5: "𝑨𝒅𝒖𝒍𝒕𝒆𝒓𝒊𝒐"
No pasaron muchas décadas, desde que era una costumbre muy popular, censurar la sexualidad de las parejas y alimentar la idea absurda de que, la única clave para un matrimonio exitoso, era ignorar lo que sucedía mientras tu alfa estaba fuera de casa, porque así se reunían las fuerzas suficientes para poder soportar, lo que se creía que era, la meta de un matrimonio: "Preservar la familia". Obvio que sin contar con que aquello generaba dudas y vacíos existenciales, confusión, frustración, soledad, desamor.
Que frívolo sonaba aquello si lo pensaba con más atención, todas esas imposiciones derribaban la importancia de conocer y experimentar la propia sexualidad e incluso decidir si es lo que verdaderamente queremos para toda la vida.
Aunque se trate de sacrificar sentimientos y muchas, muchas cosas más, a nadie parecía importarle cerrar los ojos, para ignorar que sencillamente el amor se podía acabar y que eso no estaba mal, tampoco era ni la única, ni la mejor opción. Entonces aparecía la llamada promiscuidad quien no era bien vista en la sociedad y orillaba a algunos a buscar respuestas en la oscuridad, donde nadie los pudiese ver y juzgar o incluso acabar: el adulterio.
Nayeon aún recordaba la expresión en el rostro de su madre omega cuando su padre, un respetable y gran alfa puro, le confesó en su lecho de muerte, que le había estado siendo infiel a su lazo. Al parecer el hombre no había sido lo suficientemente valiente para decirle que le había traicionado durante cinco años con su secretaria, hasta que lo acechaban sus remordimientos de conciencia. Instantes después, Seah, su madre por si se preguntan, se enderezó, se corrió la lágrima que se le escapó de uno de sus ojos color miel y exigió que nadie tenía permitido tocar ese tema nunca más en la vida.
Cielos, un escalofrío recorrió el cuerpo de la omega, cuando recordó el día que su padre dió el último suspiro de vida.
Los pecados, la falta de moral, la promiscuidad, la curiosidad, el poder de decidir, más de lo que ya habíamos tocado en esta historia, entonces ¿Qué era lo más grave de aceptar vivir en adulterio? Se preguntó a sí misma.
Hacer el amor no era 'tener relaciones sexuales, reproducirse y ya' como le habían hecho creer, compartir un lazo no era 'propiciar una marca lo suficiente como para que cubra tu cuello', pensó Nayeon con total abrumación. Eso ya lo tenía más que claro, sobre todo desde que se fundió en los brazos de Yoo Jeongyeon, entonces supuso que eso debía de sentir su esposo con su amante. ¿Por eso era que no se sentía mal? ¿O sí se sentía mal? ¿Debería de sentirse mal? Por supuesto que no lo hacía.
Había descubierto un mundo muy amplio en cuanto a su sexualidad hablando, el modo en el que podía corresponder la piel, la revolución en la que se convertían las emociones cuando la tomaba su loba, las muchas intrigas por conocer cuanto más se escondía en esa materia. Era demasiado lo que significaba para ella lo sucedido la noche anterior y nada le pareció tan grave como para sentirse en falta, quizás fuera porque sabía que en su matrimonio en particular, nadie le debía más nada a nadie pues Yejun no acentuaba su marca desde hacía mucho, mucho tiempo. La conexión de sus lobos era casi nula. Quizás debía de hacer algo para cambiar su presente, pero ya no había más nada por "preservar" allí, el amor se había acabado, concluyó y punto.
A las ocho de la mañana, se hicieron veinticuatro horas de que Nayeon no dormía y sus pensamientos la sumergían en los recuerdos haciéndola parecer fuera de esa dimensión. A la hora del almuerzo recordó que no estaba sola en la casa, pero sintió que no podría más con su propio cuerpo física y espiritualmente. La última vez que observó el reloj, eran las tres de la tarde, cuando se había decidido a tomar una siesta.
Recostó su cabeza sobre el brazo del sofá, encontrando el momento perfecto para recuperar las fuerzas. Toda su piel se encontraba en alerta supo reconocer cuando su hija mayor le tomó del brazo por la mañana y ella se apartó sobresaltada, mientras le acompañaba en el desayuno. Era como si le hubieran removido el avispero de emociones. No sabía otra cosa más que sonreír ese día, analizó recordando las claras intenciones de cambiarle el humor que tuvo su hija Chaeng al rebatir su decisión de no esperar a su padre para almorzar, ellas siempre le esperaban, pero ella ya no tenía deseos de seguir esperándolo.
Cada una de las sensaciones que le recorrían el cuerpo se encontraban totalmente en armonía con su omega, supo cuando Chaeyoung quiso doblegar su autoridad al desafiarla, una vez le había dicho que se iría a lo de su amiga quisiera ella o no, no habían cambiado en lo absoluto, la pelimiel simplemente no se alteró.
Al final no se dejó doblegar, era su madre y esa niña que aún tenía tanto que aprender de la vida, debía de conocer más de lo que era capaz con su autoridad de adulto. Sonrió al recordar a su pequeña omega, ¿de dónde demonios había salido esa niña? Porque era claro que Yeri era su viva imagen, era una joven maravillosa, fiel a sus ideales y sus proyectos a futuro, sabía vivir el día a día con pasión y disfrutar de lo bueno que le daba la vida, ella le recordaba a Nayeon de veinte años. Pero Chaeyoung... ¡Demonios! Ella era inquebrantable, era como una revolución de los peores defectos de su padre y ella. Se preocupó por un instante por ese afán que tenía de arruinar todos y cada uno de los buenos momentos. Aún así podría con ella, "Tengo que poder" apuntó mentalmente, no quería que se hiciera daño con su inmensa arrogancia.
Exhaló un suspiro tan largo cuando cerró los ojos dispuesta a recomponerse. "Duérmase un momento señora Nayeon, se ve muy cansada esta mañana" le había dicho su incondicional empleada de servicio.
La sonrisa regresó a su rostro al recordar. Aunque estuviese agotada, se sentía felíz, ¿o qué era lo que sentía? Ahora comprendía lo que sentía Yejun, o por lo menos entendió la magnitud en que se podía divagar en todas y cada una de las satisfacciones que le daba a uno probar del adulterio. Aunque estuviese de camino al infierno, se sentía tan bien, ¡Vaya que sí! Poco a poco, mientras seguía analizando sus propios sentimientos, el sueño le fue ganando.
Cuando abrió los ojos, los ventanales en su recámara desprendían colores radiantes, como cuando el sol de primavera ingresaba por allí. Nayeon sonrió por causa de los rayos del sol en su rostro, mientras se aclaraba la mirada. A su alrededor se encontró cubierta con sus sábanas y completamente desnuda, más no se incomodó por ello, pero si le confundió un poco. Se cubrió con la tela para incorporarse y no exponer su desnudez, cuando rápidamente ese aroma a cacao hizo su aparición, envolviéndola con su presencia.
—No, aún no se levante señora Nayeon... —Dijo con esa sonrisa encantadora, contagiándola de esa seguridad y comodidad. Jeongyeon era inigualable, se dijo al recorrerla por milésima vez con su mirada.
—Jeongyeon, ¿qué hace aquí? —preguntó la omega, una vez la alfa se estuvo frente y depositó un beso sobre sus labios. Nayeon no pudo evitar tomarse el labio inferior, una vez recorría la delicada línea de su mandíbula con la punta de sus dedos y observaba su rostro a detalle, sus labios apetitosos, sus cabellos suaves, su mirada anhelante. A ella le gustaba mucho esa mujer.
—Aún tengo mucho que enseñarle... —Pronunció junto su oído, enviando tantas sensaciones juntas a su cuerpo, el cual se puso completamente a la expectativa de lo que fuera a hacerle esa alfa.
—¿Más? —Preguntó en un suave secreto y se erizó por completo al detectar que una de sus manos subía por el largo de su brazo, invitándola. Su tacto se encontraba extrañamente frío, poniendo sus sentidos en alerta con más facilidad.
—Mucho más... ¿No quiere que le muestre? —Consultó la alfa, aunque ya estaba corriendo la tela de la sábana que le cubría el pecho, y comenzaba un recorrido con sus labios desde su cuello en ascendente a su clavícula y quizás, más debajo...
—Oh Jeongyeon... —Le nombró en un murmullo y le recorrió el hombro, enterrando sus dedos en sus cabellos.
—Usted me gusta, Nayeon... —El tono de su voz la abrazó cuando cerró los ojos y se dejó llevar por sus caricias. —Mi Nayeon... —La nombró, ronca y Nayeon casi se desarma entre sus manos. Un gemido se le escapó cuando sintió su tacto cerca de entre sus muslos y poco a poco, sus dedos se fueron enterrando allí.
—Mhm... —Retuvo la respiración, con los labios presionados. Sintió sus mejillas arder cuando la alfa alcanzó su boca en un beso hambriento. ¿Qué es lo que buscaba de ella? Ya se lo había dado todo, concluyó removiéndose involuntariamente.
—Nayeon... —La nombró y el tono de su voz se agudizó por un instante. Nayeon cruzó las piernas y arrugó la nariz ante ese tono de voz, invasivo. Su mundo brillante comenzaba a oscurecer sin piedad ...
—¡¿Nayeon?! —Chasqueó los dedos frente ella con impaciencia.
—¡Ah! —Jadeó tomándose el pecho cuando se encontró de frente con su mejor amiga. —¡Sana! ¡Por la madre Luna! ¿Qué rayos sucede contigo? —Le reprochó malhumorada, una vez estuvo consciente en tiempo y espacio.
Cielos, ahí estaba la húmedad de su excitación, pensó y el rubor se extendió por su rostro sin poder evitarlo. Su loba se emocionó a tal punto que su aroma se intensificó en el aire haciendo a su amiga japonesa, mirarla con incredulidad.
Minatozaki Sana, llegaba con curiosidad esa tarde, una noche luego de su cumpleaños, a la casa de su mejor amiga. Era normal ver a la omega por aquellos lados, así como ver llegar a Nayeon a su departamento.
Nadie en el mundo conocía mejor a la señora de esa casa que aquella rubia despampanante de escandaloso, apasionante e incitante aroma a chocolate blanco, pero nunca, ni en sus más remotos sueños, se imaginaría lo que su amiga le estaba comenzando a ocultar. Por aquello mismo y por su gran percepción, le observaba atentamente una vez la encontraba recostada en el sofá de la sala en vez de estar por allí haciendo cosas "de utilidad" como solía decirle, sino que dormida en el sofá. Todo lo que no hubiera creído, si no lo hubiera visto con sus propios ojos.
—¿Dormiste mal anoche? —Consultó la omega, quitándose las gafas oscuras y viéndola con curiosidad.
Nayeon no traía una sola gota de maquillaje esa tarde, se veía pensativa y bastante iluminada. Como si hubiera rejuvenecido algunos años, analizó la nipona mientras la miraba con ojo de halcón.
—Soñé mucho, eso es todo. —Respondió en un murmuro, intentando recuperarse de la treta que le había jugado su inconsciente.
Aunque le preocupaba mentirle a su amiga y esconder tal secreto, para Nayeon era mejor conservar la distancia de sus acciones y el mundo que la rodeaba. Confiaba en su amiga más que en nadie, pero ella era muy escandalosa cuando se lo proponía y ese no era el momento ni el lugar para confesiones.
—Mmm, bueno voy a elegir creerte. —Tarareó, dejando la bolsa junto al sofá y se sentó junto a ella, quien estaba hecha un ovillo en el sofá. —Vine a disculparme contigo. —Musitó deteniendo su mirada en su expresión. Nayeon se sintió al descubierto bajo la mirada de la japonesa, e intentó ser lo más natural posible para que no viera su asombro.
—¿Disculparte? ¿Por qué? —Quiso saber con real interés.
Sana bajó la mirada cuando fingió encontrar sumamente interesante los canutillos de la manta que le cubría las piernas a su amiga, pero Nayeon podía percibir la preocupación en su semblante y el modo en el que su aroma abarcaba al suyo. Hacía una tarde muy fría, pero Nayeon podría identificar ese aroma en cualquier parte.
—Ayer, estaba molesta por todo lo que había sucedido con ese niño estúpido —Ladró cuando comenzó a relatar, y presionó la mandíbula al recordar a su ex amante. —Que simplemente la agarre contra ti y lo siento por eso, no lo merecías... —Tomando sus manos y buscó su mirada —Quería que supieras que eres muy bella como eres y que de eso no tienes que dudar jamás. Lamento mucho haber sido tan desagradable en el día de tu cumpleaños Nay.
La omega coreana se sonrió de lado, una vez terminó con sus dramáticas palabras. Su amiga era tan genuina y esa era una de sus más grandes cualidades, eso y su incontrolable energía.
—Te comprendo Sana, no te preocupes y no te pongas mal por favor... —De hecho, Nayeon no lo había tomado de mala manera, sino con decepción consigo misma por aceptar que su amiga tenía mucha razón. Presionó sus manos y Sana suspiró al ver honestidad en sus ojos. Nayeon siempre era tan humilde y le perdonaba tan fácilmente, que a veces pensaba que no la merecía.
—Te quiero Nay, lo siento. —Dijo una vez más, luego de tantas peleas, tantos buenos momentos y tantos años de amistad. Nayeon la abrazó con una fuerza cálida y repleta de afecto.
—Y yo a ti. No me gusta verte sufrir... —Murmuró en el abrazo y se apartaron. Ella sonrió por lo bajo nuevamente.
—Ni yo a ti, pero no toquemos esos asuntos por ahora, ¿de acuerdo? Por la paz. —Concordó la japonesa.
Pese a que antes no estaba de acuerdo con que su amiga desgaste sus emociones con jóvenes amantes de ocasión, en ese mismo instante Nayeon se encontraba siendo la menos indicada para opinar sobre ese asunto, se recordó.
—De acuerdo. Hablemos de lo bien que la pasaremos cuando te decidas a vivir tu soltería. —Expresó la rubia y rápidamente se les escapó una risotada. Definitivamente su amiga no tenía cura.
—Ya lo estás planeando todo, ¿verdad? —Dijo la pelimiel, con nostalgia al recordar sus sueños de acabar la Universidad e irse a vivir juntas un tiempo.
Si tan solo Yejun no hubiera llegado a su vida, de seguro lo hubieran concretado, hubiera sido una buena ejecutiva, estaba segura.
—Tu sabes que mi casa es la tuya. Estoy ansiando el instante en el que decidas mandar a volar a ese patán... él no te merece Nayeon, eres demasiado para él. —Habló y sonrió hacia la muchacha de servicio que se acercó y le entregó un vaso con agua.
—Oye, tengo una pregunta que hacerte. —Dijo Nayeon, viéndole de reojo. Rezaba a la madre Luna para que su amiga no lo viera raro y comenzara a sospechar de ella.
—Claro que sí, dime. —Aceptó ahora, prestando toda su atención y pudo ver su extraño nerviosismo.
—¿Qué sabes de Yoo Jeongyeon? —Y casi devuelve al ver la expresión de satisfacción en su amiga.
—Uf, espérame que tome aire... —Dijo la japonesa en tono de broma, lanzándose aire con una mano. —Además de que es una rica empresaria, divorciada, joven, sexy y una de las alfas más codiciadas de la ciudad. No, no sé nada más sobre ella... —Carcajeó divertida. —De hecho habría aspirado a seducirla alguna vez, pero es demasiado vieja para mi. —Concordó con su habitual tono alegre.
Nayeon se rió de sus palabras, aunque no iba a negar el alivio que la recorrió al saber que ella no estaba interesada en esa alfa, precisamente. Eso habría sido bochornoso.
—Asique, ¿codiciada eh? —Comentó alzando sus cejas. Pues, como era de imaginarlo. Yoo Jeongyeon, podría ser una verdadera casanova. —¿De dónde la conoces tú? —Indagó un poco más, pues aunque quisiera, no podía evitarlo.
—La verdad es que no la conozco demasiado. He pasado algunas palabras con ella, me desespera un poco su excesiva amabilidad y también que es algo obstinada... La conozco por una amiga en común, con Hirai solíamos ser amigas hace algunos años, cuando íbamos a la universidad... —Divagó y rápidamente regresó para mirarla. —Oye ¿y tú por qué tanto interés, huh? —La miró de reojo. Nayeon se ruborizó y Sana detalló que su amiga no se había recogido el cabello ese día, como lo hacía siempre. Algo en ella era diferente y no tenía nada que ver con el cabello.
—No me mires así... —Suplicó, aunque quiso sonar imponente. Lo había arruinado, cuando Sana se lo proponía, podía ser inquebrantable y ya había percibido que su aroma se había desplegado, sorprendiéndola.
—Tu me estás ocultando cosas... —La interrumpió cuando ella comenzaba a negar con su cabeza. —¡Dímelo Nayeon! O sabes que no podré dormir por la noche... —Suplicó removiendo su brazo y la misma meció la cabeza viéndole con una sonrisa incómoda.
—Te prometo que no y no te preocupes que en cuanto mi vida se vuelva más emocionante, tú serás la primera en saberlo. —Y cumpliría. Nadie más lo sabría además de ella, cuando llegara el momento en que decidiera confesarse.
—Me lo prometiste. —La señaló y ambas compartieron unas risas de complicidad antes de comenzar otra de sus tantas conversaciones sin final. O eso parecía ser hasta que se oyó la puerta de ingreso anunciando que alguien llegaba a la casa.
Ambas miraron hacia allí con atención, pero Sana bufó una vez percibió ese aroma fuerte e imponente a madera, y desagradable a su olfato supo la rubia, al divisar a su peor enemigo cruzando la sala para acercarse a Nayeon, quien no le esperaba con las misma ansias que antes. Sana dudó nuevamente de las palabras de su amiga, definitivamente ella no era la misma persona que había dejado la tarde anterior y eso sí que no la dejaría dormir esa noche. Tendría que llamarla al rato, se decidió haciendo una expresión de disgusto al ver a Kim recorrer el salón hacia su encuentro.
—Buenas tardes. —Impuso el alfa una vez se puso frente a ambas. Sana le miró con poco gusto y Nayeon sin expresión alguna.
—Hola y adiós Kim. —Dijo Sana, una vez soltaba la mano de su amiga y, con perspicacia se alistaba para irse. —Yo mejor me voy. Te veo luego Nayeon-ah. —Dijo muy cerca de su oído, una vez la abrazó brevemente y saludó con su mano a Yejun, muy a su pesar. El mismo le respondió con un asentimiento de cabeza.
—Cuídate. —Le advirtió como siempre, presionando su mano antes de apartarse por la distancia.
—Sí mamá. —Respondió la japonesa con humor, mientras desaparecía por el salón.
—Hola, ¿cómo te fue? —preguntó Nayeon, no pudiendo evitar ser amable. El mismo asintió con agradecimiento.
—Bien, pero, felíz cumpleaños. —Dijo con nerviosismo y extendió la caja de la joyería que Nayeon ya se conocía de memoria, frente a sus ojos.
"¡Vaya que emoción!" Pensó la omega con sarcasmo y su loba gruñó ante su acercamiento y su extraña imposición. Ella lo deseaba más lejos que antes.
—Gracias. —Musitó la pelimiel, tomando el regalo más por compromiso que por gusto.
—Ábrelo por favor. Espero que te guste. —Dijo él con poca emoción, y ella repitió la misma acción de hacía ya tres años, pero esta vez ya no sentía ilusiones, ni tan siquiera interés de fingir que le importaba.
Nayeon prosiguió a hacer lo que se disponía y abrió la caja, encontrando en ella una larga cadena plateada con un relicario colgando de ella y piedras incrustadas en el metal, siempre traía las joyas de la misma diseñadora y siempre se veía ideal, debería de pensar quien era la que lo aconsejaba si su secretaria o su amante.
Removió los pensamientos. No podía negar que era muy bonito, pero si había algo que ya no haría, era fingir que estaba emocionada, porque ya no podría hacerlo nuevamente, ya no lo sentía.
—Gracias Yejun, es muy hermoso. —Dijo poniendo la joya dentro de su caja y el alfa dio una sonrisa triunfante una vez tomaba camino hacia la recámara. La omega se puso de pie, para ir a su lado, para guardar el regalo.
—Sabía que te gustaría. —Dijo entregándole el paso hacia las escaleras.
Nayeon alzó una mirada ante su repentina actitud, como si ese hombre supiera lo que había logrado su ausencia, y que era aquella acción lo que la había impulsado a tomar las decisiones que había tomado, no daría créditos.
Nayeon pensó que por primera vez, su esposo le había hecho el regalo más grande en su vida y fue el de provocarle el valor suficiente para ayudarle a tomar las decisiones descabelladas que le ayudaron a abrir los ojos a la realidad. Su realidad. Esa realidad en la que él ya no era parte desde hacía mucho tiempo, y que el lazo que los unió alguna vez, ya había muerto. Tragó al caminar junto a él y pronto estaban ahí los remordimientos.
Aunque Yejun no había demostrado especial interés en ella luego de la escena del regalo, a ella ya no le hacía daño su falta de atención, no desde que Jeongyeon se había metido en su vida iluminando todo por completo. Pero eso saldría a flote más temprano, que tarde.
—Nayeon. —Habló el alfa, llegando detrás de ella. Nayeon guardaba el estuche de la joya en alguna parte del mueble, junto al vestidor.
—¿Si? —preguntó ella, volteando cuando había terminado lo que hacía y se encontró de frente a su esposo.
—Quería... —Dijo acomodando las manos nerviosamente. —Pedirte una disculpa por haber estado ausente el día de ayer. —"Muy tarde" su interior gritó y su omega le miró con recelo. El corrió la mirada no pudiendo ver la decepción en su rostro, como siempre lo hacía. "Corazón que no ve, no siente" pensó, antes de mecer la cabeza.
—No te preocupes Yejun, yo compren... —Nayeon abrió mucho los ojos cuando el hombre besó sus labios húmedos, más ella se apartó al instante como si su contacto le hiciera daño. —No tienes que hacerlo. Gracias. —Dijo viéndolo con recelo, aunque sin poder evitar su expresión de asombro una vez lo rodeaba y caminaba por la recámara, huyendo de su imponente mirada analítica.
Yejun alzó una ceja ante su negativa, por supuesto que no se lo esperaba. Ese comportamiento era nuevo, pero si se negaba por algún motivo sería, se imaginó.
Esa noche, la mirada de Jeongyeon la visitó en sus sueños. El dulce recuerdo de sus calientes manos y la gentileza de sus labios, la mantuvieron a flor de piel a cada instante y allí ya no cabía retorno alguno. Aunque las dudas atropellaran de vez en cuando en su interior, ella ya no deseaba a Kim Yejun y su omega añoraba a esa alfa treintañera de ojos oscuros y aroma a pastel de cacao que le había enseñado lo que era sentir en brazos de quien te deseaba en cuerpo y mente.
Había pasado una semana desde aquel primer día.
Jeongyeon había llamado a su ex para concretar lo que había dicho sobre dejar a las niñas unas semanas con ella, en lo que su pequeña se recuperaba del virus que se había pescado. Jihyo alegaba de que ya habían pasado la enfermedad con Tzuyu cuando pequeña y que para ella sería más seguro que las chicas estuvieran al cuidado de tía Bae, quien disponía del tiempo que a ella le faltaba desde que su negocio había tomado tratos internacionales.
Jeongyeon ya no se sumergía de principio a fin en sus pendientes laborales y disfrutaba de sus hijas cuando llegaba de la oficina por la tarde. Pero por la noche se refugiaba en su despacho para saborear aquel encuentro en la que había vuelto a vivir con esa omega entre sus brazos. Habían pasado las horas y los días sin respuesta de parte de Nayeon a alguno de los llamados que le había dedicado, y la alfa comenzaba a temer que ella se hubiera arrepentido de lo sucedido.
Estaba preocupada por ella, sobre todo porque se había desatado un escándalo referido a Kim que, por lo que había oído y leído, habían sido responsabilidad de ciertas inocentes palabras que habían surgido de Nayeon en aquella fiesta social en la que la había conocido. Un amarillista se había aprovechado de su buena fe, para sacarle información sobre los planes a futuro del imbécil de su esposo y ella habría agregado sus ideales sin imaginarse el destino de sus palabras.
A Yoo le desesperaba un poco no saber a que se estaría enfrentando esa dulce omega, ante lo sucedido con Kim y le preocupaba en sobremanera imaginar las razones por las cuales no había decidido volver a marcarle.
Cuando se despedía de su hija, para encaminarse hacia la salida e ir a trabajar, la jovencita le pidió un instante.
—Te ves muy hermosa mami, voy a comenzar a tener celos de todas las omegas que quieran acercarse a ti... —Dijo la niña repleta de manchas rosadas por doquier, pronunciando un adorable puchero y con una expresión fatigada. Jeongyeon sonrió con ternura y la abrazó por los hombros.
—Cielo no es necesario, por ahora tu hermana y tú son las únicas en mi vida. —Dijo con seguridad y la tía Bae levantó una ceja burlona.
Jeongyeon la miró con reproche y sintió culpa por mentirle a su pequeña. Pero cuantos menos sospecharan de su acercamiento hacia "aquella" omega, todo estaría bajo control.
—Te amo. —Dijo y le besó en la mejilla antes de subir por las escaleras.
—Vaya, vaya... —dijo su tía mientras se acercaba para saludarle. —Me parece que a alguien le va a crecer la nariz como a Pinocho... —Le canturreaba como cuando era una niña y esta se río por lo bajo, propinándole un beso en la frente en modo de saludo.
—Hasta luego Bae. Me llamas por cualquier cosa, ¿De acuerdo? —Dispuso y se encaminó hacia el auto, directo a la oficina.
Ese día llamaría a Nayeon luego de su reunión, algo en su interior, se resistía a dejarla ir, y por primera vez esa idea no le parecía descabellada.
Yejun dió un golpe en la madera, la omega frente a él se estremeció y lo siguió con la mirada, mientras se ponía de pie y fulminaba el teléfono de la habitación que sonaba sin parar. Su aroma se había puesto tan agrio y abrumador, que Nayeon creyó que se desmayaría de la opresión. Le habían llamado de los programas de radio y televisión un sin fin de veces, incluso le habían propuesto un espacio en el diario para que se pudiera "descargar" a gusto y, a raíz de todo lo sucedido, había decidido no ir a la oficina esa mañana.
—¡No puedo creer tu inconsciencia! ¡Es que no pudiste ser tan estúpida, Nayeon! —Exclamó.
Aquel alfa y la omega frente a él, se miraron con molestia.
—No soy estúpida. —Le dijo viéndole con derrota. El alfa se rió con ironía ante sus pocas palabras. —Ya te he pedido disculpas. No imaginé que debía cuidarme con lo que decía en casa de mi propia amiga. —Se explicó, pero aunque quisiera, sabía que no tenía caso. Dijera lo que dijera, para él, ella era Judas en ese momento.
Yejun la miró con fastidio luego de teclear en su móvil, mientras le seguía recriminando con aquella insoportable actitud que comenzaba a desesperarse por completo.
—Estoy cansado de tu ingenuidad ¡Aprende a controlarte y deja la estupidez de lado! —Insistió luego de un largo rato y lentamente, desatando la peor faceta de Nayeon.
—¡Bueno ya basta! —Exclamó alzando la voz. Su rostro había enrojecido, cuando lo miró con tanto desprecio y su aroma se intensificó en el aire, que el hombre frente a ella creyó que no se podía tratar de la misma persona que le miraba hace un instante atrás. —Mira yo no sé qué es lo que te estuviste creyendo Kim, pero no soy tu hija ni tu empleada para que me trates de este modo ¡Estoy completamente cansada de ti y del maldito modo en el que crees que siempre tienes la razón! ¿Sabes algo? ¡Tengo noticias para ti, ya no creo que tengas razón en nada en lo absoluto! —Alzó la voz y el mismo le miró con incredulidad.
—¿Qué dijiste? —El alfa parpadeó frente a ella con incredulidad, ante ese cambio tan rotundo. Ella se veía muy exaltada y bastante agresiva —Repítelo. —Dijo cuando rodeó el escritorio y se plantó frente a ella.
La omega tragó cuando él se puso muy cerca de su cara imponiéndose como siempre, pero no bajó la mirada. No esta vez.
—Que me tienes cansada y que ya no tienes la razón de nada... —dijo ahora con la voz demasiado baja. Él carcajeó con su respuesta.
—¿Y esa rebeldía qué o qué? —preguntó con lo que se oía como sarcasmo y ella arrugó la nariz con desagrado.
—Eres un idiota... —Susurró y él alzó una mano para tomarla del cabello reclamando su mirada como si se tratara de sus propios sentimientos. Nayeon se paralizó ante esa actitud, él siempre tenía ese tipo de actitudes agresivas, se recordó cuando sintió acelerarse su pulso con demasiada prisa.
—Dilo con más fuerza, a ver si te atreves, omega. —La retó, con ese tono de imposición que siempre utilizaba. Ella tembló con temor de modo involuntario, pero no se dejaría reprimir por su soberbia nunca más.
—Eres un idiota. —Pronunció con voz grazna y se odiaba por ser tan débil. Maldita sea, se lo tendría que haber gritado en la cara, era su oportunidad de hacerlo.
Él le recorrió el rostro y sin perderle la expresión, la besó sin previo aviso. Nayeon lo miró con incredulidad, no se habían estado tan cerca desde la vez que la quiso besar el día después de su cumpleaños. Yejun le mordió el labio inferior cuando ella parecía no querer reaccionar, ni cooperar y tiró del agarre de su cabello haciéndola gemir de molestia, exigente. Pero su omega ya no sentía deseos de corresponder a él.
¿Qué había hecho? Se preguntó respecto a esa estúpida idea de renunciar a Yoo Jeongyeon en esos últimos días. Sus labios reaccionaron al recuerdo de esa maravillosa alfa en su memoria. No, no se trataba de ella... pero su piel la añoraba con una intensidad, que la consumía con la sola idea de no volver a verla. Gimió cuando el hombre se adueñaba de su cuerpo y la sentaba sobre el escritorio. "No Nayeon, ese alfa no es Jeongyeon. No puedes hacer como si lo fuera" lágrimas amargas se agolparon en sus ojos, cuando puso sus manos frente al amplio pecho del hombre que la besaba, para apartarlo.
—¿Qué demonios sucede contigo? —Exigió con la voz muy alta, cuando ella se desarmaba en llanto.
—Apártate de mí. —Jadeó una vez huía de su mirada y de su agarre, para estar nuevamente sobre sus pies.
—Nayeon... —Le llamó muy confundido, pero ella se apresuró a salir de la oficina buscando el modo de encontrar una solución para ese modo en el que se reprimía.
¿Por qué debía dejarla? Le reclamó su loba.
—¡Que imbécil! —Murmulló, sintiendo las lágrimas caer de sus ojos.
Ya no sabía cuántas habían sido las veces que le había acusado por ese maldito informe que había dado un agradable reportero, de hecho él había querido cerciorarse de que Yejun supiera lo que diría en su programa de radio, pero su esposo había decidido ser inalcanzable en ese entonces. Y ella lo supo cuando lo vió llegar para comentárselo.
La realidad era que a Nayeon ya no le importaba ni la reputación de Kim, ni su carrera, ni en cuanto le pudiera afectar lo sucedido y lo comprobó en el modo en el que su cuerpo y mente ya no reaccionaba a él de ninguna forma. Había sido incondicional con él, durante los últimos veinte años y él le reprochaba que se hubiera equivocado con que decir o qué no decir.
Le dolía, pero no porque le acusara, que la maltratara o que la desvalorizara por algo tan mínimo, sino que a cada segundo a su lado se daba cuenta del tiempo que había perdido junto a un tipo tan desagradable como él, que apagaba toda su luz y la aplastaba contra el suelo como a un gusano. Porque sí, así de pequeña se sentía a su lado.
Ese día se encontró fuera de lugar en la vida que llevaba, por primera vez no sólo quería, sino que deseaba huir para no regresar. Se limpió los labios con el borde de la manga del blazer que traía puesto y se apresuró a buscar su bolsa y las llaves de su auto.
Una vez estuvo fuera de casa, ¿Dónde podría refugiarse sin tener que dar tantas explicaciones? Se preguntó dejando caer otras lágrimas y miró hacia su alrededor con desesperación, no tenía salida. Observó sus manos y cuando fijó su mirada en el móvil, se apresuró a marcar. Su omega lo pedía a gritos y su espíritu también.
Yoo Jeongyeon ingresaba por la puerta de la empresa a medio día, debido a que regresaba de cerrar un trato muy importante y favorecedor, cuando su móvil llamó su atención.
—Yoo Jeongyeon —Respondió con la voz despreocupada, mientras se sentaba en la silla que utilizaba en su lugar de trabajo, dispuesta a tomar sus pendientes.
—¿Jeongyeon? —preguntó ella con su hermosa voz y el corazón de la alfa que respondió la llamada, comenzó a latir con una fuerza que no recordaba que pudiera alcanzar, luego de oírla nuevamente.
—¡Nayeon! Que gusto volver a oírla, creí que no cumpliría con su palabra. —Respondió la alfa, evidenciando su buen ánimo consumirle al volver a oír la calidez de su voz y aquella hermosa sonrisa irresistible se dibujó en sus labios.
—Necesito verla. —Habló con la voz muy baja y Jeongyeon frunció el entrecejo con preocupación.
—¿Se encuentra bien, Nayeon? —preguntó la alfa, poniéndose en pie de un impulso y todas las preocupaciones llegaron a ella, al recordar las preocupaciones que rodeaban en torno a esa omega.
—Por favor, necesito verla. —Suplicó ahora. Jeongyeon tomó sus pertenencias, saliendo de la oficina con prisa.
—Pues veámonos. Yo también necesito verla. ¿Puede estar en el mismo lugar que nos vimos la última vez, en media hora? —Dijo observando su reloj y parándose frente al escritorio de su secretaria.
—Sí. Está bien en media hora. —Aceptó la omega,con la voz tan baja que el estómago de Jeongyeon dió un vuelco de desconcierto.
—Bien, ahí nos veremos entonces. —Cuando colgó, levantó la mirada para ver a su joven secretaria. —Cancela mis citas por el día de hoy, dile a Rossie que se ocupe de mis pendientes por lo que resta del día y no me pases llamadas a menos que sea sobre mis hijas, por favor Yeji. —La muchacha asintió, sonriéndole.
—Si Señorita, ¿ya no vuelve por hoy? —Consultó la joven beta, bastante extrañada.
—No. Tengo un asunto importante que atender, así que nos vemos mañana. —Dijo saludándole con la mano.
—Hasta mañana, Señorita Yoo. —dijo extrañada viéndole partir. Ni siquiera cuando se había separado de su ex, se había ido temprano de la empresa.
Definitivamente, nada era del mismo modo que antes en la vida de Jeongyeon desde que había conocido a Nayeon aquella noche, porque había invadido todo su espacio, hasta sus pensamientos, desde ese entonces.
~"Estamos a un paso de ser los valientes,
Acércate a mí, querida
Pero no llores.
No lo sabes, estás cerca.
Todo este tiempo,
Intenta evitar caer en el olvido.
Siempre puedes aprender a volar,
Nunca lo sabrás hasta que lo intentes.
En lo alto en medio de la nada
No lo sabes, pero lo sabrás cuando llegues allá,
Camina lento y bajo en la cuerda floja
Espero que perdure pero ya sabes, nunca se sabe..."
¡Publiqué! Es que quiero que veas que belleza de portada, la editora es una de mis favoritas y siempre le pone un amor, que le quedan impresionante de hermosas♡
Tengo un reto para ti: si comentas mucho, publicaré el que le sigue, hoy. Queda en ti...
¿Ya viste la portada? Se que fuiste a ver, porque eres tan curiosx como yo... 😊
Ten bonito lunes, espero hayas podido descansar, te quiero, tu JazUnnie🌻
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro