19: "𝑽𝒊𝒗𝒊𝒓 𝒔𝒐𝒏̃𝒂𝒏𝒅𝒐"
Jeongyeon observó de reojo, como sus hijas se adentraban detrás de ella en su compañía y luego de que descansó un suave beso en la mejilla de Nayeon, ellas le saludaron como si aquella omega estuviera despierta, de hecho había sido una indicación.
Nayeon recibía un estímulo constante de parte de todos, ella inclusive, había aprendido cómo masajear sus músculos para que no perdieran su elasticidad. Había sido muy interesante, la alfa había disfrutado muchísimo de la idea de poder ayudar en sus tratamientos en su tiempo libre.
—Hola Nayeon unnie... —Susurró la niña de cabello corto, una vez estuvo cerca de aquella hermosa mujer, tomó su delicada mano, y acarició el anillo que su madre le había puesto uno de los tantos días que había pasado con ella.
Ese precioso anillo en el que reinaba una perla muy bonita que representaba tantas promesas y que Ryujin admiraba siempre que estaba allí. Trazó la suavidad de su piel y el amable en sus rasgos con la mirada, y sintió grandes deseos de echarse a llorar. Aquello le parecía una tragedia de las que solo se leía en un libro de Shakespeare, pensó.
—Hola... —Susurró Tzuyu a la par de su hermana menor, mientras se mantenía muy erguida.
Ellas se dirigían de modo tal que parecían sentir temor a despertarla. Se veía preciosa, pensó la joven alfa mientras la recorrerla con detenida atención, descubriendo siempre algo nuevo en su belleza, imaginando los secretos que escondía en su personalidad inexistente, su cabello color miel que yacía oculto detrás de sus hombros y, sin poder evitarlo, se preguntó si el color de su mirada sería tan dulce como todo en su aspecto. La intriga carcomía a ese par de jovencitas y con cada visita, crecía un poco más.
—Deberían de hablarle más alto, ella las puede oír. —Confirmó Jeongyeon con una sonrisa de incentivo.
Era la tercera vez que sus hijas estaban allí y aunque había sido insistencia de Ryujin el pasar cierto tiempo con, quien parecía ser irremediablemente, la omega que tomaba todos los pensamientos de su madre, a esta última le costaba creer que sus hijas tuvieran tanta empatía para con la situación que les tocaba transitar.
—¿Ya has hablado con unnie sobre su anillo de compromiso, mami? —preguntó la pequeña, dando una suave caricia sobre la mano de la misma.
Jeongyeon asintió como respuesta, sin poder evitar que aquel instante le arrollara la memoria. Ese era uno de los tantos recuerdos junto a su omega, que guardaba en su corazón celosamente.
Flash
Era lunes por la tarde, el sol estaba a punto de ponerse, la claridad se apagaba más temprano por aquellos días debido a la llegada del frío invierno.
El viento le removió los cabellos cuando caminaba por una transitada calle de Seúl y ella hundió sus manos dentro de sus bolsillos. Se acercaba la culminación del año y aunque no estaba de ánimos para festejos, Jeongyeon no podía dejar de pensar en que hubiera sucedido si todo hubiera seguido su curso sin el trágico final.
¿Cuál sería su destino en esas épocas, si Nayeon estuviese a su lado? ¿Hubieran podido aclarar aquella situación en sus vidas? ¿O Yejun seguiría en ese lugar que ella sentía que le pertenecía, sepultándola a la sombra de la omega que amaba? Bufó como una pequeña caprichosa ante esas estúpidas preguntas, ¿Si se hubiesen casado ya?, consultó inevitablemente con el destino, y se encontró de pie frente a una gran joyería, ¿Hubieran logrado ser felices juntas? Fue la última pregunta que se hizo la alfa, con nostalgia.
Por supuesto que sí lo hubieran sido, cualquiera sería felíz con una mujer como Nayeon a su lado, decidió. A veces detestaba el modo en el que perdía su tiempo imaginando lo que podría haber sido, se hacía daño atrayendo suposiciones.
Alzó la vista hacia el inminente espacio que abarcaba la gran joyería de renombre y la mente se le iluminó con aquella idea. Jeongyeon sabía que jamás podría saber qué es lo que hubiese sucedido, pero tenía el poder para marcar el porvenir. Entusiasmada, ingresó en el lugar, hallándose recibida por una sonrisa elaborada que le regaló una muchacha de cabello castaño rojizo y los ojos tan oscuros como el café.
—Buenas tardes señorita, mi nombre es María ¿En qué la puedo ayudar? —Habló la joven muy amablemente con aquel extraño acento, imaginó que latino o vaya a saber el universo. Hubiera reparado en ella, sino fuese por la cantidad de anillos que adornaban el mostrador y que tanto habían llamado su atención.
—Si... buscaba un anillo —Habló con torpeza una vez se vió aturdida por tanta cantidad de diseños.
—Por supuesto, ¿Para alguna ocasión en especial? —Indagó, mientras se ponía unos guantes finos. Jeongyeon observó sus acciones algo confundida.
—Es para mi omega... será de compromiso. —Solo pudo musitar mientras ella sonreía risueña y le dirigía algunos vitrales adelante. Le mostró una extensa cajonera de cristal y Jeongyeon dejó caer la mandíbula al ver los anillos más bonitos y sofisticados que había visto jamás, aunque, demasiados exuberantes para su gusto, pensó.
Asombrada, la alfa parpadeó con incredulidad al notar que jamás había tenido que preocuparse por buscar joyas para una mujer.
Recordó el anillo de compromiso de Jihyo, el cual había comprado en un viaje a París, en una subasta muy importante y en lo que prosiguió de su relación, ella siempre se había hecho sus propios accesorios con su envidiable talento; su tía Bea era demasiado sencilla y siempre le remarcaba que con su cariño le hacía muy felíz, en cuanto a Dahyun, ella se destacaba tanto por su independencia, alguna vez le regaló uno que otro detalle, pero sus regalos siempre fueron más significativos, recordó. Le quedaban Ryujin y Tzuyu, pero aquello no lo ocupaba ella, Jihyo diseñaba para sus hijas desde que aún no habían nacido. Definitivamente ninguna mujer había sido tradicional en su vida, se dijo con irónica diversión al sonreír con tristeza.
—Bueno, acá vas a encontrar de todos los gustos, elegantes, extravagantes, minimalistas, grandes, pequeños, de plata, de oro, oro blanco, rosa, de platino... —Le enumeró la joven beta con una sonrisa divertida y Jeongyeon carcajeó por primera vez en mucho tiempo, allí, junto a una desconocida muy simpática y una decisión nada sencilla por tomar.
—De acuerdo entendí, seré más específica. —Aceptó aquel quejido de la vendedora, con una sonrisa en los labios —Por favor, estos aquí son muy bonitos, pero definitivamente no son lo que estoy buscando. Estoy buscando un anillo mas sencillo, elegante, delicado, más significativo...
La joven la la observó al analizar cada una de sus palabras.
—Claro, podemos reunir esas características en el anillo que está buscando... —Le indicó, mientras caminaba un vitral atrás, empleando la misma acción anterior y comenzando a exhibir cierta variedad de anillos que variaban el metal y las piedras, pero todos en común con sus características, algunos con diamantes y piedras incrustadas, hasta que hubo uno en particular que le llamó la atención a través del cristal.
—¿Puedes permitirme ese que está ahí? —Señaló la alfa con el dedo y la beta buscó en su dirección de inmediato.
—Es un anillo de oro rosa con una perla de agua dulce de 6 milímetros, la banda tiene corte en 'V' y está rodeada de diamantes hasta la mitad del engarce, dándole un aspecto muy elegante pero discreto... —Habló mientras musito algunas cosas más que Jeongyeon no oyó, porque simplemente se vió invadida con alguna hermosa imagen en la que lo veía en la mano de una sonriente Nayeon, repleta de emoción, esa emoción que solía iluminar el maravilloso color de sus ojos y cuando lo calzó en uno de sus dedos para admirarlo de cerca, las imágenes se hicieron con más precisión y aceptó lo indescriptible, era lo que estaba buscando.
—Es un anillo precioso, es de los pocos que vi en donde la perla es quien se destaca. Mayormente quieren diamantes y piedras preciosas, pero son pocos los que saben apreciar el valor de una hermosa perla... —Comentó aquella joven mujer, admirando la pieza a su par.
—Mi futura esposa es demasiado especial para utilizar las piedras que todos desean, ella sabe apreciar la belleza en todo, hasta en lo más mínimo —Respondió la alfa, y la muchacha suspiró involuntariamente ante esa descripción tan sublime. —Creo que hasta el tamaño es el correcto. —Observó Jeongyeon, maravillada de verse divisando e imaginando. Aquella espontaneidad asombraba a la alfa inmensamente, más de lo que no había vivido hasta conocer a su omega.
Cuando dejó ese lugar, rebosante de nuevas ilusiones, estaba decidida a ir por su amada Nayeon. Las estrellas brillaban incesantes, ese veintisiete de diciembre y aunque ya había pasado nochebuena, Jeongyeon estaba segura que no había estado tan entusiasmada de hacer un regalo desde que le había entregado su primera bicicleta a Tzuyu o desde el día que le dio a Ryujin su primer piano. Sonrió de lado ante esos recuerdos que se agolparon en su memoria, Nayeon se había vuelto una pieza importante en el rompecabezas que armaba su vida.
Aunque Nayeon se había convertido en una ilusión perpetua, en ocasiones soñaba con aquel futuro que plantearon alguna vez. Pero aunque todo a su alrededor parecía levantarse en su contra, la alfa estaba muy segura de que la aparición de esa omega en su vida y de ella en la suya, tenía que tener un significado coherente, uno a largo plazo que no durara lo que un suspiro.
Se estuvo a su lado, largos minutos de viaje después. El suave aroma a rosas recorría la habitación y respiraba la paz que emanaba en su ausencia. Jeongyeon se sentó a su lado, ganándose el maravilloso ángulo de su glorioso perfil iluminado por el solo velador que alumbraba su habitación por las noches, y tomó su mano para sentir el perfume de su piel.
—Hola mi amor... —Musitó con la voz baja, como si no quisiera interrumpir su tranquilidad. Su loba enloqueció de solo tener un pequeño contacto con su omega y ella respiró con melancolía.
Su omega era un conjunto de armonías líricas, decidió mientras la recorría por milésima vez, era como espuma de mar, así de suave y cálida la había encontrado.
—Tengo algo para ti, es un regalo de navidad. —Murmuró junto al dorso de su mano, antes de depositar un beso y luego perder una de sus manos dentro del bolsillo de su sobretodo. —Te compré el famoso anillo, tú dirías que "Estás loca Yoo" y sabes que lo estoy, pero por ti... —Confirmó sus palabras, mientras disfrutaba de su compañía.
Con suma delicadeza tomó su mano izquierda y deslizó el anillo que había elegido para ella e increíblemente le quedaba perfecto. Jeongyeon sonrió ante la imagen, el color de la gema complementaba el claro de su tersa piel y se le veía tan bien como lo había divisado.
—Es perfecto para ti, ¿Sabes? Desde que lo vi, pensé en ti y pude verlo en tu mano. Me sorprendió mucho, jamás me había sucedido algo parecido. —Murmuró —Una vez leí que las perlas representan la pureza, la elegancia, la generosidad y la lealtad y Nayeon tu eres eso y mucho, mucho más para mí... —Habló mientras delineaba el dorso de su mano, ahora adornada por ese anillo tan bonito que le había regalado.
—Tu tienes como significado en mi vida, lo irrefutable del destino, porque me diste tu palabra y te entregaste a esta relación sin condiciones, y eso jamás podré olvidarlo. Te prometo que seguiré aquí, porque hay una promesa pendiente entre tu y yo, mi omega —Susurró descansando la nariz junto a su mejilla.
Aún se estremecía al recorrer la suavidad de su piel, así fuera con unas mínimas caricias.
—Te amo Im Nayeon y te esperaré así tenga que hacerlo durante siglos. Estaré aquí cuando despiertes, porque sabes cuanta paciencia poseo... —La recorrió nuevamente con sus ojos —Eres la reina de mi medianoche más fría, esa que siempre me encuentra pensando en ti... —Musitó la alfa, descansando un suave beso sobre la comisura de sus labios pomposos, alucinando aquel instante en el que desperte para corresponderle con ellos y calmar esa agonía que parecía arrastrarla lentamente a la desesperación.
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La alfa observó fijamente el anillo y sin poder evitarlo, sonrió al recordar el instante en el que había elegido esa joya. Habían pasado ya varios meses desde entonces, había significado tanto para ella, sobretodo por la carga que había dejado después de haber depositado todas sus convicciones en su omega y en el destino para que hiciesen lo que quisieran con ella.
—Claro mi amor, lo hice cuando se lo puse. —indicó poniéndose junto al par de jóvenes algo intimidadas aún.
—Estás muy bonita hoy, unnie. —dijo Tzuyu, con amabilidad.
Jeongyeon sintió orgullo de su hija mayor. Esa joven que parecía ser demasiado cerrada y madura para esta vida, tenía un corazón tan o más cálido que la mujer que amaba. Le gustaba imaginar a sus hijas interactuando con ella, soñaba con verlas compartir momentos juntas. Vivía soñando, se recordó.
—Eso es verdad. Te ves muy bonita unnie, ¿Te has estado maquillando? —preguntó Ryujin haciendo la broma y Jeongyeon sonrió con lo que su hija decía.
Aunque el chiste era una suposición, pudo notar que efectivamente ella tenía la piel más luminosa que nunca.
—De verdad, tiene más rubor que antes, ¿O no? —Preguntó Tuzyu y Jeongyeon asintió de acuerdo.
—Ella se veía más pálida hace unas semanas. —Aceptó de acuerdo con su hija mayor. Ryujin le miró como si divagara en sus pensamientos.
—Quizás se esté preparando para regresar, ¿No creen? —Dijo con inocencia y Jeongyeon miró a su hija intentando no tomar aquello y el inmenso entusiasmo de su loba, como una señal divina.
Ryujin había tenido una extraña conexión espontánea con Nayeon. Apenas ambas habían estado en la misma habitación, la pequeña la trató como si la conociera de toda la vida. No le sorprendería saber que su hija estuviera presintiendo cosas que nadie podía, ella era muy perceptiva desde pequeñita y aún era una niña, con un corazón limpio y puro que veía lo que los adultos ya no podían ver.
Un rato muy agradable después de haber estado compartiendo la semana que habían estado sin verse con sus hijas, se pusieron de pie para estirar las piernas. Desde que habían regresado con su madre omega, Jeongyeon las veía ocasionalmente y eso la había devuelto a una soledad a la cual se había tenido que acoplar desde la ausencia de Nayeon.
Jeongyeon se decidió a ir en busca de un café y su hija mayor se ofreció a acompañarla.
—Vayan, yo me quedaré con Nayeon unnie. Le trenzaré el cabello, lo tiene muy bonito y largo... —Musitó Ryujin con entusiasmo, mientras la recorría con la mirada.
—De acuerdo, ya regresamos bebé. —dijo su madre, cuando le besó en la frente.
Una vez ese par se había ido, Ryujin admiró a Nayeon y se acercó a acariciar su cabello con suavidad. Allí recostada, parecía una estatua, una muy bonita debía admitir, "serían muy buenas amigas", decidió casi que al instante.
—Unnie, ¿Verdad que ya vas a despertar? Algo dentro de mi me dice que no estás muy lejos de aquí... —Decía la niña, mientras iniciaba una trenza desde el borde de su frente, pero por supuesto que no hubo una respuesta. —Aquí todos estamos esperando ese día... —Hablaba muy concentrada, mientras le miraba con atención, el sonido de sus pulsaciones se aceleró y Ryujin acarició su mano suavemente. —Tranquila, tú tómate todo el tiempo que necesites, sé que te sientes muy a gusto en donde estás. —dijo la jovencita como si supiera lo que ella pensaba.
Cuando Jeongyeon y Tzuyu regresaron, se encontraron con Ryujin enlazando la goma de una delicada trenza que sostenía todo el largo del cabello de Nayeon. Su hija siempre había tenido talento para las manualidades, pensó la alfa y sonrió ante las palabras que le dedicaba, era una de esas tantas imágenes que jamás olvidaría.
Más tarde, sus hijas ya se habían encaminado a la salida y ella tenía que dejar su visita, para que Yeri tomara su lugar.
—Ya me voy mi amor, hoy me toca estar con las chicas. —Dijo una vez apoyó la mejilla junto a ella. Observó la curva de su pequeña nariz y el movimiento involuntario de sus labios cuando respiraba. —Regresaré mañana por la noche preciosa. —Murmuró junto a su oído, besó su mejilla y acarició el borde de sus labios con añoranza. —Aquí sigo, esperándote. —Recitó, como siempre lo hacía antes de irse, como si de un rezo diario se tratara.
Jeongyeon dejó la habitación y cruzó una mirada con la joven Yeri quien le saludó con un movimiento de mentón.
—¡Ya estoy aquí, unnie! —Exclamó una vez tomaba un lugar junto a su madre.
La joven repasó la vista sobre su serenidad y respiró con violencia, intentando parar la intensidad que manejaba.
—¿Cómo te fue esta tarde? Pregunté alguna vez, y tú solías decirme: "Bien mi amor, tu no te preocupes" —Comentó con entusiasmo, mientras sostenía su mano sobre ambas de las suyas. —Hoy te recordé mucho, ¿Será porque ya hace cuatro meses que estás aquí? —Preguntó ansiosa. —Ma, extraño tanto platicar contigo, tú solías oírme sin juzgarme como nadie lo hace. —Murmuró la joven con la voz quebrada. —No me acostumbro a estar sin ti y no creo que algún día pueda hacerlo... —admitió mientras apoyaba su cabeza sobre uno de sus brazos y cerraba los ojos para, aunque sea, sentir su calor. —Hace un rato recordé la última conversación que compartimos. Ha sido horrible imaginar que si tan solo hubiera hecho algo, hoy estarías con nosotras...
Flash
—¡No me toques, no me toques! —Exclamó con la voz en alto. Se podía sentir el temor en el auxilio.
La tercera vez en la noche que su madre parecía batallar en esa habitación y Yeri, quien disfrutaba del silencio que compartían desde que su padre había dejado esa alcoba, se hizo por la habitación sin poder evitarlo.
Las últimas noches había intentado despertarla con algún ruido fuerte, más solo se había ganado el reclamo de su hermana menor, quien ignoraba absolutamente lo que sucedía. Aunque podría haber explicado a su hermana la situación, decidió que mejor mantenía las fobias de su madre en donde se escondía, en la intimidad su alcoba.
—¿Ma? —La removió del brazo y ella meció la cabeza mientras se removía, agobiada. —Ma, despierta... —Intentó más, ella parecía totalmente despavorida. —¡Despierta! —Exclamó con desesperación. —Maldición, lo siento, no quise gritarte mami, perdóname. —Dijo cuando ella le miró con los ojos aguados repletos de confusión.
—¿Yeri? —preguntó de pronto desorientada.
—Estás en casa, estás bien, ¿Qué sucede contigo? Vaya... —Dijo la muchacha, una vez se sentó sobre la cama casi exhausta.
—Estoy bien, estoy... —Tragó una vez se tapaba por completo. Ella se sentía muy expuesta frente a su hija mayor.
—Debes hacer algo con esos sueños que tienes, no puedo dormir hace días ma...
—¿Hace días? ¿Tu has... estado oyendo? —preguntó preocupada. La joven asintió a esa pregunta.
—Oigo tus pesadillas desde siempre. Lo que sucede es que extrañamente no las tienes desde hace años, ¿Papá te ha vuelto a hacer daño? —Le consultó muy entendida, pero aunque dudó, era mejor ser directa con su madre.
Nayeon la miró con los ojos muy abiertos.
—¿Lo recuerdas mucho? —Murmuró la omega, resintiendo la culpa crecer a pasos inmensos en su interior.
—Esas cosas no se pueden olvidar ma, ¿Por qué crees que él y yo jamás nos llevaremos bien? —Se explicó la joven, haciendo una expresión irónica.
La loba de Nayeon sintió temor de haber permitido que sus problemas maritales, provocaran tantas huellas en sus hijas.
—Yeri, Yejun es tu padre, no puedes enemistarte con él a causa de lo que sucede entre nosotros. Si bien tienes razón, eso no significa que...
—Si no te hiciera daño, no habría problema con él, ma y lo sabes... —Le interrumpió —Pero aunque diga que mi filosofía de vida es una basura delirante, que vivo a la deriva y no sé cuántas tonterías más, él sabe muy bien que nunca estaremos de acuerdo desde ese día en que... —La muchacha paró de pronto con su relato y sus ojos se llenaron de lágrimas.
—¡Oh no! Hija... —Ella se incorporó para abrazar a la joven entre sus brazos.
—Ma, el pacto no funcionó... —Murmuró y ella asintió como respuesta.
—Creí que funcionaría, lo siento... —Suplicó encontrando la raíz de la amargura en su hija.
—Él sigue haciéndote daño y eso nos hace daño a todas. Míranos, mira en lo que nos hemos convertido. Somos unas extrañas por su culpa... —Murmuró contra su pecho y la omega la abrazó, moviendo la cabeza sin poder comprender como se había equivocado tanto.
—Dime lo que recuerdas. —Se apartó de la joven y le secó las lágrimas. —Dímelo todo Yeri, necesito saberlo...
—No quiero recordar ma, ¿Por qué quieres hacerlo tú? —Le reprochó, buscando la verdad en su rostro.
—No quiero, pero está aquí, entre nosotras, Chaeng, tu... Aún no puedo imaginar todo lo que guardas en tu interior, y Chaeng, ella es la que más alejada está de mi. Necesito saberlo Yeri, ayúdame. —Suplicó su madre hacia la mirada oscura de su hija mayor.
Un momento más tarde, la alfa descansaba su cabeza sobre el regazo de su madre, el cuerpo tendido cómodamente en el espacio vacío de su cama, mientras ella le propiciaba suaves caricias en el cabello, brindándole su calma para que pudiese compartir con ella, lo que atormentaba su corazón.
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—Sé que tu no mereces llevar tantas cargas, nosotras también te llenamos de reclamos y de angustias que no te dejan tranquila, pero no nos abandones aquí, la vida es horrible sin ti. —Murmuró con la voz quebrada mientras seguía sostenida de la fragilidad, en el brazo de su madre cuando la buscó con su mirada. —No nos dejes Ma, aún tenemos mucho que compartir, aún tienes que ver a tu nieta nacer, aún faltan muchas cosas bonitas para ti... —Prometió buscando traspasar aquella fortaleza en la que se protegía su madre.
Luego de un largo viaje, de la cena y de que las niñas se hubieran ido a la cama, la tía Bae se sentó junto a su sobrina, quien bebía de una copa de vino en la oscuridad de la sala, observando las estrellas brillar a través de los cristales del ventanal.
—¿Cómo está ella? —preguntó la omega cuando la vió beber de la copa. La alfa alzó los hombros antes de responder.
—Igual. —Confirmó lo que aquella mujer pensó.
Joohyun quiso abrazarla y consolarla como lo hacía cuando niña, pero ya no era tan sencillo acceder a ella, ya no era su pequeña niña.
—¿Y tú? —preguntó y le dedicó una sombría mirada.
—Vacía... —Susurró y la omega se quedó sin aliento al ver el dolor que cargaba en su interior. —A veces temo que ella no desee despertar jamás. —Cerró los ojos al revelar uno de sus mayores temores. —Ella se ve sumida en una paz que, parece que se la llevará definitivamente. —Expresó Jeongyeon, recordando el aspecto que había tenido los primeros meses.
Ella se había repuesto completamente de los golpes, pero jamás sabrían que es lo que la detenía en su estado actual.
El neurólogo le había explicado varias veces que era un bloqueo emocional. Pero ¿Cómo explicarle a su corazón que la soledad en la que se sumía, dependía de ese bloqueo emocional y que era urgente que ella regresara a salvarla? Allí, se pasaba horas imaginando que podría suceder si ella no despertaba jamás.
—Tienes que tener fe, pequeña... —Dijo la mayor, acariciando uno de sus brazos.
Jeongyeon la miró con la mirada brillosa, pero no lo haría, no era una mujer que se dejara llorar tan fácilmente.
—Ella tiene muchos motivos para regresar, tiene mucho por lo que luchar. Entre ellos están sus hijas... —Habló Bae, poniendo delante uno de los amores más inmensos de la vida, el de una madre.
—Lo sé, me aferro a que, en algún momento, habrá algo que la haga reaccionar de una bendita vez. —Espetó mientras removía la cabeza. —¿Sabes? Me hubiera gustado tener cachorros con ella, me hubiera gustado saber cómo sería, si sería niño o niña, si se parecería a ella, a mi, a ambas... ¿lo imaginas? —preguntó con ilusión y la omega sonrió comprensiva. —Todo el tiempo me veo proyectando e imaginando, es como si fuera adrede. Es como si mi cabeza me estuviera jugando una treta constante en la que ella siempre es la protagonista de todos mis pensamientos y hacen sentir a mi loba tan triste... —Confesó, agitando las manos en el proceso, signo del inmenso desaliento que cargaba.
—Eso es porque tu loba la extraña, pero pronto todo se va a terminar querida, verás que sí. —Habló, poniendo una mano sobre su hombro y la alfa sostuvo su mano allí con la suya.
Su aroma estaba tan agrio e intenso, que se sintió avergonzada de no poder contener su amargura. Ese gesto amoroso, uno de los tantos con los que la había criado, la reconfortaba y le daba fuerzas para creer un día más.
—Ella tiene que regresar, aún tenemos tantas cosas que vivir... —Musitó con la voz muy baja y Bae la abrazó con fuerza.
—Así será Jeongyeon-ah, así será. —Dijo acariciando su espalda.
Luego de aquello, la alfa la volvió a mirar, buscando aquel instante en el que se hallaba más cerca de su madre en la mirada de su tía.
La peor parte la transitaba por la noche, cuando en la soledad de su alcoba, Jeongyeon se la encontraba en sus sueños, la oía en toda la complejidad de sus pensamientos y la sentía en cada uno de sus recuerdos. Su ausencia le dolía, le dolía como si exprimieran su corazón como a un limón. No comprendía cómo era que esa mujer se había metido en su corazón tan pronto, ya no se sentía completa desde lo sucedido y temía no poder dejar de sentirse así, jamás.
Se volteaba a un lado y la encontraba de pie viéndola con su maravillosa mirada, cerraba los ojos y se encontraba con sus bellos ojos sonriéndole como si estuviera esperándola de frente. Dormía y la soñaba entre sus brazos. Eso ya no era vida...
—Mi amor, por favor... —Dijo exhalando todo el aire que tenía en sus pulmones.
¿Por qué llora uno cuando llora? Se preguntó, cuando veía hacia el parque con la mirada cargada de penas. ¿Cómo era que sentía esa desesperada necesidad de desarmarse, cuando ni siquiera sabía que era lo que le habían quitado? Ellas ni siquiera habían podido comenzar esa vida que ella vivía soñando a su lado.
Entonces, fue la primera vez que no extrañó lo que hubiera sido, sino lo que ya habían vivido. Extrañó lo que sentía al tenerla junto a su cuerpo, lo que pensaba cuando la veía, lo que decía al sentir su aroma mientras la abrazaba contra su cuerpo después de hacer el amor. La recordó en fin, su omega era inolvidable o ella estaba aún demasiado enamorada para pensar desde otra perspectiva.
Yoo Jeongyeon era una mujer que, cuando se apasionaba con algo, era capaz de matar si no obtenía lo que deseaba.
~"Ve más despacio, lo estás haciendo bien
No puedes ser todo lo que quieres ser antes de tiempo
Aunque, es tan romántico al final de esta noche
Es una pena, pero es la vida que llevas
Vas tan rápido que olvidas lo que necesitas
Aunque puedes ver cuando te equivocas
Sabes que no puedes ver cuando tienes razón
Tienes tu pasión, tienes tu orgullo
¿Pero no sabes que solo los tontos están satisfechos?
Sigue soñando, pero no creas que todo se hará realidad.
¿Cuando entenderás... que Viena espera por ti?
Si Nayeon no despierta pronto, me moriré junto con Jeongyeon.
Aquí debajo me dejas saber lo que te pareció este capítulo.
Sí, despertará muy pronto, no falta mucho para eso Ü
Te adoro, tu JazUnnie🌻
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