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15: "𝑷𝒆𝒓𝒅𝒐́𝒏𝒂𝒎𝒆"

Im Nayeon y Minatozaki Sana habían crecido juntas en Busan, desde que eran unas pequeñas traviesas a la edad de cinco años, cuando la familia de la nipona había emigrado a Corea. "¡Tal para cual!" Exclamaba aquella vecina chismosa a la cual Sana y Nayeon siempre le cortaba las flores que sobresalían de sus rejas, era una amistad demasiado larga, que le daba a Sana el poder para tomar ciertas decisiones que, ella creía, eran lo mejor para su amiga.

La rubiq omega miró nerviosamente hacia detrás de su casa por el ventanal de la cocina y, luego de que se aseguró de que Kim estuviera en aquel congreso en Japón, respiró calma al notar que el par de mocosas no haría su aparición aún.

—¿Estás segura que él no vendrá hoy, Nayeon-ah? Deseaba quedarme hasta tarde contigo, hoy... —Musitó la omega bebiendo de la taza de té, una vez dejó su teléfono a un lado. Nayeon meció la cabeza, buscando porqué podía oler sus nervios. —¿Y las chicas? 

—Chaeng estaba en casa de su amiga y Yeri trabaja en el bar hoy, ya te dije que nadie vendrá... ¿Y por qué rayos estás tan nerviosa, huh? ¿Qué planeas? —Musitó la omega, ahora alerta de lo que pudiera estar planeando aquella nipona desvergonzada. 

—Yo no hice absolutamente nada, Nayeon-ah, ¿qué podría haber hecho si he estado aquí, junto a ti, durante todo este tiempo? —Sonrió con aquella sonrisa descarada.

Nayeon tragó preocupada, pues supo muy en su interior que, ni aunque quisiera, debía creerle una sola palabra.

El timbre en la casa sonó, fuerte y molesto en medio del silencio que se hizo entre ambas, y se buscaron con la mirada.

—¿No deberías ir a abrir la puerta? —Señaló Sana, nuevamente con los ojos en su teléfono.

—¿Y por qué no vas tu? —Señaló Nayeon, molesta de que le estuviera dando órdenes. Sana sonrió con aquella sonrisa socarrona que hizo a la pelimiel temblar.

—Esta no es mi casa Im... —Esa sonrisa, pensó Nayeon, preocupada.

—Sunny lo hará. —Descartó, regresando su atención a la taza de café.

—Sunny ya se fue a casa, son más de las seis. —Señaló la nipona y Nayeon le miró con los ojos entrecerrados.

—Cuando te comportas de este modo tan extraño, das miedo Sana... —Comentó y el timbre volvió a sonar. Minatozaki sonrió de lado antes de señalar a la puerta.

—¡Ya voy! —Exclamó Nayeon, una vez la omega japonesa hizo ademán de ir a hacerlo ella misma. 

Nayeon caminó con flojera pensando que, si aquella persona tuviera prisa, se debería joder porque ella no tenía prisa alguna por llegar a la puerta.

Respiró como si se preparara para ver a la reina de Inglaterra, y luego abrió la puerta dispuesta a atender a su intempestiva visita. 

Yoo Jeongyeon reveló su mirada profunda por debajo de la gorra de un conocido equipo de fútbol y la omega sintió que su pulso se alteraba a tal punto que podía oírlo retumbar en sus oídos. 

—¿No me invitaras a pasar, señora Yoo? —Musitó por lo bajo con esa voz tan grave y Nayeon abrió la boca, más se desconcertó al notar que había perdido la voz de la emoción de verla tres días después.

—¡Entren ya! —Gruñó Sana, tomando a Jeongyeon y a Nayeon, para cerrar la puerta de la casa de la omega, no sin antes asegurarse que nadie estaba viendo. 

—Mas te vale que no le hayas hecho daño a mi auto, Yoo, porque te juro por mi madre que... —Le señaló con un dedo acusador, la nipona rubia.

Jeongyeon sonreía por inercia, sin poder regresarse de la mirada atónita de la omega que amaba.

—Te prometo que soy una gran conductora, Sana-ssi. —Habló con aquella seguridad que provocó el temblor en las rodillas de Nayeon.

La omega pelimiel adoraba su seguridad, ella era símbolo de integridad y serenidad, demonios, esa alfa era su serenidad.

—¿Qué rayos crees que estás haciendo aquí, Jeongyeon? —Musitó aún asombrada de tenerla allí, frente a ella, ¡En su casa!

—Estuve esperando que tomes el teléfono para llamarme desde hace tres días omega, algo tenía que hacer  ¿No crees? —Se justificó y Nayeon presionó la mandíbula en desacuerdo.

—¡Dije que llamaría! —Exclamó por lo bajo, como si remotamente alguien además se Sana pudiera oírlas.

—¡Hace tres días Nayeon! —Contestó la alfa, con el mismo ímpetu, en aquella curiosa discusión en silencio, como si alguien pudiera oírlas. 

—Será mejor que las deje solas, intenten no hacer cachorros aquí o avísenme para que me ponga audífonos. —Bromeó y carcajeó, sin pena.

Jeongyeon sonrió ante el rubor que tomó el rostro de Nayeon.

—¡Sana! —Exclamó Nayeon, indignada y la omega japonesa rió más alto, dirigiendo sus pasos hacia la cocina de la casa, en donde se encontraba con Nayeon un momento antes de que llegara esa alfa. 

—No puedo creerlo, ¿Cómo te atreves Yoo? —Le reclamó, enlazando sus brazos debajo de su pecho, intentando verse y sentirse molesta e ignorar los deseos de aquella loba incontrolable que deseaba entregarse al dulce y amargo aroma de su alfa.

—Alguna vez te dije que si fuera necesario, vendría hasta aquí por ti. Tu no me dejaste otra opción omega, no has respondido a mis mensajes, ni a mis llamados... —Enumeró la pelicorta y Nayeon le miró demasiado crispada.

Había intentado llenarse de fuerzas durante todo el día, más no había logrado tener la suficiente valentía de enfrentarse a ella, hasta entonces, cuando la noche asomaba con su gran luz de luna y sus estrellas chispeantes.

—Extrañaba oír tu voz.. —Susurró la alfa, al hallarse en su hermosa mirada —Estas muy ojerosa omega, ¿Estás bien? ¿Has estado alimentándote correctamente? —Preguntó Jeongyeon su verdadero interés, haciendo un paso frente a ella. Nayeon hizo el mismo paso hacia atrás y la alfa se sintió desesperar. La sola idea de que ella se sintiese incómoda, molesta e incluso traicionada por ella aún, merodeaba en su cabeza llenándola de culpas y preocupaciones. No podría soportar la idea de vivir lejos de su omega, porque estaba muy segura de que Nayeon era su omega, su destino, su verdadero y único amor.

—Estoy bien Jeongyeon y no quita que esta haya sido la peor idea que has tenido hasta hoy, es que... —Musitó y su mandíbula se desencajó, cuando la alfa se desabrochó algunos botones del sobretodo que ocultaba su ropa de oficina y la abrigaba del frío otoño. 

La perfecta vista que la alfa le entregaba, con su cuerpo estilizado y largo, su piel suave y aromatizada, su calidez, amabilidad, generosidad y ternura. La alfa parecía tan rígida a simple vista, pero ella sabía muy bien que era un volcán de chocolate, así de suave al paladar, así de dulce, así de satisfactoria. Rayos, había extrañado tanto su aroma. La omega sintió que estaba a punto de lanzarse sobre ella para besarla otra vez, ni siquiera sabía que la había extrañado con tanta violencia.

Jeongyeon se sintió a gusto de sentir las caricias que provenían de los hermosos ojos de su omega, su aroma la invadió y creyó que perdería la cabeza, si no lo sentía desde su cuello, una vez más.

—¿Tienes un lugar más privado, en donde podamos hablar? —Respondió a la brusquedad en su mirada. Los ojos de aquella omega estaban tan oscuros, que Jeongyeon creyó que podía leer lo que pensaba.

La omega admiró sin descanso lo grácil en cada uno de sus movimientos de sus brazos tonificados y sus manos que le brindaban esas caricias tan delicadas, todas sus acciones parecían premeditadas de lo perfectas que eran en sus ojos. Detalló el modo en el que la ropa se ceñía con cada uno de sus movimientos y su delicioso aroma se desplegó como si hubiera abierto un tarro de cacao amargo para hacer un postre. Nayeon decidió que era mejor que dejara aquel aroma impregnado en donde nadie pudiera percibirlo, además de ella.

—Si. Ven. —Musitó con la voz ronca y la tomó del codo para dirigirla hacia el solario. Jeongyeon sonrió de lado y la siguió, gustosa.

Ya dentro de su lugar especial, Nayeon cerró la puerta y al buscarla con sus ojos, halló que la alfa dejaba el abrigo sobre su escritorio, para dar nuevos pasos hacia ella. La omega quiso negarse al contacto, pero fue tarde, ella ya tenía sus fuertes manos sobre sus hombros, y deslizaba suaves caricias que subían por su cuello sutilmente. 

Un silencio delicioso se hizo entre ambas, mientras se reencontraron después de todo lo sucedido. Nayeon admiró su atractivo rostro, el modo en el que esos ojos la veían, la recorrían y la estudiaban como solo Jeongyeon lo hacía. 

La alfa desprendió el agarre de su cabello. Nayeon suspiró y tembló entre sus brazos, añorando más de su toque, y Jeongyeon sintió que las lágrimas picaron en sus ojos de la emoción, de cómo sus mejillas tomaban color por las caricias que trazaba contra su pelo, en como sus sobresalientes dientes tomaban su labio inferior, en como su dulce y floral aroma corrompía a su loba. Tragó, cuando detuvo el insoportable deseo de besarla, de marcarla, de tomarla y llevarla a casa, muy lejos, en donde pudiera tenerla solo para ella y amarla, para siempre.

Perdóname... —Dijeron en unísono y una suave sonrisa se complemento en sus rostros en sintonía.

Nayeon se tomó el labio como un hábito en el que intentaba reprimir lo que sentía por ella y Jeongyeon detuvo el impresionante deseo que la invadió de besarla como respuesta otra vez. Todo parecía ser un motivo para besarla hasta quitarle el aliento.

—Todas tus palabras fueron verdad. —Admitió la alfa —Estabas en todo tu derecho de molestarte, me comporté como una cachorra inconsciente, omega, te prometo que solo he venido hasta aquí para suplicar tu perdón. —Musitó sin perder la conexión con esos luceros que tenía por ojos y Nayeon los cerró cuando las caricias de la alfa llegaron a sus labios y los recorrieron con suavidad.

—Lo entiendo... —Musitó como respuesta y la alfa sonrió como respuesta. 

—No puedo vivir sin ti Im Nayeon, no me dejes, no abandones todo lo que creamos. Aún tengo tanto para dar... Te aseguro que todavía no sabes ni la mitad de todo lo que siento por ti, omega... —Admitió, garantizando la sonrisa que se mantenía en el rostro de aquella mujer, quien lo oía con las mariposas fisgoneando en su estómago sin cesar, sin poder detener la caricia que le hacía a la punta de su nariz con la suya, buscando contacto, aunque sea ese mínimo. 

—Jeongyeon... —Respondió al fin, luego de un breve instante de silencio, mientras admiraba por centésima vez lo mucho que disfrutaba de perderse en sus hermosos ojos rasgados, en sus caricias amables, ansiando sus besos, una vez más.

—Aún no acabo. —Susurró la alfa, ahora más cerca de su rostro, casi pudiendo tocar su calor, como la última vez que se vieron. —Estoy enamorada de ti Im Nayeon, dirás que es imposible, que no debería, que no es correcto, pero siento un deseo profundo e interminable de morir a tu lado... —Musitó cuando recogió la cargada lágrima que se escapó de los ojos de la omega, quien no podía correr su mirada de la suya por un solo segundo —Tu eres la omega que nació para mí y moriré luchando por conseguirlo si es necesario, pero tu serás mi esposa muy pronto, omega... —Susurró muy cerca de sus labios.

Nayeon sollozó al fin y, sin esperar un segundo más se abalanzó contra la pelicorta, para tomar sus labios con los suyos. 

Jeongyeon fundió sus dedos dentro de su pelo, para atraer su rostro y encajar su boca en la suya. Nayeon gimió cuando Jeongyeon la invadió con sus labios y luego con su húmeda lengua. La omega quería comprender, quería hallarle una respuesta a todos esos sentimientos, pero lo único que realmente comprendía era que la amaba tanto o más de lo que podía ver en los ojos de aquella alfa. 

—¡Perdóname! Perdóname alfa, yo te amo, solo a ti... —Hipó mientras acariciaba su nariz con la suya y se pegaba a su cuerpo, desesperadamente. Jeongyeon presionó sus brazos alrededor de su marcada cintura que tanto había extrañado, intentando aliviar su latente angustia.

—No necesito tus disculpas, te necesito a ti, Nayeon. Te necesito tanto, omega... —Musitó la alfa, abrazándola con presión.

Nayeon presionó el abrazo que sostenía alrededor de sus hombros, con fuerza y deseos de hacerla parte de su piel, para así poder llevarla con ella a todas horas y en todas partes.

—Es increíble todo lo que me haces sentir, es demasiado fuerte. —Agregó a sus palabras —En este par de días no he hecho otra cosa más que recriminarme a mi misma la estúpida idea de dejarte ir, de no haber correspondido a tu beso, de no haberme quedado a tu lado. No he dejado de imaginar lo que hubiera sucedido si decidía seguirte el paso, alfa... —Se tomó un instante para respirar —A veces temo perder el control sobre mi misma y me da miedo ¿entiendes, verdad? —Casi al instante de pronunciar sus palabras, se ruborizó al caer en los recuerdos de algunas noches atrás, dejándose llevar por la alfa que la sostenía entre sus brazos.

—Nayeon debes decirme lo que sientes y yo sabré comprender, lo sabré, lo prometo, pero no está mal sentir temor, cariño. Si debo recordarte miles de veces que no deseo hacerte daño lo haré mil y una si es necesario, para que te sientas segura siempre. —Comentó, ensanchando la sonrisa que le dedicó, antes de besar su mejilla reiteradas veces y respirar su dulce aroma, una vez alcanzó su cuello.

—Usted genera demasiado en mí y todo a la vez, señorita Yoo, y eso me abruma... —Jadeó, aún confundida por esos sentimientos que la invadían cada vez que se comunicaban, así fuera por algunos mensajitos de texto. Era una gran habilidad que dominaba la alfa, íntegramente en ella, su cuerpo, su mente, su espíritu le pertenecían.

—¿Volveremos a tratarnos de usted, señora Nayeon? —Preguntó la alfa con diversión, a la vez que apoyaba su brazo detrás de su cabeza, contra la pared, para estarse más cómoda. Ese juego era tan íntimo entre ambas, que sería demasiado difícil abandonarlo. 

—Le confieso que me gusta mucho la distancia en la que nos mantiene... —Disfrutó al oír la risa con la que le respondió la alfa. 

—No más distancias, mi señora Nayeon. Esta vez me aseguraré de que siempre estemos muy cerca... —Hizo énfasis, cuando los recuerdos de su semblante repleto de enojo llegó a su mente —... oh cielos omega, cuanto más descubro de ti, más me gustas, ¿Cómo demonios es eso posible? Ayúdame... —Murmuró con aquella sedosa voz tan femenina, seductora y grave con la que siempre marcaba cada una de sus acciones en su memoria. Nayeon tragó al oír sus confesiones. 

—Es usted un pecado, señorita Yoo... —Musitó Nayeon contra sus labios, provocándola.

—Seguiré siendo un pecado, hasta que se convenza de que soy una alfa que sí puede amarla como usted se lo merece Nayeon, porque merece lo mejor y me convertiré en lo mejor por usted... —Comentó la pelicorta, al recordar sus reproches.

Sabía que ella había dicho aquello por el desencanto que había sentido en aquel instante, pero necesitaba convencerla de que todas sus intenciones, sus sentimientos y sus anhelos eran genuinos y verdaderos. 

—Lo siento, Jeongyeon... Y lo siento mucho. —admitió con pesadumbre, mientras dirigía un nuevo suspiro ante sus palabras. 

Realmente lamentaba tanto haber dudado de su buena fe y de olvidarse que también era tan humana como ella. Jeongyeon comprendió que también se refería a todo lo pasado después de ese evento, pero no quiso que Nayeon pensara que aquello era más importante que la conversación que al fin le había concedido y por la que había hecho aquella locura de aparecer frente a su puerta.

—¿Sabe que es lo único que realmente siento de esa noche, mi señora Nayeon? —Dijo la alfa, tornando la voz ligeramente ronca y provocando que la omega vuelva a cerrar los ojos para sentir lo que desataba en todo su interior con cada una de sus palabras. 

—Que... —Respondió como la alfa esperaba que lo hiciera, con curiosidad y anhelo. 

—De no haber podido admirar de cerca el modo tan primoroso en el que llevaba ese vestido... —Reveló y cerró los ojos para recordarla aquella noche, enfundada en ese hermoso vestido negro y con su semblante de enojo que tan bien le sentaba. Jeongyeon había quedado totalmente fascinada con esa faceta de Nayeon, aún por sobre el caos. 

—Te necesité tanto... —Murmuró la pelimiel, con esa sonrisa que parecía habersele sellado en los labios. Quien la viera, encontraría el brillo que iluminaba en su mirada como reflejos de sol. 

—Y yo a ti preciosa, no puedes imaginar cuanto... —Respondió la alfa y la omega le regaló un nuevo suspiro que la envolvieron como lo hacían sus brazos. 

—Bésame otra vez, Jeongyeon-ah... —Suplicó con su voz tan alterada como la de la alfa. Fue Nayeon quien se ganó un suspiro de su parte, esta vez.

—Si sigues cambiando de pronombre, me voy a confundir fácilmente, cariño. —Bromeó la alfa, mientras recorría un sendero detrás de sus orejas, volviendo a meter sus manos entre sus cabellos.

—Quizás eso es lo que quiera, que se confunda, mi señorita Yoo, que pierda la cabeza por mi, como yo lo hago por usted... —Dijo con picardía, ganándose una nueva risa de su parte.

—Nayeon, ya me muero por ti... —Continuó Jeongyeon, con la conversación.

—Y yo por usted... —Agregó con esa sonrisa que no había podido reemplazar desde hacía un rato, exactamente desde que le había visto frente a su puerta —No puede ser tan erótico tenerte aquí... —admitió la omega, ganándose una risita simpática de esa alfa.

—Tomarte en un beso, es lo que quiero hacer desde que te fuiste sin decir adiós, Nayeon. Aunque lo único que agradezco de ese día es eso, que no hayas dicho adiós, mi omega. Dime, ¿Me extrañabas tanto como yo a ti? —preguntó la alfa, decidiendo que era una de las pocas respuestas que necesitaba oír.

—Mucho —Respondió Nayeon casi de inmediato, ganándose una nueva sonrisa radiante de la alfa. Su alfa...

—¿Mucho? —Consultó para su propio deleite.

—Mucho. Simplemente. —Confirmó Nayeon, sin decepcionarla.

—¿Me amas? —Apostó todas sus cartas y un silencio las irrumpió intensamente luego de esa pregunta. Jeongyeon frunció el entrecejo ante su tardanza, pero cuando quiso refutar, obtuvo la respuesta que esperaba y la compañía de su mirada dando fe, fue la mejor parte.

—Te amo tanto... —admitió en voz alta y la mano con la que se tapó los labios tembló. Quizás si se sintió demasiado expuesta en admitirlo nuevamente, pero ni siquiera lo había pensado tanto, esa respuesta era muy obvia entre las dos.

—Y yo te amo a ti omega... —Aquello ya no era un juego que se había salido de control y quizás sería mejor para las dos hablar con palabras claras, pero, ¿Hasta qué punto sería conveniente? Dudó Jeongyeon, con preocupación por lo que les deparara el futuro.

Kim Yejun hizo el ingreso a su casa por la mañana del sábado y luego de buscar a su omega por la casa, la encontró al fin. Nayeon no lo hizo en la habitación, cuando salió del baño esa mañana. El mismo se le quedó viendo tan fijo, que si no fuera por esa acción ella no le hubiera notado.

—¡Ow! —Exclamó al descubrirlo, sorprendida y exhaló al encontrar su inexpresión. Su aroma no estaba en la habitación, ¿Acaso había tomado supresores? 

—¿Vas a salir? —Consultó él, hundiendo el ceño muy profundo sobre su frente. 

—¿Qué haces aquí? Creí que ya habíamos quedado en que tú y yo mantendríamos las distancias, por el bien de todos en esta casa. —Agregó tomando el nudo que sostenía la toalla y que cubría su desnudez hasta por encima de las rodillas. Él la recorrió sin pudor, antes de mecer la cabeza. 

—Aún hay cosas que ocupo de esta habitación... —Y si Nayeon lo conocía como lo hacía, debía aceptar que en esa frase cabían muchos aspectos más que no sólo se trataban de lo material y que ella era una de esas "cosas". Se incomodó ante la mirada que se perdió por sus piernas. 

—¿Ya tomaste lo que necesitabas? —preguntó, invitándolo sutilmente a que se retirara.

El alfa se acercó intencionalmente, con su brusquedad de siempre y sintió el aroma de su jabón de baño que se desprendía en el vapor que humeaba desde su piel, entremezclado con su aroma floral, tan acentuado desde hacía un tiempo.

—¿Cambiaste el aroma? —Consultó y ella le miró con asombro ante sus palabras. 

—Solo había de coco. —Explicó —Vaya, que observador vienes... —agregó ella alzando su ceja soberbia y el tono de voz repleto de reproches, pero Yejun hizo un paso más frente a ella, tomándolo como si le estuviera coqueteando.

—Para que veas que si te pongo atención, omega... —Respondió con aquella sonrisa sobradora que ella tanto detestaba. 

—Que lástima que te hayas acordado tan tarde, ¿No crees? —Le consultó la pelimiel.

Yejun volteó los ojos al apartarse aquel paso de ella, regresando la distancia entre ambos. 

—Contigo no se puede, Nayeon... 

—Ni se podrá. Aún sigo esperando a tu abogado, no veo que estés avanzando demasiado en el trámite de divorcio. —Le presionó y el alfa resopló ante ese planteo. 

—¿No hay modo de hacerte cambiar de opinión, verdad? —Espetó con notable molestia, ganándose un movimiento de su cabeza en negativo como respuesta. 

—¿Creías que sí? Me extraña tu ingenuidad, Kim. —Le sobró ella, ganándose otra de sus sonrisas soberbias. 

—Que insolente te ves... —admitió observando cada expresión en su rostro. Deseaba arrancarle los labios con los dientes desde hacía suficiente tiempo, para así recordarle que aún le pertenecían legal y religiosamente. 

De pronto todo en ella lo invadía en cualquier instante, definitivamente debía de hacer algo para detenerla o acabaría descubriendo que ni siquiera había comenzado el trámite, antes de que pudiera conquistar nuevamente su atención, como lo había planeado desde un principio. 

—Lo soy, siempre lo he sido. Le dí mil y un problemas a mis padres por ser una omega rebelde, lo que sucedió es que cometí la estupidez de cambiar mucho por ti. —Dirigió con una sonrisa amarga y él suspiró con violencia, fastidiado. 

—¿Qué esperas? ¿Qué me disculpe por eso también? —Espetó con ironías y Nayeon meció la cabeza. 

—Por supuesto que no lo harás. Porque para ti lo único importante siempre es lo que tu haces y nunca lo que los demás hacen por ti. —Agregó la pelimiel, ganándose la seriedad de ese hombre. 

En su cabeza, Yejun decidió que debía de encontrar la raíz a todo ese problema y supo que había una sola manera de averiguarlo. Con esos pensamientos en la cabeza, salió de la habitación, dando tumbos.

Nayeon le dirigió una mirada de desprecio, cuando cerró la puerta con tanta fuerza, la suficiente para que se oyera el eco en toda la casa. Le molestaba el modo invasivo en el que se encontraba ese hombre, estaba sospechosamente intenso y eso comenzaba a alertarla más que antes, debería tener muchísimo más cuidado con lo que hacía.

—¿Cómo que ya no las consiguen? ¡Oh vamos! ¿Es una broma? ¡Tiene que haber algún modo! —Se quejó la alfa, al teléfono.

Dahyun le miraba con expresión divertida, una vez aparecía por el despacho.

—No importa lo que valgan, solo asegúrame que podrás conseguirlas... —Se dirigió hacia el encargado de la florería. —Perfecto... Sí, para el lunes. Temprano, por favor. —Exigió antes de colgar el teléfono, aún con la mirada de su prima, a quien divisó de reojo. —Estoy ocupada. —Le dedicó con la sonrisa que encontró en sus labios. 

—Si, me estoy dando cuenta. ¿Qué haces, unnie? —preguntó con las intrigas revoloteando en su interior.

Su prima estaba irreparable y, aunque le gustaba inmensamente verla tan animada, necesitaba saber más detalles sobre su incongruencia.

—Por lo pronto, compraba algunas flores, luego tengo que disponer la cena familiar antes de que dejes la ciudad mañana, ¿Qué quieres de cenar? —Consultó aquella alfa con una sonrisa divertida. La omega exhaló como respuesta. 

—Anda, cuéntame o le diré a tía Bae y te sacará la información de otro modo. —admitió al recordar las amenazas de su tía, cuando niñas. Jeongyeon hizo expresión de desapruebo. 

—Ay no, hasta el día de hoy no puedo probar jarabe por esa amenaza. Le tenía pavor, cada vez que me decía que si no comía mis vegetales me enfermería y debería tomar jarabe durante un mes... —De este modo, se ganó la risilla de su prima. 

—Ha sido muy hábil, dos niñas temiendo al jarabe de la tos como si aquello fuera lo más monstruoso del planeta. La admiro demasiado. —Asintió Dahyun con agradecimiento y Jeongyeon le dirigió toda su atención a la castaña mujer que le dedicaba una sonrisa alegre —¿Hablaste con ella, verdad? ¿Ya te perdonó? —Indagó sin apartar la mirada. Lo que halló confirmó su pregunta. 

—¿Quieres flores? —preguntó la pelicorta, siempre tan perceptiva. La joven omega le guiñó un ojo. 

—Si, ya te ha perdonado... ¡Andaaaa! Cuéntame unnie... —Suplicó entonces armando un prominente puchero, ganándose una risa divertida de parte de su prima.

—Si tu me cuentas, yo te cuento... —Negoció la alfa, haciéndo a Dahyun voltear los ojos.

—Chantajista profesional. Aunque admito que si supiera lo que has hecho por cuidar su imagen, yo también te hubiera perdonado... 

—Ella no lo sabe y no se lo diré, jamás. —Señaló la alfa, ganándose aún más su atención. 

—Eres más hábil de lo que imaginaba... ¿Acaso eres alfa? —Consultó con humor, mientras tomaba asiento delante, en una silla frente a su escritorio. Jeongyeon asintió con la cabeza. 

—Lo soy... ¿Qué quieres saber? Es más interesante saber que es lo que escondes tú. —Señaló la pelicorta, ahora tecleando en su teléfono. 

—Estoy saliendo con una alfa y déjame decirte que me cuesta demasiado aceptar la idea de compartirme con alguien más, ya sabes, perder la cabeza, no me apetece demasiado... —Comentó corriendo el flequillo que se escurrió en su frente, con toda naturalidad.

—¿Sabes? Admiro el modo en el que estás conforme contigo misma, disfrutas de tus viajes y tus proyectos... —Reveló con total honestidad. La jovensuela, sonrió con agradecimiento. 

—La gente ve a la soledad como una mala compañía unnie, pero yo creo que es una bendición y si decidí darme una oportunidad con alguien más, es por la sola idea de querer vivir todas las experiencias, sin necesidad de llenar espacios huecos como hace la mayoría cuando le abre las puertas al amor. —Habló con la barbilla en alto. Jeongyeon sonrió con orgullo. 

—Me alegro. —Bajó la mirada entonces y Dahyun alzó ambas cejas esperando una respuesta. —La necesito, porque también me había acostumbrado a mi soledad, pero ahora que ella apareció en mi vida no puedo recordar cómo era todo antes de conocerla y no quiero recordarlo, ella es mi omega... —Admitió ganándose una expresión de incredulidad. 

—Vaya... a ese tipo de cosas le temo —Con aquellas palabras se ganó otra risa estruendosa de su prima. 

—Los sentimientos no son "cosas", Dahyunnie... —Volteó los ojos, ganándose una risilla simpatica, muy típica de aquella omega.

—Tú me entiendes, los sentimientos a veces suelen volvernos demasiado... —Pensó meneando la mano, buscaba la palabra que lo definiera mejor.

—¿Inseguras? ¿Versátiles? ¿Incoherentes?... ¿Inestables?

Dahyun le señaló ante la última palabra que musitó. 

—Inestables. Esa es la palabra. Y no quiero volverme alguien inestable, de verdad que no estoy lista para algo como eso... —admitió con una expresión de terror. Jeongyeon sonrió, sintiendo ternura por su ingenuidad. 

—Eso no lo puedes manejar cariño, solo sucede y ya. Ni siquiera te das cuenta que estás siéndolo realmente... —Razonó al recordar lo sucedido con Nayeon y se lamentó por aquella torpeza, una vez más.

—No quiero que me suceda. —Le confesó con determinación y la alfa alzó los hombros.

—Cuanto más lo evitas, más inestable te vuelves y te sientes, Dahyunnie...

—Es como si fuera a intensificarse con cada paso que doy... 

—No es "como sí", se intensificará con toda seguridad y a cada instante se pondrá más insistente, hasta que llegará un instante en el que la necesitarás para poder respirar con normalidad... —Expresó la pelicorta, con la mirada perdida en la nada. 

—Eso suena horrible, unnie... —Le regresó la omega, con gran preocupación, ganándose una nueva risa de parte de la alfa.

—Lo sé, pero lo que se siente en ese proceso vale toda la pena, te lo firmo con puño y letra. —Le guiñó un ojo con toda seguridad y la omega la miró como si estuviera totalmente loca.

El lunes era el comienzo de la semana, un día reconocido por qué representaba, en su mayoría, el regreso a la rutina luego de los días de ocio. Irritante, el día más rechazado, ese fue el que ella había elegido como su día favorito, por todo lo que significaba.

Nayeon se había comportado con una normalidad cautelosa, aunque en la soledad de su habitación ansiaba la llegada de aquel momento más que nada.

—¿Hola? —Habló ya jadeante, cuando sintió aquella reconocida respiración que tanto conocía y el rubor se extendió por sus mejillas hasta su pecho. 

—Mi señora Im Nayeon, espero que no se haya olvidado de nuestra cita de hoy... —Habló la alfa, con entusiasmo en su voz.

Jeongyeon se encontraba ya sentada en la cafetería de aquel hotel, bebiendo un delicioso café negro y comiendo ansias. Nayeon se sonrió de lado sin imaginarlo. 

—Por supuesto que no, allí estaré, ¿A qué hora le parece más conveniente? —Consultó a su reloj. Había extrañado su voz, su ímpetu, su amabilidad. La había extrañado por completo. 

—¿A qué hora? Cuanto antes. Estoy deseando tener su cuerpo entre mis brazos, y hacer de usted parte de mi en la misma cama, hasta que se nos olviden todos los problemas, omega... —Mientras la alfa hablaba, cada una de sus palabras parecían enloquecer el corazón de la omega, con tantas sensaciones que la cubrían de pies a cabezas. 

—Por la madre Luna señorita Yoo, ¿Sólo me llamó para decirme tantas indecencias desde tan temprano? —Preguntó la pelimiel mientras se echaba aire con una mano y se tomaba la temperatura de la mejilla. Definitivamente había perdido todo autocontrol desde que la había oído por primera vez en aquella fiesta social, no sabía porque demonios intentaba reprimirlo con tanta ensaña. 

—La espero. —Prometió la alfa y Nayeon se remojó los labios antes de contestarle.

—Allí estaré. —Compartió la promesa, antes de colgar. Un largo suspiro excitado se escapó de su boca de pomposos labios y se obligó a retomar sus pendientes, entre ellos, tomar un baño.

Luego de recogerse el cabello, de ponerse las sutiles joyas que utilizaba y de cubrirse con esa ropa demasiado conservadora que marcaban muy bien su elegante estilo, se observó en el reflejo y no se sintió conforme con lo que veía. Se observó fijo y meció la cabeza ante su aspecto. ¿Por qué seguía reteniendo a la Nayeon que era con Yoo Jeongyeon? ¿Qué es lo que ganaba escondiéndola? De nada había servido mantener las apariencias si todo se había puesto de cabeza de todos modos.

Ladeó la cabeza ante su reflejo y analizó una solución. Casi al instante tomó un pad y se quitó el labial claro con suma paciencia, imaginando el reflejo que deseaba ver de ella misma.

Sonrió con travesura ante su reflejo, una vez se deshizo de las horquillas que mantenían su cabello color miel en orden y el mismo cayó en grandes ondas, ella se masajeó y acomodó el largo, de modo que lo mantuvo en orden, pero libre. Lo siguiente que hizo fue tomar el labial bordó que tenía casi sin uso en el neceser y con mucho cuidado, lo deslizó por sus labios. Observó como su maquillaje de siempre complementaba a la nueva Nayeon y aceptó que debía de oírse más a sí misma, aprender a complacerse un poco.

Ya un poco más conforme, de un salto se puso sobre sus pies descalzos, corrió hacia donde había guardado ese bello vestido negro y lo apoyó sobre su cuerpo mientras se veía frente al espejo. El castaño en sus ojos centelleó ante la idea que cruzaba por su mente.

Varios minutos después, muy a gusto con el modo en el que ese bonito vestido se ceñía en su cintura, se cubrió con el tapado que la protegería del frío en la ciudad y, agradecida de que todos estuviesen en sus propias ocupaciones de lunes como para ponerle atención, tomó tranquilamente el camino hacia lo que sería uno de los tantos capítulos de su aventura con esa maravillosa alfa que vivía en cada una de sus motivaciones. 

Quizás ya se oía un poco cliché, pero ella sintió escalofríos a la expectativa de todo lo que fuera a suceder dentro de ese hotel, esa mañana.

Se sentía como en un sueño "¿Ya me habré vuelto loca?" Se preguntó cuando encontró su reflejo en las paredes del ascensor, calzando un vestido de noche por la mañana de un día cualquiera. ¡Por supuesto que no! Le respondió su omega. Estaba más cuerda que nunca, con el corazón martillando contra su pecho, muy segura de lo que hacía, mucho más segura que todas las otras veces. 

Jeongyeon era una amante inigualable, siempre lograba superar un encuentro del otro, las sensaciones se multiplicaban al cien por ciento con ella, cada vez eran más y más que ya no podría compararlas con las primeras, ni encontraba posible describirlas, se volvían tan intensas que no podía controlarlas y cuando parecía que no podría sorprenderla más, destrozaba todas las expectativas y limitaciones, proocándole sentimientos nuevos. Yoo Jeongyeon era como el amanecer de verano en la playa, despejada, cálida, relajante, le transmitía esperanza y vitalidad. 

Mientras pensaba en todas las cursilerías que no era capaz de decirle a esa alfa, hizo su llegada y le regaló una sonrisa encantadora cuando la encontró en su espera, sentada elegantemente en un sillón en el lobbie. 

La alfa no se inmutó cuando la encontró en el llamado del ascensor al llegar del estacionamiento. La dibujó atentamente con su mirada, se veía poderosamente hermosa con su cabello suelto que se balanceaba en su caminar ligero, el color oscuro de sus labios no pudo evitar imaginar cuando lo embarre en su piel como la última vez y ese vestido... parpadeó varias veces intentando regresar del transe. Ya sabía cuando le gustaba más, cuando era así de espontánea, decidió.

Nayeon la recorrió, observando que iba sumamente elegante, como cada mañana imaginó al reconocer el logotipo de su empresa en el prendedor que se veía en la solapa de su traje, y respiró con el alivio que la abordó al volver a encontrarse con ella. Por supuesto, la alfa le devolvió la sonrisa mientras se acercaba en su encuentro, una vez presintió su mirada casi que al instante.

—Vaya... —Admiró embelesada, rodeándole la cintura con un brazo y Nayeon bajó la mirada deliciosamente intimidada por su alfa, no pudiendo evitar sostener la sonrisa tímida.

Aquella alfa era tan segura de sí misma que parecía propagarlo en ella, porque lentamente parecía contagiarla con su cualidad y aquello se había vuelto tan evidente. Con muchísimo gusto, Jeongyeon le ofreció las flores que a ella tanto le gustaban y que tanto le había costado conseguir esa vez. 

—¿De dónde las sacaste? —Murmuró la pelimiel, sabiendo que de donde las hubiera conseguido, le habrían costado una fortuna por el cambio de temporada.

—Haría lo que fuera por ti, debes saber... —Susurró apoyando su nariz contra la suya, en una caricia tan mínima. Ahora rodeándola con ambos brazos, las flores quedaron entre medio de ambas, aromatizando el acercamiento y Nayeon buscó su mirada con ansias. 

—Se ve tan guapa, tan elegante ¿todos los días viste así?... —Cuestionó, ordenando el cuello de su blusa. Jeongyeon se enamoró una vez más del brillo que encontró en su mirada. 

—¿Se está burlando de mi, omega? —Preguntó fingiendo indignación y disfrutó del humor cuando la pelimiel se rió, meciendo la cabeza. 

—Por supuesto que no mi señorita Yoo, hablo muy en serio. —Dijo sosteniéndose de los bíceps de esos brazos que se engarzaban en ella, presionando su piel sobre la tela. El tacto de la alfa le quemaba aún cuando no era directamente, razonó la omega.

—¿No le importa que nos vean aquí, juntas? —preguntó la alfa, evadiendo su atracción o cometería la más descabellada de las locuras y deseaba ir muchísimo más lento, esa vez no lo arruinaría.

Nayeon meció la cabeza a su anterior pregunta, aunque sin poder apartarse del hechizo que desprendían sus rasgados ojos. 

—Ahora, precisamente, no me importa nadie más que tú. —admitió la omega, ganándose un apretón contra el cuerpo de aquella alfa. No se había dado cuenta de que la sonrisa se le había congelado en los labios. 

—Aún tengo tanto que enseñarte, mi amor... —Murmuró la pelicorta junto a su oído, como una promesa. 

—Me muero por ser su aprendiz, señorita Yoo... —Respondió segundos antes de que el ascensor se abriera frente a ambas, sin que la alfa pudiera responder a aquellas palabras. Nayeon ni siquiera supo en qué momento se habían dirigido hacia allí. 

Jeongyeon extendió una mano como sugiriendo su propuesta, Nayeon encimó la suya suavemente como respuesta y juntas ingresaron al elevador, para que las dirigiera a su destino.

La omega se había tomado las manos como signo de nerviosismo, cuando volvieron a estar a solas, como aquella vez, pero en esa ocasión no sintió deseos de apartarse de esa sensación, por el contrario, se sintió tan segura, que no se reconoció en su reflejo. 

—Si, eres tú. —Señaló la alfa, junto a su oído —Me gusta esta tu. Te ves maravillosa cuando eres tú misma, Im Nayeon... —Comentó, cuando la rodeó nuevamente con sus brazos.

Nayeon abrazó a las flores, apoyando su cabeza contra su pecho y cerró los ojos, ansiaba sentirla a cada instante que la tuviese cerca. Sus cuerpos quedaron muy juntos por su accionar, el ascensor no paró en el piso de siempre, Nayeon gimió sonoro cuando la alfa la unió contra su cuerpo de modo más estrecho.

—Alfa, ¿A dónde vamos? —Murmuró junto a su mejilla.

La pelicorta se saboreó los labios del modo que le fascinaba verla hacerlo a ella, se moría por tomarla allí mismo, salvajemente, pero eso no sería nada prudente, le advirtió su loba, intentando mantener la compostura.

—Al pent... —Correspondió del mismo modo. —"Esa" habitación no está disponible ocasionalmente, pero cualquiera funcionará para lo que tengo planeado hacer contigo en ella... —Murmuró junto a su cuello y descansó un beso casto en la suavidad de su piel, descubriendo su aroma. Nayeon tembló involuntariamente. —Hueles diferente, hay rosas y algo mas... —Saboreó la alfa.

—¿No le gusta? —Cuestionó, buscando su mirada en el reflejo del metal. Lo que encontró en su expresión le respondió.

—Me encanta. —admitió presionando la mandíbula cuando ella se acomodó entre sus brazos con intención. —No respondió a mi pregunta... 

—Me gustas tu... —Aceptó ganándose una mordida de parte de la alfa, quien luego dirigió sus besos ansiosos hacia el lóbulo de su oreja. La pelimiel jadeó, destapando una sonrisa complacida. 

Cuando la puerta del ascensor se abrió en el último piso, ambas caminaron a paso rápido aún tomadas de la mano. Jeongyeon iba delante y la llevaba como si atrajera a un ángel hacia las llamas de lo prohibido y la alfa fuera una demonia con deseos de alimentarse de su santidad hasta saciarse. Es lo que era, su ángel vestido de negro y ella deseaba abrir sus alas para que volara muy alto...

~"¿Qué es lo que pasa por esa hermosa mente?
¿Cuántas veces tengo que decirlo?
Que incluso cuando lloras, aún te ves hermosa
El mundo está tirándote abajo 
Y yo estoy por aquí, pasando por cualquier estado de ánimo 
Tu eres mi perdición, eres mi musa
Eres mi peor distracción 
Mi cabeza está bajo el agua, pero estoy respirando bien
Tu estas loca y yo no estoy en mis cabales
Porque todo de mi, ama todo de ti
Amo tus curvas y tus bordes 
Todas tus perfectas imperfecciones
Dame todo de ti, y yo te daré todo de mi (...)
Aunque sea difícil, lo estamos arriesgando todo..."

¡Buenas noches ser del bien!

Disculpa mi ausencia en esta historia, intentaré no tardar tanto esta vez, lo prometo.

Gracias por tus comentarios de amor y por todo el apoyo, este fict me tuvo totalmente hechizada durante bastante tiempo, espero que a ti también te guste mucho.

Te leo siempre, tu JazUnnie🌻

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