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[ 3 años después ]
Luego de irse del orfanato, Jin consiguió, con mucho esfuerzo, un trabajo y un departamento. No diría que gana bien, por que no es así, a duras penas Jin tiene techo y comida, trabajaba 24/7 y recibía una miseria de propina, pero no decía nada, es mejor algo a estar en la calle.
"¡Jin!, ¡mesa tres!" la chica pelirroja gritó en dirección al, ahora, pelinegro, quién se dirigió al lugar dicho.
Un chico lindo se encontraba ahí.
Su cabello castaño estaba totalmente desacomodado, dándole un toque lindo, llevaba una camisa verde de botón, pantalones de mezclilla holgados con orificios en la parte del muslo y rodilla, unos grandes lentes adornaban su hermosa cara, lindo.
Jin se acercó luego de sacarse de su burbuja, un chico como él jamás se fijaria en alguien como él.
"Buen día, ¿Qué desea ordenar?" Jin sostuvo la pequeña libreta en sus manos, listo para anotar.
El chico se sacó sus lentes, dejando ver esos coquetos ojos de avellana y sus cortas pestañas adornando estos, su mirada bajo hasta esos labios gruesos y apetitosos, dándole unas tremendas ganas de comerlos, y por segunda vez, salió de su burbuja al ver esos labios moverse.
"Disculpe, ¿Qué dijo?"
"Qué quiero una malteada de vainilla" el pelicastaño sonrió, otorgándole una linda vista a esos hoyuelos y sus perfectos dientes.
"¿Vainilla?, el de chocolate sabe me- " Jin cerró su boca al darse cuenta de lo que dijo "Perdón, no era mi intención cuestionar su deci-" fue interrumpido por la dulce voz del moreno.
"Entonces será de chocolate" sonrió "Soy Kim NamJoon, un gusto..." el chico esperaba respuesta.
"Jin, Kim Seok Jin, le traeré enseguida su malteada"
Con una gran sonrisa regreso detrás del mostrador, topandose con la gerente.
"Te vi coqueteando con el chico" lo miró de arriba a abajo "¿Crees que alguien así de guapo se fijaria en una mierda como tú?, por dios, Jin, no seas idiota" la chica giró los ojos y rió sinicamente.
Los ojos de Jin ardieron, no dijo nada, dio la orden a otro chica, diciéndole que se la entregara al cliente.
Jeongyeon tenía razón.
Los rayos del cálido sol lo despertaron de su descanso de ocho horas, sin muchos animos se sentó en la cama, sus cabellos castaños se encontraban totalmente revueltos y enredados, tapando un poco sus ojos, con sus dos manos talló sus ojos tratando de despertar mejor.
Dio un largo bostezo, se levantó de su cama y caminó hasta el baño. Hoy era su primer día de descanso en la empresa, trabajar de asistente del CEO era sumamente agotador. Aunque tenía suerte de ser su amigo, a casi nadie le daba una semana de descanso.
Luego de darse una ducha, cepillar sus dientes, lavar su cara y vestirse, fue a la cocina queriendo cocinar, pero sus ganas eran muy pocas, además, no quería provocar un incendio en toda la cuadra del vecindario. Y no es que no supiera cocinar, sólo que el sueño aún recorría su cuerpo y temia hacer algo mal.
Sin más elección, decidió ir a la cafetería no muy lejos de su casa, cabe decir que tampoco quería caminar mucho. Tomó su bolso café y partió a su destino. Al salir, el rico viento se sintió en su rostro, causándole una sonrisa en su rostro.
El día era perfecto, ni tan frío ni tan acalorado, exhaló fuertemente y siguió caminando, los pájaros cantaban tan lindo que al castaño casi le causa un pequeño infarto de amor por tan tiernos animales, más ese canto no duró mucho, siendo opacado por las bocinas de los autos, los motores de estos mismos y las personas hablando o gritando por celular.
¿Nunca han sentido o querido que el ser humano se extinga por ser tan estúpidos y no darse cuenta de la hermosura de la naturaleza?, bueno, el castaño siente eso. No odiaba a los seres humanos, él era uno, solo odiaba la estupidez que albergaba en ellos.
La naturaleza era tan linda y el ser humano tan idiota.
Dejó de lado esos pensamientos al darse cuenta de que ya se encontraba frente a la cafetería. Sin esperar más entró, siendo recibido por el rico olor a café y chocolate, aunque el chocolate no sea su favorito por sacar muchos granos, le encantaba el olor de aquel dulce. El sonido de la campana en el momento en el que entró no faltó, llamando la atención de algunos clientes del lugar. Sin prestar atención a aquellas miradas coquetas y curiosas de chicas, y chicos, caminó hasta una de las mesas cerca de la ventana, esperando a que el mesero llegara a pedirle su orden.
No esperó mucho.
Un chico de cabellos negros llegó, su cara parecía de un tierno bebé, no pudo aguantar y optó por básicamente escanearlo, esos ojos negro grandes que parecían llevarte a una inmensa galaxia en la cuál te podrías perder, su pequeña nariz de botón que daban ganas de presionar y como olvidar esos gruesos y jugosos labios del chico, su mirada bajó hasta su largo cuello y a su clavículas, queriendo dejar unas cuantas marcas allí, ese hueco entre el hombro y el cuello le llamaba, cuanto daría por estar ahí y poder oler el dulce olor de aquel ángel, sus angostos hombros y delgada cintura hacían una muy buena combinación, ¿Le golpería si lo tomaba de esas finas caderas? Probablemente si.
Sacudió su cabeza borrando todo tipo de perversidades.
"Pediré sólo una malteada de vainilla"
El chico pelinegro respondió después de unos segundos.
"Disculpe, ¿Qué dijo?"
Sintió ternura por aquella mirada perdida.
"Que quiero una malteada de vainilla" sin resistir le sonrió al chico apuesto.
"¿Vainilla?, el de chocolate sabe me-" el chico cerró su boca. "Perdón, no era mi intención cuestionar su deci-"
Nam lo interrumpió, si su ángel, decía que sabía mejor el de chocolate le haría caso, aún si no le gustase el chocolate.
"Entonces será de chocolate" sonrió "Soy Kim NamJoon, un gusto..." el castaño moría por saber el nombre de aquel ser tan hermoso ante sus ojos
"Jin, Kim Seok Jin, le traeré enseguida su malteada"
Y Nam casi saca sangre de su nariz.
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