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22: "𝑰𝒏𝒇𝒊𝒏𝒊𝒕𝒐"

Si hablamos de la ubicación del infinito en la existencia, algunos aseguran que se halla en la extensión de la tierra, la cual es remotamente inmensa para una sola y diminuta persona, otros lo marcan en las profundidades del océano que aún no se han logrado explorar, científicos marcan como infinito arriba en los cielos y más allá, en donde aún no han descubierto las maravillas que se ocultan. 

Pero Im Nayeon decidió que había encontrado su propio infinito y que definitivamente tenía que ser allí en donde el color en los ojos de esa mujer se aclaraba y oscurecía con una espontaneidad magnífica. Pestañeó notando que ambas no habían podido musitar palabras desde el saludo, maravilloso saludo debía aclarar, que ella le había dedicado al llegar. 

—Que gusto verte, omega... —Pronunció Jeongyeon, mientras hacía los pasos necesarios para acercarse a ella, con su notable ansiedad. 

—El gusto es todo mío, mi señorita Yoo —La mencionó con gusto y cerró los ojos para sentir la caricia que ella desplegó sobre su mejilla con una de sus manos, una vez se estuvo a su lado. 

La omega unió su mano sobre la suya para unir el contacto y casi tembló ante el calor que emanaba de su piel, instantáneamente. De inmediato, todos los vellos de su cuerpo se erizaron escandalosamente, llevándola a reconocer esa sensación de puro gusto. 

Jeongyeon se aferró a su toque, replanteándose la desesperación de su loba que, creyó se aplacaría con su despertar, más se sorprendió de identificar más latente allí en su corazón y en todas partes partes en ella. Entonces ese gran deseo de tomarla entre sus brazos para llevarla muy lejos de todo lo que pudiera amenazarlas, la poseyó nuevamente. "No es momento para esas ideas, Yoo" se reprendió la alfa, sosteniendo esa hermosa mirada, que le buscó de inmediato. Volver a sentir su piel la hacía sentir como en sus sueños, ansiosa de volver a sentirla tan viva en sus caricias, que concluyó que no comprendía la dimensión de lo que sentía, hasta que transitó el suplicio de vivir sin ella. 

La recorrió con su mirada, adorando ese rubor natural que la revivía ante sus ojos, se deleitó con el resplandor de su mirada, con ese incesante modo de buscarla con su piel, llamó a todos sus sentidos de ese ensueño en el que durmieron a su par, y que se hubieran ido con ella si hubiera decidido abandonarla. Nuevamente se removió por sus pensamientos. 

—Se ha tardado un poco ¿No cree? —Preguntó sintiendo un nuevo beso sobre su mano y la miró sobre sus pestañas. Su loba aulló ante su infinita mirada de amor y se ruborizó con más intensidad.

Aún sobre las palabras que había musitado, Nayeon sonreía con naturalidad realzando su aroma y el centelleo en su mirar. Jeongyeon detalló cada uno de sus movimientos y expresiones. Cuando la mayor sonrió con esa picardía, removió las piernas con esa inocente impaciencia e intentó disimular eso que bailaba entre ellas, eso que las unía, más bien, que las involucraba notoriamente, y contuvo la respiración. 

Nayeon sintió mariposas y dinosaurios en el estómago, no podía creer que aquello fuera real, en ese instante se encontró deseando más de ella, deseaba todo de ella y se sintió apenada por ese pensamiento. Vaya, había pasado dormida no supo cuánto tiempo exactamente, apartada de todo y de todos, sin ser consciente áun del motivo de su ausencia ni de donde se hallaba en aquel tiempo, pero ahí estaba, más ansiosa que nunca de ser parte de su alfa. Un suspiro diminuto y sonoro se escapó de sus labios, labios que ella se tapó de inmediato con una mano temblorosa, avergonzada. 

Jeongyeon sonrió ante ello, pero se le hizo muy común, Nayeon había sido siempre sumamente perceptiva ante lo que se movía entre ambas, que las cubría como una burbuja de energía pura y viva y que le daba la vida a ese fuerte sentir, esa insoportable tensión, esa particular energía avasallante.

—Ryujin y Tzuyu me detuvieron con preguntas sobre ti, eres encantadora... —Habló la pelicorta, intentando no caer en el hechizo de esa hermosa mirada, que se veía más oscura a esas horas cuando el sol ya no iluminaba la ciudad y eso le atraía irremediablemente. ¿Qué no le atraía de esa mujer? Pensó burlándose de sí misma. 

—Lo imagino. No que sea encantadora, eso ya lo sabía, hablo de las preguntas que podrían haber hecho tus hijas, me encantará poder conocer más sobre ellas, pronto. —Esbozó una hermosa sonrisa y Jeongyeon la encontró preciosa en sus expresiones, en sus palabras, en esa sonrisa natural, en su regreso.

Para ella, Nayeon es hermosa desde el preciso instante en el que posó sus ojos sobre ella una primera vez, pero ese era el primer momento en que su piel la extrañaba desde que había despertado, porque desde entonces no se había puesto a analizar qué al fin la omega había recuperado sus sentidos para corresponderle, que ya no había nada por que temer. 

—Nayeon... —Habló con entusiasmo de comenzar a indagar sobre su ausencia, pero esa extraña expresión sombría que vió en ella, se llevó todas sus palabras. "¿Qué es? ¡Dímelo!" Ordenó Yoo, con todo su interior hacia su hermosa mirada expresiva. 

La omega se removió nuevamente, sin poder abandonar esa inquietud que tenía desde que la descubrió junto a la puerta. Estaba nerviosa, divagó buscando una respuesta en sí misma. No podía creer que aún sintiera tantas cosas al verla, ¿pero qué decía? Si ella también tenía los mismos sentimientos revoltosos al encontrarse en su reflejo dentro de sus hermosos ojos. Aunque no lo habían admitido aún, parecían dos cachorras descubriendo el poder del amor, ¿se habrían enamorado antes, siquiera? Se preguntó Jeongyeon, deseando conocer cada uno de los pensamientos y secretos que se revolvían en la profundidad de los ojos de su omega.

—Jeongyeon... —Respondió al llamado, esperando que le dijera lo que fuera que quería decir, mas intentando detener ese inmenso deseo por pedirle que la besara, como lo había deseado desde que la halló al despertar, o como cuando se despidió para dejarla junto a sus hijas, o como cuando descubrió todo lo que había hecho por su familia sin responsabilidad alguna, o como la soñó esa tarde cuando se quedó dormida durante algunos minutos una vez le ganó el agotamiento. 

Cuando la alfa alzó la mano para recorrer la sensible piel de sus labios, ella sostuvo sus manos, para apoyarlas en sus mejillas, buscando estar muy cerca de su rostro. Jeongyeon le dió un suave beso de esquimal, recibiendo gustosa cada una de sus caricias, las cuales se dirigieron hacia su nuca y sobre su hombro. 

—Mi Nayeon... —Suspiró con evidente alivio, cuando ella se tomó el labio inferior de ese modo en el que siempre lo hacía, escurriendo su sedosa lengua tentadora por allí y fue esa acción la que acabó con toda su fortaleza —No me hagas esto... —Alcanzó a murmurar, antes de tragarse la necesidad que la abordaba con una fuerza arrolladora, de tomar su boca de una vez.

Nayeon irrumpió lo que dilataba sus pupilas con esa suavidad con que se funde el caramelo, el cual Jeongyeon solo reconocía en ella como cualidad y su inmensa capacidad de distribuir su amabilidad con sus dulces acciones sobre ella, cuando tomó sus labios con los suyos. Con esa caricia tan diminuta y esa sutilidad que derribaba toda su voluntad, Jeongyeon recorrió sus labios entreabiertos al besarla. 

No hubo un solo instante en el que se hubiera detenido a pensar si debía o no debía, ya no había espacio para ponerse a analizar cada movimiento que daba, ella era parte de su vida y aquel día en especifico, había quedado muy en claro ante todos y en su corazón, que no deseaba cambiar esa condición, no deseaba rememorar, mucho menos recrear una vida sin Yoo Jeongyeon.

La pelicorta tomó sus codos y pronto la ayudó a estarse arrodillada, para tener más acceso a su cuerpo. Nayeon le rodeó el cuello y Jeongyeon sujetó su cintura para que estuviera contra su pecho. Conforme de sentir pegando cada espacio de su cuerpo contra el suyo y de sus labios contra su boca, se aferró a la omega pelimiel, recibiendo la reacción con ansiedad. 

"¡Cielo santo!" No pudo evitar pensar la alfa, cuando recorría su espalda con sus manos, hasta alcanzar su cuello, dispuesta a demandar mas de ese beso que le había arrebatado toda la cordura. Nayeon tenía un efecto sobre su persona que era irremplazable, era la llama que la encendía a la vida, entendió entregándose por completo a lo que sentía mediante ese beso. Sus lobas correspondieron con júbilo ante su reencuentro y todo parecía colisonar allí.

Nayeon luchó por mantener los ojos abiertos, porque temía que si los cerraba, la explosión de gozo sin igual que sentía al besar los labios de Jeongyeon, acabarían por evaporarla por completo. Pero su fuerza de voluntad no era inquebrantable y menos para el efecto embriagante de ese cuerpo pegado al suyo, ni para las extenuantes sensaciones de la boca y la lengua de su amada alfa pelicorta, ni para el delicioso modo en el que le tomaba el cabello con posesión y encendía el aleteo de todas esas mariposas en su estómago.

Inevitablemente, cerró los ojos y descubrió que la rendición de ningún modo disminuía las sensaciones que recorrían su cuerpo y que enloquecían a su loba, de hecho, pareció ser más intensas, más profundas, más agresivas. Una tierna risilla trémula se escapó de sus labios, cuando acarició su cabello corto con sus amables caricias y le hizo cosquillas debajo del mentón con sus dedos para detenerla en aquel acercamiento.

Jeongyeon la sujetó con más fuerza y se entregó a su magia, asimilando que el amor se multiplicaba por millón en su interior cuando la tenía así de cerca. Todo se desenvolvió de tal modo que se sintió mareada ante las sensaciones, sus extremidades languidecían y perdía todo control.

Débilmente oyó que pronunciaba su nombre, y en ese momento fugaz de distracción las sensaciones comenzaron a retroceder, suave, lenta y moderadamente, hasta que sólo quedó una sola opción, buscarla con sus ojos, para creer que se encontraba allí, entre sus brazos, entrapada en sus labios, cautiva de su amor, hacer realidad sus convicciones. 

Cuando ella jadeó su nombre como respuesta, la alfa se apartó para tomar oxígeno. Era una lucha para respirar, porque Nayeon estaba recuperando su poder en ese beso, que la había sorprendido gratamente. Sintió que su mirada llena de deseo, el modo en el que su pecho subía y bajaba, el rubor intenso en sus mejillas, su largo cabello alborotado y sus labios hinchados la desarmarían por dentro, ¿cómo demonios tenía tanto poder sobre ella? Se cuestionó la pelicorta. Pero no habían tantas respuestas, no había explicación del porque la dominaba con tanta habilidad, al fin y al cabo ella veneraban ese poder.

Nayeon la atrajo en un abrazo y ella correspondió sin dudar. Estar nuevamente rodeada de todo en ella, le generaba tanta paz y recibía en su interior todo lo que había dormido a su lado y que extrañaba sentir tan solo con su mirada, su inconfundible aroma y calidez.

—Alfa, me moría de ganas de besarte... —Admitió en un murmuro, sobre sus labios entreabiertos.

A Jeongyeon se le escapó una risa al reconocer el deseo en su dulce voz. Definitivamente lo que más le atraía de esa mujer, era el sonido de su risa y de su voz tomada por el deseo que tanto generaba en su ser, la versatilidad d su persona le fascinaba.

—Bueno, me alegro de estar aquí para complacerte, mi amor. —Dijo junto a sus labios, ella veía en su mirada lo que le producía con su voz, era tan transparente. El regocijo que brillaba en sus ojos, le hacían sentir tan bien. 

—No comience con sus indecencias Señorita Yoo. Vaya, no llevo ni veinticuatro horas en mis cinco sentidos y usted ya está insinuando que... —Ella la miró con atención cuando la alfa la sostuvo contra su cuerpo con firmeza, deteniendo toda la torpeza en sus palabras simpáticas y nerviosas. 

Aunque a Jeongyeon le gustaba el humor que ella desplegaba de cuando en cuando, sobretodo cuando estaba nerviosa, en ese instante solo quería ver eso que nacía en sus ojos cuando estaban juntas, encenderlo una vez más. 

—No sabes las ganas que tengo de estar contigo, de llevarte a casa, de que duermas a mi lado, de recorrerte otra vez... —Confesó junto a sus labios, con aquella voz ronca, sin preocuparse por disimular lo que representaba en la omega y gánandose un suspiro como respuesta ante tales palabras. —Este tiempo sin ti ha sido un maldito infierno Nayeon, ya no creo que pueda volver a vivir sin ti ni un segundo más, eres todo lo que me da la vida. Omega, sin ti soy solo un cuerpo sin voluntad, no he sido más que un fantasma en todo este tiempo... —Relató mientras veía las lágrimas brillar en sus preciosos ojos. Una se derramó, tan gruesa y cargada y la alfa la sostuvo con uno de sus dedos mientras ella volvía a abrazarla con fuerza, enterrando su rostro contra su cuello, evitando la idea de dejar salir su propias lágrimas.

—Cuanto lo siento mi amor, me hubiera gustado que las cosas no se hubieran desarrollado de ese modo, si pudiera cambiarlo, lo haría con todo gusto. —Jeongyeon no comprendía a que iban sus palabras, ¿se estaba disculpando? ¡Pero si eso no estaba en sus manos! Entonces, cuando volvió a mirarla, lo supo. —Pero ya todo esto pasó y ahora lo importante es que desperté y que podremos compartir la vida que nos quede... —Indicó mientras le corría el rostro con sus manos. 

La alfa no dio crédito a sus palabras, ¿a caso ella no estaba consciente de todo lo que había sucedido? Temió al notar que ya no estaba muy segura de querer saber que había sucedido esa tarde en la que Nayeon fue inducida al coma. Ella estaba en plan negación y eso no era una buena señal. 

—Quiero que vengas a vivir conmigo, Nayeon. —Habló de pronto, luego de un largo silencio. La omega buscó su mirada, inexpresiva ante esas palabras —Mi tía estará muy contenta de conocerte. Y-y aunque debo admitir que tu eres maravillosa en el papel de ama de casa, no quiero que pienses que te quiero a mi lado para ocupar ese rol. Quiero que sientas mi apoyo para hacer lo que tú desees con tu vida, que lo descubras como es lo correcto, como lo mereces. Me haz dicho que querías comenzar un emprendimiento alguna vez. Tu sabes que cuentas con todo mi... —La alfa hizo silencio a sus precipitadas palabras, cuando notó que la mujer la miraba con demasiada seriedad. Maldita sea, ¿cómo se pudo imaginar que podría persuadirla? Definitivamente se veía despampanante cuando se ponía seria, decidió la pelicorta. 

—Tu sabes que no puedo irme de mi casa. Tengo dos hijas a quienes acompañar aún, Jeongyeon y luego de ver la falta que les hice, menos que nunca puedo optar con la posibilidad de irme... —La alfa ladeó la boca en desacuerdo. —Sé, que no es lo que tú esperabas de una relación, pero mis hijas están primero en mi vida y debes comprenderlo. —Terminó, para que ella entendiera lo que le preocupaba de toda la relación. Jeongyeon dibujó media sonrisa disconforme. 

—Al menos lo intenté. —Dijo con la voz muy baja a la vez que alzaba los hombros con inocencia, la omega la miró con compasión. —Lo importante es que serás mi esposa —Besó sus labios con un mero roce —Aunque aún no puedas vivir conmigo, necesito que tu y yo demos ese paso Nayeon. No soporto la idea de que sucedan cosas como las que hemos vivido y yo no pueda responder por ti, por favor omega. —Suplicó y la mayor asintió ante su pedido, en eso si podía corresponderle. Ella la amaba y más aún de ver que todos esos sentimientos seguían tan fuertes entre las dos, uniendo a sus lobas, no sería ningún problema cumplir con ese pedido, ella también lo deseaba. 

—Por supuesto que sí, yo te amo Jeongyeon y te prometí que nos casaríamos. Lamento muchísimo que todo se haya vuelto tan difícil. Pe-pero por lo pronto el divorcio estaba en trámite y... —La alfa presionó sus manos, para detener sus palabras. 

—Ese trámite ya se concretó, Nayeon. Tu ya no eres una mujer casada desde hace algún tiempo. Simplemente debes de ir a poner tu firma para dar por sentado tu consentimiento y ponerte de acuerdo con lo impuesto en el fallo, en fin. —Le indicó la pelicorta con ansiedad y ella la miró sorprendida. Claro, se había ausentado un tiempo bastante largo. 

—Eso está muy bien. Entonces estoy a tu disposición, tu decides cuando y yo estaré ahí, cariño. —Prometió con amabilidad y Jeongyeon la volvió a tomar en un beso, con entusiasmo. Nayeon se sonrió cuando le acariciaba su cabello con demasiado suavidad, haciéndole cosquillas en el cuello mediante su toque, como lo había hecho ella segundos atrás.

—Me alegra tanto de que lo digas, porque de verdad que me da mucha ilusión imaginar el día en que seas mía, omega. No sabes cuántas veces lo he soñado, me daba tanto miedo volver a perderte. —Admitió, pronunciando la unión de sus frentes y estrechándola contra su cuerpo. Ante esa sola idea su incontrolable aroma a cacao se intensificó irremediablemente.

Nayeon inhaló su aroma y se sonrió conmovida con cada una de sus palabras. Nuevamente se fundieron en otro beso y ella supo que sería difícil acostarse y despertar sin tenerla a su lado, pero estaba segura de que encontrarían una solución a todo ese asunto, una solución que dejara a todos satisfechos. 

—Ya no pienses en eso, estoy aquí y lo que hubiera sucedido ya no importa. —La ánimo de inmediato. Jeongyeon respiró en su cuello y se sonrió apenada. 

—No sabes lo que me ha hecho falta tu aroma. Eres inolvidable, mi señora Nayeon... —Le dijo con devoción y ella se rió recibiendo su honestidad, no podía creer que una alfa tan hermosa, tan joven y tan exitosa como ella, pudiera admirarla y perder la cabeza de ese modo, cada una de sus palabras le halagaban, ella era un halago en su vida. 

A la mañana siguiente, con toda la intensa emoción del mundo, hizo su llegada esa omega japonesa despampanante a quien Nayeon llamaba mejor amiga, y aunque no hubiese querido darle ese gustillo, no pudo evitar demostrar su emoción al verla ingresar por la puerta y sentir su dulce aroma a chocolate blanco que se le hacía tan familiar.

—¡Minatozaki Sana! —Exclamó la pelimiel con gran emoción y Sana se apresuró a abrazarla con necesidad. La omega coreana se sonrió cuando esa mujer que parecía impenetrable de curcilerias y emociones fuertes, se deshacía en el abrazo tan sentido que compartían. 

—Nayeon-ah, que bueno es verte despierta... No imaginas lo que hemos padecido sin ti. —Murmuró estrechándola, repleta de emociones desoladoras que últimamente la habían frecuentado. 

—Aquí estoy, mi querida amiga, que bueno es saber todo lo que vales para mi y todo lo que valgo para ti... —Admitió, aunque no logrando evitar las lágrimas que asomaron al verla llorar. ¿Sana llorando? Eso sí era de otro nivel, se dijo. 

Luego de incursionar en las profundidades de su ausencia, Sana llegó a ese tema que tanto le gustaba analizar: Yoo Jeongyeon.

—¿Y le dijiste que no? ¡Tu estas loca, pero de remate, Nayeon! —Exclamó haciéndose de pie y caminando imparable, cuando su amiga estuvo mirando por la ventana. 

—No puedo simplemente dejar a mi familia, Sana, no es así de sencillo... 

—¡Por supuesto que es así de sencillo! ¡Eres tu la que lo complica! —Señaló sin piedad. —¡Por todos los cielos Nayeon! Ella merece tenerte a su lado y tu te mereces la paz que solo hallarás viviendo tu propia vida, deja de vivir a través de esas muchachitas porque seguirás perdiendo un valioso tiempo. —Le advirtió con mucha razón y Nayeon volteó los ojos, inevitablemente ante sus palabras. 

—Estuve prácticamente ausente en sus vidas durante cuatro meses, las dejé solos ante la falta de escrúpulos de su padre y todo eso con mi pobre Yerim aprendiendo a hacerse responsable de su omega embarazada de su primer bebé, con todo lo que eso significa Sana, no puedes decirme que no... 

—¡Te excusas, Nayeon! —Le interrumpió la rubia —¿A qué le temes?, dime... —La instó y cuando su amiga estuvo por responder, ella le interrumpió nuevamente, para comenzar a ennumerarle: —Yerim va a ser mamá, Nayeon, eso significa que comenzará su propia familia pronto, se unirá a una vida con su omega porque querrá estar con su cachorro y la omega a la que ama —Nayeon le miró confundida ante aquello último. 

—Y Chaeyoung puede que siga junto a ti algún tiempo más pero ¿cuanto será ese tiempo? ¿Te has puesto a pensar cuanto tardará esa hermosa muchachita en enamorarse de alguien más e irse de la casa? —Analizó rápidamente, llenando a Nayeon de incertidumbres. 

—Ya basta Sana, por favor ¿por qué te empeñas en hacerme dudar de todas mis decisiones? —Reclamó la coreana, con absoluta consternación. 

—¿Por qué crees? ¡Porque haz sido tan egoísta contigo misma que ya me tienes hasta la coronilla de tantas malas decisiones, Nayeon! ¡Rayos, ya no puedo callarme! No puedes, simplemente desaprovechar tu propia oportunidad de ser felíz con la alfa que te ama, por un capricho, por favor, escúchame... —Suplicó y Nayeon le miró con los ojos muy abiertos al sentirse acusada —Yoo te ama, y más allá de todo lo que puede ofrecerte, que vaya que es mucho, tienes que aceptar que el amor que ella te ofrece no lo hallarás en tu casa cuando regreses, tus hijas seguirán su rumbo y tu estarás perdida, otra vez, ¿Eso quieres? ¿De veras eso es lo que quieres para ti? —Insistió y Nayeon removió las manos, cuando se sentó en la orilla de la cama de esa blanca habitación, dejando colgar los pies. Demonios, ¿Porqué tenía que hacerle pensar absolutamente cada paso que daba? 

—Lo que quiero, me da tanto pavor de que se convierta en un fracaso, Sana. Porque tu bien sabes... —Le advirtió cuando ella le quiso interrumpir. —... que Yoo Jeongyeon es muchísimo más joven que yo, y que por más amor que halla a nuestro favor, no quita que ella pueda arrepentirse alguna vez de tomar esta decisión y créeme Sana, que puedo estar a salvo de la idea que me hice desde que mis hijas nacieron, de que algún día abandonarían la casa, pero no puedo garantizar lo mismo si Yoo Jeongyeon se encuentrase arrepentida luego de tomar la decisión de compartir su vida a mi lado. —Admitió con la voz muy baja, ahí estaba la verdad que le preocupó desde el inicio de esa relación y la llevó a dejar de hablarle durante una semana a esa maravillosa mujer que la había regresado a la vida aquella noche en su cumpleaños número cuarenta y cinco.

—¿Es por eso? ¿Es por miedo? ¡Nayeon! ¡Demonios contigo! —La nipona se tomó el rostro con gran frustración. 

—¿Arriesgarlo todo te parece solo miedo? ¿Por qué eres tan relajada, Minatozaki? —Recriminó hundiendo el entrecejo, se estaba molestando. 

—¿Y tu por qué tan intensa? ¡Demonios Nayeon! ¡El riesgo valdría la pena cuando se trata de tu único amor! Que ingrata eres... —Musitó despectiva y Nayeon parpadeó asombrada. 

—Y tu que desubicada eres... —Señaló, ahora molesta, señalándole con el dedo. 

—Lo siento, pero a veces me gustaría poder hacerte entender... —Agregó ganándose una mala expresión. —¿Entonces qué? —Preguntó una vez más, luego de un breve silencio. 

—¿De qué o qué? —Respondió Nayeon, con molestia ante su insistencia. 

—Nayon por favor, no seas soberbia, tu no lo eres... —Recriminó entonces. 

—Bueno siempre se puede comenzar... —Se quejó la rubia.

—¡Oh vamos! —Expresó sumamente encaprichada con el asunto. 

—¡Bueno ya! —La detuvo la pelimiel. Su amiga había sobrepasado sus limites. Lo que Nayeon no quería aceptar es que muy en el fondo de su corazón, sabía que ella tenía toda la razón. 

—Nayeon, por favor. No pierdas tu oportunidad de amar y ser amada simplemente por la estupida idea de querer ser más buena que la Luna, porque cuando te sientes a recriminarte a ti misma todo lo que no haz hecho, como ya te sucedió, será demasiado tarde para cambiarlo. —Señaló con gran pesar en su mirada aguada. 

Nayeon se sintió agolpaba por todas esas advertencias. Maldición, ella siempre tenía razón, incluso cuando jugaba con sus palabras, ¿cuánto más cuando hablaba con toda esa seriedad? 

—Tienes razón, y sé que la tienes, ¿contenta? —Expresó alzando los brazos con exasperación. Sana asintió con satisfacción. 

—Contenta, pero no por lo que crees, no esta vez... —Añadió con una sonrisa divertida —Sino porque deseo inmensamente que abras los ojos y te des esa oportunidad que mereces de ser feliz junto a esta maravillosa alfa que se ha desvivido por ti durante los últimos cuatro meses, devoción de la que todos hemos sido testigos. Piénsalo por favor y piénsalo muy bien... —Suplicó juntando las manos y Nayeon aceptó sus grandiosas palabras. 

Sana era una guía, a veces parecía beta por su habilidad para hacerla razonar, era una buena compañera, una gran amiga a la cual siempre podía recurrir con la fe de que siempre le respondería pensando en nada más y en nada menos que en su bien. Era tan bueno tenerla de su lado en la vida. 

—Te quiero Sana, aunque me vuelves loca con tus verdades y tus estúpidos atropellos, te quiero y me da tanta tranquilidad saber que me acompañas... —Sana sonrió con una emoción limpia de humor. 

—Me he vuelto una tonta sensible, desde que te conocí, porque tu y yo somos el agua y el aceite, pero compartirte mi osadía y que tu me transmitas tu sentimentalismo es un match, Nayeonnie... —Susurró con emoción y Nayeon no pudo evitar reír ante sus palabras. 

—Hace mucho no me llamabas así... 

—Fue tu deseo, que disque ya no eras una niña... 

—Porque tu dijiste primero que "Sanari" también era como se le dice a una niña y me lastimaste... —Reprochó en voz baja. 

—Estaba molesta porque el imbécil de mi ex marido me llamaba así también. —Confesó de pronto cuando alzó la vista, se encontró con la mirada incrédula de Nayeon. 

—¿Y por qué no me lo dijiste? Debí de haber parecido una idiota creyendo que ya no me querías como antes... —Admitió y Sana le miró incrédula. Tan dramatica. 

—Ay Nayeon, no creí que fuera tan importante para ti —Carcajeó al recordar esa tonta discusión que habían compartido hacia algunos años que ya no recordaba con exactitud. 

—"Ya no me llames así, o te retiraré mi amistad si lo haces" casi me muero de la angustia —Le citó la coreana, cuando se abrazaron entre tanto sentimiento compartido. 

—Lo siento... —Dijo entre risas, más no pudiendo evitar suspirar mediante el abrazo. 

—¿Cuánto más me ocultas? —Suplicó viendo a su amiga. 

—Nada más, siempre he sido muy honesta contigo. ¿Sabes? Simplemente me hace sentir bien que tu y yo sigamos siendo buenas amigas. —Murmuró junto a su oído, antes de apartarse. 

—Siempre seremos buenas amigas, hasta que tu te mueras primero. —Musitó con humor al recordar que su amiga le había advertido que no viviría hasta pasando los cincuenta, debido a que no soportaría ver las arrugas acabar con su belleza. 

—Eso sin dudar. Tengo un pacto con el espejo... 

—¡Ya cállate, tonta! —Le regañó y su amiga rió. 

—Tu empezaste... 

Si bien, para los hijos es lo más normal refugiarse entre los brazos de una madre, no todos disfrutan de la dicha de tenerla, amorosa y comprensiva en quien se pueda confiar y encontrar abrigo. 

Im Seah hacía su inminente llegada con toda intención de simular que ignoraba aquello que representaba, un alud de vibras intensas y, a veces, hasta bastante turbias. 

—¡Nayeon! ¡Oh Nayeon que gusto de que te encuentres tan bien! —Había exclamado la mujer mayor, cuando se acercó a su hija y le dio un micro saludo que ni siquiera unió los labios en su mejilla. 

Yerim volteó los ojos al ver llegar a su abuela nuevamente y consultó con el universo porque tenía que ser ella quien estuviese cada vez que aquella omega mayor llegaba a hacer sus patéticas apariciones. 

—Hola mamá... —Musitó Nayeon, sintiendo como todo su cuerpo entraba en tensión. —¡Seungyeon! —Dijo con emoción, al ver a su hermana acercarse con gran emoción. Ambas se unieron en un abrazo tan cálido, que hubiera sido más largo si su madre no hubiese demostrado su disconformidad al verlas unidas. 

—Por favor, tampoco no es que hubiese llegado de la guerra. —Expresó Seah, tan ácida siempre.

Seungyeon se apartó de inmediato, aunque mirando a su hermana apenada por haberse dejado llevar por la emoción. Nayeon no apartó el apretón que hacia contra su mano. 

—¿Cómo estas tu? ¿Cuándo llegaste? ¿Hace mucho que estas aquí? —Preguntó ansiosa, hacía muchos años que su hermana no ponía un pie en Seúl, después de que se había mudado a Estados Unidos y, aunque le alegraba saber que ella era feliz en su matrimonio, sabía que el estar junto a su madre no siempre era una buena idea para ella. 

—Estoy bien Nayeon, me alegro muchísimo de saber que estás a salvo. —Musitó, siempre tan prudente con sus palabras. Nayeon ladeó sus labios en desacuerdo. 

—¡Bueno basta de cursilerias! Debes explicarme que significa la presencia constante de esta alfa, —Insistió, simulando no recordar. La mujer mayor sabía que jamás se le olvidaría la postura de esa mujer, mucho menos su nombre —Yoo. —Se atrevió a nombrarle. 

Nayeon bufó sintiendo que volvía a tener quince años, ¡Pero si ya estaba demasiado mayor para tener que dar ese tipo de explicaciones! Se quejó en su interior. 

—¿Qué significa todo esto Nayeon? Eres una mujer casada, tienes una responsabilidad con tus hijas, con Yejun, ¡tu actitud es inaudita! —Insistió la mujer, tan imprudente.

—¿De qué habla esta señora? ¿Ya te haz vuelto loca Im Seah? —Exclamó la joven alfa al ponerse de pie a la defensiva de su madre, pero Nayeon detuvo el atropello de su hija contra su abuela. 

Muy aunque se lo mereciera, Nayeon comprendía que su madre era y sería hasta el final, un caso perdido y discutir con ella era como pelear con un muro de concreto. 

—No me faltes al respeto muchachita, ten mucho cuidado. —Le advirtió la mujer mayor y Yerim miró a su madre con la furia flameando en su mirada oscura y amargando su aroma frutal.

—Calma. —Musitó hacia su hija, quien volvió a tomar asiento a su lado, intentando revisar la calma que su madre corrigió con su amabilidad. —Mamá... —Suspiró Nayeon sin poder evitarlo, mientras trataba de escoger detenidamente cada una de las palabras que diría —Yejun y yo terminamos nuestra relación hace mucho tiempo. Él me ha sido infiel durante dos años con otra omega y eso me dió la libertad de decidirme a tomar las riendas de mi vida y compartirla, si así lo quiero, junto a Yoo Jeongyeon. —Explicó entonces, con abundante calma en cada espacio de su cuerpo. Si había alguien más irracional que Kim en su vida, esa era su madre. 

—Eso es una insensatez de tu parte Nayeon, ¿acaso ese es el ejemplo que quieres darle a tus hijas? Puedo comprender toda la confusión que invade en sus vidas, sino ¿por qué Yerim terminaría dejando de encargo a una omega cualquiera, sin siquiera haber concretado un matrimonio primero? Ni siquiera sabemos quien es esa muchachita, ni de qué familia de delincuentes proviene, ¡Haz perdido todo el control! —Resaltó de ese modo tan despiadado. Yerim presionó los labios para no gruñir contra de aquella mujer y Nayeon presionó el agarre en su mano para brindarle de toda su paciencia. 

—Yerim es una muchacha adulta, inteligente y muy capaz de solucionar sus asuntos por sí misma, mamá. Mi hija ya no es una niña y estoy segura de que será una maravillosa madre con o sin matrimonio. Por favor, deja a mis hijas fuera de todos tus reclamos que tengas en mi contra ¿Está bien? —Le advirtió molesta de la sola idea de que pusiera a su hija, y más aún, que nombrara a su futura nieta entre todas sus recriminaciones. 

—Definitivamente no sé porque insisto en querer hacerte entrar en razón, tu ya no tienes remedio Nayeon. —Concluyó la mujer, notablemente decepcionada. 

La omega pelimiel sonrió de lado tristemente, al entender que su madre viviría decepcionada de ella, porque sabía que jamás sería lo suficientemente "sensata e inteligente" para ella. 

—Pues es bueno que ya lo vayas asimilando mamá, tu y yo siempre tendremos esa diferencia, porque yo sí deseo que mis hijas sean felices con sus propias decisiones y convicciones, y no dejaré de desear nada más que lo que se merecen. —Admitió con esa expresión de tristeza la cual escondía detrás, en esa sonrisa noble. Seungyeon gimoteó ante las ilustres palabras de su hermana, y la mujer mayor refunfuñó antes de erguirse y decidida a ponerle fin a esa visita. 

—No sé para que insiste en venir, si está más que claro que no puede verte bien, siempre tiene que amargarte la paz. —Expresó Yerim con molestia, al ver cómo su abuela hacía su escandalosa salida. 

—Al menos vino. —Aceptó Nayeon con pesadumbre. Si bien su madre no era la más cariñosa, no hacía nada que no tuviera ganas de hacer. Seungyeon se rió ante las palabras de su sobrina. 

—Te llamaré, te quiero muchísimo y estoy muy felíz de que estés en pie nuevamente. —Admitió la castaña mujer, cinco años menor que ella. 

—Llámame cuando tu quieras, siempre estaré esperando tu llamado y lo sabes. —Pronunció con aquella hermosa sonrisa esperanzadora. 

—¡Seungyeon! —Exclamó la mujer quien ya había cruzado la puerta y Seungyeon volteó los ojos luego de exclamar un gemido. 

—¡Por la madre luna! ¡No veo la hora de regresar a mi casa! —Se quejó la omega, antes de salir detrás de ella, sin opción. 

Si bien, Im Seungyeon rebosaba de paciencia ante su madre, si la había acompañado era porque sabía que no sería eterna, y que sólo por ese motivo aceptaba sus estúpidas exigencias, eso y que la veía cada muerte de obispo. 

—Ma, ¿no quieres hablar de... 

—No Yeri, ahora no. —La detuvo, luego de imaginar hacia donde se dirigiría su pregunta. 

No, no quería hablar, no estaba lista para hacerlo, ¿lo estaría algún día?, se preguntó, más no obtuvo respuesta. Quizás si, pero no tenía porqué ser en ese momento, se tranquilizó. 

Dos semanas luego hacía el ingreso por la entrada del parque de esa gran casa. El aire se había vuelto espeso y respirar se convirtió en un suplicio, parque así como aquel había sido su hogar en algún remoto momento, también había sido testigo del infierno que ocultó durante muchos años. 

Antes de bajar del auto de Jeongyeon, un escalofrío tenebroso le recorrió por completo, rápidamente sintió como todo en su cuerpo se negaba a ingresar a ese lugar que ocultaba tantos recuerdos que prefería no revivir en su memoria y su loba se comprimió en su interior. Simplemente se negaba a recordar y se estaba negando a recordar con todos sus sentidos desde que había abierto los ojos y necesitaba saber el motivo. 

—Nayeonnie... —Le miró Jeongyeon cuando ella se detuvo, luego de que la tomó del brazo para caminar hacia el interior de la casa. Le preocupó notar como se quedó inmóvil allí, como si no deseara dar un solo paso más. —Cariño, ¿estás bien? —Preguntó buscando su mirada. Jeongyeon tuvo un mal presentimiento ante su actitud cuando su loba brincó de preocupación y aunque intentó no ser paranoica, podía sentir la tensión paralizando todo su cuerpo, podía sentirla casi como si ya la hubiera marcado.

—¿Mhm? —Levantó su mirada luego de que la alfa la llamó varias veces. 

A la pelicorta no le había gustado nada lo que veía en su expresión, porque por primera vez no pudo leer lo que sentía en su mirada, pero sí percibió la oscuridad de todo lo que ocultaba en ella. 

—Omega, ¿te encuentras bien, de verdad? —Insistió, más ella respondió con aquella sonrisa tan frívola, que Jeongyeon hubiera preferido que le mintiera en palabras. 

—Sí... discúlpame es que se me hace como si hubieran pasado siglos sin estar aquí. —Contestó, pero Jeongyeon solo quiso saber que es lo que ella escondía en su interior, detrás de esas palabras mortales. 

—De hecho, han pasado cuatro largos meses... —Agregó Sana, llegando a la par de ambas con entusiasmo. 

Todo era alegría desde que supieron que le darían el alta por fin. Sus hijas estuvieron allí, cuando pasaron el vestíbulo, esperando por su llegada. 

—¡Bienvenida mamá! —Dijeron las jovencitas a la par y Nayeon sonrió conmocionada, antes de unirse a un abrazo con ellas. 

Jeongyeon observó la escena junto con Sana y, al ver el rostro de su amada, confirmó que seguiría temiendo de lo que fuera a suceder si se encontraba con el lugar de los hechos, ella aún se veía tan vulnerable. Pero aunque el médico le había aconsejado que podría ser muy traumático para ella, la testaruda mujer había decidido que debía de volver allí y Jeongyeon no se sentía con fuerzas para desairearla, por más que quisiera, porque se había mostrado inquebrantable frente a esa decisión. 

Varios instantes luego, Jeongyeon se encontraba bebiendo café en el comedor de la casa. Nayeon había horneado un budín de vainilla y nuez, y todos estaban decididos a merendar cuando, aprovechándose de la ocasión, la omega pelimiel insistió en que necesitaba ir a su recámara. Jeongyeon, sus dos hijas y Sana se miraron entre sí. 

—Pero te acompaño... —Dijo Jeongyeon poniéndose de pie, a su par. Nayeon la miró recelosa antes de mecer la cabeza. 

—Claro que no. Yo puedo sola, gracias. —Dijo con reproche en su voz y Jeongyeon bajó la mirada para ver la mano de Sana hacer presión en su saco. Ambos compartieron un debate silencioso y la alfa acabó cediendo. 

—Claro que sí, mi amor. —Respondió dejando la paranoia de lado. Quizás, solo intentaba sobreproteger las emociones de la mujer que amaba. Quizás exageraba.

La misma asintió, yendo hacia donde se disponía, pero Chaeyoung hizo una expresión de complicidad junto a la mesa, dispuesta a ir detrás de ella con sigilo y Jeongyeon se sintió un poco más tranquila de que su hija la acompañase. 

Cuando subía por las escaleras, esa misma sensación de descomposición acompañó a Nayeon, pero no podía, más bien, no quería hacer caso a eso que le inquietaba. Se volteó para asegurarse de que nadie la escoltara y allí por su inconsciente, algo le dijo que no regresara a esa maldita recámara. Pero, ella estaba determinada a enfrentar a todos sus demonios de una vez, aún ignorando que su loba estaba inquieta y angustiada. ¿Qué fue lo que sucedió y que no quería rememorar? Era como si su interior se negara a contarle esa parte de la historia. 

Cuando hubo abierto la puerta e hizo su paso hacia el interior de la recámara, encontró los espacios vacíos, el oscuro que presentaron las cortinas cerradas, el manchón oscuro en la alfombra y la ira que se inventaba en sus entrañas, como si su cuerpo se estuviera revelando ante la cantidad de imágenes que se agolparon en su mente. 

Todo estaba allí, emergiendo con toda prisa, como si sus esfuerzos hubieran valido de nada, porque todo se había agolpado en la realidad, una realidad en la que se había hecho tanto daño intentando aparentar esa vida que la había destruido lenta, silenciosa y dolorosamente. 

Vacía, insensible, atróz. Recorrió la punta de sus dedos sobre el mueble en el que ya no se encontraba ese espejo en el que se había visto durante tantos años, y rápidamente recordó el modo en el que había estallado en pedazos a su alrededor, aquella fatídica tarde por la que había perdido todos los sentidos. Prosiguió el camino para abrir las ventanas y la habitación se iluminó, descubriendo las profundidades de todos sus secretos. 

—Maldito infelíz... —Musitó con rencor, cuando se agachó y observó las secuelas de ese suceso. Todo se centraba allí, porque desde ese entonces había caído en cuenta de que se había condenado a sí misma al sometimiento constante que significaba vivir con Kim Yejun, aceptando su constante maltrato y sus engaños. 

Una desazón de sentimientos se remolinó en su interior llenándola de ira, de rencor, de angustia, de lástima, todo junto y su cuerpo tembló como una hoja, una vez tuvo ese cuadro entre las manos. Era el retrato de una tarde en la finca en donde solían pasar tiempo en familia, cuando las niñas estaban pequeñas y la vida no era tan oscura. Había sido todo un espejismo, una hipocresía de las tantas que vivió con ese hombre. 

Nayeon no supo como, ni cuando, ni porque, pero pronto se vió deseando acabar con cada muro de esa habitación con sus propias manos y fue ese deseo lo que la llevó a deshacerse de sus recuerdos, con la misma violencia que Kim Yejun había descargado en ella durante tanto tiempo. Los cuadros, las imágenes en ellos, los que colgaban en las paredes, los adornos, los papeles, los objetos, todo acabó en el suelo en trozos irreparables, como se sentía ella, sin esperanza de recuperación, al borde del delirio, quebrantada, rota

Chaeyoung lagrimeó sin poder evitarlo y se abrazó a sí misma, tomando un espacio junto a la puerta, observando el modo en el que sumergían los recuerdos de su madre, unos en los que había estado tan presente y aunque se debatía si debía detenerla o no, sabía que necesitaba asimilarlo del modo que le fuera más efectivo para ella.

En el comedor, Jeongyeon observaba a su alrededor con aparente calma, pero no se estaba tranquila, su loba no dejaba de recordarle que su omega estaba lejos de su mirada, enfrentando su pasado sin ella. Presentía que todo se podía ir al traste en ese instante.

La pareja de jovencitas hablaban muy animadamente con Sana, pero la pelicorta no podía, simplemente no podía con esa conversación ni con nada. Siempre se había caracterizado por ser una alfa muy perceptiva, quizás de allí lo había heredado su pequeña hija menor. 

En la calma en la que todas conversaban, se oyó un grito de terror y Jeongyeon se puso de pie de un solo tirón como respuesta. Su cerebro le dió la orden al llamado y nada a su alrededor importó, ni que anteriormente Yeri le hubiera preguntado si se encontraba bien, ni que luego las viera ir a su par después de oír a Nayeon. 

—¡Nayeon! —La llamó cuando, luego de subir los escalones de dos en dos, se ingresó por la única puerta que estaba abierta. Su omega estaba de rodillas sobre la alfombra en la habitación en la que parecía que había pasado un huracán, y se tomaba los oídos como intentando dejar de oír. Un alarido de temor, se oyó de ella y la alfa se apresuró a buscar abrazarla, pero Nayeon no la recibió y retrocedió atemorizada. 

Parecía una película de terror, en la que se sintió el homicida ante esa respuesta. A su par halló a Chaeyoung quien la veía con los ojos aguados de amargura, ¿que demonios ocultaba esa tarde y porque tenía que repercutir con tanto dolor en ambas? Se preguntó la alfa sintiendo la frustración de no encontrar el modo de detener el dolor que paralizaba a la mujer que amaba, pero lo que fuese, debía de tener la magnitud del infinito.

~"Ayúdame.
Es como si las paredes se estuvieran derrumbando
A veces siento que quiero darme por vencido
Pero simplemente no puedo, no esta en mi sangre. (...)
Dame algo, con lo que pueda sanar mi mente lentamente (...)
Sigo diciéndome que mejorará
¿Alguna vez lo hará?
Ninguna medicina es lo suficientemente fuerte 
Alguien ayúdeme,
Estoy arrastrándome en mi piel (...)
No puedo respirar. "

Oh, oh... creo que alguien está ocultando demasiadas cosas que le están haciendo mucho daño.

Gracias por ser paciente con esta historia♡

Tqm, tu le sabes, tu JazUnnie🌻

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