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11

Aidan Gallagher

— ¿Llegarán tarde entonces? —mi padre asintió.

— ¿estarás bien?

— Mamá —reí irónico y ellos sonrieron— estaré muy bien. Aunque, quien me preocupa es la pequeña Leah —admití.

— Ya no es una pequeña niña, hijo —dijo mi padre mientras reía un poco.

— Se que cumplió los dieciocho, pero eso no quita que siga siendo una pequeña niña —hice una mueca.

— Bueno supongo que estarás al tanto por si se le ofrece algo —dijo mi madre y asentí algo dudoso.

— Si no estoy dormido, supongo que si. Diviértanse, y díganle a los señores Brunet que también se la pasen bien —reímos y se despidieron.

Mis padres y los padres de Leah habían planeado ir a un restaurante a conversar y pasar tiempo de calidad juntos. Como clásicos mayores de edad y sus pasatiempos aburridos.

Eran las ocho de la noche así que solo encendí el televisor de mi habitación, me quité la playera y me acosté sin preocupación alguna. Hace tiempo que no me quedaba solo en la casa. Miraba mi teléfono mientras escuchaba la música en la televisión.

En eso me llegó un mensaje de una amiga, lo leí sin necesidad de abrirlo y es que en realidad no tenía ganas de responder; me invitaba a una fiesta.

Miré la galería y pude visualizar rápidamente la primera foto de mi álbum, una foto de la pequeña Leah..

Su sonrisa estaba tan linda, iluminaba todo a su al rededor sin percatarse, sus ojos brillaban demasiado, desde mi punto de vista. Se veía preciosa.

Me encantaba.

Hice una mueca antes de dejar el teléfono y acostarme de lado abrazando la almohada de siempre. Cerré los ojos y me concentré en el fondo negro que tenía en mi cabeza para poder conciliar el sueño más rápido.

Escuché golpes abajo, ligeros golpes; tocaban la puerta.

Fruncí el ceño y descalzo bajé para abrir la puerta.

— Lo lamentó, ¿dormías? —dijo mi pequeña Leah frente a mi.

Quedé atónito al ver su diminuta pijama, ¿acaso todas sus pijamas eran tan cortas? Sus muslos se veían tan bien, estaban hechas para ella; para su cuerpo..

— No, descuida. ¿Qué ocurre? —pregunté curioso.

— Es solo que, dijiste que algún día me ensañarías a jugar billar —dijo y noté algo de nerviosismo en su voz, no se escuchaba como siempre. Sus dedos jugaban con el inicio de su blusa de tirantes.

Arqueé una ceja.

Su comportamiento era extraño.

— ¿Te acordaste de eso ahora? —reí un poco.

— Bueno, supuse que quizá estarías haciendo algo interesante, y estaba aburrida, así que no le vi nada de malo en venir. Lo lamento, tienes razón, mejor me voy —dijo riendo un poco y antes de que se diera la vuelta la tomé de la mano.

— Descuida, se me ha ido el sueño. Pasa —dije sonriendo y ella me hizo una mirada de cuestión— Lo digo enserio —me hago a un lado para dejarla entrar y cuando lo hace cierro la puerta.

La tomó de la mano y la dirijo a nuestro sótano que es donde tenemos los juegos para la convivencia familiar. Enciendo las luces y ella sonríe mientras mira al rededor.

— Este lugar se ve muy acogedor para una buena tarde de juegos

— Justo para eso es —reí un poco y tomé dos palos para la mesa de billar, mejor conocidos como "taco" gracioso ¿no?

Leah se percató de un estante con botellas.

— No te fijes en eso, no se bebe con frecuencia en esta casa.

— Entonces, es sencillo ¿no? Solo golpeó la bola con esto —dijo tomando el palo y asentí.

— inténtalo —dije evitando reír y ella dio un tiro, la bola salió de la mesa y reí.

— Oh —rió apenada y la levantó.

— Mira, el movimiento en el hombro es importante, agáchate un poco pero sin mover el cuerpo a la hora de tirar. Y si crees que te beneficia, cierra un ojo para visualizar mejor la bola y la distancia —hice cada movimiento mientras lo explicaba y tiré acertando.

— Vaya, ¿tus habilidades siguen intactas o practicaste antes de que viniera? —se burló mientras se acercaba.

— No sabía que vendrías, así que; siguen intactas —reímos un poco y ella se inclinó un poco sobre la mesa para intentar acertar en el tiro.

No pude evitar observarla en cuanto lo hizo, joder, se veía muy bien así.

Hizo el lanzamiento y no quedó para nada cerca de acertar.

— Eres buena aprendiz, no te desesperes —sonreí y me acerqué a ella— Déjame ayudarte

Me coloqué detrás de ella, noté como iba a oponerse pero no se lo permití. Me incliné con ella sobre la mesa, nuestros cuerpos quedaron pegados el uno al otro. Deslicé mis manos por sus brazos iniciando desde los hombros y terminando hasta sus muñecas para guiarlas mientras ella sostenía el palo.

— Tienes que hacer esto —dije fingiendo enseñarle con más precisión. Hice el movimiento en su brazo de atrás hacia adelante y la bola acertó— ¿Ves? es sencillo, tú misma lo dijiste —susurré cerca de su oído y sentí como su piel se erizó.

— ¿Era necesario que estuvieras ahí? Me parece que ya había entendido bien las instrucciones

— Yo creo que no.. —deslicé mis dedos por su brazo descubierto y continué hablando cerca de su oído— Leah, ¿qué tramas?

— ¿Disculpa?

— No te hagas, nunca vendrías a casa sin avisarme, en pijama y menos cuando nuestros padres no están. ¿Qué ocurre?

— Solo creí que sería divertido convivir, dijiste que te agradaba pasar tiempo conmigo —dijo y se movió un poco haciendo que nuestros cuerpos rozaran.

— ¿Solo eso? —pregunté cerca de su cuello.

Asintió

Le di la vuelta quedando frente a frente con ella y dejándola acorralada contra la mesa de billar.

— ¿Estas segura?

— Aidan., yo..—coloqué un dedo en sus labios para callarla.

— No estás aquí para que te enseñara a jugar billar, ¿cierto?

Ella no dijo nada y simplemente nos veíamos a los ojos, pude notar como se sonrojaba ligeramente y su respiración estaba agitada. Sabía perfectamente que esta no era una visita normal, su lenguaje corporal me decía algo más.

O quizá yo alucinaba, no lo sé, pero ella sin duda no se negaba.

Bajé mi dedo y acaricié su cadera por debajo de su blusa con el mismo.

— ¿Qué quieres hacer, Leah?

— Continuar con el juego —dijo y tartamudeó ligeramente. Arqueé una ceja— Pero hagámoslo más interesante

— Te escucho.

— Por cada tiro que falles, deberás beber un poco —la mire sorprendido y ella rió.

— De acuerdo, pero seamos justos

— Dime

— Por cada tiro que falles.. —observé su cuerpo sin discreción alguna.

— Yo no bebo, Gallagher —dijo como advertencia y me burlé en mi interior.

— Tranquila, no te pondré a beber.

— ¿Entonces? —preguntó curiosa.

— Deberas quitarte una prenda de ropa —la miré a los ojos y ella tragó duro.

—  ¿Lista para empezar a jugar, bonita?

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