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33: "¿𝑬𝒔𝒕𝒂𝒔 𝒃𝒊𝒆𝒏?"

Jeongyeon se encontraba leyendo un libro sentada en un cómodo sofá que estaba ubicado junto al ventanal de su recámara, cuando la oyó llegar como un huracán. Una sonrisa involuntaria se dibujó sobre el rostro de la alfa al percibir el aroma de su omega, el amable de aquellas rosas frescas que siempre regaba con su presencia. Diablos, cuánto adoraba su sola presencia…

Eso era lo que ocurría cada vez que ella ingresaba, un fenómeno natural la llenaba de una gran energía positiva que se instalaba allí y todo parecía cobrar un sentido, tomar un color, llenarse de vida. Jeongyeon supo que Nayeon no la había notado y agradeció cuando la vio caminar relajadamente de una esquina de la recámara hacia la otra, que disque alzando el pijama y ordenando el desastre matutino. Aún con todo el personal que había en aquella gran casa, su omega insistía en que la recámara fuera de su exclusivo cuidado, ¿Cómo lo lograba? Jeongyeon se reprendió de no poder seguir su paso, tan llena de energía, ¿Cómo dejaría el hábito si estaba acostumbrada a dejarle ese trabajo a alguien más? Lamentó el bufido que lanzó Nayeon cuando tomó su cartera y las llaves de su auto, para ponerlos sobre su mesa de noche.

La alfa se mordisqueó los labios cuando le recorrió con la mirada, admirando su belleza. Era brisa refrescante verla regresar a casa, le recordaba al aromático rocío que emanaba del césped con cada amanecer cuando se despedían por la mañana, sobre todo cuando la veía así, tan inquieta e hiperactiva.

Nayeon iba recogiendo una de las tantas prendas que la dejaba por allí y por aquí, refunfuñando sobre "cómo es que podía llegar a ser tan despistada" y sobre "la cantidad de veces que le había resaltado que recogiera su desorden", entre dientes.

Aquello provocó una sonrisa divertida en la alfa, no porque fuera una imbécil desconsiderada, sino porque no podía evitar hallarla adorable cuando se molestaba, especialmente esa tarde, se veía tan guapa. Si bien, su omega había desarrollado un estilo en su modo de vestir en el que aún tenía la esencia de su característico estilo formal, ya no era tan conservadora y le sentaba tan bien, le daba un aire de seguridad y fortaleza que a la pelicorta le fascinaba descubrir.

Una falda de un color gris oscuro abrazaba su estrecha cintura y un brasier casi imperceptible a la vista, se asomaba debajo de los botones de su blusa color marfil en esa tela muy sedosa que siempre le gustaba utilizar, pero lo que siempre se ganaba los ojos de la alta, eran esas medias finas que enfundaban la delicada piel de sus piernas. Jeongyeon levantó los lentes para ver con sus propios ojos la altura que le daban esos tacones de infarto.

—¡Ahg! ¡Por favor Yoo Jeongyeon! —Jadeó la omega, tomándose el pecho luego de inhalar con asombro al toparse con ella. —¡Me espantaste! ¿Cómo no te haces notar, huh? —Le reclamó con las cejas muy fruncidas, cosa que Jeongyeon encontró muy encantador en ella. ¿Había algo en Nayeon que no fuera encantador?

—Quien nada debe, nada teme, mi omega... —Bromeó Yoo con una sonrisa seductora. Nayeon alzó una ceja ante su comentario.

—No seas prejuiciosa, ¿Estuviste ahí y no has sido capaz de ocuparte de este desastre, Yoo? —Musitó con seriedad.

Definitivamente se veía tan guapa cuando estaba molesta y la regañaba, pensó la alfa mientras se relamía los labios redecos, aunque daba algo de miedo cuando estaba molesta.

—Cielo, que guapa te ves hoy, ¿te lo había dicho ya? —Preguntó la alfa como respuesta, una vez se puso de pie y caminó con sigilo en su dirección.

Nayeon meció la cabeza antes de extender una mano frente a ella con intenciones de detener su avance, o lo que estuviera planificando en su tramo.

—¡Ah-ah! ¡No vas a convencerme con halagos, Yoo! —Advirtió la omega, aunque su voz le traicionó al sentir sus suaves labios sobre los delgados dedos de la mano que perdían la firmeza frente a la alfa. Esa mujer era cada vez más hábil para doblegarla.

—¿Quieres apostar, señora Yoo? —preguntó con la voz melosa y Nayeon persiguió sus besos que ahora escalaban el largo de su brazo derecho, sintiéndose tan débil ante su encanto. ¿Cómo lo lograba tan rápido?

—¿Por qué demonios tienes que ser tan irresistible... —Dijo una vez había cedido y Jeongyeon ya la estaba rodeando con sus largos brazos. —... y tan condenadamente despistada, Yoo? —Gruñó entre sus labios, mientras la pelicorta la besaba de bienvenida a casa.

—Buenas tardes preciosa, ¿ha sido muy largo tu día? —Preguntó, observando las ojeras en sus ojos, preocupada de notar que se habían vuelto permanentes en poco tiempo.

Nayeon correspondió al llamado de su mirada, haciéndole notar que sí lo estaba.

—Un poco, sí. Pero será hasta que me acostumbre a este ritmo, cariño. —Sonrió, bajando la mirada dudosa y Jeongyeon levantó su mentón.

—Dime que tienes. ¿Es solo eso? ¿No ocultas nada más? —preguntó preocupada cuando vio su expresión de culpa. Nayeon dudó y su aroma exponiendo que había más que evitaba decir.

—La olvidé otra vez, no sé si han sido dos o tres veces... —Dijo con la voz muy baja, apenada cuando Jeongyeon se puso muy seria.

—Nayeon, ¿Qué habíamos hablado al respecto? Ponte un señalador en el móvil. —La reprendió la alfa y ella meció la cabeza con timidez en respuesta.

—No, no... —Meció con expresión de pena. —¡No sé hacerlo! ¿De acuerdo? ¡No lo sé! —Volteó los ojos con pereza al hacerle notar que aún no conocía muy bien a su nuevo teléfono.

—Cariño, debes cuidar de ti. No quiero que nada malo te suceda... no me obligues a tener que seguir muy de cerca los horarios de tu medicación, porque sabes que puedo ser muy estricta cuando se trata sobre ti, Nayeon, me conoces. —Le advirtió con la voz demasiado seria y Nayeon rápidamente se negó a ello.

—Lo sé, lo siento. Pero no hace falta, te prometo que indagaré en este teléfono y me pondré un señalador. —Prometió por última vez y la alfa la miró de reojo.

—¿Lo juras? —preguntó la pelicorta aún dudosa y sintió una gran ternura una vez la omega le prometió uniendo sus manos, que así lo haría. Jeongyeon descansó un beso junto a su mejilla y sintió de su dulce aroma, como adoraba ese aroma, solo la luna lo sabía con certeza quién podía leerle muy bien.

—¿Cómo te fue hoy, huh? —preguntó una vez caminaba junto a ella. Nayeon la miró de reojo.

—¿Qué pretendes, señorita? —Dijo con debilidad en su voz al verla iniciar el agua de la tina.

—Preparar un baño, debes relajarte, te ves muy estresada... —Dijo con total seguridad y Nayeon suspiró de alivio.

Jeongyeon era más joven y eso no suponía un problema hasta que notó que, hacer el amor podía ser totalmente exhaustivo con una alfa con sus energías sin fin. Se mordisqueó el labio inferior una vez encontró dudas de sus intenciones, ella nunca parecía tener suficiente y había descubierto que era sencillo dejarse llevar por su atracción con esa alfa.

—Tranquila, te dejaré descansar, lo prometo. —Dijo la alfa con una sonrisa burlona ante su preocupante expresión.

—Mi mente, mi cuerpo y todo de mi ya no te creen nada Yoo Jeongyeon... pero gracias por las esperanzas, eres muy alentadora. —Dijo con un dejo de diversión en su voz que hicieron a la pelicorta carcajear.

—Mi esposa es una omega muy divertida. —Expresó con una sonrisa, hundiendo ese sensual hoyuelo que se le formaba en la comisura y Nayeon admiró como todo de su ser emanaba deseo, el deseo que le provocaba instantáneamente. Su loba correspondía con tanta facilidad a toda su sensualidad que la abrumaba.

—Basta, ya deja de sonreír así. Atrevida. —Le dijo juntando los brazos en la cintura con fingida molestia.

Esa alta mujer era tan guapa en ese estado más doméstico, con la camisa entreabierta y arremangada, los lentes de lectura y ese delicioso cabello corto desordenado. Ella no comprendía que era, pero la deseaba a todas horas y en cualquier instante del día, incluso arrastrando un día muy largo y exhaustivo, la quería contra su piel.

—Que... —Dijo al notar que la pelimiel se la quedaba viendo.

—Eres muy guapa. Muy guapa. —Acentuó Nayeon, una vez la veía acercarse y la oyó suspirar cuando sintió su aroma por segunda vez, si había notado la primera vez, siempre lo notaba y adoraba ese hábito en su alfa.

—Tu eres la guapa en esta casa, mi amor... —Murmuró junto su mejilla con esa voz tan grave y tan ronca que le erizaba la piel con tanta facilidad.

—Jeongyeon, me prometiste que... —La pelicorta selló sus labios con los suyos interrumpiendo sus palabras.

—Lo sé. Solo quiero compartir un baño contigo, lo prometo. —Dijo juntando su mejilla con la suya, sintiendo el calor de su piel ruborizada.

—De acuerdo. —Aceptó sabiendo que era parte de una rutina que se les estaba haciendo costumbre el reencontrarse por la tarde y compartir un baño de tina.

Unos instantes más tarde, Nayeon se había recogido el cabello y estaba recargada con su espalda en su pecho. Jeongyeon proporcionaba suaves besos junto a su cuello mientras se dejaba abrazar por el calor de su piel.

—¿Mejor? —preguntó la alfa, mientras proporcionaba una suave caricia en la pierna que ella había sacado fuera de la tina. Se veía muy cómoda en esa posición.

—Si. Me hacía muchísima falta estar así, aquí, contigo... —Murmuró con la voz perezosa. Jeongyeon sonrió al oírla tan somnolienta.

—No te iras a dormir omega, quiero saber cómo te fue hoy. Cuéntame por favor, ¿cómo te va con el manejo de la institución? —dijo con curiosidad y la omega aceptó con un movimiento de cabeza.

—Ya sé quien será. —Dijo volteando la mirada. Jeongyeon encontró la respuesta en su mirada.

—¿Hanni? —preguntó sabiendo esa respuesta. La omega frunció el entrecejo.

—¿Cómo lo supiste? —Preguntó Nayeon, confundida.

—Lo vi en tu mirada, aquella primera vez que ingresamos en ese refugio, Nayeon... esa cachorra necesita tanto de una madre como tú. —Dijo sintiendo nostalgia al recordar ese día. Nayeon la abrazó con el mismo sentimiento, ¿Había sido tan evidente?

Flash

Nayeon caminaba con nerviosismo mientras alisaba la colorida tela de ese vestido de verano que tanto le recordaba el caribeño clima de la playa en su luna de miel. No podía identificar lo que sentía en ese momento, no sé habría imaginado jamás en una situación similar. Estaba por decidir sobre el destino de una criatura y quizás pasaría a ser la madre de otro niño o niña muy pronto. El solo hecho de aceptar esa situación, le hacía sentir que se desmayaría.

Luego de regresar de Punta Cana, los pasos a seguir luego de reunirse con toda su familia y amigos, habían sido demandar a Kim por esa estúpida obsesión que traía en contra de Nayeon. Pero, entre tantos pendientes, estaba el ir al hogar de refugio que había seleccionado Jeongyeon para elegir a su futura o futuro hijo.

Nayeon la miró cuando ella hablaba con naturalidad con una de las empleadas de ese lugar. Estaba todo tan limpio y ordenado, no le parecía que nadie sufriera ahí. No sonaba tan hueco y vacío como lo era ese lugar que ella conocía muy bien y que estaba ubicado fuera de la ciudad, muy lejos de allí.

—Aquí no es... —dijo ella cuando Jeongyeon la miró con una sonrisa de aprobación.

—¿Qué dices mi amor? —Se acercó Yoo, cuando una de las empleadas le pidió que aguardaran un momento en lo que alistaban la visita para ellas.

—Aquí no es Jeongyeon. Aquí no es difícil vivir, aquí parece haber gente responsable que se interesa por los niños y los cuidan muy bien... —Le indicó la pelimiel, mientras caminaban tomadas de la mano por los coloridos pasillos.

—Se supone que debe de ser así mi amor, ¿Qué sugieres? —Preguntó la alfa confundida. Habían ido al hogar de niños de la esposa de una de sus socias.

Chaeyoung, la esposa de Lisa, era benefactora de ese maravilloso lugar que parecía ser un castillo de sueños, lleno de cachorros con olor a jazmín de todas las edades, juguetes y alegría, o la más mínima que podían obtener esos niños sin familia y que llegaban a sentir tanto desamparo en la vida. Estos niños pueden esperar... pensaba Nayeon.

—Hay que ir a un verdadero refugio. Aquí estos niños... ellos se ven bien cuidados, aquí se siente como un verdadero hogar. Es tan fácil para alguien como tú y como tus amigos cuidar a los cachorros si lo hacen siempre en el mismo círculo. —Intentó no sonar cruel y que se entendiera su punto. —Es un lugar hermoso, cálido, pulcro y alegre... —Observó la pelimiel, mientras caminaban y veían a los cachorros tomar clases de música y arte.

—¿Crees que es demasiado para un solo lugar? —preguntó la alfa, confundida.

—Claro que no, Jeongyeon. Es maravilloso y nunca es suficiente para los cachorros que más lo necesitan. Pero si debería de haber un verdadero control en lugares como estos en los que hay niños que viven hasta su juventud. Hay tantos lugares oscuros y descuidados cariño, no todos son coordinados con dedicación como lo hacen aquí y eso es triste. —Habló con nostalgia y Jeongyeon le miró sin entender su punto.

—¿Conoces alguno de ellos, omega? —Quiso saber entonces cuando la abrazó por la cintura. No fue un asombro para Jeongyeon verla asentir con la mirada baja.

—Si... —Resopló con pesar. —Una vez, intenté hacer la misma labor que hace la esposa de tu socia. En verdad lo intenté. —Suspiró la pelimiel nuevamente y Jeongyeon supo que no había sido buena idea preguntar, su hermoso rostro se había contraído de tristeza. —Las personas que delegaban ese lugar estaban mal de la cabeza, Jeongyeon. Le hacían daño a los niños en su cargo. Debido a que era una organización remunerada por el gobierno, no les importaba en lo más mínimo que los pequeños estuviesen bien, lo único que hacían era dividirse el dinero y ya, lo demás que se vaya al demonio... —Dijo apoyando su cabeza sobre su hombro. Jeongyeon acarició su espalda apoyando su mentón sobre su cabeza.

—Lo sé mi amor, por eso creí que sería maravilloso que uno de ellos pudiera disfrutar de una madre como tú. Y créeme que si pudiera hacer más, lo haría. —Murmuró con toda su empatía de madre. Nayeon le miró con la mirada aguada y la alfa le besó la punta de su tierna nariz.

—¿Quieres que vayamos allá? —Le consultó. —Puedo consegir que uno de mis conocidos les haga una inspección, quizás y consigamos cambiar la condición para esos niños. —Mencionó Jeongyeon con naturalidad.

—¿Puedes hacer eso? —Parpadeó sorprendida.

—Puedo exigir una inspección como toda ciudadana, cariño... —Sonrió la alfa, aunque Nayeon sabía que había mucho más detrás de esas palabras.

La omega sabía que podía hacer mucho más que eso, porque el dinero lograba lo que otros no podían lograr. Decidió no indagar más profundamente en esos asuntos tan frívolos. No aún.

Cuando habían vuelto a casa aquella tarde después de la visita el refugio, Chaeyoung y Ryujin observaron a Nayeon con demasiada atención.

—Oye Nayeon unnie ¿te encuentras bien? Te ves algo... —Dudó la jovencita, cuando le observó como si estuviera de remate.

Nayeon asintió rápidamente en su respuesta.

—Pero si lo estoy... —Miró a su hija y luego a la cachorra Yoo, quien le habló anteriormente. —Estoy bien, no se preocupen. —Dijo acariciando la mejilla de su hija menor.

Jeongyeon se puso junto a Ryujin y la abrazó por los hombros, mientras la veían subir por las escaleras.

—Ella está rara... —dijo Chaeyoung con preocupación. Jeongyeon aceptó sus palabras.

—Estuvo olvidando tomar el suplemento de hierro. Seguro que está más decaída. Te prometo que le pondré más atención, ¿Está bien? —Se comprometió la alfa, viendo a la joven. Chaeng estuvo conforme con esas palabras.

—¿Iremos a cenar afuera? —preguntó Tzuyu, llegando de la cocina con unas galletas entre manos.

—Hoy no, Nayeon está muy cansada. No hemos parado un instante desde que llegamos del viaje y creo que necesita descansar. —Dijo la alfa mayor, besando la mejilla de su hija menor. —Pero si ustedes quieren ir, Tzuyu las llevará con todo gusto, siempre y cuando regresen temprano ¿está bien? —Le advirtió a Tzuyu, quien miró a Chaeyoung, esperando una respuesta.

—¡Ay si, por favor! —Suplicó Ryujin viendo también a la joven omega, quien no tuvo más remedio que aceptar.

—De acuerdo entonces. Vamos —Dijo y se ganó un abrazo cariñoso de Ryujin. Vaya... si que eran muy cariñosos en ese lugar, pensó Chaeyoung.

—Bien, nos vemos en un rato. —Dijo Tzuyu, quien llevaría a Chaeyoung con todo gusto. Jeongyeon le miró de reojo, pero la joven alfa no le puso atención.

Al día siguiente y esta vez de un modo más formal porque el día se encontraba muy gris y lluvioso, hacían su ingreso al refugio de niños 'Happy smile' en el cual Jeongyeon observó con cuánto cinismo empleaban el mismo. Era el lugar más oscuro, húmedo y descuidado que había visto en toda su vida, tanto que el corazón se le llenó de impotencia y rencor, era el lugar de todo menos “happy” que hubieran pisado sus pies.

—Es lo más horrible que he tenido que ver jamás, ¿y aquí hay niños? —preguntó Jeongyeon entre dientes y Nayeon la miró con angustia cuando asintió.

—Si... —Murmuró casi que sin poder evitarlo.

Hablaron con el director de aquel lugar, que se trataba de un alfa y no de una omega como Jeongyeon había estado acostumbrada a ver por ese rubro. Un fuego muy avivado se encendía en las entrañas de la alfa al oír cómo el tipo se dirigía a los niños que se encontraban alborotados por lo que parecía ser una sala de comedor.

Aunque habían muchos y en muy malas condiciones, Yoo pudo ver como su omega sólo dirigía la mirada preocupada en una pequeña cachorra que se encontraba debajo de una silla, abrazando sus delgadas piernas y se chupaba el pulgar.

—Hey cariño, ¿qué haces aquí, huh? —Preguntó la señora Yoo, una vez estuvo de rodillas frente a la silla y le extendía una mano.

La pequeña dudó un instante pero rápidamente le tendio la mano de regreso. Nayeon notó que tenía agrietado ese pequeño dedo que tenía en la boca, signo de que era un hábito muy frecuente en ella.

—Yo me llamo Nayeon y ella es mi esposa, Jeongyeon ¿Y tú, cómo te llamas? —Consultó Nayeon, instantes después que se habían ganado su confianza con algo tan simple como lo era una paleta de dulce.

—Yo Hanni... —Habló la pequeña niña con aquella voz tan fina y Nayeon casi tembló en su encanto, al oírla hablar.

La niña tenía un nombre muy dulce como un pan, un cabello muy oscuro y la mirada color ámbar llena de tristeza que nunca ningún cachorro debería de tener jamás. Por un instante se imaginó que así podría haber sido si hubiera tenido una hija con Jeongyeon y una sonrisa ilusionada iluminó su hermoso rostro cuando la niña la abrazó con facilidad. Jeongyeon supo ver lo que seguiría gracias a aquel brillo determinado que sabía reconocer en su mirada oscura y estuvo de acuerdo en la decisión que tomase, antes de que se lo dijera.

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—Estaba tan solita... —Murmuró al recordar aquel día tan lluvioso.

—¿Te sientes cómoda en tu nuevo puesto? —preguntó la alfa, una vez había conseguido la dirección de ese hogar para ella. Nayeon sonrió con calidez al oírla.

—Aún no puedo creer que hayas logrado todo eso en tan poco tiempo. En dos semanas me diste un empleo y le cambiaste la vida a ciento setenta y tres niños. Eres maravillosa, Yoo. —Dijo y Jeongyeon supo que por el brillo de alegría en esa mirada, haría lo que fuera.

—Nuestra futura cachorra estaba ahí, ¿cómo iba a dejar que la siguiera descuidando ese canalla de Kang y todo su clan de malvivientes? —Se refirió a los antiguos, y ya procesados legalmente, ex encargados del refugio que ahora dirigía su dulce señora Yoo.

—Me duele tanto dejarla. Quiero que ella esté aquí, cuanto antes. —Dijo la omega y se removió incómoda por un instante.

—Claro, solo será cuestión de un par de días más, mi omega, ten paciencia... —Dijo la alfa, viéndola con preocupación. —¿Te encuentras bien, mi amor? —preguntó al ver cómo de pronto ella palidecía.

—No... —Logró responder.

Jeongyeon la ayudó a ponerse de pie y pronto la rodeó con una bata. Nayeon se sostuvo de su hombro y la alta la tomó junto a su cuerpo cuando parecía haber perdido la estabilidad.

—Nayeon, llamaré a un médico. No te ves bien y ya me estoy preocupando. —Anunció al ver que su omega parecía desvanecerse en cualquier momento.

Cuando estaba decidida a negarse a sus palabras, salió disparada. Jeongyeon la encontró unos segundos despues y la imagen fue devastadora.

—Oh no, cariño... —dijo al notar su descompostura.

Nayeon había devuelto todo lo que tenía en el estómago sin piedad.

Jeongyeon se apresuró a tomar el peso de su cuerpo para que ella pudiera terminar con la penosa acción, aunque repleta de preocupaciones. Definitivamente no se veía nada bien, algo estaba mal con ella.

Minutos más tarde, Jeongyeon la observaba con preocupación mientras ella se daba aire con una revista.

—Nayeon tú no estás bien, tenemos que ir al médico. La niña estará aquí en cuatro días, ¿no querrás que tenga una madre enferma? No seas inconsciente. —Habló la alfa, intentando persuadirla de algún modo ante su desesperación.

—Eso es un vil chantaje, Yoo. Si quieres llama al médico, bien, pero no iré a ninguna parte porque no-estoy-enferma. Entiéndelo. —Determinó aquella terca omega y Jeongyeon se conformó con aquello.

Algo estaba sucediendo en la salud de su amada señora Yoo y no le estaba gustando para nada en lo absoluto, así le costase una vida, haría lo que fuera por averiguaría a como dé lugar lo que estaba ocultando su dulce y consentida omega.

~"Podemos dejar las luces de Navidad colgadas hasta enero...
Este es nuestro hogar, nosotros hacemos las reglas
Y hay un halo deslumbrante, algo misterioso en ti, cariño
¿Te he conocido por veinte segundos o por veinte años?
¿Puedo ir a dónde vas?
¿Podemos estar siempre así de cerca? (Por y para siempre)
Y ah, llévame a salir y llévame a casa
Eres mi, mi, mi, mi
Amor... (...)
Mi corazón ha sido prestado y el tuyo ha estado triste
Todo salió bien para terminar contigo
Prometo serle muy dramática y honesta a mi amor.
Y guardarás todos tus chistes más sucios para mí,
Y en cada mesa te guardaré un asiento, amor.
¿Puedo ir a dónde vas?"

Hola Tu Ü hoy decidí actualizar esta historia porque alguien dejó un comentario precioso, y realmente me hace muy feliz que descubras y disfrutes de esa preciosa historia que amo tanto♡

Estaré pronto por los libros que no he podido activar. Tqm, disfruta el domingo Ü

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