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003. Ranas de Papel

Relato escrito por: LocaLess05

Lumiter
Human Au, Middle Grade


La campana sonó y las puertas de la primaria comenzaron a cerrarse.

–No creo que tarden mucho en venir por ti, niño– le dijo el guardia al pequeño alumno entristecido que estaba parado en la entrada.

El niño, de apenas seis años de edad, asintió, aguantándose las ganas de soltar una pequeña lágrima por ser el último de todos sus amigos en ser recogido de la escuela, pero de pronto una voz llamó su atención.

–¡Hunter!– gritó un sujeto uniformado, Steve, uno de los empleados de su tío Belos.

El niño se alegro muchísimo al verlo y corrió hacia él.

–Tu tío está ocupado, de nuevo– le dijo –pero ¡hey! Aquí estamos nosotros– exclamó, señalando a su silencioso compañero, Rut.

El niño no dijo nada, aquello era habitual, y tomó la mano de Steve, despidiéndose del guardia quién le devolvió el saludo.

Un par de calles después, Hunter retiró su mano, recordando algo que su tío le había dicho ayer.

–Tengo que empezar a ser independiente, Steve– exclamó el niño.

–Y yo tengo que cuidarte– exclamó Steve, volviendo a tomar su mano. Hunter no pudo más que mostrarle la lengua. –¿Y por cierto, cómo te fue hoy?– le preguntó él, mientras esperaban para cruzar la calle.

–Oh, pues… ¡yo hice una rana de papel!– exclamó él niño. –La maestra Lilith nos enseñó como hacer una. ¡Y le regalé la mía a Luz!– comentó, asintiendo muy animado. –¡Y ella me regaló una también! ¡Y después me dió un abrazo!–.

El niño estaba sonriendo mientras sacaba de su bolsillo una de las pequeñas ranitas de papel azul con stickers y corazones dibujados que Luz le había obsequiado.

–Oh, eso es genial– le dijo Steve, apretando un poco su mano pues el niño había comenzado a saltar.

–¡Hunteeeeeer!– se escuchó de pronto desde la otra acera.

El niño miró y saludó a la niña de lodosos pantalones morados y cabello castaño, emocionado.

–¡Ella, ella es Luz!– le dijo a Steve, apuntando a la chiquilla.

–¡Hunter, veeeeen!– gritaba la niña. –¡Vamos al parque!– le dijo, antes de salir corriendo imitando a un avión.

–¿Puedo ir?– preguntó el niño. –Por favor por favor por favor–.

–Esta bien, pero solo un rato– aceptó Steve. Rut solamente gruñó.

El niño, con los dos hombres siguiéndolo, corrió en dirrección al parque, dónde su amiga Luz estaba sobre el césped junto a otra niña de piel pálida y corto cabello castaño, Amity.

–¡Me dejaste sola!– sollozaba la niñita.

–Lo sientooo– se disculpaba Luz, con sus manitos juntas. –Es que ví a Hunter– le dijo, y apunto hacia el niño de cabello rubio.

El chico caminó tímidamente hacia las dos niñas y se arrodilló junto a ellas.

–¡Estábamos jugando con María y Flor!– chilló Luz, sonriendo con entusiasmo.

–¿María y Flor?– repitió el niño, confundido.

–¡Las ranas de papel!– explicó Luz.

–Oh–.

–Ella es Flor– le dijo Amity, sonriendo y mostrándole su ranita de color rosa, la cuál hacia bailar sobre la grama.

–La mía se llama María– canturreo Luz, mirando emocionada la ranita de papel morado para luego acercarla a la mejilla de Hunter y fingir que le daba un beso. –¿Y tú ranita?– le preguntó la niña.

Hunter volvió a sacar las ranitas azules y se las mostró a Luz.

–¿Ya les pusiste nombre?– preguntó Luz mientras Amity tomaba una y la hacía junto a su ranita Flor.

El niño se puso a pensar cuáles serían los nombres más geniales de todo el universo, y finalmente dijo: –Se llaman Rayo y Trueno–.

–¿Rayo y Trueno?– repitió la niña. –¡Me encantan!–.

–¡Yo tengo a Trueno!– exclamó Amity, levantando la ranita azul. –Flor dice que son novios, mira– dijo, y acercó la ranita de papel al oído de Luz, imitando el sonido de un susurro.

–¡Es verdad!– chilló asombrada Luz.

Hunter las miró confundido.

–Si Trueno es novio de Flor dijo Luz, cantando –entonces Rayo es novio de María– exclamó, alzando a su ranita morada al cielo y volviendo a atraparla.

–¡Hey!– gritó Hunter –Trueno nunca dijo eso–.

–No, mirá, si lo dijo– exclamó Amity, acercando a Flor y a Trueno a la oreja de Hunter. –Somos novios, nos queremos muchos, siii– chilló la niña, imitando las voces de las ranitas.

–¡Es cierto!– exclamó él niño, sorprendido. Pero luego frunció el sueño. –Tener novio es muy aburrido– dijo, a lo que las dos niñas lo observaron, ofendidas.

–Las películas dicen que tener novio lo soluciona todo– le dijo Amity. –¡Y las películas no mienten–.

–¡Es verdad!– acordó la otra niña, mirando al rubio muy seria –Todos lo saben, Hunter–.

Hunter negó.

–¡Que sí!– gritaron al unisono Luz y Amity.

–Na-ah– siguió insistiendo el niño.

Ambas parecieron enojarse. Amity frunció el ceño y Luz le mostró la lengua. Luego las dos se miraron y se susurraron algo al oído, mirándolo a él y asintiendo.

–Ahora eres nuestro novio– dijeron finalmente.

–¿Qué? ¡No! No quiero– protestó el niño, cruzándose de brazos.

–No tienes opción– le dijo Luz. –Y tienes que hacer cosas de novio, como… ¡Jugar en el lodo con nosotras!– exclamó, sonriendo y tomando a Amity y a las ranitas antes de correr hacia la parte del parque dónde la tierra estaba más húmeda y lodosa.

–Yo de aquí no me muevo– proclamó él, pero las niñas, decididas, volvieron y lo tomaron de las manos, arrastrándolo con fuerza hasta que cedió.

–Antes estábamos haciendo bolas de nieve– dijo Luz cuando finalmente lo llevaron al lodo, dónde habían varias bolitas de tierra deformes.

–No es nieve, eso es tierra– la corrigió Hunter, otra vez cruzado de brazos.

–Bolas de nieve– volvió a decir Luz, y Amity asintió de acuerdo. –Y también hicimos platitos de nieve para las ranas, y tácitas, ¡Y pasteles!– gritó.

–¡Haremos una fiesta!– explicó Amity, emocionada y aplaudiendo.

–Hunter, siéntate– le ordenó Luz, y el niño, refunfuñando, lo hizó, y colocó unos los platos de lodo frente a él, pero Amity se dió cuenta de que faltaba algo.

–Como nuestro novio– dijo la niña de ojos miel –debes traernos comida.

–¿Comida?– preguntó Hunter.

–¡Buena idea!– chilló Luz, aplaudiendo. –Uh, uh, ¡Ahí hay ensaladas!– exclamó la pequeña, apuntando a un montón de hojas de naranjo.

Hunter resopló y se levantó, trayendole a las niñas un poco de hojas secas.

–Gracias novio– dijo Luz, pestañando coquetamente como las chicas de las telenovelas que su mamá veía.

–No me llames novio– dijo el niño, dejando caer las hojas.

Amity y Luz se miraron. –¡Novio!– chillaron, riendo. Hunter les mostró la lengua y ellas rieron más fuerte.

Luz acomodó las hojas sobre los platitos de lodo y continúo jugando.

–Aqui está su ensalada señorita Amity– dijo con su tono más elegante.

–Oh, muchas gracias señorita Luz– dijo Amity, alzando un taza imaginaria y levantando su meñique.

–Señorito Hunter, ¿Quiere usted un trozo de pastel de chocolate?– preguntó Luz.

Hunter río un poco al escucharlas hablar tan gracioso y después asintió.

Luz puso una de las bolitas de lodo, que antes habían sido nieve, y luego le agregó una ramita encima.

A Hunter le brillaron los ojitos. –¡Parece un pastel de cumpleaños!– exclamó, y las dos niñas asintieron.

Su fiesta de té se convirtió en una fiesta de cumpleaños de un día de las ranitas de papel, y el juego continúo mientras los niños reían y charlaban sobre colores, comida, princesas y su nuevo programa de televisión favorito, hasta que una voz los interrumpió y Steve le dijo a Hunter que era hora de irse.

Hunter no quería irse, pero tenía que obedecer.

–¡No olvides las ranitas!– le dijo Amity, pasándole los dos pedazos de papel azul enlodados.

–Adios novio– se despidió Luz, fingiendo ser la ranita morada, para luego darle un abrazo.

–Si, ad-dios novio– murmuró Amity, quién agitó su manita en el aire.

Hunter se separó y agitó las manos también, despidiéndose de ambas niñas.

–Adiooos– las escucho decir mientras caminaba detrás de Steve.

–¿Son tus novias?– río Steve, levantado una ceja.

–¡Yo no quería!– aclaró él, pero luego escuchó pasos y risitas, y antes de que supiera que estaba pasando, las niñas le dieron un beso en cada mejilla, para luego alejarse corriendo.

–¡Puaj!– exclamó él niño, limpiándose las mejillas.

Las pequeñas a lo lejos solo rieron con diversión mientras lo veían alejarse para luego volver con las ranitas, que ahora eran piratas.

–Luz– dice Amity de pronto –¿Y-yo también soy tu novia?– le preguntó, bastante tímida.

–¡Claro!– exclamó Luz. –¡Los tres los somos!–.

Amity sonrió, emocionada.

–¡Y ahora rindete, pirata malvada!– gritó Luz, y Amity chilló, corriendo y riendo.

La pirata Luz iba a alcanzarla y arrojarla al mar de cosquillas.

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