Sus labios se encontraron resecos, la puerta de madera ya con poco color y rota se encontraba frente a ella, su corazón latía rápidamente y sentió como si éste mismo fuese a salir de su pecho.
Tenía miedo de estar allí, pero necesitaba romper todo lazo con aquel hombre y haría lo necesario para hacerlo, tomó un gran suspiro para luego relamer sus labios y golpear la puerta.
Nadie salió.
Tres golpes más, los minutos se sentían como horas pero finalmente se escuchó como la puerta se abría, su corazón latía más rápido y sentía náuseas.
—¿Qué mierda quieres?— La voz masculina hizo presencia, fulminaba con la mirada a la ojiverde pero al notar quien era asombro fue lo que hizo presencia en estos, arrugas en su frente fueron notorias y bolsas en sus ojos —¿Elizabeth?—.
Lo miró durante varios segundos, arrepintiendose lentamente al ver a Terry. El olor a alcohol inundó las fosas nasales de la chica, pero las palabras salieron de sus labios rápidamente ya que deseaba irse rápidamente —Hola, papá.— Sus palabras salieron con cierta decepción, sus ojos demostraban miedo pero ya no era la pequeña niña temerosa que vivió en aquel lugar años atrás: Lizzie había cambiado.
—¿Qué haces aquí?— Preguntó el hombre, él era más débil y era notorio en su aspecto. El alcohol y las drogas lo consumieron hasta llegar a ese punto, aparentaba tener más edad de la cual realmente tenía, ya no tenía ningun poder sobre Lizzie.
—Vengo por fotografías, de cuando Lys y Pietro eran pequeños, vengo a despedirme de ti porque merezco alejarme y a hacerte una última pregunta.— Fue directo al grano.
Terry frunció el ceño —Pasa.— Comentó sin más —¿Dónde están los idiotas de tus hermanos?—.
Apretó suavemente sus puños —Tengo un arma, no intentes ningún movimiento en falso cuando entre.— Mintió. Su actitud había cambiado completamente a una valiente porque eso era, Lizzie era valiente. —No vuelvas a decir algo así de mis hermanos, el idiota aquí eres tú.— Entró sin previo aviso al lugar, no comentó nada al notar como su hogar de la infancia estaba en la miseria, simplemente se encaminó a la que solía ser su habitación.
El color marrón era predominante en las sucias paredes, la cama se encontró en completo desorden y el hedor era terrible. —Esto es un asco...— Murmuró agradeciendo no seguir viviendo allí
Se agachó al quedar frente a un escritorio cual movió a un lado, una tabla de madera se encontró algo rota y pedazos de esta faltaban. Una sonrisa iluminó el inocente rostro de Elizabeth, quien quitó la madera para encontrar una caja de zapatos, sus dedos se deslizaron para así sacarla del lugar y abrirla: Muchísimos recuerdos llegaron a ella al divisar aquellas fotografías, una carcajada salió de sus labios al ver la foto se Pietro en un traje de Spiderman mientras que se encontraba algo adormilado, encontró fotos de ella misma en su adolescencia fumando y leyendo, las fotos de una pequeña Lys bebé y otra en la cual abrazaba con una gran sonrisa a su hermano mayor.
Lágrimas cayeron sobre sus ojos pero estas fueron limpiadas de inmediato al oír el piso crujir —¿Ya tienes lo que querías?—. Tomó todas las fotografías y recuerdos para guardarlas en su bolso, se levantó cuidadosamente y miró fijamene al hombre —Ya tengo todo.— Su ánimo había cambiado de forma drástica nuevamente.
Elizabeth caminó a un lado de él para dirigirse a la puerta principal, pero al llegar a tal se detuvó en seco. —¿Por qué lo hiciste?— Terry frunció el ceño ante aquella pregunta, lleno de confusión, la ojiverde sintió esto y negó con suavidad. —Nos dejaste a nuestra suerte desde que mamá murió, no eres el único que la extraña ¿sabes? Pero seguimos adelante. No te importó que escaparamos, no te importó que ese hombre le hiciera daño a Alissa, no te importó golpear a Pietro, no te importó tratarnos como tus esclavos: abusar física y psicológicamente de nosotros.— Le daba la espalda, esperaba que las palabras del hombre salieran de sus labios puesto que ya sabía la respuesta ante todo.
—Me recordaban a su madre.— Soltó sin previo aviso el hombre, causando escalofríos en su hija pero a ésta pareció alegrarle oír estás palabras puesto que ya no le atormentarían.
—Adiós, Terry.— Comentó formalmente mientras que salía del lugar, cerrando la puerta y alejándose por una última vez de aquella casa.
El olor a cigarillos inundó el salón, todas las entidades se encontraron en sus propios asuntos al igual que aquella mujer de mayor edad y cabello ordenado.
La música comenzó a sonar, el disco giró a la par en que el sonido salía del tocadiscos. Movió suavemente su cuerpo a la par en que la música pasaba por sus oídos, la botella de whiskey iba bajando poco a poco hasta llegar a su fin, las pildoras que antes se encontraron en el meson ya habían sido tomadas y al pasar de los minutos su cuerpo se sentía relajado, la gran cantidad de pastillas tomadas había hecho efecto puesto que se encontró recostada en el limpio sofá, su respiración bajaba lentamente.
Contance no sintió absolutamente nada, su respiración ya no existía puesto que había logrado su cometido: había muerto.
No lo notó hasta horas después en donde abrió sus ojos como si hubiese despertado de un largo sueño, sus hijos se encontraban frente a ella llenos de preocupación pero tal mujer simplemente acarició la mejilla del rubio, puesto que este se encontró mirándola con un rostro lleno de preocupación, luego de tantos años le demostró algo más, algo distinto a aquella falta de importancia hacia ella.
[...]
El joven de mentalidad de un infante caminaba preocupado por la mansión —¿Abuela?— Gritó por las escaleras, pero no hubo respuesta alguna. Continuó su camino a través de todo el lugar —¿Abuela?— Gritó en el pasillo cerca de la puerta principal, sus latidos incrementaron la velocidad al acercarse al salón, sentía que algo estaba mal.
Movió lentamente sus pies, fue a paso lento con temor en su ser —No...— Negó para luego correr al sofá en donde, el cuerpo de Constance Langdon yacía. —¡No!— Sus sollozos fueron escuchados por todo el salón, un eco fue oído cerca de este. —¡Abuela!— Gritó, acariciando las ya envejecidas mejillas de la mujer —Hey, despierta...—. Rogó pero Constance no se encontraba allí para oírlo y mucho menos deseó hacerlo. —Lo siento, lo siento...Fue mi culpa.— Repitió varias veces, recostó el cuerpo de la mujer para que esta descansara finalmente, sus manos acariciaron el suave cabello de la mujer —Oye..— Trataba de despertarla pese a todo, sus manos temblaban al igual que su voz, sus ojos se encontraron llenos de lágrimas decididas a salir —Abuela...—
—Los espíritus de la casa no se pueden ver si no desean ser vistos.— La voz del hombre hizo presencia, Michael movió rápidamente su cabeza para mirar directamente al extraño.
—¿Ella no desea verme?..— El pelinegro negó suavemente ante las palabras de Michael, murmuró "lo siento" antes de que el rubio volviera a hablar —¿Quién eres?— Preguntó con su voz entrecortada mientras que una lágrima bajó por su ojo izquierdo.
Aquel hombre no tardó en responder su pregunta, ladeó su cabeza de forma gentil a su lado izquierdo —Alguien que quiere ser visto.— Explicó, pero al pasar los segundos su frase cambió: fue corregida. —Alguien que quiere ayudar. Si realmente quieres cambiar creo poder ayudarte en eso.—
Michael simplemente negó ante las palabras del psiquiatra, sentía dolor por todo su cuerpo y mente. —Soy un monstruo.— Soltó, dando a la vista lo que Constance siempre creyó —¿Por qué querrías ayudarme?—
—Porque no puedo evitar verte como un hijo.— Soltó, sus manos se encontraron en los costados del sofá al pronunciar tales palabras, Michael sintió escalofríos ante tales palabras. —Aunque no lo seas.— Ben soltó, pese a no serlo, Michael se sintió protegido por el hombre, se sintió a salvo, pero aquello no duró tanto como esperaba.
Penúltimo capítulo 😭😭
-Srta. Battner📚☕
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro