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Uno

Hay mucho que almacenar dentro de la mente, como la canción que te recuerda a esa persona en particular, o el aroma de tu madre o de la casa de tu abuela, el sonido en particular de la puerta de frente de tu casa y de la del vecino cuando llega después de su rutina, el ladrido de tu perro, absolutamente todo influye en nuestra mente, pero entre tanta información que retener, nada penetra del modo en el que lo hace una primera vez.

Jihyo aún recordaba la primera vez que compartió sus labios con alguien más. Tenía doce años y cursaba la escuela primaria como toda niña, cuando un compañero de su clase perdió una apuesta y debía besarse con la chica que le gustaba de toda la clase, y ella fue la elegida. Jihyo jamás se sintió tan aturdida hasta ese primer día, pero esa fue la única vez. Luego llegó la pubertad, los cambios en su personalidad, en su cuerpo, en sus emociones, eso la convirtió en alguien pudorosa e introvertida a quien se le complicaba comunicarse con las demás personas, eso agregando que había descubierto su sexualidad y no era la más ideal para aquella sociedad. Pero aunque había gozado de la compresión de su familia, eso no quitaba que fuera completamente difícil para ella la idea de compartirse con alguien más.

Hasta que ella llegó.

Minatozaki Sana trabajaba en la pequeña casa de comida japonesa en una de las calles cercanas a su universidad. Luego descubrió que la nipona frecuentaba la misma universidad por la mañana, mientras ella lo hacía de noche. Sí, Jihyo no tardó en cambiar de turno, para estar más cerca de la hermosa japonesa que le había hablado en una noche en la que ella estaba muy cansada para preocuparse por cuan agradable se veía siendo sociable o no.

Pronto tuvieron una excelente química, y la bonita amistad que forjaron en lo largo de dos años, no tardó en convertirse en una dulce historia de amor que comenzó ese día en el que Sana entendió que la atracción entre ambas era completamente correspondida, y que pudo ser muy evidente desde que la coreana se ponía muy nerviosa en sus meros acercamientos.

Su primer beso fue maravilloso, por supuesto que lo recordaba, estaban en la terraza del edificio en donde la japonesa tenía su apartamento. Hicieron un picnic, una calurosa noche de verano, ambas estaban disfrutando del fresco que les regalaba la noche y luego de una cálida conversación, surgió el acercamiento. Jihyo cerró los ojos cuando Sana posó sus suaves labios sobre los de ella y la coreana no tardó en corresponder, así fuera con su poco conocimiento y por pura inercia, no se perdió de corresponder a la sutil invitación de esos suaves labios rojos.

Para Jihyo sería inolvidable, así como la primera vez que traspasaron los límites físicos, dos meses después de convertirse en novias. En esa ocasión Sana se había convertido en dueña de su placer, de su piel y de sus emociones con una facilidad que dejó a Jihyo flotando en una nube. Su novia no había dejado de besarla y de adorar cada centímetro de ella, para después dejarse recorrer por su inexperiencia con la que la había amado con todo su ser.

Jihyo había sido de Sana completamente y no estaba arrepentida en lo absoluto, pero, ¿A caso habían más primeras veces para ellas dos?

"Las formas de vivir y experimentar la sexualidad humana son amplias y diversas. Para tener prácticas sexuales seguras y placenteras es esencial acceder a información confiable que nos permita tomar decisiones informadas. Así mismo, toda práctica sexual debe estar basada en el consentimiento de las personas involucradas y..."

—¿Jihyo-ssi? —Musitó la dulce voz de la mujer que ella amaba, apareciendo por el umbral de la puerta de su habitación. 

—¿Mhu? Si, dime. —Señaló Jihyo, deslizando su teléfono hacia abajo.

Sana frunció el entrecejo y la observó confundida ante su sobresalto. Ella conocía muy bien a su linda coreana y sabía cuando estaba nerviosa o algo la inquietaba demasiado.

—Nada, venía a decirte que Nayeon y Jeongyeon vendrán esta noche, ¿si lo recuerdas? Como habíamos quedado… —Informó la japonesa recogiéndose el cabello con una goma.

—¡Oh sí! Sí, sí, sí —Aceptó la coreana, asintiendo precipitadamente para extrañeza de la japonesa, quien no tardó en notar aquello.

—Cariño... —Musitó suavemente, ingresando por la habitación y acercándose a ella sigilosamente —¿Todo está bien? 

—¿Huh? Sí, sí ¿porqué lo preguntas? —Murmuró sonriendo nerviosamente, para más evidencia de Sana.

—Pues díselo a tu cara, estás completamente roja ¿Todo está bien? ¿Necesitas hablar? —Musitó acariciando su cabello y muriendo la caricia sobre su mejilla. Jihyo sonrió con esa extraña inquietud nerviosa, riendo con torpeza y meciendo la cabeza.

—No Shiba. Solo estaba, bueno, no es nada. —Meció la cabeza mientras la nipona la estudiaba.

—¿Segura? Puedo dejar lo que estaba haciendo para después, y quedarme aquí… —intentó la nipona.

—¡Oh no! No, no cariño. —Se obligó a descontracturarse en medio de la risilla que se le escapó.

Jihyo sabía que si Sana descubría lo que estaba leyendo en su buscador, se burlaría de ella y creería que había cedido, y definitivamente no estaba lista para dar una respuesta concreta. No aún.

—Mhm, está bien. —Señaló aquella hermosa mujer, pero sin dejar de verla de reojo. —Terminaré mis pendientes y comenzaré a hacer la cena ¿Vas por algo de beber para esta noche? —Le señaló luego de dejar un beso sobre sus labios. 

Jihyo sonrió al asentir y su japonesa le regaló un guiño, antes de dejar la habitación.

Un largo y cargado suspiro dejó la garganta de la coreana, quien se apresuró a abandonar su recolección de información para ir a la tienda. Sabía que era mejor que lo hiciera sin Sana merodeando por allí, pero era una jodida ansiosa y, podía decir lo que quisiera al respecto, pero mentiría si dijera que no tenía curiosidad.

Para entrar en contexto, todo comenzó hacían dos días, estaba en su odiosa semana de ovulación y su humor estaba especialmente cambiante porque su ginecóloga le había informado que era mejor hacer un cambio de pastillas anticonceptivas. Jihyo las tomaba para mantener un ciclo alineado y que no le sorprendiera en cualquier día del mes, pero últimamente habia descubierto que lo que antes funcionaban bien, había dejado de hacerlo y por eso decidió checarlo con su doctora.

Aquel cambio había provocado una explosión de hormonas insufribles para la coreana, que le habían provocado hasta unas horribles espinillas por el rostro y todo repercutió en aquellos inolvidables días.

Sana había sido maravillosa, como en cada ocasión, como lo eran para ambas entre sí, tan suaves, tan comprometidas y dispuestas para la otra. Primero le había acompañado en la ducha, la había comido con su suave boca hasta que se desarmó contra su oportuna atención y convulsionó contra sus finos dedos expertos, que la tomaban con ese amor cálido y atento que se había vuelto su más loca obsesión. Después de que estaba completamente satisfecha, la arropó contra su pecho y le acarició el cabello hasta que se quedó completamente dormida.

No esperaba nada más, Park jihyo tenía todo lo que necesitaba con esa mujer, no podía ser más afortunada al haber decidido compartir su vida con su maravillosa novia, Minatozaki Sana. Esa preciosa mujer extranjera que la cautivó inmediatamente con esos lindos ojos felinos, sus tiernas mejillas que se abultaban al sonreírle tan cálidamente y ese tono en su voz que podía ser tan suave como el canto de un pájaro al amanecer, y tan grave y posesiva como en sus más bochornosas fantasías dominantes. Con Sana, Jihyo lo tenía todo y eran completamente felices juntas. 

Solo había un pequeño detalle que a veces parecía ser contraproducente, aunque no pudiera admitir que le molestará en todo el sentido de la palabra. La curiosidad de su amada japonesa podía llegar a ser tan, pero tan inmensa como la confianza que Jihyo depositaba en ella casi que sin pensar.

Contrajo los músculos del vientre y salivó cuando recordó ese instante, uno de esos tormentosos días atrás, entre sus cálidos brazos después de que la hizo escurrir con su habilidosa y delicada lengua. 

“Sana la atendía firmemente con sus dedos, esos dedos que cada centímetro de su cuerpo reconocía fácilmente. Jihyo jadeó mientras la nipona la decoró con sus esponjosos besos por los hombros, una vez sus manos la recorrían con tanta libertad, rozando y apretando con admiración. Le había dado ese poder, nadie más podía atraversar los límites de su cuerpo como ella lo hacía. Lo supo desde la primera vez, nadie más era dueña del anhelo de su cuerpo, solo Sana. 

Jihyo podía creer que era una posición bochornosa, pero le gustaba esa sensación de dulce intimidad que le regalaba la misma. Completamente desnuda, apoyada de espaldas contra su pecho cálido, Sana recostada contra la cabecera de la cama. Jihyo se mantenía tomada de sus rodillas y piernas, mientras Sana la recorría con tanta paciencia, como sabía que a ella le gustaba, le estimulaba con todos esos secretos que fue descubriendo a medida que su intimidad se iba abriendo más y más. Esa mujer conocía todos los secretos que su cuerpo pudiera estar ocultando solo para ella y no podía resistirse ni aunque quisiera. 

La nipona podía llegar a ser muy suave, pero del mismo modo podía moderar una firmeza tan precisa que la elevaba hasta al cielo, Minatozaki Sana era dueña de una habilidad que ella admiraba devotamente.

Con esas expresiones y movimientos tan seguros, la castaña mujer se cernía para alcanzar el lubricante que había dejado intencionalmente a un alcance cercano. Jihyo atendía sus movimientos con la respiración jadeante después de la previa llena de besos y apretones, maravillada con cada cosa que fuera a hacerle, expectante, receptiva, radiante. Sonrió cuando Sana le dejó un beso sobre el cuello y correspondió a la sonrisa cuando se halló en sus grandes ojos anhelantes. Era preciosa, la chica más preciosa que había conocido en toda su existencia, la más dulce, la más paciente. Jihyo tembló cuando sintió la viscosidad fluida del líquido cayendo sobre su vientre. 

—Sana… —Jadeó Jihyo y la nipona correspondió al jadeo cuando la oyó decir su nombre. Sabía cuánto le afectaba oírla jadear su nombre, le encantaba saber que era consciente que ella era responsable de todo lo bien que podía llegar a sentirse a cada segundo que estaba a su lado. La adoraba con todo en su ser.

—Eres preciosa Jihyo-ssi, nunca me cansaré de tocarte, de tomarte con mis manos y con todo mi cuerpo. —Susurraba con aquella suave voz que la coreana tanto disfrutaba de oír. 

Jihyo tembló cuando sintió el efecto de su voz haciéndole compañía al sustancial agarre que le hacía a sus pechos, las manos de su japonesa jamás titubean cuando la tomaban.

Distribuyendo el lubricante contra su torso Sana no pudo resistirse, se dejó llevar por ese mar de deliciosas sensaciones y de gemidos ardorosos que arrancaba suavemente de lo más profundo de la garganta de su novia.

Los suaves dedos firmes y expertos de la japonesa se perdían en la sedosa hendidura húmeda de Jihyo, quien era toda gemidos y respiración dificultosa, una vez Sana comenzó a apresurar el ritmo de sus dedos, mientras los de la otra mano le acariciaban el clítoris con tanta habilidad. 

—¡Sana, Sana, Sana! —Gimió Jihyo tan alto y preciso, mientras la nipona tenía las manos ocupadas allí, trabajando, chisporroteando y pulsando con tanta concentración, dedicada.

—¿Confías en mí, Jihyo-ssi? —Susurró junto a su oído mientras sus dedos se perdían en aquel orificio ceñido y olvidado en el cuerpo de la coreana.

La menor asintió reiteradas veces, aturdida por la insoportable oleada de calor que se recargaba desde su vientre ante la impredecible sensación que le regalaba aquella indecorosa caricia. Todo en su cuerpo se llenó de pudor y sonrojo.

—S-sana, e-espera… —Jadeó como respuesta, aunque sin mover un solo miembro de su cuerpo para acompañar sus palabras. Nada en su cuerpo parecía albergar el valor para apartarse.

—Solo relájate amor, ¿siempre te hice sentir bien, verdad? Confía en mí… —Murmuró en medio de aquella intensa sensación. Pero Jihyo estaba demasiado excitada como para analizar lo que estaba sucediendo con solvencia.

Un fino dedo resbaladizo se hizo paso dentro de su esfínter apretado y la vocal se escapó de entre los labios de su coreana sin que ella misma lo esperase.

El dedo se mantuvo poderoso e inerte mientras su novia recuperaba el ritmo de sus dedos diestros que no tardaron en buscar su placer armando el perfecto ritmo que digitaba en su interior más sensible. Jihyo no pudo analizar lo que sucedía con claridad, su cuerpo solo se abandonó a la férrea convicción de las acciones de su amada Sana.

La respuesta a todos los estímulos de su novia no le sorprendería a nadie, Jihyo se vino tan escabrosamente, que creyó que se había quedado ciega en aquel remoto instante en el que tardó varios segundos más de los que acostumbraba, para recuperar todos los sentidos. Sus extremidades hormigueaban y el rubor pareció intensificarse más, si aquello fuera posible, cuando Sana abandonó esa cueva muy oculta de su cuerpo y su vagina húmeda y dilatada después de su deliciosa atención.

—¿Te encuentras bien, mi amor? —Preguntó, dejando una hilera de besos suaves y precisos que la hicieron gemir y que extendieron la oleada de escalofríos que le habían dejado uno de los mejores orgasmos que había recibido en la vida.”

¿Cómo podía molestarse? Diablos no podía hacerlo, sería una maldita hipócrita siquiera de lo pensaba, porque había sido increíblemente intenso. ¿Qué era lo que sentía entonces? ¿Qué era esa sensación que la hacía creer que estaba “en falta” constantemente? ¿Sería que el orgasmo avanzó tan de prisa que siquiera la dio el tiempo para pensarlo y eso le provocaba culpa? ¿Quizás era temor? Definitivamente estaba muy confundida.

—¿Vas a comprar, Jihyo-ssi? —Insistió la nipona al reaparecer por la puerta y Jihyo asintió reiteradas veces en su dirección, con su acalorada cara de poker.

Jihyo lo pensó mucho después de que hablaron del asunto al día siguiente. Se metió las manos en los bolsillos de su abrigo cuando salió del apartamento en el que vivía junto a su novia desde hacía unos meses ya, para caminar las pocas calles que la dirigían al super. La conversación llegó a ella como si hubiera sucedido hace un instante, pues había sido tan bochornosa para ella como graciosa para Sana.

“Sana la veía atentamente, mientras ella se analizaba en el amplio espejo del tocador. Había estado evitándola desde lo sucedido la noche anterior y Sana sabía muy bien porque. En lo que llevaban de relación, había oído muchísimas veces la horrorizada opinión de su novia respecto al sexo anal y estaba cansada de que ella hablara regida por el pudor, el tabú o el temor y quizás su demostración había dejado a Jihyo un poco, muy, desorientada.

La coreana alzaba sus lindos hombros, se estiraba y se contría frente al espejo con un empeño realmente innecesario. O por lo menos lo era para la nipona, quien la veía bufando por aquí, bufando por allá, picando la pequeña espinilla sobre su frente, mientras fruncía el ceño de la frente profundamente y murmuraba con desagrado.

—Cariño, de verdad te ves perfecta. —Se atrevió a comentar una sonriente japonesa.

—Perfecta —Resaltó Jihyo al ponerle su atención y hallarla allí recostada contra la cama, sonriente y despreocupada. —Eres tu, no yo. —Musitó entre dientes para regresar la atención a su reflejo en el espejo. 

—Anda, deja eso, tenemos que hablar amor. Por favor, no puedes vivir evitándome… —Sana entornó los ojos ante sus palabras.

—¿De qué? —ladró, esta vez huyendo de su preciosa mirada.

—De lo que sucedió anoche, hay que hablarlo y lo sabes…

—Sana… —Tarareó Jihyo, tan apenada que se ruborizó casi de inmediato.

—Necesito saber que opinas, es importante para las dos, no quiero que pienses que quiero invadirte cariño, por favor.

—Sana…

—Mi amor, piénsalo bien, puede ser una práctica algo fuera de lo convencional, pero que puede ser igual de increíble como todo lo demás que hemos hecho hasta ahora y que...

—¡Claro que no Sana! —Rechazó Jihyo de inmediato, horrorizada como era de esperarse.

—¿No? —Lloriqueó la nipona como respuesta, fallando en evidenciar su decepción. 

—Sana… —Respiró con ahogo —Amor yo entiendo lo de las pinzas, el vibrador y el arnés, pero esto… es todo un asunto… —Balbuceó la coreana, evidenciando su desconcierto feroz.

—¡Claro que no! ¡No tiene porque ser malo, Jihyo-ssi! ¿Acaso te hice algún daño, anoche? —Señaló la japonesa de inmediato. 

Jihyo se estrechó de solo recordar la noche anterior, cuando se dejó llevar por esos dedos en donde nadie había estado antes. La menor meció la cabeza trémulamente, sacudiendo los recuerdos.

—No quiero hacerlo. —Admitió sin atreverse a enfrentarla.

—¿Por qué? —Insistió su novia, pronunciando un mohín.

Para Sana no sería frustrante el hecho de que le dijera que no le gustaba, la nipona sabía muy bien que no era ese el motivo oficial, la conocía muy bien como para saber que sus respuestas se basaban en ese tierno temor que podía ver en sus grandes ojos.

—Porque no, Sana. No quiero hacerlo y creo que debemos dejar esta conversación aquí. —Meció la cabeza, no sabiendo como ocultar su vergüenza.

—Claro que no Park, no vamos a dejar la conversación aquí, por favor no seas una niña. —Se rió de su intento por huir del asunto.

—¡No soy una niña!—Se quejó de inmediato —Solo estoy siendo sensata. —Argumentó, provocando una carcajada en su novia.

—¡Cariño, eso no es sensatez, es ignorancia! —Sana suspiró con pesadez —Vamos amor, déjame demostrarte que puede ser genial entre tu y yo, ¿Puedes darme solo una oportunidad? —Suplicó la nipona, alzando un dedo.

—Sana puedo hacerlo en ti si eso es lo que tu quieres, pero no lo quiero en mi, por lo menos no en un futuro cercano, ¿Si puedes entenderlo? —Fiquitó Jihyo con determinación.

—Oh… —Sana asintió de inmediato, hallándose en sus lindos ojos suplicantes y su corazón colmó de comprensión.

—Lo siento. No te enojes por favor. —Musitó Jihyo, fallando en ocultar su pena.

—No me enojaré… si me prometes algo. —De inmediato, Sana supo que Jihyo aceptaría la condición que fuera con tal de que la libere de esa embarazosa conversación. 

—Dime. —Susurró con la mirada baja.

—Veme, por favor —Le llamó Sana y Jihyo no tardó en obedecer a su llamado —Prométeme que lo pensarás muy bien y que investigarás al respecto. 

Jihyo asintió aparatosamente. Podía prometerle aquello a su preciosa novia japonesa a la cual adoraba con todo su corazón y toda su piel, por supuesto que sí podía ¿Cómo iba a negarse?”

Ese había sido el motivo por el cual, unos pocos días después se hallaba descubriendo que los jodidos romanos tenían sexo anal, y que hay registros de aquella práctica sexual desde inimaginables pasados ancestrales.

Estaba de regreso a su apartamento con las manos ocupadas de traer algunas cervezas para ella y Jeongyeon, y un vino para su novia y Nayeon, quienes claramente no bebían cerveza. Buscaba las llaves para abrir la puerta, cuando oyó la carcajada animada de Im Nayeon, alegre y estruendosa.

Quizás le vendría muy bien entretenerse un poco con sus amigas en casa, despejar la mente y relajarse por un rato.

Que equivocada estaba Jihyo, cuando creyó que no corría peligro de verse expuesta con Im Nayeon olisqueando cualquier oportunidad para exponerla sin esfuerzo alguno. 

—¡Ya era hora de que regresaras Park! —Le regañó Im, cuando se puso en jarras en su reproche de broma. —Estás muy equivocada si crees que te vas a librar de mi visita huyendo a la tienda. 

—Estoy muy segura de que no podré librarme de ti jamás, unnie —Jihyo siguió la broma, dejando las bolsas sobre la mesa y dejándose abrazar por la calidez de Im Nayeon.

—¿Te encuentras bien? —Musitó su amiga Jeongyeon, la esposa de Nayeon, cuando estuvo muy cerca de ella, después de que las mayores se hubieran entretenido en una animada conversación.

—¿Huh? Sí, ¿por qué lo preguntas? —Se extrañó Jihyo ante la extraña mirada de preocupación que le dedicaba su mejor amiga.

—Pareces tener la cara que tenía yo cuando Nayeon estaba a punto de dar a luz por primera vez, ¿Cuál es tu problema? —Consultó dando un sorbo a su lata. Jihyo la imito segundos después.

—No tengo problemas Jeongyeon-ah, solo.

—Te ves perturbada…

—Estuve…

Un momento… ¡Yoo Jeongyeon! ¡Por supuesto que sí! Jihyo encontró las respuestas al alcance de su mano. Tenía que hablar con alguien con experiencia quien le diera respuestas claras a sus dudas, ¿Y quién más que la jodida gobernada Yoo Jeongyeon para dárselas? Se rió de sí misma de su broma, cuando Jeongyeon la miró aún extrañada.

—¿Puedo… hacerte una pregunta... algo personal? —Consultó Jihyo y Jeongyeon la miró ahora extrañada.

—Claro, tu pregunta. —Aprobó Jeongyeon, amablemente.

Esa conversación hubiera sido brillante, maravillosa, Jihyo estaba segura que hubiera encontrado en Jeongyeon lo que necesitaba saber desde un principio, pero Im Nayeon no estaba lista para aquello, no antes de mortificarla un poco.

—¡Ya es hora de cenar! Sana-yah esto huele muy bien… —Halagó la mayor, ayudando a la japonesa a poner la fuente sobre la mesa. 

No habían tardado demasiado en comenzar a cenar, pero más de tarde cuando Sana y Jihyo habían levantado los platos, la mayor puso un juego de tarjetas con preguntas subidas de tono sobre la mesa y Jihyo supo que moriría de vergüenza.

Sana se rió nerviosamente, pero sabía lo incómoda que podría llegar a ponerse Jihyo y eso la puso en tensión casi de inmediato. Precisamente ese, no era el momento más indicado para jugar juegos sexuales.

—Jihyo-yah, como eres la menor te toca comenzar a ti… —se burló Nayeon y Sana estuvo a punto de comerse las uñas. Jeongyeon carcajeó cuando Jihyo arrugó la nariz con desacuerdo. 

Si había algo que su novia e Im Nayeon tenían en común, eso era la perseverancia. Jihyo sabía muy bien que si no hacía caso a su unnie, está se valdría de todos sus trucos para que cumpliera, así que fue mejor que iniciara por su propio bien. 

Lo que llegó a causa de ese estúpido juego, no supo si fue un problema o una experiencia vergonzosa más en su vida, pero estaba segura de que si no fuera por ello, no hubiera tomado la iniciativa para descubrir cuánto más podía sorprenderla una primera vez.


Hasta aquí llegó la programación de hoy Tu, espero que te haya gustado todo lo que estuve escribiendo para ti Ü

Este fin de semana espero tener listo la última parte y otro de TTM.

Tqm, gracias por apoyar tanto mi cuenta, no sabes lo feliz que me haces ^*^

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