El pequeño Jin corrió de un lado a otro cuando por fin llegaron al gran y hermoso parque que tenía Seúl. Su madre sonrió enternecida por la actitud de su bebé.

Cuándo por fin alcanzó al pequeño travieso, lo tomó de la mano y caminaron hasta una banca debajo de un gran y frondoso árbol, obteniendo aire fresco. Quitó su bolso que colgaba del hombro, lo abrió y buscó el dulce favorito del niño. Un rato después, tomó el dulce y se lo extendió al menor, recibiendo una linda sonrisa acompañado de un leve "Gracias"

El pelinegro rompió la envoltura, dándosela a su madre, quién la metió en su bolso para no ensuciar el suelo del parque limpio, un rico chocolate amargo se asomó en la diminuta mano de este, sacó su lengüita, chupando lentamente el chocolate.

"Jin, mi vida, ¿Sabes que te amo?" la mujer acarició lentamente la suave mejilla del menor.

"Chi, io también amo a made"

La mujer sonrió, mostrando sus dientes blancos, y un pequeño hoyuelo del lado izquierdo. Pronto, una lagrima se dejó ver en su mejilla, deslizándose hasta perderse en su ropa, dejando un delgado camino que marcaba su recorrido.

"Siempre estaré contigo, Jin. Sin importar qué, nada me hará separarme de ti"

Jin sonrío, los lindos recuerdos con su madre eran, sin duda, inolvidables.

"Te extraño, mamá"

Miró al cielo lanzando un beso, tomó su maleta y miró por ultima vez la casa que algún día llamó hogar.
                           

"¿Sabes que lo hago por tu bien, verdad?" el hombre habló mientras se estacionaba delante del orfanato
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"Soy tu hijo, padre, ¿Al menos llegaste a amar a mamá?, ¿O solo esperaste a que muriera?" un nudo en su garganta creció sin autorización.

Le dolía decir eso, pero sabía que su padre no amaba realmente a su madre.

"Entiende que no es por eso, por dios, Jin. Mi trabajo ocupa las todo del día, no podría cuidarte"

Y otra vez esta maldita excusa.

Bajó del auto de su padre, si es que le podía llamar así, sacó su maletas y por último dio un portazo. Sentía su corazón doler por las acciones tan frías de su progenitor.

Tomó su maleta con la mano derecha y caminó hasta la gran puerta de madera. Volteó, pero la camioneta negra se había esfumado de la nada. Ya sabía cuánto ansiaba ese hombre de deshacerse de él, quizá encontraría a otra mujer a la cual tener a su lado.

Dio tres toques, la puerta se abrió, dejando ver a una linda chica de cabello negro, largo y lizo, un vestido blanco holgado, el cuál dejaba ver sus clavículas y hombros, tenía unas sandalias del mismo color y su cara contenía muy poco maquillaje, muy linda.

"Tú debes ser Jin" el nombrado asintió "Soy la hija de quién dirige este lugar, mi nombre es Kim Jiwoo, pasa"

La chica se hizo a un lado, dejando ver un gran pasillo con postes que dirigía aún patio con flores y una fuente, caminaron juntos hasta llegar a una puerta negra.

La chica tocó, y un "pase" detrás de esta se escuchó, abrió la puerta y entraron. Una mujer idéntica a la chica estaba sentada en la silla del escritorio, unos lentes adornaban su cara y sus manos sostenían unos cuantos papeles.

"Oh, llegaste" la mujer se levantó del asiento y caminó hasta quedar frente a mi "Mi hija te mostrará la que ahora será tu habitacion, la compartirás con el joven Min, ¿Bien?"

Asintió.

De todas formas, no es como si pudiera reclamar y decir que quería una habitación solo.

Algo le decía que desde ahí su vida será una completa mierda

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