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1: "𝑺𝒆𝒏̃𝒐𝒓𝒂"

Las yemas de sus dedos recorrían sus finos rasgos repleta de nostalgia. Había tanta sabiduría allí y no porque fuera la más experta en cuestiones de mundo ni en ninguno en lo absoluto, pero sí había sido muy sabia al respetarse a sí misma y no caer en la desesperación en la que te expone las marcas que iban dejando el paso del tiempo.

Todavía podía oír la voz de su mejor amiga diciendo: "Existen los cirujanos plásticos, Nayeon" "Deberías abrir la mente, Nayeon" "Te ves muy tranquila, ¿no te da terror la idea de cumplir cuarenta y cinco años?" Sonrió al recordarla con todo y sus expresiones.

No, no era sabiduría de lo que se colmaba, sino de paciencia y debía de tener mucha para soportar a un personaje como lo era su amiga Minatozaki Sana. 

Claro que tenía terror, ya se veía muy adulta, entonces llegaban esas preguntas tales como: "¿Cuándo se fue tan de prisa el tiempo?" Mientras se recorría la pequeña marca de, lo que alguna vez, fue un lazo la cual lentamente parecía perder más vida. Intentantaba no deprimirse ante la imagen que le regalaba el espejo. 

Ya no eran veinte, ni treinta, no eran cuarenta por todos los cielos... ¿Qué demonios había hecho con su juventud? Nayeon de veinte años se habría horrorizado tanto como su loba lo hizo, ante la idea de perderse en la frivolidad vacía en la que se conformaba su monotonía actual. No, ese no era el futuro con el que había soñado, pero sí era el que ella misma había elegido, no podía echarse para atrás ni aunque quisiera. 

"¿En qué estaba pensando cuando dije que sí?" Divagó entonces. Que sí al matrimonio, que sí a la maternidad, que sí a brindar su tiempo para todo y para todos. "Para lo que se ofrezca" había dicho él, cuando le indicó que era mejor que abandonara la universidad, luego de descubrir la llegada de Yeri, su primera hija. Para lo que se le ofreciera a todos menos a ella, claro estaba.

"Autocompadecerte es tu deporte favorito, Nayeon" se regañó a sí misma y terminó por desmaquillarse por completo, aún por sobre el desánimo, la tristeza y la desolación que le recorría cuando esa loba avergonzada le ponía un poco de atención. ¿Qué más daba? Ni modo de echar el tiempo para atrás y retroceder, porque definitivamente ya no era una opción. "La vida se había pasado y punto, Nayeon." Acabó con su debate interno, mientras se deslizaba por la habitación, ignorando la tristeza de su omega, una tristeza que ella intentaba separar de su vida terrenal. 

Su aroma a dulces, delicadas y frescas rosas había sido un atractivo inigualable en ella, pero con el tiempo había descubierto que, sencillamente, había ido disminuyendo y comprendió que quizás estaba llegando a la edad en la que abandonaría su celo. Tragó al recordar esos pensamientos, otro indicio de que la edad había caído sobre ella.

Una vez estuvo junto a la cama, removió esos tontos pensamientos innecesarios, dejó caer la bata y se recostó para meterse entre las capas de su cobertor. Ya estaba arropada allí, cuando miró a su imponente alfa, quien leía un libro con mucha atención. 

Se veía tan atractivo con los lentes puestos sobre ese par de ojos oscuros y su expresión de concentración máxima. Era injusto que él no necesitara cubrir las arruguillas con base, ni profundizar el oscuro de sus ojos con maquillaje pues, se veía bien a todas horas, vaya fortuna. Aún conservaba ese aire misterioso que le había llamado tanto la atención cuando le conoció en la universidad. Cielos, estaba muy nostálgica aquel día.

—¿Qué lees? —preguntó la omega, mientras iba liberando su largo cabello color miel, del prendedor con el que lo mantenía en perfecto orden. 

—Una historia de terror que me regalaron —Respondió el hombre con aquel imponente aroma a madera, con un tono de voz poco acentuado, signo de su concentración desmedida. 

—Tus favoritos, ¿Quién te hizo el regalo? —preguntó curiosa, mientras observaba como, sin intención, había pronunciado demasiado su escote para él. 

—Ehmm... Junseo, sí —Pronunció el nombre de su socio y mejor amigo, cuando la vió de reojo y prosiguió con su lectura.

Aunque no pudo evitar sentir como la mano de su esposa se hundía en los cabellos de su nuca, haciendo un relajante masaje.

—Vaya, qué detalle de su parte ¿verdad? Luego le enviaré un pie de manzanas como agradecimiento con Hayun ¿Qué dices? —Habló de la esposa de su amigo y también amiga, con la voz tan empalagosa.

Yejun no pudo evitar suspirar al oírla. Finalmente asintió hacia ella, fingiendo ignorar sus insinuaciones. 

—Claro, haz como mejor te parezca, Nayeon... —Respondió del mismo modo que las anteriores veces. 

Nayeon sintió como su omega se encogía ante el pinchazo de decepción que la azotó, cuando él no se volteó a verla siquiera o a corresponder sus claras insinuaciones. Pero no se daría por vencida, no aún.

—Genial. —dijo mientras bajaba la mano por su brazo.

Nayeon deslizaba caricias de arriba hacia abajo reiteradas veces, mientras apoyaba sus senos contra el mismo y una de sus piernas subía entre las suyas. Yejun suspiró manifestando impaciencia y ella se sonrió, devolviendo su dulzura.

—¿Qué dices si uno de estos días los invitamos a cenar aquí? Hace mucho que no compartimos tiempo con ellos, ¿no crees? —Habló melosa, mientras le daba mínimos besos cerca de la oreja, pero él no se volteó a verla una vez más.

—Claro. Sólo dime cuándo será, así no me comprometo con otro pendiente. —Se removió claramente incómodo. 

Nada. La vista del alfa seguía persiguiendo línea tras línea sin darle algún indicio de que le estuviera interesando su clara propuesta indecente. El hombre hacía como si ella no estuviera allí junto. Nayeon frunció el entrecejo ante su actitud. 

—Está bien. —Dijo con la voz muy pequeña esta vez, porque él había tomado su brazo y lo había apartado de su cabeza, despacio, hasta dejarlo más cerca de ella y menos de él, como si lo que pudiera hacer, fuera incorrecto. 

Mientras se apartaba, se cubría y se volteaba para descansar o intentarlo tan siquiera, ya que nadie se repone fácilmente de tanto desinterés, varias lágrimas brincaron de sus ojos al sentir su rechazo una vez más, en la misma semana y sintió como su loba se encogía una vez más muy en su interior. 

Definitivamente algo andaba mal con ese alfa y con su relación... bueno, lo que la desesperada era no saber el motivo exacto del porqué su conexión con su omega se había deteriorado de ese modo, y porque se empeñaba en ignorar lo que era obvio en su matrimonio, aquello se había roto hacía un largo rato, concluyó.

Esa había sido la última vez que Nayeon le había rogado un poco de su atención a ese estúpido alfa, algún tiempo después descubrió lo inimaginable, su infidelidad.

Pero decir inimaginable era un modo de aliviar el dolor que le generaba la verdad, él era muy cruel y ella una ingenua de las conscientes.

La Señora Im Nayeon, respetable y honrada dama de sociedad, omega de Kim Yejun, un alfa que pertenecía al mundo de figuras públicas por su labor sobresaliente como abogado, cuyo nombre ponía a temblar la voz de varios hombres importantes y aliado de otros individuos poderosos. 

Nayeon era dueña de las obligaciones de la morada del gran Abogado Kim, próximo aspirante a Ministro de Justicia, y madre de dos maravillosas hijas: Kim Yerim, una joven alfa de veinte años y Kim Chaeyoung, una pequeña omega de diecisiete años, quienes no perdían oportunidad de traerle dolores de cabeza. 

Vivía una vida muy monótona y sin mucha gracia dentro de aquel mundo en donde el que siempre tenía más importancia y especial atención era su alfa, incluyendo de su parte. 

Fuera de todos aquellos nombres y obligaciones que pesaban sobre ella, ¿Quién era Im Nayeon realmente y hasta dónde era capaz de llegar?

Eso mismo se preguntó ella, tres meses después de ese vergonzoso último rechazo que le había dejado tan vacía y apartada de su loba, sin poder salir de su asombro ante el modo muy curioso en el que esa desconocida, joven desconocida debía aclarar, coqueteaba con ella descaradamente, buscando su atención y llamando poderosamente la atención de su omega, con aquel fuerte y cautivador aroma a cacao puro. 

Entonces habían pasado dos meses desde que Nayeon había descubierto la traición de su alfa, quien la engañaba con una omega mucho más joven, bella y abogada, que trabajaba en sus oficinas.

Su autoestima se había encontrado en el subsuelo, hasta esa noche. 

Una llamada inoportuna llevó a Yejun fuera de la casa de su amiga, quien ofrecía una fiesta esa noche y, sin pretenderlo, todas las circunstancias la orillaron a aceptar la tarjeta de presentación que le ofrecía esa hermosa alfa alta y pelicorta que se encontraba sonriendo con todos sus dientes de modo encantador, para a ella. 

—Gracias. —Musitó Nayeon, con una seguridad que no sentía internamente. 

"Oh cielos, espero que nadie haya visto eso" pensó para sí misma, mientras guardaba la tarjeta en su bolsa y correspondía a su insistente mirada fija con rubor encendido en sus mejillas. 

Aún con la pena, no se permitió cambiar el semblante relajado que se había propuesto al compartir palabra con esa desconocida alfa que la hacía vibrar interna e inexplicablemente. Quizás era por el alcohol, se dijo, sí debía de ser esa copa de vino que se bebió de un trago cuando encontró a su alfa al teléfono. Sí, debía de ser eso. 

—Espero su llamado, a la hora que sea y para lo que sea. Cuenta con mi apoyo, mi Señora Nayeon... —Sonrió aquella alfa seductora, mientras deposita un beso en el dorso de su mano, en modo de despedida. 

—¡Nayeon! ¡Ya vámonos! —Exclamó Yejun extrañamente exaltado, al ver la cortesía en esa alfa que no era él, y haciéndola sobresaltar. 

¿Acaso serían celos? Nayeon rió internamente de su pobre ingenuidad. Luego de conocer a la omega con la que él se revolcaba quien sabe donde y cuantas veces en el día, no creía posible que pudiera sentir una pequeña pizca de celos por ella, tan siquiera. Estaba demasiado acabada para merecer celos y atención. Vaya no, ya comenzaba a autocompadecerse otra vez. 

—Adiós. —Respondió, disimulando la distancia como lo había hecho en toda la conversación que había compartido con aquella desconocida y la miró de arriba hacia abajo cuando dejó que su alfa la llevara casi a rastras. 

—¡Aléjate de ese tipa! Sólo sabe meter las narices donde no debe. —Sentenció Yejun con la misma exigencia de siempre.

Nayeon bajó la mirada muy metida en sus pensamientos. 

—Claro. —Aceptó en automático, sin preguntas y sin quejas.

"Bravo Nayeon, que estúpida te has de ver" su loba le reclamaba y la pelimiel se asombró de notar que ella daba signos de seguir allí. 

En aquella noche se había permitido profundizar la grieta que abría en medio a su matrimonio, la misma que su alfa había abierto al engañarla con esa omega mucho más joven, pero aquello no lo sabía aún a ciencia cierta. 

Y no lo supo hasta que, varias semanas después, bueno sólo dos pero para Nayeon se había convertido en una eternidad que le picaba en el estómago con culpa y a la vez con necesidad, una necesidad imperiosa e incesante de oír y repetir la plática tan estimulante que esa mujer le había ofrecido esa fatídica noche de sábado, pero sobretodo, sentía culpa por el deseo que acumulaba de volver a sentir esa mirada tan... estimulante, sobre ella otra vez, solo una vez más. 

Flash 

—¿Por qué me mira así? —La omega movió sus manos frente a la alfa con real intriga ante su notable interés sobre su persona. —¿Por qué hace todo esto? No tengo dinero, el dinero es de aquel hombre, no es mío. Por si eso es lo que usted bus... —Ella hizo silencio al oír su exquisita carcajada.

"Vaya, riendo se veía mas atractiva", pensó la omega delineando las líneas de su delicada mandíbula con su mirada y alcanzó el apagado en sus ojos color chocolate, era muy atractiva de ver, sin duda alguna. 

—¿Usted ve en mí, necesidad de dinero? Porque debo admitir, que es lo peor que alguien haya insinuado sobre mi persona. —Habló la mujer que se había presentado como Yoo Jeongyeon, algunos minutos antes, con decepción en su voz. 

Nayeon sintió culpa e intentó remendarse casi de inmediato: 

—¡No, no lo he visto! Discúlpeme, mi intención no era ofenderla, simplemente quise ser directa. —Admitió con la necesidad de ver su expresión ante su honestidad y no se decepcionó al ver una sonrisa para nada ensayada en el rostro de aquella alfa que la observaba con gran interés, un interés tan íntimo que la traía ruborizada desde que había posado su mirada sobre ella.

La alfa la veía como si pudiera ver debajo de su ropa y eso era realmente escalofriante. Tragó ante sus escandalosos pensamientos. 

—Usted es la omega más guapa que mis ojos han visto hoy, pero sin duda tiene la autoestima más dañado del planeta tierra —Exageró con una risilla. 

Sus palabras eran una verdad que dolía, pero lejos de sentirse mal, Nayeon había soltado una risa genuina que a la alfa le pareció la más sutil y armoniosa de las melodías. 

—Y usted está loca. Sé muy bien lo que veo en sus intenciones, Señorita, y le aseguro que no hay la mínima oportunidad de que algo suceda. Soy una mujer casada y tengo principios que... —La mujer la calló como una señal de no insistir más. 

—De acuerdo. Entonces dígame, ¿cuántos años tiene? Me gustaría saber con cuantos se mortifica tanto...

Una nueva risa se escapó de los labios de esa omega de dientes sobresalientes, tan guapa y Jeongyeon se sintió con deseos de robársela con un beso lujurioso, después de percibir ese leve aroma floral.

—En dos semanas cumplo cuarenta y cinco años. —Aceptó ella con aires de nostalgia.

La alfa mecía la cabeza, aceptando lo que se temía, ella estaba exagerando. 

—Podía imaginar fácilmente que estaba exagerando... y no me equivoqué. —Volteó los ojos riéndose de ella, sin pena alguna.

—Ay por favor, no me venga con que el camino a los cincuenta son el renacer de las mujeres de hoy y demás estupideces que he tenido que leer y oír, porque le aseguro que ya no quiero saber más...

La alfa volvió a pedirle chance para hablar. 

—¡Dijo que cumpliría cuarenta y cinco, eso es demasiada distancia para los cincuenta! Además, en mi parecer, la edad es solo un número sembrado desde el estereotipo que lleva a uno a creer que la edad se cuenta con las manos y no con el espíritu. Señora Nayeon, usted se ve... demasiado espectacular sin importar el número. Si tan sólo tuviera la compañía correcta... —Lamentó la alfa, fingiendo una inocencia que, en sus palabras, no se oía en lo absoluto y que la omega pudo reconocer de inmediato. 

—¿Y quién sería la compañía correcta? ¿Usted? —preguntó levantando una ceja, a lo que la alfa respondió entregando su tarjeta. 

—Descúbralo usted misma. —Una suave caricia en el dorso de su mano llevó a la omega a sentir cosquillas en su vientre. Algo que no sentía desde hacía muchos años. —Espero su llamada. A la hora que sea y para lo que sea. Usted cuenta con mi apoyo, mi Señora Nayeon... 

Nayeon navegó en el intenso magnetismo con el que la atraía esa mirada oscura repleta de pasiones y ese impregnante y delicioso aroma a cacao...

Nayeon amaba el cacao, era como si aquella mujer supiera sobre su preferencia. La omega creyó fervientemente que la alfa era una provocación para su cuerpo y mente, pues ambos sucumbieron sin explicación alguna ante ella. ¡Por Dios! ¡Pero si solo se trataba de una desconocida! 

Back 

Luego de que regresaran, inexplicablemente Yejun intentó llevarse a la cama a Nayeon, quizás para remendar su evidente estupidez de irse innecesariamente en medio de una fiesta social, a responder esa llamada, o porque había notado las intensas miradas que había compartido con aquella desconocida, joven y guapa alfa, pero lo que sea que fuera no funcionó pues, Nayeon no sintió deseos de corresponderle.

Aquel rechazo desembocó en una nueva discusión que los llevó al estado monosílabo que compartían incluso dos semanas después, y que ella agradece inmensamente pues, su corazón estaba lleno de rencor y de reclamos sin exteriorizar, ya que no sentía deseos de seguir luchando por esa relación, era un caso que la omega creía que se le había escapado de las manos irremediablemente.

Aún con todo lo vivido en tantos años, lo que se le hizo aún más doloroso era notar que absolutamente nadie, quitando a su cariñosa hija mayor y su incondicional ama de llaves, había recordado que ese día fuera su cumpleaños. 

Nayeon maldijo con amargura la mitad del día por sentirse tan sola, preguntándose si realmente se lo merecía.

Todo contribuyó un poco, luego de que recibió a sus amigas por la tarde, en una agradable cita de té que se le hizo tan frívola como toda su existencia últimamente, y lloró con angustia en la tina largo rato por la tarde noche, pero no lo suficiente como para que se le hincharan los ojos y exponer su dolor frente a todos, no le daría ese gusto a nadie más, se determinó. 

No fue hasta en la noche, cuando tomó la decisión de buscar a esa alfa que le había dado su número en una tarjeta.

Kim Yejun había llamado para dedicarle unas palabras demasiado secas y anunciarle que tenía un viaje de último minuto, pero que estaría al día siguiente por la tarde, con su regalo de cumpleaños, se disculpó y alegó que, luego de tantos años, ella sabría disculparlo sin problema. 

"¡Puf claro que sí maldito desagradecido y asqueroso infiel!", pensó mientras acababa el baño y caminaba por la recámara buscando que sería más apropiado vestir para aquella ocasión que, ella tenía muy en claro, acabaría en la cama del hotel en donde se habían citado, o quizás no, no estaba muy segura de ser tan valiente, pero estaba dispuesta a averiguarlo. Sobretodo el lado de ella misma que se encontraba muy molesta con la dirección en la que se estaba dirigiendo su vida en ese mismo instante pues, presentía que había perdido el rumbo completamente por culpa de su estúpido alfa. 

Una vez lista luego de enfundarse en pantalones de vestir con el conjunto de color negro azabache, se recogió el cabello iluminado con aquellos claros reflejos, del modo que lo hacía siempre y se escondió debajo de un tapado de piel bastante abrigado para enfrentar la inminente pronta llegada del fresco otoño. 

Había estado tan nublado y hacía mucho frío ese día, tanto que le deprimía aún más. Por último se pasó el lipstick color carne por los labios y se maquilló los ojos con poco entusiasmo. 

Al final, luego del mismo proceso de siempre, se aplaudió con ironía "Ni siquiera en tu cumpleaños haces un esfuerzo para cambiar esa apariencia amargada y sin gracia que te cargas. Tu no eres así, no sé cuándo te decidiste a acabar con todo lo que te hacía tan única, pero lo perdiste". Recordó las palabras de su amiga Sana, aquella tarde que se veía igual que siempre, igual que en ese mismo instante. 

Minatozaki Sana solía ser la voz de su consciencia, con esa manera de llevar la vida: atrevida, viváz y libre. Su mejor amiga era todo lo que no estaba bien visto moralmente, pero eso no le quitaba lo maravillosa y la envidia sana que le provocaba de cuando en cuando con su belleza y carisma. Nayeon nunca olvidaría el día en el que le dejó en claro que jamás aceptaría una relación con un alfa menor a veinticinco años y que no tenía permitido comentar con nadie sobre su verdadera edad pues, ella no tenía ni un año más que cuarenta. 

La pelimiel se rió sin remedio, habían discutido por la tarde cuando el pasado había regresado a la mesa entre ellas. Sana siempre le recordaba que la Nayeon que había conocido, no se parecía absolutamente en nada en la que se había convertido con el pasar de los años y las vivencias, y estaba segura de que lo más probable es que tuviese toda la razón.

Decidió que debía de llamarle luego para contentarse, no le gustaba estar molesta con ella, sobretodo cuando había tanta razón en cada una de sus palabras. 

Un suspiro largo llenó de resentimiento su corazón, al ver las gardenias que le había mandado su esposo esa tarde. Veinte años de matrimonio, ¡Veinte malditos años! y no podía creer que no supiera cuáles eran sus flores favoritas, rayos, hasta las margaritas le gustaban más que esas flores. Entonces acarició el jarrón con el gran ramillete de tulipanes amarillos que se había autoregalado esa mañana cuando fue al mercado semanal y acabó por armarse de valentía.

Se merecía ese tiempo, merecía sentir la misma adrenalina que recorría las venas de su esposo al ser infiel ¿Y qué momento mejor que en el día tan solitario que le ofrecía su cumpleaños? 

A un paso de irse, cruzó por la habitación de su hija Yeri. Luces apagadas, aparatos en silencio y una breve estela de uvas se percibía en el ambiente, más todo estaba muy calmado, era claro que la joven alfa no estaba allí, entonces cerró la puerta detrás de ella y luego ingresó en la de enfrente. 

Después de cerrar la puerta de Yeri, cruzó el pasillo e ingresó a la de su hija menor. Chaeyoung dormía plácidamente abrazándose a una almohada con los audífonos puestos en los oídos, suaves y deliciosas fresas impregnando la habitación, delatando su presencia cálida.

Nayeon sonrió con ternura ante el rubor de sus mejillas sonrojadas, se veía como el ángel que no era mientras dormía. Con mucho cuidado, le quitó el aparato de los oídos y arropó a su pequeña omega hasta el cuello. 

—Si tan sólo supieras cuanto te amo, Chaeyounguie... —Murmuró a su pequeña rebelde y esta no dió ningún indicio de haberla oído. Descansó un suave beso maternal sobre su frente y caminó hacia la puerta sigilosamente. 

Cuando observó su reloj supo que estaría llegando unos minutos tarde a aquella cita nocturna, pero no le importó.

Por primera vez quería que la esperaran, quería sentir que ansiaban su llegada, aunque ella supiera que no era así o quizás sólo estaba perdiendo el tiempo para no ir porque era una cobarde. "¿Estás loca? ¡Debes irte ahora!" Se dijo internamente y con esa llamada de atención y el sorprendente entusiasmo de su loba, salió y se metió en su auto para comenzar camino. 

"¿Por qué?" Se preguntaba en su interior cuando pensaba en seguir los pasos de su esposo y sentir la adrenalina que aquello generaba, "Porque es lo que él me estuvo enseñando, yo solo soy su aprendiz. Asique no más reproches Nayeon" se respondió buscando algún alivio, no quería sentir culpas y retroceder.

¿Quién dijo que la vida no era emocionante después de los cuarentas? Se preguntó, cuando se encontró con la vista en la carretera rumbo a su más grande hazaña, la infidelidad. 

En un segundo de inseguridad, levantó sus largas pestañas hacia el camino y los hombros con pesadez antes de responderse en voz alta: 

—Basta Nayeon, estoy cansada de ser madre, esposa y "omega de", antes que mujer... —Se dijo a sí misma y se imaginó internamente cediendo ante sus propias refutaciones. 

Efectivamente, se había olvidado por completo de sentirse mujer, dueña de sus sentidos, de su camino, de sus palabras, de su cuerpo, de su tiempo y estaba decidida a recuperarse completamente, esa misma noche. La decisión de tomar el mismo camino que su esposo infiel, era una de las ideas más descabelladas que se le habían ocurrido en la vida. 

Unos largos minutos más tarde estuvo frente a la entrada de aquel majestuoso hotel que, estaba segura, ella pagaría. No, tampoco era tan idiota como para creer que la tal Yoo Jeongyeon no tenía intenciones de exprimirla como a una uva pasa, sino ¿qué era lo que realmente querría con ella además de un revolcón? 

El ballet parking se llevó su auto hacia el estacionamiento, y segundos después cruzó la puerta giratoria de cristal. Algunos presentes la observaron, pero nadie le profundizó como si pudieran ubicar de qué origen era ese rostro tan poco conocido, porque era conocida al fin. Agradeció su buena suerte detallando el vestíbulo del gran hotel de renombre, hasta que un joven beta le entregó una tarjeta magnética y ella lo miró confundida, regresado de entre sus pensamientos. 

—¿Discúlpame? —Dijo sin entender porque de la nada le entregaban la llave de una suite y el joven la miró confundido. 

—¿Usted no es Im Nayeon? —preguntó ahora temeroso de haberse equivocado de persona. 

—Oh sí, disculpa. Tienes razón, esa soy yo. Gracias —Aceptó con una sonrisa nerviosa.

Ya hacía muchos años que no le llamaban por su apellido de soltera. Vaya, se sentía libre por primera vez después de tantos años de compartir su vida y su voluntad con Kim. 

—A sus órdenes. Continúe, que ya la están esperando. Suite 223, décimo piso. —Acabó el joven y se volteó para escabullirse quien sabe a donde. 

Nayeon se sintió ruborizar mientras subía hacia el piso y la habitación indicada. Nada de lo que sucedía era como ella se lo estaba imaginando, y por un instante temió de que todo aquello llegara a oídos de su esposo, pero el sonido del ascensor deteniéndose frente a su piso de destino, acabó con todo aquello para darle nuevos temores. 

Era una mujer madura, llena de defectos superficiales y seguro que internos también, ¿Qué diablos hacía en un lugar como ese, a esas horas, regalándose en caja con lazo a la suerte de una desconocida? 

Estaba lista para huír como una cobarde, cuando la puerta que la esperaba se abrió y de ella salió la preciosa alfa que había conocido aquella noche que parecía haber sido hacía siglos. 

Sus rasgos femeninos de líneas rectas y trazos finos, ese par de ojos tan expresivos y coquetos, esos labios gruesos en una sonrisa seductora, su cabello corto y ordenado, ese porte de altura imponente y ese aroma a cacao que le golpeó instantáneamente y le aguaba la boca. Todo en esa mujer exudaba seguridad, tan diferente a ella.

El sudor en sus manos le recordó lo nerviosa que se sentía al verla acercarse tan atractiva y envolvente, y se olvidó de respirar. 

—Buenas noches mi Señora Nayeon. Muy felíz cumpleaños, ¿Acaso estaba intentando huir? —preguntó la alfa con habilidad, una vez se acercaba a ella, le entregaba un gran ramo de tulipanes de colores y tomaba una de sus manos para darle un suave beso sobre el dorso de la misma. 

Ya no podía huír, estaba atrapada, pero aunque quisiera, ya no podía echarse para atrás, no solo porque sería difícil persuadir a esa alfa, sinó porque ya no quería hacerlo. 

~"Intentaré verme tranquila por fuera,
Cariño, se acabó el verdadero amor.
Pretenderé ser fuerte en el transcurso.
Luego al final, romperé tu corazón.
Chico malo, realmente me haces una chica triste.
Quiero que llores, que llores por mí.
De la forma en la que yo lloraba por ti,
Cariño, llora por mí.
Haz caer tu lluvia, llora por mí (...)
Quiero que tu, mueras por mi..."

[Aún sigo editando este libro ante sus cambios de guiones por la app]

¡Hey tu, hola!

Me río porque ya sé que dirás: "Oye escritora ¿cuál es tu maldito problema? Deja de publicar cosas nuevas sin acabar las que tienes en curso" pero déjame confesarte algo: Este fict, no tiene nada que ver con todo lo que he publicado antes por aquí. 

Voy a admitir que es una adaptación, pero no es cualquier adaptación, es una autoadaptación. 

Te comentaré un poco sobre el asunto. Antes solía ser de otro fandom, y esta es la primera historia que escribí en él. Esta historia es la primera que me aventé, y por supuesto que ya tiene su final y toda la cosa, asique ni te preocupes que solo es cuestión de ir editando y publicando. Pero bueno, como gustó mucho alguna vez, decidí reeditarla, cambiarle un poco su concepto y que quede perfecta para el 2yeon que hace unos años se volvió mi ship favorito del mundo mundial.

Me siento segura en estas letras, es mi hogar, así que quería compartirlas contigo.

Oye no es una gran historia, ni nada por el estilo, pero como ya dije, es mi zona de confort y me ayuda a inspirarme cuando siento que no sé qué más escribir. 

Espero que tu la disfrutes tanto como yo alguna vez en escribirla, aquí me sentaré a esperar ansiosa por tu opinión, tu JazUnnie🌻

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