Capítulo 1ཻུ⸙͎
Todo había comenzado, Hermione recordaba, como una aventura. Luego se convirtió en una mutua relación apasionada. Luego era una broma.
Tres meses después del explosivo comienzo con Severus Snape, Hermione había atado al hombre a su pequeña cama, con todo y cuerdas, nada de solo magia, y él había producido toda clase de interesantes sonidos, sobre todo cuando ella se había metido toda su polla en la boca.
Y él había gemido, mirándola casi con enfado, mientras el pecho le sudaba y no dejaba de agitarse.
"¿Severus?" Había preguntado ella, "deberíamos mudarnos juntos."
"Sí, sí, está bien." Había contestado él, todo impaciencia y moviendo su cadera hacia arriba.
Y eso fue todo.
Hermione le había dado placer oral hasta que el hombre rugió su orgasmo, tan fuerte, que, hasta ese mismo día, el solo pensar en eso, hacía que le temblaran las manos a la joven castaña. Además, él había devuelto el favor tan pronto como las piernas volvieron a funcionarle.
Al cabo de algunas semanas de buscar una casa, había encontrado una preciosa, con un cobertizo, una habitación extra, un lindo espacio verde en donde cultivar ingredientes y en donde Crooks podía perseguir a los gnomos, lugar de sobra para una biblioteca, y un sótano, (y resultó que él tenía una gran colección de objetos atrevidos, al parecer, para el placer de él y el de Hermione), así que de inmediato se mudaron.
Severus había insistido en conservar la pequeña cama de soltera de Hermione, por sus... usos alternativos...
Pasaban los días trabajando, almorzando juntos cada vez que sus horarios lo permitían, y las noches las pasaban juntos, en casa. Hablaban, resolvían acertijos aritmánticos, a veces preparaban pociones, cocinaban, y por supuesto, pasaban mucho tiempo desnudos.
Ron y Harry habían tomado la noticia de la relación con bastante gracia: primero había sido incredulidad, luego un poco de asco, pero al final, tuvieron que resignarse, pero que, por favor, Snape no la visitara en el trabajo, a la hora del almuerzo, porque ellos no necesitaban ver semejante cosa, muchas gracias.
Y tampoco nunca preguntaban por qué ella siempre usaba esos perfumes que la hacían oler como un pastel o como galletas.
A veces, eran unos chicos listos.
A veces.
Como a los cuatro meses, Harry le había contado a Hermione sobre las molestias de planear una boda. Había mencionado pastel, sin saber lo goloso que podía ser Severus, que estaba escuchando, sin que nadie lo viera.
Tan pronto como Harry se fue, Severus apareció en la puerta de la cocina con un contenedor, lleno de lo que quedaba de la crema de mantequilla de miel y vainilla, del pastel de la semana anterior, y con la expresión más atrevida que fue capaz de encontrar en su repertorio.
"Parece ser que el planeamiento de bodas no le agrada mucho a Potter," comentó, hundiendo el dedo en la confitura y llevándoselo a la boca. Hermione se lamió los labios por reflejo.
"Me han dicho que es algo muy complicado." Recordó Hermione haber dicho. Y luego la conversación había derivado en por qué era complicado, y mientras ella enumeraba las 'desgracias' de tener que ir por ahí, probando pasteles, Severus se había acercado a ella y le había ofrecido un dedo cubierto de dulce.
"¿Te dan muestras de todos sus pasteles?" Ronroneó él, dejando que la chica lamiera el glaseado de su dedo. "Deberíamos planear una boda falsa, ¿qué dices? Tomar ventaja de semejante oferta."
Los dos se habían reído, luego se besaron, y luego se apuntaron en tantas pastelerías como pudieron.
Aparentemente, a Severus le gustaba la pancita que ella estaba desarrollando, y Hermione todavía se aferraba a los diminutos rollitos de él, mientras la follaba sobre el colchón o cualquier otra superficie.
Pero solo había sido una broma. Un chiste. Un plan para adquirir exquisitos pasteles gratis, sin ningún esfuerzo de su parte.
Las primeras veces, habían ido a las pastelerías muggle. En cada una de ellas, se habían sentado bien juntos, tomados de las manos, inventando detalles de una boda inexistente. Aún no se habían atrevido a hacer los mismo en el mundo mágico, por querer evitar a los medios.
Cada visita a las pastelerías terminaba con ellos en casa, con el rostro de él enterrado en la entrepierna de ella, hasta que la chica temblaba y suplicaba. Él la lamía orgasmo tras orgasmo, poniendo sus piernas como gelatina. Ella lo ponía contra la cama, se montaba sobre él y lamía su polla hasta que lo follaba sin piedad.
El sabor del glaseado aun en sus labios entre beso y beso, cada vez más profundos. Glaseado que ocasionalmente era robado de las tiendas y luego aplicado en donde no debería ponerse.
Decir que usaban el hechizo de limpieza con demasiada liberalidad, es decir poco.
Con todo, para ellos dos, era absolutamente maravilloso el poder disfrutar del asunto de los pasteles de boda.
Y así fue hasta la boda de Potter.
Severus estaba allí parado, en una oscura esquina, con un plato de pastel en la mano, aguardando a que el novio y la novia tomaran el primer bocado para poder, él mismo, comenzar a comer su porción. Hermione movió la cabeza de lado a lado, sonriendo.
"Molly la preparó." Comentó ella por lo bajo. Su amante alzó una ceja en vistas del intento de la joven por distraerlo.
"Obviamente."
Ella le sonrió y aplaudió apropiadamente cuando Ginny y Harry probaron el pastel. Justo a su lado, escuchó el sonido de los cubiertos sobre la vajilla, luego, el grave gemido de Severus, y el sonido mismo se deslizó sobre el cuerpo de ella como una ola. Alzó la vista para mirarlo.
Tenía los ojos cerrados y la cabeza echada hacia atrás. De verdad, ese hombre era un hedonista en privado, incluso en la escasa privacidad proporcionada por el oscuro rincón. Lentamente, los ojos del hombre se abrieron, oscuros e intensos.
"Prueba." Urgió él. Cargó un poco el tenedor y se lo ofreció a ella. Hermione accedió. Severus no apartaba la vista de los labios de la chica cuando tomó su bocado.
¡Por Merlín! ¡Sí que estaba bueno!
"Este es el mejor pastel que haya probado." Susurró ella, saboreando todavía. Severus se inclinó y la beso, probando el decadente sabor del glaseado de chocolate, directo de sus labios. Su cabello, apenas un poquito grasoso, a pesar de que ella sabía que lo había lavado apenas unas horas antes, formó una cortina que ocultaba los besos de los ojos indiscretos.
"Estoy de acuerdo." Murmuró él, besando un camino desde la mandíbula hacia su oído.
"Debe ser la magia. Como contigo. Eres mágica."
Ella podía percibir el perfume del chocolate en su aliento y le avergonzó un poco el admitir que la estaba excitando. Los dientes de Severus encontraron el lóbulo de su oreja y ella gimoteó, casi dejando caer el pastel. Él se alejó un poco. "Termina tu porción, Hermione."
Ella conocía esa mirada, y hubiera obedecido lo más rápido posible, para poder encontrar el lugar más privado posible y tomar ventaja de esa candente mirada, pero es que el pastel estaba demasiado bueno.
Ella saboreaba cada bocado. Era juego previo con comida.
Severus lamió su tenedor, dejando trazas de chocolate derritiéndose en su lengua. Como respuesta, Hermione usó el glaseado para colorear sus labios. Él inhaló con fuerza y siguieron azuzándose mutuamente, con bocados, lenguas y labios acariciando el delicioso pastel.
Al final, lo último de la dulce confección desapareció y los platos se desvanecieron de sus manos, para aparecer sobre una mesa cercana. Severus se acercó a ella con un gruñido y besó el chocolate de los labios de Hermione.
"Aquí no." Gimió ella entre besos y con los dedos aferrándose a la ropa de él. "Severus..."
Él le dio un devastador beso y se alejó un poco. La tomó de la mano y navegaron entre los festejantes, comentando nimiedades mientras pasaban, para ocultar la urgencia que se acumulaba en sus venas. Hermione se detuvo frente a la puerta de la cocina de la Madriguera, que estaba ocupada por un trío de hombres que bebían y se reían, y que ella no reconocía.
Severus maldijo por lo bajo y la arrastró hasta las sombras del cobertizo de Arthur. Con una risa ahogada, Hermione uso su peso para empujarlo contra un costado del cobertizo. Se aferró de su cabello para obligarlo a descender y poder comerse su boca, tragándose el gemido que escapó del hombre.
Teniéndolo tan apretado a su cuerpo, Hermione tomó ventaja desvergonzadamente del hecho de poder sentir la dura longitud de su miembro, a través de la ropa y se frotó contra él. Severus la tomó del trasero e hizo otro tanto, apretando su entrepierna contra la de ella.
"Rápido." Dijo él casi sin aliento. Hermione asintió, tironeando de la línea de botones de sus pantalones. "Buena chica... no creo poder aguantar mucho más..."
Esa era una jodida mentira y ambos lo sabían. No importaba que tan desesperados estuvieran, siempre se las arreglaban para mantener la calma y asegurarse que ambos disfrutaran lo más posible.
Hermione sacó el miembro de Severus de los confines de su pantalón justo en el momento en el que mordía el cuello de él. El gruñido que emitió ese hombre, reverberó en el cuerpo de ella, mojándola todavía más.
Severus levantó el vestido de ella, lo suficiente para poder encontrar la vagina de ella con sus dedos, hundiéndolos lo más profundo que pudo. Ella gimió, apretando los dedos de él con sus músculos.
Cómo amaba todo aquello.
"Quiero lamer el glaseado de tu polla." Susurró ella, con la voz ronca porque él había logrado llegar a su clítoris y a ese lugar especial dentro de ella. Severus le dio un beso incendiario, tratando de estimularla un poco más, a pesar de la posición tan precaria. Hermione gemía y jadeaba, masajeando su miembro y besando y mordisqueando su cuello, endureciéndolo más, pensando en todas las cosas deliciosamente atrevidas que deseaba hacer con él.
"¡Tan cerca! ¡Severus! ¡Estoy tan cerca...!"
Los dedos de Severus la abandonaron y Hermione sintió el cosquilleo de la magia de él: un hechizo de levitación. Con impaciencia, ella enredó los brazos alrededor de su cuello y él la levantó con facilidad, sosteniéndose de la pared del cobertizo. Con casi una agonizante lentitud, la bajó sobre su caliente y grueso miembro, y ambos gimieron al unísono.
"Siiiiiiiiii..." Siseó él con la voz ronca. "Eso es... te voy a follar, Hermione. Te voy a follar hasta que no puedas más..."
Ella maldijo en voz baja, moviéndose al tiempo con sus embestidas y mordiéndose los labios. Ninguno de los dos había puesto hechizos de privacidad.
"Quiero desnudarte entera y doblarte sobre la mesa de la cocina." Murmuró él en su oído. "Te voy a untar de glaseado y lo voy a lamer de tu piel. Luego te voy a dar unas palmadas en el trasero, hasta que quede rojo como una cereza." La sedosa voz de Severus fluía sobre sus nervios al tiempo que él gemía. Las embestidas cada vez más profundas y duras. "Cuando lleguemos a casa, te voy a atar a la cama, a la tuya, la pequeña, y voy a lamer tu dulce, dulce vagina. Voy a hacer que supliques, Hermione. Que supliques para que te deje gozar..."
"Severus..." Gimió ella. El ritmo que llevaba Severus era muy constante y ella necesitaba más. "Por favor..."
"Siempre." Gruñó él. "Siempre te voy a complacer."
Una de las manos de él se deslizó sobre el trasero de ella, y la castaña inhaló con fuerza cuando uno de esos largos dedos encontró su camino dentro. "¡Mierda! ¡Por favor!"
"Buena chica." Susurró él, haciendo una pausa en su invasión para colapsar en el suelo con ella en su regazo. Ambos se acomodaron hasta encontrar el ángulo correcto haciendo que moverse juntos fuera un poco menos torpe. "Mucho mejor. Ahí, ahí Hermione, eso es... móntate en mi polla."
Ella asintió vigorosamente, sintiendo el largo miembro de Severus pistoneando dentro y fuera, y con su dedo en el contrapunto. Rápidamente se estaba haciendo más de lo que podía aguantar, así que se inclinó y lo besó, ambos jadeando, ambos en un camino sin retorno al frenesí. Los sonidos distantes de la boda la sacaron de sus pensamientos sobre guardar silencio, y empezó a gemir, con esa sensación de tener la cabeza liviana, y los dedos de los pies tensos, ocultando el rostro en el hombro de Severus, enterrando los dientes en su piel con un grito apagado.
Severus inhaló al sentirla, y comenzó a aumentar la velocidad hasta seguirla en un orgasmo, apenas unos segundos después del de ella, sin dejar de mover la pelvis, ahora con más suavidad.
Hermione se derrumbó en su regazo mientras luchaba por volver a respirar con normalidad, y él depositaba un beso en la húmeda sien de la joven, sin importarle el alborotado cabello que le hacía cosquillas en la nariz. Ella suspiró feliz como única respuesta, besando justo en donde lo había mordido antes.
Escucharon la música y murmullos lejanos. Se separaron con cuidado y se limpiaron con los hechizos correspondientes. Severus fue el primero en ponerse de pie, extendiendo caballerosamente la mano hacia ella. Hermione la tomó con una sonrisa.
"¿Harás todo esto en casa, también?" Preguntó ella, con una sonrisa pícara en los labios, luego quitó una hebra de pasto de su vestido.
"Tal vez." Respondió él mientras caminaban de regreso a las festividades, como si nada hubiera pasado. "Solo si..."
Ella mordió el anzuelo. "¿Si?"
"Si te atreves a explorar pastelerías mágicas conmigo."
Hermione se echó a reír. "¡Claro que lo haré!"
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