
🇲🇽༒𝕎𝕙𝕒𝕥 𝕀𝕗༒🇲🇽
El sonido de las balas era cada vez más frecuente, desde que México salió y te dejó en aquella recámara con la nana, ciertamente el miedo de inundaba. A pesar de que la casa era grande, te aterraba la idea de que alguien capaz de matarte podría estar cerca.
La anciana te abrazo y en silencio comenzó a rezar pidiendo por la seguridad del country, el estado y su hijo.
Pero todo comenzó cuando a aquella sala, Don Leonel entró abriendo la puerta y la cerró de inmediato apoyando su espalda, herido y ensangrentado.
La nana soltó un jadeo de espanto y ambas corrieron hacia el hombre mayor, ayudándole a sostenerse.
—Don Leonel que...
—El patrón me mando pa' acá –te interrumpió jadeando–. Vienen por ustedes, lo mejor será llevarlas a un lugar más seguro.
—El patrón tiene un cuarto oculto, ahí hay que ir.
Asentiste a la sugerencia de Jacinta, pero no hubo tiempo de nada cuando apenas asomando la cabeza al pasillo dos hombres se acercaron a ti y te tomaron bruscamente del cuello y los hombros; tapándote la boca y arrastrándote con ellos.
Peleabas y forcejeabas como podías, pero esos hombres tenían más fuerza que tu. Mordiste la mano que te tenía presa de hablar, y esta te abofeteo fuertemente.
—¡Jacinta! –gritaste aún así extendiendo tu mano
—¡Niña!
Pero fue inútil querer hacer eso, a ellos se los llevaban a otro lado mientras a ti, tu destino era incierto.
No sabias porqué, pero te siguieron golpeando un par de veces más, hubo un momento donde el dolor dejo de sentirse por alguna razón, ¿por qué era así? ¿Era porque tu cara se había acostumbrado a los golpes? ¿O tu sistema nervioso había llegado un punto donde bloqueo el dolor?
Fue así como al llegar a lo que parecía ser tu destino, lo primero que viste una vez que las puertas fueron abiertas de par en par, fue a varios hombres apuntando a Jalisco y Guadalajara, quienes apuntaban igual a dichos hombres corpulentos y altos, un panorama perfecto entre ambos bandos.
Un jadeo de asombro y sobresalto fue lo primero que salió de tu boca, pero lo cubriste tus labios con tu mano. No debían saber que estabas ahí.
Frente a tus ojos, uno de los hombres, que parecía ser joven y aproximadamente de tu edad, consumía una raya de cocaína entera, para después limpiarse levemente la nariz y sonreír socarronamente.
—Intentamos hacerlo por las buenas, pero como no quisieron cooperar –soltó una risa nasal–. ¡Quemaremos toda esta pinche hacienda de la verga una vez los hayamos matado!
Guadalajara y Jalisco fruncieron el ceño. Un hombre de más grande edad, soltó una risa, sin dejar de apuntar hacia Jalisco.
—Me pregunto que se sentirá matar a un statehuman –hablo con altanería y una voz socarrona jugando con el gatillo de la pistola–, ¿será tan fácil? De seguro y después de hacerlo matar a un country no ha de ser tan difícil.
—No es nada personal señor Jalisco, son los gajes del oficio.
—Cuando Sinaloa se entere... –murmuraba entre dientes Jalisco–, ¡maldito Poncho no te la vas a acabar!
—Mi patrón nunca se va a enterar –se burló sosteniendo una 9mm firmemente–. Creerá que algún cartel extranjero lo mato a uste', a su hijo y a su padre, quien sabe, quizá demos por desaparecida a esta linda muchachita –agregó señalándote y tu solo pudiste mostrar asco en tu rostro.
—Antes muerta asqueroso viejo rabo verde –murmuraste con desprecio uno de los insultos que te enseñó el mexicano.
El hombre volteo a verte, sorprendido por tu gallardía pero también molesto por tu insolencia, ganas de golpearte no le faltaban.
—Si eso quieres bonita...
En ese momento todo se tornó cámara lenta, pues pudiste ver como paso de apuntarle a Jalisco a apuntarte a ti y pudiste escuchar como rápidamente le quito el seguro, haciendo que abrieras los ojos en shock con un miedo inundando desde tu estómago hasta tu garganta, causando que Jalisco gritara temiendo por tu vida.
—¡Madre!
—¡Le tocas un solo cabello con tus mugrientas y asquerosas manos Poncho y huevos te van a faltar!
Una estruendosa voz se oyó, callando y haciendo temblar a todos los presentes, a ti te estremeció, pues reconocías ese tono.
Era de Mex cuando se enojaba, lo recordabas de su pelea y de cuando se enojó con España. Pero esta vez, era un tanto diferente. Si no conocieras bien a México dirías que es de otra persona.
Decidiste buscar a México y encontrarlo con la mirada, desesperada, en ese momento él se veía como tu única salvación y refugio.
Las puertas se abrieron de par en par, mostrando a tu tricolor. Este de un momento a otro había cambiado considerablemente, altura, hombros más anchos, su cabello ya no era albino sino azabache, pero tal parecía conservaba unas cuantas hebras blancas.
Era difícil de reconocerlo, como si fuera otra persona, alguien diferente, incluso por un momento llegaste a tenerle miedo, pues apenas entro en la habitación, lo primero que hizo fue repartir disparos a pesar de la clara desventaja.
Todos posaron sus miradas en el country, cuyo semblante mostraba ira y furia junto con llamas de coraje en sus ojos. Poncho miró al country frente a él antes de soltar una carcajada irónica, llena de malicia y arrogancia.
—¿Qué? ¿Crees que por que te cambiaste de estilo me voy aflojar? –junto a él los demás hombres rieron con muchas ganas–. Ya estás muy grandecito para jugar a los disfraces.
—No lo diré dos veces, suelta a la muchacha, pero a la de ya –México miro al tipo frente a él con firmeza acercándose poco a poco.
—Padre... –Jalisco murmuró al ver la viva imagen de su padre.
—¿O qué? ¿Estás ciego México? Mira a tu alrededor –apuntó con su arma a todos en la sala–; estas rodeado y afuera hay muchos más que se han unido a esta limpieza...
—Maldito infeliz, con que viniste con ejército y todo, ¡De esta no vas a-!
Guadalajara se vio cortado al recibir un golpe con un arma detrás de su cabeza. No lo noqueo, pero si llego a recordarle en donde se encontraban.
—Apapapap, me le vas bajando el tono al patrón pendejo –dijo uno de los hombres más jóvenes.
El Estado solo se limitó a chasquear la lengua y fruncir el ceño lleno de rencor e ira, impotente de no ser capaz de hacer algo.
—Poncho, Poncho, Poncho... baja esa arma, suelta a mi mujer... y nada malo le pasará a tus hombres... quizás me toque el corazón con tu hijo, pero lo que están haciendo luego les sale caro –dijo seriamente el mexicano al ver a su nieto ser golpeado.
—Tú ya no me das órdenes a mi México... le demostraré al mundo lo fácil que se puede educar a un country, tan sencillo será y todo por una vieja que si esta hermosita he de admitir... tienes buen gusto~.
Burlón te dio un beso en la mejilla que te hizo estremecerte con asco, como una corriente eléctrica pasando por tu sistema nervioso que te provoco nada más que náuseas y ganas de llorar.
—¡Suéltame mal nacido-!
Por más que te removías el hombre te tenia bien agarrada, y debido a tu necedad, frente a los ojos de este nuevo México, le dio una bofetada a tu mejilla que la dejo roja.
—¡Quítale la manos de encima desgraciado! –gritó Jalisco pero solo recibió un golpe certero en la cara con el mango de una pistola enfrente de los ojos de su padre.
Esos dos actos fueron la gota que derramó el vaso, una ira que lo invadió torno sus ojos en genuina brea negra, pero ese brillo en sus ojos amarillos se torno en un frío naranja cobrizo.
México miró a Poncho sereno... o al menos así parecía, porque en el fondo solo esperaba a que el idiota bajase la guardia.
Algo curioso con los Countryhumans... es que están llenos de sorpresas.
—...Y pensar que le prometí a tu abuelo en cuidarte... que don Mateo me perdone, pero comprenderá que fue por tu insolencia –dijo suavemente el tricolor.
—¡Ja! ¿Ya te pusiste a rezar abuelito? Ya es hora de que tomes tu siesta –exclamó el chico que había consumido sustancias hace un momento con una navaja en su mano–. ¡HASTA NUNCA IMBECIL-!
Y desde ahí ya no hubo vuelta atrás.
Nadie pudo predecir cómo, pero lo siguiente que tu viste fue como el muchacho fue agarrado del cuello con una gran mano y era azotado contra el piso de madera haciendo temblar ligeramente el lugar, junto con un sonido estruendoso que calló todo en la habitación.
El piso color caoba paso a teñirse de rojo espeso, con sangre que salía de la abertura en el cráneo del chico.
—Mira lo que me has hecho hacer... ve rezándole a los santos Poncho –levantándose poco a poco el countryhuman dejo ver sus negros ojos dorados brillar como señal de peligro–, porque de esta, no te salvas.
Tomando la navaja del piso y el arma del chico, el country las guardo en su pantalón.
—Jalisco... –el mencionado miró a su padre quien lo llamaba con tono frío y serio–, no la vuelvas a cagar... y sácame a todas estas cucarachas de mi casa. ¡PERO A LA DE YA!
Y con ello, todo se salió de control. En ese momento, recordaste vívidamente como tu abuela te deseaba un buen viaje a México, pero al mismo tiempo te advertía que nunca te metieras en un camino turbulento...
Ahora entendías el porqué...
Solo pudiste escuchar un disparo y gritos, sintiendo el agarre de aquel hombre repugnante zafarse y dejarte libre, no penaste mucho y te agachaste, te apartaste y te arrastraste buscando refugio tras un mueble.
Tu cerebro se bloqueó después de encontrar refugio, te hizo cerrar los ojos y no querer ver más, pero los golpes, las maldiciones, los balazos, todo ese caos se quedó en tus oídos.
No supiste de dónde sacaste el valor para ver a través de tu escondite improvisado a México frente a quien se llamaba Poncho.
—¡E-eres un maldito desgraciado! –el tono de burla quedó en el olvido tras escupir sangre y ver al Country desde el piso.
—Sí, sí, monstruo y diablo, pero yo te lo advertí a ti y a tu abuelo cuando llegaron a mi hacienda pidiendo ayuda, que ni se les ocurra morder la mano que les da de comer, maldito infeliz –se burló el tricolor lanzando al piso otro cuerpo de uno de los hombres de Poncho–, matarte sería muy sencillo... Pero por tu insolencia, primero ameritas un castigo.
—México... –no pudiste evitar decir su nombre antes de tragar saliva mientras te enderezabas un poco saliendo del sofá.
—¡Tú vas a ser el recordatorio de lo que pasa cuando me tocan los huevos! ¡JALISCO!
—Mande jefe... —inmediatamente respondió el Estado, con la cabeza gacha.
—Quiero a este pendejo preparado para la noche. ¡No me falles, hijo! –habló firme mientras veía a su hijo con una sonrisa–. Por tu insolencia planeo tener a tu hijo vigilado... pero no te preocupes, a él si me aseguraré de que este bien educado –dijo agachándose frente a Poncho con un todo de voz que se poseía un dejo se oscuridad y malicia.
Guadalajara veía toda esa interacción antes de voltear a verte y notar tu presencia detrás del sofá. Tú, su abuela, quien se encontraba viendo todo.
—Ammm... Ahem....–se aclaró la garganta–. A-abuelo –llamo al hombre agachado, ganando su atención y que volteara a verlo.
—¿Dime?
Guadalajara se acercó al hombro de México para murmurar algunas palabras.
—La madrecita está presente...
Sus ojos se abrieron levemente al notar como asomabas la cabeza desde el sillón, tu rostro levemente asustado y que lo miraba como un extraño o alguien ajeno a ti lo hizo entender a que se refería Guadalajara. Suspiro pesado mientras se limpiaba la sangre de un corte en su mejilla izquierda, y meditó un rato antes de asentir, tenía razón, no contaba con tu presencia, una dama, una mujer. Y él nunca hacia su trabajo frente a los ojos de una dama.
—Es verdad... bueno, continuamos esta noche... ponte presentable, y rézale a tu abuelo –dijo el de barba antes de dar ligeras palmadas en el rostro magullado de Poncho.
Enderezándose en su imponente figura de hombros anchos, el countryhuman alzo la voz.
—¡JACINTA! –la anciana ama de llaves rápidamente apareció al escuchar la voz del patrón.
—¿S-si Patrón?
—Lleva a... –miró a la joven frente él, tu, de arriba abajo–, mi mujer arriba y prepárale un té, ¿de acuerdo? Ya en un rato subo a buscarla.
—Sí, patrón en seguida –se acercó al sofá donde estabas escondida con cuidado–. Venga niña, ya mismo le trato esas heridas, vamos –te habló mientras te sacaba de tu escondite y te levantaba e incitaba a subir las escaleras.
—¡Leonel!
—Mande aste' mi señor –el hombre canoso apareció segundos después.
—Llama a mis hijos... diles que su padre exige sus presencias... voy a limpiar su desorden uno a uno de ser necesario –miró a Poncho–. Gracias a ti, mis hijos serán más cuidadosos... salúdame a tu abuelo Ponchito, y dile que gracias...
Sin más el hombre salió junto a Jalisco y Guadalajara, mientras otros llevaban a Poncho a uno de los matorrales... Aquellos que estaban algo alejados de la hacienda por alguna razón.
El agua acumulada en tus manos mostraba tu reflejo mojado y al mismo tiempo era suficiente para dejar tu mirada perdida en ese punto fijo, mientras el silencio en el baño era total y lo único que se podría llegar a escuchar, es el movimiento del agua y las gotas que caían de vez en cuando.
«¿Qué quieres hacer mi niña? ¿Quieres que te traiga un té como dijo el patrón?»
«Quiero... un... baño. Por favor, si no es mucha molestia me gustaría bañarme un largo rato Jacinta.»
«Claro que si niña, comprensible, estas manchada de sangre.»
«¿Hay una tina donde bañarme?»
«Si niña hay una tina en este cuarto, tárdese a su gusto y luego le echaré ungüento en sus heridas»
Esa fue la conversación que tuviste con Jacinta para que tu terminaras en la tina de baño desnuda y mirando perdida el agua a tu alrededor, jugando vagamente con el agua caliente con tus manos.
Querías un momento para ti y para pensar lo que había sucedido, consiente de que todo había pasado muy rápido pero tan pronto como comenzó había sido resuelto. Te tocaste el rostro cuidadosamente con la punta de tus manos, sabias que debías olvidar el incidente que habías vivido; y aunque probablemente tenias golpes y moretones en la cara que no serían nada, había un elefante en la habitación que no podías ignorar.
"Mex"
El recuerdo de tu mejor amigo y compañero de piso aun prevalecía en tu mente, ese deliberando cambio en su andar, su forma de ser y lo más destacable, su apariencia, era un poco incómodo para ti.
Esa voz, esa apariencia, ese carácter tan duro y cruel. ¿Dónde quedó ese roomie tan carismático y lindo tuyo que regañaba a su hijo CDMX por hacer las quesadillas sin queso, que irradiaba un aura brillante y dorada y te hacia sentir que podías ser tu misma con él?
Donde quedo ese rayo de sol que iluminaba tus mañanas y que fue como un escape de tu horrenda vida con tus padres quienes nunca te dieron su apoyo. Él se convirtió en tu refugio y logró que olvidaras a tu familia, a todo lo que te dijeron y al abandono de los susodichos.
Todo lo que estaba ahora era un hombre frío, indómito, intimidante, carente de emociones y que por la edad que reflejaba, no parecía ser tan emocional ni comprensivo como tu roomie lo seria. Ese hombre alto, guapo, de hombros anchos y canas en su barba y cabello, fuerte, capaz de matar a un hombre con solo sus manos; se sentía tan ajeno y causaba miedo siquiera pensar que debías interactuar con él.
Recordaste como se dirigió a ti antes de que Jacinta te llevara a tus aposentos en la casa. 'Mi mujer', así te llamo tan estoico y frío hombre, que al recordarlo, sentiste un escalofrío recorrer tu cuerpo y espalda entera. Era un tipo totalmente nuevo de hombre, o al menos ajeno a ti y tu círculo.
Definitivamente ya entendías de donde sacaron los norteños su aura. Si ese era México, quizá en otra faceta de su vida, una más bélica y sanguinaria, solo esperabas fuera fácil de lidiar, paciente contigo y no fácil de irritar; probablemente era de esos hombres que les gustaban mujeres sumisas y dóciles, desgraciadamente tú tenias tu carácter y no eras para nada sumisa ni dejada.
Eso era algo que le gustaba al viejo Mex. O bueno, tu Mex.
Miraste el agua que retenías en tus manos con la mirada perdida, recordando esa mirada ámbar del tricolor, a pesar de ser otra persona diferente, ese color de ojos no abandonaba su ser. Ahora sus ojos eran negros, que tenían un brillo intimidante, pero también protector, qué se sentía cuando te protegió de aquellos narcos.
Dejaste que el agua diluyera de tus manos cuando recordaste que el tricolor había planeado ir a verte a tu habitación tarde o temprano...
Ya se había tardado, no sabias cuanto tiempo habías estado en la bañera, pero por como se arrugaban las yemas de tus dedos y lo tibia que estaba el agua, definitivamente habías estado mínimamente una hora y media.
Debías salir de la bañera.
—¡Jacinta! ¡Ya terminé! –anunciaste con suavidad y gentileza mientras te levantabas de la bañera y abrías el desagüe para que se fuera el agua.
Tomaste una toalla para secar tu cuerpo y envolver tu cabello, y luego tomaste la bata blanca qué había en la habitación para cubrirte.
—Ay que bueno que ya salió niña –te recibió la mujer mayor una vez que saliste del baño–. La doctora vino aquí pa' revisarla y checar que no tenga heridas graves –señaló a una mujer que entraba en la habitación.
—El señor México me mandó especialmente para tratarla a usted.
Aparentemente no iba a dejar que un hombre te tratase, ¿eh?
Pero que hombre más... más... Ugh, no se que palabra quedaría aquí, pensaste.
Aunque, para ser honestos, te sentías más cómoda así. Después de los toqueteos de esos asquerosos y detestables hombres, la sensación repulsiva aun seguía aunque te habías lavado bien, no querías que una mano más te tocara.
—¿Dónde le duele? ¿O tiene alguna herida que necesite sutura? –amablemente preguntó la doctora sacando de su maletín un estetoscopio–. Me gustaría que usted me diga de antemano, para buscarle explicación a alguna irregularidad en sus pulmones u órganos. Dígame, ¿es hipertensa, diabética o asmática?
La doctora te trato con tanta suavidad y naturalidad, que pudo haberse debido a su amabilidad y edad. Le calculabas en sus cuarenta, quizá en el primer lustro por la aparición de pequeñas arrugas, pero también por su conocimiento experto y delicado.
Agradeciste que tus heridas no fueron tan dolorosas ni profundas, y que tu dolor muscular no te impidió caminar mi sostenerte, de lo contrario la doctora te habría inyectado un analgésico, cuya jeringa se veía realmente intimidante.
—Eso sería todo señorita, le recomiendo que descanse –hablaba la señora con amabilidad mientras guardaba sus cosas en su maletín.
—¿Y ya se podría vestir doctora? –Jacinta preguntó.
—Claro que si, pero recomiendo que sea algo ligero como faldas largas, debido a las heridas en sus piernas y el vendaje que hice.
—Pero creo que yo no traje nada de eso en mi equipaje –dijiste en ese momento, llamando la atención de la ama de llaves.
—Ay no se vaya a preocupar niña –hablo Jacinta y como si la emoción la hubiera invadido, en uno de los viejos cajones del mueble de caoba en la habitación, saco un precioso conjunto con bordado a mano–. Se puede probar este.
Todos los hermanos del Norte intentaron llegar lo más rápido posible tan pronto como leyeron el mensaje de su querido hermano Jalisco acerca del incidente que se había llevado a cabo en su propia hacienda.
Pero hubo un mensaje que los hizo subirse a sus camionetas y conducir como alma que llevaba el diablo.
"Padre volvió"
Padre, ya no jefe, como solían referirse al albino con tanto cariño y confianza.
El jefe, ese era el nombre que le daban a México de los tiempos modernos, porque le tenían respeto, estima, y estaban en la suficiente confianza para poder llamarle de ese modo sin que sufrieran una reprimenda. Porque ese progenitor suyo era abierto, cariñoso, de confianza y de un corazón noble y compasivo.
En cambio Padre... Padre para ellos era una figura fría y enigmática, una sombra gigante, cuyos ojos dorados que te veían en la oscuridad eran de temer porque ese hombre no quería errores. Y a los errores les daba un castigo ejemplar, que quedaba grabado en la piel, literalmente.
Ese hombre era de los chapados a la antigua, de los que corregían comportamientos rebeldes a punta de golpes con la hebilla de su cinturón o la vara de las rosas; y eso era si tenías suerte, pues el fuete* de plata o el látigo de cuero no solo servía para adiestrar caballos.
Y es que no era fácil mantener, educar y criar a 32 chamacos solo y en tiempos de guerra y cambios tan drásticos en la política. Y ni hablar de las señoritas a su cargo.
Todas las camionetas negras polarizadas y con placas de diferentes estados se aparcaban en la entrada de la hacienda. Todos y cada uno al mismo tiempo.
Bajaron todos los hermanos con sus mejores ropas y emanando un aura intimidante y oscura. Sin embargo, por dentro todos estaban temblando y muriéndose de miedo ante la repentina llamada de Jalisco.
—¿Ya estamos todos aquí? –una de las gemelas Baja California, habló mientras se abrazaba a su hermana, queriendo encontrar refugio de sus nervios.
—Llegamos tan rápido nos fue posible. Estaremos bien –Zacatecas hablo queriendo calmar a sus hermanas.
—¿Y si D.F- perdón... si CDMX no llega? –la otra gemela que estaba temblando se atrevió a decir.
Muchos varones hicieron una mueca, el recuerdo de CDMX dando la cara por ellos al ser el mayor siempre les traía amargos recuerdos. Su ausencia nunca les había dado buenos resultados.
—Tranquilas, tranquilas. Si él no viene yo me encargaré de todo. –Nuevo León menciono colocando su mano en el hombro de su pequeña hermana, su voz reconfortante y su postura recta daba seguridad–. Soy el mayor de nosotros, y él me enseñó bien.
—¿Estas seguro? –en ese momento, Querétaro, su otra hermana se acercó a él, y colocó su mano en su hombro.
El norteño mayor solo asintió con la cabeza, arreglándose su sombrero en el proceso.
—Pero Nuevo León... tu espalda... –Aguascalientes interrumpió ahora.
A todos no se les olvidaba las marcas que los golpes de la antigua versión de México dejaban. Pocas veces se liberaron de sus castigos, pero cuando llegaba a suceder, CDMX era aquel que ponía la cara, o mejor dicho la espalda, por todos los demás hermanos al ser el mayor; y cuando no estaba él, Nuevo León asumía la culpa del castigo.
Debido a eso, el norteño mayor sufrió de secuelas toda su vida, y una sensibilidad muscular acompañados de problemas en la columna.
Pero Nuevo León aun así apretó los puños y después de apretar sus labios, en un momento de debilidad, no se echo para atrás con su decisión.
Aun así ya no habría necesidad, pues el coche de el hermano mayor llegó como alma que llevaba el diablo y se estacionó mal por las prisas, aun así salió del coche lo más rápido posible y se reunió con sus hermanos.
—¡Ya estoy aquí! –grito mientras corría hacia sus hermanos y se arreglaba su saco para verse más presentable.
Porque su padre les había enseñado a no vestirse como mamarrachos* en su presencia.
Todos se sintieron mejor y con más valentía al ver al Statehuman mayor aparecer. Aunque querían que esto se quedara entre los hermanos de Norte, les alegraba que CDMX haya llegado, definitivamente Jalisco fue quien le llamó.
—¡Don Leonel! Que gusto me da verlo –CDMX hablo una vez vio al anciano a su izquierda, quien se veía feliz de verlos.
—El gusto es mío niño, su padre ya los esta esperando.
Aunque esas palabras fueron dichas con amabilidad, les provocó un escalofrío a todos los demás hermanos, pero el de cabellos blancos, queriendo hacer sentir a sus hermanos seguros, no borro su sonrisa.
—Pues guíenos por favor. Que ya sabemos que mi padre odia que lleguemos tarde.
Incluso su tono de voz sonaba calmado, y hasta podría rozar la arrogancia. Solo esperaban que esa confianza no los abandonara dentro de aquella oficina al final del pasillo.
Una vez que pasaron por aquella puerta color caoba y de material fino y duradero, que en su infancia se veía tan grande e intimidante, pudieron sentir le frio calando hasta los huesos de cada uno. El olor a puro inundó todo el cuarto.
'Ah, como en los viejos tiempos'. Pensaron Jalisco, CDMX y Chihuahua una vez les llego el olor cancerígeno de los puros. Podían jurar, por el aroma y la calidad, que había sacado sus puros de los Reyes de Orizaba*, regalo de la hija sureña más querida de su padre, Veracruz.
De por si tener puros en una casa mostraba un poder adquisitivo caro. Esos puros representaban exclusividad y opulencia, pues como decía el nombre, los puros te hacían sentir como el rey. Y por la postura que estaba dando su progenitor, definitivamente transmitía esa aura de dominancia y control.
Detrás de su escritorio, escondido en una sombra, con el brillo del puro cada vez que inhalaba su fino tabaco, esos ojos negros con la iris brillando en una mezcla de oro y cobre. Los veían fríos y con una paciencia limitada.
—P-Padre –cuando CDMX intento hablar, la voz le traicionó y soltó un gallo además de temblar, por lo que inmediatamente trago saliva y se aclaro la garganta–. Padre. Milagro que estés aquí, en estos tiempos.
Sus palabras solo tuvieron como respuesta en un inicio, una capa de humo fino y abundante y un silencio sepulcral, que provocó que sus hermanos apretaran los labios, miraran hacia abajo o apretaran los puños.
—Debo decir que yo también pensé que ya me había ido –habló por fin, su voz ronca y rasposa, probablemente por fumar tanto–. Pero tal parece de mi nunca se van a librar, chamacos.
La manera en la que los llamó "chamacos", decía solo lo enojado que estaba, incluso se levantó y todos sintieron un escalofrío en sus huesos, se sintieron niños pequeños otra vez ante el sonido de los pies de su gigante padre.
—¡Jalisco! –alzó la voz–. Ven para acá.
Apenas menciono el nombre de su hermano, todos sintieron escalofríos y miedo inundarlos, algunos bajaban la mirada, pues no soportaba ver a uno de sus hermanos herido. Sabían lo que les esperaban pero aún así la imagen les lastimó tanto que apartaron la mirada, otros fueron hombres y la mantuvieron, pero por dentro rogaban por las faldas de una nana donde poder esconderse de tal imagen.
Jalisco, el vivo, alegre y fuerte Jalisco tenía varios moretones y heridas en el rostro y la espalda. No se sabía donde empezaban las heridas de guerra y el enfrentamiento y donde terminaban las marcas de castigo de su padre. Entró cabizbajo, encorvado y sobándose el brazo izquierdo, y una vez que volvió a estar frente a su padre, este le propino otro golpe a mano abierta en la cara.
—¡Hijo de tu chingada madre! –el sonido inundó toda la oficina y causó un terror que caló hasta los huesos de los presentes–. A ver. ¿Como dejaste que esto pasara? ¿Eh? ¿Pues que te has creído que lo que hice no me costó y que puedes ir y cagarla hasta este nivel?
La bofetada fue tal, que incluso hizo caer al suelo al jalisciense, quien lentamente y por sus previas heridas le costó volver a levantarse, entre quejidos de dolor. Aunque genuinamente estaba temeroso de hacerlo.
Mientras, el ahora azabache suspiraba pesado y pasaba su mano por su cabello, peinándolo hacia atrás.
—Me duele más a mi que a ti pegarte hijo. Y fíjense que no esperaba que esta fuera la forma en que nos encontráramos otra vez –habló esta vez hacia el resto de sus hijos–. ¿Pus como iba a yo a saber que si volviera yo, sería para reparar sus desastres? ¿Eh? Chingada madre...
Ninguno argumento nada al principio mientras lo veían resoplar con enojo y llevarse una mano a la frente para masajearse la sien. CDMX quería argumentar algo, lo que sea para apaciguar el coraje de su progenitor, pero era claro que no podría. Genuinamente no sabía que decir.
—Es que no solo pusiste tu posición en peligro, el patrimonio ya no importa, hijo. –explico el azabache mientras Jalisco se volvía a levantar, con una mano en su mejilla–. No solo fue tu vida la que pusiste en peligro, ¡sino que arrastraste a mi nieto en esto! ¡Y a esa pobre muchacha también!
Cuando de su boca salió la mención de la joven, osea tu, a su mente volvió esa imagen de como esos ojos ___ tuyos lo miraron con una mezcla de miedo y preocupación. La sangre le hervía con el simple recuerdo de cuando esos mal nacidos te golpearon frente a sus ojos, un instinto de coraje natural le nació en él, aun si era ajeno a ti y a toda la época en la que vivían.
No podía negar que habían unos sentimientos dentro de sí mismo, que eran tan fuertes que incluso lo contagiaban a él, que era ajeno a esta época y no sabía que era de su yo actual.
—Y a propósito –cambio de tema el country mientras volvía a su silla–. ¿Esa señorita qué?
—¿La... madrecita? –se atrevió a hablar finalmente CDMX.
—¿Qué con ella?
—¿Esta bien?
Vio como todos sus ojos intercambiaron miradas entre sí, con curiosidad y un dejo de preocupación. Sus caras y gestos fueron suficiente para decirle al azabache que la mujer tenía más peso de lo que él esperaba.
Para empezar, Jalisco y Guadalajara intentaron protegerte con todas sus fuerzas durante el motín, y además, Guadalajara lo detuvo cuando estuvo a punto de ejecutar a Poncho porque tu estabas presente. Y te llamaban "madrecita", lo que significa que aunque no fueras su madre, te veían como tal; y eso no se lo decían a cualquiera.
Entonces... ¿eras su esposa en estos tiempos?
—Esta bien –respondió con voz firme–. Si, esta... lastimada. Pero ya llame a la doctora para que la atienda.
Todos sus hijos suspiraron aliviado cuando él confesó que ya te habían mandado a recibir tratamiento.
—¿Podrían decirme por qué la llaman así chamacos? –preguntó mientras encendía otro puro.
—Pues... –su hijo mayor se atrevió a hablar–, porque ella es... como decirlo –murmuro jugando con sus dedos como cuando niño–, su roomie... padre.
Le dio una calada a su puro y luego exhalo todo el humo por la nariz.
—Achis. ¿Cómo así? –preguntó mientras se acomodaba en su asiento–. A ver platíquenme eso que no le entiendo a esa palabra gringa.
—Pues si padre. Usted y ella viven juntos, en la misma casa, ella estudia pero hace los deberes, y ustedes dos son muy unidos –ahora Querétaro se atrevió a explicarle, sintiendo que el coraje de su padre se había apaciguado.
—¿Pero estamos casados? ¿Cómo Dios manda?
—Eh...
Todos los Estados dijeron al unísono, miraron hacia otro lado e hicieron una mueca, algunos incluso escondieron las manos.
—¿Por el civil si quiera?
—Pues... –aquel gesto le hizo entender que tampoco por el civil estaban casados.
—Entonces... ¿estamos juntados*?
—... Aja... –respondió Sinaloa ahora, dubitativo–. Ándele más o menos así.
Guardó silencio cuando su hijo norteño le respondió así, mirando hacia su puro y haciendo una mueca. Analizó la situación, probablemente estaban juntados porque tu seguías estudiando; obvio, en el momento en que se casaran tu te dedicarías a la casa y a él solamente, así que seguramente, su versión actual te apoyaba en tu sueño de estudiar antes de casarse.
Al menos a esa conclusión llegó él.
—Por lo que es mi señora –supuso él.
—Aja, ándele, eso mero.
La respuesta de sus crías lo hizo guardar silencio una vez más. No pudo concebir como había dejado que su esposa, como él te consideraba ahora, se metiera en tremendo accidente como lo era estar en fuego cruzado.
Pero mientras pensaba en lo descuidado que fue no protegerte lo suficiente, una sensación que no presenciaba hace mucho lo invadió.
Miraba su mano izquierda, no tenía un anillo ni nada pero sabía que debía tener una argolla ahí. Tenía una esposa, tú, y ciertamente hace mucho que no tenía compañía femenina. Se preguntaba como eras, qué, además de tu bonita cara, había atraído a su versión actual.
Porque sí, no le importaba el físico o la apariencia, la mayor parte del tiempo. Con que fueras una buena mujer y buena con sus hijos le bastaba, porque en sus tiempos quien quisiera agarrarse a un hombre viudo y con 32 chamacos.
Ni quien se aviente ese viacrucis, pensó.
—Pues menos mal me contaron quien era ella, antes de sacar mis conclusiones –dijo mientras se levantaba. Su tono suave y calmado los hizo suspirar a todos los statehumans pensando que ya se habían salvado.
—Pero no crean que ya se me olvido el tema de los narcos y todo el desorden que últimamente han estado manejando –su tono mientras caminaba hacia su viejo fuete les provocó escalofríos–. D.F* –llamó a su hijo mayor, quien estaba a punto de escapar a hurtadillas.
—S-Soy... ahora me conocen como CDMX padre... –respondió mientras volteaba a verlo. Llorando internamente porque estuvo a punto de escaparse.
—¿En serio? –dijo mientras se volteaba a verlos, ahora con el fuete de plata en sus manos–. Bueno, supongo que te dejé cambiarte el nombre por algo –hablo suavemente–. Pero no creas que solo a tus hermanos me los voy a castigar. –su tono ahora volvió a ser uno frío y serio, y sus ojos volvieron a brillas intensamente.
Definitivamente les esperaba a todos una madrina de 2 horas.
*Mamarrachos: Se refiere a una persona mal vestida o cuya ropa esta mal arreglada o luce ridicula. Tambien se usa como insulto
*Reyes de Orizaba: Fue una marca de puros que salio en el siglo XX, eran muy caros y exclusivos y tenerlos era un privilegio. Yo aun recuerdo a mi abuelo teniendo una caja puros de esa marca que solo sacaba en ocasiones especiales
*Fuete: Tambien se le conoce como fusta o azote, se usa mucho en los caballos y algunos anteriormente tenian una composicion de plata
*Juntados: Termino coloquial que se le da a el estado civil de Concubinato, ni estan casados pero viven juntos y hasta incluso tienen hijos. Se usa mas comúnmente en los pueblos.
*D.F: Antes de 2017, ese era el nombre que se le daba a CDMX, la capital del pais.
🪶༆━━5886 palabras
Publicado el 17 de febrero de 2025
https://youtu.be/7t-vSmTKtvA
¡Estamos de vuelta!
El próximo capítulo se publicará probablemente al final de esta semana.
Y queremos decirle mi querida lectora beta, mi real, mi bestie y la que más me ha apoyado en este rato, @Pastel que la dinámica y los anuncios y todas las preguntas que tengan en nuestro servidor de Discord.
Ayúdenos a revivirlo y a interactuar más y llamar a más gente.
🌶️🌶️
Los ama y se alegra de estar de vuelta con ustedes.
🪶༆━━Miss Writer
💋
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