. Estaba al pie de las escaleras, cuando se extrañó de oír movimientos en la cocina, dejó sus llaves y su bolsa, y se dirigió hacia esa dirección. 

Al llegar a la habitación, encontró a Tzuyu. La pequeña alfa buscaba algo en la nevera. 

—¿Tzuyu? —Habló Jeongyeon, sorprendida.

La muchacha despegó la cabeza detrás de la puerta de la nevera y la miró con una galleta entre los dientes. 

—¡Ma! —Masculló, como quien descubre al ladrón en acción. Cerró la puerta de la nevera y le miró con diversión. 

—¿Qué haces despierta tan tarde? —Cuestionó en tono de regaño, aunque le gustó ver su expresión al oírle. 

—¿Acabas de llegar? —Consultó la joven alfa, desafiándole con sus palabras y Jeongyeon sonrió de lado. 

—Hija de tu madre tenías que ser. Si no lo ganas, lo igualas ¿verdad? —preguntó la alfa mayor, posicionándose junto a su hija y tomando la galleta que la jovencita tenía en una mano. Un fuerte sonido se oía proveniente de los aparatos con el que su hija se torturaba los tímpanos. 

—Pues, algo tenía que aprender... —Habló con dificultad y su madre rió. —No puedo dormir. —Se explicó y la pelicorta asintió, conociendo esa sensación. El insomnio de la adolescencia, un clásico al que no querría regresar. 

—Mañana las recogeré al colegio, iremos a almorzar, ¿te parece bien? —Consultó la mayor y la joven asintió de inmediato. 

—Claro. Ryujin sale primero. —Le notificó y su madre aceptó sus palabras. —Me voy a la cama. —Anunció devolviendo el audífono a su oído. 

—Descansa cielo. —Palmeó su trasero y la muchacha avanzó, ubicando el otro audífono para que la música se perdiera dentro de sus oídos. 

—Unos años más... —Musitó la alfa pelicorta, tomándose la mejilla con su mano libre y bufó, mientras se terminaba la galleta que le había robado a su hija. 

Si ella tuviera tan solo unos años más, quizás hubieran incentivado la valentía en aquella omega para que quisiera pelear por su libertad. Le pesaba tener diez años menos, porque sabía muy bien que era la causa que la alejaba de ella y la etiquetaba como uno de sus problemas. 

¿A quién quería engañar? Haría lo que fuera por ella, se sorprendió de admitir en su interior. Incluso sería su amante si ella no tuviese el valor de terminar ese matrimonio, viviría mendigando trozos de su presencia, así fuera ocasionalmente. 

Se sentía mal por haberla dejado tan sola, pero los celos que sintió su loba de verla responder a las órdenes de ese tipo con tanta sumisión, la habían enceguecido por un instante. Maldita sea, no lo había podido controlar, la quería. La quería a todas horas, a cada instante. No, ya no podría imaginar la idea de dejar de verla, era demasiado tarde para decidir eso, la omega se le había metido en la mente y en la piel con tanta facilidad. Respiró su aroma impregnado en todo su ser, era demasiado tarde para vivir sin ella. 

Amaneció horas más tarde. Había brillado el intenso sol entre las nubes que amenazaban con volver a diluviar, pero Nayeon no lo había notado, diluviaba una tormenta eléctrica dentro de su corazón, incesante. Estaba asustada, estaba encadenada y perdida, sin ver una salida. 

Yeri ingresó por la puerta de su lugar especial y no se equivocó cuando supo que allí la encontraría. 

—¿Mami? —Se extrañó de encontrarla con el rostro sobre el escritorio que reinaba en esa habitación tan cálida y, que en ese instante, se sentía tan fría. 

—Yeri... —Sonrió rodeándose el cuello con el rebozo que le cubría los brazos al llegar la noche anterior. Presintiendo el dolor, ni siquiera quería ver cómo se veía, menos que su hija se sorprendiera con ello.

—¿Estás bien? —preguntó la joven alfa con preocupación y su madre asintió con gran dificultad, intentando que la joven no sospechara su malestar y sentir. 

—Si, mi amor. Simplemente estoy mal dormida hoy. —Suplicó que la joven se fuera de una vez. No soportaba tener que enfrentarse a sus hijas, sintiéndose tan débil. 

—Claro, a veces me sucede... —dijo impaciente. —Pasaba por aquí para decirte que esta noche llegaré un poco tarde, tengo que trabajar y ensayar con la banda. No me esperes. —Acercándose rápidamente para descansar un beso sobre su mejilla y sentir su fuerte aroma a tristeza. Nayeon sonrió de lado como la mentirosa que era. —¿Enserio estas bien? —Insistió, reconociendo que había estado llorando. 

—Si mi amor, de verdad. No te preocupes... —Le dijo con calidez y desprendió una sonrisa tan cálida, que su hija no pudo dejar de corresponder. Su aroma estaba mucho más fuerte, como cuando era una niña y ella parecía ser una omega feliz. 

—Creeré en ti. —Le besó en la frente esta vez. —Ten cuidado, porque anda un oso rabioso suelto por la casa... —Le advirtió con cierta ironía y Nayeon tragó con dificultad, nuevamente viéndole ir. 

Por supuesto que estaba enterada, ojalá ella nunca lo supiera a ciencia cierta, suplicó al universo. 

Instantes luego, de algunas lágrimas y de encontrar el dolor en su garganta, en el espejo circular que estaba junto a la puerta del solario, le oyó llegar. Rápidamente sostuvo la puerta con fuerza, cuando él quiso abrirla. 

—Déjame pasar, Nayeon. —Le habló con una voz exageradamente amable y la nombrada luchó, aunque sabiéndose perdedora de esa pelea. 

—¡Vete, me has hecho daño! Nunca te lo perdonaré, estás demente ¿Acaso olvidaste nuestro pacto? —Musitó ella con lágrimas anudadas en la garganta, segundos después él ganaba la batalla y estaba frente a ella. 

Nayeon conocía ese círculo vicioso, él le hacía un daño irreparable, luego llegaba totalmente sobrio a disculparse, la convencía con su amabilidad y sus estúpidas promesas de que no lo volvería a hacer y ella lo aceptaba porque era una tonta. "¡No esta vez!" Se manifestó en su loba como advertencia.

—Déjame ver, Nayeon... —Habló con la expresión de pesar. Pero ella no le creía ninguna de sus palabras. —Lo siento —Dijo al ver que ella le rehuía, poniéndose detrás del escritorio con su expresión de molestia. 

—¿Ahora lo sientes? ¿Qué sigue? ¿Vas a matarme si no hago lo que tú quieres? ¡Tu nunca vas a cambiar! —Exclamó ella y se echó hacia atrás cuando lo vio con intención de acercarse. 

Yejun sintió culpa al ver como le rehuía, hacía bastante tiempo que no compartían de esas escenas, se sintió confundido por haberse permitido haber perdido el control desde aquel pacto que había acordado con ella. Pero de una primera vez siempre hay una segunda y una última, imaginó la omega, era el pan de cada día en el mundo. 

—No exageres por favor. Discúlpame, no quise hacerte daño. Pero tú me mientes, estás mintiéndome y no pude evitar sentirme traicionado si tu... —Detuvo sus palabras, cuando la omega se rió nerviosamente. 

—¿Traicionado? ¿Traicionado tu? ¡Qué cínico eres de veras! —Se rió con sorna. No podía creer lo que oía. Yejun le miró exasperado. 

—¡Eres tú la que se va por la noche a no sé donde, para verse con no se quién! —Le recrimina alzando la voz. 

—¿Y si es así, qué? —Dijo levantando el mentón sobre su hombro. —Tu me engañas hace dos años con una omega más joven, aunque lo niegues ¡Sabes que es así! —Le reclamó con todas sus letras, señalando con dolor. —Desde entonces no haces más que tratarme como un mueble, como un trapo viejo, ¿Qué esperabas? ¿Qué viviera aquí cuidando de tu casa mientras tu vives tu vida por ahí? —Reclamó y él le miró con la mandíbula en tensión. 

—Eres mi omega y eso no va a cambiar a los ojos del mundo. Debes ubicarte en tu lugar como la señora de esta casa. —Yejun volteó los ojos al verla reír con sarcasmo, pero rápidamente sintió pena al ver las marcas que había dejado en su cuello y que se vieron cuando el rebozo se corrió. Eso lo jodía mucho más. 

—Ya no soy tu omega, y quieras o no lo quieras, esto ya no es un matrimonio. Esto se acabó el día que tu me engañaste con esa mujer. —Reprochó al fin. Yejun resopló y la miró con rencor. 

—¡Si eso es lo que quieres, pues eso tendrás! —Respondió. —Solo trata de medir tus palabras, porque mi reputación está en juego. —Dijo con temor a lo que fuera a decir sobre lo sucedido. —Lo que hagas con tu vida me tiene sin cuidado, de todos modos siempre fuiste una cualquiera. —Escupió aunque, no muy convencido. Él sabía que estaba despotricando en su contra. 

—¡Cualquiera la omega con quien te revuelcas! —Replicó en el mismo tono y él se sonrió con cinismo. Se veía sumamente atractiva cuando estaba molesta, pensó observando el modo en el que sus manos hacían presión en el agarre del escritorio que los separaba. 

—No vivirás a costa de mi trabajo. —Advirtió, aunque sus pensamientos estuviesen en otra parte. Ella alzó el hombro con incredulidad. Era un imbécil definitiva e irremediablemente. 

—¿Tu trabajo? No seas hipócrita, eres lo que eres gracias a que yo cubrí tu maldita espalda durante todos estos años, ¡Vamos! Ahora que ya no te sirvo como trofeo, ¿me quitarás del medio? —Negó con los dedos, chasqueando la lengua con diversión. —No me creas tan imbécil, porque no lo soy. Si hay algo bueno de haber vivido contigo todos estos años, es que conozco muy bien mis derechos como tú esposa. —Le escupió y jamás se había sentido tan segura de sus palabras. Ella estaba en lo cierto. 

—Eso ya lo veremos. —Señaló él, dándole un último vistazo. Sí, sabía lo que le convenía, por eso mismo se dió la vuelta y se fue. 

Kim sabía que si Nayeon iba frente a un juzgado con esas marcas en el cuello, podría presentarle una demanda por violencia de género y ese oscuro pasado podría emerger, todo podría acabar muy mal para él. Más aún si le acusaba de infidelidad, aunque ahora dudaba de su misma culpabilidad, incluso de que pudiera encontrar el apoyo suficiente para despojarlo de la igualdad de sus bienes que le correspondía. Con esa posibilidad en la cabeza, el alfa dejaba la casa, como cada día. 

Nayeon se abrazó una vez estuvo sola, sopló un suspiro tembloroso mientras se acomodaba el reboso y sentía las lágrimas nuevamente caer. ¿Cuándo se había permitido desconocer a ese hombre? 

"¡Vamos Nayeon! ¡Si tu sabes muy bien de lo que él es capaz!" Le recordó esa loba molesta. No podía terminar de creer en su crueldad. Era capaz de todo con tal de no perder la razón, y ella lo sabía porque conocía el modo tan competitivo que tenía de ser, pero jamás se habría imaginado ser su rival y sabía que realmente era uno muy difícil de derrotar. 

El sonido de su móvil llamó su atención por sobre el silencio escabroso de la habitación y Nayeon leyó un mensaje.

<Hablemos, por favor. 
9:17 a.m 

Sonrió inevitablemente. Qué más querría que hablar con ella, disculparse, compartir un momento realmente gratificante y olvidarse por un instante hasta de las razones por las cuales no se podía largar a vivir su vida a su lado. Pensó en que responderle, pero el teléfono de la casa sonó, llamando toda su atención y Nayeon lo tomó, solo por el hecho de dejar de oírlo sonar. 

Lo siguiente después de responder aquella llamada, fue llegar con urgencia a la escuela en la que estudiaba su hija menor, con gran preocupación. La directora se había comunicado para citarla cuanto antes, así podrían hablar sobre la conducta de su hija. Eso ya se oía como a problemas. 

Caminó por los pasillos del iluminado lugar con prisa, mientras se acercaba a la oficina de la educadora. 

—Siéntese por favor, Señora Kim. —indicó la joven mujer con la mirada en los papeles que revolvía. 

—Gracias. —Nayeon aceptó sin expresión, sobre todo por el hecho de que ya no le gustaba oír ese apellido en su referencia. Realmente no era el mejor día para lidiar con las malas actitudes de su criatura. —¿Pasó algo con mi hija? —preguntó, recordando la urgencia de la cita. 

—Pues... —Se sacó los lentes, una vez dejó los papeles sobre el escritorio para, al final, prestarle toda su atención. —Hemos estado presenciando actitudes en su hija, que son motivo de preocupación. Ha tenido varias amonestaciones en esta última semana. Y como no han firmado los notificados, me vi con la obligación de citarla para comunicárselo. —Y ante su expresión, la mujer supo que ella no estaba enterada. 

—¿Amonestaciones? ¡Chaeyoung no ha dicho nada de eso! —Exclamó mientras sostenía su bolsa con clara tensión. La directora asintió. 

—Me lo imaginé, por eso decidí citarla sin que su hija supiera. Quería hablar con usted sin la intervención de Chaeyoung... —Intentó indagar y Nayeon dudó al, brevemente, imaginar lo que ella trataba de saber al prejuzgar con esa mirada. 

—¿Cuál es el motivo de sus amonestaciones? —Le recordó ahora, poniéndose a la defensiva. Esa Beta la estaba incomodando. 

—Claro. —Buscó en unos papeles. —El miércoles pasado, se dirigió a una de sus compañeras como "perra" entre varios innombrables, cuando la agarraba de golpes. —Relató mirándole por encima de sus pestañas, Nayeon cerró los ojos y exhaló con frustración. —El viernes, encontramos que estuvo fumando en el baño del establecimiento con otra de sus compañeras. —Dijo pausadamente —Y ayer lunes, la portera la descubrió intentando escabullirse fuera de la escuela, mientras aún estaba en curso la clase de historia. —Nayeon hizo una expresión desoladora y la directora pudo ver la preocupación en sus ojos. 

—Cielos... —Murmuró no pudiendo ver a los ojos a esa mujer, quien intentaba descubrir sus problemas con miradas de reproche. 

Nayeon se encontraba desconociendo a su hija menor, simplemente no podía comprender el origen de tanta ira en ella. 

—Por esto último, me vi en la obligación, de notificarle que su hija está a un paso de la expulsión. Ella es una menor de edad, Señora Kim —Explicó la mujer con severidad —Si la jovencita no es capaz de atajarse al horario del establecimiento y sus autoridades, no podemos arriesgarnos a que se vaya en cualquier momento y le suceda cualquier cosa por la calle en horario escolar. —Comentó no queriendo imaginarlo. Nayeon asintió, sintiendo el regaño en su voz. —¿Han tenido problemas en casa? —Indagó, y la omega levantó la mirada, sujetando con fuerza el rebozo que le cubría el cuello. 

—Quizás... —Dudó en responder. —Su padre y yo estamos transitando el camino hacia el divorcio y eso la hace creer que hay culpables. La realidad es que no exponemos los temas frente a ella, pero es una niña muy perceptiva —Habló seco y sonrió de medio lado intentando ser amable. —Ella se está intentando expresar, es normal que quiera llamar la atención de este modo, está en la edad. —Nayeon sabía que estaba siendo algo hipócrita y que las cosas eran peores de lo que las mencionaba, pero no podía aceptar frente a una educadora que la niña estaba en medio de una batalla campal en donde el final de su matrimonio parecía barrer con todo y sus hijas. Aunque no lo pareciera, intentaba resguardarla de los problemas con Yejun. 

—Un divorcio es tan difícil de transitar para los hijos como para los que lo protagonizan, señora. —Retiró el apellido de inmediato, y asintió. —Con lo que nos ha dicho, podremos poner especial atención en su hija, pero intente hablar con ella, comprender lo que le está sucediendo y apaciguar su agresividad. —Comentó la directora y Nayeon asintió comprometida. 

—Lo sé, le prometo que estaré más atenta a las actitudes de mi hija y no se preocupe que estaré ocupándome de que entre y salga del establecimiento así tenga que asegurarlo yo misma. —Prometió y la mujer se vió muy conforme con esa respuesta. —Me gustaría que me avisaran para confirmar las faltas, por si se quiere escapar en algún momento, si es posible. —La directora asintió. 

—Ante cualquiera de sus ausencias, vamos a estar comunicándonos sin problemas. —Aceptó el compromiso. 

Por supuesto que hablaría con su hija, no iba a permitir que se le escapara de las manos. Momentos después de recibir sus notas escolares, las cuales le había estado ocultando y que eran fatales, se encontraba junto al auto esperando por recogerla. 

Jamás se hubiera imaginado que Chaeyoung estuviera en tantos problemas, ni que estuviera tan molesta con la vida. Sumida en todos esos pensamientos, no pudo percibir el acercamiento y se sobresaltó al sentir una mano sobre su hombro, del cual se apartó de inmediato, a la defensiva. 

—Señora Nayeon, que maravillosa coincidencia... —Habló la grave voz de esa mujer, una vez se acercó a darle un beso en la mejilla. 

Nayeon tragó incómoda, sosteniendo el rebozo con fuerza una vez más. Si había algo que podría derrumbarla en ese momento, sería ver a la alfa que la hacía perder los sentidos con tan solo esa intensa mirada. 

—Jeongyeon... —Murmuró ronca.

Necesitaba de ella, más de lo que se admitía a sí misma, porque era aún más de lo hubiera podido imaginar. A Nayeon le dolía respirar si no estaba entre sus brazos. Le pareció totalmente irónico el modo en el que la lluvia comenzó a caer como un fino suspiro. 

Coincidir con ella bajo la tormenta que se encontraba transitando en su vida era fantástico, una tormenta que sólo ella podía despejar, así fuera tan solo por un par de horas de soleada calma con la que iluminaba su corazón y abrigaba con su caliente mirada. 

~"En mi memoria, estaba sufriendo mucho antes de conocernos.
En mi memoria, están ardiendo, las huellas que dejaste.
Y hay cosas que siempre he querido decirte, pero no puedo.
Porque has volteado la cara, hasta que no pude verte más 
Voltea la cara, porque que no puedo verte más(...)
Cada vez que te veo de regreso, tu traes mil grietas y yo las acepto como una tonta. (...)
Es tan difícil de afrontar, que ya no puedo sentirte (...) que ya no puedo verte más.
Aléjate, hasta que ya no estés de pie junto a mi puerta.
Voltea la cara, Aléjate y allí quédate..."

¿Maratón? 1 | ?

Buen día, tu... Cuéntame qué te parece la atracción de este par y todo lo que tu quieras, aquí debajo.

Te adoro indefinidamente, tu JazUnnie🌻

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