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09

CAPÍTULO 09
"El otro lado de la historia"

3 años atrás... (Adelaide tendría 14 años)

¿Les gustaría terminar la secundaria para luego volver a la secundaria nuevamente?

Eso es lo que me pregunto cada vez que el profesor de historia abre la boca. Resulta obvio que solía ser el típico chico callado y retraído en sus años estudiantiles.

Mi clase y yo somos salvados por la campana, literalmente hablando. Por un par de segundos, lo único que escucho son los chirridos de las sillas antes de salir al pasillo.

–Por quinta vez en el día, ¡los balones sólo se utilizan en las prácticas y partidos de football! –grita la subdirectora cuando dos chicos pasan corriendo a mi lado. Río un poco.

Hoy a la tarde habrá un partido amistoso contra San Marcos, una escuela que vendrá desde fuera de la isla, y el espíritu deportivo se siente en el aire. Nuestro colegio es bastante competitivo en todos los aspectos de la palabra.

Sigo mi camino hasta mi casillero. Introduzco la contraseña (que obviamente no es el día en que nací), guardo mis materiales de historia y pongo mi laptop en la mochila que llevo en los hombros.

Me fijo la hora en mi celular. Tengo exactamente cuarenta y cinco minutos antes de que termine la hora del almuerzo, por lo que debo apurarme si quiero comer.

La cafetería está repleta de personas. Por suerte para mí, Matt está guardándome un lugar en la fila junto a él y Kelce.

–Hola chicos –los saludo, tomando una bandeja.

–Más bien hola comida. –Kelce sonríe mientras se sirve dos hamburguesas con extra queso.

Matt y yo compartimos una mirada capciosa, sabemos perfectamente que luego estará una hora en el baño.

De acuerdo con lo que dice mi Tía Anna, hoy es día de lasagna, por lo que tomo un plato de ésta y me quedo observando el pastel de chocolate, debatiendo si debería tomarlo o no.

Se ve tan delicioso... Dos perfectas capas de bizcocho de chocolate, separadas por mousse de chocolate y ganache de chocolate por encima. Un sueño hecho realidad.

Y lo mejor de todo, está al alcance de mis manos, mi tía no tendría por qué enterarse y finalmente podría saciar este antojo que tengo hace varias semanas.

No recuerdo la última vez que comí pastel, o chocolate, o azúcar procesada...

Vuelvo a la realidad cuando Matt chasquea sus dedos frente a mi cara, haciéndome pestañear fuertemente.

– ¿Quieres pastel? –pregunta.

Y antes de permitirme responder, deja una rebanada en mi bandeja. Mis amigos se dan vuelta y comienzan a buscar una mesa libre.

Dejo el pastel justo donde está, en la esquina de mi bandeja, tal vez son señales de que no sucederá nada si como un poco.

– ¿Sarah se sentará con nosotros hoy?

–No, está muy ocupada almorzando con su nuevo novio. –Los tres reímos–. Yo tampoco me sentaré con ustedes, tengo cosas que planificar.

– ¿Enserio? –pregunta Matt con pena–. Ayer tampoco te sentaste con nosotros.

–No te preocupes, lograrás superarlo –bromeo.

–Bueno, yo tampoco me sentaré con ustedes –dice Kelce–. El deber me llama.

Se aleja hacia una mesa en el centro de la cafetería, los chicos del equipo siendo los únicos ocupándola. Rafe está ahí sentado, me esfuerzo para no mirarlo.

Encuentro un lugar para sentarme bastante rápido. Dejo mis cosas y comienzo a comer mientras enciendo mi laptop.

El próximo mes será mi cumpleaños número quince, y mi tía me dió hasta la semana que viene como fecha límite para entregarle la lista de personas.

Mi problema aquí es que debo invitar a más personas de las que quiero. Ya anoté a todo mi curso, a gente de un curso menor y un curso mayor también.

Observo mis alrededores, buscando rostros conocidos que me gustaría ver en mi fiesta, pero no encuentro ninguno.

De todas formas, hay una persona en específico que cruza por mi mente, Kiara.

No estamos en buenos términos, desconozco la razón pero sé que no quiere verme. A pesar de ello, descargo la invitación y se la envío por mensaje de Instagram, sorprendida de que aún no me haya bloqueado.

Sigo pensando un poco más hasta que finalmente decido cerrar la lista y enviársela a cada uno por correo, ya no me apetece seguir agregando personas, son suficientes.

Analizo el pastel de chocolate en mi bandeja y lo devoro más rápido de lo que debería.

El timbre vuelve a sonar, y junto con él, un aviso desde los altavoces:

– ¡El partido comenzará en quince minutos, recuerden que la entrada trasera de la cancha estará cerrada!

Luego de escuchar el aviso, me limpio la comisura de los labios con la tela del uniforme, tiro de la cadena y salgo del cubículo del baño.

Me miro al espejo por unos segundos, me enjuago la boca con agua y voy hacia los pasillos en busca de Sarah.

La encuentro guardando sus cosas en su casillero. Me acerco en silencio y, sin que me vea, pongo ambas manos sobre sus ojos.

–Ya sé que eres tú, Addie.

– ¿Cómo es que siempre adivinas? –me quejo, recostándome en el casillero continuo.

Ella se encoge de hombros con una pequeña sonrisa. Está a punto de hablar cuando somos sorprendidas por un grupo de tres chicas acercándose.

Las reconozco, son de dos cursos mayores que nosotras. Se detienen delante nuestro y mi espalda se separa de los casilleros al instante, arreglando mi postura inconscientemente.

– ¡Adelaide! –exclama Jessica, quien camina delante de las demás, sacudiendo sus rubios cabellos sobre los hombros–. Gracias por invitarnos a tu cumpleaños.

Oh, de nada –digo luego de un par de segundos–. Espero verlas allí.

En realidad, preferiría no haberlas invitado, estas chicas siempre me han dado mala espina.

Una de ellas, cuyo nombre no recuerdo, da un paso hacia adelante y sonríe de una manera que me inquieta bastante.

– ¿Sabes si Rafe estará allí también?

Sólo la mención de su nombre es suficiente para hacerme sentir mariposas en el estómago.

Hago un gran esfuerzo para no sonrojarme y demostrar que la mísera posibilidad de que Rafe no vaya a mi cumpleaños no me destruiría por completo.

Al ver que sigo sin decir nada, Sarah decide responder por mí:

–Supongo que sí. Aunque yo preferiría que no fuera, siempre es tan molesto.

–Sólo lo dices porque eres su hermana –dice Jessica, para luego girarse hacia mí–. ¿Tú qué opinas? Escuché que fuiste de vacaciones con los Cameron el verano pasado.

Mi mente se queda en blanco de inmediato. No hay manera de que me ponga a hablar sobre Rafe con chicas más mayores y bellas que yo, y mucho menos con Sarah a mi lado.

Luego de mi mareo mental, decido abrir la boca mientras cruzo los dedos en mi cabeza para no trabarme al hablar:

–Sí...

– ¡Fue terrible! –Me interrumpe mi amiga, cosa que agradezco internamente–. Perdimos nuestro vuelo porque él no era capaz de encontrar su pasaporte, y nuestra habitación de hotel era un desastre por su culpa.

–Casi lo olvido –digo rápidamente–. Dejaba su ropa tirada por todos lados y lo peor es que no se bañó por cinco días. Según él, el agua de la playa es un "baño de la naturaleza".

»Y jamás dejaba de parlotear. Bla, bla, bla –hago una imitación de su boca con mi mano–. Siempre hablando de sí mismo. Además, se pasaba todas las noches roncando, apenas podíamos dormir, incluso cuando nuestras habitaciones estaban separadas por un pasillo.

No me doy cuenta, pero las palabras salen de mi boca por sí solas. Y lo peor de todo es que no puedo parar, debo dejar en claro que no me gusta Rafe.

Si supieran la verdad, mi vida estaría arruinada, todos sabemos que no tengo oportunidad contra ellas. Además, seguro sería el hazmerreír de todo el colegio.

Las chicas ríen.

–Realmente no puedo creer lo que dicen. Él no parece esa clase de persona –admite Jessica–. En fin, debemos irnos. Supongo que las veremos en el partido.

Se alejan por los pasillos haciendo un sonido armonioso con sus pasos.

–Eso fue raro –Sarah cierra su casillero con el ceño fruncido.

Asiento con la cabeza mientras nos dirigimos hacia la cancha de football, que está en la parte trasera del colegio y detrás de la pista de atletismo.

En el camino, comenzamos a encontrarnos con muchos más estudiantes yendo al mismo lugar que nosotras, la música de fuera se mezcla con las risas y conversaciones animadas.

– ¡Hoy vamos a ganar, lo siento en los huesos! –dice mi amiga, dándome un ligero codazo en las costillas.

Sonrío contagiada por su energía, estoy segura de que todos están igual de ansiosos que ella.

– ¿No dijiste lo mismo la vez pasada?

–Sí, pero... –ella suspira–. Sabes que el clima nos jugó en contra. Debieron haber cancelado el partido por lluvia.

–Si tu lo dices...

Sarah me da un codazo en las costillas nuevamente, esta vez no tan ligero. La competitividad deportiva es de las pocas cosas que tiene en común con su hermano.

La cancha está casi repleta cuando llegamos, y el bullicio es ensordecedor. Los estudiantes del colegio se agrupan en las gradas, creando un paisaje color azul y blanco que opaca completamente a las gradas de San Marcos.

– ¡Adelaide, Sarah! –grita alguien desde las gradas superiores, Matt–. ¡Vengan, tenemos sitio aquí!

Subimos las escaleras rápidamente, tratando de no tropezar con los pies de los demás estudiantes que ya están sentados. Al llegar, Top y Matt nos hacen espacio y nos sentamos, justo a tiempo para ver cómo los equipos salen al campo.

– ¡Esto va a ser épico! –dice Sarah, sus ojos brillan con expectación.

El silbato suena, marcando el inicio del partido y la multitud estalla en vítores y aplausos.

Rafe está en el centro del campo, con la camiseta azul y blanca ajustada a su cuerpo, liderando al equipo con determinación. Kelce está en la defensa, con una postura firme y concentrada. Me pregunto si le duele el estómago.

Junto a nosotras, Matt y Topper también animan a los chicos. Aunque creo que están gritando cosas por las risas más que para ganar. Los escucho gritar «¡Rafe y Kelce son los amores de mi vida!», más de una vez.

Los primeros minutos del partido son bastante aburridos. Ambos equipos luchan por el dominio del balón y, cuando uno de los equipos lo logra, no pasa mucho hasta que vuelven a perder el control.

El tiempo pasa rápidamente. Falta poco para que termine el partido y ningún equipo ha logrado hacer un gol, esto hace que los jugadores de ambos equipos se muevan con agilidad y precisión.

En un momento crucial, Kelce intercepta un pase del equipo contrario y lanza el balón hacia Rafe, quien corre hacia la portería con una velocidad impresionante.

Juraría que por un momento soy capaz de sentir como todos en las gradas nos detenemos al mismo tiempo, además de los latidos frenéticos de mi corazón.

Si Rafe no hace ese gol, lo mataré yo con mis propias manos.

Él se acerca al arquero rival y, con un movimiento rápido y preciso, dispara. Como si estuviera en cámara lenta, el balón vuela directo a la esquina superior de la red.

¡Gooooool! –gritamos todos al unísono, saltando de nuestros asientos.

Rafe levanta los brazos en señal de victoria mientras sus compañeros de equipo corren hacia él para felicitarlo.

Puede que esté alucinando, pero nuestras miradas se encuentran por un breve momento, y siento un calor subiendo por mi rostro. Le sonrío, como una manera de felicitarlo por su logro, pero desvía la mirada al instante y festeja con los demás, haciéndome sentir un tanto extraña.

El partido sigue de manera normal, hasta que el silbato suena por última vez, con el marcador mostrando nuestra victoria. Para sorpresa de nadie, los gritos de Matt y Topper se vuelven cada vez más absurdos, pero me río con ellos de todas formas.

Al final de la tarde, el maravilloso y reluciente trofeo está en una de las vitrinas del pasillo. Me siento tan orgullosa como si fuera yo quien jugó en el partido.

Antes de abandonar la institución, camino sigilosamente hasta un casillero que conozco bastante bien y dejo una pequeña nota dentro del mismo.

Sarah entra a su casa conmigo detrás de ella, ambas quitándonos los zapatos con rapidez.

En el camino hasta aquí, ella decidió que quería hacer una fiesta para celebrar nuestra victoria. Es el plan perfecto, puesto que Ward y Rose estarán fuera de la ciudad todo el fin de semana junto con Wheezie.

Llegamos a la cocina y me detengo frente a la nevera, dónde nos espera una pequeña carta:

Si leen esto, significa que ya nos fuimos. Por favor dejen todo en orden, no destrocen la casa y no inviten a nadie (ya saben que Addie es la excepción). Les dejamos comida en la despensa y el dinero en la mesa del comedor.

Tan pronto como termino de leer, escucho una voz detrás de mí:

– ¿Qué es eso? –pregunta Rafe. Su cabello sigue algo sudado luego del partido. Me sorprende que esté tan serio, teniendo en cuenta que ganaron gracias a él.

– ¿Qué te imaginas? –responde su hermana de manera obvia.

Mi amiga arranca aquella nota y la deja con cuidado en el suelo, asegurándose de que quede bajo la nevera casi por completo, de manera que apenas es visible..

Ups... –se encoge de hombros–, supongo que se cayó antes de que nosotros seamos capaces de verlo.

Me río de su buena actuación.

Sarah va a quitarse el uniforme, haciendo que Rafe y yo quedemos solos en la cocina. Voy a servirme algo de jugo y tomo dos vasos del estante en vez de uno. Apenas los dejo en la encimera, él se va sin que yo pueda decirle ni una palabra.

El sol se está ocultando, por lo que el cielo se ve anaranjado y junto con la cálida luz de las lámparas colgadas se crea una bonita imagen alrededor de la piscina.

Hay bastante gente en la casa, más de la que invitamos. Algo me dice que es culpa de los amigos de Rafe; siempre le dicen a sus amigos que pueden traer a otros amigos, y así es como la casa se llena de personas.

Estoy sentada en uno de los grandes sillones del patio en medio de Matt y Topper, los tres disfrutando de un recipiente lleno de frituras y una charla sobre la vida de otras personas siendo nuestra mayor fuente de entretenimiento.

Muevo mi cabeza hacia la derecha, dejándola sobre el hombro de Matt, quien está muy concentrado explicando cómo suspendieron a alguien en su clase de matemáticas por insultar al profesor.

Abro mi mano para tomar un puñado de papas fritas. Para mi mala suerte, encuentro el recipiente vacío.

–Chicos, ¿es en serio? –me quejo al incorporarme.

Ambos me miran como seres indefensos e inocentes, pero sé que no lo son, las comisuras de sus labios llenos de sal los delatan.

–Él fue quien tomó la última papita –Matt señala a Top con su dedo índice. A veces se comportan como niños pequeños.

Me pongo de pie y decido que seré yo quien traerá más comida.

Soy sorprendida por mi mejor amiga, que viene corriendo hacia nosotros y se detiene justo a tiempo para no chocar contra mi cuerpo. Tiene un bañador puesto y su cabello recogido en un moño, aunque tiene varios mechones de pelo desordenados.

– ¿Qué te pasa, loca? –le pregunto.

Ella pone ambas manos en mis hombros y me sacude un poco.

–Acabo de hacer cinco shots de vodka –dice emocionada, y yo quedo boquiabierta–. ¡Esto es una locura! –grita al mismo tiempo que vuelve a correr, esta vez hasta la piscina.

Se lanza al agua tapándose la nariz con la mano izquierda y nos salpica a la mayoría, pero Sarah sonríe como nunca y noto que Topper no deja de mirarla. Yo sólo puedo preguntarme quién trajo alcohol, porque sé perfectamente que no fue ella.

Voy por el camino de piedras que dirige a la casa para finalmente entrar a la cocina, y es ahí cuando veo a Kelce con una botella de vodka en su mano. Por supuesto que fue él.

– ¡Serás idiota! –le grito con brusquedad. Él me mira y en su cara veo terror–. Dame eso.

Le quito la botella de las manos y la doy vuelta sobre el fregadero.

–No te servirá de nada, ya está vacía.

Sí, y apuesto a que Sarah se bebió la mitad.

Dejo escapar un bufido. Si no hubiera estado en el patio, esto no hubiera pasado. Mañana tendrá resaca y llorará hasta que se le sequen los ojos y se olvide de su dolor de cabeza.

Tiro la botella a la basura y apunto a mi amigo con el dedo índice demasiado cerca de su cara, con la intención de amenazarlo. Él da un paso hacia adelante y, si no fuera porque mi instinto me hace retroceder, Kelce me hubiera mordido el dedo.

Oigo unas risas detrás de mí.

– ¡Oye amigo, eres un asco!

Es Rafe, quién está entrando desde el patio con varios de sus amigos. Sólo reconozco a Jessica y a Tom, el defensa en el equipo de football.

–Oh... eres tú –murmura el rubio con un tono seco al darse cuenta que soy yo quien estaba hablando con Kelce. Su rostro se vuelve serio y desvía la mirada al instante.

Tom se acerca a nosotros pero Jessica pasa de mí como si no me conociera, y Rafe la sigue hasta la sala.

Desde que comenzó la fiesta, ha estado actuando de una manera extraña, y no puedo entender por qué. Cada vez que trato de acercarme, parece alejarse más y me lanza miradas frías.

Los dos chicos que tengo delante comienzan una nueva conversación la cual no formo parte, por lo que salgo de la cocina y me dirijo hacia el baño, no sin antes haber llenado el recipiente con frituras que, en vez de dejar en la cocina, lo llevo conmigo escaleras arriba.

Me detengo frente al espejo y analizo un poco mi aspecto. No me veo tan mal; acomodo con los dedos algunos cabellos desordenados y me refresco la cara con agua. Estoy algo pálida, debería comenzar a tomar sol más seguido.

Bajo la tapa del retrete y me siento sobre éste, descansando la barbilla sobre mis rodillas y con ambos brazos rodeando mis piernas.

Por la ventana entra un leve sonido que reconozco como la voz de Sarah, quien está gritando una canción que sé que le gusta. Puede que esté algo alcoholizada, pero estoy segura que gritaría exactamente igual si estuviera sobria.

Mis pensamientos se dirigen a unos minutos atrás, a ese momento incómodo cuando Rafe me lanzó ese comentario. Siento una punzada de dolor en el pecho, como si me estuviera castigando por algo que no comprendo.

Sus palabras aún resuenan en mi mente, ¿a qué se refería con "eres tú"? La forma en que lo dijo, la mirada en sus ojos, todo fue tan hiriente. No puedo evitar pensar que tal vez hay algo más profundo detrás de su comportamiento, algo que no me está diciendo.

¿Y si nunca entiendo qué le pasa? ¿Y si esto es lo que es? Una relación rota antes de que realmente comenzara. Debería haberlo previsto, él sólo me ve por lo que soy, la amiga de su hermana, y nada más.

Seguramente no piensa en mí ni la mitad de veces en las que yo pienso en él. Dios, soy sólo otra chica obsesionada, me doy asco.

Las lágrimas amenazan con brotar, pero las contengo. No quiero que alguien me vea llorar. No aquí, no ahora.

De repente, escucho un golpe suave en la puerta. La realidad vuelve de golpe, recordándome que no puedo esconderme aquí para siempre. Me limpio rápidamente las lágrimas y trato de recomponerme.

Abro la puerta para encontrarme con la persona que menos quería que me viera. Él se me queda observando y, por la incomodidad, digo la cosa más estúpida del mundo.

– ¿Quieres papitas? –Extiendo el recipiente en mis manos hacia adelante.

Y justo después, dice algo tan simple que termina de romper mi corazón por completo.

–No quiero nada que tenga que ver contigo.

Rafe's POV:

El bullicio de la cafetería me envuelve en cuanto entro, con el aroma a pizza y papas fritas flotando en el aire.

Hago una seña a Kelce para que sepa que estoy aquí. Él está en la fila para la comida junto a Matt y Adelaide, y no puedo evitar notar cómo ambos se ríen de algo.

Me dirijo hacia nuestra mesa habitual, donde ya están sentados varios de mis compañeros de equipo. Tom, nuestro defensa estrella, y Jason, nuestro portero, están enfrascados en una conversación sobre la estrategia para el partido de esta tarde.

–¡Rafe! –grita Tom por encima del ruido–. ¿Listo para aplastar a San Marcos?

–Siempre listo, hermano –respondo con una sonrisa mientras me siento.

Kelce llega poco después, trayendo su bandeja con dos hamburguesas gigantes, y se sienta a mi lado.

–¿De qué me perdí? —pregunta, mirándonos.

–Estábamos hablando de cómo ganaremos hoy –responde Jason–. ¿Alguna idea brillante?

La conversación gira rápidamente hacia el partido de esta tarde. Hay una mezcla de tensión y emoción en el aire; todos saben lo importante que es este juego. Tom está trazando jugadas en una servilleta, gesticulando con entusiasmo como un niño pequeño.

Mientras hablamos, mis ojos se desvían hacia Adelaide. Se ha sentado sola en una mesa cerca de la ventana, y la luz del sol que entra a través del vidrio le da un brillo especial a su cabello.

–Rafe, ¿estás con nosotros? –Kelce me da un codazo, sacándome de mi ensoñación.

—Sí... sí, perdón. Estaba pensando en cómo podríamos aprovechar las bandas para atacar –miento, tratando de volver al tema.

La charla táctica continúa mientras comemos, cada uno de nosotros aportando ideas y estrategias. Me esfuerzo por concentrarme en eso, aunque mis pensamientos siguen volviendo a Adelaide.

Su cumpleaños será el próximo mes. Lo tengo bastante claro ya que Sarah no deja de mencionar el tema cada vez que puede. Todo el mundo estará allí, aunque recuerdo que en el verano dijo que preferiría hacer algo pequeño.

Se levanta de golpe cuando termina su comida, y se dirige con rapidez al baño, sola. Noto como no deja de mirar hacia todos lados, fijándose si hay alguien mirándola. Me pregunto qué le habrá pasado.

Finalmente, la campana suena, indicándonos que es hora del partido. Nos levantamos de la mesa, recogiendo nuestras bandejas y despidiéndonos con bromas y pequeños golpes en la espalda.

En el pasillo, nos separamos para poder guardar nuestras cosas antes de ir a los vestuarios. Estoy dejando un par de libros en mi casillero cuando una voz femenina me saca de mis pensamientos:

– ¿Harás algo luego del partido?

Giro mi cabeza a su dirección. Es Jessica, una de mis amigas, quien también está guardando sus cosas en un casillero cerca del mío. Pone un mechón de cabello detrás de su oreja y me sonríe.

Oh, hola Jess –la saludo–. Estoy bastante seguro que si ganamos, Sarah y Addie harán una fiesta en mi casa, como de costumbre.

– ¿Addie?

–Adelaide –aclaro–, es la mejor amiga de mi hermana.

–Sí, sé quien es. Me invitó a su cumpleaños –menciona, pero en su rostro no hay ni una pizca de emoción o felicidad.

– ¿Está todo bien? –pregunto, un poco confuso.

Umm... algo así. ¿Adelaide y tú son amigos?

Su pregunta me toma por sorpresa, jamás me había puesto a analizar nuestra relación.

Tengo la ligera sensación de que le gusto, aunque puede que sólo esté alucinando. Pero estoy seguro de que le caigo bien, ¿verdad? Sí, eso es.

Asiento la cabeza de manera tranquila en vez de responderle con palabras. Es esto o arriesgarme a decir alguna estupidez.

–Eso es raro –prosigue–. Hoy se puso a decir muchas cosas sobre tí.

– ¿Cosas? ¿Qué cosas? –cierro mi casillero para darle toda mi atención.

–Pues..., comenzó a hablar mal de tí frente a todos. Y recalcó lo molesto, asqueroso y grosero que eras con ella. Al principio pensé que era una broma pero se notaba que lo decía en serio –hace una pausa, esperando a que yo diga algo, pero no lo hago–. Pensé que te gustaría saberlo.

–Sí, gracias por decírmelo Jess.

Se despide de mí con un beso en la mejilla para luego desearme buena suerte en el partido. Me obligo a volver a la realidad al darme cuenta de que la estoy observando directamente mientras se va.

Tan pronto como dejo de verla, sale de mis pensamientos para ser reemplazada por Adelaide. Y no puedo evitar que se me haga un nudo en la garganta.

¿Acaso ella realmente me odia?

Sacudo mi cabeza e intento despejarme, ya tendré tiempo para pensar en ello. Ahora debo enfocarme en el football. Esta tarde será mi momento de brillar, y estoy decidido a darlo todo por el equipo.

Ganamos. Eso es todo en lo que puedo pensar ahora. Los chicos se abalanzan sobre mí para festejar: ríen, saltan y gritan como si nada más importara.

Kelce se vuelve loco y comienza a tirar agua de nuestras botellas por los aires, incluso al entrenador que, para sorpresa de todos, comienza a reírse con nosotros y yo no dejo de sentirme en la cima del mundo.

Nos dirigimos hacia los vestuarios, nos quitamos las camisetas empapadas de sudor y nos refrescamos con toallas mojadas. Los chicos ponen música a todo volumen y comenzamos a cantar y bailar sin importar lo agotados que estamos.

Soy el último en cambiarme y salir a los pasillos. Estos están llenos de estudiantes que nos felicitan y chocan las manos, me siento una celebridad.

Estoy a punto de irme a mi casa pero me detengo justo a tiempo. En la entrada está mi hermana, pero no es ella quien me preocupa, es la chica de cabello oscuro a su lado.

Me quedo allí por unos segundos hasta finalmente decidir que no me voy a acercar a ella, mi orgullo no me lo permite.

Doy un par de vueltas por los pasillos y voy a mi casillero al recordar que allí dejé una de mis cámaras.

Las últimas semanas me he estado escabullendo al club de fotografía, pero es un secreto. Si mi padre llega a enterarse, mi vida estaría acabada por completo.

Introduzco la contraseña en la taquilla y un papel vuela desde la pequeña puerta roja hasta el suelo. Extrañado, estiro mi mano hasta lo que percibo que es una nota.

Estuviste increíble en el partido. Deberías de estar orgulloso de ti mismo, al menos yo lo estoy <3

Está escrita a mano, con un bolígrafo negro en vez de azul,. Hay un corazón al final, lo suficientemente pequeño para ser sutil pero aún así no pasar desapercibido.

Una pequeña sonrisa aparece en mi rostro. Apuesto que lo escribió Jessica, por eso doblo el papel y lo guardo en mi bolsillo

Llego a mi casa y voy directamente a la cocina en busca de algo para comer. Me encuentro con mi hermana y Addie, quienes están leyendo una nota que dejó nuestro padre.

Claramente haremos caso omiso a su petición de no invitar a nadie, pero no tendrá por qué enterarse de la fiesta.

Sarah va a quitarse el uniforme, haciendo que Adelaide y yo quedemos solos en la cocina. Se da vuelta y toma dos vasos del estante en vez de uno. Apenas los deja en la encimera, me voy sin darle la oportunidad de decirme siquiera una palabra.

Me siento sobre la mesa del patio y apoyo mis pies sobre una silla. Hace algo de calor aquí afuera, cosa que me obliga a servirme un vaso con jugo y hielo.

Todo el mundo parece estar divirtiéndose; los chicos del equipo van de aquí a allá riendo, algunos amigos de Sarah están charlando en los sillones, y mi hermana está...

Hablando de Roma, ella sale corriendo como una desquiciada desde la puerta de la cocina. Veo como le dice un par de cosas a Adelaide para luego lanzarse sin más a la piscina. Está loca.

Tom está relatando el partido desde su punto de vista por quinta vez , y se me ocurre preguntarle si tiene hambre. Me observa y en menos de cinco segundos ya estamos entrando a la cocina.

Al lado del fregadero veo a Kelce, con alguien de espaldas a mí apuntándole con el dedo, y él casi lo muerde.

– ¡Oye amigo, eres un asco! –exclamo.

Apenas se da vuelta soy capaz de darme cuenta de que la chica con la que Kelce estaba hablando era Addie.

–Oh... eres tú –murmuro, sonando más seco de lo que me gustaría. Desvío la mirada enseguida, no puedo soportar que me mire a los ojos.

Tom se acerca a ellos pero esa es la última cosa que deseo hacer. Jessica se dirige a la sala y yo voy detrás suya. Varias personas están jugando videojuegos en mi consola y rápidamente nos unimos al grupo.

Me recuesto en la esquina del sofá y saco mi teléfono del bolsillo, la nota que estaba hoy en mi casillero también. La guardo antes de que alguien pudiera verla.

–Jess –digo–, leí tu nota hoy.

Ella me mira confusa, dándome a entender que no sabe de que le estoy hablando.

– ¿Qué nota?

–Olvídalo.

Se gira al instante, dándome la espalda y escucho como comienza a hablar con sus amigas sobre lo aburrido que es el GTA, mis amigos les dicen que se callen.

Dejo salir un suspiro al pensar quién pudo haber escrito la nota en mi bolsillo. Es la primera vez que me pasa algo así. ¿Acaso tengo una admiradora?

No voy a decirle a los chicos, no puedo decirle a los chicos, apuesto a que sería razón de burla. Tal vez le estoy dando demasiadas vueltas al asunto, pudo haber sido cualquier persona. Sacudo mi cabeza, eliminando cualquier rastro de pensamiento relacionado al tema.

Me doy cuenta que me acaloré un poco así que me levanto para refrescarme la cara en el baño. Subo las escaleras de dos en dos, pero hago mal el cálculo y al final tengo que subir tres escalones en un solo paso.

Giro el picaporte pero éste está trancado, por lo que golpeo la madera levemente con los nudillos.

La puerta se abre a los pocos segundos y del baño sale Adelaide. Mierda, pensé que aún seguía en la cocina.

Quedamos frente a frente en medio de un silencio bastante incómodo. No no sé qué decir, como si me hubiera olvidado de la mera existencia de las palabras.

– ¿Quieres papitas? –dice sin más, como si no me hubiera humillado antes del partido.

Se ve tan tranquila, y hiere completamente mi orgullo darme cuenta que he estado pensando en ella el doble de tiempo que ella en mí. Cegado por este pensamiento, sólo pienso en responder una cosa:

–No quiero nada que tenga que ver contigo.

Ella me mira, sorprendida y herida, y me siento como el peor imbécil del mundo.

Holaa,
quiero pedirles disculpas por tardar mil años en publicar este capítulo, voy a intentar ser un poco más activa

Espero les haya gustado este ansiado capítulo!!

¡NO OLVIDEN VOTAR!
<3

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