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—¡Se suponía que debías cuidar de él!—
—¿Me culpas a mi? ¡Se suponía que tú debías controlar que tome su medicación!-
—¡Te envié un mensaje porque debía estar temprano en el trabajo! ¿No lo viste, verdad? Vaya, que padre-
Sus padres se encontraban teniendo una "conversación de adultos" como solían llamarle a las incontables peleas que se daban cuando estaban juntos. El diagnostico de Jisung había afectado mucho la relación que ambos tenían, sin saber en que fallaron al criar al pequeño se solían echar la culpa mutuamente, aunque el que más se sentía culpable de arruinar todo, era el mismo Jisung.
Este se encontraba empacando un par de prendas, los libros de la escuela y algunas otras cosas sin mayor relevancia, la semana había terminado y debía trasladarse a casa de su padre, otra vez.
—¡Unos chicos lo encontraron inconsciente en los vestidores! ¿Piensas que le habría pasado si ellos no llegaban a tiempo? —
—Mierda...— Murmuró por lo bajo tras caer en cuenta que ya no tenía sus auriculares. En el fondo se culpaba demasiado por lo que ocurría en su propia mente, si no hubiese hecho eso nada de esto habría pasado, no estaría persiguiendo una sombra, no estaría tomando medicamentos, probablemente seguiría con sus amigos, con sus padres juntos, con lo que creía que era una vida feliz —Todo es mejor que esto...— Finalizó.
Con pesadez bajó las escaleras con su mochila al hombro y un pequeño bolso en su mano izquierda, sin la compañía de la música no había manera de que pudiese esquivar la realidad, la cual odiaba. Al llegar a la sala la charla paró. Lo primero que pudo percibir fueron las secas lagrimas sobre el rostro de su madre y los ojos arrepentidos de su padre, buscando tal vez deshacer todo.
No podía juzgarlo, él también daría lo que fuera por volver el tiempo y no hacer esa broma.
—Ji, ¿Ya estas listo?— Formuló con dificultad, el mencionado solo se limitó a darle un asentimiento —Te esperaré afuera...—Fue lo único que dijo antes de salir por la puerta, dejándolos en un silencio algo extraño. Cuando ambos cruzaron miradas la mujer sonrió y dando un lago suspiro se acercó para abrazarlo, sin decir ni una palabra, solo acariciando su cabello mientras se notaba que retenía un llanto. No sería la primera vez.
—Te amo, mi pequeño— Le susurró al oído, pero la manera en la que lo hizo rompió algo dentro de Jisung, no sabía la razón ni que parte en específico, pero sintió una rápida presión en su pecho que era acogida por los brazos de su madre.
¿Realmente les hacía tanto mal?
Oh... Lo sentía por sus padres de tener un hijo tan enfermo.
Luego de unos minutos ya se encontraba montándose al respectivo auto de su padre, con la mirada fija en la ventana de la casa de su madre, donde esta misma se encontraba viendo como su hijo se le era arrebatado una semana más de sus amorosos brazos. Pese a no inculcarle el mismo amor por Dios, ella solía rezar mucho, todos los días cada que se daba la oportunidad y siempre lo hacía por él, por su salud, su mente y por una prospera vida a su lado.
—¿Por qué persistes en salvarme, madre?— Se decía para sus adentros.
Mientras el coche se alejaba podía ver como ella se rompía, sola y a la lejanía, pero sin poder hacer nada, bajó la mirada y se concentró en sus manos. Se enfocó en una pequeña cicatriz en su muñeca izquierda, ya tenía muchos años y era casi invisible para cualquier otro, pero para Jisung a veces era imposible no notarla. Dio un largo suspiro y ahora mejor miró el cielo.
Nisiquiera había notado cuando el sol se ocultó bajo unas gruesas nubes que parecían de lluvia, el silencio hacía todo incómodo y por eso siempre llevaba consigo sus auriculares, pero de por sí apenas si formulaba palabra todos los días, razón por la cual sus padres evitaban el preguntarle muchas cosas, entendían que se sentía mal entonces evitaban interrogarlo mucho al respecto.
—¿Te ha ido bien últimamente?- Se animó a preguntar.
—Supongo...— Habló en un tono algo bajo, con voz rasposa y sin expresión alguna, sorprendiendo al mayor pero enseguida haciendo que sonriera.
—Extrañaba oír tu voz...— Susurró llegando a su destino.
Jisung quiso decir algo más, disculparse tal vez, era lo que siempre quería hacer con todos los que lo rodeaban porque sentía que estaba muy de más en el mundo, pero no pudo, su padre salió del coche directo a casa.
Suspiró nuevamente, tomando su bolso del asiento trasero y acomodando su mochila, abrió la puerta del vehículo y apenas puso un pie fuera entendió por qué su padre había salido disparado, dejándolo solo.
Sus ojos chocaron con aquellos orbes oscuros con parpados gatunos, esos dientes sobresalientes similares a los de un conejo y esas dos cejas pobladas que insinuaban siempre problemas, y ahí fue cuando sintió su mundo caerse nuevamente. Su cuerpo erizó y otra vez no pudo moverse, su cerebro intentaba analizar si lo que veía realmente estaba pasando o solo era una alucinación más.
—¿No me abrazarás al menos?— Carcajeó.
Tan rápido como sus lágrimas llegaron a sus ojos corrió directo a él, siendo atrapado por unos brazos fuertes, la calidez de la realidad y miles de recueros que había jurado enterrar. No entendía porque tardó tanto tiempo en regresar, por que lo había dejado, por que de la nada los habían apartado.
Ya no importaba eso, ya que desde hace tanto tiempo soñó con volver a sus brazos
—Minho...—Lloriqueó, como si volviera a tener 7 años, sumido en su pecho y en el mismo perfume que siempre lo había caracterizado. Nunca habría existido otra persona como él, Jisung lo reconocía y Minho le repetía también a la inversa.
Ambos corazones se unieron en uno, y bajo la lluvia que ya había comenzado hace tiempo a alertar de su llegada, sus cargas, problemas y memorias no importaron, solo eran ellos dos de nuevo.
Pero... No por mucho tiempo.
10 años atrás. . .
—¿Listo para la escuela?— El menor se alzó de hombros restándole importancia, su madre bufó con cansancio mientras le sonreía de lado, cansada de la situación —Nos habríamos tenido que ir de ese lugar quieras o no, además, no es como si no pudiéramos llamarlos de vez en cuando— Le animó revolviéndole el cabello.
—No quiero ir a esa estúpida escuela— Soltó con brusquedad en sus palabras, pateando su mochila.
—¡Lee Minho!— Le regañó su madre —¡No vuelvas a hablarme así! Te he dicho que no volveremos allí, irás a la escuela ¡Y sin protestar!—
—¡Te odio! ¡Me alejaste de él! ¡Te odio, te odio!— Gritó, tomando con enojo su mochila y saliendo de la casa, sin olvidarse de dar un buen portazo cargado de demasiados sentimientos ante su nueva vida.
Al caminar por las calles, las odiaba, veía gente, la odiaba, las lágrimas de rabia y frustración cayendo por sus mejillas, también las odiaba. Odiaba que se hayan tenido que mudar porque en su antiguo pueblo estaba la única persona que le importaba ahora.
Luego del incidente en el lago todo el pueblo quedo manchado, oscuro y sumido totalmente en una nostalgia que se podía sentir hasta en el aire. La familia ya había estado haciendo planes para mudarse, pero todo este plan que llevaban hace más de un año nunca se la mencionaron a Minho, ni a su hermano Jeongin, sabían que les afectaría porque todos sus amigos se encontraban ahí.
Su padre solía decir a escondidas, a altas horas de la noche cuando mantenía conversaciones con su mujer en la cocina para procurar que sus hijos no los oyeran, que no había sido mejor momento para largarse de aquel pueblo de porquería.
Minho los escuchó, los odio y los aborreció.
Lo único que el deseaba era regresar a "ese pueblo de porquería", pero a pesar de sus súplicas, llantos, quejas, berrinches, nada parecía nisiquiera hacerles reconsiderar la idea de cambiar de opinión. Simplemente se fueron una mañana, sin despedirse, sin siquiera dejarle ese último deseo, ahora en cambio debía asistir a una escuela católica donde se suponía regularían su comportamiento y le enseñarían más que en su escuela anterior.
No le importaba.
Con el pasar de los años no le interesaba que su hermano al crecer estuviese feliz y pudiera hacer amigos sin dificultad.
No le interesaba los incontables reclamos de sus profesoras, de sus padres, de todo mundo.
No le interesaba estar "arruinando su vida por un capricho".
No le interesaba tampoco ocultar la culpa que sentía por lo sucedido en su antiguo pueblo con comportamientos abusivos y gritos, repitiendo que su personalidad se debía a que ellos le habían arrebatado todo lo que tenía, y no porque sentía que había cometido el error más grande de toda su vida.
Nada parecía importarle.
Lo único que quería... era a su Jisung de vuelta.
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