002. Honey, Coffee and Grape | +18
Relato escrito por: user78857367
Lumiter
Omegaverse Au
La joven Omega, con el cabello revuelto y su rostro enterrado entre las almohadas, protestó ante el sonido de pasos en su habitación y los murmullos incomprensibles que la despertaron.
–Despierta, preciosa– la llamo su novia, acariciando su mejilla.
–Si, despierta dormilona– le siguió su novio, abrazándola por la cintura –o me quedaré a Amity para mí solito– la molestó.
Luz abrió un ojo y le mostró su lengua antes de incorporarse y bostezar, alzando sus manos hacia arriba.
–¿Sucedió algo?– pregunto Luz, limpiando la saliva en sus mejillas.
–Solo que llegaremos tarde– le respondió Amity, pero su novia ya estaba cayendose sobre las mantas otra vez.
–¡Auch!– gritó cuando una almohada se estrelló contra ella, despertandola de una vez.
–¡Arriba!– le gritó Hunter, corriendo hacia el baño antes de que Luz le arrojará la almohada de regreso.
Era una mañana típica en aquel atípico hogar.
La Omega se vistió con su uniforme de la universidad y bajó a comer a la cocina, dónde su novia preparaba el desayuno y su novio ponía la mesa.
Aquella era una agridulce imagen, que pintaba todo lo increíble que tenía y todo lo difícil que había sido llegar ahí.
Hacía unos meses todos habían apostado, amigos, conocidos, padres, que aquel capricho acabaría tan rápido como había empezado.
Pero ella, siempre audaz y decidida, había apostado todo lo contrario.
Se acercó a aquel rubio Beta al cuál le dió un beso en los labios y luego caminó hasta su chica Alfa, para darle un cálido abrazo antes de sentarse a tomar su desayuno.
Su capricho, como lo seguían llamando, jamás había sido algo pasajero para ellos tres.
Nunca una simple aventura fugaz.
Había nacido años atrás, cuando los tres, La Omega, el Beta y la Alfa no eran más que cachorros inseparables, y sabían, seguiría así hasta el final.
Ellos así lo habían decidido.
Subieron al auto de Hunter, y entre risas y conversación, se dirigieron a la universidad.
La primera clase, Literatura Mágica y contemporánea, era una de las pocas clases que los tres compartían en el mismo horario y, haciendo todo lo posible para ignorar las miradas especulantes y los murmullos que circulaban a su alrededor, los tres chicos se dirigieron a su lugar de siempre en el centro del salón.
«No es natural»
«La chica Blight cayó muy bajo»
«Me dan asco»
Amity apretó los dientes y quitó la goma de mascar que alguien había pegado en su escritorio.
–Son un trío de raros– masculló la chica pelirosa detrás de ellos, sin importarle que la escucharan.
Quería que la escucharan.
Hunter deslizó su mano entre la de Amity y la sostuvo fuerte, calmando cualquier pensamiento asesino que correteara por su cabeza.
Los insultos y rumores, lamentablemente, eran cosa de todos los días.
Otra mano, más pequeña y cálida, se deslizó también entre sus dedos, acompañada de una sonrisa alentadora e inocente, aquella que era su ancla en los días más tormentosos.
Luz era la que los mantenía juntos, a pesar del mundo.
Después de la segunda hora tuvieron que separarse, siguiendo cada uno sus respectivos horarios, que avanzaron lentos el resto de la mañana hasta que la campana del almuerzo sonó, fuerte y escandalosa, para que los tres pudieran reunirse en la cafetería.
–… y luego el abominable se deshizo sobre el escrito– relató Luz, quién siempre parecía tener una anécdota que contar. –No se para que tomé esta clase extra– admitió con frustración.
–Tranquila– le dijo Hunter, limpiando una manchita de baba de abominable de su mejilla. –Estoy seguro de que Amity puede ayudarte con eso– sugirió.
Luz miró a Amity, sus ojitos brillando con ilusión.
–Claro que sí– le respondió, su tono delatando su ganas de ayudarla. –Tu novia es una experta en eso, te enseñará todo lo que sabe– le dijo, y le dió un beso en mejilla, haciéndola sonrojarse.
Luz era tan adorable.
–Se cree que es un Alfa– exclamó de pronto una conocida voz en algún lugar del pasillo– pero deja que un estúpido Beta posea a su Omega, ¿Quién hace eso?– profirió.
Una oleda de risas crueles inundó el corredor y de pronto todas la miradas estaban sobre ellos.
La burbuja de magia, otra vez, había estallado.
–Ignorenlos– gruñó Hunter, tomándo a sus dos chicas de las manos y llevándolas a otro sitio.
–Oww, ¿Se van ya?– ronroneó la Alfa de mechones rosas. –Si apenas acaban de llegar– les dijo, acercándose a los tres.
–Vete al diablo, Boscha– le escupió Amity sin poder contenerse, harta de su actitud.
La sonrisa de Boscha solo creció, avivando las llamas de aquella enemistad.
–¡Oops!– exclamó, arrojando un vaso de café algo caliente sobre la Alfa de ojos dorados. –De ahí vengo, querida–.
Los abucheos crecieron y las carcajadas estallaron; la ira de Amity Blight era palpable en el aire.
–Vamonos– le pidió Luz, tomándola con fuerza del brazo y siguiendo a Hunter, que gruñía furioso a todos los que intentaban obstruir su pasó.
Más de uno en aquél trío tenía el deseó de darle a Boscha un puñetazo en la boca.
–¡Ahora es café caliente, mañana podría herirnos!– se quejó Amity, mordiendo el frío emparedado que había traído en su mochila.
–Oh, no pienso permitir eso– aseguró Hunter, quien caminaba de aquí para allá con su propio sandwich en la mano. –Si intenta hacer eso, se me olvidará que es una mujer– gruñó.
–Es una perra– soltó Luz, y los dos chicos voltearon a verla. Ella nunca decía esas cosas.
–No dejaremos que te lastime– le prometió Amity, tocando su hombro y dedicandole una sonrisa.
Un rubor, de esos espontáneos, cubrió las mejillas de la Omega, y comenzó a mover sus pies con nerviosismo.
Últimamente, hasta los pequeños gestos la ponían inquieta y nerviosa, desatando feromonas que impregnaban todo el aire a su alrededor.
Café y chocolate.
Estaba tan cerca, a días o quizás horas, y ninguno había mencionado nada todavía.
Ese momento la estaba poniendo aún más nerviosa.
¿Y si lo arruinaba? ¿Y si alguno de los dos no quería? ¿Y si no era el dulce paraíso que todos decían?
¿Y si dejaban de quererla?
De pronto el pergamino de Amity comenzó a sonar, sacando a Luz de sus pensamientos.
–Ugh, ¿Que clase de emergencia, Em?– escuchó gruñir a su novia.
Ella y Hunter se miraron a los ojos con duda. Amity rara vez hablaba con sus hermanos.
–¿Esta todo bien?– le preguntó el chico, preocupado.
–Si, no, no se– musitó Amity, guardando su pergamino. –Esos dos me necesitan en casa de mis padres– explicó.
La Omega gimió con angustia ante eso, trayendole no tan gratos recuerdos.
–Estare de vuelta para la cena, ¿Está bien?– les dijo, dándole un beso rápido a Hunter en la mejilla y acercandose a su novia. –Tranquila, por favor. Volveré– le prometió, besando con dulzura sus labios.
Luz quería protestar, pero no quería parecer infantil.
–Okay– masculló, sonando claramente disgustada.
–Hunter, cuídala– le pidió ella al Beta, y luego se fué.
–¿Si va a volver?– susurró Luz después de un rato, aún con medio sandwich en la mano.
–Claro que sí– la animó el chico, revolviendo su cabello castaño.
–¡Hunter!– chilló Luz, pues el chico tenía mostaza en las manos.
–Mira que si no vuelve, sabe muy bien que tú y yo cenaremos helado– razonó él, encogiéndose de hombros.
–Hey, yo si se cocinar– exclamó la Omega. –Pero ahora quiero helado– admitió. –¿Me llevas por un helado?– le preguntó, acercándose a él y frotando su cabeza contra su hombro.
El aroma a café y chocolate se hizo más fuerte.
–Bien, vamos– aceptó el chico. –Pero no sé lo digas a Amity–.
–Hecho– exclamó la chica, trepando a su espalda. –¡Vamos por un helado, mi dulce corcel!– chilló.
–Creí que era tu príncipe– confesó Hunter mientras la llevaba fuera del campus.
–No mi amor, yo soy el príncipe– le dijo Luz.
❃
La noche cayó y la Omega continuaba dando vueltas por toda la casa, esperando que su Alfa regresará a su hogar.
¿Por qué no había vuelto aún?
Su cuerpo no podía aguantar más, el calor la estaba consumiendo.
Finalmente se cansó y fue a darse un baño frío, para después caminar hasta la recamara principal, dónde su novio perdía el tiempo en su pergamino.
–¿Te ha escrito?– susurró ella, subiéndose a la cama.
–No, e imagino que a ti tampoco– dijo Hunter, acercándose a ella. –¿Estás bien?– le preguntó, atrayéndola a él.
–No lo sé– admitió Luz, y sus ojos se llenaron de lágrimas. –No me siento bien–.
–Tienes fiebre– susurró él, sintiendo el exceso de calor que emanaba la chica.
–Creo… que ya llegó– jadeó Luz, inquieta y abrumada. –Se siente horrible–.
–Oh, mierda– exclamó él chico, quién solo atinó a levantarse y alcanzarle un vaso con agua.
«Maldita sea, ¿Dónde estás Amity Blight?».
–Hunter– jadeó Luz, tomando el líquido con desastrosa rapidez.
–¿Necesitas algo? Mmm, ¿Más agua? ¿Pastillas…?–.
–Necesito que me beses– imploró Luz, acercándose a él y dejándose embriagar por su aroma a miel y frutas.
Rodeó su cuello y acercó sus labios a los suyos, robando de su boca un beso tras otro.
Quería besos, muchos, muchos besos.
Ella, con el pensamiento nublado por el inminente celo, comenzó a desatar el nudo de su bata de baño, pero el chico debajo de ella, que sabía lo que quería hacer, la detuvo.
–Amity– susurró él contra su boca. –Se lo prometimos–.
«La primera vez».
–¡Ella se fue, Hunter!– estalló Luz, pasando de la lujuria a furia, y luego a la tristeza en segundos.
–Luz, no– la consoló Hunter. –Va a volver, te lo prometo– susurró, besando su frente con empalagosa dulzura. –Es más, si quieres, podemos ir a buscarla si no vuelve en una hora– le sugirió, apartándola lentamente. –Dijo que iría a casa de sus padres, ¿No?–.
–Si– respondió Luz, algo dudosa por la idea, porque, ¿Y si Amity realmente los estaba ignorando?
–Bien, iremos a buscarla. Y si está en problemas, la ayudaremos– le dijo.
–¿Y si no lo está?– preguntó Luz con angustia. –¿Y si realmente no desea volver, porque ya no nos ama?–.
–Luz, es nuestra novia de quién estás hablando– le recordó Hunter, tocando su nariz. –Vamos, ¿Crees que nos haría algo tan horrible?–.
La Omega no estaba segura de nada en aquel instante, la preocupación por su novia y la agridulce sensación de su primer celo mezclados era demasiado.
Solo quería que ella volviera.
–Ten, toma– le dijo Hunter, entregándole dos pastillas y otro vaso de agua.
¿Realmente iba a suprimir su primer celo?
Lo habían esperado y habían prometido estar juntos cuando llegara, no quería arruinarlo así.
–Yo no creo que deba…– comenzó Luz, cuando el sonido de llaves tintineando y el particular aroma a uvas y menta de su novia llegaba hasta ella. –¡Amity!– exclamó, espanto a Hunter y levantándose rápidamente de la cama.
Podría haberse caído en las escaleras, pero no le habría importado.
–Amity, ¿Dónde esta… bas– las palabras enmudecieron en la boca de Luz al ver a su novia, con los ojos enrojecidos y el rostro manchado de lágrimas.
No sabía que había pasado, pero cuando la chica corrió a sus brazos y rompió a llorar, ella la dejó.
Su corazón estaba frágil y sabía que el de ella también.
–Amity, ¿Qué tienes?– exclamó él Beta, corriendo hacia las dos chicas.
Luz le hizo un gesto y le pidió silencio, debían dejarla terminar.
Los minutos parecieron convertirse en horas en aquel hogar, y los dos, la Omega y su Beta, la consolaron en un torpe y cálido abrazo.
Los amaba tanto.
–Yo… ya no soy una Blight– susurró la Alfa cuando ya no le quedaban más lágrimas por derramar. –Mis padres no quieren saber nada de mí–.
Los dos chicos se miraron entre sí, sabiendo lo que aquello significaba para su novia.
–Nosotros somos tu familia ahora– le recordó Luz, acariciando su rostro. –Y no te abandonaremos– le prometió, besando su frente.
Se sentía como una estúpida por pensar que Amity le haría exactamente eso hacía solo una hora.
–Y supongo que lo que más te preocupa es la universidad– adivinó Hunter, quién la abrazaba por la cintura.
–Si– admitió Amity en un débil susurró. Su carrera era la segunda cosa que más amaba en su vida.
–Tranquila, te apoyaremos con eso– le dijo, y Luz asintió de acuerdo –Yo tengo algunos ahorros. Serán tuyos–.
–¿Lo dices enserio?– preguntó Amity, secando su rostro.
–Por supuesto– le dijo Hunter, y antes de que pudiera reaccionar, la Alfa ya estaba presionando sus labios contra los suyos.
Ella rara vez lo besaba así.
Amity se separó, impresionada por lo que acababa de hacer, y miró tímidamente a sus dos novios, que la observaban igual de sorprendidos.
Podía sentir sus mejillas ardiendo, y nerviosa, se volvió a refugiar en los brazos de Luz.
La chica acarició su boca cuando ella estuvo en sus brazos, impregnandolos a los tres de una mezcla de café y chocolate, y algo más.
–¿Qué es…?– preguntó Amity, olfateando a Luz.
La Omega gimió al sentir a la Alfa en lugares específicos de su cuerpo, y las feromonas aumentaron inevitablemente.
Esta vez no tenía marcha atrás.
–¡Luz!– exclamó Amity, tomándola de las mejillas. –Rayos, lo siento, lo siento, lo siento, no me había dado cuenta– se disculpó la chica, nerviosa y culpable, y extrañamente abrumada por aquel exquisito aroma.
–No podrías, lo he estado ocultando– confesó la Omega y ante la mirada confundida de su novia agregó: –Tengo miedo. No sé si estoy lista–.
–Creo que ninguno de los tres lo está al cien– comentó Hunter, quién también destilaba algunas feromonas. Miel y frutas.
–Pero no tiene que ser perfecto para que sea especial– le dijo Amity, tomándola de las manos.
–Te amamos…–.
–… y solo queremos estar ahí para tí–.
La Omega respiró profundamente, y después de unos segundos, asintió segura.
Estaba lista.
❃
–Puedes hacer esto Amity– se animó la Alfa frente al espejo del baño mientras secaba su piel húmeda.
Salió del baño en una bata de baño similar a la que Luz llevaba y avanzó hasta la cama, donde sus novios compartían unos tímidos besos
Miel y café empapaban las sábanas.
La Omega gimió al ver a su chica Alfa subir a la cama y acercarse gateando hasta ella, mientras los besos húmedos del Beta estampaban su cuello.
Ella desató el nudo de su bata y sus ojos dorados recorrieron su pecho, relamiendo sus labios sin intentar ocultarlo.
–¿Puedo?– le susurró su chico al oído, y ella asintió, temblando cuando él acarició su torso desnudo y sus manos la invadieron y apretujaron con suave cariño.
Las manos de su Alfa ascendieron por sus piernas, más besos inundaron su vientre, y su boca, que solo conocía besos delicados, se llenó de caricias desesperadas y jadeos suplicantes.
La estaban volviendo loca.
–Lu-Luz– murmuró la Alfa contra sus labios cuando la chica se soltó del abrazo que la mantenía dócil y sumisa y se abalanzó sobre ella, rodeando sus caderas con sus temblorosas piernas.
–No quiero juegos, no ahorita– jadeó ella, al borde de su lado más salvaje. –Haganme suya, solo suya, solo suya, suya…– suplicó la Omega, mientras volvía a ser llenada de besos y caricias en todo su cuerpo, hasta que el calor estalló en su interior y se vio con las piernas enredadas entre dos cuerpos, siendo empujada deliciosa y rítmicamente al compás de sus incontenibles gemidos.
Toda su habitación olía a miel, café y uvas.
Un gruñido bajo vibró sobre su piel cuando la velocidad se duplicó y sus uñas arañaron la espalda del Alfa, mientras sus caderas chocaban deliricamente contra las de ella.
Eso
era
el paraíso.
–Te amo– gimió la Omega, sin saber a quién se lo decía, cuando ya no pudo más y sus piernas cedieron, temblando.
Ellos la siguieron complaciendo.
–Tambien te amamos– ronroneó Amity junto a su oído antes de besar su cuello.
La estaba marcando. Era oficialmente su Omega.
Hunter lleno de besos su herida cuando Amity, gruñendo, se hecho para atrás y continúo arremetiendo contra su novia, hasta que el calor se desató entre sus piernas.
Ella había arqueado su espalda y el sudor aperlaba su piel.
Amity no lo pensó dos veces y acercó su rostro a uno de sus pechos, tomándolo entre sus labios.
La Omega estaba colmada de adrenalina y placer.
–¿Tu me amas?– le gimió ella al chico que acunaba su cabeza entre sus brazos y que la miraba con lujurica dulzura.
–Te amo, te adoro, te deseo– le susurró él, y se inclinó sobre ella, su boca adueñándose por completo de sus labios.
No podía imaginar una noche más perfecta.
–Los amo, a los dos– les susurró la pequeña Omega cuando la oscuridad se convirtió en día y ella era la única despierta, con una sonrisa en la boca y dos asombrosos novios dormidos en su cama.
«Los amaré por siempre» les prometió.
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