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Una orda de gente era divisada por la fémina, quien, caminaba por el lugar con sus auriculares puestos. Era el primer día por lo cual esperaba no llamar tanto la atención al ser "la nueva".
Se detuvo un segundo mientras que buscaba chicles entre sus bolsillos, estos le ayudaban a calmar su ansiedad por lo cual al finalmente encontrar uno se propuso meterlo a su boca para poder así masticarlo y que aquel sabor a arandanos se expandiera por su cavidad bucal.
Sería un día largo, Alissa no deseaba estar allí, pero debía de.
Toc, toc.
La puerta sonaba suavemente.
Utensilios iban de un lado a otro, finalmente al cuarto golpe el mayor pudo oír la puerta. —¡Enseguida voy!— Pietro sacudió sus manos así tratando de quitar la harina de tales, le dedicó una sutil sonrisa a Moira -quien se encontraba a su lado, ayudandole a cocinar- para luego dirigirse a la entrada.
Al abrir la puerta se encontró con una mujer de mayor edad y cabello rubio, detrás de ella se encontraba un chico de rasgos parecidos a los de la mayor, por su apariencia debía de ser uno o dos años menor que Alissa.
El de cabellos castaños finalmente se decidió a hablar —Oh, ¡hola!— volvió a limpiar sus manos en su ropa para luego estrecharla con las de la señora. —Pietro Williams, un gusto.—
—Constance Langdon.— Habló mientras que entraba a la casa como si fuera su propia propiedad, el mayor de los Williams sintió incomodidad ante aquella acción.
Caminó detrás de Constance, el que parecía ser su familiar caminaba cuidadosamente por la casa —Disculpe, ¿qué hace?— Rascó su brazo suavemente.
—Vengo por la consulta de la señorita Wi-...— Un silencio incómodo inundó el lugar. —Oh. Lo siento, Pietro.— Se encogió de hombros y dió media vuelta para mirarle —Que desubicada soy, veniamos a darles la bienvenida al vecindario.— Le miró. El rostro de la señora Langdon le causó cierta confusión, no se veía arrepentida de entrar de tal manera. —Él es mi hijo, Michael.— Apuntó al contrario, quien solo se mantenía quieto.
—¿Un gusto?-— fue lo único que se logró oir de Pietro mientras acercaba su mano a Michael, el rubio no la aceptó.
Una voz desde las escaleras se logró oir —¿Pietro? ¿Con quién hablas?— Elizabeth bajaba mientras que subía el cierre de su sudadera azul, su cabello se encontraba amarrado en una coleta.
Los ojos de Michael se mantuvieron fijos en Elizabeth.
—Oh, son los Langdon, los vecinos.— Murmuró extrañado, miraba a ambos visitantes completamente confundido.
Constance no pudo evitar sonreír, allí estaba la famosa Elizabeth Williams.
Su salvación.
Se acercó con cierta tranquilidad y elegancia —Elizabeth, ¿no es así?— Estrecharon sus manos —Constance Langdon, la vecina de al lado.— Aclaró.
La nombrada le dedicaba una sonrisa honesta —Un gusto, Constance. Sí, soy Elizabeth.— Sonreía mientras miraba a la de peinado extravagante, como pensaba Lizzie.
Los ojos de la chica se posaron en el de menor edad, luego volvieron a la mayor —¿Es su hijo?— asintió rápidamente al oír esa pregunta.
—Mi pequeño demonio.— Una sonrisa forzada apareció en sus labios —¿Tiene hijos?— Ambos hermanos negaron al oír eso —Oh, comprendo. Se ven muy jovenes, deben de tener unos ¿veinticinco tal vez?—.
Se miraron entre ellos, soltando una carcajada. —Exactamente, somos mellizos.— Se encogieron de hombros
—Soy doce minutos mayor que Lizzie.
Al oír el comentario de su hermano, la de sudadera azul no dudó en reír. Asintió, así dando a entender que decía la verdad.
Michael seguía callado, su madre continuó preguntando —¿En que trabajan, si puedo preguntar?—
Una sonrisa apareció en los labios rosa de Pietro, como si estuviera esperando aquella pregunta todo el tiempo —Soy chef.— hizo un ademán con su mano, hacia como si no fuera gran cosa pero adoraba alardear su profesión.
—Psicóloga, me especializo en niños y adolescentes.— Respondió mientras colocaba sus manos en los bolsillos.
—¿¡Psicóloga!? Oh...Ambos tienen profesiones increíbles. Incluso, me llama mucho la atención la suya, señorita Williams.— Constance se acercó a la nombrada —¿Podría hacerle algunas preguntas?...
—Claro.
Y aquello, le dejó un mal sabor de boca a Pietro, quien finalmente reaccionó luego de los encantos de la mujer. ¿Por qué llegó de pronto y se interesó por ellos? ¿Por el trabajo de Elizabeth?
Luego de unas horas, Constance y su hijo se marcharon, había pedido una sesión para el chico. Elizabeth deseaba conocer a los vecinos y la petición de su vecina la extrañó, pero no dudó en aceptar.
Alissa ya había llegado a su hogar,
al igual que las sesión de Jean había finalizado por lo cuál no tuvo tiempo para ver ni a la pequeña ni a Violet. Pero, si logró ver al nuevo paciente de su hermana.
Elizabeth escuchaba atentamente al chico, quien se encontraba cruzado de piernas sobre el sofá y jugaba con sus manos —El mundo es un lugar desagradable.— Continuaba hablando —Está lleno de odio, vulgaridad, vómito...La lista puede continuar— Miró a su psicóloga.
—¿Por qué crees eso, Tate?— Anotaba en su libreta.
Aquel rubio soltó una risa —¿Sabes cómo se siente que tu padre te abandone?— Le miró con una sonrisa burlesca, como si se burlase de sus propias tragedias.
Al oír esa pregunta la suave mirada de la ojiverde cambió, su mandibula se tensó ligeramente. Aquel fue un cambio radical, simplemente volvió a su actitud anterior con suavidad. Debía dejar sus problemas personales a un lado cuando atendia a sus pacientes.
—Lo sabes— La sonrisa de Tate continuaba allí —Mi padre me abandonó cuando tenía 5, me dejó con una "chupapitos"— miró fijamente a la mayor —Mi madre iba constantemente con el vecino, literalmente lo es. ¿Qué tan enfermo es eso?—
La mirada de Lizzie hacia el menor mostraba compasión —¿Cómo te sientes respecto a eso, Tate?—
Aquella respuesta causó asombro en el contrario, pensaba que responder ante eso. Su anterior psicólogo simplemente le respondió "he oido cosas peores" ¿por qué la chica no lo hizo?
—¿No piensas que estoy loco?
El ceño de Elizabeth se frunció suavemente —No, no creo que lo estés. De hecho, creo que guardas mucho dolor dentro de ti. Dolor que debes comprender.— comentaba mientras dejaba de escribir en la libreta. —¿Estarías dispuesto a venir a otra sesión, mañana?— El tiempo se había acabado, ninguno de los dos deseaba que fuera así pero lamentablemente sucedió.
Tate miró suavemente hacia la puerta de aquella habitación ya que estaba abierta.
En aquellos pasillos se podía divisar cierta chica de su edad, miraba confundida la sesión mientras que tenía un plato de comida vacío entre sus manos. Probablemente iba a dejar aquel en la cocina luego de comer, pero algo llamó su atención...
Tate llamó la atención de Alissa
Y Alissa llamó la atención de Tate.
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