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25: "𝑷𝒆𝒓𝒇𝒆𝒄𝒕𝒂 𝒑𝒂𝒓𝒂 𝑴𝒊"

La brisa de primavera revoloteó por la suave tela azul cielo de la sencilla blusa bordada que abrazaba su cuello y dejaba sus hombros desnudos. Aquellas diminutas flores de colores claros rodeaban su pecho y adornaban el delicado cuello, abrazando el tono de su piel con tanta armonía, su tez pulcra le seducía demasiado por allí en donde las líneas se unían con el dulce de su aroma a rosas frescas. 

Los jeans le sentaban tan bien, decidió Jeongyeon cuando contuvo el aliento al oírla desprender un largo suspiro y se perdió en aquellos bonitos labios brillosos. Desde que se topó con ella por primera vez, su loba le dijo que era incomparable, pero en aquel instante que disfrutaba de admirarla más que antes, porque verla ser ella misma era lo que había estado deseando desde que había tomado sus cabellos entre sus manos por primera vez e imaginó cómo sería verla vestir de un modo más relajado y no tan estructurado, definitivamente la omega que amaba era digna de pintar en oleo. 

Le descolocó un poco caer en cuenta de que se había vuelto un ser dependiente, había perdido la lucidez con todo ese modo tan sutil en el que se oscurecía su mirada cuando las emociones parecían querer dominarla, de lo grácil en su cabello claro como la miel y su suave ondeo sin fin a causa de la caricia del viento, de la curva en sus labios rojos cuando se perdía en sus pensamientos y en esa mueca que lograba al arrugar la pequeña nariz y unir sus cejas finamente pobladas, cuando algo le desagrada. 

Sí, Yoo Jeongyeon era una alfa dependiente de ella, de la omega que amaba, por la que había luchado contra viento, marea y maremoto por el solo hecho de tenerla allí, así, entre sus brazos, en su vida, en sus mañanas al despertar y en las noches al reposar. Lo había estado esperando con ansias, compartirlo todo, hacer un todo juntas, entonces ¿Por qué tenía que simplemente arruinarlo con aquella tonta necesidad de ofrecerle el mundo, aunque esto supusiera alejarla de su lado? Toda la armonía que habían alcanzado pasada la primera noche, luego de ese ataque del cual no habían vuelto a hablar, acabó en esas tontas palabras: 

"¿Sabes que puedes tomar la decisión de vivir a solas un tiempo si así lo deseas?, si quieres recuperar tu independencia o analizar tu vida desde otra perspectiva, tienes que saber que yo apoyaré todas y cada una de tus decisiones, Nayeon." 

Se sintió instantáneamente frustrada cuando, luego de dichas palabras, la omega no despegó la vista de donde la dirigía para replicar, replantear o, tan siquiera, voltearse a verla. Moría por saber qué era lo que estaba pasando por su mente en ese mismo instante. No, definitivamente estaba muy segura de que no estaría en ninguna parte tan bien como a su lado y esperaba ansiosamente que ella pensara igual, porque ese era el lugar de ambas, juntas, viviendo el amor que compartían y que incrementaba por segundo a su alrededor. 

—Nayeon, háblame por favor... —Murmuró ahora con preocupación alertando a su loba, al notar que ella no le había respondido aún, o tan siquiera había dado una muestra de que la había oído, aunque sabía que sí lo había hecho. Solo se había quedado allí, viendo hacia el parque como si fuera la más bella obra de arte. 

Jeongyeon pensó que si ella tan solo fuera consciente de que la obra de arte estaba en el iris de sus ojos cuando el reflejo del sol se posaba por allí y brillaba cual arco iris luego de un gran diluvio, y que era ese resplandor que desprendía de todos su ser lo que alimentaba el deseo de su corazón y ese anhelo de vivir a su lado por la eternidad; no estarían teniendo esa conversación, o bueno lo que creyó que sería una conversación. Nayeon era poesía personificada ante sus ojos y podría pasarse horas demostrándolo a ella, a sí misma y a quien fuere, decidió la alfa divagando como era una costumbre desde que la había conocido. 

Nayeon parpadeó dos, tres y quizás más veces antes de decidirse a reaccionar ante sus palabras. Por un mínimo instante se había permitido perder la mirada entre las preciosas calas blancas que rodeaban el lago de la gran residencia Yoo, embelesada por el encantador parque de esa gran casa en la que, con cada día, descubría algo nuevo; y no pensar demasiado en lo guapa que se veía ese día la dueña de casa, de cuánto le gustaba sin traje de oficina, ¿Acaso había pensado ingenuamente que no sería así?

De hecho no había tenido tiempo de imaginarla en otro atuendo que no fuera en su traje oscuro, el cual de cuando en cuando cambiaba de color, a gris o beige. Tragó intentando pensar en otra cosa, enfocó en los jazmines que rodeaban las calas y le daban un aire más relajado y fresco al diseño, entonces no pudo evitar presionar la mandíbula al recordarse, había tardado tanto en hacer florecer sus jazmines, no quería imaginar que sus plantas se hubieran secado al haberse ausentado durante todo ese tiempo.

"¡Vamos Nayeon! Deja de hacerte tonta y responde." Le recrimina esa loba exigente, deslizando los ojos de reojo por los músculos suvamente marcados debajo de la camisa larga que tenía puesta la alfa y que había combinado con esos jeans anchos, y se abrazó al sentir la brisa fresca. Sabía que aquellos hoyos junto a su comisura se marcaron mientras pensaba que responder, parecía casi imposible que mucho de allí coincidiera con su antiguo hogar, aunque el estanque de los patos no podría compararse con aquel maravilloso lago, el cual hacía de las noches más frescas y helaba el recuerdo de esa vida de papel que parecía querer cicatrizar un día a la vez, no, ella no tenía comparación ¿Qué le hacía creer que todo lo que le rodeaba sí? 

Ahí estaba, nuevamente recordando el pasado para no concentrarse en el presente ¿Qué estaba mal en ella? ¿Por qué no podía simplemente comenzar una nueva vida sin tantas complicaciones estúpidas, comparaciones inútiles, pensamientos irracionales y miedos sin fundamento? ¿Cómo podía temer a eso que aún no había vivido? Todo en su ser era frágil, todo en su interior estaba a la defensiva ante ella, todo en su mente temía a la expectativa, temía a perder mucho más de lo que ya había perdido. Desesperanza, le llaman.

Cuando ella la nombró con la voz muy grave y carente de esa fuerza que, la mayoría de las veces, parece corroer toda la voluntad de su omega con su amabilidad, la miró reconectando con su expresión y eso que las involucraba con gran magnitud, se intensificó entre ellas. Nayeon decidió que si aquello que reverberaba entre ambas se tratara de un crimen, sería tan sencillo exponer a las culpables, la escena era evidente cuando se hallaba en el reflejo de sus ojos, en como la veía cuando compenetraban en un mismo espacio, lo único seguro allí era el evidente amor que las inculpaba irremediablemente. 

La magia volaba recorriéndolas como la primera vez, mediante aquel tonto silencio y cualquiera diría que, frente a tan maravilloso escenario, estaban a punto de compartir un beso para adornar el instante, o lo que fuera que las uniera en festejo y ovación, pero no era así. 

Nayeon la miraba abrumada mientras razonaba sus palabras que la tomaron tan desprevenida, en cambio la alfa se creía la misma imbécil insensible que jamás sabía que decir, que preguntar o qué rumbo tomar cuando de esa omega se trataba, por temor a lastimarla con su torpeza o algo peor. 

Una primera impresión indicaría que podrían estallar como bomba de tanta tensión que compartían desde hacía varios días en donde, Jeongyeon estudiaba con detalle todas y cada una de sus acciones, palabras y expresiones, en cuanto Nayeon parecía estar al borde de la locura y frustración por la exagerada delicadeza con la que la alfa se le dirigía constantemente. Entonces, y lejos de toda suposición, decidió responder a su pregunta con otra, irrumpiendo en el silencio completamente. 

—¿Tu crees que estoy lista para vivir sola? —Su voz se oyó entrecortada cuando dejó ir la pregunta.

Jeongyeon quiso poder descubrir una respuesta en la suya sin necesidad de consultárselo, pero era imposible saber que es lo que había en la cabeza de una omega, pensó Jeongyeon totalmente atareada. 

—No lo sé, tu dime que es lo que quieres cariño... —Respondió entonces, sabiendo que era necesario para su conciencia proponerle esa posibilidad. Aunque no fuese lo que realmente quisiera para ambas, sabía muy bien que si fuera necesario la dejaría ir, porque solo quería verla levantarse de todo lo que la había arrollado con tanta violencia, buscar la independencia, la libertad, recuperar la fe y la calma, reiniciar, renacer... 

—Sabía que esto sucedería... —Nayeon se encontró desorientada por un instante, las dudas llegaron tan de repente que no supo cómo reaccionar al respecto. 

Jeongyeon la miró alarmada y supo que ella había tomado las intenciones en sus palabras, del modo incorrecto. 

—No, Nayeon, solo quería que tu... —Intentó detener esa expresión de angustia que se propagó hasta en lo profundo de su interior con tanta rapidez y le hizo sentir tanta pena. Allí estaba su torpeza otra vez. 

—Debí aceptar la propuesta de Sana, sabía que era muy pronto para que tu y yo compartiéramos la vida, así... tan íntimamente —Nayeon la buscó con la mirada empañada y ella meció la cabeza de inmediato, pero aunque quiso, una alfa jamás tenía oportunidad de detener la hilera de lamentaciones de una omega, menos de una tan sensible. —Debí-debí de haberme planteado esta situación con más calma... —Tartamudeó —... entender que no soy una niña a la que tengan que estar salvando todo el tiempo, no. —Meció la cabeza mientras se tomaba los labios con dramatismo.

Jeongyeon estuvo a punto de reír de ternura, ella se le hacía sumamente adorable en ese preciso instante. 

—No tendrías porque compartir tu vida con alguien que se ve y se siente inestable sentimental y emocionalmente, como para volver a empezar. Tu no tienes la culpa de que yo tenga problemas, pero aquí me tienes otra vez, dejando que alguien más me sostenga de caer en la soledad, o me salve del instante en que esté conmigo misma y así evitarme la catarsis...

—No, mi amor, no es así... —Le detuvo la alfa, buscando su mirada al tomar su mentón con una mano, con la otra corrió aquellas hebras de su cabello que se escurrían por sus hombros, para que cayeran tras su espalda y descansó un beso sobre la comisura de sus labios interrumpiendo aquella imparable sarta de suposiciones. 

Le fascinaba ver su cabello suelto y natural a todas horas, se recordó Jeongyeon, dejándose divagar por su rostro por milésima vez. Nunca se cansaba de admirar la belleza de su omega.

—Claro que no, aquí soy la más afortunada de que tu hayas decidido estar a mi lado, de que podamos comenzar una vida juntas, pero no quiero hacerte daño... eh, mírame omega —Buscó esa mirada que ella bajó confundida. —Yo te quiero a ti, pero me aterra la idea de que te sientas obligada a tomar mi propuesta como una única opción, Nayeon, tengo tanto miedo de hacerte daño, tu no mereces sufrir más y yo no soy perfecta... —Susurró la alfa como un lamento, y lo era, en su corazón desesperado. 

Nayeon pestañeó ahora sobre aquellas inquietas lágrimas cargadas que la invadían cuando se les daba la gana en aquel último tiempo. 

—Oh Jeongyeon, ¡eres increíble y perfecta para mí! —Musitó ella con gran emoción, mientras la ilusión se reinventaba en su hermosa mirada, antes de presionarla contra ella en un abrazo. —Por supuesto que quiero estar aquí, me moría por compartir solo un instante a solas a tu lado, uno en el que no nos presionaran el tiempo y la distancia, uno en el que nada me alejara de tu lado, alfa. —Admitió, provocando aquella sonrisa repleta de emociones en el rostro de Jeongyeon, quien se perdió de verla, porque tenía enterrada la nariz en su cuello, sintiendo de su aroma y dejándose llevar por su feromonas de emoción. 

—Sé que debería recomponer mi vida primero, sanar mis viejas heridas, y aún tengo tanto trabajo por hacer en mí, pero deseo ser egoísta esta vez... —Jeongyeon la buscó dudosa, ella podría ser dramática, sensible, hasta... poquito exagerada pero ¿egoísta? Eso jamás. —Ya no quiero apartarme de ti, nunca más, por favor... —Susurró con la voz ronca de la pena, aún así, no deteniendo sus sinceras palabras. 

—Mi amor, me da tanto alivio oírte decirlo, Nayeon yo te quiero aquí, junto a mi —Buscó su mirada con ansiedad —Siendo mía a todas horas, pero principalmente, por tu propia voluntad... —Dedicó la alfa junto a sus labios, mientras sus narices se unían en una suave caricia que colmaba de ternura e intimidad entre sus lobas. 

—Te amo Yoo Jeongyeon, jamás soñé estar junto a alguien como he soñado estar junto a ti y si hubiera sabido que sería como en los últimos días, no me hubiera tardado tanto en tomar esta decisión. —Murmuró junto a una sonrisa sincera. 

Por aquella altura, Jeongyeon la rodeaba con sus largos brazos cuando bebió de sus labios con los suyos, provocando la dulce satisfacción que brindaba un beso de amor. Cubrió sus mejillas con sus manos, acercándola mas a su boca, apoderándose de su aliento y Nayeon le presionó los brazos con sus manos, entregándose a esa deliciosa sensación que la cubría íntegramente cuando la alfa la recorría con sus besos y le compartía de esa seguridad y reciprocidad que llenaba a su omega.

No fueron realmente conscientes de cuánto tiempo exactamente, tardaron en recorrer la distancia hasta la recámara, ni con cuanto se tropezaron en su trayecto, pero era como si aquella intensa línea que no habían cruzado aún, estuviera conspirando para que la cruzaran con esa incesante atracción, la línea que unía el amor con la atracción física y espiritual de sus lobas se volvía promiscua entre el roce pretencioso de piel contra piel. 

Un suave gemido se escapó de sus delicados labios entreabiertos una vez sintió la suavidad de las cobijas junto a su mejilla mientras, otro par de labios ansiosos se perdían por el impregnante aroma en su cuello, deslizando su lengua por las clavículas con tanta precisión, en una intensa búsqueda por enloquecer la paciencia de unos colmillos ansiosos por poseerla. Nayeon la rodeó con sus piernas, por si intentaba arrepentirse de nuevo, como la anterior tarde, y con esa acción se ganó la más desvergonzada prueba del deseo que recorría el cuerpo de la alfa, ante sus caricias. 

Jeongyeon se apartó de ella deteniendo los colmillos ansiosos de su alfa y su cuerpo anhelante, una vez conectó con su mirada y, en la distancia impuesta, se peinó el corto cabello como muestra de impotencia. Aunque no tuvo fuerza para acabar la conexión con sus ojos oscurecidos de deseo. Vamos... no quería rechazarla, no quería detenerse, pero ¡Demonios! ella apenas tenía tres días fuera del lugar en donde vivió inconsciente durante cuatro largos meses, no podía, no debía y no quería arruinarlo, sobre todo no se perdonaría el hacerle daño con su prisa. ¿Es que acaso había prisa alguna? 

—¿Jeongyeon-ah... te encuentras bien? —Preguntó ella notablemente confundida al verla dudar. 

La alfa asintió al oírle decir su nombre por segunda vez. Nayeon, el sabroso y sutil aroma natural de su omega, la sedosa manera en la que abrazaba su nombre con su voz dominada por el deseo y su mirada llena de lujuria no eran el modo más sencillo de tomárselo con calma, se dijo. 

—Si, si, por supuesto, so-solo que... —El sonido en la puerta de la habitación les llamó la atención, acabando con la tonta idea de sucumbir ante la tentación que representaba la omega que amaba, aún por sobre ese frágil semblante del que suponía debía protegerla, cuestionarse y esperar... ¿Esperar que? —¿Quién? —Preguntó sin poder apartarse de las dudas que se removieron en los ojos de la mujer que amaba. 

Ese burbujeante chocolate que le atraía tanto como antes, como siempre, era ella siendo ella y encendiéndole en la vida de modo efervescente, era imposible no caer ante la tentación, no sabía cuánto más lograría demorar lo inevitable y dejarse consumir por las llamas de su fuego. 

Los próximos días fueron de gran actividad de principio a fin, Jeongyeon se había tomado los tres días que restaban de la semana en la que llegaron Chaeyoung y Nayeon antes del fin de semana, para ayudar a ambas omegas a instalarse en su casa. 

Hicieron cosas tales como redecorar varias áreas de la habitación de Chaeyoung, solo para que ella se sintiera más cómoda, con gran insistencia de Jeongyeon. Así también, acondicionaron más a gusto la que ambas compartían y que originalmente era solo de la alfa, pero que, aunque Nayeon insistía en que estaba muy bien cómo se veía, al final y no pudiendo con la obstinación de su amada, decidió que quería las cortinas más claras, el azul oscuro no era un color que le definiera, ni que le generara demasiada paz mental y Jeongyeon mandó a ordenar que aquel ramillete de girasoles no faltaran en la habitación, aludiendo que no dejaría de cortejar su presencia allí, que tanto bien le hacía a ella y a su loba.

Corría el viernes a media mañana cuando las nubes pintaban el azul del cielo y detenían los rayos del sol. Ambas salían tomadas de la mano luego de tomar una fecha para contraer matrimonio civil, eso también había sido una insistencia de la Señorita Yoo.

Nayeon quedó de pie frente a la gran puerta de ingreso de aquella gran estructura, específicamente del gran Palacio Gyeongbukgung. Jeongyeon, quien había observado su notable curiosidad, decidió hacer la propuesta con todo gusto. 

—¿Quieres entrar a verlo? —Susurró junto a su oído y la omega le miró de reojo no sabiendo que era mejor, si ese modo en el que parecía estar dispuesta a complacerla en todo sentido o las sensaciones que le regalaban el solo sonido de su voz contra su piel.

—Mmju, claro. —Aceptó la omega, esbozando una sonrisa antes de que la dirigiera hacia dentro. 

Su antiguo estilo arquitectónico, su inigualable estructura y su altura deslumbraron a Nayeon, al instante. Jeongyeon disfrutaba de leer de arquitectura de cuando en cuando, debido a que había ayudado a Dahyunnie en sus primeros años de universidad. Para nadie era una novedad que el palacio de Gyeongbukgung era una de los mas grandes, bonitos y llamativos de los que quedaban en Seúl y el más importante para la dinastía de Joseon, pero le pareció tonto que ella le dijera que no la había conocido antes, pues también era el más frecuentado.

—Cuando era niña no solíamos venir tanto por aquí, la ciudad es muy grande y mi madre me tenía terminantemente prohibido pasearme por aquí sola —Sonrió con travesura —Debo admitir que no siempre le hice caso y con Sana nos hemos ido de pinta varias veces, pero no creerás que aquella delincuenta me llevaría precisamente a un palacio histórico... —Carcajeó la omega mediante el relato, mientras abrazaba los interminables detalles del templo con su curiosa mirada. —En cuanto a mi matrimonio, Yejun no era para nada un compañero, de hecho varias de nuestras discusiones comenzaron conmigo reclamándole el motivo por el cual no salíamos de paseo con las niñas a disfrutar los días de sol o simplemente de vacaciones. Por eso le pedí que me regalara la casa que teníamos fuera de la ciudad aunque, no sé si aún sigue siendo nuestra, últimamente había estado diciendo que deseaba venderla porque era una fuente de gastos y más excusas tontas para que no pasáramos el tiempo juntos... —Susurró aquello. 

Jeongyeon le sonrió con intención de aliviar aquello que identificó, se estrujó en su interior al recordar, antes de invitarla a recorrer el inmenso lugar, mientras le comentaba sobre el gran tiempo que habían tardado en comenzar a reconstruirlo o el significado del edificio para la historia durante la dinastía Joseon, aunque a decir verdad, lo que más le gustaba era la sincera muestra que ella brindaba por prestar atención a todas y cada una de sus palabras. 

—¿Todas? —preguntó extendiendo las pestañas como una niña asombrada y Jeongyeon no pudo evitar sonreír ante esa pregunta. 

—Ajá, todas sus entradas tienen un nombre diferente: la del norte, Sinmumun; la del este, Yeongchumun; y la del oeste, Geonchunmun —Señaló en dirección donde se encontraba cada ingreso —Es una estructura fascinante la verdad y significa mucho para la historia de la cultura de Corea —Comentó la alfa, ahora dirigiendo la mirada hacia el modo en el que ella se perdía en la estructura totalmente cautivada. 

—¿Sabes? Aquí, frente a la fuente de esperanza de tantos ancestros, mi hermosa Nayeon... —Musitó capturando su atención, cuando tomaba una de sus manos entre las suyas, precisamente esa que tenía la sortija de compromiso. —Quizás no lo recuerdes, porque aún estabas inconsciente, pero fueron varias las veces que te prometí que estaría esperándote toda la vida si así fuera necesario y hoy que estas aquí al fin, quiero hacerte una nueva promesa... 

Jeongyeon deslizó una delicada caricia sobre sus labios una vez obtuvo su atención, antes de decidirse a hablar.

—Quiero que sepas, que pase lo que pase, aún en mis defectos y falta de paciencia o congruencia que me pueda invadir, vaya, en cualquier indicio que pueda llegar a ser poco positivo de mi parte, te prometo que jamás haré absolutamente nada que pueda hacerte daño, que pueda reprimir tu arte de vivir... —Alzó un dedo cuando ella intentó detener sus palabras —Deseo que tengas muy presente, que lo único a lo que ambiciono queriéndote a mi lado, no es repetir malos hábitos o reprimir tu esencia, sino todo lo contrario. Nayeon deseo verte florecer, que crezcas tan alto que necesite ser tan grande como tu para poder alcanzarte, porque lo único que deseo con tenerte a mi lado, mi amada omega, es verte realizada, felíz y libre.... —admitió corriendo esa sensible lágrima que se escapó de entre sus ojos. —Libre de presiones, de angustias, de prejuicios, de lo que te hizo tanto daño en un pasado y que pronto dejarás ir, porque estoy segura de que eres lo suficientemente fuerte como para superar todo lo que te propongas. —Aseguró Yoo, sin despegar sus mirada de la suya, adorandola con esos profundos ojos.

—Te amo Yoo Jeongyeon, como no he amado y no lo haré jamás en lo que me quede de vida, como te amo solo a ti. —Murmuró la omega como respuesta, totalmente conmocionada por sus palabras. 

—Te prometo una vida juntas, una en la que puedas ser tu misma sin temor a que vayas a sentirte juzgada o reprimida, una en la que seas simple y sencillamente tu, con toda esa dulzura y todo lo bueno que tienes para dar, una en la que solo seas felíz, porque tú siendo felíz, mi Nayeon, es toda la felicidad que necesito para sentirme satisfecha en esta vida. —Susurró antes de tomar sus labios en un beso.

Aunque hubiesen llamado la atención de algunos curiosos y turistas, a Yoo Jeongyeon no la detenían un par de ojos curiosos, ni la intimidaba ningún edificio histórico, mucho menos cuando tenía un motivo tan inmenso para sentirse poderosa, como lo era ese amor que compartía con la omega que había estado esperando durante toda su existencia y que ni siquiera se había percatado de ello hasta que la vio por primera vez, con ese rubor en las mejillas y ese apetitoso chocolate en sus hermosos ojos repletos de sueños por descubrir y que ansiaba incentivarle a vivir. 

Una incesante lluvia caía sobre la ciudad cuando ambas hacían llegada a la residencia Yoo, a pocos minutos de que oscurezca la tarde.

Ambas corrieron cubiertas con el saco de Jeongyeon, enfrascadas en una risa compartida por la hazaña de haberse negado a llevar el paraguas por la mañana, y esa mirada cómplice que no podían apartar una de la otra un solo instante. Ya resguardadas debajo del umbral, la alfa dejó caer la prenda húmeda junto a la puerta mientras buscaba insistentemente en la bolsa de sus jeans, más no encontrando la llave que abriría la puerta. 

—Vaya, creo que alguien perdió las llaves de casa, jovencita... —Canturreó la omega con aquella suave voz prominente y la pelicorta se sonrió de lado al sentir el abrazo que le rodeó los hombros y la tomó por la nuca. 

—Debo de haber perdido la cabeza, desde que cierta hermosa omega se me metió por los ojos, tan profundo, tan hondo, tan al centro del... corazón... —Respondió entonces, sintiendo los suaves besos que le regalaban esos suaves labios que tanto le gustaba saborear, junto a la mejilla, casi pegando sus labios a su comesura. 

—¿Tanto así? Que omega más despiadada ¿no cree usted, señorita Yoo? —Comentó jugando con aquella inocencia que a la alfa le encendía cada célula en el cuerpo. 

—Nayeon, no me hagas esto... —Murmuró contra su cuello una vez la sostuvo contra su cuerpo y sus inquietas manos se deslizaban por el largo de su espalda. Nayeon sonrió con una omega triunfante de capturar su atención. 

—Jeongyeon... —Gimió cuando ella le recorrió la espalda baja con una mano y con la otra le sostenía el cabello húmedo sintiendo el aroma que desprendía. Ese incipiente floral se propagaba por sus sentidos con una rapidez voraz. 

—Mi Nayeon... —Repitió presintiendo como el calor de su cuerpo aumentaba al sentir el rubor de sus mejillas. Un sonidito agudo se escapó de los labios de la omega cuando Jeongyeon hizo presión contra su cadera y temió de no poder detenerse, la añoraba tanto. 

—Mi amor... —Respondió Nayeon, mediante el arrebato de su amada y se estremeció cuando esta pegó su lengua con la suya, demandante. 

—Eres tan dulce, tan dulce omega... —Jadeó Jeongyeon, completamente dominada por aquel deseo imperioso de apoderarse de su cuerpo y unirlo al suyo, sin más demora. 

Una mano firme se posicionó contra la robusta puerta junto a su cabeza y la otra mano inquieta se ocupaba de sostenerla contra su pecho y agradecía ese toque de intimidad que les regalaba ese preciso instante en el que aún no acababa la tarde y era iluminada por el mero atardecer anaranjado, pero que les daba una probada de la penumbra que regaría la llegada de la noche bajo la tormenta.

Con su cuerpo, Jeongyeon hizo presión dejándola entre ella y la firmeza de la madera mientras fundía sus labios con los de la omega, arrebatándole el aliento, deseando aplacar todas y cada una de las sensaciones que la futura señora de la casa provocaba en ella. No en vano obtendría ese papel en su vida, se justificó mientras sus manos bajaban por sus piernas, para meterse dentro de la falda de ese bonito vestido verde limón sin mangas que hacían juego con su abrigo t que resaltan el delicioso color de su cabello, alcanzando sus muslos, sintiendo la ternura en cada una de sus caricias ansiosas con la que le correspondía, entre ellas de esa sedosa lengua que la encadenaba a su boca. 

Jeongyeon hizo presión de su cuerpo contra el suyo y ella respondió con ese exquisito modo que tenía de gimotear su nombre, entregándole su cuerpo sin tapujo alguno. Era digna de adorar, ella y su entrega desmedida, pensó la alfa, perdiendo todo límite, al escurrir sus labios por los botones que cubrían su pecho de ese modo tan elegante. Jeongyeon gruñó al sentir como ella le recorría el cabello con sus manos, mientras susurraba un "te amo" jadeante. 

Todo se aplacó demasiado rápido cuando la luz del umbral se encendió y ambas se vieron obligadas a apartarse, antes de exponerse en un espectáculo. Nayeon lo agradeció, porque segundos después Minatozaki Sana abría la puerta de la casa de su futura esposa y sufrió un mínimo desequilibrio al dudar de donde se encontraba y de lo que estaban a punto de hacer a plena vista de todo el personal de seguridad. 

—Vaya, vaya... deberían de tener en cuenta que aquí también hay cámaras de seguridad, no por nada es la gran residencia de la reconocida empresaria Yoo Jeongyeon. —Comentó, como si estuvieran bebiendo té, en el palacio de Buckingham y provocando que el par de tórtolas se apartara eléctricamente una de la otra, apenadas.

Nayeon volteó los ojos al oírla carcajear con travesura, mientras se limpiaban el gloss de los labios. Jeongyeon respiró una gran bocanada de aire, totalmente avergonzada antes de carcajear frente a quien ya consideraba una amiga, aunque fuera una un tanto invasiva. 

—Eres una miserable... —Habló Nayeon con la voz dificultosa y ella rió como respuesta. 

—Una muy adorable, de hecho he venido a visitarte y tu aquí dando de tus escenas, ¿que diría Seah? —Se tomó el pecho con aquella expresión de bochorno que tan bien le salía imitarle a su madre y Nayeon no pudo evitar carcajear también, por si no lo había pensado antes, aunque estaba muy segura de que sí, se confirmaba a sí misma de que su amiga no tendría remedio jamás. 

—Insoportable, diría yo. Aunque ya te habías tardado en venir. —Admitió Jeongyeon al pasar junto a ella y la japonesa le señaló que se limpie los labios. Nayeon rió nuevamente. 

—No es cierto, no tienes nada Jeongyeon-ah. —Le reprendió a su amiga con la mirada, debido a la pena que halló en la antes nombrada, al verse tan expuesta. Sana rió antes de tomar a Nayeon de un abrazo. —Eres tan inoportuna.

—Lo sé, pero llevo media hora esperándote. Ya estaba a punto de salir por ti, tenía que estar segura de que estuvieras bien, aunque veo que no debí dudar de la señorita Yoo... —Se burló del modo en el que su amiga le nombró, aquella vez que se encontraron en la inauguración, esa embarazosa tarde de jueves. 

—Soy una mujer de palabra, Señora Minatosaki... —admitió haciendo gala de su honor. Nayeon carcajeó al ver la expresión de su amiga al oírla llamarla "Señora".

—Solo Sana para ti, Yoo. —Se quejó la japonesa, pasando junto a ambas. —No quiero saber en donde estaban debido a que no es de mi incumbencia, pero debo advertirles que ya me invité a cenar, así que tendrán que... —El timbre de la casa hizo eco en la sala, deteniendo la retahíla de simpatías que saldrían de la boca de la omega japonesa. 

—Ah debe de ser Momo unnie, la invité a cenar esta mañana debido a que quería conocer a Nayeon... —Alcanzó a decir, cuando la joven empleada de servicio cruzó el recibidor junto a las escaleras y abrió la puerta. 

Nayeon frunció las cejas al ver cómo el semblante y el aroma de Sana cambiaban repentinamente al ver a aquella alfa, quien apenas conocía de nombre, cruzar la sala y encontrarse con Jeongyeon alegremente. 

—¡Jeongyeon-ah, que gusto poder coincidir contigo al fin! —admitió la japonesa pelinegra, casi que con un reproche amigable.

Todo se transformó de un modo bastante extraño al instante en el que las invitadas se saludaron entre sí. El fuerte aroma a anís de la pelinegra se hizo muy intenso a causa de ese encuentro, y Nayeon se colmó de intrigas ante la respuesta de su amiga.

—¿Se conocen? —preguntó una Nayeon algo confundida. Jeongyeon alzó una ceja ante esa tensión que parecía haber paralizado a las japonesas. 

Ambas, se hallaban viendo a sus amigas como si se tratase de un par de adolescentes en búsqueda de permiso para salir en su primera cita.

—Oh, sí... Em, te había dicho que Momo y yo fuimos compañeras en la Universidad, ambas, bueno, compartimos clase juntas... —Sana se relamió los labios algo nerviosa. 

¿Nerviosa? analizó Nayeon. Según los años que tenían de conocerse, que sí eran muchos, sabía que su amiga era la omega más segura del planeta tierra y verla dudar con incomodidad era algo que no creía vivir para ver.  

—Claro, coincidimos en varias materias durante la carrera, Sana tiene una excelente memoria gráfica —Admitió entonces Hirai y la nombrada por esta, se atragantó con nerviosismo. Nayeon no pudo evitar despedir una risilla ante ese rubor que alcanzó a identificar en las mejillas de su amiga ¿Qué diablos significaba todo eso? 

—Oh unnie, al fin tengo el gusto de presentarte a la futura Señora Yoo, esta es mi omega, Nayeon —Desplegó la alfa pelicorta, con total orgullo y la omega a su lado se sonrió amablemente hacia la sonrisa galante, aunque sincera, de la amiga de su alfa.

—Jeongyeon... —Le reprendió Nayeon, al parecer, presentarla de ese modo ya era un hábito que la alfa no dejaría de lado, pensó. 

—Nayeon que gusto conocerte, como sabrás, Jeongyeon ha hablado mucho sobre ti. —Dijo la nipona, tomando la mano de la omega con amabilidad y sintió pena al verla ruborizarse. 

—Al menos espero que haya sido para bien... —Respondió la futura Señora Yoo, totalmente apenada.  

—Te aseguro que no he recibido más que halagos —Admitió la alfa japonesa, quien al parecer tenía al menos diez años más que Jeongyeon. Claro, debía tener masomenos la edad de su amiga para haberla cruzado en la universidad.

Nayeon decidió que necesitaba una explicación. No solo de parte de Sana, sino de parte de Jeongyeon ¿Cómo era eso de que se sentaba a hablar sobre ella con sus amigos? ¿Qué podría tener para decir que fuera interesante? El rubor se extendió por su pecho al recordar las veces que había hablado con Sana sobre ella, y supo que sí había mucho para decir.  

—Luego me dirás que es lo que pasa por esa mente traviesa, omega. —Murmuró Jeongyeon, pasando junto a ella y caminando con su amiga, para ofrecerle un trago. 

—Acompáñame. —Dijo Nayeon tomando a Sana de un brazo cual adolescente escandalizada y caminaron en dirección al umbral que dirigía hacia la cocina y el comedor.  

—Vaya, todo es muy elegante aquí... —Habló la omega japonesa con la voz muy baja, sin poder despegar los ojos de la casa, y sin poder evitar la incomodidad que sintió al ver la expresión interrogante de su amiga. 

—No, no te hagas tonta. Hay algo entre esa alfa y tu —Señaló totalmente incrédula y Sana rió nerviosamente antes de mecer la cabeza. 

—¿Cómo crees? Momo es parte del pasado, un pasado muy, sepultado... —Se enredó en sus propias palabras y Nayeon hizo su cara de asombro al reconocer cuánto le afectaba aún, sobretodo porque su aroma dulce e invasivo impregnó todo su alrededor. Mentía.

—¡Vaya...! Pues no me parece que tan sepultado, tu aroma no me dice nada de eso. —Recriminó y Sana volteó los ojos con fastidio antes de pronunciar un mohín. —Cuéntame, no puedo creer que yo no lo sepa... —Insistió en su reproche, poniendo las manos sobre su cadera. 

—¿Recuerdas que una vez te dije que rechacé una propuesta de matrimonio? —Habló con la voz muy baja y su amiga se tapó la boca ante el asombro.  

—¡Era ella! —Despidió en afirmación y su amiga le calló como repuesta —Pero, ¿Por qué? Eso, eso que se vió en la sala no es algo que se vea tan sepultado como me quieres hacer creer Sana... 

—¡Lo engañé Nayeon! ¡Le fui infiel con la imbécil de mi ex! —Despidió entre gritos y murmullos. Nayeon le miró sin poder creer lo que oía.

—¡Pero por qué! ¿Acaso te hizo daño? —Consultó Nayeon, totalmente asombrada. Sana meció la cabeza con pesadumbre en su expresión y en su loba.

—Porque creí que amarla como la amaba era peligroso para mi y terminé perdiendo pues, mi vida se frustró y luego, tú conoces el resto de la historia... —Admitió con tristeza en la voz al recordar sus tantas fallas para concebir un cachorro y luego descubrir el karma de encontrar a su, entonces alfa, con su secretaria muy fogosas sobre su cama. Definitivamente el karma se cobraba peor que el golpe que uno se daba el gusto de dar primero, pensó la omega japonesa. Nayeon la miró con compasión.  

—¿Y cómo nunca me lo dijiste? ¿Cómo...? 

—Tú jamás quieres hablar de detalles, y Hirai fue un detalle demasiado... —Su voz falló y tragó para detener la tremulidad en su voz.

—¡Pero hablaba de detalles sexuales, Sana! ¡No de este tipo de detalles tan importantes para ti! —Refutó de inmediato, aún asombrada con la nueva información.

—Ella ya-ya no es importante... —Tartamudeó y Nayeon volteó los ojos ante su innegable negación. 

—Ay por favor, dilo más alto a ver si así te lo crees... 

—Basta. —Suplicó la rubia, huyendo de su mirada de reproche.

—Basta tu. ¿Y ahora? —Consultó viendo hacia la puerta que dirigía a la sala, checando que nadie las interrumpiera.

—¿Qué más quieres que diga? Puedo regresar en otra ocasión más oportuna... 

—Nada fue más inoportuno que tu primera interrupción y aún así no te corrí, no digas tonterías. —Le reprendió haciéndola reír con sus palabras. 

Ambas detuvieron sus palabras cuando Jeongyeon llegaba junto a su tía Bae, en dirección hacia la cocina.

—¡Qué bueno ya que están aquí! Querida... —Se dirigió a Nayeon —Las estaba esperando porque ansiaba saber que deseabas disponer para la cena... —Señaló la omega mayor, hacia la cocina y Nayeon frunció el entrecejo al verle ¿disponer? Vaya, ya sabía de dónde venía esa palabra en la boca de Jeongyeon, se dijo.

—Por favor Bae, no es necesario que usted me espere, ni que espere a que yo disponga absolutamente nada, esta es su casa y es usted quien decide... —Habló Nayeon. Sana le comunicó con su mirada que iría hacia la sala de regreso y ella la dejó ir.

—Pero... —Intentó detener sus palabras mirando a Jeongyeon confundida. La alfa se limitó a observar el debate, divertida. 

—No hay peros que valgan aquí, usted es y seguirá siendo la señora de esta casa. Mi intención no está en reemplazarla, además usted ya conoce su funcionamiento y sus costumbres, yo no podría hacerlo ni aunque quisiera. Confío completamente en que usted sabrá llevar todo como hasta ahora, por supuesto si Jeongyeon está de acuerdo con eso. —Nayeon dirigió su mirada hacia la última nombrada, sabiendo que si había algo que no volvería a hacer, eso era ser ama de casa, nunca más. 

—Pues qué generosa eres, querida. —Comentó la mujer algo sorprendida. Nayeon meció la cabeza. 

—Eso sí, no seas modesta mi amor, tu eres muy generosa, bondadosa, solidaria, dulce y amable también... —Contribuyó Jeongyeon en su retahíla y Nayeon meció la cabeza al oírla. Compartieron un nuevo beso corto sin despegar esas sonrisas del rostro. 

—Supongo que lo mejor será que detallemos juntas... —Insistió Bae y Nayeon suspiró, sabiendo que no le ganaría a esa mujer. 

—Por favor, solo soy objetiva. Usted puede consultar conmigo si así lo desea, pero le aseguro que no será necesario. —Concluyó y las tres estuvieron satisfechas en su acuerdo. 

—Eh... la pequeña Chaeyounguie se fue más temprano en su auto, a casa de su hermana y dijo que regresaría el domingo. —Musitó viendo hacia Nayeon quien aceptó el recado con una sonrisa. —Ah y, avestrucito llamó "Miss Simpatía" —Comentó y Jeongyeon carcajeó ante la referencia que solía hacer su tía hacia la madre de sus hijas. Nayeon les miró compartir una risa cómplice y se llenó de intrigas —¡Ya! —Se detuvo muy divertida, la omega mayor —... y dijo que mañana estarán aquí las niñas, por la mañana a primera hora. —Comentó y la alfa le dedicó un beso en la mejilla antes de asentir. 

—Perfecto tía, llamaré a "Miss simpatía" más tarde. —Dijo haciendo comillas y luego de que su tía le dedicara aquella sonrisa genuinamente simpática. Jeongyeon tiró de Nayeon y ambas dejaron la cocina, dirigiéndose junto a sus visitas.

—¿Quién es...? —Jeongyeon respondió al instante con una carcajada sin dejarle terminar la pregunta. 

—Mi tía no simpatiza demasiado con la madre de Tzuyu y Ryujin, si bien no la odia y ambas se respetan mucho, Jihyo es una mujer muy difícil de... —Meneó la mano buscando que decir —Ya sabes, puede ser un poco... intensa. —Se le escapó una nueva risilla y Nayeon sonrió tomando la mano que ella le tendió. 

—¿Tengo que hacer uso de mi autoridad como la señora de la casa, alfa? 

Jeongyeon se detuvo cuando su omega hizo referencia aquello con demasiada seriedad. 

—Tu tienes que hacer lo que tú quieras hacer, dime ¿Qué quieres hacer tu, omega? —Preguntó abrazándola por la cintura y ella no pudo evitar perderse en su mirada. 

—Amarte... —Murmuró y la palabra salió tan espontánea de su boca que Jeongyeon sintió que aquel fuego que parecería consumirla minutos antes, se avivaba instantáneamente. 

No era justo, no era legal, no era normal, no era humano ese modo en el que ella le dominaba. 

Jeongyeon miró a Nayeon con una ceja alta con la que cuestionaba si sabía algo que ella no, y la omega alzó los hombros desentendiéndose del asunto de inmediato, mientras sus amigas se veían fijamente, sin acabar el contacto. 

—Bueno ya fue suficiente ¿no creen qué necesitamos una explicación? —Consultó Yoo, intentando cortar con el insoportable silencio incómodo.

—Oh bueno, supongo que sí... —Habló Hirai, evidenciando su incomodidad con una risilla.

—No. ¡Claro que no Yoo! Yo no tengo la obligación de darte explicaciones ni a ti, ni a nadie. —Determinó la rubia omega, exponiendo su carácter tan fuerte y cambiante. Ya se estaba fastidiando ante tal situación.

—Sana... —advirtió Nayeon viéndole con severidad.

—No. Y no me regañes como si fueras mi madre. —Le señaló con el cuchillo y Nayeon volteó los ojos ante lo desagradable de ese mal hábito. 

—Pues efectivamente tuvimos una relación en la universidad, que no acabó muy bien que digamos... 

—Yo me despedí de ti sin problema, Hirai. —admitió la omega nipona de inmediato, al reconocer, según ella, el reproche en las palabras de la alfa.

—Luego de acostarte con una de mis mejores amigas. —Carcajeó con ironía. Jeongyeon miró a Nayeon y ella presionó los labios.

—¡Oye te pedí disculpas y dijiste que me perdonabas! —Gruñó la rubia y sus rizos se removieron cuando sus manos lo hicieron, mediante su histeria tan enérgica.

—¿Qué querías que hiciera? ¿Qué te obligara a seguir conmigo, omega? —Pronunció Hirai, ahora realmente dolida de recordar ese episodio de su vida el cual había dejado realmente afectada a su loba. 

—¡No seas rencorosa mujer, eso sucedió hace veinte años! —Respondió Sana de inmediato. 

—¿Tantos tienes? —Agregó Jeongyeon con una sonrisa traviesa que detuvo cuando Nayeon le dejó un golpe en el brazo. —Oh, claro. 

—Lo siento Momo, no quise hacerte daño. Era una mocosa inmadura, estaba asustada y... —Las palabras huyeron de ella y sencillamente todo volvió a quedar en silencio.

—¿Y qué? —Insistió la alfa nipona con sus ojos sobre ella.

—Tu la golpeaste, hasta que te casaste de practicar box con ella... —Musitó ella con el entrecejo fruncido y la alfa sonrió de lado.

—Bueno, era mi mejor amiga y se comportó como una verdadera imbécil traidora —Se explicó Hirai, alzando los hombros.

—Las mejores amigas no se acuestan con sus parejas, es como si fuera a acostarme con Jeongyeon, sería absurdo. —Borboteó Sana, haciéndole ver que su ex nunca fue su amiga y Nayeon la miró con un mohín de desagrado. Jeongyeon sonrió de lado aún más incómoda y Momo volteó los ojos. 

—Lo sé, no éramos tan amigas, pero yo no lo sabía ¿sabes? Creí que sí lo éramos en verdad. —Admitió sin pena alguna de verse como una tonta, y Sana admiró su fascinante honestidad.

—Lo siento. No sabía lo que hacía, tu... lo que teníamos era... me acobardé un poco, ¿de acuerdo? —Tragó y ladeó la mirada húmeda, hacia donde Nayeon le tomó la mano, como apoyo.

—Ya veo... ¿Podríamos juntarnos para hablar de esto en otra ocasión más adecuada? —Consultó la alfa pelinegra y la omega de suaves mejillas abultadas en tensión le miró fijo pues, era un modo muy sucio de comprometerla a decir que sí. 

—¿Tengo otra opción? —Gruñó Sana como respuesta.

—¿No huirás? —Consultó Hirai, con evidente sarcasmo y Sana gruñó como una pequeña berrinchuda.

—No lo hará. —respondió Nayeon y Jeongyeon dejó ir una risilla cuando su prometida se tapó los labios, apostaba a que había dejado ir sus pensamientos. 

—Perfecto. —Sonrió la alfa pelinegra, lista para regresar a comer con tranquilidad y una sonrisa simpática sobre los labios. 

Sana miró fijo a Nayeon y está musitó un suave "lo siento" antes de regresar a poner su atención en la comida en su plato.

Ya era sábado por la mañana, ella parpadeó ante la luz que ingresaba por aquella inmensa ventana y enfocó su vista en ese hermoso girasol que parecía tener años de vida, ya que aún seguía tan vivo como el primer día y hacían cuatro días de ese primer momento. Se volteó para ver de frente a la maravillosa alfa que respiraba a su par.

Recogió su cabello para que no le estorbara y se apoyó sobre su antebrazo para observar su hermoso rostro al descansar, no supo en qué instante cayó rendida ante sus sueños pero sí supo que no se tardó demasiado luego de tomar un baño, después de la cena tan reveladora que le habían regalado Sana y Hirai Momo. Aquel pensamiento le recordó que pronto se casaría con la alfa de sus sueños y el rubor se extendió por sus mejillas, gracias a la dicha que le provocó la sola idea a su loba ansiosa, que deseaba que Jeongyeon la mordiera y la hiciera su omega muy pronto.

Ese día sería su primer día conviviendo con Tzuyu y Ryujin, eso la tenía muy preocupada desde que supo de dicho plan, temía que las cosas no fueran tan bien con ellas, o que algo saliera desafortunadamente mal. Podría no agradarles, incluso caerles de todo menos bien. Respiró profundo intentando hacer a un lado esas ideas, era mejor no preocuparse por lo que aún no había sucedido, se recordó. 

Tenía tantas cosas en la cabeza, tantas decisiones por tomar, ya no podía vivir esperando por aquella mujer la mitad del día. Su futura esposa era una alfa con una jornada laboral muy larga, y ya no podía pretender hacer como si no quisiera superarse a sí misma, ignorar todo lo que había vivido en su pasado, entre ellos, sus sueños, y seguir siendo ama de casa de una alfa que no lo necesitaba en lo absoluto, sonaba absurdo. Tan solo habían pasado tres días allí y no había tenido que recoger un solo pañuelo del suelo, aquello la abrumó completamente desde el primer minuto. 

—Oh mi amor, ¿qué voy a hacer ahora? —preguntó Nayeon, divagando entre todas sus ideas. 

Im había sido creada para ser ama de casa. Más de una excelente cocina y jardinería no podía divisar en su vida desde que decidió dejar la universidad y ser esposa y madre a tiempo completo. Rápidamente se vió sorprendida con la gran idea centelleando en su mente y allí, mientras admiraba dormir a la mujer que amaba, el futuro no se vió tan incierto más allá del presente. 

Jeongyeon la remontaba a ese nivel de tranquilidad en el que siempre encontraba la salida, incluso hasta en los instantes en los que parecían ponerse más difíciles. 

—Buenos días, preciosa. —Sonrió la alfa instantáneamente cuando despertó, atrayéndola de entre sus pensamientos. 

Jeongyeon recorrió su mejilla con el dorso de sus dedos y Nayeon la encontró encantadora, recibiendo el abrazo con el que la rodeó contra su cuerpo, segundos después. 

Las mejillas de la omega se tiñeron de rubor de nueva cuenta al sentir su cercanía, había estado deseando que dejara a un lado ese modo tan paciente en el que parecía tratarla desde que habían llegado allí, como si fuera una delicada mariposa a la cual no quería deshacer entre sus manos. 

—¿Sabes? Te amo Yoo Jeongyeon, eres mi esperanza y toda inspiración... —Le comentó y la pelicorta se apartó unos centímetros para verla a los ojos. 

—Es bueno saberlo al despertar, cariño. —Murmuró junto a su mejilla antes de tomarla en un beso. Nayeon correspondió con más emoción de la que ella esperaba. —Nayeon... —Advirtió, ronroneando por la inquietud en sus caricias, sosteniéndola junto a su cuerpo con demasiada cercanía. 

—No te detengas, por favor. Ya no te detengas Jeongyeon, te necesito... Acércate a mi. —Murmuró sobre sus labios y correspondió al beso comenzando otro más revelador que el anterior. 

"~Mi corazón ya lo sabe, que tarde o temprano cruzaré esa línea.
Me estoy advirtiendo, que no debería estar haciendo esto.
Cada minuto, cada segundo, mi corazón va por delante de mi, fuera de control
Esa luz que me rodea, cuanto más me ilumina más me arrastra a la oscuridad.
Puedo ver el final, pero se que no está bien
Justo en frente de mi, esa línea roja.
Uno frente al otro, tu y yo ya intercambiamos miradas.
Quiero sentir ese emocionante momento
No puedo detenerme, no puedo detenerme..."

¿Con qué crees que quiera ocupar Nayeon su vida? 

¿Quién dijo que los encuentros son religiosamente de noche? 

¿Debería profundizar un poco en el SaMo o ne?

Aquí me dejas saber que opinas al respecto, sabes que muero de ansias por saber tu opinión.

Te quiero indefinidamente, tu JazUnnie🌻

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