➊
—Tú lo hiciste...— Susurraba de nuevo aquella voz aniñada.
—Lo siento...—
—Ustedes fueron los culpables... No yo— El tono iba subiendo de a poco.
—Lo siento...—
—¡Abre los ojos, Jisung!—
—¡Lo siento!— Gritó levantándose de un golpe de la cama, al enfocar el lugar confirmó que no había sido más que un simple sueño, un sueño que lo carcomía desde hace ya demasiados años —Dios... Cada vez se vuelve a hacer frecuente conforme la fecha se acerca— Cubrió su cara con ambas manos, la frustración de no dormir bien, si no era a causa de las pastillas que le habían recetado, le estaba haciendo peor.
Han Jisung, hijo único de padres separados, de 17 años, asiste a una escuela convencional como cualquier otro pero no tiene amigos, sus días se basan en asistir a clases y escuchar música para callar los sonidos de la gente. Diariamente sus padres checan su habitación y regulan el consumo de sus medicamentos. Probablemente el evento que más marcó su vida había sido a los 7 años, luego sus padres lo llevaron al doctor creyendo que estaría enfermo, ya que hace meses no comía ni dormía como era debido, terminando por diagnosticarle depresión y años más tarde comenzar a darle pastillas para ello, incluyendo también para sus nuevas alucinaciones visuales y auditivas.
En exactamente 5 días se cumplirían 10 años de aquel evento, Jisung contaba los días, así de mal estaba.
Con algo de pereza levantó su cuerpo de la cama, yendo directamente al baño e ignorando por completo su reflejo, sabía lo mal que se veía debido a su horario de sueño y su aparente mala alimentación, era delgado pero no lo suficiente para ser anoréxico, solían decir sus padres. Lavó su rostro, lo secó y volvió a su habitación para buscar su ropa y bajar a desayunar.
Su mente parecía perdida en sus pensamientos mientras sus manos hacían las cosas automáticamente, aunque la realidad era que no pensaba en nada, su mente se mantenía en blanco buscando reprimir todas las preocupaciones que los carcomían a diario.
A veces deseaba dejar de sentir, había un peso constante sobre sus hombros que no sabía como quitar, los momentos donde todo pintaba de buena manera, al menos por un rato, era después de tomar sus medicamentos.
Ya habiendo terminado de colocar su uniforme, tomó su mochila y bajó las escaleras, viendo inmediatamente como una bolsa de papel yacía sobre la mesa, indicando que su madre ya le había preparado el desayuno para que fuera a clases. Ella era una contadora en un banco cerca de la escuela donde asistía, parecía algo cómico a veces pero al menos así se aseguraría de que su hijo asistiera, mientras su padre era un mecánico que atendía junto a otros padres en el vecindario.
Pese a que vivía únicamente con su madre, cuando estaban casados tampoco pasaban casi tiempo en casa, pero se preocupaban por él, incluso si no lo decían todo el tiempo.
Guardó la bolsa en su mochila, colocó sus auriculares y simplemente dejó que su cuerpo automáticamente lo lleve a su respectivo establecimiento escolar. La misma rutina, las mismas cosas, nada parecía cambiar...
Él no parecía cambiar.
Dos horas habían pasado hasta el primer receso, apenas el timbre sonó todos salieron disparados fuera, como si se tratase de cucarachas apenas tiras repelente, era una fea analogía pero Jisung los veía a todos así, aunque muy en el fondo él se consideraba el único bicho de la clase. Con total tranquilidad al no escuchar más que las canciones que su teléfono reproducía en sus auriculares, tomó su desayuno, que consistía en un pequeño jugo y un pan de crema, y sin muchos ánimos salió del salón con su mochila al hombro.
Tomo asiento en las mismas bancas que había en la amplia cancha de básquet, allí pasaba mayormente sus recesos o cuando tenía horas libres, ¿Por qué? Sencillo, casi nadie iba allí a excepción del equipo de dicho deporte a practicar, siempre atinaban a ignorarlo entonces supuso que no era mayor molestia.
La comida desde un momento en adelante dejo de tener el mismo sabor, solía pensar que algo andaba realmente mal con él, pero los doctores solo decían que hiciera algún deporte, comiera saludable y solo intentara enfocar su mente en otra parte que en "aquellos malos pensamientos". Nada le parecía funcionar. Al tragar, la reacción del mismo cuerpo ante el azúcar no apareció, tampoco cuando dio un trago a su jugo, sus días parecían siempre grises.
Suspiró, ya harto de la rutina, había intentado acabar con su vida muchas veces pero no lo conseguía ya que sus padres siempre se mantenían atentos a sus comportamientos, incluso cuando intentó no ser evidente, todas las veces lo encontraron antes de cometer el acto.
—¿Podré alguna vez... dejar de sufrir?— Susurró más para su mismo.
Las lagrimas llegaban rápido con aquel sentimiento de culpa, no debería pensar eso si seguía tomando la medicación, o al menos eso creía él, pero cada vez sentía que funcionaban menos.
El efecto duraba tan poco que ya nisiquiera sentía disfrutarlo.
Antes de que pronunciara otra palabra su mirada cayó en el centro de la cancha, una sombra delgada, parecía tener un suéter con capucha que era de color negro, pero ese rostro lo reconocería en cualquier lugar.
Ojos redondos, pecas y nariz pequeña y respingada.
Maldita sea era él.
—Felix...— Apenas formuló las palabras, aquella persona salió corriendo a los vestidores —¡Espera!— Inmediatamente salió corriendo en su dirección, sin importarle sus pertenencias, si se lastimaba al bajar o... incluso si este era real.
Mientras más corría, sin ser muy atlético, sentía que estaba más lejos de alcanzarlo. Los recuerdos comenzaron rápidamente a aparecer en su cabeza, ese cabello rubio largo característico siempre hacía que se preguntaran si en realidad Felix no era una criatura mística de alguna manera con ellos, agregando que tenía una belleza inigualable y envidiable. Siempre había sido así.
Recordó las pijamadas, los juegos, más risas... Recordó la felicidad y alegria misma que este emanaba, esa misma que contagiaba a todos los que lo rodeaban.
Esa misma que él había apagado...
Cuando parecía ya tenerlo cerca, nisiquiera entendía como había sido capas de alcanzarlo pero no se detendría a evaluar las circunstancias, solo quería verlo... Una vez más.
Estiró su mano, atrapando el mismísimo aire ya que pareció traspasar lo que juraba era su suéter, ahí fue cuando paró el paso y el contrario también lo hizo.
—"Tiendes a ver cosas, ¿Qué es lo que ves en esas alucinaciones?"—
—Felix...— Lloriqueó.
—¿Por qué lo hiciste, Jisung?— Formuló aquella sombra, volteándose y mostrando su verdadera cara.
—Yo no...— El rostro del que creía era su amigo se veía pálido, sus ojos blancos y su cabello parecía gotear un liquido de un subtono verdoso. Todo parecía sacado de una película de terror —Fue un accidente—Cayó de rodillas, golpeando su cabeza en un intento de hacer que la tortura acabara. El sonido de los pies descalzos sobre charcos de agua retumbaban cada vez más fuerte en los oídos de Jisung, se estaba acercando y sabía que no podía hacer nada para detenerlo —Perdóname, por favor, no queríamos hacerte daño...Por favor, por favor, por favor...—Repetía cada vez con más dificultad, su corazón latía rápido, su respiración comenzaba a fallar y las lágrimas salían cada vez más, rodando por sus abultadas mejillas.
Se sentía tan vulnerable incluso contra su propia cabeza.
Sacó inmediatamente su teléfono del bolsillo, el cual aún seguía reproduciendo música pero no había notado que sus auriculares en algún momento dejaron de estar en sus orejas, no le dio importancia y buscó entre los contactos a su madre, pero ya sentía la presencia de aquella... cosa, demasiado cerca.
Había sido un error, todo había sido un maldito error y siempre le mencionaron que si volvía a tener estos episodios no les hiciera caso a lo que dijeran y llamara inmediatamente a alguien de confianza, pero siempre sentía que era mas débil antes del aniversario.
El décimo aniversario de la muerte de su amigo Lee Felix.
—Muérete, Han Jisung— Le insinuó al oído, logrando que todo su cuerpo se detuviera.
Oh no...
Oh no...
¿Por qué no se podía mover? ¿Por qué Félix parecía sonreírle? ¿Por qué se sentía débil? ¿Por qué... No podía cumplirle ese deseo?
Quería vomitar, quería escupir hasta el más pequeño órgano fuera de su cuerpo, pero no pudo hacerlo ya que todo se tornó negro. Lo último que alcanzó a ver fue un mensaje de su padre, informándole que su amigo de la infancia, Lee Minho, vendría a quedarse un par de días en la casa junto a su hermano menor como invitado.
Después de 10 años sin verlo...
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