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Está es, esta es, la historia de un lejano pueblo muy particular.
Es un lugar donde todos vivirán por toda la eternidad.
Está es la historia de una chica y - La la lu la - una fruta especial.
Si tú la comes te va a maldecir y algún día vas a morir.

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«AU»

Aleya Glassred, una linda chica, realmente encantadora.

Pero había algo con ella.

En un mundo donde todos viven por siempre, ella, al nacer bajo un árbol de manzanas, junto con ella nació una maldición a la que todos le temían.

La maldición de la muerte.

Aunque a ella se la suda.

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En las afueras, cerca de un hermoso lago se encontraba una pastelería de manzanas.
Llena con más orgullo de lo habitual hoy la chica preparaba sus pastelitos.

"Ahora sí, van a ver lo deliciosos que están"

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- ¡Rodolfo! ¡Carajo, trae más azúcar!

Fufu~ estos están mejor que los de ayer~.

Un pequeño batallón de ratones le ayudaban a hornear miéntras ella supervisaba todo el proceso.

Le guste o no, vender sus pie en el pueblo era su mejor fuente de ingresos.

¿Que si le agrada la gente?

Claro que no, pero no le queda de otra, en especial en este época del año. Normalmente sus postres son de frutas variadas pero era la época del año dónde en ese lugar únicamente se daban manzanas; a ella no le molestaba comerlas pero la gente del pueblo es otro asunto.

- Y.... ¡Terminamos! Vallan a darse un baño que les salpicó harina. Yo me encargo de envolver todo~

Con un gesto de la mano, les ánimo a qué fueran; con un saludo a lo militar fueron directo a hacerlo para la sonrisa y el agradó de la chica.

- Acomoda por aquí~ envuelve por allá~ ¡Listo! ¡Regreso en un rato♪ - Canturreo en despedida con dirección firme al pueblo.

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Entonces fue hacia la ciudad de la torre del reloj dónde muchos caminaban.
La la lu la lucky!!
Sola en un rincón tenebroso pregunto

"¿Alguien quiere un pie de manzana? ¡Los preparé yo!"

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- Agh... Odio mi vida.

Contrario a todos los ánimos con los que llegó, ahora luego de casi dos horas parada en el mismo lugar ya la había hartado.

Miro la cesta donde traía los pie para vender ese día; seguían completos e intactos.

- Que se joda la sutileza...

¡Hey, señor! ¿No quiere un rico pie de manzana~? Si compra uno se lleva otro gratis~ - Sonrió lo más brillante que pudo cambiando su expresión a una más alegre para verse más convincente.

Pero nada, basto con una mirada de reojo por aquel potencial cliente y chasquido de lengua para dar a entender que mejor no estuviera molestando.

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Pero ni un pie ella pudo vender; además la gente que pasó la desprecio.

"Pero si yo soy igual a todos ustedes... Y aemás saben muy bien..."

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- Cierto... Lo olvide.

Sus ánimos bajaron enseguida sintiendo ya el cansancio por estar de pie todo el día y no solo eso; el peso de ser la indeseada solo le hacía más difícil seguir ahí.

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"Parece que otra nadie me escucha, como si yo fuera completamente invisible..."

Así fue como todo el mundo la ignoró ya que se decía que la niña estaba maldita.
Está es la historia de un mundo sin alma dónde solo ella vivía...

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- Chingada madre, gente sangrona... ¡Que les den! ¡Yo cocino muy bien y ¿A quien le importa mi estabilidad emocional? Si ellos no quieren alguien en el pueblo si los va a querér y me iré a reir en sus caras por sangrones! ¡SANGRONES!

Regreso a casa al poco tiempo, ahora era casi la media noche y ella aún seguía en la cocina preparando los pies para mañana.

En ese momento ni ella misma sabía si estaba enojada, triste, con ganas de matar a alguien, etc. Pero algo tenía claro, no les iba a dar gusto a esa gente que la desprecia.

Al día siguiente no se movería de ese lugar hasta que la cesta esté vacía por vender todo.

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Esa noche hornero más pies sin nunca dejar de sonreír; porque ella aún, no se rendía.

No importan las horas que tengan que pasar o que su estómago empiece a rugir...

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- Cuatro horas... Veinte minutos... Y quién sabe cuántos segundos... - Murmuró para si misma ya con los ánimos bajo tierra.

- ¡Quítate de enmedio mocosa! - La irritante voz de alguien que pasaba detrás de ella la saco de su limbo de cansancio, pero para mal.

Intencional o no, la empujo haciéndola caer.

- ¡Hijo de ... ¡¡Fíjate tú por dónde vas pendejo!! - Reclamó enojada con justa razón pero nuevamente no le prestaron atención.

Murmurando insultos de la A a la Z dejo de ver en la dirección del tipo mi miro a dónde calleron sus postres y cesta. Por alguna razón al ver ahí se le acabó el enojo.

La gente ni siquiera se molestó en rodear los pie, estos eran pisados como si no estuvieran ahí.

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Cuando repentinamente fue empujada por detrás.
Y su cesta al suelo cayó.
Y la gente paso y no le importo aplastar lo que ella preparo.

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No le quedó de otra más que levantar todo cuando dejarán de pasar, mordía su labio con algo de fuerza y mantenía la cabeza bajá para evitar llorar ahí mismo.

"No llores Aleya, espérate que llegar a casa y ahí si lloras hasta que se te olvide porque llorabas, no llores pendeja, no llores"

Pensaba y tan perdida estaba en sus pensamientos que ni siquiera noto que alguien le estaba ayudando, así hasta que está persona habló:

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Miserablemente todo recogió.
Hasta que otra mano apareció, para tomar un pie y luego darle una moridida y decir:

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"Esto sabe muy bien"

Al voltear a ver noto que era un chico como de su edad quien sin prestarle atención a nada más, comía uno de los postres, ahora magullados, que ella preparo.

- ¿Que pasa? ¿Te comió la lengua el gato~? - aquél chico con orejas de gato la miro curioso y sonriendo juguetón.

- Ah... Ah, perdón, se me reinicio la matrix. - trato de sonreír de vuelta, digamos que no le salió del todo.

- Nyajajaja ¿Que pasa con esa cara? Parece que viste un fantasma - el solo amplio su sonrisa dejando más en shock a Aleya. - Si nyo vas a decir nada mejores lo hago yo, Alchemi Alchemivich Pinkaa, Che'nya para los amigos ¿Y tú?

- Yo Aleya soy - al decirlo notablemente mal, no tardó en darse unas cachetadas - ¡Que diga! ¡Soy Aleya! Ahg... Ignora mi estúpidez - se dió en la frente con la mano suspirando rendida pero valla sorpresa, Che'nya reía nuevamente por eso.

Desde que ella recuerda, nadie siquiera se molestó en dirigirle la palabra tanto tiempo.

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"Sus palabras reanimaron mi corazón.
Como si me dieran una razón para existir".

Así fue como el todo pudo entender.
Ya que esta extraña chica le acaba de maldecir.

Una lejana historia de un mundo sin alma dónde solo ellos puede vivir.

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Claramente, el rumor de alguien más tenía la maldicion se corrió como la pólvora.

Todo el pueblo se mantenía lejos de Aleya , aún así a Che'nya poco o nada le importo, el ahora Incluso era su amigo.

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La gente del pueblo sentía lastima.
De aquellos que caían bajó está maldición.
Ya no vivirán por siempre y algo día van a morir...
Oh, qué forma de vivir más lamentable...

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- ¡Che'nya cabron! ¡Deja en paz mis ratones! ¡Gato endemoniado! - Che'nya con claro complejo de gato y Aleya con ratones como subordinados...

¿Hace falta decir que este primero siempre intentaba atraparlo?

Era algo común siempre que la iba a visitar. El persiguiendo a los ratones y ella persiguiendolo a él por perseguir a sus ratones.

Contrario a lo que todos esperaban, apesar de ambos tener los días contados por la maldicion, no se veía que sufrieran o siquiera tristes. Todo lo contrario.

Se veían incluso más felices que antes.

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Pero ambos rieron, así es ella rieron.
La la la.
Es una maravillosa maldición.
Aún si mañana morimos, podemos fácilmente atesorar el "ahora".

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Aleya por primera vez en su vida podía decir que no se sentía sola, después de todo, ahora había alguien que sabe que existe y que en casi nada de tiempo se ganó su cariño.

Pensaba en todo eso recargada en el marco de la ventana abierta de su cocina con una sonrisa liviana en su rostro.

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Supongo que nuca seré escuchada.
Cómo si yo fuera completamente invisible..."

Así fue como todo el mundo la ignoró.
Ya que la verdad era que...

El mundo estaba maldito.

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- Alenya está de buen humor~

- Ya ni te discuto que ni siquiera avisas al llegar~♪ - canturreo sin borrar la sonrisa

- Oh, estás de mejor humor del pensé nya~ y solo por eso te daré un regalo, anda~ anda~ cierra los ojos.

- Aja... Si es que otra vez atrapaste a uno de mis "indefensos" ratones, te voy a rociar agua - hizo las comillas con las manos a la vez que cerraba los ojos.

- Jeje talvez si, talvez nyo, tu dime~ - no dió tiempo a una respuesta pues le plantó un beso en sus labios - ¿Y bien? ¿Fue eso o nyo~? - no pudo evitar reir por la cara de Aleya en ése momento.

Sus dos neuronas aún no procesaban lo que pasó pero cuando lo hicieron, sonrió con un tierno sonrojo en sus mejillas.

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Al terminar con la maldición de la "eternidad".
Todo el mundo debió creer que ellos perdieron la razón.
Incluso hasta el fin, no dejaron de sonreír.
Porque ambos lograron conseguir su ansiada libertad.

En este mundo sin alma solo ellos dos pudieron ser felices hasta el final.