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—¿Sabes por qué estás aquí, Jean?—. Elizabeth se limitó a cuestionar mientras que la pelirroja se mantenía quieta, dentro de su mirada se podía divisar cierta oscuridad. Como si algo terrible le hubiese sucedido a la pequeña.
La menor se taraba en responder, por Elizabeth eso estaba completamente bien: no todos los niños se abrían fácilmente ante sus problemas, por esa misma razón planeaba ayudar a la pequeña tanto como pudiese —Mi hermana me dijo que sería buena idea que viniera aquí.— Fue lo único que respondió, Elizabeth asintió suavemente mientras escribía en su pequeña libreta.
—Entiendo, mira. Jean, hoy hablé con tu hermana por teléfono ¿sí?— La menor escuchaba atentamente a su psicóloga —Y me ha dicho que te gusta mucho dibujar ¿no es así?— Cierto brillo apareció en los ojos de la menor, asintiendo rápidamente —Bien, eso es algo bueno ¿cuánto tiempo llevas dibujando?—. Cuestionaba.
—No lo sé pero me gusta dibujar ¡mucho!— Decía con emoción porque finalmente hablaban sobre algo que captase su atención —Pero últimamente no he logrado dibujar, no encuentro papel suficiente, ni lapices.— Murmuró para sus adentros, para su suerte Lizzie logró oír lo que la menor susurraba así alegrando su día al acercarle aquellos utensilios.
Una sonrisa se mantenía en los labios de la mayor. —¿Podrías dibujarme algo?— Le preguntó amablemente, Jean no dudó en asentir. —¿Podrías dibujarme a una persona en la lluvia?— Consultaba a la de ojos claros.
Asintió con cierta felicidad mientras que comenzaba a dibujar, se notaba concentrada por lo cual Elizabeth le dió su tiempo para poder finalizar.
Jean era una niña de aproximadamente 8 años, no más que eso pero tal vez menos. Se veía como una pequeña muy inocente, aquello intrigaba a Elizabeth.
Sabía bien que era importante para cada persona ir a una sesión psicologica tanto como hacerse chequeos medicos mensuales, pero la hermana de Jean aseguró que debía de ir (pese a comentar que su padre era un psiquiatra deseaba que fuera atendida por otra persona, así confiando en Elizabeth).
Finalmente la menor de la habitación finalizó su dibujo, este se encontraba con varias gotas de lluvia cuales eran varios trazos con poco orden. En el dibujo había una chica de cabello hasta los hombros, tal como el de ella, sostenía un paraguas en sus manos al igual que el dibujo no tenía un gran tamaño.
—Es muy lindo ¿no crees?— Lizzie le miraba con dulzura, Jean se encogió de hombros con una leve sonrisa.
Heart-Shaped Box resonaba por la habitación de la rubia. Alissa caminaba por esta a la vez que tarareaba la canción y organizaba su cuarto, había elegido el más simple, pero a la vez le encantaba más que los otros cuartos que se encontraban allí, le causaba intriga, le gustaba por la oscuridad de este.
Colocó algunos cuarzos sobre el mueble bajo el pizarrón, luego pensaría que hacer con él. Guardó sus discos y vinilos en su organizador para tales. Iba de un lado a otro, guardando y acomodando discos, ropa, cuarzos, libros, en pocas palabras: todas sus pertenencias.
—Tienes un buen gusto musical.
Aquellas palabras la dejaron petrificada, ¿qué hacía esa chica en su habitación? ¿quién era?
Alissa giró suavemente su cuerpo, así quedando frente a una chica de su edad, su cabello era castaño con algunas puntas de un color más claro, casi llegando a rubio. —¿Quién eres y cómo entraste aquí?..— Interrogó.
Dudó durante unos segundos —Violet—. Se presentó —Vivo al final de la calle. Mi hermana; Jean, viene a la consulta de la señorita Williams, me dijo que podía esperar en la casa, me perdí buscando el baño.— Se encogió de hombros mientras continuaba observando los discos —¿Quién es Lana Del Rey?—. Miró extrañada —¿The Neighborhood?—. Se encontraba completamente confundida. —Pero, tienes albums de Ramones, Morrissey.— Se quedó unos segundos con una sonrisa en sus labios, miró a Alissa quien se encontraba completamente confundida, luego de unos segundos la ya nombrada soltó una carcajada.
—Alissa, Alissa Williams.— Estrechó la mano de Violet —Es extraño que estemos hablando como si nada, pero te ves como alguien agradable. Además, tienes un gran gusto musical.— Se sentó mientras que hablaba.
—Un gusto, Alissa. Podría decir lo mismo sobre ti.— Le dedicó una gran sonrisa, esperaba que Alissa pudiera ser una gran amiga. —¿Por qué te mudaste aquí?— Cuestiono amablemente —Últimamente no se ven nuevos vecinos.— Bromeó.
Los labios de Alissa formaron una sonrisa sin mostrar los dientes, pensaba unos segundos el que responder ante aquella pregunta —Cambio de aires.— Fue lo único que salió, Violet solamente asintió.
—¿Y qué tal la casa? ¿Te está gustando hasta ahora?— Violet volvió a caminar por la habitación de Alissa, tomo cierto manga entre sus manos. —¡Te gusta
Nana!— Le dedicó una sonrisa, Violet había leído aquel manga anteriormente.
La sonrisa de Alissa no pudo ser mayor, acababa de llegar y ya conoció a una chica que le agradase -pero realmente aún no podía llamarla "amiga" puesto que se acababan de conocer-. —La casa me gusta, se ve antigua y misteriosa.— Comentó mientras que caminaba por su habitación.
La sonrisa de la castaña se desvanecio poco a poco —Vives con tus hermanos ¿no es así?—. Notó como Alissa asentía —Bien, no te gustaría estar en esta casa sola, dicen que está embrujada.— Al oír eso la chica volteó rápidamente su mirada a Violet.
—¿A qué te refieres?
La puerta fue abierta, una pequeña niña se encontraba allí junto a Elizabeth.
—Vi, ¿ya es hora de irnos?— Cuestionó mientras que corría a la nombrada y la abrazaba.
Elizabeth miraba atenta a Violet y Alissa. La mujer misma fue quien, al ver a Violet, supo que podría entablar una amistad junto a su hermana.
—Oh, cierto. Fue un gusto Alissa, nos vemos...— Alargó aquella "s" y miró a Jean, quien murmuró un "mañana" puesto que al día siguiente volvería a tener una sesión con la doctora Williams —Nos vemos mañana, fue un gusto—. Ambas jovenes estrecharon sus manos, pero ahora Alissa notó algo que antes no....
Las manos de Violet estaban extremadamente heladas.
Aquello le extrañó, pero aún así se despidió. —Sí. Fue un gusto, Violet.—
El castaño se encontraba en la cocina, acomodando cada utensilio como si fuesen lo más apreciado de su vida, se despidió de la paciente de Elizabeth al ver como se iban, juró verlas desaparecer al verlas salir por la puerta pero solo estaba cansado de la mudanza.
Sobó su frente suavemente —¡Lizzie, Lys!—. Exclamó mientras que caminaba por la cocina —¿Tienen algún paracetamol?—. Soltó una leve carcajada al oír a ambas hermanas gritarle un simple y a la vez enfadado "No para ti".
Advirtieron que le daría un dolor de cabeza y que debía de empacar medicamentos puesto que cada uno tenía su propio botiquin en caso de emergencias, pero Pietro siempre olvidaba donde dejaba las cosas para guardarlas en aquel maletín.
El de ojos oscuros abrió la puerta trasera para así salir al patio, se llevó un asustó rápidamente al ver a una señora de ya mayor edad frente a él —¡Oh dios mío!— Colocó su mano en el pecho, podía sentir su corazón latir rápidamente.
—Lamento asustarlo, señor, solo venía a ayudar.— La de cabello rojizo le miró apenada, Pietro apenas notó aquel ojo de cristal en su rostro, incluso: no le importó pues pensó que le hacía ver genial.
Negó suavemente —Está bien, tranquila.— Estiró su mano —Pietro Williams, no me llame señor, por favor. Me hace sentir viejo y solo tengo 25 años—. Soltó una carcajada.
En el rostro de la contraria se podía divisar cierta confusión como si no entendiera algo. —Entiendo, Pietro.— Una sonrisa apareció en su rostro —Moira, Moira O'Hara. Vengo a ayudarles a desempacar, soy la ama de llaves, les ayudaré en lo que necesiten.—
—¿Ama de llaves? Disculpe, no hemos contratado a nadie, y aunque quisieramos no podríamos por el-...— La mayor no le permitió finalizar.
Negaba mientras le miraba —No cobro. Trabajo de Lunes a Jueves, en acción de gracias pero no en navidad y he trabajado en esta casa por más de 15 años.— Pietro se mantuvo en silencio —¿Alguna vez tuvo una casa tan antigua?—. Al verlo negar no pudo evitar aclarar más cosas sobre aquel lugar —Esta casa es especial, tiene sentimientos, si la tratan mal se arrepentirán.—
El rostro de Pietro frunció suavemente el ceño y miró fijamente a la mujer de palida piel, tratando de averiguar a que se refería con lo que acababa de decir, hablaba como si de su propia casa se tratase y de alguna forma así lo era.
—Tendré que hablarlo con mis hermanas ¿gusta pasar?— Moira asintió mientras que entraba.
Aquella casa era extraña sin duda, los hermanos Williams apenas llegaban y ya conocían a algunas personas. Tenían planeado juntarse con los vecinos de la casa continua a la suya, solo sabían que estos eran dos, una señora ya mayor y un chico de la edad de Alissa, pensaban que sería buena idea relacionarse con ellos puesto que vivirían por un largo tiempo allí.
Tal vez incluso toda una eternidad.
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