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1 año atrás
30 de octubre

Una pequeña corría de un lado a otro —¡Papi, mira la casa!— Gritó emocionada desde las escaleras.

—Sí, sí. La vi, cariño, ya vivimos aquí desde hace 4 meses.

Suaves pero rápidos pasos eran escuchados por los pasillos, escaleras y la casa misma.

—Jean, ya para de correr.— Se levantaba con tranquilidad, mientras iba en busca de un cuchillo para abrir la pizza confelada

"Matala"

"Te tiene harto, ¿no es así?..."

Su mente pensaba aquellas cosas, no deseaba hacerlo. Amaba a Jean, siempre ha sido un buen padre pero aquellos pensamientos llegaban más fuerte cada día.

La pequeña se detuvo frente a su padre en la cocina y miró la pizza, dio un saltito te emoción —¿Puedo ir al sótano?—. Preguntó con ternura puesto que desde que llegaron a esa casa nunca había entrado al lugar

—Como desees, pero ven apenas te llame para cenar ¿entiendes?— La sonrisa de la pequeña no podía ser más grande, asintió para luego bajar aquellas escaleras rápidamente.

Prendió la luz como pudo mientras que miraba el lugar con emoción, Jean era una pequeña muy aventurera.

Una pequeña pelota de color rojo rodó hasta sus pies. Aquello claramente la exaltó pero a la vez la lleno de intriga, la de ojos azules amaba los misterios tanto como amaba dibujar o colorear, aquello para ella se vió como un nuevo misterio, una nueva aventura por vivir.

—¿Hola?— Susurró.

No hubo respuesta.

—No te haré daño, puedes salir.— Miraba aquel lugar lleno de oscuridad ya que aquella bombilla llena de luz no llegaba a tal lugar.

Un suspiró pesado salió de Jean, nadie le respondía por lo cual tal vez era su propia imaginación. Como último intento hizo rodar aquella bola hacia la dirección en que estaba, al no ver ninguna respuesta a tal acto prefirió seguir investigando, sus pies estaban a punto de avanzar, pero sintió algo en estos nuevamente.

La pelota roja había vuelto.

Una sonrisa apareció en los labios de Jean, iba a acercarse al lugar pero una gran figura se colocó detrás de ella a la par en que la tomaba de los hombros con delicadeza.

Un suave susurro fue lo único que sintió junto a el aire del chico contra su oreja —No iría allí si fueras tú.— Se asustó, dió una vuelta así quedando frente a un chico de gran estatura y cabellera rubia.

Algo en el le causó inquietud, más de lo que aquel ser en la oscuridad le causaría.

—Deja que la niñata descubra lo que hay allí.

Otra voz se escucho, miraba a todos lados ahora asustada.

Un bufido salió de los labios del rubio —Hayden, detente. La estás asustando, solo es una niña.

—Vamos, ¿ahora te haces el niñero?— Carcajeó —No eras tan bueno cuando asesinaste a todos esos chicos en la secundaria, Romeo asesino.— Notó como una figura femenina se acercó a ellos.

Jean no vió otra mejor opción que correr, pero tropezó en el primer escalón —¡Papi!¡Hay gente en casa!— Sollozó, con terror.

Pero aquel hombre bajó con la mayor tranquilidad del mundo —¿De qué hablas? Jean ya deja de bromear. No hay nad-...— No logró finalizar la sentencia, un golpe seco se logro oír por todo el sótano.

El cuerpo del señor Miller había caido de todas esas escaleras luego de ser empujado por un niño de no menos de 14 años.

—Oh...

Hayden se encogió de hombros al ver a Michael, apuntando a Tate.

—Es tu hijo, Tate, responsabilizate.— La castaña desapareció, dejando a un Tate enfadado y confundido.

Jean solo quería llorar, el "pequeño Langdon" se acercaba lentamente a ella, con cuchillo en mano.

Tate protegía a la menor cuyos ojos azules se encontraban llenos de lágrimas. —Vete, no eres bienvenido en esta casa, nunca lo serás.— Exclamó mientras que el otro se acercaba lentamente, poco notaron que el padre de la niña se encontraba apenas conciente, tal vez no mucho pero lo suficiente para arrastrarse hasta Michael.

—Pero, ¿por qué no? Solo vengo de visita...Vengo a ver a mi padre, a mi madre...—. Una sonrisa sádica de encontraba en sus labios, aquello atemorizaba a la ojiverde. —Solo quiero ser como tú.— Murmuró.

El progenitor de Michael solo se encontraba parado en el lugar, protegiendo lo más posible a Jean, era lo menos que podía hacer. —Vete.— Exclamó.

Una sonrisita escapó de los labios de Langdon —No soy como ustedes, yo si estoy vivo. Eso no me alejará.— Pronunció, luego de quedar frente a frente del mayor lo único que pudo sentir fue el duro suelo contra su rostro, el cuchillo fue arrebatado del chico.

Tate estaba estático.

—¡Papi!— Jean corrió con emoción hacía su padre al notar ese acto, pero el cuchillo fue clavado en ella.

Aquellas voces dentro del señor Miller se encontraban gritando, le gritaban que matase a su hijita, la que le había arrebatado a su esposa, a su amada.

El de cabellera dorada trató de impedir aquello —¡Hey, idiota! ¡Es tu hija! Detente.— Gritó.

—¡Vete a la mierda, es mi hija, yo decido que hacer con ella!— Michael se había levantado y recompuesto del golpe que le fue brindado, aquello era una gran película, un acto, ante sus ojos.

Miraba atentamente como la sangre de Jean, cual contrastaba sus cabellos,  recorría las manos del canoso. Escuchar los gritos de la menor le generaba placer y emoción —Genial.— Murmuró mientras que Tate trataba de detener al padre de la pequeña, pero era imposible.

Lo que se encontraba allí solo era el cuerpo de la pequeña sin vida.

Poco sabría aquella pequeña, que no tendría una tranquila muerte ni que su alma descansaría.

Jean, junto a todos los habitantes de aquel hogar serían lo que es conocido como; "Alma en pena" cual es caracterizado por ser un espíritu -o fantasma- de una persona, que luego de morir vagaría sin descanso.

En este caso, ese sería el futuro de la pequeña Jean Miller.

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