
𝑪𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 𝒖́𝒏𝒊𝒄𝒐
La nieve no paraba de caer, las luces brillaban como nunca antes, las personas conversaban más que antes y esto se debía a que el año ya acababa.
El 31 de diciembre más friolento llegó a sus pies, pero eso no detenía las charlas y risas que llenaban tanto las casas como las calles. Y por supuesto, no podía faltar el típico restaurante atendiendo en una noche tan olvidable.
La música llenaba el pequeño lugar mientras los mozos y cocineros atendían a sus clientes con esmero. Por más agotados que estén, sus pies no dejaban de ir y venir, llegando al punto que el descanso no era una opción para nadie.
Los minutos pasaban, la nieve se acumulaba en grandeza, pero eso no detuvo a los más jóvenes, los niños, que salieron con grandes abrigos gritando mientras señalaban el cielo. Algunas pirotecnias comenzaban a aparecer, diferentes colores estallaron llamando la atención a todos del restaurante y logrando que todos —adultos y ancianos también— salieran para observar aquella maravilla.
Para muchos significaba una belleza pero para cierta persona era que estaba por ser medianoche.
Observó el reloj de su celular indicando que eran las 11:50 p.m. las horas perfectas para poner en marcha su plan.
Apresurado comenzó a escabullirse entre las personas para llegar al restaurante. Algunos de sus acompañantes lo observaban con curiosidad, pensando que tal vez al muchacho no le gustaba la nieve o la pirotecnia.
Al entrar, caminó hacia la cocina y tomó una fuente de frutas que había preparado minutos antes, cuando llegó al restaurante.
Observó una vez más su reloj, ya eran las 11:52 p.m.
Arrepentirse no era una opción, y menos cuando encontró la mesa adecuada. Corrió el mantel blanco y se metió debajo de esta, era una mesa grande, por suerte entraba perfectamente allí. Lo suficiente para que nadie lo encontrara o supiera lo que iba a hacer. Una vez más su celular se prendió, echó un vistazo rápido y al comprobar que ya eran las 11:53 p.m dio inicio a lo más esperado.
Tomó el fuentón lleno de fruta y con rapidez separó las uvas de las demás. Uvas violetas, redondas y jugosas se hallaban en su mano. El castaño no dudó, y comió algunas de ellas.
Chae HyungWon era un mozo de 29 años, las personas cercanas a él lo definían como un joven responsable, atento, sincero y tímido, cumplía todos los estereotipos de los introvertidos. Sin embargo, su visual era lo que más destacaban, ya que su belleza tomaba presencia de cualquier forma.
Y ese pequeño problema era lo que le confundía a la gente. ¿Como un chico tan guapo no tiene pareja?
Chae HyungWon ya estaba harto, esa pregunta lo carcomía desde que cumplió 20 años, y por si fuera poco, tenía que pasar todas esas fechas especiales solo.
Últimamente ni sus amigos tenían tiempo para él, pues la mayoría tenía pareja.
Chae, en cambio, había intentado de todo para escapar de su soltería. Pero era imposible, nunca encontraba a la persona adecuada, y ya no veía ese futuro en él.
Este sería su último intento, esa misma noche puso en práctica lo que aprendió dos días atrás, gracias a una noticia que llamó su atención.
“¿Comerse doce uvas debajo de la mesa para atraer el amor?
La nueva tradición de Nochevieja
para los solteros”
El título perfecto para el momento indicado.
Planeo todo con tiempo, el lugar, la hora… incluso las uvas más sanas para aquella noche.
Sin embargo no contaba con compañía. Tan pronto como comió la primera uva alguien llamó su atención.
Giró la cabeza asustado, deseaba con ansias que no fuera cierto cuando lo encontró pero ya era muy tarde.
Un muchacho de cabellera negra, ojos marrones y sentado debajo de una mesa se encontraba a escasa distancia frente suyo.
HyungWon lo hubiera dejado pasar, iba a ignorar como fuera, pero era totalmente imposible. No sólo su expresión de disgusto lo incomodaba, también la distancia que había entre ellos, no era la mejor.
Por primera vez, odiaba lo pequeño que era el restaurante. Pero, ya era tarde, tarde para arrepentirse, tarde para correrlo o tal vez para llorar de la vergüenza.
Ambos se quedaron observándose, uno con susto y el otro con asco. Chae debía tragarse la vergüenza por esta vez y terminar su misión, sin embargo, se vio interrumpido por la pregunta del contrario.
—¿Qué rayos estás haciendo? — Preguntó asqueado el pelinegro.
— Comiendo uvas. — Respondió con sus orejas rojas y su boca llena de jugo, producto de la uva.
— Si ya lo veo. — Comentó arrugando sus cejas y nariz.
— ¿Y tú qué haces aquí? Todos salieron para ver los fuegos artificiales, pero tú… — Habló HyungWon secando su boca con la manga de su camisa.
— No me interesan esas cosas y menos año nuevo. — Respondió desviando la mirada.
HyungWon lo observó, ¿Realmente existe alguien que no le guste esta festividad? Aún no lo creía, y menos de un muchacho que aparentaba tener su edad.
— ¿Y por qué comes uvas? — preguntó el pelinegro, curioso al ver por primera vez en su vida a un mozo comiendo uvas debajo de la mesa.
HyungWon pensó en lo que diría, de todas formas, la vergüenza ya se podía notar en su cara y el tiempo acabaría rápidamente.
— Yo… — Comenzó a dudar. — Ehh… t-Tengo un gran fanatismo por las… uvas. — Respondió con una gran sonrisa.
— ¿Y no puedes comerlas en una mesa? — preguntó el contrario con disgusto al ver sus manos llenas de jugo.
— Es que… al comerlas en el suelo… saben mejor. —Contestó una vez más, aún que no le creyera en nada.
Efectivamente, el azabache no le creyó. No entendía del todo porque mentía, pero si él era feliz comiendo uvas debajo de una mesa… lo aceptaría.
— Está bien, hazlo. Si que tienen costumbres extrañas. — Admitió el azabache restándole importancia.
“¿Me creyó?” Se preguntó HyungWon sorprendido, era la primera vez que decía una mentira tan estúpida y alguien le cree.
Simplemente conoció a alguien tonto.
— ¿Y cómo te llamas? — Interrogó el castaño.
— Lee Hoseok. ¿Y tú?
— Chae HyungWon. Un gusto conocerte. — Respondió el muchacho con una gran sonrisa.
Hoseok forzó una sonrisa, aún sentía desagrado por como lucía ese chico. Puesto que sus mangas eran violetas, al igual que sus manos y labios.
HyungWon en cambio, volvió a comer uvas con desesperación cuando noto que el reloj marcaba 11:57 p.m. había perdido las cuentas de cuántas estaba comiendo. Pero en cambio, ganó la atención total de Hoseok.
HyungWon alzó la vista a él, se sentía mal por no compartir algunas de sus uvas; tenía muchas, también algunas moras y de los nervios ya no sabía que comía.
— ¿Quieres una uva Hoseok? — preguntó gentilmente aún que el contrario desvío la mirada.
Chae al ver que el contrario se negó, se comió la uva ofrecida. Estaba un poco decepcionado. Para él no es fácil hacer amigos, pero con intentarlo no perdía nada.
De pronto, un golpe sonó desde afuera. Los niños habían encendido algunas pirotecnias aunque aún no era la hora. Ambos muchachos se asustaron pero sobre todo, Hoseok quien se encontraba calmado hasta hace unos instantes, gritó y tapó sus oídos mientras cerraba los ojos.
HyungWon lo observó, ahora entendía porque estaba debajo de la mesa y mostró tal reacción al ruido: le teme a las pirotecnias.
Era normal ver a un niño que le temiera a las pirotecnias, pero ver a un muchacho que aparenta su misma edad temerle, era extraño.
Hoseok furioso observó a Hyungwon quien reía por lo bajo.
— No te burles. — Bufó. — Yo no me burlé de ti al verte comer uvas y haciendo un gran desastre.
— Lo siento Hoseok. No pude evitarlo. — dijo HyungWon secándose sus lágrimas por la risa.
HyungWon observó su celular que marcaba 11:58 p.m. sabía que en algún momento las pirotecnias iban a retumbar en el pequeño salón. Sin más, HyungWon dejó su misión con las frutas, salió de la mesa y caminó hacia la de Hoseok.
Sentándose frente suyo, Hoseok alzó su cabeza sorprendido. HyungWon al verlo, no pudo evitar sonreír y ofrecerle su fuente de frutas.
— ¿Quieres comer uvas conmigo?
El alto perdió las esperanzas de llevar a cabo su plan. Perdió la cuenta de todas las uvas que había comido aunque para él solo comió seis.
— ¿Porque solo comes las uvas?
— Había leído una noticia, si comes doce uvas debajo de una mesa, conseguirás una pareja.
— ¿En serio crees en esos artículos?
— Déjame ilusionarme en paz al menos.
HyungWon sentía sus orejas arder, sabía que tarde o temprano recibiría ese comentario: Tal vez lo haría su futura pareja, su familia o amigos para burlarse de él.
El alto reflexionó sobre ello, planteándose la idea de que estar solo no podía ser tan malo. Aunque la idea de pasar las fiestas sin nadie a su lado, lo decepcionó un poco.
Hoseok observó su rostro, su sonrisa se desvaneció en un instante y eso le preocupó.
En un intento de animarlo, Lee hizo algo que lo sorprendió, agarró un puñado de uvas y comenzó a comerlas de forma apresurada. HyungWon lo detuvo sujetando su muñeca.
— ¿Por qué haces eso? Creí que no creías en esa tradición — dijo HyungWon sorprendido por la repentina reacción.
Hoseok bajo su cabeza por la vergüenza aunque un leve sonrojo se mostró en sus cachetes.
Cuando eran las 11:59 p.m. llego, lo menos esperado de esa noche salió de los labios del azabache.
— Yo no tengo pareja. Sí tu crees en esa tradición, entonces yo también lo haré.
HyungWon parpadeo un par de veces ante lo que dijo.
Ambos estaban solos, bajo una mesa donde él trabaja y comiendo uvas como locos. Todo eso solo por un poco de amor.
El azabache seguía con la cabeza gacha, puesto que era la primera vez que hablaba de ello con un desconocido. Las risas de HyungWon no se hicieron esperar, Hoseok levantó la mirada molesto, aunque era bonito ver una sonrisa tan deslumbrante como esa.
— Muy bien, comamos uvas para desahogarnos ¡Como los buenos solteros que somos! — Gritó HyungWon con sus orejas muy rojas.
El comentario y risas del alto contagió a Hoseok. Los dos reían como si fueran niños pequeños. Ambos con las orejas rojas y sus cachetes como pequeñas manzanas.
Las manos llenas de jugo de uva, al igual que sus labios y parte de sus prendas. Sin duda estaban disfrutando los segundos que pasaban como centellas.
HyungWon supuso que la medianoche llegaría pronto puesto que los clientes, mozos y cocineros comenzaron el conteo.
—15, 14, 13, 12…
HyungWon y Hoseok giraron hacia la ventana, ambos sonreían, puesto que el año ya se iba. Al más alto se le ocurrió una idea, giró hacia la fuente y tomó dos uvas.
— 11, 10, 9…
Hoseok lo observó curioso cuando HyungWon le ofreció una de ellas.
— Sé que ambos perdimos las cuentas de cuántas uvas comimos...
— 8, 7, 6…
— Pero al menos, hagamos que estás sean la número doce de ambos. — Continuó HyungWon con una sonrisa amplia.
— 5, 4, 3…
— Yo no necesito esa uva. — Respondió Hoseok bajando su cabeza.
HyungWon le iba a preguntar el porqué, pero Hoseok siguió.
— Porque ya comí las doce, y se cumplió.
— 2…
Hoseok se acercó a HyungWon, con ambas manos sostuvo sus mejillas y con un pequeño susurro, le bastó a HyungWon para quedar completamente rojo.
— Ya te encontré, HyungWon.
— ¡1! ¡Feliz año nuevo!
Todos en la calle gritaban y festejaban, las pirotécnicas brillaban como nunca antes mientras que la nieve caía lentamente como pequeños copos.
Sin embargo, nadie era testigo de lo que pasaba allí adentro. Una nueva pareja surgió bajo una mesa rodeados de uvas.
12:00 a.m. los labios de Hoseok acariciaron los de HyungWon. Era un pequeño beso, inocente y dulce, que solo duró segundos, aunque para HyungWon se sintió cómo horas.
Ambos se separaron por la falta de aire, pero se mantuvieron lo suficientemente cerca para sentir el aliento del otro.
Hoseok no pudo evitar sonreír ahora con una nariz roja, y HyungWon soltó pequeñas lágrimas de felicidad que eran incontrolables.
Hoseok una vez más susurro.
— Feliz año nuevo HyungWon
El nombrado sonrió, seco sus pequeñas lágrimas de las mejillas y al igual que su pareja susurro.
— Feliz año nuevo Hoseok
FIN 🪄
¡Feliz año nuevo! (。・ω・。)ノ❤️
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