004. Like You Do | +18
Relato escrito por: UnderShadow01
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Si algo podía decir era que en aquel instante mi mente estaba tranquila, relajada, inundada de paz y neblina, disfrutando de aquél momento todo lo que podía.
Siento un par de dedos deslizándose sobre mis labios, son tan cálidos. Las manos rodean mi cuello de forma caprichosa, obligando a que mi boca esté más cerca de la suya, de ella.
Su camiseta, con una manga cayéndose por su hombro, se ve tan bella, adorable y sexy de una forma tan irreal que siento que podría estar soñando.
Mis labios chocan con los suyos, embriagándose con su calor. Mis manos no pueden evitar enredarse con su cabello castaño, acariciarlo y juguetear con él, mientras la intensidad sube beso a beso entre nosotros.
Luz, mi hermosa Luz, ella es tan bella que cada vez que sonríe irradia felicidad y mi corazón brinca de alegría cuando la veo acercarse a mí.
–H-h-hunter– murmura ella, rompiendo el beso. –Te amo–.
–También te amo– le respondo, abrazándola con cariño, –no sabes cuánto–.
–Tú no imaginas hasta dónde te amo yo– me dice, llevando sus suaves manos a mi cabello. –No quiero perderte, mi amor, de verdad, no puedo...–.
–No lo harás, Luz, de verdad. Nada nos hará separarnos–.
–Eso espero, enserio– solloza ella con algunas lágrimas alojadas en sus ojos, que seca con la palma de su mano. –No te lo he contado– dice –pero estos últimos días he estado teniendo muchas pesadillas en las cuales yo… tú…– titubea, su expresión se ensombrece –te pierdo. Son horribles– dice finalmente.
–¿Qué clase de pesadillas?– le preguntó, y ella abre la boca, comenzando a hablar.
❃
–No, ¡Por favor, no!– suplicó Luz, con un torrente de lágrimas en los ojos.
–Lo sentimos, señorita Noceda, pero todo aquel que estuvo en contacto en el Aquelarre del Emperador ha sido sentenciado a muerte después de lo ocurrido– dijo una voz femenina con una mirada que denotaba ecxitación por lo que estaba a punto de hacer. –La orden fue clara, no hay excepciones–.
La piel alrededor de su cuello estaba enrojecida, sangrante, y sus ojos estaban nublados, casi carentes de vida. Solo su voz débil y frágil titubeaba hasta ella.
–L-luz– jadeaba, buscando una última vez a la chica humana.
Luz apenas podía moverse por más que forcejeara contra los guardias que la retenían. Ella solo quería llegar a él. Gritó como loca, pateando y empujando, hasta que cayó al piso de rodillas, arrastrándose hasta que sus manos tocaron la piel fría y manchada de rojo.
–No Hunter, no te atrevas, ¡POR FAVOR! ¡No te atrevas!– le suplicó ella con la voz rota.
–Luz…– murmuró el muchacho con la mirada clavada en la nada, –L-lo siento, perdóna… me– jadeó sin fuerzas antes de que el silencio besara para siempre sus labios.
Su corazón y el tiempo se detuvieron en el mismo instante, las palabras se repitieron en bucle en su cabeza, cada una igual de dolorosa que la anterior, y la ira, ciega y mortal, tiñó su rostro, rompiéndola como papel.
–No…– jadeó ella, sintiendo como su propia vida se negaba a continuar y sus ojos se enrojecian, convulsionando en lágrimas.
Los sollozos amargos borbotearon de su garganta, implorando lo imposible.
❃
–Ese ha sido solo uno de mis sueños– concluyó Luz, –y al igual que el resto, ha sido horrible, doloroso de recordar– admitió, y me miró a los ojos, se veía triste, cansada.
Se acercó a mí, sollozando, para volver a enterrar su rostro en mi cuello.
–No quiero perderte, Hunter– me dijo, su voz levemente rota, vacía, sin vida.
–Lucita, pequeña– la tranquilice, limpiando sus lágrimas. –Eso no va a pasar, jamás– le dije, quitando el cabello que se había adherido a su rostro, –me duele verte así, afligida, triste, tan vulnerable. No, tú eres un ángel, demasiado dulce para sufrir–.
Ella me miró, su nariz estaba enrojecida y su boquita temblaba.
–Eres lo único que me importa, Hunter, y tengo tanto miedo de que un día ya no estés conmigo– me dijo, las palabras sonaban agrietadas en su boca. –Ya no quiero tener pesadillas, ya no quiero ver cómo te vas de mí– gimió al borde del llanto.
–También eres lo que más me importa, Luz. Nunca amaría a nadie como te amo a tí– le dije, sonriendo para ella antes de besar su frente.
–¿De verdad?– me preguntó ella, sus ojitos cafés iluminandose y sus labios sonriendo de extremo a extremo.
–Claro que sí, mi hermosa chica– le prometo, abrazándola con fuerza. –Tampoco quiero perderte– le confieso. –No podría, me volvería loco–.
Ella chilla contra mi pecho, murmurando varios «te amo» entre una deliciosa risa, que me llena de calor y hace latir con fuerza mi corazón.
–También te amo, Luz– murmuró contra su cabello.
Ella se separa y me mira a los ojos; los suyos son hipnóticos, provocando que quiera besarla, abrazarla, hacerla la mujer más felíz de todas.
–Rubíes– susurra ella, acariciando mis mejillas y mis orejas. Pronto su boca besa la punta de mi naríz y mis labios buscan los suyos, desesperados por un beso.
Ella se sube a mi regazo y su boca encuentra la mía, tan desesperada como yo por dejarnos sin aliento. Su cuerpo cálido se pega a mi pecho y sus manos me llenan de caricias prohibidas.
Adoro que me abrace así, que me acaricié de esta manera, que me provoque como solo ella sabe hacerlo. Cómo lo está haciendo ahora.
Mi boca se separa de la suya, bajando hacia su cuello, y ella comienza a gemir, alto y sexy, cuando un nuevo chupetón se suma a la colección que le he estampado en la piel.
Sonreí al inhalar el aroma de su cuerpo y le dejé aún más besos sobre sus hombros, un poco más suaves y húmedos, y ella continúo gimiendo, tan dulce y melodiosa, con los labios entreabiertos e hinchados.
Ella era tan excitante y adictiva, y yo no podía detenerme.
La escuché gemir mi nombre cuando mis manos exploraron debajo de su camiseta, y tembló, aferrándose a mí.
–Eres tan travieso– suspiró en mi oído –¿Quieres que me deshaga de esto?– preguntó, llevando mi mano a la tela blanca.
Asentí, contemplando sus movimientos mientras ella se quitaba la camiseta.
Debajo no llevaba sostén.
–Pareces una manzana– me dijo, tomándome de las mejillas, –me encanta cuando te sonrojas–.
¿Y cómo no estaría sonrojado? Mi chica estaba prácticamente desnuda sobre mi regazo, besando mi frente con tanta inocencia, mientras que yo miraba sus pechos casi babeando.
–¿Puedo?– jadeé, pegando mi rostro a su piel, ella susurró que sí, y comencé a besarla lento y con delicadeza.
–Adoro tu piel morena– le confesó mientras jugueteaba con sus senos. La escuché reír, complacida.
–A mí me encanta tu cabello rubio– me dijo, enredando sus dedos en él.
Ella suspiraba, arqueando su espalda mientras tiraba de mi propia camisa, hasta que me separé un instante de ella, permitiéndole desvestirme.
La ví sonreír mientras sus manos traviesas recorrían mi abdomen desnudo y su mirada se tornaba descarada.
La conocía, era su turno.
–Eres muy lindo, Hunter– me susurró al oído, sus labios tenían un tacto cálido contra mi piel.
–Tu también– le respondí, pasando mis manos por su tersa espalda descubierta.
Volvió a arremeter contra mi boca, haciéndome gemir de placer cuando desabrochó mi cinturón y su piel desnuda rozó la mía, sus labios bajaron a mi cuello, besándome sin piedad.
Estaba a su merced.
–Sigue, sigue gimiendo, mi amor– me dijo, pasando sus manos por mi espalda y mordisqueando la piel bajo su boca. –Amo escucharte, es tan excitante– jadeó, provocando que de mi boca se escaparan aún más quejidos.
Ella suspiró complacida y besó mi boca en recompensa.
Cuando se separó, pude ver sus labios de un fuerte tono rosa, y sonriendo, ella me empujó contra la cama, subiéndose a horcajadas sobre mí mientras se deleitaba con mi expresión de temor y placer.
–Quiero hacerte el amor– confesó, inclinándose un poco al frente. –Quiero ser solo tuya, quiero que seas solo mío–.
–Eso me encantaría– le dije. –Te amo. Quiero hacer esto–.
Ella sonrió, toda felicidad y nervios, y sacó un cigarrillo de sus pantalones que luego lo encendió. La observé llevárselo a la boca, inspirando el sabor amargo, vapear y ser inundada de tranquilidad.
Ella estaba lista.
–Toma– me dijo, pasándome el cigarrillo. –Solo dale un jalón– me dijo, mientras terminaba de desvestirse y desvestirme.
Lleve el objeto a mis labios, resina de nicotina ardiendo en mi garganta, un poco de tos, ella tenía más práctica, solté el humo, y tras unos segundos, una sensación de calma se adueñó de mente.
Le devolví el cigarro, ella lo apagó. Sonreímos al mismo tiempo, de felicidad, de vergüenza, de alivio, de lujuria.
La amaba tanto.
–Luz– le dije, y ella me miró.
–¿Si, ángel?– me respondió, otra vez sobre mi regazo, completamente desnuda.
–Eres preciosa– le dije, acariciando sus piernas.
Ella me miró, sonrió de forma seductora, y tomó el control de mí cuerpo. Sabía cómo hacer eso.
–Tú también, eres hermoso Hunter– jadeó, llenando mi cuerpo con sus caricias adictivas. –Mi brujo rebelde–.
Su boca se alejó de la mía y comenzó a moverse sobre mí, haciéndome el amor como la diosa que era.
Desde aquella noche supe que pasaría el resto de mi vida con ella, no tenía ninguna duda.
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